#ZNCine – Crítica de Flash, de Andy Muschietti

Dirección: Andy Muschietti
Guion: Christina Hodson
Música: Benjamin Wallfisch
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Sasha Calle, Ben Affleck, Ezra Miller, Michael Keaton, Michael Shannon, Antje Traue, Ron Livingston, Temuera Morrison, Kiersey Clemons, Saoirse-Monica Jackson
Duración: 144 min
Productora: Warner Bros., DC Comics, DC Entertainment
Nacionalidad: Estados Unidos

Riggan: Listen to me. I’m trying to do something important.
Sam: This is not important.
Riggan: It’s important to me! Alright? Maybe not to you, or your cynical friends whose only ambition is to go viral. But to me… To me… this is – God. This is my career, this is my chance to do some work that actually means something.
Sam: Means something to who? You had a career before the third comic book movie, before people began to forget who was inside the bird costume.

Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)

Parecía que no iba a llegar nunca, pero ya tenemos aquí la tan esperada película de Flash; uno de esos proyectos con los que hemos soñado durante largo tiempo todos los que nos hemos acercado alguna vez a un cómic del velocista escarlata de DC, y que al fin se ha hecho realidad gracias a Andy Muschietti, director y guionista argentino que ya entró por la puerta grande del Hollywood comercial con la más que interesante nueva versión de It, aunque tengo que reconocer que, en mi opinión, no supo rematar la jugada con una inexplicablemente torpe segunda parte. Muschietti se aseguraba, eso sí, un puesto privilegiado en Warner al ser el encargado de llevar a la gran pantalla al Flash que habíamos visto en las versiones de la Liga de la Justicia; si en una de ellas, aquel monstruo de Frankenstein de Joss Whedon con bigotes cercenados digitalmente y familias rusas que pasaban por allí, veíamos a un Barry Allen más bien prescindible, en la excesiva y gargantuesca versión de Zack Snyder se le daba un mayor protagonismo a Flash, e incluso era el emocionante catalizador del clímax de la película, con una exhibición de sus poderes que al fin nos traía a un Barry Allen capaz de correr más rápido que el propio tiempo, algo que ya habíamos visto en una recordada escena de Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia donde ya se intuía el jaleo de los multiversos y las segundas oportunidades relacionados con el bueno de Barry. Y, pensándolo bien ahora que termino el inevitable y perezoso párrafo de las introducciones y los contextos, esta Flash tiene mucho que ver con las segundas oportunidades, pero no sólo para el pobre Barry y su dramático pasado, sino, estirando la metáfora, para todo ese DCU defectuoso de fábrica, nacido con las orejas demasiado grandes como el pobre Dumbo. Qué inevitable parece cuando hablamos de Flash, la película, hacerlo pensando en la Man of Steel de 2013, nacida en las cenizas del fenómeno del Batman de Christopher Nolan que pensó que había heredado las virtudes de aquélla. Y si bien El Hombre de Acero no era en sí una mala película, ya se intuían todas las vías de agua por las que podía naufragar el grandilocuente plan de Snyder para con Superman y compañía. Y es que el tiempo y las modas, como el propio Flash, corren de manera implacable para todos, y por aquel 2013 cuando Snyder intentaba construir su panteón de dioses contemporáneos, hacía apenas poco más de un año que se había estrenado Los Vengadores (paradójicamente, de Joss Whedon), inaugurando el reinado incontestable de Marvel Studios, que se quedaba con la patente del superhéroe de nuestros tiempos.

Pero los tiempos han seguido cambiando, como no podía ser de otra manera, y Marvel ha intentado encontrar un nuevo rumbo tras conquistarlo todo, como el escalador que baja del Everest y se pregunta qué hará a continuación, así como DC ha hecho lo propio tras ver el callejón sin salida que era el infame Snyderverse y que al fin parece tener las cosas claras de cara a su futuro, algo de lo que no cabe más que alegrarse y sentirse esperanzado cual símbolo kryptoniano en este universo. Y, en medio de todo, como los hijos tras una ruptura o aquel cómo repartimos los amigos si nada es tuyo y nada es mío que cantaba Ella Baila Sola, tenemos a todos esos personajes del DCU esperando su Flashpoint de manera un tanto triste, como un condenado a muerte deseando que acabe todo el protocolo. Todas las películas de DC que hemos tenido desde que este Titanic chocó contra el iceberg de la realidad han sido en el fondo tan tristes como la orquesta del barco tocando mientras esperaban lo inevitable, y ni la Trinidad del Superman enfadado, el Batman triste y cansado (le faltaba el azul, como el gato de Roberto Carlos) y la Wonder Woman que sólo encontró la alegría en 1984, podían hacer nada para subir los ánimos del personal mientras el barco se venía a pique. Pero, ay amigos, si hay algo que DC tiene son balas en la recámara, y la más rápida viste de rojo y tiene un rayo amarillo cruzando su pecho; y, a pesar de su velocidad, parecía que llegaba en el momento menos adecuado para clavar el último clavo en el ataúd del antiguo DCU. Por suerte, lo que parecía una despedida por la puerta de atrás, se ha convertido en una fiesta sorpresa; de despedida, sí, pero también de resarcimiento, de homenaje y de esas, como la que montaba Larry Burns, de las que no sabes de dónde viene la música pero en realidad no importa.

¿Pero que todo eso ha sido la introducción? ¿Dónde está la crítica de Flash, Lebowski?

Pues vamos a ir al grano después de tanto irnos por las ramas: Flash es una gran película y (casi) todo lo que querríamos que fuera una película de Flash, a pesar de que Ezra Miller nunca nos pareciese ni remotamente parecido al Barry Allen que conocíamos de las viñetas, que los rayos fueran azules y no amarillos o que el primer traje que le vimos en pantalla fuera una aberración del diseño de vestuario; lo que nos hace pensar en la universalidad de las buenas historias, y eso es precisamente lo que pasa con esta Flash de Andy Muschietti, la más descaradamente comiquera de todas las adaptaciones de DC hasta la fecha, y que sabe mantener su corazón pegado a su espectacularidad, su humor y la abierta y excesiva ridiculez de su propuesta. Tanto es así que la película presenta sus cartas a los pocos minutos con el rescate de Barry en el hospital, tan divertida e imposible que uno no puede más que entregarse a la propuesta diametralmente alejada del realismo depresivo del Superman de Snyder. Aquí hemos venido a jugar, parece decirnos la película, una que ni estratégica ni comercialmente tiene nada que perder (entendámonos, con respecto a los planes actuales de DC), y que opta por la anarquía y el desparpajo, y ahí entra en juego lo rematadamente entretenida que resulta a pesar de sus defectos.

Y es que cuando entra en juego el universo alternativo en el que se cuela Barry y conocemos a su irritante versión adolescente (más que su versión adulta, lo cual ya era difícil), la película comienza a andar sobre la cuerda floja del humor fácil y ,por un peligroso momento, Flash parece convertirse en Dos Tontos Muy Tontos Viajan en el Tiempo, lo cual ya hizo mucho mejor la saga Bill y Ted; pero luego, de manera sorprendente, la película parece abrazar a los propios Bill y Ted de manera autoconsciente y, como ocurría en la indescriptible El alucinante viaje de Bill y Ted cuando aparecía la propia muerte y se unía al festival de risas y absurdos, algo muy parecido ocurre en esta Flash cuando nos da un vuelco el corazón (a pesar de estar convenientemente avisado) y vemos a Michael Keaton volver a ser Bruce Wayne… volver a ser Batman. Es ahí cuando la película se convierte en viñeta mucho mejor de lo que intentaba estilísticamente Ang Lee con su Hulk, porque, os lo tengo que confesar, en esos momentos me convertí en alguien muy pequeño en la butaca, y casi no podía ocultar esa risita nerviosa del que ve en pantalla al Batman de 1989, Flash y el Flash del pasado intentando rescatar a Supergirl de un bunker ruso because reasons. En ese continuo y entretenidísimo (e intemporal) in media res del cómic de superhéroes más destilado es en el que se mueve ese segundo acto de Flash que me mantuvo pegado a la butaca cual…

cual…

…Vale, tengo 42 años, un dato irrelevante excepto si hacemos las cuentas y descubrimos que tenía nueve años en 1989. Aquel año coleccioné todos los cromos de Batman hasta completar el álbum de cromos de la película, mi hermana me hizo una camiseta que rezaba “Batman” por delante y tenía el precioso e insuperable logo negro y amarillo de la película de Tim Burton por detrás, convirtiéndome en el crío de nueve años más molón y a la vez más impopular de 1989 y 2023 al mismo tiempo (ah, las paradojas temporales…). Lloré y pataleé para que mi padre me llevara a ver el estreno a unos cines de Oviedo un viernes por la noche del que llegaba derrotado de trabajar toda la semana; llegamos con la película empezada, y se durmió a los diez minutos, mucho antes de que el Jack Napier de Jack Nicholson cayera al tanque lleno de productos químicos. Yo no podía apartar la vista de la pantalla, y ya nunca pude, y todo ello lo asocié a Michael Keaton y su expresión bajo la máscara. Quizás por ello no pueda ser muy imparcial con este segundo acto de Flash, en el que yo mismo he corrido hacia atrás como Barry y me he reencontrado con mi yo de nueve años pasándomelo en grande en la butaca. No sé si eso convalida con lo que debe ser una reseña en el competitivo y viral 2023, pero había que dejar constancia de ese acelerón del corazón al ver a Keaton, la mansión, la batcueva, la música, ese coche que no hacía falta ni arrancarlo, ese batplano, esa foto que si la tocas es que necesitas salir esa noche… Flash juega con muchas cosas que a uno le tocan el corazoncito, y eso hace que todas estas palabras no puedan sentar cátedra de nada más allá de lo que a uno le toca.

Luego la película toma sus derroteros, y no todos despiertan tanto entusiasmo. Ahí está esa Supergirl de Sasha Calle mucho más endeble narrativa e interpretativamente de lo que esperaba, o ese volver a la amenaza de Zod (un despistado Michael Shannon) que nos recuerda lo peor de El Hombre de Acero y su aburrisísimo destruction porn. No, Flash no brilla especialmente en esos momentos de caos, cuando intenta alargar sobremanera una batalla que no da más de sí y que vuelve demasiado sobre sus pasos como Barry y Barry lo hacen sobre intentar reparar lo irreparable. Por suerte, Flash sigue funcionando a pesar de sus torpezas como vehículo de puro entretenimiento palomitero e irrelevante, un divertimento que puede servir perfectamente como cierre y reinicio, pero también como homenaje a las infinitas posibilidades de un universo que va incluso mucho más allá de las viñetas, como esos guiños de absoluta locura fandom que nos depara su tercer acto y que, al estilo No Way Home, parecen un vehículo para cerrar heridas y reafirmar su propio legado más que un divertido e irrelevante cameo, y es ahí cuando Flash reverencia a esos mundos que chocan y nos recuerda que ni mucho menos es el último de la clase, aunque sea el que más veces se haya caído por seguir intentándolo.

Qué queréis que os diga, Flash me ha funcionado como un sencillo entretenimiento veraniego de multisala, y no dudo que despertará entusiasmos, aplausos, bostezos y abucheos a partes iguales, aunque algo me dice que algo más de lo primero entre los espectadores más optimistas, como los que íbamos al cine embutidos en nuestras camisetas con el rayo o el logo del Batman de Tim Burton. Flash nos contagia durante gran parte de su metraje del hambre metabólica del velocista dispuesto a arrasar con lo más calórico del menú, pero también sabe detenerse a emocionarnos con el What If de (mi) nuestra infancia de cromos, cómics y cine, o ese sacrificarlo todo por un abrazo más de mamá, que no sabéis lo que significa los afortunados que aún las tenéis con vida. Por esas lágrimas, esas risas, por Maribel Verdú, por esos créditos finales insuperables y esas ganas de pasárselo bien, estoy a muerte con el equipo de Andy Muschietti y su Barry, aunque como él mismo reconozca, no sea la salud mental el fuerte de esta (ya reseteada) versión de la Liga de la Justicia. No te preocupes, Barry, en 2023 es algo que tenemos completamente asumido. Gracias por darle un temporal alivio a estas ganas de convertirnos en el Flash reverso y perder la esperanza de que un rayo y unos cuantos productos químicos puedan crear al mejor héroe que podíamos imaginar.

I walked along the avenue
I never thought I’d meet a girl like you
Meet a girl like you
With auburn hair and tawny eyes
The kind of eyes that hypnotize me through
Hypnotize me through
And I ran, I ran so far away
I just ran, I ran all night and day
I couldn’t get away
A cloud appears above your head
A beam of light comes shining down on you
Shining down on you
The cloud is moving nearer still
Aurora borealis comes in view
Aurora comes in view
And I ran, I ran so far away
I just ran, I ran all night and day
I couldn’t get away
Reached out a hand to touch your face
You’re slowly disappearing from my view
‘Pearing from my view
Reached out a hand to try again
I’m floating in a beam of light with you
A beam of light with you
And I ran, I ran so far away
I just ran, I ran all night and day
And I ran, I ran so far away
I just ran, I couldn’t get away