Un nuevo mundo
«Ahora eres parte de la bomba»
El 11 de septiembre de 2001 occidente cambió para siempre. De los cuatro ataques terroristas de Al Qaeda, perdura una imagen: las Torres Gemelas, símbolo absoluto del poder económico de los Estados Unidos, siendo reducidas a escombros, cenizas y cadáveres. Un atentado que afectaría a cada aspecto básico de la cultura americana, viéndose su influencia principalmente en el cine y el modo en el que creadores abordaron la posición de su país en el mundo. Muertos que dan paso a muertos y gobiernos que caen o son destruidos en nuevas guerras.
Sobre estos condicionantes, en 2002 John Cassaday y John Ney Rieber tomaban el corazón de los EEUU, el Capitán América, para desarrollar en seis números muchas de las inquietudes que ya hacían mella en una sociedad rota. Con el título, New Deal, haciendo referencia a Roosevelt y el espíritu imperante del tiempo de Steve Rogers, llevaban al héroe directamente a los días posteriores de la masacre.
Se trataba, en definitiva, de abordar la cuestión de los grandes superhéroes en este nuevo espacio histórico. Tal y como se ocuparon otros autores como Bendis en sus Vengadores o Bryan Hitch y Mark Millar en Ultimates.
De esta manera, el legendario Dave Stewart atrapa la historia con una capa gris, que representa tanto el polvo y destrucción del World Trade Center como el estado emocional del país y su protagonista. Cassaday explora el dolor con un trazo delicado, en un ejercicio de narrativa soberbio en el que, a partir de los detalles más ínfimos, construye el escenario principal. Las manos que no llegan a juntarse, los ojos infinitos bajo la oscuridad que no alcanzan a salvar los suficientes, las grandes columnas que no dejan esperanza bajo su figura.
En este comienzo, Ney Rieber, convertido en narrador de la catástrofe, toma la posición de un país, tratando de contener en su pluma más de lo que puede abordar. Las mejores páginas son en las que apenas hay texto, pues el desarrollo del dibujante es suficiente para explicar lo que, con cierta torpeza, el escritor trata de reflejar en su trabajo.
El primer número alcanza su punto culmen con su final, en el que vemos las consecuencias del racismo alimentado por los grandes medios de comunicación. Visto en retrospectiva, resulta interesante cómo los autores decidieron abordar ya en la introducción esta parte del mensaje, pues, en conjunto, las personas inmigrantes sufrieron una vaga representación popular, dentro de la vorágine combativa que siguió al atentado. Lo que salva, en una imagen potente de Cassaday y Stewart, a una persona de un asesinato cobarde alimentado por el dolor y desesperación es la bandera americana.
Es el modo que tienen los guionistas de hacer ver que hay otro color, más puro, radiante, más allá de la política exterior del país y las opiniones de una parte de la población. No es solo Steve Rogers el que media, son los EEUU.
En los siguientes dos números asistimos a un secuestro liderado por un terrorista islámico del que apenas llegamos a conocer nada.
Ney Rieber no se emplea en su caracterización, sino en su mensaje. Y vemos al Capitán sufrir, en un apartado artístico sobresaliente, elevado a su máximo poder por una sucesión de viñetas mudas, con tonos vivos de color, en los que Cassaday entiende no solo el carácter en combate del personaje, sino el dinamismo de una buena estructura de aventura superhéroica, dentro del horror general por lo que es, en definitiva, revivir el 11S.
Y tenemos el primer cliffhanger para concluir, en el que Ney Rieber se aleja de la visión imperante del Capitán América para darle una vuelta a su trabajo. Es una decisión honesta con la historia que venía elaborando, necesaria para los números posteriores en los que volvemos a tener al protagonista envuelto en situaciones similares.
Si bien en ocasiones peque de exceso en su monólogo interno, sobrecargando la información que ya subyace en el dibujo, es valiente en lo que entraña a la definición del héroe, conciliando con estilo lo que ha de ser, es y puede ser en un contexto como el 11S el Capitán América. Utiliza, además, en el camino a sus conclusiones varias propuestas sobre las que reflejar las contradicciones del sistema y los superhéroes mismos.
Es inspirador, ingenuo, calculador, calmado, fuerte, destructor, pacífico… todo para dar pinceladas a un retrato cargado de matices.
Como el propio autor ha comentado en entrevistas, no terminó de cuajar con Quesada y lo que este tenía claro que debía ser el de Brooklyn. Esto hizo que su estancia a cargo de la colección se viera incompleta. A pesar de que no sea un etapa tan productiva como otras, tiene un interés muy significativo para el lector que quiera conocer cómo la editorial afrontó el mayor drama del siglo XXI para los EEUU. Vista en retrospectiva, todavía conserva elementos que despiertan esta búsqueda de lo que es un héroe en periodo de guerra. Todo ello, acompañado de un dibujo sobresaliente, a cargo de uno de los más grandes artistas de su generación.
Lo mejor
• Es un arco completo, en el que se desarrollan muchas de las inquietudes principales posteriores al 11S. No permanece anclado en una visión amable con los EEUU y es compleja en su tratamiento.
Lo peor
• Por momentos, el monólogo interno.
NOTABLE
Guion - 7.5
Dibujo - 9
Interes - 8
8.2
Un acercamiento personal a la tragedia del 11S
En su día se vendió como el comic que más incomodaba a la administración Bush.
Lo mejor del Capitán América de la década de los 2000, sólo por detrás de los mejores arcos de Brubaker.
Es sorprendente que les dejarán ir tan allá… Leído ahora, parece una obra actual vista con la distancia del tiempo al atentado. Gracias por comentar!
Me encanta tanto el concepto como la ejecución, va a ser compra segura. Cómo echo de menos la Marvel de los 2000…
Disfrútalo mucho, Luisdementia. Aquí uno que a raíz de hacer esta reseña se ha puesto con relecturas de la época. Gracias por comentar!
Gracias por la reseña, un comic que nunca entendí como le dieron luz verde teniendo en cuenta como es la mentalidad en ese país y más en ese momento especifico.
Gracias a ti por comentar. Un saludo!
Una visión tremendamente incómoda de la idiosincrasia yanki.
Todo la secuencia del puente…canelita.
Una reseña a la altura de semejante tebeazo 🙂
Muchas gracias, compañero.