LA HISTORIA DEL HIPHOP, EN ESTADO PURO
Hace un par de semanas os hablamos del último lanzamiento de Ed Piskor: Red Room. Lo cierto es que la obra del autor estadounidense no salió especialmente bien parada de aquel texto, pese a sus elementos de potencial interés. Al final del día, Piskor es un autor con muchísima personalidad, de esos que siempre cuesta encontrar. Justo por eso, hablar en términos bajoneros de su nuevo trabajo fue algo especialmente doloroso; y también justo por eso, he pensado que era el momento momento para reivindicar unos de esos cómics con los que Piskor sí nos enamoró en el pasado.
Antes de su igualmente fantástica La gran novela de la Patrulla-X, Piskor se reivindicó como un nombre a tener en cuenta en la industria del cómic con Hip Hop Family Tree. Con orígenes en la web Boing Boing, la obra se empezó a publicar en papel a través de Fantagraphics entre el 2013 y el 2016 para el mercado norteamericano. En España tuvimos que esperar un poco más, concretamente hasta el 2018, para leer el primer tomo. Afortunadamente, la edición de Flow Press hizo que la espera mereciera la pena, lanzando el último de los cuatro tomos de la serie en 2021 con resultados exquisitos.
En Hip Hop Family Tree, Piskor realiza un ejercicio que solo se puede describir como arqueológico para documentar los orígenes y el posterior desarrollo del hiphop (así dice la RAE que se escribe) y su cultura. Con su primer tomo, el autor nos traslada a “la década de 1970, en el ruinoso Bronx Sur”, para sumergirnos en un meticuloso relato que nos llevará hasta 1981. Los otros tres tomos, no obstante, son mucho menos extensos temporalmente y cada uno de ellos cubre solo un par de añitos, concluyendo en el 1985. Esto se debe a la rápida evolución que presentó el hiphop durante ese periodo y la consecuente densidad de acontecimientos.
Puede que Hip Hop Family Tree no haya tenido una pegada enorme en España (lo cual no quita que las impresiones de quienes la han leído sean fantásticas), pero en Estados Unidos fue todo un éxito, sobre todo si consideramos el nicho relativamente específico al que parece dirigirse. Así las cosas, el primer tomo se alzó hasta el puesto siete en la lista de los cómics más vendidos del New York Times de ese año. El segundo tomo, por otro lado, se llevó el premio Eisner por la categoría de “mejor obra basada en hechos reales”.
Los orígenes de esta serie se remontan a la infancia de Piskor. Nacido en 1982, el autor se crio en un contexto de plena ebullición para el hiphop. Él mismo narra en entrevistas la importancia de este periodo, recordando cómo siempre había algún evento relacionado con ese nuevo movimiento a su alrededor. Gente rapeando por la calle para pasar el rato, dando vueltas sobre sus propias cabezas, portando cadenas de oro… Había algo en todo eso que llamaba poderosamente la atención de aquel niño, como si fueran una clase de “superhéroes urbanos”, los “más molones del barrio”.
Puede que el paso del tiempo enturbiara un poco tan brillantes recuerdos, en tanto que las imágenes inconexas de esos superhéroes urbanos empezaban a cobrar sentido en forma de tráfico de drogas, violencia y demás asuntos conflictivos. Sin embargo, la fascinación de Piskor nunca se achantó, confesando el autor que ese aire problemático también contribuía a la sensación de estar ante un movimiento único y provocador, una idea antagónica para todos aquellos “blancos rancios”.
El hecho de que el hiphop se originara y estallara en Estados Unidos tiene sin duda mucho que ver con el éxito de este cómic en el mercado norteamericano. Allí, además, tanto obra como autor pudieron labrarse un nombre poco a poco gracias a que, como comentaba al principio del texto, Hip Hop Family Tree comenzó a publicarse en la web Boing Boing a modo de publicación más o menos semanal de unas pocas páginas. Estas publicaciones, que se podían y se siguen pudiendo leer de forma gratuita, no tardaron en atraer la atención de varias editoriales para una posible recopilación en papel, pero Piskor no dio el sí definitivo hasta la llegada de Fantagraphics, la única interesada que aceptó publicar la obra exactamente como él quería.
Del mismo modo que Estados Unidos vio nacer al hiphop, el movimiento llegaría bastante más tarde a Europa y tendría una repercusión considerablemente menor, experimentado sobre todo «de segunda mano», a través de las migajas culturales norteamericanas de las que siempre nos hemos ido alimentando. Esto, junto a la barrera del idioma, podría explicar en gran parte la diferencia de repercusión de la obra a ambos lados del charco. Al fin y al cabo, estamos ante un cómic de naturaleza meticulosamente documental, con lo que ello implica. Sin embargo, dejar caer tanto peso únicamente sobre dicha naturaleza no sería justo ni explicaría del todo por qué Hip Hop Family Tree se considera un cómic tan de nicho.
El año pasado, por ejemplo, os hablábamos de otra obra con una profundísima labor de documentación por detrás: Kent State. Si bien es cierto que Kent Sate no es una obra para todo el mundo ni para todos los estados de ánimo, al leerla no nos sale pensar de forma natural que está dirigida a un nicho muy concreto.
Uno podría pensar en primera instancia que Kent State trata temas mucho más universales como la guerra, el odio o la juventud, en contraste con la especificidad del hiphop. Y si bien es cierto que esto afecta a la percepción de los lectores, volvería a ser injusto limitarlo todo a esa razón. La guerra, el odio o la juventud pueden ser temas muy universales, sin duda más universales que el hiphop; pero no hay nada tan universal como una buena historia.
Que no se me malinterprete: en ningún momento menciono esto a modo de crítica hacia Hip Hop Family Tree. No obstante, sí que lo considero un aspecto de gran relevancia de cara a aquellas personas que no sepan si acercarse o no a la obra.
Kent State, al igual que muchas otras obras por el estilo, narrativiza enormemente los hechos expuestos, con independencia de lo meticuloso de su documentación. Al final del día nos presenta a una serie de protagonistas y antagonistas sobre los que gira la trama. Estos personajes se desarrollan poco a poco y el lector siente empatía por ellos al tiempo que descubre más sobre información sobre ellos. Esta trama tiene un planteamiento, un nudo y un desenlace claros.
En Hip Hop Family Tree, Piskor recolecta miles de anécdotas, comentarios y eventos documentados en orden cronológico, pero no se narrativizan. Las acciones presentadas están protagonizadas por ciertas personas, pero no se tratan como personajes. La exposición de información se prioriza sobre la agilidad de la lectura.
Kent State es una secesión de hechos reales convertidos en historia. Hip Hop Family Tree es una sucesión de hechos reales, asecas.
Creo que esta es la razón última por la cual Hip Hop Family Tree se considera tan de nicho. No estamos ante una lectura ligera ni fácil. El lector se verá constantemente bombardeado con información pura y el interés lo deben sostener principalmente la temática y los hechos. Y pese a ello, esto no significa necesariamente que estemos ante una obra recomendable solo para los fans del hiphop.
Quien escribe estas líneas, sin ir más lejos, no tenía ni idea de la historia del hiphop antes de leer esta obra. Para ser sincero, ni siquiera es un género musical que me llame mucho la atención. Aun así, leer estos tomos ha sido una experiencia que he disfrutado mucho. Lo he ido haciendo poco a poco, pues se nota que esa es la intención con la que se creó en un principio (recordemos que solo se publicaban unas pocas páginas a la semana en formado digital), y he ido acompañando mi lectura de decenas de búsquedas en Google a la caza de referencias o nombres que se me escapaban. No ha sido la lectura más ágil, más fácil ni más entretenida; pero sin duda ha valido la pena.
Leer Hip Hop Family Tree me ha aportado una experiencia difícil de comparar. Me ha hecho descubrir, entender y apreciar un mundo que me resultaba indiferente hasta ahora, sentir que esos raperos a los que acabo de descubrir son auténticas leyendas… e incluso me ha hecho añadir más de uno y más de dos temas inesperados a mi Spotify.
Esta, efectivamente, no es una lectura para todo el mundo; pero tampoco es una lectura limitada a los fans del hiphop. Puede que Piskor no nos ofrezca una narrativa mascada, pero sí hace muchísimas otras cosas por las que merece mi admiración. La forma de conectar tantos datos y anécdotas aparentemente inconexos en un flujo de información cohesionado es un ejercicio extremadamente habilidoso. Y su eléctrico dibujo, emulando el estilo de los cómics de aquella época, con páginas amarillentas y defectos de impresión incluidos, habla por sí solo.
Sobre la edición de Flow Press, decir que incluye una traducción al español que solo puedo calificar de impresionante. Impresionante por la titánica tarea que Gema Moraleda tenía ante sí, pero también por la solidez con la que se enfrenta al desafío. La cantidad de referencias y vocabulario específico sobre las que habrá tenido que investigar en profundidad es simplemente abrumadora. Si para hacer este cómic Piskor se ha tenido que convertir en un «catedrático del hiphop», traducir esta obra bien podría haber convertido a Moraleda en su alumna aventajada.
A este respecto, una de las decisiones más importantes que se debían tomar era la de si traducir o no los globos en los que los personajes rapean. Cualquiera de las dos opciones tiene sus ventajas e inconvenientes, aunque los editores optaron finalmente por dejarlos en su lengua original. De este modo, quienes no sepan inglés podrían no entender una cantidad considerable del texto de la obra. En el lado positivo, esa es la forma más fiel de conservar el efecto de las rimas y no interferir con las numerosísimas referencias a canciones reales. Además, traducir todas estas rimas al español no solo habría sido un trabajo poco factible en cuanto a volumen y complejidad, sino que las limitaciones y obstáculos a enfrentar por el camino seguramente provocarían que el resultado no pudiera hacerle justicia al texto original. Por todo ello, considero que la opción por la que se tomó es la más acertada.
Lo mejor
• Un documento histórico único.
• La personalidad del dibujo de Piskor y cómo encaja con la obra.
• Ofrece un mundo entero que descubrir y en el que perderse…
Lo peor
• … Lo cual puede resultar abrumador para muchos lectores.
• No es fundamental ser fan del hiphop, pero sí lo es entrar con predisposición a encontrarse una lectura muy densa.
Guion - 7.5
Dibujo - 8.5
Interés - 9.5
8.5
Hiphop
Un documento histórico impresionante. No es una lectura que vaya a agradar a todo el mundo, pero posee argumentos de sobra para darle una oportunidad, incluso si no se es fan del hiphop.
No conocìa esa historieta. La verdad, no me interesa la temàtica musical, pero el arte es muy bueno, y la atmòsfera tambièn. Debo tenerlo, no me importa si luego la historia me llega a parecer un chiste mal contado.
¡Sí, la atmósfera que crea Piskor es genial! Me alegro de escuchar que a lo mejor te acercas a la obra. Hay que ir con cuidadillo porque no es para todo el mundo, pero como dices, en el peor de los casos el dibujo es una preciosidad.