La mañana del 13 de junio la noticia conmocionó a todos los aficionados al cómic. El (esta vez sin exageraciones) legendario John Romita había fallecido la noche anterior en su casa de Long Island, Nueva York. La muerte de Romita, que se produjo mientras dormía y por causas naturales -no por ninguna enfermedad sobrevenida-, nos ha llevado en Zona Negativa a dedicar esta semana a su persona y obra, recordando tanto para aficionados veteranos como para los recién llegados, la figura de uno de los creadores más influyentes del noveno arte en Estados Unidos.
John Victor Romita nació el 24 de enero de 1930 en Brooklyn, Nueva York, el mayor de los cinco hijos que tuvo el matrimonio de Marie y Victor Romita, de profesión carpintero. Romita afirmó siempre haber tenido una infancia feliz, siendo un niño que pasaba casi todo su tiempo libre fuera del colegio, vagabundeando por las calles con diferentes grupos de chavales. La infancia de Romita tuvo una importancia fundamental en su futura vida tanto personal como profesional. En lo personal porque con 11 años, en uno de esos grupos de niños con los que se juntaba, conoció a Virginia la que sería su futura (y única) mujer además de la madre de sus dos hijos. En lo profesional porque con apenas 10 años ya pintaba, con el yeso de edificios en construcción, grandes dibujos en las paredes de Brooklyn.
El talento y la facilidad para el dibujo corrió de boca en boca por el barrio y le llevó a recibir “encargos” tanto oficiales -decorados y murales en funciones de teatro escolar- como no oficiales -peticiones de sus amigos para que dibujara en las paredes a Superman, Batman o incluso chicas desnudas-. También de esta época es su primer contacto con el mundo del cómic, descubriendo los cómics de Jack Kirby con el Capitán América. Siendo Romita adolescente, su padre planeó mudar a toda la familia a Albany para abrir allí una panadería. El plan se frustró en buena parte por la negativa de la madre, quien le dijo a su marido que John se quedaría en la ciudad y que se convertiría en un artista, demostrando una gran fe en su hijo o que sabía qué teclas tocar en su marido para no abandonar su vida en Brooklyn.
La primera vez que Romita se ve envuelto profesionalmente con el cómic es en 1949, con 19 años. En los años 40, Marvel no era MARVEL, sino Timely, pero el editor de su línea de cómics sí que era Stan Lee. En el bullpen de aquel entonces había un entintador llamado Lester Zakarin que le pidió a Lee la oportunidad de hacer los lápices completos y no solo las tintas de algunos cómics. Lee aceptó… pero Zakarin nunca llegó a dibujar esos cómics. Casualidades de la vida, Zakarin había ido al colegio con Romita y conocía perfectamente su talento como dibujante así que le ofreció trabajar como su “negro”, dibujando páginas que Zakarin firmaría como propias. Por aquellas, Romita estaba trabajando en una empresa de litografías que, ni le gustaba ni pagaba bien (30 dólares a la semana), por lo que la oferta de Zakarin (20 dólares por página) le hizo ver que podía ganarse la vida en el mundillo. Este trabajo “oculto” de Romita no salió a la luz hasta que el mismo Romita lo hizo público en 1995, manteniendo el nombre de Zakarin en el anonimato. Aunque la amistad no perduró, siempre existió una relación cordial entre los dos en las décadas posteriores.
Seis meses después de empezar a dibujar para Zakarin, Romita comenzó a labrarse un nombre por sí mismo. Su primer encargo fue también en 1949 y se trató de una historia corta para la antología Famous Funnies, que nunca llegó a publicarse de la que Romita nunca dudó en echar pestes puesto que consideraba que su estilo estaba todavía muy verde. Tras varios trabajos en Timely, sobre todo como entintador, a Romita le tocó hacer el servicio militar (fue drafteado si se me permite la españolización del término) en 1951. Consiguió que le destinaran a Governor’s Island, muy cerca de su casa. Allí, se hizo amigo de un capitán de la Fuerza Aérea al que le gustaron los dibujos de Romita y que le mantuvo en aquella base, evitando la posibilidad de que fuera movilizado a Alemania o Corea. En la “mili”, Romita se dedicó, sobre todo, a realizar carteles para el servicio de reclutamiento. Antes de terminar los dos años de servicio militar, Romita ya volvería a trabajar para Stan Lee en Timely destacando especialmente sus lápices y tintas para historias dentro de los #76 a 78 del Capitán América “Aplastacomunistas” de los 50.
Durante estos primeros años de juventud, Romita consideraba los cómics un trabajo temporal mientras buscaba la manera de cumplir el sueño de convertirse en ilustrador de un periódico o revista importante. Solo después de su paso por el ejército, Romita se centró al 100% en su carrera como artista de cómics. Y ese paso estuvo muy influido de nuevo por la causalidad. En el cuartel al que Romita estaba destinado, este se hizo amigo del hermano nada menos que de Carmine Infantino, una de las figuras más importantes de DC en los años 50 y 60. Ambos dibujantes, no es raro que Infantino y Romita hicieran buenas migas y nuestro protagonista comenzó a recibir encargos de DC. Sus primeros (y más conocidos) trabajos fueron en cómics románticos aunque también dibujó otros géneros como terror o guerra. Uno de sus principales colaboradores en los guiones de aquella época fue Robert Kanigher, el escritor del Showcase #4 que se considera dio inicio a la Silver Age con el debut de Barry Allen. A Stan Lee no le hizo ninguna gracia que Romita compaginara trabajos en Timely y DC por lo que le intento chantajear diciéndole que si seguía colaborando con DC, le sacaría de su lista de autores prioritarios. Romita no se amilanó y se marchó a DC pero no de malas maneras, manteniendo una buena relación con Lee. La “exclusividad” con DC le vino de perlas a Romita, al menos financieramente hablando, subiéndole el sueldo (dólar por página) más de un 50% sobre la tarifa que tenía antes. Pero creativamente Romita se sentía frustrado en DC. Él quería dibujar superhéroes y esas puertas le estaban vedadas, incluso teniendo a Infantino de aliado. Además, Romita era un tipo tímido y no se atrevía a lanzarse a vender su trabajo a la oficina de Julie Schwartz. Nuestro dibujante estuvo a punto de dibujar las caras de Wonder Woman porque a los editores no les gustaba cómo las hacía Ross Andru… pero finalmente quedó en nada.
Y, claro, llegan los años 60 y con ellos la nueva Marvel llena de superhéroes. Varios dibujantes de DC probaron a trabajar para Marvel pero firmando con pseudónimo. Fue el caso de Gene Colan (Adam Austin), Jack Abel (Gary Michaels), Gil Kane (Scott Edward), Werner Roth (Jay Gavin) o Frank Giacoia (Frankie Ray). La mayoría de estos artistas no dibujaban superhéroes en DC, lo que, para Stan Lee era un desperdicio de talento. Romita también tuvo su (no por mucho tiempo) pseudónimo: John Victor, en homenaje al nombre de pila de sus dos hijos. A finales de los 50, en DC descubrieron que tenían varios cientos de páginas de historias de amor guardadas de todo el trabajo que habían ido haciendo sus dibujantes y decidieron reducir primero y acabar después con el presupuesto de ese tipo de cómics. Era la señal para que buena parte del talento de DC saltara a Marvel.
Y aquí llegamos a otro momento crucial en la vida de Romita. Con el dibujante temiendo por su futuro en el mundo del cómic, un amigo le consigue una entrevista en una gran agencia de publicidad en Madison Avenue, en pleno Manhattan. Romita es contratado como ilustrador con un sueldo que duplica (y más) lo que ganaba haciendo cómics. Al día siguiente, tenía una cita con Stan Lee. Romita había entintando la portada del #23 de Los Vengadores, su primer trabajo en la nueva Marvel, y le había prometido a Lee que pasaría a verle a las oficinas de la compañía. Cuando Romita le dijo a Lee que había aceptado el trabajo como ilustrador, se lo llevó a comer, una encerrona más bien, durante 3 horas en las que, con la labia que le caracterizaba, le convenció para renunciar a la agencia de publicidad y trabajar en exclusiva para Marvel.
Y su primer encargo regular fueron ocho números de Daredevil, sustituyendo a Wally Wood. Pero Romita se sentía completamente quemado como dibujante después de tantos años haciendo cómics románticos y solo quería entintar. De ahí que sus primeros números tengan bocetos de Jack Kirby. Pero de nuevo Stan Lee logró convencerle de que recuperara las ganas de dibujar y ocuparse él solo del título. Dos semanas después de empezar a dibujar Daredevil, DC llamó a Romita y le ofreció ser el dibujante regular de una serie protagonizada por Metamorfo. Pero era demasiado tarde. Romita era feliz en Daredevil, tan feliz que no quería dibujar Spiderman cuando Stan Lee le llamó para ocupar el puesto de Steve Ditko. Como el mismo Romita dice: “Me sentí muy a gusto desde el primer momento en Daredevil. Durante años, no me sentí a gusto en Spiderman”. Pero Romita se definía a sí mismo como un jugador de equipo y sentía que no podía dejar tirado a Lee así que aceptó dar el salto a El Asombroso Spiderman. Romita buscó la forma de imitar el estilo de Ditko porque, entre otras cosas, estaba convencido de que el excéntrico cocreador de Spiderman volvería a la serie en cualquier momento.
Pero eso no ocurrió. Lo que sí ocurrió es que John Romita se convirtió en el dibujante regular de El Asombroso Spiderman en 1966 y sería el principal responsable de desarrollar la imagen del Spiderman que pasaría a formar parte del imaginario de la cultura popular mundial. No es este el momento y el lugar para hablar de si su Spiderman es mejor o no que el de Ditko. Es, sin duda, diferente, y fue un Spiderman que caló en los lectores. Su visión es la visión que se copió y para muchos dibujantes (diríamos que casi todos hasta la llegada de McFarlane a finales de los 80) el estándar a seguir. En 1967, El Asombroso Spiderman era ya la serie más vendida de Marvel por encima de Los 4 Fantásticos. Curiosamente, cuando se le preguntaba cuál era su cómic de Spiderman favorito de los realizados por él mismo, contestaba que los #108-109 de El Asombroso Spiderman porque fue el momento en el que comenzó a sentirse a gusto en la serie, con la libertad de dejar fluir toda su creatividad y honrar la gran influencia que tuvo en él Milton Caniff.
Visto el éxito, Stan Lee no tuvo reparos en exprimir a Romita. “¿Por qué no abocetas esta portada, John?” “¿Qué te cuesta corregir estos originales a lápiz?” “Vamos a colaborar en el lanzamiento de una colección de juguetes de los personajes Marvel y quién mejor que tú para hacer los diseños”. Jack Kirby se marchaba a DC a principios de los 70 y ahí estaba Romita para sustituirle brevemente (solo 4 números). El Capitán América veía cómo sus ventas bajaban peligrosamente y Romita acudía al rescate en 1969 (9 números). Romita se convierte en Artista Emérito en los créditos de El Asombroso Spiderman y en Director Artístico de Marvel.
En Spiderman, Romita diseña el nuevo traje de la Viuda Negra, suya es la imagen icónica de Kingpin pero también la del Castigador, igual que la idea de hacer que Robbie Robertson fuera un hombre negro. Crea al Capitán Stacy como un homenaje al actor Charles Bickford y, por supuesto, presenta al mundo la cara de la pelirroja más famosa del cómic USA: Mary Jane Watson. Fuera de Spiderman, es imposible no recordar su diseño original tanto para Luke Cage como para Lobezno ambos en los 70. Su último gran trabajo curiosamente no sería como dibujante sino entintando a Gil Kane en El Asombroso Spiderman, con cambios de calado en varios números como la última página del #122, el desenlace de la muerte de Gwen Stacy.
El trabajo de Romita como Director Artístico, que había comenzado en 1972 se extendió durante los 80. Jim Shooter no dudaría en “utilizarle” para tratar de obligar a los dibujantes díscolos a seguir el método Shooter (que no Marvel) de cómo hacer un cómic. ¿Que qué es el método Shooter? Probablemente ni él mismo lo supiera. En esos casos, Romita intentaba ayudar al dibujante haciendo un rol de mentor. Otra idea de Shooter fue crear un programa de mentoring para nuevos talentos llamado Romita’s Raiders y por el que pasaron gente como Greg Capullo, Scott Kolins, Kevin Maguire o Keith Williams.
Pero si de legado hablamos, sería impensable no mencionar el principal dejado por John Romita que no es otro que su hijo John Romita Jr., dibujante histórico de Marvel como su padre durante 4 décadas y que continúa trabajando para la editorial que ha sido su casa desde (casi) siempre. Con permiso de los Kubert, quizás estemos hablando del duo padre-hijo más importante de la historia del cómic estadounidense.
Aunque oficialmente jubilado en 1996, Romita nunca dejó del todo el tablero de dibujo. En 1997, Stan Lee y él se reunieron para el one-shot Spiderman/Kingping: a muerte, y continuó realizando colaboraciones esporádicas en números especiales como el Daredevil vol. 2 #100 (2007) o portadas “variantes” cuando así se lo requerían. Y en este último caso no solo en Marvel sino también para DC. En 2003, realizó una portada para Supergirl #80 a petición de la editora Lysa Hawkins que había trabajado con él en Marvel. En 2014, la portada que dibujó para Superman vol.3 #34 era un asunto más familiar. Su hijo era en aquel momento el dibujante de la serie. Para terminar de hablar de portadas, en septiembre de 2023 y como homenaje al maestro, varios series de Marvel como El Asombroso Spiderman o Capitán América, contarán con portadas dibujadas o entintadas por Romita.
Una vida dedicada al dibujo. Te echaremos de menos, Jazzy
Gracias por la reseña merecidisima para el gran Romita. Es que es delicioso mirar sus dibujos.
No es que su Spiderman fuera mejor o no que el de Ditko, es que su Spiderman ha sido el definitivo.
Entre él y Buscema le dieron un subidón al nivel de calidad de las series de Marvel en los 60 que representó un antes y un después.
Y que chavalas más guapas dibujaban, que grandes fueron los Johnnys.
Que nos esperes muchos años maestro.