El diablo en forma de calorías
¿Sabéis qué es lo peor de estar gordo? Los más listos de la sala dirán que es el daño que le hace a tu salud, pero la realidad es otra: estar gordo es la marca del fracaso. Es posible que otras personas que te cruces por la calle sean malos padres, abandonaran los estudios o no logren ascender en su carrera. ¡Podrían incluso ser drogadictos! O quizás no, es imposible saberlo sin conocerlas. Pero la gordura no. La gordura está ahí, a la vista, incómoda, desafiante. Gracias a ella, incluso los que no te conocen saben que no eres perfecto, que ya has fracasado. Ya no puedes aspirar a ser la mejor versión de ti mismo, porque tu talla te ha eliminado de la competición. La delgadez, sin embargo, es salud, belleza, éxito. Es, sencillamente, tu mejor carta de presentación. Y a partir de esa lógica retorcida, encontrar la manera de mantenerse delgado puede convertirse en el mayor de los infiernos.
La bulimia es una de esas maneras. Esta afección se caracteriza por consumos de comida altos seguidos por purgas, esto es, inducción al vómito, ayunos, consumo de laxantes o ejercicio excesivo, entre otras cosas. Supone, junto a la anorexia, el grueso de los casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), una epidemia que se extiende por la sociedad con enorme virulencia (se estima que 1 de cada 20 adolescentes sufre o sufrirá un TCA a lo largo de su vida) y que, como tantas otras cosas, se ensaña particularmente con ellas (9 de cada 10 casos). Tampoco es sorprendente, claro: en un mundo que establece la valía de las mujeres en base a su belleza, los TCA son un caballo de batalla contra el que la gran mayoría de las jóvenes tienen que enfrentarse, al menos, durante su adolescencia. Jóvenes como la autora de El fantasma que alimento.
Victoria Ying es una artista estadounidense cuya carrera se forjó en la animación, colaborando en taquillazos como Enredados, Rompe-Ralph, Frozen, el cortometraje Paperman, Big Hero 6 o Vaiana. Sin embargo, también la hemos visto dedicarse a su gran pasión, el cómic, en obras de corte infantil como la serie propia City of Secrets/City of Illusion o Diana: Princesa de las Amazonas. Hungry Ghost supone su incursión en el cómic juvenil a través de la editorial First Second Books, y lo hace con un corte muy distinto a la fantasía en la que se había movido hasta el momento, buscando en su propia vida la inspiración para su historia.
La obra nos presenta a Valerie, una adolescente modélica que esconde un secreto: lleva años contando las calorías de todo lo que come. Sin que sus amigos sospechen nada, Val convive con una eterna tensión cada vez que come y se purga, ocultando un hábito que no le ayuda a sentirse mejor con su cuerpo. Sin embargo, cuando la tragedia llama a su puerta, la joven se ve forzada a rehacerse y a evaluar sus prioridades vitales a pesar de la presión de su madre.
Bajo este argumento se presenta El fantasma que alimento, título con el que Ediciones La Cúpula nos ha traído esta obra muy poco tiempo después de su estreno en Estados Unidos. Y no es una sorpresa, claro. First Second acumula un catálogo envidiable de obras de autoras de corte intimista y de valiosa influencia juvenil, que casi parecen formar parte de una misma colección (Laura Dean me ha vuelto a dejar, El beso número 8, Piruetas…). Y la editorial barcelonesa siempre suele ser la primera en hacerse con ellas.
“Valerie no soy yo, pero lo fui”. Con una frase tan elocuente, Victoria Ying nos cuenta en el epílogo de la obra que El fantasma que alimento es una obra basada en su propia experiencia. La autora sufrió la enfermedad retratada durante gran parte de su juventud, y recurre ahora a una pequeña ficción para plasmar todo aquello, representar su experiencia personal con los TCA y, de algún modo, sanarse sacando toda esa emoción hacia fuera a través de la escritura. Es por ello que hablamos de un cómic que funciona como terapia, pero en cierto modo también como divulgación.
Ying no busca realizar un guion especialmente agudo o complejo, sino que deja que broten sus emociones de la manera más natural, logrando un guion cuya sencillez lo convierte en una obra perfecta para ese público al que va dirigido, el juvenil. La historia de Valerie supone una ventana hacia lo que significa la bulimia, y los estragos de la presión estética, así como que podamos empatizar con este problema que no por común se suele encontrar con mucha comprensión en la sociedad. Es, como se suele decir, una de esas obras que haría mucho bien en las bibliotecas de los colegios. Por contra, cabe señalar que por ese mismo motivo probablemente no sea una obra que aporte demasiado a los lectores formados en el tema que trata.
Por otro lado, si bien cuadra con la sencillez mencionada de la obra, hay una pequeña pega que me queda tras la lectura y es la figura de la madre. El fantasma que alimento utiliza a este personaje para representar a esa figura de presión tóxica sobre la víctima del TCA, que ahonda en su herida (o incluso la crea) al atacar a su físico o sus hábitos. El mensaje que quiere dejar Ying al final de su obra es muy positivo y conciliador, abogando por buscar el empoderamiento personal en lugar del enfrentamiento. Sin embargo, el personaje de la madre se retrata a lo largo de la obra de manera tan cruda y fría que cuando llega esta resolución casi queda cierta sensación de “comprensión hacia el maltratador”. Esto por supuesto es una opinión muy subjetiva, no ya sobre la obra, sino sobre la vida, y comprendo el tipo de mensaje que se quiere buscar, pero creo que en tal caso habría sido positivo humanizar más a este personaje.
En el apartado artístico, es difícil no volver a mencionar ese parecido que mencionaba entre varias obras de First Second. Victoria Ying opta por un estilo que es ya casi marca de la casa a la hora de crear historias intimistas y juveniles de este corte: formas suaves, rostros expresivos y colores limitados a una paleta reducida, generalmente de tonos pastel. Pero es que es un estilo que le sienta fenomenal. La suavidad del dibujo le da a la obra ese aspecto calmado e íntimo que potencia el apartado más emocional de su relato, y su trazo, más descuidado del que le hemos visto a la autora en sus obras infantiles, conecta con las inseguridades de su protagonista adolescente. Es una de esas obras con una identidad gráfica que invita a su lectura.
En definitiva, El fantasma que alimento es una obra de bella factura, perfecta para mostrar al público juvenil la complejidad de los TCA y un posible camino hacia su superación. Victoria Ying nos desnuda parte de su vida para exorcizar a sus demonios, pero también para ayudar a los lectores más jóvenes a entenderse y, quizás,
superar esa losa que supone medir nuestra valía en base a nuestro físico.
Lo mejor
• El sincero retrato sobre la bulimia que realiza su autora.
• Su valor como obra para el público juvenil.
• Su delicado dibujo.
Lo peor
• Su sencillez hará que sea poco interesante para los lectores formados en el tema.
Guion - 8
Dibujo - 8.2
Interés - 9
8.4
Sincera
Victoria Ying desnuda su dolor a través de una historia ficticia que nos muestra desde dentro la devastadora experiencia de los TCAs.