Metacomedia negra
«En Funny Labs utilizamos lo último en ingeniería jejenética.»
La enorme cantidad de cómics que mes a mes abarrotan nuestras librerías provoca una enorme rotación en las mesas de novedades haciendo que algunas obras se quedan por debajo del radar de una parte del público. Una problemática que se acrecienta cuando se trata de obras de humor publicadas por editoriales pequeñas, sin el soporte de una gran corporación. Algo que corre el peligro de sucederle a Funny Labs, la divertidísima serie que publicó Fandogamia en su web y que está disponible para comprar en formato físico, tras finalizar la campaña de preventa de la que nos hicimos eco en la entrega de mayo de TeBeO Mensual, en un precioso volumen en formato apaisado que cuenta con doce páginas inéditas a modo de epílogo. El autor de la serie es Ivanper, seudónimo con el que firma sus cómics el bilbaíno Iván Pérez (1985) conocido sobre todo por sus colaboraciones en la revista El Jueves desde el 2014 en series como Robocracia, una serie con guiones de Igor de la que Díabolo ha publicado dos recopilatorios, o Vivienda de contienda, que cuento con un recopilatorio integral de la serie que creo junto a Álvaro Terán que distribuye Fandogamia.
Funny Labs es un laboratorio de un futuro distópico que se encarga de crear biológicamente los protagonistas de las sitcoms que mantienen al público pegado a sus pantallas. La más exitosa es la protagonizada por Ketchup y Mostacho, dos personajes que van creado con las cualidades que necesitan en cada uno de los gags para desecharlos cuando han terminado convirtiéndolos en merchandising u otras cosas peores que dejaremos que descubran los lectores que se acerque a la serie. Una premisa inicial que en las primeras páginas de la serie da lugar a diferentes situaciones surrealistas y descacharrantes, tanto que otros autores explotarían ad eternum ese esquema, pero que Ivanper hace evolucionar hacia otros derroteros con el transcurso de las páginas en las que los protagonistas de la serie descubren donde están y huyen encontrándose con otras encarnaciones anteriores de sí mismos. Algo que da pie a una sátira sobre la comedia y el mundo del espectáculo que otorgan a la serie componente meta muy bien desarrollado y que da mucho juego, pero la historia acaba volviendo a evolucionar y a enriquecerse cuando descubrimos a los humanos que trabajan en el laboratorio y el dueño que hacen que la crítica se haga extensible desde el mundo del espectáculo hasta el neoliberalismo más obscenamente consumista y descarnado encarnado en una ciencia totalmente deshumanizada. Una evolución de la serie que hace que sea imprevisible y no caiga en la rutina lo que posibilita que funcione igual de bien leída tira a tira durante un periodo de tiempo prolongado o de forma continuada, puesto que la trama tiene una evolución constante y coherente, dentro de la coherencia que puede tener esa maravillosa locura que es la serie, y un final cerrado.
La serie es una clara heredera del formato de las tiras de prensa periódicas, de forma que cada una de las páginas nos cuenta un gag concreto, pero con subtramas que hacen avanzar la historia. Cada uno de esos gags está formado por media página con dos tiras de viñetas llenas un humor muy negro en el que no hay ningún tipo de limite, ni tampoco sutileza, con chistes bastante sangrientos, macabros y truculentos que en algunos momentos pueden verse con un cierto desagrado en función del tipo de lector, ya que buena parte de las situaciones que vemos podrían estar perfectamente presentes en una historia de terror y gore. Pero en los que no se percibe ningún afán de ofender conscientemente a nadie. La sutileza esta guardada para desarrollar la historia principal que une todos los gags y que cada vez transcurre por derroteros más imprevisibles con giros sorprendentes en los que todo parece posible. Como es habitual en las series de humor hay una cierta irregularidad entre los chistes, aunque el nivel medio es altísimo, gracias al valor que demuestra Ivanper al hacer evolucionar la serie lo que le impide caer en la rutina.
Estamos ante una obra que bebe directamente de los mecanismos de las tiras de prensa lo que, unido a un formato de página casi fijo de dos tiras de tres viñetas, provoca que el autor bilbaíno apenas tenga margen para jugar con la narrativa, que en la mayoría de las ocasiones está supeditada al gag final de la última viñeta. Gráficamente nos encontramos con un estilo que bebe del cartoon y de grandes autores de humor como Albert Monteys, algo que le posibilita reflejar todo tipo de escenas, incluidas las más cafres con acierto. Un buen trabajo que también vemos en los cuidados diseños de los personajes que resultan muy expresivos y en la paleta que ha elegido repleta de unos colores planos, vivos y llamativos que le van al tono de la serie como anillo al dedo.
Ivanper demuestra en Funny Labs su capacidad para hacer una serie en la que cohabiten el humor, muy negro, con la sátira al capitalismo y a la ciencia descontrolada, y con un interesantísimo ejercicio de metacomedia que analiza su propia esencia. Una joya que ningún lector debería dejar pasar. Esperemos que en el futuro el autor bilbaíno nos siga sorprendiendo con propuestas tan atrevidas como esta.
Lo mejor
• La originalidad y frescura del planteamiento.
• Los elementos meta sobre la comedia.
• Si te gusta el humor más cafre, impredecible y loco esta es tu serie.
Lo peor
• Como en todas las series de tiras de humor hay una cierta irregularidad con páginas más logradas que otras.
Guión - 9
Dibujo - 7
Interés - 9
8.3
Humor sin limites
Ivarfer firma una serie atrevida, refrescante y, sobre todo, divertidísima llena de un humor negrismo en la que también se cuestiona los mecanismos de la comedia.
