Traducción: Laura Obradors
Realización técnica: LimboStudio
El país de Nunca Jamás, como nunca jamás se ha visto
La leyenda de Peter Pan y el país de Nunca Jamás es uno de mis mimbres narrativos favoritos. La descubrí, como supongo que será el caso de muchos, con el clásico de animación de Disney. Mi experiencia, no obstante, va bastante más allá, y todas las otras versiones a las que me he acercado, independientemente de su calidad, adoptan una perspectiva única que me ha hecho disfrutarlas.
A pesar de ello, nunca he podido escapar a la sensación de que esta mitología podría dar más de sí. No en el sentido de producir una obra de mayor calidad, pues ya hay obras excelentes, sino desde una perspectiva más metatextual, que aproveche el amplio conocimiento popular que existe de la historia para expandir sus límites. A la mente me vienen los casos de la película Hook, de Steven Spielberg (1991), y el cómic Home Time, de Campbell Whyte (The Rocketman Project, 2021), ambas obras que ya me parecieron en su día un buen trabajo en esta dirección.
Aun así, mi sensación de que aquí hay potencial para algo más prevalece. Algo quizás más actual, con la ambición de romper nuestras expectativas sobre lo que debe ser una historia ambientada en Nunca Jamás; de convertir un cuento modélico en una épica de fantasía a gran escala.
Tengo la impresión de que algo bastante parecido a todo esto debían de pensar Tom Taylor y Jon Sommariva cuando emprendieron la concepción de Neverlanders, el cómic sobre el que versa este texto. Publicada originalmente por el sello Razorbill de Penguim Random House para el mercado norteamericano, ahora aterriza en el mercado español de la mano del sello Astronave de Norma Editorial.
Una guerra familiar
La historia de Neverlanders se centra en cinco niños abandonados que sobreviven como buenamente pueden a base de limosnas y dormir en un desguace. Hasta que un día conocen a Paco, otro huérfano que consigue integrarse rápidamente entre ellos, pero que pronto revela no ser quien parece. De un momento a otro, los cinco niños se encuentran en las tierras de Nunca Jamás, allí a donde van a parar aquellos que han sido abandonados, ya sean niños… o adultos.
Aunque el lugar al que llegan presenta muchas de las características que los lectores ya conocen y esperan, Taylor y Sommariva hacen un esfuerzo por ampliar enormemente esa concepción, ofreciendo como resultado un mundo de fantasía más grande y ambicioso. Por estos lares nos toparemos con multitud de criaturas mágicas y entornos de lo más variados. Cada elemento propone una idea diferencial que eleva la escala y personalidad de un mundo a priori familiar hasta lograr una agradecida sensación de frescura. También se gana en “verosimilitud”, pues a un lugar que en muchas otras obras se percibe como poco definido se le otorga un cuerpo de límites más táctiles en el que situar al lector con claridad.
A todo esto hay que sumarle el conflicto en el que se encuentran los dos bandos que habitan este mundo fantástico. En muchos otros casos se nos ha presentado un conflicto estancado en el mismo ciclo aparentemente eterno, un enfrentamiento sin fin entre los niños perdidos y los piratas. En este conflicto, los niños perdidos suelen llevar la ventaja en el sentido de que frustran sistemáticamente los planes de los piratas, pero la victoria definitiva se les escapa porque en ningún momento hay intención de castigar a sus adversarios de forma más drástica. Un poco lo que se puede ver en cualquier cómic de superhéroes.
La situación del conflicto en Neverlanders, por otro lado, es bastante distinta. En este caso se nos presenta una guerra que sí atraviesa diferentes fases y en la que los dos bandos persiguen un objetivo que les conceda una victoria definitiva. Más concretamente, e intentando no destripar mucho de la trama, digamos que los niños perdidos no están en su mejor momento; es más, necesitan desesperadamente un cambio en las tornas.
Niños perdidos o personas abandonadas
Taylor y Sommariva utilizan todos estas adiciones para dar forma a una historia que parte de lo familiar para desarrollar una personalidad muy marcada con el paso de las páginas. Además, lejos de quedarse en cambios superficiales, permiten la inclusión de temas y elementos sustanciales.
Por ejemplo, en vez de plantear a los piratas como una fuerza antagónica prototípica, se hace hincapié en que se trata de personas que, al igual que los niños, han llegado a Nunca Jamás a raíz de ser abandonadas. Gracias a lo que podría parecer un simple detalle, la percepción de los piratas como simples masillas obstaculizantes se difumina a favor de una interesante humanización. Por supuesto, Taylor no limita este asunto a una mera mención, sino que lo desarrolla en varias ocasiones a lo largo del tomo.
Pero más allá de cualquier idea novedosa que Neverlanders nos pueda presentar, lo que más importa al final es la ejecución del conjunto. En este sentido, considero que los autores implicados realizan un trabajo absolutamente fantástico.
Lo que más destaca a este respecto es el sentido de la aventura que impregna cada página de Neverlanders. Desde el principio, el lector se siente llevado por esta sensación en una montaña rusa de diversión y fantasía. El ritmo es trepidante en todo momento, pero sin caer en la trampa de descomprimir demasiado la narrativa. La trama nunca deja de avanzar, a los personajes se les coge cariño rápidamente y los diálogos son entretenidísimos, sorprendentes incluso en cuanto a la eficacia de su humor.
Para cuándo los Funko
El dibujo de Sommariva, más allá de cumplir a la perfección en cuanto a narrativa, es un auténtico despliegue de personalidad. Aunque las composiciones de página se salen poco del libreto, cuando lo hacen se utilizan soluciones fantásticas, esenciales para el entendimiento de la historia. A nivel de expresividad, los gestos de los personajes se enfatizan de forma ligeramente exagerada como si de unos dibujos animados de Disney se tratase. Este estilo le sienta genial a la obra, potenciando las interacciones de los personajes y estableciendo un contraste interesante con algún que otro momento de inesperada crudeza.
Pero lo que más destaca del apartado gráfico son la calidad y la cantidad de los diseños presentados. Se trata de diseños con la capacidad casi inmediata de hacerse icónicos, que transmiten mucha información visual y que poseen ese atractivo peculiar por el cual a uno se le antojaría tener figuritas de algunos personajes. En general, Neverlanders irradia una personalidad muy magnética, convirtiéndose en una de esas obras que parecen pedir a gritos una adaptación a otros medios para ampliar su alcance. Ademas, dada su naturaleza, podría imaginarme perfectamente tanto una adaptación en forma de serie o película como una menos directa en forma de videojuego (en un momento dado de la historia, se presenta a cada niño perdido casi como si estuviéramos ante un selector de personaje).
En cuanto a la edición española, la rotulación de Limboestudio ofrece un acabado muy cuidado que encaja a la perfección con la rotulación original de la obra. La traducción de Laura Obradors, por otra parte, se lee siempre con mucha naturalidad y fluidez. Destaca para muy bien por la eficacia con la que ha trasladado los golpes de humor, con los que me he reído lo suyo en más de una ocasión.
Me ha llamado la atención, eso sí, la decisión de conservar más anglicismos de lo que suele ser habitual. Entiendo que es una decisión tomada en base al público joven al que a priori va dirigida la obra, además de para reflejar la forma de hablar de los chavales de hoy en día a través de los niños protagonistas. Comentar también que he encontrado varios errores a lo largo del texto. No son nada demasiado grave o fuera de lo común, pero me han rechinado algo más de lo habitual dada la alta calidad del conjunto.
En definitiva, Neverlanders es un cómic al que me acerqué sin esperar mucho, pero del que salí prendado y con ganas de mucho más. Lo que podría haber sido una historia más sobre Peter Pan y el país de Nunca Jamás ha resultado ser un cómic divertidísimo, gráficamente espectacular y de personalidad arrolladora. Aunque en este primer tomo se narra un arco con su principio y su final, también se plantan las semillas suficientes como para esperar con ganas una segunda parte que promete ser todavía más ambiciosa.
Lo mejor
• El sentido de la aventura y de la diversión.
• La personalidad y el carisma de los diseños de Sommariva.
• Un nuevo y refrescante enfoque sobre la mitología de Nunca Jamás.
Lo peor
• Aunque no es un problema grave, se echa en falta un poco más de desarrollo en los personajes.
• Se plantan muchas semillas que no verán sus frutos hasta tomos futuros.
Guion - 8.3
Dibujo - 8.7
Interés - 7.4
8.1
Garfio
Una reimaginación del mito de Nunca Jamás divertidísima, gráficamente espectacular y de personalidad arrolladora. Engancha como el garfio del capitán y deja con ganas de mucho más.
Me acerqué en cuanto salió por Tom Taylor y me dejó más que satisfecho; todavía no he encontrado una historia de este tío que no me haya gustado.
Es una pena que parece que está pasando desapercibido, quizás por estar en el sello Astronave; ojo que el Do a Powerbomb! está en los Eisner como cómic juvenil, supuestamente, como éste, y ése sí que lo han sacado en edición deluxe los de Norma.
En fin, un gran cómic que ojalá nos siga llegando.
Un saludo.
Sep, estoy de acuerdo. ¡Y gracias por el apunte!