Formato: Largometraje de ochenta y cinco minutos
Director: Juan Piquer Simón
Guión: Juan Piquer Simón, Sebastian Moi
Compañía: Almena Films
Música: Carlos Attias, Juan Luis Izaguirre, Gino Peguri
Reparto: Antonio Catanfora, Cameron Mitchell, Richard Yesterman, Diana Polakov, Quique Camoiras, José María Caffarel, Tito García, Richard Yesteran, George Rigaud
De unos cuantos años para acá, el cine español no cuenta precisamente con un cartel excesivamente bueno. La frase más normal en la que se encuadran las palabras “el cine español” suele estar completada por la expresión es una porquería / basura / aburrimiento. A ello hay que añadir el tópico de que solamente se hacen películas sobre la Guerra Civil y sus consecuencias, y ya tenemos una visión de lo que opina una proporción sensible de la población. Dejando aparte cuestiones como el doblaje, el dominio de las distribuidoras que manejan el material comercial estadounidense, lo cierto es que una gran parte de la culpa de esta visión la tiene una parte de los profesionales del sector, que durante una época decidio colocarse a espaldas a los gustos del público. Como decía no ha mucho el veterano Mariano Ozores (tan exitoso en cuanto a público como denostado por la crítica) el cine español echó a los espectadores de las salas cuando decidió renegar y extrañar una vertiente comercial que, como se recordaba hace unos años, había sido capaz de conseguir que Los Bingueros se mantuviera en cartelera más tiempo que La Guerra de las Galaxias. Decisiones como la de Pilar Miró (tan buena directora de cine como pésima gestora a la hora de subvencionarlo) que tildaba a todo aquello de “cine de fontaneros” dieron la puntilla a lo más cercano que España estuvo de tener una industria del cine. Si pasamos al ámbito del cine fantástico, la situación se torna más dramática, pues nombres como los de Paul Naschy o Juan Piquer Simón son más conocidos allende nuestras fronteras que dentro de ellas. Nadie es profeta en su tierra, pero los responsables del séptimo arte patrio bien harían, como dijo Álex de la Iglesia en la última ceremonia de los Goya, de dejar de mirarse el ombligo. Todo esto viene a cuento de que el pasado día 8 de enero nos dejaba Juan Piquer Simón, que tuvo las narices de hacer cine fantástico en España con tres pesetas y de venderles a los estadounidenses su propio producto en la forma de mercado de vídeo y serie B.
El cine de Juan Piquer Simón comparte mucho con el cine italiano de serie B de los setenta y ochenta. Muchas de sus cintas estaban hechas a rebufo de lo que triunfaba al otro lado de la charca. Así, no le hizo ascos ni a extraterrestres amistosos ni a monstruos submarinos ni, como comentaremos aquí, a los superhéroes. Además, pueden encontrarse no pocos paralelismos con el cine basurero hongkonés del difunto Tomas Tang y de su legendaria productora, la Filmark: presupuesto mínimo, fallos de raccord a tutiplén y una orgía de pseudónimos para vender la moto de una producción anglosajona que nadie se tragaba. Pero como Roger Corman, Juan Piquer Simón jamás salió perdiendo, pues todos sus títulos fueron rentables y, sorprendentemente, reverenciados en algunos ámbitos que han llegado a considerar su trabajo como “de culto”.
La elección de Supersonic Man es explicable, básicamente, por su condición de superhéroe y por el hecho de que, dentro de la filmografía de Piquer Simón, es una de las más mentadas por sus altas dosis de psicotronía y caspa, amén de por estrenarse un año después del Superman de Richard Donner. Veamos cómo empieza la cosa:
La imagen del extraterrestre buenrrollista que viene a ayudar a una humanidad un poco desnortada ya ha sido utilizado en algunas películas previamente –klaatu garada niktu- y enlaza con la paliza nuevaerense que de vez en cuando impregna al magufismo platillero. La nave es otro de los signos distintivos del trabajo del director, por cuanto las maquetas –que él mismo realizaba en ocasiones junto a su equipo- han sido quemadas, explosionadas, destruidas y machadas en toda su filmografía. En esta ocasión, para los efectos especiales contaría con el legendario Emilio Ruiz del Río, el mejor profesional de un medio donde, antes de los ordenadores, había que sudar la gota gorda para conseguir unos efectos medianamente potables. Kronos, el alien, asume la identidad humana de Paul para introducirse entre los humanos de una Nueva York mayormente cañí, como más tarde quedará patente cuando vemos al veterano Quique Camoiras (partenaire habitual y revistero del también recientemente difunto Juanito Navarro) en el inverosímil papel de un hampón de los bajos fondos neoyorquinos. Tras esa identidad bigotuda se esconde el superhéroes Supersonic.
Que la fuerza de las galaxias sea conmigo
Recitando una frase a un reloj Casio, Paul (Antonio Cantafora / Michael Coby) se transforma en Supersonic (José Luis Ayestarán / Richard Yesteran) un empijamado cuyos colores son inversión de los de Superman y que lleva un casco parecido a la capucha de Batman. La elección de dos actores distintos para representar al héroe y a su alter ego civil fue impuesta por el propio director, que manifestó que nadie se tragaba la idea de que nadie pudiera reconocer a Superman a través de las gafas de Clark Kent. Las escenas de vuelo han sido profusamente comentadas en diversos foros, siendo memorables los trucos empleados para hacer pasar el puerto de Valencia por la ciudad de Nueva York o los improperios que el pobre Yesteran soltaba a Piquer Simón y Ruiz del Río por dejar colgado como una pieza de ropa en la tendedera para poder rodar algunos planos. Sin embargo, la escena más recordada es sin duda ésta que viene a continuación:
Dejando aparte la broma de que el tractor sea marca ACME, sus dimensiones y el hecho evidente de que esté fabricado en madera han sido comentados hasta la extenuación, acompañados de no pocas risas. Para nota, la combustión espontánea del coche. La perseguida no es otra que Patricia Morgan (Diana Polakov) interés romántico del héroe y que, como una Lois Lane cualquiera, ha de servir para que el caballero se luzca. Los malos (que son muy malos) persiguen a la muchacha al ser hija del Profesor Morgan (un José María Caffarell que lució sus sobresalientes dotes interpretativas en cosas como ésta o Valle Secreto II: El Profesor Popsnagle y el misterio de las siete salamandras de oro) un científico raptado en una operación de comando por este equipo:
El robot, entrañable donde los haya, es creación del jefe de todo el cotarro villanesco, el perverso Doctor Gluck (un Cameron Mitchell pasado de rosca que, obviamente, había visto días mejores). En la teoría de Piquer Simón, el héroe brillaba más en su bondad si el villano era más malo que la tiña, y eso lo llevó a cabo a la hora de diseñar a un antagonista del que, por cierto, no sabemos qué es exactamente lo que pretende, porque tampoco es que sea el paradigma de la coherencia. El guión hace aguas por todas partes, pero eso no importa: lo esencial es que Supersonic Man tenga ocasión para desbaratar los manejos de Gluck, sean éstos cualesquiera que sean.
Pese a todas sus incoherencias, la cinta tiene que verse con el desprejuicio de cargar con tres décadas de existencia y de ser de bajo presupuesto. Estos detalles no deben hacer olvidar, empero, que en ella trabajaron nombres ilustres del séptimo arte como los ya mentados y que, lo que son las cosas, hasta se llevo algún galardón en festivales del fantástico como el de Trieste. Con cosas como ésta, Piquer Simón se mantuvo en activo hasta que el mercado del vídeo y la serie B tocaron a su fin.
Como curiosidad final sobre Supersonic Man solamente queda indicar que tuvo su adaptación al tebeo de la mano del mítico José Sanchís, padre de Pumby y ejecutor del cómic patrio de Mazinger Z, el robot de las estrellas (del que habría que hablar otro día). Quienes se hayan asomado al fantástico hispano a través de títulos como El laberinto del fauno, El corazón del guerrero o Acción Mutante, bien pueden echar un ojo a los trabajos de Juan Piquer Simón para conocer a alguien que tuvo las santas narices de hacer ciencia-ficción en este país donde, a veces, el público, la crítica y los profesionales del cine parecen condenados al divorcio permanente.
P. D. Dicho todo lo anterior, advierto al respetable que, si se arriesgan a ver este filme, lo hagan con la sana disposición de echar unas cuantas risas. Los que busquen El Caballero Oscuro a la celtibérica mejor que lo dejen correr.
¡La adlianidad se apodera de Zona Negativa!
Curioso cuanto menos el interés reivindicativo de buena parte de creación cinematográfica española de los 70, que sí, ha sido siempre bastante despreciada por la crítica ortodoxa, pero me temo que con toda la razón. Ni la nostalgia debería de poder con esto: si es malo, es malo. Ciertamente, siempre puede echarse mano del socorrido recurso a los bajos presupuestos para disculpar algunas cuestiones técnicas, pero lo de los guiones no tiene excusa, ni en ésta, ni en las del «tío Jess»…
Es que no es cuestión de calidad, es cuestión de que fue un pionero en un mercado que directamente huía de las producciones fantásticas de este nivel. Después ya llegarían los Amenábares y De la Iglesias… Y mira, ahora tenemos a Cthulhu, cosa que hace años sería inimaginable.
¡La adlianidad se apodera de Zona Negativa!
¡Y sin perder nuestro estilo! 😀 ¡Que la gimnasia os acompañe!
Ya pero es que esto suena a truñaco del malo…..y eso que nunca he visto la cinta….en fin igual un siglo de estos me animo a buscarla por internet (si es que alguien la ha llegado a colgar jamás)
El nombre del personaje (Supersonic) no desentona en cualquier universo superheroico que se precio….cosas peores he visto ( Mr. Siniestro, Congorilla, etc..)
Podéis juzgar por el artículo de un experto en la materia. Y por supuesto que está en Internet. Está la Star Wars turca, ¡no vamos a ser menos!
El problema de la falta de presupuestos es que lo primero que se resienten son los guiones propiamente dichos. Un guión necesita unas cuantas revisiones (dicen los que saben que al menos cuatro o cinco) para quedar más o menos bien; si estás racaneando pasta por todas partes, una y tira que te va. Y la omisión del «Tío Jess» fue consciente por mi parte, que lo suyo era, ha sido y será cosa de tetas, culos y morbo, más que de fantasía.
P. D. Y otro día hablaremos del cine turco y de Cuneyt Arkin.
Fue, sin lugar a dudas, una de las pelis de mi infancia. La recuerdo con mucho cariño.
Pues la verdad, Indepit…creo que si nunca la hubieras visto, tampoco hubiera pasado nada……yo ví Condormán, de Disney , y ya entonces me pareció una cutrez…….
Pues descubrí la película a través del cómic que me gustó mucho en aquella época, todavía lo tengo que tener por ahí:)
Yo también leí primero el cómic y la película la ví muchos años después en el Festival de Sitges y la verdad es que me lo pasé bien, rememorando momentos comiqueros de la infancia.
Erik que a ti te parezca una cutrez es cosa tuya. Supersonic Man me gustó mucho cuando la ví y lo repito: le tengo mucho cariño a esta película.
Ey, Indepit, que no digo que no te guste…..mi peli favorita es la Guerra de las Galaxias y conozco a mas de una persona que dice que esto es una chorrada…..pero a veces el cariño a un comic o una peli que hemos visto de pequeños nos nubla un pòco la perspectiva…..en mi infancia flipaba con el Mazinger y ves la serie hoy día y la verdad……ufffff, que mal ha envejecido, igual que Galáctica o el Comando G....yo todo esto lo tengo en dvd , mas que nada por nostalgia, pero reconozco que son un poco cutrillas…..igual que el Condormán que comentaba antes…vaya cantidad de caspa en una hora y media de peli…..
Junto con «Kárate a Muerte en Torremolinos», las mejores películas del cine expañol. Y no olvídemos «El Ataque de los Zombis Atómicos», con Paco Rabal manoseando a mujeres.
Y por supuesto, todas las de Esteso-Pajares. Los Jagger-Richards, Axl-Slash patrios.
Guay… Y para cuándo el WTF!?
Oye a alguien le suena una peli de esta época mas o menos y tb del mismo estilo pero de un espcie de iron man violeta. Recuerdo que hacía una especie de cuenta atrás en un sofá y luego salía disparado con la armadura. Cuando era pequeño había en mi pueblo un pequeño cine que ponían pelis superfrikis como la antiguas de spiderman 🙂
Hombre, si el camino a seguir era este tipo de «películas»… no debieron ser tan malas las decisiones de la Sra Miró, tras la cual han venido películas internacionalmente premiadas, aclamadas y reconocidas. También hemos tenido el «Superventas» Torrente y otras. En fin.
Que conste que soy fan de Paul Naschy y que en mi infancia devoraba cine español (el terror de los muertos sin ojos, la noche de walpurgis… etc etc etc). Pero es que no hay color, en aquella época no se hacía BUEN cine de ninguna de las maneras. Era la época del destape. Si algo le debemos a la Sra Miró, es que en España se empezara a tomar el cine en serio, empezando por la PASTA requerida para hacer una película razonable. La música, los guiones… el CINE con mayúsculas. Esto no quita que decayera un poco la españolada y el cutre cine, pero la razón principal es que el gusto del cinéfilo forzosamente se había refinado.
La decisión de la Miró fue la de establecer un sistema de subvenciones apriorístico y sin evaluación posterior de inversión ni obligación de devolución (fuera la película un éxito y un fracaso). Abrió el camino al modelo de subvención que existe actualmente y que hace que buena parte de las películas que se hacen en España sean de una competitividad nula. Dicen las malas lenguas que su decisión vino motivada en parte por el hecho de que Ozores podía tener al mismo tiempo tres películas en los cines de Gran Vía y ella no colaba una ni de canto. ¿Injusto someterse a las veleidades del mercado? Seguramente, pero el extremo contrario de hacer películas para gusto del director y cuatro colegas tampoco era plan. Lo comercial y lo no comercial deben coexistir y lo normal sería que lo primero contribuyera a la gestión de lo segundo. Y por cierto, que antes de la Miró ya estaban Antonio Mercero, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem o Narciso Ibáñez Serrador, por citar a unos realizadores reconocidos internacionalmente y premiados. A la señora Miró le debemos el hundimiento de lo más parecido a una industria que tuvimos por acá. Ahora se empieza a ver que se puede hacer cine comercial que no sea el paraíso de la caspa.
Lo último realmente trash que ví fué Acción Mutante y me pareció una mierda suprema….eso demuestra que por mucho que los tiempos cambien, de vez en cuando se cuela alguna cutrez de esas….
Mexico y España hermanados en esto de trabajr con presupuesto cero
http://www.youtube.com/watch?v=QMbBwCQXXGU
Méjico tiene una larguísima tradición de ci-fi de baratillo con la maravillosa serie de películas de Santo, el enmascarado de plata.
Sr. Capote: y no se olvide Ud. de Blue Damon
El sistema de subvenciones estaba destinado precisamente a incrementar la calidad. Desde luego no fué la mejor de las maneras el sistema «apriorístico» que comenta, y que salieron algunos churros de los que nadie se acuerda. Pero en la parte positiva, mejoró aspectos básicos de nuestro cine en general, el cuidado de las bandas sonoras, los guiones, los planos, etc. Dejar el timón de este barco al puro comercio, creo sinceramente que nos hubiera embarrancado en un universo de series «Z». La cuestión, es que la calidad mejoró, se ha hecho alguna que otra obra maestra y también un montón de películas comerciales de gran taquilla. Lo que quiero decir es que al final, la política sirve para estas cosas y que tal vez no se equivocó tanto Pilar Miró.
Por supuesto que se hicieron grandes no, grandísimas películas antes, durante y después de la Sra Miró, eso no lo pone nadie en duda. Hablamos de la calidad formal de las pelís, al fin y al cabo Miró era una «técnica» y ese tipo de detalles la obsesionaba.
Calidad es un concepto bastante indeterminado y no existe relación de causa y efecto entre más dinero y más calidad si el primero no se invierte sabiamente. Precisamente la Miró introdujo ese sistema apriorístico, frente a otros sistemas donde la subvención es posterior al estreno y está destinada a cubrir gastos. Con la subvención a priori se ajusta el presupuesto a lo percibido, de manera que no haya pérdidas. Luego se estrena en pocas salas con pocas copias y lo que se pille por ahí es un plus. En cuanto a la mejora, vuelvo a insistir en el hecho de que antes de la Miró existían buenos profesionales y se hacía buen cine en España, tanto comercial como no comercial. Y francamente, viendo otros ejemplos del entorno donde lo comercial no se dejó de lado, disiento de la interpretación de que el cine embarrancara. Más público puede ayudar a que haya más variedad. Menos público en las salas circunscribe los estrenos a lo que guste a los colectivos que van. Comercial no es sinónimo de «serie Z» y sinceramente, ya que estamos, lo único que se consiguió proscribiendo el cine más hipotéticamente caspa-cutre fue dejar vacío un nicho ecológico que han ocupado los estadounidenses. Nos hemos librado de Pajares, Esteso, Ozores y Navarro para pasar a aguantar a los Sandler, Stiller, Owen… y no tanto, si luego se echa una mirada a lo que sacan en taquilla los Torrentes, fugas de cerebros, etcétera… Esa política es la que luego hace decir a Mercedes Sampietro que el cine español no necesitaba niños magos ni peces parlantes, cuando no solamente sí los necesita, sino que además se pueden hacer.