Hay un particular júbilo que me invade (y creo que es una experiencia bastante común) cada vez que comienza Conan el Bárbaro, la mítica cinta dirigida por John Milius en 1982 adaptando al no menos mítico personaje creado por Robert E. Howard y que llegó a dar origen a todo un subgénero, literario al principio y que fue abriéndose camino a través de toda la cultura popular, conocido como de espada y brujería. Pero no nos desencaminemos todavía y volvamos al júbilo que comentábamos de comenzar Conan el Bárbaro por primera (oh, afortunados, los que estén en ese caso) o enésima vez: con el fondo de unos amenazantes tambores tribales, aparece esa cita extemporánea de Friedrich Nietzsche que sólo se le habría ocurrido insertar al pirado (en el mejor sentido de la palabra, y dicho con respeto y admiración) de John Milius, seguida del nombre (casi un golpe en la mesa si conoces su historial) del productor Dino de Laurentiis y de un impronunciable por aquel entonces apellido austríaco que apenas cabía en pantalla y que pronto sería sinónimo de éxito en cuantos títulos de crédito apareciese, esta Conan el Bárbaro nos daba la bienvenida con una misteriosa voz en off que nos hablaba como si estuviésemos juntos en torno a una hoguera contando una historia atemporal que comenzaba así:
En aquellos tiempos
cuando los océanos separaron el Atlantis
y surgió el amanecer de los soles de Aries,
hubo una época increíble
en la que Conan estaba destinado a llevar la joya de la corona de Aquilonia
sobre unas tierras en peligro.
Sólo los suyos fueron los que muy particularmente
pudieron contar su saga.
Yo quiero contar todo sobre aquella época
de suma aventura.
Y, sin darnos tiempo a respirar, y sabiendo ya que nos embarcábamos en una de las aventuras de nuestra vida, comenzaba el inolvidable tema principal de la película compuesto por Basil Poledouris, compañero de Milius en la escuela de cine, que nos regalaba para comenzar el viaje una contemporánea Carmina Burana hasta arriba de esteroides, viento y percusión que sabía tocar las teclas justas (y eso que fue compuesta sin ver un sólo fotograma de la película, tan sólo con story-boards y arte conceptual) en el espectador sediento de ver a Conan en la gran pantalla, que veía ante sus ojos forjarse una poderosa espada mientras la propia sangre hervía como el acero al ritmo de la música, en una secuencia, por cierto, dirigida por Ron Cobb, el diseñador de producción que ya había sido responsable de cintas como Star Wars o Alien: El Octavo Pasajero y que terminaría convirtiéndose, junto a Milius, Schwarzenegger y Poledouris, en el auténtico corazón de la película. Pocas veces una cinta de aventuras ha tenido tales cartas de presentación en sus apenas primeros cinco minutos, pero de nuevo sin respiro asistíamos al ataque de las huestes de Thulsa Doom a la aldea de Conan, a la cruenta decapitación de nuestra Nadiuska (de acuerdo, era alemana, pero tan nuestra al fin y al cabo como la tortilla de patatas) ante la mirada del también nuestro Jorge Sanz por la espada de un casi alienígena reptiliano James Earl Jones, en una secuencia que provocó un pequeño trauma en mi mente infantil cuando me asomé a algún visionado furtivo en la televisión, como casi seguro le habrá pasado a más de un lector. Ningún diálogo le hacía falta a John Milius para crear a su Conan, más allá de un huérfano, una infancia secuestrada por la barbarie, el recuerdo imborrable de un símbolo con dos serpientes y una rueda de molino que forjaba los músculos, la melena y el rostro bárbaro de un Arnold Schwarzenegger entregado al papel y con ganas de comerse Hollywood y demostrar que Míster Olimpia podía escalar más allá del monte de los dioses. El resto, como se suele decir, forma parte de la leyenda.
De esa leyenda, precisamente, nos habla esta Conan el Bárbaro: La historia oficial de la película, escrita por John Walsh, y que es el último libro ilustrado basado en una película publicado por Norma Editorial, que tiene en su haber una ya notable lista de publicaciones dedicadas al séptimo arte entre las que encontramos obras dedicadas a Los Cazafantasmas, Encuentros en la Tercera Fase, Parque Jurásico o Jungla de Cristal. En este caso, he de confesar que, en cuanto mis ojos se posaron sobre la preciosa cubierta del libro, reproducción del cartel oficial de la película obra de Renato Casaro, y que, casi como todo el arte gráfico de la misma, bebe de la inevitable fuente de Frank Frazetta, supe que debía hacerme con este volumen, todo un imprescindible para cualquier amante de la cinta de John Milius y de Conan. Y es que, a pesar de lo alejada que estuvo en muchos aspectos la personal visión de Milius de las aventuras originales de Robert E. Howard que forjaron la historia del Cimmerio, la realización de la película, además de toda una gesta que tomó años para cristalizarse y que aunó talentos tan diversos como los de los citados John Milius, Ron Cobb o el mismísimo Oliver Stone (cuyo excesivo y lisérgico guion primigenio para Conan, a pesar de ser rechazado por imposible, atrajo las miradas y supuso el primer peldaño en la historia cinematográfica del personaje), supone toda una aventura en sí misma digna de disfrutarse al mismo nivel que los propios espadazos de Conan en la gran pantalla.
El libro de John Walsh, como era de esperar, nos llega repleto de información sobre el rodaje de la película, cuya producción se trasladó a España tras un intento fallido de rodar en Yugoslavia, pero hace muy bien en comenzar poniéndonos en contexto al personaje a través de la figura de Robert E. Howard y una obra inmortal de cuyo éxito el autor no pudo disfrutar en vida; a través de las páginas, en las que empieza a fluir un espectacular arte gráfico, se nos va contando la consagración del mito de Conan a través de las novelas, pero también con las portadas de sus reediciones, de las que se encargaría un Frank Frazetta que le daría a Conan la imagen del personaje que perduraría en el tiempo, y que sería utilizada en su salto a los cómics de la mano de Marvel; aquí es donde esta Conan el Bárbaro: La historia oficial de la película, despliega una de sus mayores virtudes, y es el gran formato en el que se nos presentan toda una serie de ilustraciones y portadas de esa época inicial, y que fueron retomados por los artífices artísticos de la película, con el genio de Ron Cobb a la cabeza, para dar forma a la versión de Milius de su Era Hiboria; es todo un placer para los sentidos asistir a toda una clase magistral de diseño de producción, arte conceptual e incluso los increíbles diseños de los decorados, que tenían en el templo de Thulsa Doom donde se desarrollaba el clímax de la cinta y sus interminables escaleras el mayor set de rodaje construido desde cero hasta la fecha, y que fue levantado en el Peñón de Bernal, en plena Sierra de Gádor. Toda la parte central del libro, dedicado a los entresijos del rodaje en España de Conan El Bárbaro, son un verdadero deleite para los aficionados a los making-of, y además de un innumerable fondo de archivo de material inédito, tenemos multitud de impactantes fotografías del rodaje a toda página que, como gran aficionado a la película, me han dejado boquiabierto en más de una ocasión, pasando de una página a otra del increíble diseño de las espadas que porta el Cimmerio durante la película a la imponente figura de Arnold Schwarzenegger caracterizado como Conan, en un rodaje que el ex Gobernador de California suele recordar con muchísimo cariño pero que supuso todo un desafío físico para el protagonista de Terminator, teniendo que rodar todas sus escenas de acción ante la imposibilidad de encontrar un doble que reuniese sus fantásticas proporciones físicas de culturista.
El libro, eso sí, hace muy bien en regalarnos un prólogo de la mano de Raffaella de Laurentiis, hija de Dino de Laurentiis y que obtuvo la confianza (ganada a pulso en multitud de trabajos menores) de su padre para hacerse cargo de su primera gran producción con una apuesta tan arriesgada e inestable hasta el último minuto como fue Conan El Bárbaro; y es que entre tanta testosterona reunida entre Milius, Schwarzenegger o el propio Dino de Laurentiis, Raffaella supo lidiar con una complicadísima preproducción y rodaje repletos de feudos y fuertes personalidades para sacar adelante una cinta que terminaría convirtiéndose en todo un fenómeno, y por supuesto un éxito rotundo de taquilla. En Zona Negativa, como no podía ser de otra manera, somos unos enamorados de Conan, y ya lo demostramos en el ZNDay que le dedicamos al cumplir cincuenta años la publicación del primer cómic del personaje con artículos tan impresionantes como el dedicado por nuestro compañero Raúl Gutierrez a la Etapa Marvel Original o el pódcast que le dedicamos al personaje por un lado y a sus andaduras en la gran pantalla por el otro.
Permitidme, antes de terminar, confesar un pensamiento que cruzó mi mente mientras me embarcaba en el viaje que nos propone esta Conan El Bárbaro: La Historia Oficial de la Película, y que tiene más que ver con mi vena cinéfaga que lectora: echo de menos el formato físico. Precisando más: echo de menos el cénit del formato físico, que tuve la suerte de vivir (y devorar) en los años gloriosos del DVD, forjados en las cenizas del inolvidable VHS cual era gloriosa de las aventuras de Conan que evocaba aquella voz en off en sus primeros compases. No pretendo que sea la pataleta de un millenial frustrado por la nostalgia como mandan los cánones de su generación: aún me fascina la milagrosa inmediatez del streaming, y la no menos milagrosa capacidad de tenerlo todo a un golpe de clic, y por supuesto que, de vez en cuando y cuando el presupuesto lo permite, intento conseguir alguna que otra joya de importación, o miro de reojo con deseo la próxima incorporación a la Criterion Collection; pero en aquellos tiempos donde reinaba el DVD… ay amigos, acercaos que os cuente esta leyenda… por aquel entonces hasta el más discreto de los estrenos podía venirte en dos discos, repletos de comentarios del director (¡e incluso del reparto!) e infinidad de material adicional que las productoras volcaban sin medida para completar la experiencia de llevarte una película a tu casa. Es algo que, personalmente, echo muchísimo de menos en unos fantásticos tiempos de proezas como los que vivimos, pero que también están obsesionados con la inmediatez con la opción de saltarse la intro de una serie o ver el contenido a 1.5x de velocidad. Es ahora cuando atesoro cosas como estos libros de cine que me cuentan el cuándo, el cómo y el porqué, y otro millón de detalles que sólo interesarán a los que estamos locos por lo que hay detrás de las cámaras tanto como por lo que hay delante, especialmente con películas tan únicas, marcianas e imposibles como la Conan el Bárbaro de John Milius; y por eso ver el libro ahí, reposando en la estantería, me hace pensar cada vez que paso a su lado y contemplo como si fuera la primera vez a Conan y Valeria, espadas en mano, que tengo claro qué es lo mejor de la vida en mi caso, y aunque no sea aplastar enemigos, verles destrozados y oír el lamento de sus mujeres, para mí me vale con volver por enésima vez a la época en la que un loco productor italiano le daría 20 millones de dólares a otro loco llamado John Milius para hacer una película de espada y brujería. Por Crom que me vale. Y si a Crom no le parece bien, que se vaya al infierno.
Samuel, esto trasciende a la reseña, aqu hay pasión, amor, respeto, dedicación y devoción por la propia cinta, elmpersonaje y por ende el libro que amalgama todo. Sentida reflexion de los físico y soberbio el trabajo que despliegas en esta entrada. A sus pies, maestro.
Jo, Gustavo, qué palabras tan bonitas. Muchísimas gracias. 🙂
Conan que es lo mejor de la vida?
Aplastar a mis enemigos, destrozarlos y escuchar el lamento de sus mujeres.
Filosofia pura. Como decís, no puedo evitar tener cierta nostalgia del vhs de las dos Conan (si, la 2a la re banco y que? También a la Guerrera Roja) grabados de la tele, con publicidades…que lástima que hoy en Argentina el nombre del hiborio esté asociado a cierto fantasma perruno de candidato…
Yo también banco por la 2. Por GOAT Chamberlain
Yo vi primero la 2 en la tele, y esta varios años después. No se como sería allá, acá las peli más berretongas de Arnold las pasaban seguido, pero las mejorcitas como esta rara vez. Y VHS tuve recién como a los 10 años, porque me acuerdo que lo primero que hubo fue un video de Barcelona ’92. La caja boba era todo…
El universo hyboriano nunca ha tenido buena representación en el cine.
Me estaba pensando si pillármelo o no y…ya me has liado.