Marvel Gold 2 Lobezno. Vuelta a lo básico

Edición original: Wolverine/Nick Fury: The Scorpio Connection, Wolverine: The Jungle Adventure y Wolverine 17-30. (Marvel Comics, 1979-1980)
Edición nacional/España: Marvel Gold 2 Lobezno. Panini Cómics, 2024
Guion: Archie Goodwin, Walter Simonson, Peter David, Joe Duffy
Dibujo: Howard Chaykin, Mike Mignola, John Byrne, Gene Colan, John Buscema, Klaus Janson, Barry Kitson, Bill Jaaska
Entintado: Howard Chaykin, Bob Wiacek, Klaus Janson, Tom Palmer, Dan Green, Keith Williams, Al Milgrom, Joe Rubinstein
Color: Richard Ory, Barb Rausch, Mark Chiarello, Glynis Oliver, Mike Rickwitz, Nel Yomtov, Greg Wright, Steve Buccellato
Traducción: Gonzalo Quesada, Santisgo Gracias, Uriel López
Realización técnica: Estudio Din&mita
Formato: Tapa dura. 480 páginas. 49,95€

Reencuentro en Madripur

El glotón es un animal pequeño, pero puede cazar y matar criaturas mucho más grandes

Después de disfrutar del primer Marvel Gold del personaje el año pasado, Panini Comics da comienzo a su programa de novedades con una segunda entrega, repleta de historias muy significativas para Logan, aquellas que van desde finales de 1989 a 1990. Ocultándose bajo la identidad de Parche, ya asentado como parroquiano de los peores tugurios de Madripur, va a convertir su presencia en la isla en una constante de drama, dolor y muerte.

El tomo comienza con una novela gráfica, La conexión escorpio, que previamente pudimos disfrutar ya con Panini en el primitivo formato de Marvel Gold, allá por junio de 2013. Con guion de Archie Goodwin y dibujo de Howard Chaykin, ambos pesos pesados del medio. La obra nos traslada a un conflicto enquistado en los traumas sin resolver del pasado de Nick Furia, salpicando a Lobezno en el proceso. A lo largo de setenta páginas, asistimos a una cacería que planea distintos y muy variados puntos del mundo, una vez se resuelve, sin demasiado artificio, quién está detrás de la máscara del Escorpio.

En primer lugar, la obra triunfa por la libertad en el dibujo para situar, sin demasiada conexión eso sí, a los personajes, dando espacio para que el autor pueda recrearse en la representación gráfica de paisajes de ensueño. Acompañando esto, se opta por una atmosfera opresiva desde el diseño de página, agotando a sus personajes en el proceso. Se concilian dos aspectos contrapuestos. Por un lado, la obra está en continuo movimiento, lo cual se ejemplifica lógicamente en diversas escenas de acción trasladadas notablemente al papel.

Pero por el otro, no se refleja recreación o exhibición de poder a través de viñetas completas, sino que hay una preferencia por lo sórdido del género negro, conversaciones continuas incluso en mitad de las peleas y, en general, hipnóticos homenajes a obras maestras como Casablanca (se ve de manera más evidente en el traje de Furia en su pasado, una reproducción del de Bogart en la película).

El color es fundamental para comprender la caracterización. La incidencia en el azul para Furia y rojo para el villano funciona como medio de identificación de ambos personajes camino del desenlace final.

En este contexto, Logan es un secundario de excepción, siendo esto un aspecto positivo para la historia. No necesita gobernar cada diálogo, enfrentamiento o, siquiera, el argumento principal, sino que funciona mejor como pilar para el desarrollo y desencadenante. Archie Goodwin convence a la hora de seleccionar los principales momentos del personaje, captando perfectamente su espíritu inconformista y socarrón, características que habitualmente hacen que se le dé mejor un papel no tan preferente en el relato. En este sentido, hay autenticas perlas en su guion, como cuando define el uniforme de Lobezno como un traje de caza, no un disfraz de superhéroe.

En segundo lugar, tenemos una nueva novela gráfica, esta vez a cargo de Walter Simonson y Mike Mignola (tinta de Bob Wiacek), que muchos recordarán por su edición de Forum. Partiendo de un macguffin de rigor, un mechero, sueltan a Lobezno en la selva, un entorno que no le es extraño, para enfrentarle a un villano habitual de la Patrulla X, Apocalipsis.

El resultado es irregular, a larga distancia de la obra que abre el tomo. Funciona más como una curiosidad histórica, por tener el dibujo de Mignola para Lobezno, en plena ebullición creativa, que por el interés que pueda guardar auténticamente la aventura. El esquema que sigue el guion es plano, desvelando la principal sorpresa, la del villano, ya desde la portada.

Por ello, se trata de un cómic que vale más por lo que sugiere que por lo que muestra realmente, dejando una serie de conclusiones no retomadas con posterioridad que podrían haber dado juego en una continuación hipotética.

Concluido este arranque, regresamos a la continuidad, con el personaje entrando de lleno en el año 1990, fecha fundamental habida cuenta de lo que vendría con posterioridad para la editorial y el personaje.

En el camino al número 25, contamos con el dibujo de John Byrne. Si bien el legendario dibujante de Walsall no es el creador de Lobi, sí podemos defender que se trata de una especie de padre adoptivo para el mutante, al que agradecer haber puesto en el camino correcto, como corresponsable del título de Patrulla X y autor de algunas de las mejores viñetas de Lobezno.

Byrne abandonó el título principal con The X-Men #143, en 1981. Lo que significa que, con carácter previo al trabajo en Lobezno, tenemos casi una década plagada de éxitos imperecederos como su etapa a cargo de los 4 Fantásticos y Alpha Flight, en Marvel, y Superman, en DC Comics, acompañando su prestigioso camino de salidas de tono e inagotables batallas creativas y de dirección. Para cuando sus lápices volvieron a torcerse en torno a la mascara de Logan, sus mejores años ya habían pasado y su estilo se había adaptado al tiempo y nuevas influencias.

Esto es importante para comprender el resultado final de estos números. En el extremo negativo, se echa en falta un mayor desarrollo al imaginario de Madripur, protagonista principal de la primera etapa, quedándose en la superficie de las ideas que Buscema había implementado en el inicio de la colección, en lugar de optar por hacerla personal a partir de aportaciones creativas para un entorno del que apenas se había dicho nada en un lustro de episodios desde su creación para The New Mutants #32 (octubre 1985).

Por el otro lado, resulta estimulante ver a Byrne desarrollando el lado más salvaje y temerario de Lobezno (con acabados de Klaus Janson). En cada número, el guionista principal, Archie Goodwin, le deja espacio para hacer composiciones de nivel, como la que da comienzo a esta nueva etapa.

Por su parte, las portadas presentan un nivel alto, demostrando una fuerza apabullante en el diseño. Cualquiera de las contenidas en estos siete números podía haber sido la elegida para el tomo.

A nivel de guion, se aprecia un ligero avance con respecto de «la combinación de Conan y Terry y los Piratas«, con la que Chris Claremont había definido la serie, por el tono más que por el argumento recurrente. Siguen estando elementos que solo se pueden entender en el contexto de un tebeo (esa dualidad Parche/Lobezno), pero añadiéndose por parte de Goodwin nuevas capas de interés que hacen que la colección resista la marcha del equipo original, renunciando en el proceso a la galeria de secundarios preparada para la cabecera. Se saca a Logan de su ambiente, retorciendo ideas tan propias de la época como son los ciborgs y los peligros de la tecnología, así como las revoluciones caribeñas acartonadas sin mensaje político real. Tenemos también referencias al nazismo en el villano, que han envejecido regular.

La marcha de ambos deja un resultado dispar. Tenemos 7 números de colaboración entre dos nombres fundamentales para Marvel Comics, lo que hace que en los pequeños detalles tengamos descubrimientos de referencia. No obstante, no terminan de desplegar el potencial buscado cuando se puso en marcha la nueva fase para la cabecera.

Para el número 24 tenemos uno de los principales atractivos del tomo, la historia corta guionizada por Peter David y dibujada por Gene Colan. Volvemos al ambiente callejero, para seguir la pista de un joven buscavidas que tiene en su botín de carterista, sin saberlo, una bomba. Se recupera el sabor y espíritu de antaño, completándose una muy convincente caracterización de Logan.

En el siguiente, toma los mandos Jo Duffy para ya no despedirse hasta el final de la recopilación. Bajo una apariencia más ligera, en realidad, se cumple con una certera y distinta mirada al personaje. Al tomar el fragmentado pasado de Lobezno, en el que todo es verdad y mentira al mismo tiempo, se da una visión de su origen y verdadera naturaleza. Al dibujo, John Buscema se siente muy a gusto, replicando la sordidez de los bajos fondos de Madripur, en este caso el puerto.

Antes del arco final, tenemos una entrega dibujada por Klaus Janson y entintado de Tom Palmer. Algo tramposa desde el guión, pero con trazos de brillantez en el dibujo, con un tratamiento de la violencia personal y aterrador y el Lobezno más feo y gris de todos los vistos hasta entonces en el Volumen 2. Además, tiene un final casi poético, habitual en el personaje, que nos demuestra que él mismo reconoce el mal en sus actos, independientemente de su lado de héroe. Su destino siempre será el infierno.

Concluye un poco inspirado Proyecto Lazaro, al que no le siente nada bien la larga lista de dibujantes en apenas cuatro números.

No es el mejor final para una recopilación notable, con picos altos de talento y algunas grandes historias fundamentales para Lobezno. La edición, como es habitual, está a la altura, acompañando los comics de las portadas originales y de texto inicial, interesante para conocer el momento en el que la obra fue concebida.