Pasotas, de Carmelo Manresa

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Portada Pasotas de Carmelo Manresa

Edición original: Pasotas (Dolmen, 2024)
Guion, dibujo y color: Carmelo Manresa
Coordinación:: Jorge Iván Argiz
Corrección: Celia Corral y Óscar Gómez
Maquetación: David Saavedra
Formato: Cartoné. 208 páginas. 19,95€

La cara oscura de los años ochenta.

«Solo os digo que, como sigáis con esa gente, acabaréis mal.»

El título de la reseña no hace referencia a grupos de infausto recuerdo como Hombres G o las películas americanas como Top Gun o las secuelas de Rocky o Rambo, odas al reaganismo más rancio. A lo que hace referencia es a las consecuencias que tuvieron para muchos jóvenes de la época los escarceos con las drogas. Algo que es uno de los temas principales de Pasotas, el nuevo cómic de Carmelo Manresa (Callosa de Segura (Alicante, 1965) que acaba de publicar Dolmen dentro de su línea centrada en obras de autores nacionales de producción propia. En sus páginas el autor alicantino nos vuelve a transportarnos a la década de los ochenta como ya había hecho en sus dos anteriores trabajos de larga duración, Plaza de la Bacalá (Desfiladero) y Cine de verano (Dolmen). Como en las anteriores, el autor bucea en sus recuerdos para ofrecernos una historia que, en lugar de ser una mera apelación a la nostalgia, trata de convertirse en un retrato generacional que no escatima en mostrarnos las partes más amargas de esos años como la devastación que dejaron las drogas o algo más atemporal como los problemas mentales, tanto los asociados al abuso de drogas como que tienen otro origen.

Viñeta de Pasotas de Carmelo Manresa

Pasotas es un cómic contado en primera persona en el que Miguel el “Melena”, un adolescente que vive en Alcaucil, un pueblo ficticio de la zona del Levante español, nos va contando diferentes historias sobre sus amigos, su paso por el instituto, sus primeras experiencias con las chicas, sus primeros contactos con las drogas y sus problemas psicológicos. El cómic está dividido en cuatro capítulos que se pueden separar en dos partes bastante claramente diferenciadas.

La primera está formada por los dos primeros capítulos, El club de las eras y El instituto, que son una sucesión de anécdotas más o menos divertidas sobre diferentes vivencias del “Melena” y su grupo de amigos, los pasotas del título, en clave de una comedia gamberra que pudiera haber aparecido en las páginas de revistas como El Jueves, Amaniaco o TMEO, cabeceras en las que ha publicado el autor alicantino con anterioridad. En esta parte vemos como se presentan a los amigos del protagonista, como forman el club y sus vivencias en el instituto. Se trata una parte del relato marcada por la irregularidad ya que las diferentes anécdotas no resultan igual de interesantes y por momentos resultan algo forzadas y redundantes como la dedicadas a los diferentes profesores. Aunque es la parte de la obra con menos interés sí que sirve para ver la permisividad y poca conciencia que había sobre el riesgo que entrañaban las drogas y también para reflejar el contexto social y cultural de la época. En particular, la importancia que tenía la música para los protagonistas y, en menor medida, los cómics.

En cambio, la segunda parte resulta mucho más interesante y mejor ejecutada con dos últimos episodios, Vidas rotas y Neurosis, que suponen un gran contraste con lo que nos encontramos en los primeros. En ellos la obra cambia de registro dejando de lado esa parte más cómica para pasar a contarnos sucesos mucho más dramáticos relacionados con el consumo de drogas y los problemas mentales, pero sin acabar de ajustar del todo el tono que requiere el cambio. Esas dos partes tan diferenciadas nos deja la impresión de que Manresa no tiene del todo claro qué es lo que quiere contar ni cómo debe hacerlo, lo que hace que la obra quede algo indefinida y resulte un poco fría. Pese a ese problema de tono, esta segunda parte de Pasotas resulta mucho más interesante gracias a las historias de esos tres personajes secundarios que ejemplifican muchos de los diferentes problemas que tuvieron algunos de los que cayeron en el pozo de las drogas, aunque se echa de menos saber que sucedió con muchos de los personajes que tienen más importancia al principio de la historia que desaparecen casi por completo. Es una pena que esta parte tenga menos páginas para desarrollar en mayor medida la trama de las drogas y los problemas mentales del protagonista.

En la parte gráfica, Carmelo Manresa vuelve a demostrar que es un gran narrador con un estilo muy clásico en el que abundan las páginas de una estructura casi fija de tres tiras de viñetas, pero con un gran dominio de los diferentes planos que debe usar para narrar la historia con solvencia. Incluso sale muy bien parado del gran reto de la obra que es tratar de lograr algo tan difícil como es reflejar de forma visual lo que siente un agorafóbico o de representar gráficamente un ataque de pánico. Aunque es posible que haya algún elemento que no se corresponda a la época, tanto la forma de vestir como los diferentes objetos consiguen transportarnos a la década de los ochenta. También hay que destacar el estupendo uso que hace del bitono que le permite crear un entrando de sombras que dan más ambiente y matices al dibujo. Como ya veíamos en sus trabajos anteriores su estilo está repleto de líneas limpias que lo conectan con autores como Martí, aunque en esta obra deja un poco de lado el toque caricaturesco de las caras para hacerlas más realistas acercándose al estilo de Paco Roca.

Con Pasotas Carmelo Manresa nos ofrece un cómic bastante solido e interesante, sobre todo en esta última parte que aborda las consecuencias del abuso de las drogas de una forma muy realista y descarnada. De forma que se convierte en un retrato fiel de la esa gran lacra, pero también es un fiel reflejo de una época que cualquiera que viviera en esos años puede ver perfectamente representado encontrando personajes y situaciones muy reconocibles y familiares. El resultado es algo imperfecto y con una historia que en su mayor parte es una concatenación de anécdotas algo inconexas que dejan una sensación de ser un tanto artificial, pero que contrastan la certera representación de algunos personajes que resultan de una gran verosimilitud. Una sensación un poco agridulce que no nos encontramos en otras obras recientes que hablan de esta época desde un prisma similar como Siempre tendremos veinte años (Norma) de Jaime Martín o Baños Pleamar (Dolmen) de Isaac Sánchez, que saben balancear mucho mejor las situaciones cómicas con las más dramáticas dando la sensación de ser trabajos más sólidos y con más alma si caer tanto en lo anecdótico. Pero pese a todo es una gran lectura y un cómic realmente interesante para cualquiera que se acerque a sus páginas.

Lo mejor

• El reflejo de una época llena de claroscuros sin ser simplemente una mirada únicamente nostálgica.
• El acertado uso del bitono.

Lo peor

• La obra no termina de encontrar el tono y el equilibrio entre drama y comedia.

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Diego García Rouco
Nacido en Barakaldo en 1977 donde sigo viviendo. Descubrí los cómics en una librería de barrio con Tintin, Asterix, SuperLopez y los personajes de Ibáñez. En 1989 descubrí los superheroes de la mano de Stern y Buscema con el numero 73 de la edición de Forum de Los Vengadores. A estas lecturas se fueron incorporando la novela gráfica y el manga, de los cuales, a diferencia de los superheroes, nunca me cansé. Todavía sueño con ser agente Espacio-Temporal y de Planetary, con visitar mundos de fantasía con el señor T., Philemon, Lord Morfeo, Arale y Thor. Viajar con Reed, Ben, Susan y Johnny al futuro y pasear por el cuartel de la Legión. Recorrer la antigua Roma con Alix y una cantimplora de poción mágica. Buscar Mú, perderme en un viaje al corazón de la tormenta, contemplar el Olmo del Cáucaso mientras paseo por un Barrio Lejano leyendo El almanaque de mi padre. Conseguir beber la sangre del Fénix. Leer, al fin, algún articulo de Tintín y de Fantasio sin que me molesten los absurdos inventos de Gastón. Perderme por las murallas de Samaris, mientras de la pirámide flotante de los inmortales cae John Difool. Enamorado de la chica de los ojos rojos y de Adele. Y cabalgar hacia el amanecer con Buddy Longway, Red Dust y el teniente Blueberry. Con un poco de humo azul en los labios...
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