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«Oye, Spiderman de mierda, apaga el móvil»
Después de dirigir durante prácticamente toda la segunda década del 2000 la vida editorial de Masacre, Gerry Duggan abandonaba la colección con un borrado al personaje y a su historia, literal y metafórico. Wade Wilson perdía la memoria en el momento idóneo, con los frutos de la adaptación cinematográfica revirtiendo en cierta estabilidad, no tanto en forma, al encadenar volúmenes, sino en contenido. El público quería a Deadpool, con la secuela del propio año 2018, quizás más que nunca desde su concepción, lo cual paradójicamente entroncaba con su carácter residual de antihéroe de culto. Este Deadpool, este Masacre, ahora era de todos, como estrella e imposible Vengador, lo cual planteaba no pocos conflictos. Y Skottie Young era el elegido para marcar sus pasos, en compañía de Nic Klein.
El autor, conocido por la notable obra I hate fairyland (como dibujante) o la reivindicable etapa de Mapache Cohete, exportaba entonces los principales elementos que habían funcionado históricamente en el tebeo, para situar en realidad la obra en parte del contexto e iconografía de la película. Es decir, debía desde un comienzo no echar de la etapa a los viejos enamorados de nuestro querido y desfigurado perdedor, siendo además el canal perfecto de entrada para aquellos que le conocieron ya con el rostro del marido de la mejor amiga de Taylor Swift.
Masacre abre un negocio de mercenario, con la ayuda de Negasonic, tratando de rehacer los pequeños pedazos que quedan de su vida anterior. A tiempo de que asistimos a su trabajo, al otro lado del universo se desata una amenaza que escapa del control de Tony Stark, los Vengadores y hasta de los Guardianes de la Galaxia. Y el principal problema es que la clave para solucionarlo está en Wade, de entre todos el menos adecuado.
Un factor positivo del primer arco está en el correcto uso del humor. Young se destapa como un autor muy resolutivo a la hora de plantear nuevos, viejos, chistes con el bueno de Masacre. Asimismo, la elección de la mutante adolescente favorita de todos (o de nadie) es un añadido apreciable como secundaria, manteniendo en buena medida la dinámica de la adaptación y que funciona de igual modo en el tebeo.
Otro aspecto a destacar se encuentra en cómo ya desde el comienzo tenemos al mercenario bocazas perfectamente integrado en los distintos mundos de Marvel. Siempre siendo un fastidio para todo personaje con el que se encuentra, ya sean los descritos u otros como Jessica Jones para el noveno número. El Masacre de Young existe dentro de un conjunto global, del que extraer cada broma, cada elemento de su particular imagen y lenguaje.
El problema fundamental se encuentra en que, de la lectura, se aprecia un ambiente demasiado formal en lo que respecta a los chistes. Funcionan ampliamente, como se ha dispuesto, y en ocasiones el autor se guarda verdaderas píldoras en este universo de Wade, pero no sabe o no le dejan ir más allá. No termina de ser mordaz y se siente siempre funcional, sin ser brillante, pasable, pero nunca extraordinario.
Asimismo, con el paso de los números se aprecia un desgaste, agudizado por la falta de dirección en la propuesta inicial. En síntesis, tenemos una introducción notable, con un punto original que luego no vuelve a encontrarse, seguido de varios números sin demasiada profundidad, hasta concluir con Comadreja y su trato con Mefisto.
Nada parece estar en el lugar equivocado. No se toma ninguna decisión radical que lamentar una vez finalizan los apenas quince números de la etapa. Pero precisamente, dando la vuelta a lo anterior, tampoco hallamos nada que resulte verdaderamente estimulante, sobre todo valorada en el conjunto de la vida de Masacre y el momento en el que este volumen llegó.
En lo que respecta al arte, Nic Klein es un dibujante muy destacado en las profundidades del terror. Interesante, principalmente, cuando este no es el género predominante de la historia. Para la ocasión, como ocurre en el guion, se aprecia un agotamiento en la fórmula hasta resultar simplemente rutinario. La mejor muestra de lo bien que sabe combinar el horror con la comedia está precisamente en los primeros números, para luego completar un trabajo que reporta reacciones desiguales, del que puede destacarse el número nueve, con Jessica Jones y un recargado y paródico ambiente noir. Demasiado funcional, sin ir más allá. Por su parte, Scott Hepburn, tal vez por su estilo, encaja mejor con la idea central, dejando un cuarto número muy personal, en el cómico y absurdo viaje de Masacre a otros lugares lejanos.
En resumen, como prácticamente toda historia de la última década para el personaje, consta de un prometedor arranque, en el que el guionista entrega voluntad bajo la explotación de la comicidad de Masacre. No obstante, se enreda en el nudo de la aventura, una vez la sorpresa es revelada y se ha de concluir con la propuesta, dejando una recopilación irregular, con varios picos de calidad, y cierta sensación agridulce.
Lo mejor
• El primer número y ciertos chistes de Skottie Young.
Lo peor
• El agotamiento en una propuesta que debía ser definitoria.
Irregular
Guión - 6.5
Dibujo - 6.5
Interés - 5.5
6.2
Una etapa sin brillo, que no convence como propuesta hacia algo mayor para el personaje.
