El sufrimiento por el bullying no entiende de tiempo y espacio.
«La pasta que he invertido yo en psicólogos por su culpa, y él, tan tranquilo.»
Desde la aparición de la seminal La guerra de los mundos de H. G. Wells –adaptada con mucho tino al cómic hace unos meses por Santiago García y Javier Olivares– hemos podido leer innumerables obras a lo largo de la historia de la ciencia-ficción en las que la humanidad tiene que afrontar una invasión extraterrestre. Así que conseguir crear una historia sobre un punto de partida tan trillado es una tarea bastante complicada, que no ha sido óbice para que podamos leer y ver obras la mar de entretenidas y disfrutonas. Sin embargo, de vez en cuando nos llegan obras como Territorio de David Muñoz (Madrid, 1968) y Miguel Robledo (Ourense, 1970) que incorporan a esa trama elementos diferentes que provocan que la sintamos como novedosa y nos permitan una lectura que se nos ofrece algo que va más allá de los tópicos del subgénero.
Territorio nos traslada a un futuro en el que la Tierra ha conseguido repeler una invasión extraterrestre de una forma expeditiva y ahora ha colonizado el planeta de donde eran originarios unos invasores con un aspecto similar a un armadillo. Con el objetivo de mantener el orden de la nueva colonia desde la Tierra se han enviado trompas entre las que nos encontramos con el capitán Noguera que lidera una brigada a la que transfieren al soldado Castro. Alguien a quien Noguera conoce muy bien puesto que fue el principal responsable del bullying que sufrió en el instituto. Ahora el capitán tendrá que decidir sí se aprovecha o no de su posición de poder para tratar de acallar algunos de los demonios que hace años que le acompañan.
No es la primera vez que el guionista de las recientes 15 (Astiberri), Infectado (Astiberri) o Monstruo (Astiberri) escribe un cómic en que nos habla sobre el acoso. Puesto que hace más de veinte años apareció Miedo (Glénat), una historia autobiográfica en la que nos hablaba sobre el bullying que vivió durante su juventud, donde contó con la ayuda de Antonio Trashorras en el guion y los dibujos de Javier Rodríguez. Sin embargo, en esta ocasión opta por dejar de lado el escenario realista para ofrecernos una historia de ciencia-ficción bélica llena de giros de guion y dónde nada es lo que parece en un principio. Un cómic que se emparenta de obras claves del género como las novelas La guerra interminable de Joe Hadelman, Tropas del espacio de Robert A. Heinlein o la saga de La vieja Guardia de John Scalzi, pero aportando elementos propios que les permite a sus autores hablar de los abusos de poder a pequeña y gran escala.
Esos abusos de poder a pequeña escala están representados por el bullying que Castro le hizo a Noguera en su juventud que conocemos gracias a los diferentes flashbacks que hay a lo largo del cómic. En la actualidad, el equilibrio de poder de la relación entre ambos ha cambiado lo que permite que la obra se cuestione sobre las consecuencias a largo de plazo del bullying para una víctima que debe decidir qué hacer cuando las tornas giran y se encuentra en una situación de superioridad sobre su acosador. Una de las preguntas que se hace la obra es si la venganza conseguiría reparar el daño que le hicieron o si está justificada. El retrato de capitán resulta muy realista y verosímil en sus reacciones, dudas y sentimientos. Lo mismo que sucede con el de Castro, lo que se convierte en una de las partes más interesantes de una obra donde también cabe un retrato del acosador que nos permite ver cómo ha cambiado su forma de ver lo que hizo al madurar. Y a través de su figura también nos permite explorar la idea de si existe la posibilidad de redención, en su caso personalizada en sus intentos de tratar de salvar a un grupo de extraterrestres. Él nos permite ver los abusos de poder a gran escala que lleva a cabo el gobierno de la Tierra contra los extraterrestres cuando coloniza su planeta. Algo que es de dolorosa actualidad y ofrece unos enormes paralelismos con la situación que vemos en Palestina a diario, pese a los siete años que ha tardado Robledo en dibujar la historia, lo que no deja en buen lugar a la humanidad.
A lo largo de la obra también sobrevuelan las consecuencias que tienen para la sociedad los discursos de odio construidos por el poder en torno a mentiras que justifiquen una guerra y todo lo que tienen que soportar quienes cuestionen esa verdad oficial. Algo se convierte en la justificación en la que se escudan quienes maltrataron a Noguera o los que defienden las brutalidades que los militares comenten con los extraterrestres. Los horrores que trae consigo la guerra es otro de los temas importantes de la obra que vemos perfecta y dolorosamente reflejados, aunque no es el tema principal de la obra.
Uno de los grandes aciertos de la obra es la representación de los extraterrestres como armadillos, que como sucede en muchas ocasiones con quienes han sufrido maltrato, tienen un exterior duro que esconde un interior muy blando y frágil. Lo que nos lleva a hablar del trabajo gráfico de Robledo que, aunque no es un autor conocido para el gran público y este es su primer cómic largo, lleva muchos años de trayectoria en su Galicia natal y tras este trabajo, sin duda, se convertirá en una figura mucho más reconocida. En este cómic que Astiberri ha publicado en gran formato que permite que podamos ver el fantástico trabajo de diseño de mundos futuristas, planetas inhóspitos y tecnología que ha realizado el gallego. Unos diseños que brillan mucho más por el fabuloso uso del color que potencia la sensación de hostilidad del entorno y la frialdad de lo militar, pero donde vemos explosiones de colores más cálidos que sirven para reflejar las escenas más violentas.
Narrativamente estamos un gran trabajo que sabe poner el acento en cada uno los momentos claves de la trama, con unos diálogos y textos muy bien medidos que dejan espacio para que sean las imágenes las que cuenten la historia con imágenes muy impactantes en los momentos precisos.
Con Territorio David Muñozy Miguel Robledo firman un cómic arriesgado y directo que se atreve a poner sobre la mesa temas muy duros sin ningún tipo de concesión y con una honestidad que se paladea en cada página. Una historia que nos recuerda todo lo bueno que tienen las grandes obras de ciencia-ficción cuando son capaces de usar unos escenarios de fantasía para reflejar problemas actuales y, como en este caso, universales a pequeña y gran escala.
Lo mejor
• El retrato de la víctima y el acosador.
• Los diálogos.
• El uso del color.
Lo peor
• Los paralelismos con los horrores de la guerra que vemos a diario.
Me encantó que Shinji Ikari recibiera su merecido puñetazo.