La ansiedad como experimento gráfico
“Aunque no vea otra salida,
no puedo seguir siempre así.”
Desde 1992 se viene celebrando cada 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental. Esta iniciativa de la Federación Mundial para la Salud busca “visibilizar la situación de las personas con problemas de salud mental y sus familias”. Un objetivo loable, y necesario, pues a día de hoy la salud mental tiene aún que lidiar con multitud de tabúes, prejuicios y, en general, una cierta ausencia de empatía por parte de la sociedad y, a veces, también de las instituciones públicas, hacía las personas que padecen algún problema en este ámbito. El trabajo de los profesionales sanitarios y la comunicación son básicos para combatir este hándicap de partida y desde esta humilde casa creemos que el cómic también puede (y debe) aportar su granito de arena a la hora de conectar sensibilidades. Sin duda, a ello está contribuyendo en los últimos tiempos las publicaciones bajo la etiqueta de medicina gráfica.
Si queréis entender un poco mejor el origen y las particularidades de la medicina gráfica podéis leer la reseña de Un mal médico de Ian Williams, realizada en su día por nuestra compañera Mònica Rex. No es casualidad que en muchas obras que podemos asociar a esta etiqueta sean en realidad historias y vivencias personales de sus propios autores y su salud mental. Hemos de ser conscientes que la carga que supone una enfermedad que puede afectar a la manera en la que nos vemos a nosotros mismos y nos relacionamos con los demás no tiene la misma repercusión en nuestro día a día que otras dolencias. Este puede ser uno de los motivos por los que el cómic ha dado mayor pie a la salud mental -y con más atino- que otros medios, pues las viñetas permiten un proceso de interiorización y reflexión más orgánico que el de otros lenguajes visuales.
Así, el cómic nos ha dado en los últimos años obras centradas en los trastornos alimentarios como Comiendo con miedo de Elisabeth Karin y El fantasma que alimento de Victoria Ying; títulos como Cara o Cruz de Lou Lubie, Mi experiencia lesbiana con la soledad de NAGATA Kabi y Se está muy sola en el centro de la Tierra de Zoe Thorogood, sobre las vivencias de sus autoras con trastornos depresivos y ciclotímicos; y, entre otras muchas propuestas, el ya clásico Arrugas de Paco Roca, Manicomio de Montse Batalla y Xevidom y el más reciente Fuerza. Notas desde un centro de rehabilitación de Ferran Vidal, en las que se nos retrata el ambiente y la convivencia con la enfermedad mental en los geriátricos, centros psiquiátricos y de drogodependientes respectivamente.
Todas ellas -o prácticamente todas- son obras de corte autobiográfico o que se nutren de experiencias cercanas al ámbito del autor, siendo en consecuencia propuestas que tienen, por un lado, un potente componente catártico y, por otro lado, una motivación divulgativa y de visibilización de unas afecciones que son más comunes en la población de lo que nos gustaría reconocer. Este también es el objetivo de Jaume Vadell con Hormigón, primera publicación en solitario de este artista mallorquín editada por La Granja Editorial. La primera edición de este trabajo data de diciembre de 2022 y el pasado mes de septiembre se lanzó una segunda edición que nos permite tener acceso a una historia que puede haber pasado desapercibida para muchos.
Jaume Vadell estudió Bellas Artes en la Universitat de Barcelona y un posgrado en Ilustración Creativa y Técnicas de Comunicación Audiovisual en la Escuela EINA. Se ha curtido en el mundo del fanzine y la autoedición siendo en varias ocasiones finalista del Premi Art Jove Creació de la Generalitat de Catalunya en la categoría de cómic. Es de sus años viviendo en Barcelona cuando cursaba estudios que procede el germen de Hormigón. Un periodo duro para el autor que encadenó con la posterior pandemia mundial y que le llevó a tener que lidiar con una invitada inesperada: la ansiedad. Ella es la protagonista de Hormigón, una historia que como las obras citadas anteriores tiene un cierto componente autobiográfico, aunque en este caso tenemos una propuesta totalmente ficcionada y en clave de metáfora visual.
Según el Ministerio de Sanidad el trastorno de ansiedad es el más frecuente en nuestro país afectando al 6,7% de la población. El 8,8% de ellos son mujeres y el 4,5% hombres. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que un 4% de la población mundial padece actualmente un trastorno de ansiedad. Es por tanto un acierto que Vadell recurra a una propuesta minimalista en lo gráfico y en lo narrativo, poniendo el foco en una experiencia prácticamente sensorial que por su capacidad de inmersión permite fácilmente al lector empatizar e incluso reconocerse en las páginas de Hormigón. Esto ya de por sí la convierte en una propuesta algo especial dentro de la medicina gráfica que suele tratar los problemas de salud mental externalizandolos narrativamente, creando versiones antropomórficas y/o corporeas del trastorno como sucede en las citadas em>Comiendo con miedo y Cara o Cruz.
Esta historia está protagonizada por Clara, una mujer joven a la que se le acumulan los problemas tanto en su vida personal como laboral. La incapacidad para entender su situación hace que la burbuja se vaya haciendo más grande hasta que finalmente estalla y se apodera de ella la ansiedad. Clara siente como su cuerpo se deforma, su cabeza se vuelve pesada como el hormigón y quedan aprisionada en ella junto con sus pensamientos negativos. Es a partir de este punto que Vadell nos plantea un viaje al interior de la mente de Clara en su intento por lidiar con su problema, pasando por diversos estados y siendo consciente -como si de un viaje astral se tratase- de cómo sus seres más cercanos se preocupan por ella e intentan comprender su estado emocional. Así podemos ver también la otra cara de la moneda, la realidad e impotencia de las familias que tienen entre sus miembros a un ser querido que padece una enfermedad mental.
La búsqueda de la empatía y la autosuperación vehicula la puesta en escena de la obra. En ella, la introspección adquiere diversas y variadas formas en una apartado gráfico dominado principalmente por el azul y el gris, algo que nos introduce en el ánimo depresivo que atenaza a la protagonista. Hacemos nuestras sus sensaciones, su miedo y dolor a través de un viaje que podríamos calificar de «psico-onírico» a través de un mundo frío y gris como el propio material de su título, el hormigón. Los diálogos son concisos porque la historia que se cuenta tiene esa voluntad de metáfora y de ahondar en el mismo mecanismo de la ansiedad, buscando, por así decirlo, un alcance universal y humano al que pueda acceder cualquier lector.
Hormigón tiene su peso fuerte en el apartado gráfico dejando el guion en una anécdota, pero eso curiosamente hace impulsar su mensaje sobre la necesidad de tomar conciencia sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea, ayudarnos y pedir ayuda y tener esperanza en la recuperación. La obra de Vadell desprende, por un lado, aroma a ejercicio de narrativa, con una vertiente muy experimental que solo se puede haber bebido previamente del fanzine y, por otro lado, compromiso e implicación por el tema de la salud mental. Esto también la hace un poco especial respecto a otras propuestas de medicina gráfica que podemos encontrar en el mercado, algunas de ellas que ya hemos mencionado más arriba y que personalizan más su discurso. Algo que no las hace peores ni mucho menos, pero si hace a Hormigón, en el contraste, y como ya comentábamos, una propuesta más atípica.
El arte de Vadell forma parte de esa nueva horneada de autores con influencias más alejadas del cómic europeo y nacional más tradicional y cuyas obras tienen un gusto por las líneas sencillas y las formas geométricas. Es a partir de esa base que se crean en esta obra imágenes muy potentes y expresivas a nivel visual, aprovechando al máximo la fluidez y maleabilidad de la viñeta. La propuesta se muestra cambiante, centrada en el detalle en algunas ocasiones, al mirar de dentro a fuera, moviendo la perspectiva a una más general, cuando los personajes secundarios (los familiares y amigos) toman las riendas. Entre medias, pura deconstrucción del personaje principal que mancha a su vez la narrativa y da lugar a estampas casi pictográficas y de gran carga simbólica. Los azules y grises nos acompañan todo el camino y se incorporan también a los detalles de la edición propuesta por La Granja.
Hormigón de Jaume Vadell es una muy buena carta de presentación para su autor y un interesante ejemplo de las posibilidades de la medicina gráfica. La Granja Editorial la ha editado con mucho mimo en un volumen impreso al modo tradicional en offset y con cubiertas de papel vegetal con solapas en las que al desplegarse vemos varios dibujos a gran tamaño del personaje protagonista. Una edición a la altura para una editorial joven que tiene en el diseño y el “arte emergente” uno de sus principales intereses. Hormigón es una obra a descubrir de su catálogo, indicada especialmente para los lectores apasionados del cómic experimental y los asiduos a títulos de medicina gráfica, pero no en exclusiva, pues la ansiedad y la salud mental es una lucha social y a la que todos podemos contribuir para hacerla algo menos pesada. Y el camino para hacerlo bien puede comenzar a través de las viñetas de un cómic.
Lo mejor
• La experiencia narrativa que nos propone la obra de Jaume Vadell.
• La cuidada edición de La Granja.
Lo peor
• Los prejuicios sociales relativos a la salud mental aún hoy vigentes y que todavía hacen más difícil lidiar con la enfermedad.
Cuidar la salud mental es de valientes. Si necesitas en algún momento de tu vida apoyo y acompañamiento psicosocial no dudes en ponerte en contacto con un profesional o recurrir al teléfono ‘Cruz Roja Te Escucha’. El número es el 900 107 917 y la llamada es gratuita y confidencial en todo el ámbito estatal. El horario de atención al público es de lunes a jueves de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 horas y los viernes de 10.00 a 14.00 h. (una hora antes en Canarias).