El pasado octubre se acaba de cumplir el trigésimo quinto aniversario de la aparición en USA del primer número de Bola Ocho y aprovechando esa magma fecha Fulgencio Pimentel nos ha traído un maravilloso integral que contiene los 18 primeros números de la serie que mejor ejemplifica los primeros pasos y la evolución de su creador Daniel Clowes y de su particular e inimitable universo creativo. Antes de entrar a desgranar su contenido vamos a detenernos en la edición que tiene tres portadas distintas, e incluye los 18 números tal y como se publicaron originalmente con las portadas, contraportadas, los anuncios, cartas de los lectores e incluso los errores de impresión. En esos números aparecieron historias que después fueron recopiladas en tomos como Pussey, Como un guante de seda forjado en hierro, Ghost World, Caricatura o Twentieth Century Bola Ocho. Pero por primera vez las podemos ver cómo fueron publicadas originalmente, ya que, aunque La Cúpula publico once números de una colección titulada Bola Ocho, los contenidos no se corresponden con el original ya que publicaron una mezcla de historias cortas procedentes de la serie original con otras de Lloyd Llewellyn y no contenían las historias serializadas. Además de los números completos en el integral se intercalan varios textos de Clowes en los que nos habla sobre la génesis de cada uno de los números de la obra. Aunque la serie originalmente duro 23 números no se ha incluidos los cinco últimos puesto que se trataba de monográficos dedicados únicamente a una obra y con formatos diferentes a los primeros números. Así del 19 al 21 aparecieron las tres entregas que forman David Boring, en el 22 Ice Haven y en el 23 El rayo de la muerte). Hay que destacar que en el integral nos encontramos un diseño tan cuidado y precioso como el que veíamos en cada uno de los números individuales de la revista. Además, la edición contiene un lucidísimo panfleto escrito y dibujado por Clowes titulado Dibujante moderno en el que diserta sobre el arte de hacer cómics que fue editado como separata con el número dieciocho de la colección y un marcapáginas exclusivo.
Los orígenes de Bola Ocho.
Tras la efervescencia de los años sesenta y setenta liderada por autores como Robert Crumb, Gilbert Shelton, Trina Robbins, Aline Kominsky, Harvey Pekar y demás pioneros, a principios de los años ochenta el cómic underground prácticamente había desaparecido del mercado estadounidense. Las editoriales independientes como First o Eclipse estaban produciendo material de calidad, pero su objetivo era competir con las dos grandes majors (Marvel y DC) y para ello ofrecían cómics que se movían por los mismos parámetros y limitaciones gráficas y argumentales creados por algunos de los mejores autores de esas editoriales como Howard Chaykin con la imprescindible American Flagg o la divertidísima space-opera Dreadstar de Jim Starlin. En esas editoriales y otras similares tenían cabida obras de innegable calidad, pero que estaban muy alejadas de la libertad que habíamos visto en las páginas de cabeceras como Zap!. De esta forma a principios de los ochenta el underground apenas tenía cabida en el mercado, aunque existían diferentes publicaciones, pero de carácter muy marginal. Una de las excepciones es la recién creada revista Raw editada por Art Spiegelman y obra la posterior Weirdo de Crumb. Así que cuando justo al comienzo de 1981 vio la luz el primer número de Love and Rockets se produjo un cambio para siempre el mercado del cómic estadounidense. Se trataba de un comic-book publicado por la editorial de Gary Groth Fantagraphics que había quedado fascinado por los fanzines de sus autores: los hermanos Hernández (Beto, Jaime y Mario). Fue el inicio de las revistas de autor aperiódica en la que su creador podía agrupar varias historias cortas con otras más largas y serializadas sin que tuviera que ser esclavo de las fechas de entrega ni de las limitaciones argumentales del comic más comercial. Un formato que posibilito que en esa década y la siguiente se produjera la eclosión de un grupo de autores que se puede considerar como parte de la segunda generación del cómic alternativo norteamericano que han revolucionado y ampliado las fronteras del cómic mundial. No todos siguieron ese camino para conseguir el éxito, pero a la sombra de esa pionera cabecera surgieron en los años posteriores otras propuestas con la misma estructura y absoluta libertad como Acme Novelty Library de Chris Ware, Dirty Plotte de Julie Doucet, Peepshow de Joe Matt, Optic Nerve de Adrian Tomine, Palookaville de Seth, Yummy Fur de Chester Brown y, claro, Eightball de Daniel Clowes.
Daniel Gillespie Clowes nació en Chicago en 1961 y tuvo sus primeros contactos con el cómic desde muy pequeño gracias a las colecciones de cómics de superhéroes de su hermano mayor. Unas lecturas que alternó con los libros de su abuelo. Esas lecturas le sirvieron para hacer de su infancia algo menos solitario ya que de niño era muy introvertido y refugiarse en esos mundos de fantasía le permitió encontrar un entorno en el que sentirse cómodo. Es en esos años de infancia cuando comienza a dibujar sus propias historias. Su contacto con el cómic underground de los años sesenta y setenta se produce en la adolescencia cuando de forma casual lleva a sus manos una caja con diferentes ejemplares de Zap o SuperSerdo y otros cómics por el estilo casi. Poco después entra en contacto con los cómics de la EC gracias al libro Horror comics of the 1950’s donde descubre unos cómics todavía más extremos y atrevidos.
Todas esas lecturas sirvieron para que el joven Clowes se interesara por el dibujo y decidiera dedicarse a la ilustración para lo que acudió a Nueva York a estudiar arte. Tras finalizar sus estudios trato de encontrar trabajo como ilustrador en las grandes revistas que se publicaban, pero no pudo conseguirlo. Y centro sus esfuerzos en el cómic donde ya había hecho su debut en el primer número de Psycho Comics en 1981 y había ido colaborando con diversas cabeceras. Entre 1985 y 1989 colaboró con la revista Cracked, donde desarrolló sobre todo una serie titulada The Uggly Family que firmaba con el seudónimo de Stosh Gillespie. Una serie que compatibilizo con la serie protagonizada por Lloyd Llewellyn, el primer personaje conocido del autor que había debutado en las páginas del número trece de Love and Rockets y del que Fantagraphics le propuso realizar una serie. Entre 1986 y 1988 aparecieron siete números de una serie protagonizada por un detective que vive sus desventuras en un mundo deudor del de los años cincuenta en las que se dan cita todos los clichés del género, aunque desde el punto de vista retorcido y con el característico sentido del humor del autor. Aunque se trataba de una serie realmente divertida y en la que ya se veían trazas del enorme talento de Clowes y todas esas lecturas de juventud y la influencia de otros autores como Al Capp, Hergé, Serge Clerc, Harvey Kurtzman o Basil Wolverton, las bases que había introducido al crear la serie propiciaban que se sintiera cada vez más constreñido tanto a nivel argumental como estético impidiéndolo hacer lo que realmente ansiaba. Algo que unido a las bajas ventas propicio el cierre de la serie del peculiar detective.
Un cierre que le lleno de dudas que le llevaron a pensar que estaba ante su última posibilidad de labrarse un nombre en el mundo del cómic. En lugar de optar por lo fácil embarcarse en un proyecto que se pareciera a las series de éxito del cómic mainstream decidió seguir siendo fiel a sí mismo y su forma de entender el medio. Para próximo proyecto decidió poner toda la carne en el asador y crear de cero una cabecera en la que hacer las historietas que siempre había querido en las que tuviera sitio todo lo que pasaba por su cabeza sin ninguna cortapisa y con un diseño muy cuidado. De nuevo aliado con Fantagraphics y con lo que sucedía en la revista de los hermanos Hernandez en la mente, su nuevo proyecto sería un contenedor de diferentes historias, algunas serializadas y otras de una única entrega. Así en octubre de 1989 vio la luz el primer número de Eightball (Bola Ocho) que marcaría un antes y un después en el cómic mundial y en la que podemos ver la evolución en directo de uno de los autores absolutamente imprescindibles del medio que ha tenido reconocimientos por medio mundo con algunas de las historias incluidas en este volumen.
Si esto fuera una reseña al uso ahora tocaría hablar de forma de general de las diferentes series e historias contenidas en el tomo, pero un volumen de esta magnitud e importancia se merecen un trato especial y a lo largo de las próximas semanas vamos a ir analizando cada número como si salieran de forma semanal. Para abrir boca comenzaremos con la primera entrega.
Bola Ocho 1
«Una orgía de rencor, venganza, desesperación y perversión sexual.»
Como ya hemos dicho apareció originalmente en octubre del 89, un mes después de la caída del muro de Berlín. En su interior nos encontramos con cinco historias, comenzando con la primera parte de Como un guante de seda forjado en hierro, El títere del demonio, El hombre que ríe y escupe, El joven Dan Pussey, La gatita se pone las botas (extracto) y ¿Cuál es el invento más importante del siglo veinte?.
Tras una portada en la que se puede ver tanto la influencia de cabeceras antiguas como el gusto por el diseño del autor de Chicago nos encontramos con una página de créditos con un subtitulo y un texto breve que son toda una declaración de intenciones de lo que nos vamos a encontrar en la serie. Además de solicitar el envió de cartas para la sección de correo que debutara en el próximo número.
La primera historia que nos encontramos es la primera entrega de Como un guante de seda forjado en hierro que se abre con una viñeta de grandes dimensiones en la que vemos un detallado primer plano de la cara de una de las protagonistas de la serie, una de las pocas constantes de la serie que siempre se abrirá con una viñeta similar, aunque cambiando el personaje. Algo que nos permite ver el talento que ya posee Clowes como retratista capaz de dejarnos vislumbrar con una imagen todos los sentimientos y atribulaciones que aquejan a sus personajes. El maravilloso título de la serie viene de una película de serie B dirigida por Russ Meyer llamada Faster, Pussycat! Kill! Kill! en la que nos encontramos con el siguiente dialogo “You’re cute, like a velvet glove cast in iron. And like a gas chamber, Varla, a real fun gal”. Elegir el título de un dialogo de esa película ya nos da una pista de donde proviene la inspiración del serial.
Tras esa página de arranque nos encontramos con una historia en la que ya comenzamos a intuir por donde va a transcurrir esta serie que nos ofrece una trama turbia y sórdida que tiene su origen en un sueño del autor y en maratones de películas de serie B y Z. Clowes construye la historia de forma episódica de forma improvisada dejándose llevar más por el viaje que por el destino. En estas primeras páginas descubrimos como su protagonista (Clay Loudermilk) tras quedarse fascinando por una película inclasificable de BMSD emprende una búsqueda alucinógena que le va a llevar a cruzarse con los personajes más extraños que se puede imaginar que le permitirán vislumbrar la cara más oscura de los suburbios de cualquier ciudad estadounidense. Un trabajo sobre un viaje surrealista que en esta primera entrega nos llena de preguntas que nos atrapan y nos permite introducirnos en una trama en la que cualquier cosa es posible y que tiene trazas de las películas más extrañas de David Lynch, pero con el particular y personal estilo de Clowes.
La segunda historia es El títere del demonio es una mordaz y divertida parodia de los comic-books de Jack Chick, un historietista que a mediados del siglo veinte creó una serie de cómics en los trataba de advertir a sus jóvenes lectores sobre diferentes peligros desde el más absoluto, rancio y delirante fundamentalismo cristiano. Gráficamente nos encontramos con una historia que difiere bastante de las del resto del primer número por un tener un estilo algo más sencillo y una composición de página de cuatro tiras de viñetas en lugar de las tres del resto.
El hombre que ríe y escupe es una historia protagonizada por Lloyd Llewellyn que es la conexión directa con la anterior serie del autor. Una delirante historia sobre un vendedor de artículos de broma que sigue una estructura similar a la de las historias de corte clásico de cabeceras de la EC o Warren. Lo parte más interesante es el estilo de dibujo muy dinámico y caricaturesco empleado por Clowes que la vincula al cartoon, pero también con autores de la nueva línea clara que había estado en boga a principios de la década de los ochenta. Un perfecto ejemplo de cómo era capaz de modificar su estilo en función de lo que le pedía la historia.
El joven Dan Pussey nos presenta a uno de los personajes centrales de la revista en sus primeros números. Dan Pussey, un talentoso dibujante que trata de entrar el mundillo del cómic-books de superhéroes. En esta primera historia Clowes da rienda suelta a toda su mala leche contra algunos de los peores vicios del comic mainstream y nos presenta al Doctor Infinity, una parodia nada disimulada de Stan Lee. Un perfecto ejemplo de la vitriólica visión que el autor tiene de todo lo que le rodea y que se cuela en todas las historias. Una mordaz e incómoda critica al medio que con el paso de las páginas ira a mucho más y dejara muchas más píldoras de mala baba.
En la contraportada interna nos encontramos con una magnifica ilustración que acompaña a un extracto de la novela La gatita se pone las botas (extracto) y un anuncio para comprar corbatas pintadas por Clowes, algo que se repetirá en las próximas entregas con diferentes productos y números atrasados y que no habla de la implicación y el mimo con el que se realizaba cada entrega. Lejos de otros productos mucho más impersonales producidos con moldes casi fijos y en cadena. En la contraportada nos encontramos con una página de humor titulada ¿Cuál es el invento más importante del siglo veinte?.
Nos vemos dentro de una semana con el análisis del segundo número de la serie aparecido en febrero de 1990.