¡POP! ¡POOF! ¡PING!

J. M. DeMatteis es uno de esos artistas de cómic que resulta sencillo calificar de “legendarios”. Su obra ha impregnado el medio por calidad e influencia, con ejemplos por doquier como La última cacería de Kraven, la Liga de la justicia internacional, sus etapas en las series del Capitán América y los Defensores… También ha hecho sus pinitos fuera de los superhéroes, con títulos como Seekers Into The Mystery, The Life and Times of Savior 28 o Brooklyn Dreams. Por cierto, ¿sabíais que el autor ha declarado abiertamente que esta último es la creación favorita de su carrera?

La favorita, eso sí, empatada con Moonshadow.

Moonshadow es una serie de fantasía oscura que nos narra la historia de su protagonista, Moonshadow. Fue la primera ocasión de la que J. M. DeMatteis dispuso de publicar algo fuera del paraguas de los superhéroes. Para ello contó con la colaboración de Jon J. Muth, Kent Williams y George Pratt para el dibujo. Editada originalmente entre 1985 y 1987 para el sello experimental Epic de Marvel, en 1997 terminó de cerrarse con un número autoconclusivo a modo de epílogo: Adiós, Moonshadow. En los años recientes ha sido reeditada por Dark Horse en el mercado norteamericano. En España tenemos disponible la edición integral en tapa dura que vio la luz en 2020 de la mano de Panini Comics.

Con motivo del veinticinco aniversario de esta nuestra santa casa comiquera, hemos pensado que se trataba de una joyita que merecía volver a ponerse bajo el foco, así que vamos a ello:

¡Pop! ¡Poof! ¡Ping!

UNA FÁBULA CLÁSICA EN TIEMPOS MODERNOS

En este tomo nos encontraremos una excéntrica aventura de fantasía oscura protagonizada por Moonshadow, un chaval de corazón puro que debe crecer en las circunstancias más inusuales. Por ejemplo, nació en un zoo intergaláctico en el que su madre acabó tras ser abducida por un «G’L-Dos». Los G’L-Doses son criaturas esféricas, a menudo confundidas con la Luna o el Sol. Ostentan un poder enorme y se comportan de manera indescifrable. Para algunos, tal comportamiento es un signo de divinidad. Para otros, la prueba de que actúan de manera puramente caprichosa y arbitraria. Este G’L-Dos, por cierto, es el padre de Moonshadow. La luna caprichosa tenía una sombra que proyectar.

¿Os hacen falta más pistas de que estamos ante una narración poco convencional? Mencionemos por si acaso al mejor “amigo” de Moon: una especie de “wookiee” que solo vive para satisfacer sus deseos carnales de la manera más egoísta que se le presente.

Y pese a todo ello (tan solo la superficie del desfile interminable de locuras escondido tras estas páginas), la poco convencional narración de Moonshadow está recubierta en todo momento por el regusto de lo familiar. Alicia en el país de las maravillas, El flautista de Hamelín, Peter Pan, El mago de Oz, Los tres mosqueteros, Moby Dick, El principito… No son más que unos pocos ejemplos de las muchísimas influencias literarias que impregnan el alma de esta obra. En muchos casos, llega a ser el propio DeMatteis el que las referencia directamente en su texto.

Esto no significa, sin embargo, que estemos ante un título repleto de tópicos manidos, un potingue apenas estable de clásicos de sobra conocidos. Muy al contrario, lo que sus autores nos proponen es una inspiradísima y distinguida derivación.

TRAS LA INOCENCIA

Al principio de cada capítulo de Moonshadow, una frase sobre la obra se repite: “un cuento de hadas para adultos”. Este eslogan, lejos de caer en la falsa madurez pretenciosa de los años noventa, define con sumo acierto la esencia del viaje que tenemos delante. Fundamentada por decenas de cuentos de hadas y fábulas de la cultura popular, Moonshadow atraviesa el velo limitante que les da forma y se pregunta qué hay después.

Qué hay después de vencer al malo, de encontrar el hogar, de comer perdices o cualquier otro obstáculo de turno que ponga en movimiento la trama de los cuentos. En esencia, todas estas cuestiones son ramificaciones de una misma incógnita: “¿Qué hay después de la inocencia?”.

De este modo, lo que comienza como una fábula de lo más clásica con algunas vueltas de más se va transformando, capítulo a capítulo, en una exploración trascendental sobre las consecuencias de las consecuencias; una sucesión de aventuras cada vez más sombrías en las que no se tiene miedo a tratar ningún tema ni a llegar a ningún lugar. En un ejercicio de creación de lo más refrescante, gozamos de la oportunidad de ver más allá de esa frontera imposible. Vivimos el desarrollo y la evolución del protagonista desde su más arquetípica pureza hasta el más oscuro de los abismos humanos.

HASTA LA ÚLTIMA GOTA DE INSPIRACIÓN

Moonshadow es una de esas creaciones que se gestan en la mente de un artista desde muchísimo antes de su plasmación física. En el momento de acordar su publicación para Marvel, DeMatteis ya llevaba un tiempo escribiendo pijamadas. Aunque no se había convertido en un nombre superventas, Jim Shooter supo reconocer su buen trabajo hasta el momento y se lo compensó con la oportunidad de hacer algo propio.

Esta fue la primera oportunidad que le dieron a DeMatteis de explorar su capacidad creativa sin ninguna limitación; una oportunidad que marcaría un punto de inflexión para su carrera. Hasta ese entonces, aquel muchacho de Brooklyn había tenido la sensación amarga de haberse limitado a emular a sus artistas favoritos. Necesitaba liberarse de sus cadenas, encontrar una voz propia con la que poder evolucionar. Moonshadow era la oportunidad que había ansiado durante tanto tiempo. Más que una prueba de su valía de cara al público, era una prueba de su valía hacia sí mismo.

Sobra decir que la prueba la superó con creces. No hay más que echar un vistazo a cualquiera de las páginas de este tomo, rebosantes de conceptos e imaginativa. La aventura que nos encontramos aquí no solo es trepidante, emotiva y sugerente. Cada uno de los detalles que complementan a su esqueleto se unifican como un factor de igual importancia. Leer Moonshadow supone dejarse empapar por una lluvia de ideas fugaces, mundos golosos, diseños magnéticos… por tramas compuestas de la mezcla única de naturalidad e inspiración que caracteriza los clásicos.

Se trata, en definitiva, de la labor de unos artistas desatados que se enfundan el mono de la creatividad y lo sudan hasta la última gota de inspiración.

¿NOVELA ILUSTRADA?

Artistas, en plural, pues la labor gráfica de Jon J. Muth, con la colaboración puntual de Kent Williams y George Pratt, es una de las más sobrecogedoras que recuerdo haber podido disfrutar. El bombardeo creativo del guion de DeMatteis se multiplica exponencialmente por las ilustraciones que lo acompañan. Dan ganas de imprimirlas al triple de tamaño y usarlas para empapelar paredes enteras. Dominadas por un estilo contundentemente único, contribuyen a conducir la narración en un festival de máxima evocación visual, en sincronía perfecta con las locuras oníricas que representan.

Si se le quisiera poner un “pero”, este sería el de que hablamos de una labor gráfica que funciona de manera relativamente independiente con respecto al guion. Aunque encontramos numerosas excepciones a lo largo de la obra, lo cierto es que la mayor parte del tiempo se puede tener la sensación de estar leyendo una novela ilustrada más que un cómic al uso. En realidad, una gran parte de las páginas se puede entender a la perfección si nos limitamos a leer las palabras escritas. Por otro lado, no son muchas las páginas con las que se puede conseguir lo mismo si nos limitamos al dibujo. Las extensas narraciones en prosa son las que dominan el relato frente a los diálogos o las imágenes. Este fenómeno se ve potenciado en el epílogo de la historia, en el que se nos presentan, directamente, páginas que solo tienen texto escrito y páginas que solo tienen una ilustración sin texto.

El que la característica descrita se entienda como positiva o negativa dependerá del juicio de cada individuo. Desde mi punto de vista, prefiero aceptar la naturaleza de la obra sin juzgarla por los tecnicismos de lo que es o lo que deja de ser. Si está ejecutada con tal maestría, si transmite tal pasión, poco más importa.

UNA EDICIÓN DE ENSUEÑO, AUNQUE…

La edición de Panini para su sello Evolution es uno de esos “tochales” de tapa dura de los que sirven para entrenar bíceps. Más allá de mis preferencias sobre lo manejable que resulte el producto, lo cierto es que resulta un auténtico placer sumergirnos en las páginas de Moonshadow con una calidad de impresión y un tamaño como estos.

La traducción del tomo corre a cargo de Raúl Sastre, una eminencia de la traducción de cómics en España que nos ofrece un texto tan precioso y elegante como de costumbre. Es, además, capaz de manejar con precisión los cambios drásticos de registro entre los que se mueve el cómic, con frases de lo más rimbombantes seguidas de otras se suma bajeza.

Eso sí, admito que no me ha gustado tanto encontrarme con una cantidad considerable de erratas; tanto aquellas que no impiden la comprensión del texto como otras (las que menos) que resultan en frases carentes de sentido. Entiendo que esta era una traducción muy extensa y compleja en la que no es sencillo obtener un resultado perfecto; también que la labor de ofrecer el mejor texto posible no depende solo del traductor. Aun así, y sin saber si estas erratas se habrán corregido en posible reimpresiones posteriores (mi tomo tiene cuatro años ya), no deja de ser un detalle algo chirriante en una obra de tan excepcional factura.

Cabe destacar que al final del tomo se nos ofrece una generosa sección de extras con notas, páginas de guion, bocetos, carteles, comentarios… Los comentarios a pie de página del autor están traducidos, pero lo demás no. Desconozco a qué se deberá la decisión, pero no sé hasta qué punto tendrán valor la mayoría de notas que componen este contenido adicional para alguien que no pueda entender el inglés en el que están escritas.

En cualquier caso y a modo de conclusión, estamos ante una obra trascendental tanto para el lector como para sus autores, con una historia única, entrañable, desgarradora… y un dibujo celestial. En su incontenible lluvia creativa se halla la naturalidad evocadora de los grandes clásicos.

¡Pop! ¡Poof! ¡Ping!

¿Quién se anima a este viaje impredecible?

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