Píldoras Nacionales 53: Entrevista a Beroy

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RESEÑA

Onírica, José María Beroy; Ediciones Glenat; 288 págs., color, 24 €.

El primer boom del tebeo adulto español, vehiculado a través de las revistas de cómic, se alimentaba de un plantel autoral forjado en el trabajo de agencia y, por eso mismo, enormemente coincidente en cuanto a presupuestos estéticos y temáticos. Gráficamente se imponía un realismo abigarrado y algo sucio, mientras que el grueso de las historietas de género que se publicaban desprendía un cierto aroma militante y progresista… aunque también, en ocasiones, no exento de maniqueismo.

Semejante escenario, que originariamente constituyó una gran novedad debido al distinto enfoque de las hegemonías editoriales que habían copado el último tramo de nuestra dictadura, fue tornándose demasiado homogéneo de forma acelerada; con lo cual, llegado cierto momento, los lectores no pudieron más que saludar con entusiasmo la aparición de autores noveles que apuntaban en direcciones diferentes a las elegidas por las generaciones anteriores. José María Beroy fue uno de aquellos autores que lucían una manera nueva de hacer las cosas. Uno de los primeros, uno de los más fecundos, uno de los que transitó por la senda del éxito durante más tiempo para luego, aparentemente, desaparecer. Antes de aquella desaparición, sin embargo, dejó tras de sí una estela de obras que daban fe de un artista especialmente dotado para la estilización y la magnificencia escenográfica y de un narrador vigoroso y efectista que gustaba de mantener en vilo al lector mediante relatos donde el caos se apoderaba paulatinamente de todo.

Ahora que Glénat ha recopilado la mayoría de aquellas historias en un único volumen, soberbio en cuanto a empaque aunque con una página «pérdida» que prometen restituirles en una edición rectificada a los lectores que así lo soliciten, resulta fácil detectar las costuras de aquellos cómics, concretar las hechuras y detalles que las atan al tiempo en que se confeccionaron y observar la rápida y admirable progresión que protagonizó su autor desde Doctor Mabuse hasta La enfermedad del sueño. Siempre presentes sus virtudes, aunque depurándose y engrandeciéndose de tebeo a tebeo, Beroy fue conquistando de forma progresiva una madurez creativa envidiable que en esta antología queda manifiestamente retratada.

Mientras que cada capítulo de Doctor Mabuse no conectaba lo bastante con el sucesivo, a la par que la mayoría de ellos tenían un enfoque demasiado centrado en la anécdota personal como para transmitir la necesaria sensación de amenaza global que su trasfondo temático presuponía, 999 sí que lograba comunicar a la perfección esa impresión de apocalípsis frenético y total. Por otro lado, 999 carecía un tanto del anclaje emocional entre obra y léctor que a menudo otorga la presencia de un protagonista carismático como el maléfico Mabuse. Ambas facetas se bordaron en Ajeno, la que para muchos es la mejor creación de Beroy, puesto que aquella era una obra que tenía corazón, lírica y épica; con una trama repleta de recovecos que la cargaban de matices y con un apartado gráfico soberbio, aunque derivase de forma un tanto extraña en sus compases finales. Por último, en La enfermedad del sueño -menos ambiciosa argumentalmente hablando que las obras precedentes, pero que suposo para el autor un logrado y atractivo debut en el dibujo a color- Beroy consiguió hacer encajar con precisión todos los elementos de un guión hecho de fragmentos, tejiendo al mismo tiempo un armazón argumental cuyo eje aglutinador incorporaba todos los aspectos predilectos del autor: la amenaza creciente y ominosa, el misterio y la sugerencia, el romanticismo arrebatador y una conclusión trágicamente poética… Y es ese agridulce sabor el que impregna nuestra sensibilidad llegados al final de Onírica, por cómo ha sido su progresión, por su desenlace, porque parece un sueño -un mal sueño- que un autor tan brillante como Beroy, de un día para otro, desapareciese del radar de nuestra industria.

ZN ENTREVISTA A… JOSÉ MARÍA BEROY

Toni Boix: ¿Con qué ilusión has acometido el hecho de recopilar en Onírica tus primeros años como autor de cómics? ¿Deseas que esto sea un mirar atrás para impulsarse hacia adelante, alguna especie de punto de inflexión en tu carrera?

José María Beroy: Con toda la ilusión y todo el pudor del mundo, ya que soy consciente de todo lo que ha llovido desde que los libros originales fueron publicados.

Respecto a Onírica, es algo que me ha hecho mucha ilusión y que agradezco tanto a Hernán Migoya -quien tuvo la idea de publicar el material- como a Joan Navarro, que arriesgó editando la obra. Por cierto que es de agradecer la magnífica labor que Navarro está llevando a cabo en Glénat recuperando las obras de autores que, de lo contrario, seríamos desconocidos para las nuevas generaciones de lectores.

Otra cosa es si a esas nuevas generaciones les importa un pimiento esa recuperación y pasan de comprar los libros. Por suerte, en algunos casos esto no es así.

Por otra parte no se si he entendido bien eso del punto de inflexión. Tengo un cierto «déjà vu» con el tema y me da la impresión de que repito obviedades, pero no es la primera vez que escucho esa expresión y no sé si se refiere a un hipotético cambio de rumbo profesional o a qué exactamente. En todo caso tengo que decir que para mí ya es tarde para montar un negocio de lampistería. Soy un manitas, pero no tanto.

La verdad es que como no tengo nada planificado en mi profesión (aparte de una temporada en que quise dominar el mundo y me salió mal), resulta imposible determinar el siguiente paso en mi vida laboral. Si te refieres a que si voy a trabajar más para editoriales españolas… algo estoy haciendo, y me resulta muy agradable. Pero no me resulta especialmente más emocionante que publicar en Francia o EEUU. De hecho, he notado en algunos comentarios que trabajar para el extranjero tiende a verse como una obligación impuesta y algo casi triste, cuando para mí, y me consta que para otros en casos parecidos, poder trabajar para una editorial como Casterman o similares es algo así como abandonar el Purgatorio y llegar al Paraíso; sin las vírgenes, es verdad, pero esto debe de ser porque estoy bautizado en la Iglesia Cristiana.

Trabajar para Francia es una auténtica alegría y no tengo ganas de perder la sonrisa. Incluso dibujando series para el mercado alemán sobre jovencitas teutonas equinófilas he encontrado motivos para estar contento. Hmmm, quizás debería explicar mejor esto último… Bueno, dejémoslo.

En todo caso, no me cierro a la posibilidad de que el incurable romanticismo que encierran las causas perdidas vuelva a seducirme. Sigo teniendo muchos problemas psicológicos y además creo que todavía no he realizado ninguna obra personal realmente «redonda», o al menos no tan redonda como yo quisiera que fuera. El año pasado acometimos junto a Josep Maria Polls y gracias a Diábolo Ediciones la revisión de Versus que nos supuso a todos mucho trabajo prácticamente solo por el gusto de hacerlo, de forma que no es algo imposible.

Toni Boix: En tu primera obra, Doctor Mabuse, protagonizada por un maléfico personaje que pretende arrebatarle el control de la ciudad de Metrópolis a un presidente de perfil dictatorial, introduces abundantes referencias al expresionismo cinematográfico alemán. ¿Qué importancia tenían para ti esos referentes en aquel momento de tu vida y con qué intención los usaste (homenaje, excusa, recurso argumental)?

José María Beroy: Los jóvenes en aquella época recibíamos influencias culturales a través de revistas, libros y viajes (especialmente la de los amigos ricos que viajaban con frecuencia a Londres). Obviamente también a través de la radio y en menor medida de la televisión. No existía, salvo en algún relato de ciencia ficción, la inmensa rapidez y variedad de los recursos de Internet. Ello nos obligaba a un ejercicio de búsqueda y ampliación de conocimientos más laborioso.

Eso, pienso (y conste que soy un fanático de Internet) tenía la ventaja de hacerte pensar que descubrías algo especial cuando conseguías algún hallazgo cultural exótico. En mi caso fue viendo en mi adolescencia viejas películas alemanas en la televisión. Esas películas me recordaban mucho las series de televisión de Narciso Ibáñez Serrador que veía metido bajo la mesa de la cocina cuando era niño, de puro miedo que me daban.

Esa primera fascinación dio paso a un interés más concreto, que me llevó a la lectura de revistas y libros y a no perderme los pases en la Filmoteca de todo lo que oliese a cine prehistórico… A la antigua, vamos, sin YouTube.

Por otra parte, para ser realmente «cool» en ciertos ambientes y a ciertas edades, no podías ser un seguidor de las modas mayoritarias. Para entendernos, si te gustaban las canciones de Nino Bravo, más te valía disimularlo frente a según quién.

¡Anda que no he tenido yo que disimular!

En resumen, para mí, rata de Filmoteca, el cine expresionista tenía la rara habilidad de conectar lo exóticamente antiguo con lo rabiosamente moderno; no en vano una parte de la estética en las artes de los 80 -aberraciones de peluquería aparte- bebía de fuentes estéticas ancladas en el pasado: constructivismo, futurismo, expresionismo… Y una parte de esa estética se revertía en los videoclips. ¡Era raro y moderno! ¡Y por algún motivo me molaba! ¡Perfecto!

Además, estaba convencido de que empapar mi obra de esas influencias me daría una imagen mezcla de intelectualidad, rareza y bizarría que me ayudaría a ligar entre las modernísimas alumnas de la Facultad de Bellas Artes que alguna vez visitaban el estudio donde dibujaba junto a otros autores. Lo cierto es que lo necesitaba. Una ayuda para ligar, quiero decir. Y ni así.

En todo caso, mientras que a mi alrededor la dialéctica de algunos autores y críticos de cómics serios era del tipo: ¿este tebeo es suficientemente de izquierdas? ¿Está realmente comprometido con la lucha anticapitalista? y cosas así, la mía consistía en: ¿El crepado de este personaje está suficientemente de punta? ¿Quedará bien claro que veo el modernísimo programa Arsenal de Manuel Huerga en TV3?, ¿Le dibujo tetas más grandes a esta chica?, ¡Dios Mío! ¿Cómo no se han dado cuenta todavía en la revista Madriz que soy moderno de la muerte?

Un caso perdido de superficialidad adolescente y cargante, vamos.

En todo caso ¡qué bien me lo pasaba haciendo aquello! Y de vez en cuando hasta se me escapaba alguna cosa interesante. O eso dicen algunos.

Toni Boix: Otro elemento que destaca en Mabuse y que hasta cierto punto se prolongará en tus obras posteriores es la importancia del espacio arquitectónico como elemento contextualizador, llegando hasta el punto de reinterpretar a Gaudí en Ajeno. ¿Es ese un detalle reflexionado, en cierta medida a la manera de lo que Peeters y Schuitten hacían ya entonces con sus Ciudades oscuras, o es algo que obedece más bien a tus potencialidades como ilustrador?

José María Beroy: Tengo dos posibles respuestas:

En la primera, si me pongo en plan autoanalítico, diré que era como esos fotógrafos primerizos que sienten temor o vergüenza de acercarse a los seres humanos para retratarlos y se limitan a hacer bonitas fotos de exteriores. Un banco con un árbol, la fachada de un edificio… La jaula del canario, como mucho… De ahí la omnipresencia de fondos y elementos escenográficos espectaculares en detrimento de historias, digamos, íntimas y profundas que exploraran los sentimientos y los devenires de la breve y tormentosa existencia humana.

En la segunda posible respuesta (obviamente la que prefiero), mi temprana fascinación por la arquitectura y la escenografía son las culpables de la importancia que cobran los fondos y espacios escénicos en mi trabajo. Y esa fascinación viene de Jean Claude Forestier, mi abuela materna gallega y nuestros paseos por Montjuic de cuando era un crío. Pasear por la montaña urbanizada por el paisajista francés era como adentrarse en unas ruinas perdidas en el tiempo. Hablamos, claro está, de cuando las Olimpíadas no habían traído la feliz restauración del parque. Mi abuela rememoraba el perdido paisaje de su Galicia natal en las arboledas que rodeaban las construcciones y yo imaginaba mundos perdidos en las construcciones que rodeaban las arboledas. Esa mezcla de naturaleza y arquitectura decadente, que mucho después vi reflejada en cuadros de Caspar David Friedrich y del paisajismo romántico, tuvo el efecto de que, en adelante, para mi fuera indisociable la arquitectura de la emoción que provoca en el espectador y en quien la habita.

A veces pienso que mi vida como creador ha sido un contínuo intento de reproducir para los demás algunas de las emociones que he sentido.

Sea como fuere (disculpen el lapsus «emocional»), sigo dándole una importancia capital al lugar donde transcurre la acción de mis historietas. La reinterpretación de Gaudí en Ajeno, más bien un pastiche, es tan solo un ejercicio de estilo que pretende darle verosimilitud a la ficción, fundiendo la mágica arquitectura gaudiniana con la existencia de los magos del relato.

Página de Ajeno con elementos gaudinianos
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Aquí no puedo resistir hacer una lista con mis ídolos:

Schuitten, uno de mis autores venerados desde hace mucho.

-También, en general, los dibujantes belgas y franceses de la línea clara o más concretamente del «Atomstil»: Joost Swarte, Yves Chaland, Serge Clerc.

-Otro autor que me encandiló por su uso de la escenografía y la arquitectura fue Dean Motter.

-Sin olvidar a Andreas, autor de la saga Rork, quien hizo algo interesante en su momento: mezclar un estilo limpio, próximo a la línea clara y con un uso espectacular de la escenografía, con la influencia barroca y tenebrosa de Berni Wrightson.

Intento siempre -en la medida de lo posible- que el decorado sea una parte más de la narración y ayude a transmitir la “emoción” de la escena.

Se da la circunstancia de que, al trabajar en todos estos años con algunos arquitectos haciendo interpretaciones artísticas de sus proyectos, he tenido la oportunidad de preguntarme más de una vez si no hubiera hecho mejor escogiendo una carrera de arquitectura… En todo caso, uno de los efectos colaterales de esa tendencia al uso -¿excesivo?- de escenografía es que trabajo desde hace muchos años con directores de arte creando «sets» para publicidad.

Toni Boix: Tanto en Mabuse como en 999 , obra donde narras la deriva del mundo hacia un final de imaginario milenarista, el verdadero protagonismo del relato recae sobre villanos declarados, ante los cuales parece que poco puede hacer un elenco coral de personajes-víctima. Aunque el anti-héroe ya hacía tiempo que transitaba por el mundo editorial historietístico, no era tan habitual que fuesen los villanos los protagonistas de los tebeos. ¿Cómo y por qué optaste por ese camino argumental?

José María Beroy: Creo que la explicación está en mi primera respuesta a la anterior pregunta. Era más sencillo -y divertido- describir o usar como vehículo narrativo a un personaje negativo cuyo fin último (o único) es conquistar algo abstracto llamado «El Poder» que ahondar en la compleja psicología y las motivaciones de personajes reales y sus vidas. Sin faltarme experiencias vitales significativas, éstas no habían hecho «poso» todavía en mi personalidad como para que me sirvieran de referente a la hora de construir un imaginario propio.

Bueno, narices, eso y que siempre me ha faltado talento.

Me resultaba más sencillo y gratificante explicar historias que no me supusieran ahondar demasiado en los personajes, inspirándome en lo que entonces me atraía: cine, videoclips, música… Si mi trabajo de entonces tiene algún mérito, éste es haber hecho un producto mínimamente legible e interesante a partir de una enorme carencia como autor.

Mmmm… Quizás debería abandonar esta tendencia mía a la autoflagelación.

Toni Boix: Los tintes apocalípticos que impregnan tanto Doctor Mabuse como 999 demandaron de tu parte el retrato de sociedades enteras desmoronándose. ¿Recuerdas si esa épica te dio muchos problemas como dibujante?

José María Beroy: No, problemas no. En todo caso más trabajo. Tenía un sueño de muy pequeño que se repetía en épocas de fiebre. Jamás lo he olvidado, por la impresión que me causaba: un hombre subía una montaña empujando un montón de piedras que se iba haciendo más grande. Algunas caían pendiente abajo, pero con un gran esfuerzo terminaba finalmente por conseguir -él y las piedras- la cima que anhelaba. Entonces caía del otro lado y todo su esfuerzo se perdía.

No fue evidentemente hasta muchos años después que leí acerca de los arquetipos junguianos. Yo no podía saber cuando lo soñaba quién y qué significaba el mito de Sísifo, pero a veces pienso que algo en mi carácter me llevaba -y me lleva aún- a identificarme en demasía con mi soñado arquetipo.

Espero que esta metáfora se haya entendido, porque me da mucha pereza reescribirla.

Toni Boix: Mabuse reaparece en 999, así como el mago de Ajeno reaparece en La enfermedad del Sueño y tú haces pequeños cameos en varias de tus obras. ¿Tiendes a la autorreferencia como herramienta que te permita configurar un universo creativo propio?

José María Beroy: La vanidad de la juventud tuvo la culpa. Mirando fotos viejas mías hasta me encuentro guapo, es lo que tiene el paso inmisericorde de los años. En estos momentos solo me siento capaz de autorrefenciarme como caricatura (la razón es que me hago viejo y estoy pasando una crisis anímica y de salud). Supongo que, siguiendo el hilo de mis respuestas a las otras preguntas, mis primeras obras fueron una suerte de «ego trip».

Toni Boix: En Doctor Mabuse he podido apreciar que introdujiste pequeños cambios en el sombreado del espacio periorbital del presidente Fredersen. ¿Tan estridente te resultaba el acabado original de esos dos dibujos o más bien tu perfeccionismo tiene un punto de obsesivo?

José María Beroy: Antes que nada debo agradecer la seriedad con la que has abordado la lectura de Onírica. Seriedad es poco, de hecho. Soy un obsesivo, pero obviamente no me conformaría con retocar tan solo una pequeña parte de un personaje. Hace tiempo, sin pensar en una posible reedición que consideraba imposible, probé a modificar algunas páginas y colorear el álbum con vistas a la autoedición (en efecto, por aquel entonces había ahorrado algo de dinero). Así, a pelo, directamente sobre el original, chulo que es uno. Fue un callejón sin salida.

Al escanear las páginas originales para Onírica debíamos devolver éstas a la forma original ya que en realidad había pocas cosas modificadas. Luís Domínguez, el maquetista del álbum, realizó un soberbio trabajo de restauración mezclando retales de escaneos del álbum impreso. Sólo escapó al parecer ese espacio periorbital del que hablas.

Toni Boix: En 999, por el contrario, la reelaboración gráfica abarca la totalidad de la obra en cuanto al trabajo de grises. ¿A qué se debió este cambio que, sin embargo, no introdujiste en el resto de trabajos recopilados en Onírica?

José María Beroy: Quería darle al potencial comprador de Onírica un aliciente para la adquisición del producto, supongo que por mi tendencia a pensar que todo tiempo pasado no fue necesariamente mejor. Por eso pensé en introducir «mejoras» en la totalidad del libro. Si mis necesidades económicas estuvieran cubiertas por largo tiempo (perdón si me hago pesado con este argumento) hubiera dispuesto de tiempo infinito y en Glénat hubieran perdido el juicio, seguramente lo habría hecho. Pero a estas alturas seguramente no se habría editado todavía, de forma que me limité a hacer algo que ya cuando se publicó por primera vez tuve en mente: poner grises a 999.

Página de 999 donde se aprecia el nuevo trabajo de grises
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Quiero puntualizar también que se han modificado textos en Ajeno, se han «limpiado» márgenes, reincrustado con Photoshop ilustraciones en color en las páginas de blanco y negro además de eliminado títulos innecesarios en La Enfermedad… Hay páginas prácticamente nuevas en una historia de ese mismo álbum… En realidad el único álbum en el que no hay modificaciones es Mabuse. Luis Domínguez ha hecho un fabuloso trabajo.

Toni Boix: 999 está repleta de referencias al momento social que se vivía mientras realizaste esta obra, desde la irrupción del VIH a la efervescencia del consumo de cocaína, pasando por el personaje de Max Headroom al que utilizas como psicoterapeuta virtual. Por otro lado, haces mención a la susceptibilidad de los musulmanes mucho antes de que el terrorismo islámico empezase a hacerse notar a nivel mundial. ¿Crees que al lector de hoy en día puede resultarle extraña la connotación de castigo divino asociada a la enfermedad del SIDA, mientras que en la actualidad sería más propio desarrollar el hilo del islamismo como detonante de un posible cataclismo total?

José María Beroy: No estoy seguro de esto. Al fin y al cabo, exagerados o posibles, no hemos dejado de tener posibles detonantes de un cataclismo en todo este tiempo: Pandemias de Ébola, de Gripe A, Efecto 2.000 (para los que lo recuerden), fuga de ingenios nucleares de la URRS, Enfriamiento Global, Calentamiento Global, caída de Asteroides o Cometas, explosión de supervolcanes, explosiones de rayos gamma, Agujeros Negros creados por el CERN, terremotos, tsunamis, catástrofes nucleares, guerras, Bibiana Aído, Leire Pajín… Cualquiera de estos escenarios -y evidentemente el islamismo es uno de ellos- podría significar un cataclismo total. Vivimos así desde que tengo uso de razón: en los 80 era la posibilidad real de una guerra Nuclear, luego vino todo lo demás. Supongo que mis lecturas de J.G. Ballard acerca del fin del mundo lograron que me interesara particularmente en el tema.

Aparentemente una de las ocupaciones favoritas de la humanidad es preocuparse de las posibles formas en que el mundo terminará, quizás como distracción que nos haga olvidarnos de nuestro asegurado futuro cataclismo personal.

Toni Boix: He apreciado que modificas de forma importante una de las páginas de 999, cambiando a un presentador de televisión por un blogger, reflejando así una mayor desestructuración de la sociedad de 999 que casa de forma algo forzada con el “final feliz” que le otorgas a la historia. ¿A qué se debió esta revisión?

José María Beroy: Yo pienso que lo que no encajaba bien era la anterior página, resuelta apresuradamente y que no terminaba de transmitir el terror de la situación que yo quería reflejar. Esto me dio la oportunidad de homenajear a unos amiguetes bloggers, dos de los cuales en concreto siempre apoyaron la reedición de mis obras.

La nueva página de 999
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Toni Boix: Para muchos, Ajeno , donde narras la venganza de un mago anarquista sobre una logia de pudientes hechiceros que decidieron el curso de la Guerra Civil, es tu obra más conseguida. ¿Cuál es tu opinión sobre el tema?

José María Beroy: En su momento no quedé satisfecho del resultado. La prueba son los cambios realizados entre la publicación por capítulos en la revista «Cairo» y la posterior en álbum. De hecho, si tengo que hacer caso a las opiniones que me dio entonces mi editor, mi grado de satisfacción debería ser aún más bajo.

Comencé a pensar que Ajeno no era una obra tan mala cuando una entrevistadora francesa se deshizo en halagos para con el tebeo, que se había publicado en Francia… y es que ¡ya entonces todos trabajábamos para el extranjero, de alguna forma!

Yo estaba deseando que se deshiciera en elogios para con mi persona, pero por desgracia solo estaba interesada en el álbum.

Ahora tiendo a ser indulgente con la historia y a pensar que no estaba tan mal, después de todo.

La entrevistadora francesa tampoco estaba nada mal.

Toni Boix: Lo cierto es que introduces en este relato elementos histórico-políticos y dedicas espacio a desarrollar escenas colaterales de ambiente que matizan de forma poética lo que nos cuenta la trama principal. ¿Crees que en ese punto de tu vida habías conquistado ya una cierta perspectiva sobre los elementos argumentales que dotaban de densidad a un relato?

José María Beroy: Lamento ahora haber hecho poco caso de los consejos de algunos editores sobre como estructurar mis relatos. No había conquistado ninguna perspectiva. Si lo hubiera hecho, Ajeno y todo lo que hice después serían obras maestras.

Voy a guardar el flagelo, definitivamente.

Ya está, sigamos.

Toni Boix: En una de las viñetas de Ajeno aparecen varios iconos pertenecientes a Watchmen. Como autor de cómics, ¿qué impacto te supuso esa obra?

José María Beroy: Total. Parecida a la que supuso para mi la obra de Eisner, Frank Miller o Akira de Otomo. O Corben… O Wrightson, o Hergé.

Quiero decir que, es cierto que fue una obra que nos causó a muchos una gran impresión que supuso la introducción momentánea en nuestras obras de ciertos estilemas narrativos tirando a pedantes (espera, la palabra «estilema» también es pedante… es sólo pensar en Watchmen y me sale la vena), pero considerándolo en perspectiva, hay muchas otras obras y autores cuya influencia no es menos importante para mí.

Toni Boix: Por otro lado, en Ajeno también se percibe una importante progresión gráfica y narrativo-visual, así que en esa obra encontramos a un José María Beroy en una envidiable madurez autoral. Sin embargo, después de dar ese do de pecho como creador, te alejas de ese tipo de relato extenso para dedicarte a trabajos de mayor carácter autoconclusivo. ¿A qué se debió ese cambio de orientación de tu obra?

José María Beroy: La forma en que entonces se publicaba mayoritariamente era la serialización en revista y después la recopilación definitiva en álbum. Según variaba el mercado se intentaba adaptar la propia estructura de las historias. Recuerdo que comencé a trabajar historias autoconclusivas porque -según me dijeron- habían detectado un cierto cansancio entre los lectores de las historias de «continuará». Miraba con envidia los mangas que comenzaban a llegar a España ¿Cómo será, pensaba, poder desarrollar una historia en páginas y más páginas sin tener que preocuparse del exposición-nudo-desenlace en solo ocho?

Pero claro, ¡con lo que ya me costaba por aquel entonces hacer 8 planchas a color mensuales…!

Toni Boix: Entendiendo que Onírica es un producto de gran significación para ti, ¿cómo viviste el hecho de que se repitiese una de las páginas de Ajeno y se perdiese otra por el camino?

José María Beroy: Imagina que celebras tu 50 aniversario. Eres feliz, te compras un traje, contratas una orquesta y un camarero y reúnes a todos tus amigos en una gran fiesta. Hay, obviamente, una fantástica tarta de aniversario. Llega el pastel con las velitas y todos están cantando «Cumpleaños Feliz». Pero tú no sabes que el camarero que has contratado para el evento acaba de tener un corte de digestión causado por una sobredosis de barbitúricos y, al tiempo que deposita el pastel, vomita hasta la primera papilla sobre la tarta y sobre tu traje. Luego, a causa de la droga, sufre un ataque de locura y asesina a todos los invitados con el cuchillo de cortar el pastel. Los miembros de la orquesta, profundamente afectados, comienzan a tocar el Adagio de Samuel Barber. Finalmente el camarero loco se suicida metiendo la cabeza dentro del enorme pastel vomitado. Tú sales del recinto de la malograda fiesta gritando y provocas sin quererlo un accidente múltiple en el que se ve involucrado el coche de Hillary Clinton, de visita en Barcelona. En la Casa Blanca suponen el ataque suicida de un terrorista y efectúan un ataque preventivo sin mandato de la ONU contra el primer objetivo que se les ponga a tiro. En el transcurso de la acción se produce un accidente «Broken Arrow» y un misil nuclear impacta contra una ciudad Rusa. Putin ordena entonces un ataque con misiles de crucero contra EEUU que da comienzo a la Tercera Guerra Mundial. Esto último lo sabes porque ves llegar los misiles mientras tratas de quitarte con el agua de una fuente los restos de pastel vomitado del traje.

Ahora sabes como me sentí, más o menos.

Más o menos.

Toni Boix: Con La enfermedad del sueño, relato construido amalgamando otros relatos más breves, te adentras de forma muy solvente en el trabajo a color. ¿Habías estado practicando con el color mientras esperabas el momento adecuado para abordar una obra donde el trabajo cromático fuese de importancia narrativa?

José María Beroy: Hasta aquel momento había trabajado el color en ejercicios de aprendizaje con Ismael Font, usando acuarela, témpera o acrílicos. En cierto sentido lo de la «Enfermedad…» fue aprender sobre la marcha. Por algún motivo yo apenas había considerado hasta aquel momento que un cómic tuviera que ser en color. Para mí, el cómic debía ser en blanco y negro, porque las pelis que me molaban más eran en blanco y negro. Ahora entiendo porque tenía tan pocos amigos…

Fue toda una revelación (como descubrir la sopa de ajo) asumir que con el color podía conseguir efectos de iluminación tan dramáticos como en blanco y negro. Y más cosas.

Con el color tuve también más amigos y comencé a tener relaciones con mujeres.

Esto último es broma.

Toni Boix: Curiosamente, la versión de La enfermedad del sueño incluida en Onírica tiene unos colores bastante más suaves que la versión editada por Toutain. ¿Este cambio ha sido fruto de los caprichos del papel y la saturación de colores o ha sido totalmente premeditado?

José María Beroy: El tipo de papel ha contribuido sin duda a matizar la saturación. Era muy complicado pensar en añadir un pliego de papel de diferente composición para un libro que mayoritariamente es en blanco y negro. A mí personalmente no me molesta.

Toni Boix: Explicitas tu admiración por Lovecraft y Poe en este último trabajo. ¿Qué queda de aquella admiración en el actual Beroy-autor?

José María Beroy: Poe sigue siendo un autor que admiro, tanto por su calidad literaria como por la temática de sus cuentos. Además, conocer algo mejor su biografía ha hecho que me sienta aún más interesado en él. En concreto me fascina su etapa como creador de «hoax» o noticias falsas que se daban por verídicas, una práctica muy habitual en el periodismo de aquella época (un momento, ¿he dicho aquella época?). Y claro, el misterio de sus últimas horas…

De Lovecraft me siguen gustando muchísimo sus cuentos y alguna de sus novelas, especialmente aquellas en las que prescinde de tanta hipérbole de indescriptibles caos reptantes y pulpoides y se limita a explicar historias. El Horror de Dunwich sigue pareciéndome un estupendo cuento fantástico lleno de descripciones entre costumbristas y terroríficas que en ocasiones he estado tentado de llevar al cómic.

Toni Boix: Aunque no me gusta caer en la cursilería, uno de tus personajes en La enfermedad del sueño aboga irónicamente y en un momento sublime de este cómic tuyo por un amor sordo, ciego y mudo, de espaldas a una realidad terrible que parece “cocerse” a las puertas de su casa. ¿Cómo entiendes el amor y el rol del individuo y de su pequeño núcleo de íntimos ante una sociedad sujeta a corrupción?

José María Beroy: Si hablamos de individuos… Yo soy de los que piensan que el individuo es el auténtico motor del avance de la humanidad. Quien inventa y crea es el individuo, no la masa. Y son las sociedades que no consideran a sus integrantes como individuos donde el fascismo y el comunismo germinaron.

Lo que yo pretendía poner de manifiesto a través de la metáfora de la historia de la chica demasiado curiosa es la manera en que podemos convivir, suspendiendo nuestro sentido crítico por necesidad o por comodidad, con situaciones aberrantes ya sea en política como en la vida normal. La misma actitud que tenían los habitantes de los pueblos cercanos a los hornos crematorios nazis, por ejemplo.

No estaba pensando en la corrupción en aquel momento, tenía un ejemplo más cercano: por aquel entonces supe de la historia de un niño maltratado que lloraba en el patio de luces de su casa y pedía auxilio. Todos en la escalera sabían lo que pasaba pero nadie hizo nada por él. Aunque la historia no terminó en una irreversible desgracia, es del tipo de cosas que te hacen pensar.

Luego está el caso contrario: el que denuncia a los demás por incumplir normas de dudosa moralidad. Clasificable en la misma categoría de los que no hacen nada.

En todo caso, esa era una visión algo simplista de las cosas y con el tiempo la he ido matizando, como los colores de Onírica.

Toni Boix: ¿En qué sentido la has matizado y en qué dirección? ¿De mayor optimismo o pesimismo?

José María Beroy: Siguiendo con la metáfora de los vecinos de los campos de concentración -esos a los que las tropas de EEUU obligaron a visitar- resultaría excesivamente simplista echarles la culpa de no haberse levantado en armas contra esa situación. Lo que me hace más pesimista es comprender el proceso lógico por el que esa rebelión no ocurrió. El proceso por el que esa sociedad escogió a un grupo de psicópatas como líderes, haciéndose cómplices de sus actos y asumiendo como algo necesario sus crímenes. Me hace más pesimista porque no se trata de un proceso irrepetible. Aplíquese esto a otros ámbitos: cuanto más experiencia has acumulado (y siempre será poca) más entiendes como funciona el Mundo y al mismo tiempo más consciente eres de que no tiene arreglo. Y que mejor que no lo tenga. Llenas así tu vida de matices y al mismo tiempo de pesimismo.

Por otra parte, no me considero del todo pesimista ni optimista: depende del pie con el que me levanto por la mañana (digo lo del pie a causa de mis ocasionales ataques de gota).

Me gusta considerarme librepensador… dentro de lo que cabe.

Toni Boix: Una de las historias incluidas en La enfermedad del sueño, la del mago que se enfrenta a su reflejo, ha sufrido una gran revisión en esta nueva edición. ¿La primera versión te resultaba muy insatisfactoria?

José María Beroy: Sí, tenía ganas de apuntalar un poco más la estructura de la historia con textos más explicativos y menos crípticos y darle un aire más espectacular al combate de los magos.

Nueva versión del combate
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

Toni Boix: En la última viñeta de La enfermedad del sueño aparece, a un lado y pequeñito, el cuadro El abrazo de Gustav Klimt, una forma muy sutil de cerrar el hilo argumental que sirve de nexo a los distintos sueños. ¿Con el tiempo llegaste a desestimar como opción creativa la presencia de ciertos subrayados argumentales que sí estaban presentes en tus primeros trabajos?

José María Beroy: Es que terminó por convertirse en una costumbre, y por culpa de la influencia de ciertas obras (Watchmen, en efecto) era algo que acostumbrábamos a hacer algunos autores en aquel momento. Decidí dejar de hacerlo y tomarme menos en serio a mí mismo.

Última página de La enfermedad del sueño
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

Toni Boix: Sí, resulta bastante manifiesta esa tendencia a tomarte las cosas con cierta guasa, lo que me lleva a recuperar parte de tus comentarios anteriores y preguntarte cómo llevas eso de ahorrar para poder dedicarte a ese proyecto autoral completo y, de poderlo realizar, si optarías por llevarlo por derroteros cómicos, fantásticos o intimistas.

José María Beroy: En realidad no me tomo a guasa nada de lo que me rodea, más bien al contrario. De viva voz soy un tipo bastante serio y aburrido. Hasta insípido. Es verdad que escribiendo me vuelvo juguetón. O pesao. Me han sido manifestadas de viva voz las dos opciones.

Respecto a lo de ahorrar… Bueno, quien tenga un hijo y aspire a tener una mínima calidad de vida ya sabrá lo duro que es eso.

Así que, por aquello de la atracción de las causas perdidas de la que ya hablé, no descarto en un futuro realizar un proyecto «autoral» pero no puedo precisar en este momento si ese futuro será lejano o cercano. En todo caso espero estar vivo y en un razonable estado de forma cuando llegue el momento.

Y sobre el tema se me ocurre una pregunta: ¿porqué no cómico, fantástico e intimista, todo a la vez?

Igual escribo algo sobre zombies. Los zombies venden mucho. Claro que también los tebeos de gatos. ¿Y si hago una historia sobre lindos gatitos-zombies? Espera, me juego algo a que ya está hecho. Ah, sí. Había una película sobre ovejas mutantes asesinas. Ya te digo… Nah, lo más probable es que acabe por hacer una historia sobre el fin del mundo, que es un tema nuevo para mí.

Toni Boix: Ciertamente, en los cuatro cómics incluidos en Onírica los sueños juegan siempre un rol de clave argumental importante. En su día, ¿lo hiciste porque te parecía una forma elegante de introducir lo sobrenatural en el marco de lo cotidiano?

José María Beroy: Los sueños siempre han tenido una gran importancia en mi vida: siempre he considerado que soñar es como ver películas surrealistas en sesión golfa y encima uno mismo suele ser el protagonista. Si a eso se le suma la implicación emocional que uno siente, se entiende mi interés en lo onírico-numinoso. Por eso amo el cine de David Lynch y ni siquiera trato de entenderlo.

Y sí, ciertamente, un sueño es una forma lógica de retorcer una historia pudiendo además introducir un agradecido tono surrealista a la vez que una buena herramienta argumental para esos momentos en los que, tras haber matado a un personaje muchos capítulos atrás, el actor decide regresar a la serie. ¡Todo ha sido un sueño!

Y todos contentos. No entiendo como no hicieron lo mismo en Lost.

Toni Boix: Para acabar, me ha llegado la noticia de que participas en la resurrección de la cabecera Hazañas Bélicas. ¿Qué nos puedes contar de este proyecto?

José María Beroy: Soy fan de Boixcar y recuerdo leer los tebeos de Hazañas Bélicas con avidez. En cuanto Hernán Migoya me propuso entrar en el proyecto no me lo pensé dos veces, porque la calidad del material ya producido es sencillamente impresionante, el guión de Migoya es lo suficientemente bueno y salvaje como para entusiasmarme (estaría en el centro de un improbable cruce de caminos entre Tarantino, Peckinpah y Lean) y la misma idea de como se planteará comercialmente es muy interesante. El problema es que poco tiempo después tuve la oportunidad de entrar en un proyecto con la editorial Casterman para dos álbumes y era una oportunidad que tampoco podía rechazar. Esto ha provocado un cierto retraso que estoy solucionando gracias a la ayuda de Joan Fuster, un fantástico dibujante que me está ayudando con los lápices de bastantes páginas. Estoy muy contento del resultado, ya que se fusionan dos formas complementarias de entender la historieta sin perder mi estilo. Creo será un caso en el que el todo será más que la suma de las partes.

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Salva
Salva
7 abril, 2011 12:17

Mira que siempre me ha gustado Beroy ( desde los detectives del pais al deadman ) y me voy a tener que comprar el recopilatorio por que no tengo Ajeno.
No se si ya me cae tan bien
😉

Txewaka
Txewaka
7 abril, 2011 13:19

Justo igual que tu Salva, de lo que se indica que sale en el recopilatorio también me falta «Ajeno».
 
Beroy es muy bueno, pero la pena es que no sea más prolífico (en fin lo bueno si breve…).

I, Spyder
I, Spyder
7 abril, 2011 14:38

 
A pesar de las ganas que le tengo a este recopilatorio, me echa para atrás ese error de ¿edición? Señalas que Glenat se compromete a restituir esa página con otra edición siempre y cuando así se solicite, supongo que debo realizar esa solicitud desde mi librería habitual, ¿es así?

nenoskoda
nenoskoda
Lector
7 abril, 2011 15:00

En los 90 seguía con atención la obra de Beroy, Pascual Ferry, Das Pastoras y Miguel Angel Prado. No me llamaban la atención sus guiones pero su estilo de dibujo me parecía interesante y «moderno», especialmente sus diseños y sus arquitecturas, aunque todavía se les notaba un punto de amateur. Miguel Angel Prado ha evolucionado hasta convertirse en un maestro yPascual Ferry y Das Pastoras son dibujantes sensacionales. Creo que Beroy no ha dado ese salto. Lo único que le noto desde sus primeros trabajos es una influencia de Craig Russell en el acabado de sus dibujos.
Hace unos años releí esos primeros álbumes que publicó en su momento Toutain y, aunque me sigue pareciendo un buen dibujante, me dieron la sensación de que el paso del tiempo no les había sentado bien. Los guiones que en su momento resultaban un poco confusos aunque eran ambiciosos en sus pretensiones, han sido muy superados por propuestas posteriores de, por ejemplo, Vértigo.
 
Es una lástima que un artista que de joven era tan prometedor y prolífico no haya cumplido las expectativas que tenía.

bruce
7 abril, 2011 18:44

Jorl, qué vergüenza, mi jeto en ZN. 
 Beroy, más putoamista que nunca en esta muy buena entrevista. Felicidades a Toni Boix.

Ismamelón
Ismamelón
Lector
7 abril, 2011 19:15

Las proyecciones del secreto psíquico y tal… Afortunadamente no sé nada sobre tebeos.
Muy curioso eso de los paseos con la abuela; aunque mucho antes, Fernando Fernández caminaba de la misma manera y todo acabó en forma de tebeo (lo leí en su libro). A mí lo que más me jorobó de leer, o perseguir, las historietas de este dibujante fue comprobar que sin sospecharlo había acumulado un montonazo de imágenes y principios sobre la fantástica. Todo un drama, pues desbordaba los apartamentos funebres en los que los modernos criticos de suplemento literario acostumbran a envolver a los fiambres del cuento. Recuerdo un libro muy gordo pero aún así importante, que luego supe estaba traducido a la brava y con sus postales y figurillas ejemplarizantes mal catálogadas, dedicado  al espacio fantástico que se hermanaba con el otro clásico de los personajes liminares y el cachondeo de los ritos de paso, puertas, pasillos, desiertos, y recuerdo que a cada parrafo de aquellos importantes libros ni necesitaba seguir el caminar de las viejas mitologías con las que el estudioso conducía aquellas reconcilaciones interminables entre los símbolos y las figuras religiosas, las prolongaciones técnicas psicológicas e históricas o los arcaicos mitos puestos a bailar cacha con cacha unos con otros. 
Accidentalmente tropecé sin tropezar. Un surtido de naturaleza infinita y perpetua, con la ventaja de que, al menos físicamente, todo aquel material provenía de un único autor. Y aparecía publicado como en un torrente que facilitaba el recordar reviviéndolo cada álbum, incluso ahora, con esta edición recopilatoria, puedo leerlas una a una y alejarme de ellas en una forma de progresión acumulativa ligando intuitivamente los símbolos adheridos por los que se descubre la prelación cronológica de su sentido figurado (sentido auténtico), ontológico. Por ejemplo, los lectores de la Biblia y los amigos de Jung pueden agarrarse con La enfermedad del sueño y acudir a la misa de El Cantar de los Cantares y comprobar si un enamorado puede distinguirse de su otro enamorado, un durmiente de otro durmiente, y, a las claras, un inconsciente de otro inconsciente. O los lectores de literatura romántica acudiendo sorprendidos a los sueños de Aurelia, tomando lo que escribía Baudelaire sobre el parecido entre Poe y sus personajes. Interminable. Quizás esa es mi historia favorita del recopilatorio. Pero todas están tan estrechamente ligadas que resulta complicado decidirse, en una cosa así como un incendio y si hubiese que escoger en su formato anterior… Porque uno de los aspectos más singulares de 999 y Mabuse es el lamento de lo invisible, los resortes lo urbano que también se encuentra en las historietas breves de La enfermedad del sueño. Creo que el abominable Spengler debió de imaginar un Mabuse mientras escribía sus apocalípticos escritos sobre la ciudad; de hecho, sueño con editar ilegalmente versiones de distribución gratuita para movimientos cristianos sectarios que creen en aquello viejo de la vida en el campo. Lo que me llevaría a balbucear muchas más burradas como que cuando me tocó leer a Henri Laborit (y de nuevo sin saberlo) ya llegaba yo provisto de un tropel de significaciones sobre la ciudad y el hombre. ¡Decidido!, la reedición del 2053 deberá ir precedida de un prólogo a base de cortapegas de Spengler. Así se acrecienta la mentira y se le otorga una densidad catastrófica como para tomarlo por verdad.
Y exijo otro recopilatorio de historias cortas.
SPAMear

Aviso de Spoiler

arthuravalonfansiteespañolodivision.com (en construcción)

Ismamelón
Ismamelón
Lector
7 abril, 2011 19:26

¡¿Un Migoya describiendo hazañas bélicas?! Y yo que creía que ahora estaba en plan intimista. Pues nada, ya espero una historia de trinchera, mutilación, sexo y generales voladores. Eso como poco.
Lo que hay que ir pensando es en robar una imagen de aquel tebeo suyo en que Jordi Pujol que se convertía en Thor al arrodillarse y utilizar a la Moreneta como martillo de uno de sus tebeos.   

I, Spyder
I, Spyder
7 abril, 2011 20:20

 
Muchas gracias por tu respuesta, Tony

Txewaka
Txewaka
7 abril, 2011 21:26

6.- Tony ¿como lo has sabido? jejeje
Si, es completismo, puro y duro, cuando publican este tipo de obras, siempre sale el mismo dilema y la tendencia de estos últimos años es esa, sacar obras completas, ponernos los dientes largo y por supuesto ponernos en el brete.
Ahora mismo tengo muchos frentes abiertos (sobre todo por las ediciones de Sandman, Hellboy, El Predicador.- aqui he picado esta semana.- Dreadstar o 100 Balas) las tengo todas menos 100 Balas pero es que ESTAN MUY CHULAS.
 

Pathfinder
Pathfinder
16 abril, 2011 0:31

Está claro que cada cual tiene sus opiniones muy dignas y muy respetables, pero no puedo evitar asombrarme ante un comentario del tipo «Es una lástima que un artista que de joven era tan prometedor y prolífico no haya cumplido las expectativas que tenía», refiriéndose a uno de los mejores autores de cómic españoles de todos los tiempos.
Beroy es -en mi opinión- un Maestro. Con M mayúscula. Y creo que, siendo excelentes, gente como Ferry, Prado o Das Pastoras tienen que «desayunar fuerte» para estar a la altura de Beroy en uno de sus días flojos.
 

Regina do Santos
Regina do Santos
20 abril, 2011 2:27

Nenoskoda tiene toda la razón, y ya no solo comparativamente (por más odioso que sea), ya que Ferry o Das Pastoras, empezando igual que Beroy, ahora le dan mil y una vueltas, sino porque este señor, más que evolucionar, ha involucionado, por lo menos, gráficamente. Sólo es necesario ver sus viejos trabajos para encontrar una soltura, una naturalidad y una fuerza que los más actuales no tienen ni por asomo. Es más, es que estos últimos rezuman la pretenciosidad del que pretende hacerlos lo más realista posibles cuando ni sabe ni tiene capacidad para ello.

Pathfinder
Pathfinder
20 abril, 2011 12:10

Lo dicho: hay tantas opiniones como aficionados. Es así y hay que aceptarlo sin más aspavientos. De todos modos debo decir que en algunas ocasiones se me hace un poco cuesta arriba, especialmente por la contundencia con la que alguna gente se expresa. Tildar al trabajo de Beroy de pretencioso y valorar cualquier tiempo pasado como mejor a mí me parece un desatino considerable. Y no digamos ya acabar directamente un párrafo poniendo en duda sus capacidades como dibujante. Propongo que se instaure en Zona Negativa el carnet por puntos y que una barbaridad de ese calado se sancione con la retirada de al menos tres puntos :-p
 
No les hagas caso, Beroy, que no saben lo que dicen…

JoseArtist
25 abril, 2011 1:58

Creo que hay algo de razón en lo que dice Nenoskoda, aunque también creo que podría haberlo dicho de una manera menos dura y más constructiva.
Ser dibujante de cómics es algo muy difícil y complicado (muchos no lo consiguen, lo digo por experiencia). Dicho esto, también quiero añadir lo siguiente:
Hay muchos factores que pueden afectar el éxito de un artista o a su reconocimiento, no quiero dar nombres, pero me viene a la mente uno español increiblemente bueno, que no ha recibido el reconocimiento necesario.
Por otro lado, yo creo que el dibujo de Beroy ganaría mucho si fuera más suelto y menos cómico. Sus figuras humanas a veces parecen no estar a la altura de sus fondos arquitectónicos, etc. ¿Pero quién soy yo para decirle a este gran dibujante de cómics como tiene que dibujar?
Yo creo que otros dibujnates han evolucionado más graficamente (por ejemplo Ferry) porque al necesitar introducirse en mercados extranjeros como el de USA, han tenido que transformar sus antiguos hábitos de dibujo. De hecho, pienso que la mayoría de los dibujantes tienen el mismo potencial, pero la diferencia la marca el entreno, la práctica y la constancia. Esta claro que para dibujar comics en la Marvel o DC de forma continuada hay que alcanzar un nivel de dibujo de anatomia humana muy alto que no a todos los dibujantes les puede interesar o gustar. Pero otros con un estilo menos realista o figurativo, pueden ser mucho más expresivos e interesantes. A mi los comics de Ferry me gusta ojearlos pero me parecen muy poco creativos hoy por hoy, están repletos de restricciones editoriales por todas partes. Pero sí, el dibujo de Ferry ha evolucionado más que el de otros autores que empezaron con él. Pero incluso así, si comparamos a Ferry con autores como Maroto, Neal Adams, Jim Lee, etc., él tampoco alacanza el nivel de estos, pero su estilo gusta mucho a las actuales generaciones consumidoras de superhéroes.
En cuanto a la falta de capacidad para dibujar: está lleno de dibujantes de éxito que tienen fuertes carencias: Juan Jimenez (sus anatomias son bastante deficientes), Lui Royo (tiene bastantes fallos de dibujo aunque luego los subsana con juegos de artificio), etc. Pero eso todavía nos dice más sobre la grandiosidad de estos artistas que son capaces de luchar contra sus limitaciones día tras día y no dejarse abatir. 
Y a pesar de todo lo dicho, yo busco los trabajos de Beroy frecuentemente para disfrutarlos, aunque creo; que podría lucirse mucho más si abandonara ese tipo de dibujo tan estático y aséptico.
¿No sé si he mejorado las cosas o las he complicado todavía más?
Un abrazo a todos, especialmente a Beroy que es uno de los grandes, por esos le metemos caña

Jose Maria Beroy
25 abril, 2011 11:25

Creo que voy a hacer como Howard Hugues: me voy a encerrar en mi cuarto, no me ducharé y dejaré que me crezcan las uñas.