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Los viejos tiempos 1: El rey no besa, Joann Sfar; Ponent Món; 144 págs., color, 20 €.

Llevábamos una buena temporada sin hablar de Sfar, algo imperdonable pero parcialmente propiciado por el hecho de que este magnífico autor, en pro de sus incursiones cinematográficas, había dejado de prodigarse tanto como antes en la Historieta. Bien está que, aunque con retraso, atendamos a esta nueva creación suya ubicada esta vez en andurriales cercanos al mediavalismo céltico de tintes mágicos, escenario que -como cualquier otro- se demuestra también perfectamente apto para que Sfar articule de nuevo los que son los motivos principales de su carrera.

De hecho, este cómic no queda muy lejos de los derroteros escénicos explorados por Sfar en alguna de las secciones de La Mazmorra, aunque en esta obra exista una menor apuesta por la aventura de capa y espada y los componentes mágicos que presenta la trama sirvan a temáticas más filosóficas.

En el mundo medieval de Los viejos tiempos algo ha alterado el curso natural del medio acuático y la capital de los adoradores del Dios Único gestiona las reservas de agua potable del planeta. Frente a estos adoradores monoteistas que han erradicado paulatinamente cualquier atisbo de magia y panteismo, aparecen los protagonistas del relato: un mago-zahorí que puede convertirse en lobo, su bella nieta capaz de transmutarse en zorra (literalmente, sin que quepan segundas lecturas… ¿o sí?) y un pastor enamorado de esta última e incapaz de aceptar las enseñanzas del «zahorismo», según las cuales nada es inmutable y el cambio acaba siendo la única constante.

Tenemos pues, por un lado, la mirada epicúrea y panteista de los zahorís, magos del agua, símbolo de todo lo mudable, que vehiculan el discurso vitalista y algo canalla del autor. Cautivados por la busqueda del placer, conscientes de lo volátil de deseos y sentimientos, abuelo y nieta no dudan en elaborar una compleja fábula llamada a permitir que el pastor deje a la chica tranquila y ella pueda vivir su vida… sin quedar mal ante él. Para fortuna del lector, puesto que la reacción del chaval «activa» el desarrollo de la historia, la mentira ejercerá el efecto contrario sobre el «enamorado», quien se lanzará en pos de su amada todavía con mayor ansia. Este chico -que hace las veces de héroe- opone a los zahorís una visión romántica e idealista de la vida, claramente platónica, supuestamente inamovible, perdurable, y nada parece capaz de ensuciar la imagen que se ha creado de su motivo amoroso, bien alejado en la realidad de las ensoñaciones que él se fabrica. Si ya esta confrontación de paradigmas éticos resulta chispeantemente interesante en manos de un creador tan eléctrico como Sfar -enriquecida además como está con sugerentes ideas acerca de la imagen que tenemos de nosotros mismos, las proyecciones que generamos a partir de esa imagen y aquello que habita realmente en nuestra intimidad-, todavía el autor la adereza con nuevos componentes, al incluir en la historia a un dios fantasma con pretensiones de granjearse un monopolio espiritual que, como ridiculización de los monoteismos más castrantes e infatilizadores, se opone a las veleidades hedonistas de los zahorís.

El relato tiene todos los tics propios de Sfar, desde un dibujo de desigual acabado puesto al servicio de esa fiebre tanto narrativa como expresiva que le caracteriza, pasando por una concatenación de escenas en ocasiones excesivamente abrupta, hasta llegar a esos animales parlantes que en los cómics de este francés siempre suelen replicar desde el buen juicio a unos humanos demasiado presos de sus convicciones. Todo ello, guste más o guste menos, que sobre gustos ya se sabe, nos embarca por enésima vez rumbo al corazón de la Sfaridad, ese espacio creativo reflejo de un autor apasionado, burlón, erotómano, clarividente, incisivo y locuaz, maestro narrador e inteligente pensador que -gusten más o menos sus formas- siempre siempre siempre acaba seduciendo a sus lectores.

[Reseña de El minúsculo mosquetero (Sfar) en Zona Negativa + Reseña de Klezmer (Sfar) en Zona Negativa + Reseña de El gato del rabino 4: El paraiso terrenal (Sfar) en Zona Negativa + Reseña de El gato del rabino 5: Jerusalén de África (Sfar) en Zona Negativa + Reseña de Sócrates el semi-perro 3: Edipo en Corinto (Sfar y Christophe Blain) en Zona Negativa + Reseña de Las olivas negras 1: ¿Por qué esta noche es diferente de otras noches? (Sfar y Emmanuelle Guibert) en Zona Negativa + Reseña de La Mazmorra Monstruos (Sfar, Lewis Trondheim y otros) en Zona Negativa + Reseña de La Mazmorra Amanecer (Sfar, Lewis Trondheim y otros) en Zona Negativa + Reseña de La Mazmorra Crepúsculo (Sfar, Lewis Trondheim y otros) en Zona Negativa].

3537Por el Imperio 3: La fortuna, Merwan Chabane y Bastien Vivés; Diábolo Ediciones; 64 págs., color, 15’95 €.

Y si en Los viejos tiempos veíamos como se contraponían dos visiones bien distintas del mundo, también en esta tercera y última entrega de Por el Imperio asistiremos a un ejercicio similar.

En los dos álbumes anteriores de esta saga habíamos ido encariñándonos paulatinamente de los integrantes de esta escuadra de élite de un trasunto de Imperio Romano y les habíamos acompañado en los prolegómenos de su batalla definitiva: hombres de acción, hombres de guerra, los mejores de entre los mejores, Glorim y su tropa habían sido enviados por el Emperador más allá del mundo conocido… y ellos se habían sentido dignos de tal misión y ansiosos de acometerla. Pero llegados a este punto, en el seno de una civilización olvidada y plagada de peligros inconcebibles, nuestros legionarios se percatarán de que es contra ellos mismos que deben luchar. Armados con la pre-concepción de las cosas que su matriz cultural les había legado, convencidos de que esa pre-concepción era la única válida y por lo tanto la necesariamente exportable, se verán desbordados por una realidad que sus mentes no alcanzan a albergar y, consecuentemente, descubrirán que están solos, desnudos y huérfanos ante un mundo que les es desconocido y ante el cual de nada sirven sus consignas de conquista y sus aptitudes sobrehumanas.

Frente a un planeta entendido como organismo vivo -a la manera del Mundo sin fín de Jamie Delano y John Higgins– en el que los seres humanos son intrusos entre glandes y vaginas que se los tragan, o por el contrario frente a un entorno concebido como proyección simbólica de la mirada de aquellos que lo contemplan, las criaturas de Merwan y Vivés admitirán que «no pueden superar dicha prueba sin perder algo de sí mismos» y, forzados a poner en duda la cosmogonía del Imperio, se despojarán de su pasado para abrazar un nuevo futuro: un nuevo orden, más primigenio, dado que el antiguo ha demostrado ser parcial y caduco, sustituyendo así la lógica del guerrero por un inédito anhelo fraterno.

Y todo ello, dicho sea de paso, en una historia domeñada de forma soberbia por sus autores, concretando a la perfección qué arquetipo se corresponde con cada personaje, atendiendo a cada uno de sus gestos, dosificando la acción y el nervio por los que -inquieta- se desliza la trama y urdiendo una propuesta gráfica tremendamente sugerente por su capacidad de presentar escenarios y criaturas terrenales como si de algo radicalmente amenazador y ajeno a nuestro mundo se tratase… logro también parcialmente atribuible al estupendo trabajo de Sandra Desmazières con el color.

[Reseña de Por el Imperio 1: El honor en Zona Negativa + Reseña de Por el Imperio 2: Las mujeres + Reseña de Una amistad estrecha + Artículo sobre Vivès con reseña de El gusto del cloro ].

3537Gauguin: Dos viajes a Tahití, Li-An y Laurence Croix; Ediciones Glénat; 104 págs., color, 17’95 €.

Finalmente, siguiendo con el rastro de cómics provinientes del mercado francés que se preocupan de confrontar distintas perspectivas vitales, en Gauguin: Dos viajes a Tahití nos encontramos con un relato gráfico que abunda sobre la cuestión de los pre-conceptos, aunque esta vez sirviéndose de alguien que busca en los Mares del Sur un espacio proto-histórico y virginal en el que inspirarse… sin contar que ese espacio apenas si existe en ningún lado aparte de en su imaginación.

Apoyándose libremente en las quimeras y la peripecia vital del pintor Gauguin, Li-An construye un relato sobre la necesidad de crear, la busqueda de unos motivos esencialmente artísticos y el deseo de conectar con la entraña más profunda de la existencia… enfrentadas todas esas aspiraciones con una realidad domesticada por la mediocridad puritana y un recatado convencionalismo, por la avaricia y el odio interracial y, al fin y al cabo, por la imperfecta talladura moral de todo ser humano, Gauguin incluido.

Obra narrativamente comedida, ordenada, víctima tal vez de los aspavientos de su protagonista pero también de la voluntad de su autor de manterse a una cierta distancia de sus personajes, su historia fluye con naturalidad aunque sin el suficiente brío. Imperfección destacable en una propuesta de interés por temática y trabajo de caracterización, que revisita planteamientos ya explorados por la narrativa española en proyectos tan recomendables como Jon Rohner: Marino (Alfonso Font) y Los Mares del Sur (Manuel Vázquez Montalbán). Imperfección -insistimos en ello- posiblemente debida no sólo a la irrelevancia formal y conceptual de la que adolecen muchas de las escenas de este Gauguin: Dos viajes a Tahití, sino también a un grafismo muy atractivo… mas excesivamente liviano, ténue e inconcreto en su retrato de la ambientación, elemento de gran importancia en una historia como esta, donde Tahití estaba llamada a ser verdadera co-protagonista de la aventura, ambientación que la acertada paleta cromática de Laurence Croix, aunque homenajeando constantemente al pintor del XIX, por sí sola no alcanza a poder conjurar.

Queda cierto sabor plácido tras su lectura, pero sobre una peripecia como la de Gauguin y tratándose de un artista de su talla, era de esperar que Li-An hubiese apostado por un abordaje literario y gráfico mucho más arriesgado y ambicioso.

[Interesante comentario sobre Gauguin: Dos viajes a Tahití en Suite 101].

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Mathieu
Mathieu
Lector
1 julio, 2011 18:59

Muy entretenido e interesante lo último de Sfar. La verdad es que yo no tocaba nada desde que abandoné lo de «el gato del rabino», que a mi parecer empezó esplendido xo acabó por aburrirme.
Estoy interesado en su saga con Blain del mundo antiguo. Es recomendable?
De todas maneras, el comic europeo me tiene desesperado con los plazos (alguien sabe que pasó con «Isaac el pirata de Blain?) y casi que ahora suelo optar por esperar la recopilación.
El de romanos tiene mu buena pinta por cierto, lo tengo pendiente.
Se agradece las reseñas de europeo!!

Ocioso
Ocioso
Lector
2 julio, 2011 9:44

Toni Boix ha comentado: Ánimo con el cómic de Vivés, es otro gran autor que te fideliza en un plis
 
A mí me fidelizó con media docena de páginas de El gusto del cloro. Por cierto, si no hay retrasos la semana que viene se publica Polina. Estamos a la espera de la reseña. 🙂