Uno es muy clásico y muy tímido. Los mp3 siempre me los he mirado de lejos y poner una grabadora en la mesa de un ponente me provoca cierta vergüenza. Es por eso que esta “transcripción” de la charla que Luis Durán y Carlos Giménez dieron en las 2ª Xornadas de Banda Deseñada de Pontevedra no es tal cosa. No es una transcripción. Más bien, la recreación de algunas partes de la misma a partir de los apuntes que pude ir tomando. No es tarea fácil. Aparte de clásico y tímido, también soy malo tomando apuntes. Y Carlos Giménez nunca paraba de hablar. Saltaba de un tema a otro y sus sentencias eran tan condensadamente atractivas que no podía prescindir de ninguna de ellas. Así pues, tomad este escrito como lo que es, el intento de atrapar el vago recuerdo de una ponencia esplendida a partir de notas más o menos incompletas.
Si alguna cosa dejó clara Carlos Giménez es que no tiene ningún interés en ser políticamente correcto. Visto lo “sonoro” de algunas declaraciones suyas, le pedí hasta qué punto podía transcribir la charla en un foro más o menos público como es Zona Negativa. Él me comentó que, mientras no sacara nada de contexto, podía transcribirlo todo. Intentaré cumplir con esa condición… y si en algún momento algunas de las cosas que ponga en boca de Carlos les parecen impropias de él, acháquenlo a mi impericia a la hora de recomponer aquella charla a partir de los apuntes que pude llegar a tomar.
JI: ¿Qué leíais en vuestra infancia?
Luis Durán: Todo lo de Victor Mora, el Jabato… También superhéroes. Spiderman, Triple Acción… Luego, cuando el boom del cómic de autor, fue cuando entré en contacto con revistas como Zona 84, Tótem… y con autores como Guido Crepax, Battaglia, Toppi… y por supuesto, Carlos Giménez.
Una de las imágenes que más marcadas me han quedado de esa época era de Corben, una portada con una mujer ensangrentada que aparecía en un especial de Creepy dedicado a Edgar A. Poe. Y mi primer libro, no es de extrañar, fue de Lovecraft.
Carlos Giménez: Yo empecé a leer tebeos en los años cuarenta, porque en aquellos tiempos, en los Hogares de Auxilio Social en los que estaba, no había nada más. Creo que mi afición por el dibujo me condujo hacia los tebeos porque no había nada más. Cierto es que me maravillaban pero, si en lugar de tebeos hubiera habido cuadros, quizás habría querido ser pintor.
La verdad es que los tebeos significaban muchas cosas en aquel contexto de escasez y pobreza. Por un lado, eran una puerta hacia lugares exóticos. El Mar de los Sargazos, Maracaibo, y otros emplazamientos de aquellas aventuras de infancia, sonaban lejanos y maravillosos. Eran una rendija de libertad en aquel sitio tan cerrado. Por otro lado, representaban un bien que intercambiar. Algo precioso. Por eso a mis amigos les decía que quería ser dibujante de tebeos cuando fuese mayor. No le decía lo mismo a la gente mayor. Me daba cierto reparo. A ellos les decía que sería médico.
Pero lo dicho, en mi infancia los tebeos significaron mucho. Con ellos aprendí a leer. Fueron mi primer modelo de lectura. También fueron, para mí, como láminas para aprender a dibujar. Y, por supuesto, la base de muchos juegos de imitación inspirados en los personajes de historieta.
Fueron tebeos como los del Guerrero del Antifaz y Purk de Gago, pero sobre todo El Cachorro de Iranzo.
Luego, más tarde, vino el Capitán Trueno y demás. Pero ya era cuando salía del colegio y leía también libros. Ya no los disfrutaba de manera tan única y especial. Los disfrutaba ya junto con otras cosas. Debo decir aquí que más tarde conocí a Víctor Mora y a su mujer, Armonía Rodríguez, y los dos se convirtieron en parte muy importante de mi vida. Para una persona huérfana como yo, la amistad de ambos ha significado mucho y he aprendido mucho de ellos, tanto en lo que respecta al mundo profesional como en lo que no. Debo decir que, por cosas como ésta, siento que he sido una persona afortunada en la vida, teniendo en cuenta de la situación de la que partía.
JI: ¿Y hoy en día seguís leyendo tebeos?
LD: Sí, claro. Va un poco por temporadas. Unas veces leo más cómics, La semana pasada estuve releyendo a Blueberry, otras prefiero dedicar el tiempo a un libro… A veces el cuerpo te pide una peli…
CG: Hombre, ahora leo menos tebeos que cuando era niño. Ya cuando trabajaba para Zona 84 no tenía tiempo para casi nada. Pero sigo leyendo, por supuesto. Para saber qué se está haciendo. Aunque para mí, el momento presente es idóneo para leer y releer cosas a las que en su día no les pude dedicar todo el tiempo que merecían. Los cómics de mi amigo Manfredo Sommer (Frank Cappa) son estupendos. Bien dibujados, literariamente bien construidos… Lástima que en la actualidad, al igual que Alfons Font, tenga que estarse ganando la vida dibujando las aventuras de Tex y no pueda estar contando sus propias historias.
Actualmente, si alguna cosa descuido, son el cine y la televisión. Pero miro de mantener mi relación con los tebeos y los libros. Bien pensado, creo que la vida me ha cundido poco. Mucha gente de mi edad sabe hacer de todo, pero yo he aprendido a hacer muy pocas cosas. Ser dibujante de cómics es un trabajo que pide mucho tiempo y no deja espacio para mucho más. El dibujante de cómics trabaja en soledad, no como en una película. Necesita datos de manera instantánea sobre un montón de referencias y eso no siempre es fácil. Si quiero dibujar una botella de Coca Cola, tengo que tenerla delante de alguna forma. No puedo dibujarla de memoria. Si la dibujo de memoria, quizás, me saldrá algo que recuerda a una botella de Coca Cola. Pero no una botella de Coca Cola.
JI: ¿Cómo fueron vuestros inicios en la profesión?
CG: Cuando yo me inicié, existía la figura del aprendiz de dibujante. Dibujantes profesionales que te acogían para que les ayudaras con los fondos de los cuadernillos semanales o quincenales de diez páginas en los que trabajaban. Esto te permitía ver cómo era la profesión y, con el tiempo, ellos mismos te iban buscando trabajos. Mi “jefe” fue Manuel López Blanco, que dibujaba las Aventuras del FBI para Editorial Rollán, iniciadas por Luis Bermejo. Yo siempre le llamaba “jefe” a pesar de que él me pedía que no le llamara así. Como ya os decía con respecto a Victor Mora y Armonía Rodríguez, he tenido mucha suerte. También con López Blanco. Me enseñó muchas cosas. Sobre la profesión y sobre la vida. Sobre los sentimientos, sobre el respeto…
LD: Bueno, mis inicios fueron en concursos de pueblos y de ayuntamientos. Recuerdo que comencé editando un fanzine en Oñate del que comenzamos imprimiendo 150 copias… Luego tiras de cómic para periódicos como el Diario Vasco… La verdad es que en los 90 no había ninguna editorial que sacara álbumes de alguien desconocido y era difícil entrar en las revistas. Las cosas no cambiaron, para mí, hasta que llegó el boom de las editoriales independientes e hice mi primer trabajo para Sins Entido. En cierta modo, la profesionalización me llegó sin darme cuenta.
JI: ¿Y hoy por hoy podéis vivir del cómic?
LD: Bueno, yo hasta que pasé a publicar con Planeta no vivía del cómic. Y tenía que alternarlo con trabajos de otro tipo. Ilustración y demás.
CG: Hombre, Luis lo tiene más fácil que yo para vivir del cómic porque puede hacer dos álbumes en un año. Yo sólo soy capaz de hacer uno (risas) Pero aquí me gustaría añadir una cosa, respecto a lo que ha dicho Luis del boom de las editoriales independientes. Yo no llamaría a eso un boom ni llamo editoriales a las independientes ni llamo tiradas a sacar 500 ejemplares de algo. No puedo llamarlas editoriales en la medida que no permiten que un autor pueda profesionalizarse trabajando para ellas. Y por eso la verdadera profesionalización es tan reducida.
Años buenos para la profesión fueron los setenta y los ochenta. Años que permitían trabajar con libertad. Ese sí que fue un verdadero boom. Empiezan a publicarse aquí los tebeos franceses y belgas. Surgen las revistas, muchas y variadas, con grandes tiradas y en las que se publicaban cosas interesantes. Donde nos metimos dibujantes más o menos hechos y pudimos hacer nuestras obras de autor. Ahora no hay libertad. La hay para hacer lo que quieras, pero nadie lo publica luego. Ahora todo es muy pequeñito. Las tiradas son ínfimas y los cómics han quedado escondidos como en catacumbas. Esas librerías especializadas en las que sólo entran los iniciados. Y eso no permite trabajar con tiempo, al no estar bien pagado.
Ahora los buenos dibujantes están trabajando para fuera. Pero eso hace que no haya mercado donde el autor pueda desarrollarse como autor. Sólo existe el mercado extranjero en el que el autor puede desarrollarse como dibujante. Como dibujante únicamente. Yo soy cabezón y aguanto aquí. Quizás por incapacidad para dibujar como Font y Sommer y poder hacer Tex. Gracias a eso sigo con Paracuellos (risas)
JI: ¿Cómo os posicionáis frente a la política?
LD: No he votado en mi vida. No creo en los políticos. Y tampoco les cedería un espacio en mis tebeos. No tengo interés alguno en hacerles publicidad.
CG: Cada cual somos producto de nuestro tiempo. Yo soy de los que opinan que vale más un bollo duro que un boñigo blando. Vale más una democracia mala que una buena dictadura. Nosotros, en la Transición, sentíamos que era una época de romper con lo prévio, de hacer cosas. Ahora la gente se ha apoltronado y la basura lo llena todo y todo es descafeinado. Todo debe ser políticamente correcto. También estamos en una época de transición, pero es una en la que el ascensor está bajando. Con nosotros el ascensor subía. Ahora el ascensor está bajando y encima no nos enteramos. Estamos todos aletargados frente al televisor.
JI: ¿Cómo planteáis vuestras historias?
LD: Depende, a veces parto de una idea, otras comienzo desarrollando alguno de los personajes que participarán en el tebeo… a veces parto de un título. Primero desarrollo la historia como un libreto teatral, con todos los diálogos. Posteriormente realizo el story-board y a partir de ahí comienzo el trabajo a lápiz.
CG: El haber trabajado para revistas, con un número de páginas fijas que debían repartirse entre los diferentes autores, ha hecho que me acostumbre a las historias de seis u ocho páginas. Aunque veo que cuando me manejo mejor es en historias cotidianas que van de las 17 a las 20 páginas. Ese es el espacio que necesito para contar una historia. Si son menos páginas, debo quitar cosas. Y si tengo más páginas disponibles, debo juntar historias.
Planteo las historias por temas y por épocas, de cuando estaba aquí o allá. Épocas de mi vida. Y eso me convierte en un mendigo de anécdotas, porque mi vida no da para tanto. Si hubiera hecho las Historias de Sexo y Chapuza sólo a partir de mi experiencia, habría más chapuza que sexo (risas) Así que organizo reuniones en casa, con antiguos alumnos de los Hogares y compañeros dibujantes, para que me expliquen cosas. Lo que ellos recuerdan, lo que ellos vivieron…
JI: Ambos tenéis un dibujo tendente a la caricatura. ¿Por alguna razón en concreto?
CG: Bueno, uno debe aceptar lo que sabe hacer. En mi caso el dibujo es caricaturesco, aunque también puedes observar en él registros diversos.
LD: Mi dibujo le viene bien al tipo de historieta que deseo contar. Mientras dibujo, la idea original va tomando forma o mejor dicho, va tomando más forma. Se condicionan mutuamente, Es algo así como una eterna partida de tenis. Lo importante de un dibujo no creo que sea su mayor o menor grado de aproximación a la realidad sino que logre trasmitir lo que se pretendía. Lo demás es literatura.
CG: De hecho, en Paracuellos, me di cuenta de que la caricatura amplificaba el grito que yo quería proferir al contar esas vicisitudes. Aumentaba la sensación de invalidez. De hambre, desamparo y miedo. Porque los personajes ven incrementada su expresividad con la caricatura. Así que vi que o dibujaba al niño o dibujaba el hambre. Y para dibujar el hambre había que desdibujar al niño.
LD: Supongo que tiene que ver con aquello que explicaba Mariscal, que a menor realismo, mayor identificación.
CG: De todas maneras, soy de la opinión que el estilo de dibujo de cada uno es como el amaneramiento de la caligrafía. Todos empezamos con los mismos modelos caligráficos y luego los degeneramos. Yo en mi día copié mucho a Frank Robbins y me hubiera gustado dibujar como Robbins, pero mi caligrafía ha ido por otro lado.
JI: Habéis trabajado poco el color. ¿Por algún motivo?
CG: La verdad es que yo tengo una concepción del mundo más por formas que por colores. Veo volúmenes, líneas… más que colores. Muchas veces, estando con amigos, me indican lo bello que es algo. Y aunque ellos me lo dicen por las tonalidades de color, yo sólo consigo apreciar las formas, la distribución de los objetos en un determinado espacio.
LD: La verdad es que dibujar en color me aburre mucho.
CG: A mí también, es cierto. Hay muchas cosas de dibujar historietas que me cuestan. La historieta es muy esclava desde un punto de vista del dibujo. No sabría decirte si es un modo de expresión, pero lo que está claro es que es un modo de comunicación. Y eso obliga a una disciplina, la de retratar y mantener los elementos que necesitas comunicar, explicar. La ilustración es más libre. Y tienes mayor amplitud de espacio para trabajar. Ahora, que estoy haciendo algo de ilustración, vivo muy bien el dibujar. Pero no con la historieta. Porque el guionista que hay en mí se lleva fatal con mi parte de dibujante. Aquello sobre lo que me encanta escribir, es un fastidio dibujarlo. Historietas sin apenas cambio de escenarios, todas con primeros planos. En las que te las tienes que apañar para conseguir que la composición no se haga aburrida. Recuerdo la historieta “Un día, un lugar, una cita” del álbum “Romances de Andar por Casa”. Gran parte de la historia gira alrededor de varias llamadas de teléfono de carácter intimista. El plano tenía que ser cerrado para reflejar ese intimismo y eso aún complicaba más presentar páginas y páginas de conversación telefónica sin resultar monótono visualmente hablando.
JI: ¿Cuándo hacéis vuestras obras, pensáis en el público al cual os dirigís?
CG: No creo que haya “un” público. Un solo público. A veces, cuando escribes algo, piensas en una persona determinada. Pero al público, así en general, tampoco hay que hacerle caso. Recuerdo que Greg, el guionista de Comanche y creador de Aquiles Talón, fue durante un tiempo editor en jefe de la revista Tintín de EditÍons du Lombard, para la que yo trabajaba. Y me hablaba de las Cartas de los Lectores. Las tenía en cuenta, se fijaba en ellas para decidir hacia dónde llevaba la revista en cuanto a contenidos. ¿Pero a quién haces caso? ¿A los cuatro que escriben? A mí se me acerca gente diciendo que le encanta mi Dani Futuro, pero que no soporta las historias de Paracuellos. ¡¡Y otros que me dicen justo lo contrario!! Ya digo, al lector no hay que hacerle caso. ¡Tienes que sorprenderlo! No darle lo que pide, que siempre le resultará previsible, sino aquello que le va a descolocar y encontrará novedoso. Y luego, por supuesto, otra premisa a la hora de plantear tus obras es partir de la base de lo que puedes hacer y no tanto de lo que querrías saber hacer.
LD: No especialmente, aunque siempre tengo a tres o cuatro personas cercanas a mí, que no son lectores habituales de tebeos, en los que confió y a los que les enseño mis álbumes antes de que salgan.
JI: ¿Cómo se publican vuestras obras fuera de España?
LD: He publicado algo en Francia. Y el año que viene publicaré allí de nuevo. Pero es evidente que para determinado tipo de cómic…aquello tampoco es Hollywood. Está un poco mitificado el mercado francés.
CG: Respondiendo a tu pregunta, pse, pse (risas) He tenido épocas. Momentos en los que he sido publicado tanto en álbum como en revistas, en varios países y con mayores tiradas. Pero ahora también hay un descenso del interés por cierto tipo de material en Europa y prácticamente no publico en Francia, aunque dentro de poco tiene que salir allí un tomo con tres o cuatro álbumes de Paracuellos juntos.
Ésta es una profesión que decae. Se han perdido lectores por el momento en qué se vive, lleno de basura e intrascendencia. Lo que tiene mayor audiencia y mejores tiradas es justamente lo más zafio. A todo nivel, no hablo tan solo del cómic.
JI: Nos consta que fuiste uno de los principales impulsores de la lucha por los derechos de autor en el ámbito del cómic.
CG: Sí, he luchado mucho por ellos. Por la recuperación de originales, para que los editores nos pagaran y consultaran cada vez que volvían a editar material nuestro. Algunos editores te respondían que “no era costumbre de la casa”, pero muchas veces teníamos más problemas con los compañeros dibujantes que con los editores. Los dibujantes somos perezosos, estamos acostumbrados a estar en casa… no a luchar. Aunque bueno, tampoco fui un pionero. Hace poco descubrí que Dickens, en su tiempo, ya se había estado peleando por estas cosas.
JI: Sorprendentemente descubrimos que ambos tenéis vinculación con Paracuellos. ¿Qué nos tienes que contar sobre eso, Luis?
LD: Así es, estuve en Paracuellos haciendo la Prestación Social Sustitutoria, por ser objetor de Conciencia. En Guipúzcoa sólo podía hacerla en la Cruz Roja y no me apetecía mucho pasarme un año recogiendo cosas raras en la carretera. Así que pedí que el destino que me dieran fuera dentro de la comunidad de Madrid o bien por Barcelona. Y, al final, me llamaron para ir a dar clases de dibujo, que terminaron siendo de cómic, en el hogar de acogida de Paracuellos. Allí estuve cerca de un año. Recuerdo que, cuando me llamaron para informarme del destino, flipé… ¡Paracuellos! Para mí aquel lugar era sinónimo de tebeo, sinónimo de Toutain editor, y claro, sinónimo de Carlos Giménez. Era como si me hubieran dicho que me destinaban a Gotham o al poblado de Astérix…
Yo me imaginaba que allí me encontraría, como en los tebeos de Carlos, con una colonia de niños con unos ojos muy muy grandes, y lo cierto es que sí, me encontré allí con una colonia entera de niños con unos ojos muy muy grandes .Eso sí, los instructores de la falange, evidentemente, habían sido sustituidos por unos monitores muy enrollados. Los niños ya no pasaban hambre pero tampoco tenían ningún lujo.
CG: Sí, yo he ido en varias ocasiones y aquello ha cambiado mucho, en ciertos aspectos. Recuerdo una vez toparme con un aula vacía. El mobiliario apenas había cambiado y encima de una mesa había un cuaderno. Me acerqué a hojearlo y, al abrirlo, me encontré con que llevaba una foto del Che. Aparentemente todo estaba igual, pero aquello le daba unos visos de normalidad a aquel contexto que en mi tiempo no tenía. Ahora los niños de allí me llaman “el mentiroso” porque dicen que ellos no pasan ni hambre ni frío.
- Sobre Paracuellos ha habido muchos proyectos, pero no pasan de ahí. Para películas en imagen real o dibujos animados, series de televisión… Me pagan para mantener los derechos durante un tiempo… Una vez me reuní en una misma semana con cuatro personas diferentes, en el mismo bar, un café antiguo, todos con propuestas para Paracuellos. Pero ya no creó que se haga. Todos lo han dejado para “el día de mañana” y “el día de mañana” pasó hace 30 años.
- La serie de Historias del Auxilio Social empezó sin nombre definido. Y, de hecho, al principio, estaban ambientadas en diferentes Hogares. Pero todo el mundo se refería a ellas como “las historias de Paracuellos”. Por eso, cuando el editor, ante la idea de recopilarlas, me preguntó “¿Qué nombre le ponemos a lo de Paracuellos?”, la cosa estuvo clara.
- El Sindicato de Autores de Cómic se formó con voluntad de que fuera apolítico, en el sentido de que no estuviera adscrito a ningún partido existente para que todos los autores pudieran sentirse cómodos en él. Pero luego, cuando el grupo fundador fuimos relevados, los que nos substituyeron lo afiliaron a la UGT y mucha gente acabó saliéndose de él. Nosotros lo habíamos empezado de cero, reuniéndonos días y días para redactar reglamentación y estatutos. Cuando resulta que no inventamos nada. Que todo aquello que nosotros nos esforzábamos en concretar ya existía en otra parte y sólo hubiéramos necesitado copiarlo. Pero aunque fuera así y a pesar de que luego aquello acabase yendo por otros derroteros, a veces no es tan importante el cambiar las cosas como el querer cambiarlas. Y el camino que haces para lograrlo. Eso es lo que te hace ser quién eres y lo que te hace sentir vivo.
- He hecho diversos trabajos para el cine. En películas como El Espinazo del Diablo, Hable con Ella, El Laberinto del Fauno y otra película muy mala a la que no le voy a hacer publicidad porque su director tampoco me acreditó (risas) Guillermo del Toro y Almodóvar suelen pedirme story de aquellos trozos de película que llevan efectos especiales. Para el Espinazo del Diablo hice además diseño de peinados, vestuarios, decorados… Ahora en el Laberinto del Fauno también estoy diseñando decorados. La verdad es que el cine es un medio fácil para el dibujante de historietas. La historieta es muy dura. Dibujos de tamaño reducido, sistemáticos y repetitivos en ciertos momentos… La historieta es como la novia a la que quieres mucho y no te corresponde. Es la fea y la guarra, pero es la que quieres y a la que eliges, mientras otras más guapas te van guiñando el ojo y tú no les haces caso.
- Tengo varios proyectos en mente para nuevas historietas. Uno es sobre la Guerra Civil, pero retratada desde la vida diaria de la gente que no está en el frente. Reflejando su miedo, su hambre, las alarmas, los refugios… Serían uno o dos álbumes. Otro proyecto sería una especie de Vidas Ejemplares de gente que conozco, pero en plan exagerado. Otro se llamaría La Tienda de (¿Jordi?) y trataría sobre la vida en una tienda de cómics, las anécdotas que allí se dan y el tipo de gente que pasa por ella, pero no acabo de encontrar material para esta serie. Por último, otro proyecto al que le doy vueltas se titula “Historias verdaderas que son mentiras”. Son esas típicas historias que la gente asegura haber vivido pero que son del todo inverosímiles. Con detalles sobrenaturales, fantásticos, asombrosos. Veré por cuál me decido cuando me ponga a escribir, tras finalizar el cuarto álbum de Barrio, porque sigo teniendo ganas de contar cosas.
- Hoy en día hay un cierto resurgir de la censura. De una censura que es autocensura. En las redacciones de los periódicos te avisan de que, sobretodo, no te metas con el fútbol. Que tiene muchos seguidores y no es cuestión de perder lectores por haberlos molestado. Tampoco nadie se atreve a meterse con el Islam, como si nos tuvieran a todos cogidos por los huevos. Mira, yo soy de la opinión de que o me matan o me muero. O me matan porque hablo o me muero porque callo. Cuando la Transición, los de Ultraderecha nos metieron una bomba en la redacción del Papus y no nos callamos. Sabíamos contra quién luchábamos. Pero ahora no nos atrevemos a hablar.
- Yo soy más tonto que listo. Pero exploto lo que soy y me ha ido bien. Porque es bueno reírse de uno mismo. Así la gente te comprende mejor. No hay cosa más triste que un tonto que va de listo, porque seguro que lo pillan. Yo nunca lo he intentado. He ido de tonto y me he ganado el cariño de la gente.
Bocato di Cardinale!!!
Un lujo a nuestro alcance por un par de horas que no olvidaré tan facilmente. Gracias por dejar impreso aquel momento Toni.
Besos y abrazos.
Menuda charla la de Carlos Giménez y Luis Durán!!!!
Muchas gracias por hacer público este impagable documento.Por si no hubiese quedado suficientemente claro, eres un fiera Toni!!!
Un saludo.
Gran trabajo Toni, además se nota que está hecho con entusiasmo y admiración al autor.
Gran Carlos Giménez. Qué obras más crudas, más sentidas y que más de uno debería leer para imaginarse cómo eran muchas cosas hace no muchos años.
Muy interesante!!!
Una bona conversa i molt interessant que ajuda força a conèixer aquests autors. S´ha de seguir en aquesta línia, trobo.
Endavant, Toni. Ets molt bo, endavant.!!:))
Nada, nada, yo sólo he sido un vulgar amanuense. El mérito fue de los que hablaban.
FELICIDADES TONI, HA QUEDADO MUUUY COMPLETITA!!!
Gracias por traernos las palabras de estos dos grandes autores, Toni. Es una pena que autores de enorme valía cono Carlos Giménez vivan con tanto pesimismo el momento actual de los cómics.
Creo que es fruto de la comparación con momentos mejores. Pero está claro que hoy en día material de la calidad y características del de Giménez y Durán no está entre lo más buscado por los lectores. De hecho, diría que el mercado de la BD en general ha sufrido una tremenda trivialización.
Vaya peaso articulo, cojonudo Toni! Me recuerda a mi mismo apuntando como un loco en el ultimo Salo de BCN 🙂
Me ha hecho mucha gracia lo de ser timido y poner un mp3, me paso lo mismo en las mesas redondas del Salo del Comic, algunas las pillaba del altavoz pero no quedaba muy bien, pero una pedi permiso para poner el mp3 en el suelo cerca de los ponentes y quedo bien. Eso si, se pasa una verguenza de «mira, ahora todos me miran con cara de ‘vaya freak'» simplemente por hacer algo que no es muy habitual. Pues imaginate si pasa esto en un circulo donde muchos ya somos frikis, lo que pasaria en un ambiente mas standard o «comercial»…. te detienen por intento de asesinato simplemente por acercarte a la mesa xDDD
No quiero colgarme medallas, pero creo que lo del mp3 lo puse yo de «moda» cuando insisitia para el Salo (o como minimo no tengo constancia que se hiciese antes, si es asi sorry por el atrevimiento y ego desmesurado xD)