Píldoras Nacionales 67: Entrevista a Keko

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RESEÑAS

La Protectora, Keko; Edicions de Ponent; 64 págs., BN, 20 €.

La potencia comunicativa del lenguaje historietístico es de tamaña magnitud que incluso a partir de un manejo rudimentario de sus principales elementos constitutivos resulta factible levantar propuestas narrativas mínimamente digeribles. Tanto es así que a menudo, como lectores, acabamos acostumbrándonos a una versión raquítica del medio, en la cual apenas si entran en juego muchas de las posibilidades expresivas del mismo aparte de cierta narrativa funcional, alguna que otra idea novedosa y un dibujo más o menos atractivo. Tal vez por eso, cuando uno se acerca a una historieta TOTAL como esta Protectora de Keko, nada cabe salvo el anonadamiento.

Argumentalmente hablando, nos hallamos ante una plausible secuela de la celebérrima novela The Turn of the Screw (Otra vuelta de tuerca), obra del escritor norteamericano Henry James que relataba la confrontación de una institutriz de mansión victoriana con unos supuestos fantasmas que acosaban a los niños que ésta tenía bajo su responsabilidad, una pareja de huérfanos al cargo de un pariente -su tío- que prefería tenerlos lejos de él. Keko retoma la historia allá donde James la dejó para presentarnos a la niña en casa de su tutor, tras la desgracia que ha sufrido su hermano y que ha provocado que la institutriz ingresé en un sanatorio. A partir de aquí, el cómic se adentra por derroteros diversos, relacionados por una parte con la pertinaz influencia que lo fantasmagórico ejerce sobre el mundo de los vivos y por otra parte con el retrato de una sociedad tensionada entre la estricta moralidad oficial y la insaciable bajeza de sus instintos, todo ello confluyendo de forma especial sobre la niña Flora como ejemplo paradigmático del proceso de depravación del inocente. Dicho ámbito temático, Keko lo plantea huyendo de los espacios comunes, apelando tanto más a la sensibilidad que al raciocinio, decidido a retratar sin paliativos el horror hasta sumirnos en la más absoluta oscuridad, sin que apenas quede espacio para una mirada ética debido al arrebatador e hipnótico empuje de la narración. Lo logra, como ya pueden ustedes suponer, porque no escatima esfuerzos en escudriñar qué potencialidades discursivas le ofrece cada momento, cada escena y cada recurso susceptible de ser utilizado por la historieta, para acabar demostrándose y demostrándonos que no hay razón para que continente y contenido no vayan de la mano. Y es que en el ámbito formal de esta obra nada resulta gratuito ni tampoco insuficiente, en un alarde de inconformismo artístico por parte de un autor que no ceja en su empeño de contar las cosas de la mejor manera posible puesto que, en el fondo, es plenamente consciente de que esa es la única manera de contarlas de verdad.

A nivel gráfico, Keko presenta unos personajes perfilados con trazo comedido, sencillo y de estilización discretamente caricaturesca, pero estos se hallan inmersos en una luz que transmuta ese código iconográfico, pervirtiéndolo. Texturas muy variadas y la irrupción alrededor de los protagonistas de todo tipo de elementos sobreañadidos formando un collage donde grabados, fotografías y ampliaciones de fotocopias encuentran sorprendente acomodo, manifiestan un imaginario ecléctico cuyo ensamblaje nunca llega a rechinar. Dicho eclecticismo, sin embargo, introduce en el discurso visual elementos de anormalidad y disonancia que -en el seno de un imaginario victoriano perfectamente reconocible, donde tanto el silencio como la penumbra esconden siempre algo- son interpretados como inquietantes y amenazadores.

La apuesta narrativa de Keko no es de menor envergadura, puesto que en La Protectora silencios y retazos de conversaciones se incardinan multiplicando de forma exponencial un story-telling estudiado al detalle. La gestualidad de los personajes, el sugerente simbolismo de las sombras, lo que se muestra y lo que queda fuera de campo, lo que acontece ante nosotros y lo que se adivina (o no) sucedió entre viñetas, la utilización de distintos elementos y planos discursivos y sus respectivos puntos de solapamiento tanto a nivel conceptual en la trama como a nivel gráfico sobre la página… todo ello contribuye a urdir una experiencia única y cautivadora , tan plenamente participada por su público que casi se diría que esta obra, más que leerse, se vive y se padece. Al fin y al cabo, cómo escapar de ese angustioso entorno en el que ya nada, ni siquiera la risa de una niña, mueve a la alegría o la ternura… donde todo acaba referido a ese horror acechante e informe que desde lo profundo de cada uno de nosotros, inunda el mundo. No se puede. No lo intenten. Dejen que La Protectora les lleve de la mano.

ZN ENTREVISTA A… KEKO

Toni Boix: ¿La Protectora nace del impacto que te ocasionó en su momento la lectura de Otra vuelta de tuerca o es más bien fruto del análisis calculado de las posibilidades comunicativas que te ofrecía su ambientación y temática?

Keko: La idea concebida por Felipe Hernández Cava para la colección de corte terrorífico El cuarto oscuro era realizar una serie de álbumes a partir de obras literarias clásicas del género que habían pasado al dominio público. Se trataba de hacer algo sugerido o inspirado por la obra más que una adaptación al uso al medio de la historieta. No tuve ninguna duda de que si hay un relato sugerente por su ambivalencia y ambigüedad era la novela de James, en la que por debajo de la historia narrada en primera persona por la institutriz intuimos toda una intrincada red de oscuras relaciones entre personajes de los que apenas sabemos nada pero que constituyen los sordos latidos que animan la narración y emponzoñan la mirada de la narradora sobre los niños. Encontrar el origen de esa corriente subterránea fue la tarea más difícil para mí hasta que fijé la atención en la frase que describe al distinguido tutor de los huérfanos, aparentemente el típico y atractivo señor acomodado de las novelas victorianas, como una persona que frecuenta malas compañías y que por encima de todo desea no ser molestado.
Al ser él, con su despreocupación y negligencia, poniendo a los niños en las manos de personas poco recomendables, el autor de la tragedia, pensé que podría ser una buena idea sacarlo de la cómodas tinieblas en las que habita en la novela para ponerlo delante de sus actos y los terribles sucesos que había preferido ignorar. Fue así como pude encontrar la vía para, una vez más, montar uno de mis habituales teatrillos solipsísticos a partir de un material ajeno que, para más inri, suponía la dificultad añadida de atreverse a manipular una obra maestra de la literatura.

Toni Boix: De hecho y tal como mencionas, si en Otra vuelta de tuerca el equívoco amenazador se nutría del subjetivismo narrativo, tú has buscado alimentarlo por vías bien distintas y mucho más propias del Noveno Arte. ¿Dirías que la polisemia del trazo y lo que se oculta entre viñetas permite mayores y más sugerentes ambivalencias que las que ofrece de forma aislada la prosa?

Keko: Obviamente, son medios distintos, pero creo que la forma en la que James cuenta su historia es insuperable en el sentido que apuntas. La exquisita prosa, la manera tan sutil y elegante en que nos va sugiriendo detalles sobre la personalidad de la narradora, que nos hacen pensar a lo largo del relato que algo no funciona en la cabeza de ésta, que nos hace pensar, al contrario de lo que ocurre con su señor pero con un extraño paralelismo, que el exceso maniaco de celo protector oculta muchas cosas oscuras sobre su sexualidad, y que a la postre la historia que nos cuenta en primera persona no es más que la justificación mistificada de un crimen, constituyen uno de los hitos del género, trascendiéndolo y empujándolo de cabeza a la modernidad.

Por el contrario, el proceso que yo seguí en La protectora, al igual que he hecho siempre en mis historias, es ser formalmente fiel a los códigos de género, en este caso los del folletín terrorífico y los de las películas de serie B que adoro, para intentar descorrer los muchos velos que ocultaban a los personajes “vivos” de la novela de James, adoptando sus diversos puntos de vista sobre los hechos “reales” sugeridos en el libro pero intentando no apartarme en el fondo del espíritu del relato original en el que sospechamos (la certeza absoluta es imposible) que los fantasmas habitan en nuestra cabeza e imponemos a los demás su existencia para no hacernos responsables de nuestros actos, en la ilusión de que somos gobernados por fuerzas que escapan a nuestro control.

Narración en paralelo, sombras en la noche, fantasmas, momentos que se pierden entre viñetas y una prosa engañosa
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Toni Boix: Sorprende, sin embargo, lo lejos que consigues llegar sólo siendo “formalmente fiel a los códigos del género”. ¿Por qué medios y con qué fines consideras que los géneros pueden ser todavía vehículos narrativos útiles, tras décadas y décadas de ser explotados y en un momento en el que parece que muchos autores, cuando buscan generar contenido de relativa trascendencia, sólo saben que subvertirlos o amalgamarlos?

Keko: Creo que la novela de James sería el ejemplo perfecto de acercamiento a un género sirviéndose de él como un paisaje arquetípico, en el que todo es aparentemente familiar al lector, para ir introduciendo elementos que no deberían estar ahí, que hacen al que lee cuestionar la “verdad” de lo narrado e ir asumiendo que no se le está contando una historia de fantasmas en una mansión victoriana.

Me gusta pensar que mi inclinación por las historias de género, aparte del gusto marcado a fuego por tantas lecturas y películas de infancia y juventud, es en gran parte debida a que me siento cómodo trabajando en esos escenarios naturales y bastante transitados que, no obstante, dan cobijo sin demasiados problemas a mis obsesiones. El riesgo de acabar contaminando con éstas esos espacios queridos y tan familiares es muy grande y las consecuencias pueden ser terminar en la parodia burda, o mucho peor, la trascendencia pretenciosa. Este ha sido siempre mi mayor temor y supongo que no me he librado de caer a menudo en ello aunque trate de evitarlo por todos los medios.

Toni Boix: ¿El papel que juega el collage en el acabado de tus ilustraciones guarda cierta relación con los impactos subliminales que determinados códigos gráficos –incluso en su mínima expresión- pueden provocar en el lector?

Keko: Creo que en La protectora la técnica del collage es más puramente estética, en busca de la creación de atmósferas oscuras y oníricas aprovechando las ventajas que para ello brinda la tecnología, que, por ejemplo, en 4 Botas, donde sí buscaba ese impacto emocional con la mezcla de imágenes de la cultura popular bastante arquetípicas que sirvieran de siniestro y sarcástico contrapunto a lo narrado; aunque allí no se puede hablar estrictamente del collage como técnica ya que casi todas esas imágenes estaban recreadas por mi mano y la memoria.

Toni Boix: Espero que me permitas discrepar de tu posicionamiento, porque me cuesta aceptar que las atmósferas oscuras y oníricas únicamente tengan una función estética. Al fin y al cabo, la oscuridad y el sueño son terrenos abonados para que campe a sus anchas nuestro subconsciente, el gran procesador de simbolismos que a menudo nuestra conciencia sólo llega a intuir. ¿Te consideras un autor reflexivo y racional o más bien impulsivo e intuitivo?

Keko: Me refería a que he usado el collage como recurso estético para crear esas atmósferas que, efectivamente, tienen siempre tanto protagonismo en mis historias, y que pretenden ser el reflejo del mundo interior de los personajes, mundo que rara vez expreso con palabras o, al menos, con las palabras que pongo en boca de éstos. En ese sentido, el valor de lo visual sobre lo “literario”, el gusto por las atmósferas expresionistas (e impresionistas), una querencia por la improvisación y por la escritura automática, hacen que sea cualquier cosa menos un autor reflexivo y racional. El que, a pesar de todo, me considere una persona de orden e intente que ese orden gobierne mis historietas, es una de esas contradicciones con las que todavía estoy aprendiendo a vivir.

Collage de iconografía victoriana transmutado hacia lo onírico y fantasmagórico en la segunda página
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Toni Boix: En una página a la que diría que alude Felipe H. Cava en el prólogo, tildándola de “metáfora sobre el lenguaje del propio medio”, Rymes conmina al lector a abrir bien los ojos y cerrar la boca. ¿Eres de la opinión que la historieta actual sufre de un exceso de trascendencia verborreica?

Keko: No sabría decirlo, es posible que se esté dando una cierta tendencia a lo literario o a situarlo en una categoría superior a lo visual en algunas obras surgidas de un tiempo a esta parte en el medio y que se englobarían a grosso modo en eso que se viene llamando novela gráfica. Algunas son muy estimables y aportan cosas muy valiosas al desarrollo de un arte que lleva experimentado en este sentido una evolución desde prácticamente sus inicios. Otras, en mi opinión, no esconden tras toda esa impresionante fachada de palabras otra cosa que torpeza narrativa, amateurismo con pretensiones. Tebeos buenos y tebeos malos, como ha sido toda la vida de Dios.

En mi caso particular imágenes y textos conviven a duras penas en una perpetua lucha por dominar la narración, una batalla que podría simbolizar la contradicción entre nuestro mundo interior y lo que llaman mundo real, aunque a veces se produzca un contrapunto casi musical entre ellas que hace que parezca que viven en algo parecido a la armonía. Ese personaje, Rymes, es un homenaje al propio henRY jaMES y a los huecos que su esplendorosa y equívoca “verborrea” nos deja para mirar directamente lo que se cuece en las alcantarillas de su historia; en ese momento, con esa frase, le hago callar para que nos podamos sumergir sin complejos en ellas hasta el cuello y disfrutar de lo que vemos.

Rymes y su perorata sobre como la moral y el lenguaje nos alejan de nuestra verdadera naturaleza
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Toni Boix: De tus anteriores palabras parece desprenderse que consideras contranatural la bastardía propia del lenguaje del cómic, dándoles la razón a aquellos estudiosos del arte que niegan la legitimidad del medio por encontrarlo orgánicamente burdo. ¿Es así?

Keko: Hablaba de mi caso particular y la lucha que mantengo para elegir entre las muchas formas que nos brinda el lenguaje de la historieta a la hora de narrar y que esa forma sea el continente más apropiado para el fondo del relato. Lo que consideramos “tebeo clásico”, con el que más o menos yo me puedo identificar sin mayor problema, utiliza, efectivamente, un lenguaje que fue incorporando, tras su origen, digamos, sin pecado concebido, las formas narrativas del cine en su fase de madurez o las formas estilísticas de la literatura de género. Los resultados de estas incorporaciones, en mi opinión, deben ser juzgados siempre en función de los logros que los distintos autores de historieta obtuvieron a través de ellas y nunca generalizar para tachar de contranatura o ilegítimo al medio, en una simplificación que sólo muestra desprecio y vana suficiencia por parte de ciertos estudiosos del arte. Por no hablar de la ignorancia que supone obviar unos orígenes de este lenguaje, que no olvidemos nació a la vez que el cine, y a unos pioneros que experimentaron con él como niños con un juguete nuevo y que emparentaron este arte con el de las vanguardias de su época. Sin embargo, es cierto que, con la incorporación de esos parientes más o menos lejanos a la casa, y debido a las exigencias de una industria acomodada a un público que ya veía todo a través de la mirada del cine, se produjo una dañina estandarización normativa de los modelos narrativos en el cómic que acabó arrinconando los hallazgos únicos e intransferibles del medio que se produjeron durante su gestación y que tardarían muchos años en volver a ser reivindicados y recuperados.

Toni Boix: ¿La contigüidad física de secuencias temporales distintas bajo el amparo de una misma página, tal como lo articulas cuando Flora y la institutriz se dirigen cada una por su lado hacia la estación de tren, sería un ejemplo de esos modelos narrativos de difícil parangón por parte de otras artes?

Keko: Sí, aunque la unidad de peso en la historieta sea la viñeta, podemos agruparlas en una superior que sería la página y así ésta funcionaría como un elemento contenedor de tiempos y ritmos, independiente en sí misma. En este sentido, procuro utilizar estos recursos sin abusar y siempre al servicio de lo narrado, aunque en 4 Botas, por ejemplo, me desmelené porque creo que la historia lo pedía.

Diferentes maneras de fundir diversos momentos dentro de una misma página
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Toni Boix: ¿Hasta qué punto crees que esa plifacética naturaleza del medio, su excesiva estandarización evolutiva y la pobreza de parte de sus propuestas guarda alguna relación con una apreciación que el mismo Felipe H. Cava hizo en nuestra página, afirmando que en la historieta contemporánea muchas imágenes resultan “de segunda mano, sin otra función que la de competir comercialmente con otras, y que, por tanto, únicamente muestran lo obvio y castran el relato que debe nacer de ellas”? ¿Opinas, como él, que “vivimos una degradación del valor de las imágenes, convertidas en una extraña familia en la que se imponen las de visión más rápida (y) que se han vuelto cada vez más profanas en su modo de traducir la realidad”?

Keko: No me considero capacitado para enmendarle una coma a Felipe Hernández Cava, alguien que para mí es autoridad por su amor al medio y su magisterio cabal en los distintos campos en los que ha venido trabajando por la historieta en este país. Por aportar algo, quizás yo no esté seguro de que lo que él menciona como un mal de la historieta contemporánea no lo haya sido también de la historieta en general en algunos momentos determinados de su ya larga historia, o que incluso sea un mal endémico que viene arrastrando desde que la llamábamos (de forma cariñosa, eso sí) “el cine de los pobres”, hasta lo que actualmente podríamos llamar “la novela de los pobres”: imágenes que resignadas acompañan textos, que los ilustran o adornan sin aportar nada a lo narrado más que pura funcionalidad o vacuo artificio. Reconozco que me veo continuamente atrapado en esta dialéctica perversa, de tal manera que muchas veces he tratado de eliminar completamente los textos, o convertirlos en puro ruido transformando así el mal en el mal contrario, o directamente hacer que sean parte gráfica de la historia como si estuvieran dibujados más que escritos.

Toni Boix: Entonces, crees que cuando texto y dibujo conviven, ¿es el segundo quien lleva las de perder comunicativamente hablando?

Keko: En mi caso procuro que sea siempre lo que narran las imágenes el verdadero sustrato de la historia. Que el lector mire más que lea para que se meta en el relato y pueda comprenderlo en su esencia, o al menos se haga parecidas preguntas a las mías e intente responderlas si le apetece.

Toni Boix: Pero para hacerlo así, optas por una aproximación gráfica más equívoca que unívoca, hasta puntos no siempre al alcance de las palabras. ¿Te parece consubstancial al arte ese componente mítico y esquivo que lo aleja de la lógica racional siempre deseosa de establecer catalogaciones claras y estancas?

Keko: Creo que al dar a las atmósferas el mismo protagonismo que a los personajes, ya que para mí aquéllas no son sino la proyección visual de éstos y sus diferentes puntos de vista, el resultado es una serie de imágenes codificadas o simbólicas que necesitan de cierto grado de interpretación por parte del lector para comprender las vicisitudes del relato. Para hacer más liviano este esfuerzo requerido y que el sufrido lector no salga espantado, procuro que lo narrado por las imágenes esté representado por un lenguaje gráfico muy familiar, incluso en muchas ocasiones tópico, y que así el lector pueda sentirse como en su casa, sentado cómodamente ante la chimenea con su bata y sus pantuflas, y acabe abriendo la puerta a un extraño que quizás sea él mismo.

Silencios y atmosferas para contar mucho más con palabras que sin ellas
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

Toni Boix: ¿Técnicamente hablando, qué pasos sigues a la hora de abordar el apartado gráfico de tus obras?

Keko: Pues supongo que he seguido la evolución típica de muchos dibujantes que han adoptado con entusiasmo las nuevas tecnologías tras haberlas mirado con recelo de amanuense. También debo decir que, contra lo que se pudiera pensar, la computadora no me ha hecho mucho más cómodo el trabajo, y es posible que la enorme cantidad de pijadas que puedes hacer con ella acaba por resultar mareante y que a veces eche de menos la sencillez y el torpe desparpajo con las que resolvía antes las cosas. Pero creo que una vez que descubres la maravilla del Ctrl+Z, el tener acceso a un monstruoso depósito de imágenes con las que jugar, y que puedes salir a la calle con las manos totalmente limpias de tinta (yo he sido siempre un dibujante bastante guarro), ya no hay vuelta atrás.

Toni Boix: ¿Es pura casualidad que la mayoría de tus obras abunden en personajes torturados y de ahí se deriven abordajes gráficos similares o esa coincidencia responde a una apuesta consciente por unos contenidos temáticos concretos y por un estilo que sientes como el único auténticamente propio?

Keko: No es casualidad, como muchas personas con sentido del humor, soy un tipo con un sentido bastante cenizo de la vida. Lamentablemente, puede que este sentimiento se extienda con demasiada frecuencia e impunidad a mi actividad como autor de tebeos y mis personajes tiendan a ser trasuntos de mi persona, diosecillos manipuladores que han de enfrentarse a la responsabilidad de sus actos a los ojos de sus criaturas, saliendo casi siempre malparados del empeño.

Toni Boix: Al principio, al referirte al tutor de los huérfanos, expresabas ya ese deseo de que éste se enfrentase con las consecuencias de sus decisiones, tema sobre el que ahora pareces volver. ¿Por qué es tan importante para ti esta noción de responsabilidad para con lo que uno ha desencadenado a veces sin pretenderlo?

Keko: En la novela de James nos encontramos con una narradora que nos cuenta una historia para descargar su responsabilidad en la muerte de un niño y culpar a unos imaginarios fantasmas de ella. También se nos muestra de refilón a un señor “que no desea ser molestado” tras tomar unas decisiones absolutamente equivocadas y dejar a unos inocentes en manos de personas más que dudosas y, sobre todo una de ellas, un criminal con el que pudo compartir algo más que sus trajes. Yo escogí este tema de la responsabilidad como una metáfora del creador que debe asumir las consecuencias de lo que echa al mundo muchas veces con la impunidad que da la inocencia o la bondad supuesta de antemano acerca de los propios actos. Pensar que al creador le está permitido todo es algo que hay que poner en cuarentena si es verdad que somos seres sociales.

Toni Boix: ¿Podemos decir, entonces, que esta vez tu perspectiva vital ha encontrado fácil acomodo en el universo simbólico propio de la Era Victoriana?

Keko: Ese universo simbólico es la base de todo lo que me obsesiona. La dualidad, la lucha feroz entre el progreso del ser racional y la barbarie primitiva inherente a la bestia que habita dentro de nosotros, la impoluta fachada de las apariencias que oculta terribles pecados, creo que son algo todavía vigente en nuestra época y son los temas de las grandes obras maestras de Conrad, Stevenson, Wilde o James que han sido mi principal fuente de inspiración junto a la maravillosa chatarra producida por la cultura popular.

Toni Boix: Antes parecías expresar tu incomodidad ante la posible adopción por tu parte de cierta pose de trascendencia pretenciosa y ahora contrapones grandes obras narrativas con la chatarra (maravillosa) producida por la cultura popular. ¿Todo lo importante ya se dijo y a los autores de hoy sólo os queda jugar con los restos que dejaron tras de sí los grandes maestros?

Keko: Se dice que todo está ya contado y “más visto que el tebeo”. Si asumimos con humildad este hecho, no nos queda, a los que vamos por la vida contando historias, más remedio que desplazarnos por un camino descubierto y ya muchas veces transitado por otros y que sólo tenemos la opción de recorrerlo a nuestra manera. Personalmente, procuro hacerlo deteniéndome a menudo a mirar el paisaje en sitios que a otros se les podían haber pasado, o que no han merecido su atención, y quedarme allí sin más interés por el resto del viaje o su meta.

Toni Boix:
En La Protectora el personaje de Rymes se pregunta por la verdadera naturaleza del hombre, al que parece concebir como más cercano al übermensch nietzchiano que al buen salvaje de Rousseau. En este presente que nos ha tocado vivir, inmersos en un proceso de desmoronamiento económico y social, ¿crees que todavía tienen vigencia preguntas como esa?

Keko: Creo que hacernos preguntas como esas y después basar ideologías sobre ellas nos llevaron a dos guerras mundiales en el siglo XX que consiguieron que creyéramos en la ciencia económica y su aplicación en la sociedad democrática como única vía a la felicidad posible. Ahora vemos que el mercado es tan falible y malvado como el peor de los hombres y que democracia no significa más que ir a votar cada cuatro años a las intercambiables marionetas que gobiernan en nombre de los bancos y que tendremos que buscar otra cosa. Aunque creo que será inútil porque estoy convencido de que el impacto contra la Tierra de un meteorito gigante nos extinguirá como a los dinosaurios.

Toni Boix: ¿Entonces eres del parecer de que hacernos preguntas puede resultarnos contraproducente?

Keko: No, siempre que en el fondo no deseemos saber las respuestas. Las respuestas siempre nos harán infelices o harán infelices a otros. Aunque no sé si ya mucha gente en estos tiempos difíciles se hace otras preguntas que no sean ¿podré pagar el alquiler este mes? o ¿me operarán la hernia en este lustro?

Toni Boix: ¿Qué sentiste cuando llegaste al final de La Protectora, dejando a Flora, esa niña perversamente traumatizada, en manos del iluminado Rymes, sumidos ella y su tío en la más absoluta oscuridad?

Keko: Sentí un poco, al igual que el tío de la niña, el pudor del que cree que ha mostrado demasiado de sí mismo y que debe volver a echar el telón para que el lector siga ocupándose de sus propios fantasmas.

Toni Boix: ¿No es irremediablemente propia del artista esa tendencia a sobreexponerse?

Keko: Sí, es irremediable sentir que vivimos en un mercado, exhibiéndonos como mercancía que alguien tiene que comprar. Hacerlo con cierta dignidad y no convertirlo en algo puramente pornográfico cayendo en la autobiografía es otra de las numerosas batallas que mantengo como autor de tebeos.

Toni Boix: Presupongo, sin embargo, que tu posicionamiento profesional como “contador de historias” no obedece únicamente a necesidades crematísticas, sino que responde a alguna otra pulsión más profunda y particular.

Keko: Creo que caigo en la perogrullada si digo que habrá pocos autores de tebeos en España que estén en este “negocio” por el dinero. Dicho esto, quizás sería más apropiado que esta pregunta la respondiera un especialista en los trastornos de la mente.

Toni Boix: Y ya para terminar, ¿por qué esa repulsión hacia la autobiografía que diría compartes con tu amigo Felipe H. Cava?

Keko: Quizás la palabra repulsión sea algo fuerte si se refiere a mi afición como lector que aprecia y disfruta con todo tipo de relatos y géneros. Comparto plenamente con Felipe lo que él dice sobre que no hay géneros o tipos de historieta “mayores” y “menores” y en ese sentido también recelo del auge que el tebeo autobiográfico parece vivir en estos tiempos, avalado por ciertos sectores, sobre todo en los más ajenos al medio de la historieta (bueno, y en algunos no tan ajenos), y que vendrían a poner este tipo de historias “vividas en carne propia” en un plano superior, como el paradigma de un tebeo “adulto” o de “autor” enfrentado al “de toda la vida”, el tebeo juvenil o infantil, saco al que arrojan a casi toda la historia del medio. Como autor, esta vía de contar la vida es algo que ni he considerado porque creo que hay formas mucho más bonitas e interesantes de contarse a uno mismo, que básicamente es lo que hacemos todos los que nos dedicamos a esto, a través de historias aparentemente extrañas a la propia y autoengañosa experiencia biográfica. También intuyo que una autobiografía siempre será un plagio porque mi vida ya me la han contado otros antes, muchas veces y mucho mejor de lo que podría hacerlo yo mismo.

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frog2000
frog2000
10 noviembre, 2011 15:06

Genial tebeo, genial Keko. Gracias por la entrevista.

guolberin
guolberin
Lector
10 noviembre, 2011 17:19

Me encanta Keko, pero éste cómic me pilló por sorpresa, no sabía nada de él hasta que lo vi en la tienda, iba a comprarlo pero es que 20 eurazos por 64 páginas en blanco y negro, duele. Al final, se quedó en la tienda y ahí sigue, espero poder pillarlo pronto… o que alguien me lo regale por Reyes, por ejemplo

Arkaban
Arkaban
10 noviembre, 2011 17:50

La verdad es que la entrevista me ha dejado interesado, pero 20 euros es demasiado dinero para mí ahora mismo.

Carlos
10 noviembre, 2011 21:02

El libro es una pasada, tenéis que leerlo, y cuando lo acabéis, tendréis que seguir con el comic. Ya no os parecerán caros los 20 euros. Para mi Keko ha sido el descubrimiento del año.