Fallece JuanJo Sarto

Me enteré anoche. Había estado dos días fuera, entre familia, alejado del ordenador, y me sorprendió la noticia al verla en el correo. Andaba (ando) yo griposo y resfriado y aquello se me cayó encima. Lo anunciaba Álvaro Pons en La Cárcel de Papel y Alberto García sabía glosar concisamente en Entrecomics algunos de los principales hitos que le certificaban como figura de referencia en el mundo del cómic español: JuanJo Sarto había muerto el día de Reyes.

Poco puedo hacer yo ahora, salvo dejar constancia también en esta página de su partida… y compartir con vosotros algunas breves anécdotas que creo ayudan a hacerse una idea de cuál fue su talante y porque, hoy, tantos le añoran.

Al principio del periodo que me pasé trabajando en Ficomic, yo no sabía quién era JuanJo Sarto. No le ubicaba y no tenía constancia de haberle visto nunca. Sin embargo, cuando contactaba con algunas editoriales para conocer las novedades que preveían sacar para el Saló, con vistas a elaborar la revista del evento, no eran pocos los que me preguntaban: ¿pero eso no lo hacía JuanJo Sarto? Lo decían extrañados. No molestos conmigo, pero sí expresando de forma involuntaria cierto disgusto por la ausencia de JuanJo. Yo, que seguía sin saber quién era Sarto, empecé a preguntarme que tendría el hombre de especial y, vaya usted a saber por qué, me imaginé que el tal JuanJo sería aquel joven que solía traducir la mayoría de las mesas del Saló (y que en realidad se llama Diego). No salí de mi error hasta el día en que conocí personalmente a JuanJo Sarto… no sin caer antes en un nuevo equívoco. Carles Santamaría me llamó para que me pasara por su despacho y, al entrar y encontrarme allí con Sarto, cuando Carles me preguntó si sabía quién era, yo respondí efusivamente diciendo: «Claro, Antonio Martín«. Se diría que JuanJo todavía se ríe ahora, con aquella sonora carcajada tan propia de él y que yo escuché por primera vez aquel día.

Vino después un periodo breve de colaboración que evidenció el potente anecdotario de JuanJo y sus muchas tablas en el mundo editorial. Se hacía manifiesto, también, que a JuanJo se le quería… y mucho… mucha gente. Cuando yo ya no estaba en Ficomic, no era extraño que alguien me mencionase a JuanJo, a veces con preocupación por su estado de salud, a veces con agredecimiento por algún cable profesional que JuanJo les había echado. Yo, sin embargo, pasé casi dos años sin contacto directo con él. Hasta hace poco. Cuando las circunstancias propiciaron que tuviésemos de nuevo la oportunidad de coincidir en un proyecto. JuanJo era tan consciente de lo precario de su salud que no deseaba adquirir compromisos que no pudiese cumplir. A pesar de eso, de nuestra última conversación telefónica me quedó clara una cosa: JuanJo las había pasado de todos los colores… incluso creo que algunas veces tuvo que alquilar su pluma en trabajos puramente alimenticios; pero si seguía escribiendo sobre cómics, achaque tras achaque, ingreso hospitalario tras ingreso hospitalario, es porque llevaba el tebeo en la sangre… y amaba el legado que el medio le había reportado. Imagino que tendría sus manías y sus defectos, como todo el mundo, aunque siempre me dio impresión de ser «buena gente». Pero sé que supo amar aquello en lo que había trabajado durante la mayor parte de su vida… y que, por el camino, supo hacerse querer. Por eso hoy, en esta Navidad que ya se apaga, parece que al cielo le faltan más estrellas de la cuenta.