Loveless: Vuelta a casa

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Edición original: dic. 2005/ may. 2008; Vertigo (DC Comics).
Edición España: mar. 2007/jun. 2009; Planeta DeAgostini.
Guión: Brian Azzarello.
Dibujo: Marcelo Frusin
Entintado: Marcelo Frusin
Portadas: Marcelo Frusin.
Color: Patricia Mulhivill.
Precio: 9’95 €

Antecedentes

Tras una primera miniserie ambientada en el mundo del western y también publicada bajo el sello Vertigo (El Diablo), Brian Azzarello formó equipo de nuevo con Marcelo Frusin (con quien ya había trabajado en Hellblazer) para ofrecer al lector lo que el propio guionista define como un hermano pequeño de 100 Balas ambientado en el Oeste, mucho más oscuro pero también más lineal. El tomo de 128 páginas a color que nos ocupa recoge los cinco primeros números de una serie que en USA llegó –cancelación mediante– a los 24 números.

Argumento

Blackwater, Missouri (c. 1867). Han pasado dos años desde el final de la Guerra de la Secesión y el país se encuentra sumido en la depresión de la Reconstrucción. Mientras los soldados de la Unión pacifican el país enfrentándose a algunos confederados rezagados, los libertos de raza negra tienen que hacer frente a las primeras sociedades racistas. Es una época oscura, desoladora, en la que los supervivientes deben asumir los desmanes y la pobreza que todas las guerras, y especialmente las civiles, llevan consigo.

En medio de este panorama Wes Cutter, un antiguo soldado confederado al que todos creían muerto, regresa a su tierra en busca del hogar y la esposa que dejó atrás para, al fin, encontrar la paz. O al menos, eso es lo que todos creen. Todos menos él.
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Western como contexto VS Western como protagonista

Vaya por delante: el western no me hace especial gracia como género fílmico o literario (a excepción de Sergio Leone). Pero Loveless tampoco es que pueda etiquetarse dentro de ese género a la ligera.

Ya desde el escenario en el que acontecen los hechos, vemos que será una pieza atípica, pues los desiertos fronterizos y las ciudades desoladas que suelen ser marco tradicional de las películas del Oeste aquí se han sustituido por el centro noroeste americano: Missouri; una tierra de verdes praderas bañadas por el río del mismo nombre en la que la hierba y la lluvia abundan tanto como el calor.

Esta diferencia puede que a algunos les parezca risible, pero contextualmente supone diferencias notables. La premisa de la mayor parte de los westerns clásicos era la de un hombre en busca de las fortunas que podían ofrecerle las tierras vírgenes. Beneficiados por la Homestead Act que promulgó Lincoln, cualquiera con ganas y valor podía ocupar parcelas gratuitamente en los terrenos estatales del Oeste, siendo esta tierra de oportunidades pieza fundamental en las obras que hasta ahora trataban el género.

Desde esta óptica, la misma geografía era un punto central en las películas con las que John Ford, William Wyler o Howard Hawks nos deleitaban. Era el Western como protagonista, matizado por historias puntuales que hacían referencia a las vicisitudes de aquellos que intentaban instalarse y hacer frente al medio, a los terratenientes sin escrúpulos nacidos de la oportunidad, o a los forajidos.

Pero en Loveless la acción transcurre en un estado confederado, habitado desde antes de la Guerra y, por tanto, en el que las escrituras tenían validez. No es además un páramo yermo, sino una tierra que ejemplifica a la perfección el contraste entre los estados industrializados del Este y los agrarios librecambistas del Centro y del Sur, verdadero detonante de la guerra.

Aquí las tierras son un mero marco, una excusa argumental. En este cómic los personajes no van en pos de aventura, sino que vuelven de los horrores de una guerra que les ha marcado para siempre para encontrar de nuevo la paz de su hogar sin saber que ya no existe tal cosa; que ha cambiado irremediablemente. Y Loveless se centra en ellos: en los que perdieron su casa, su honor y su moral; en aquellos que deben enfrentarse a los desmanes que perpetraron; en los que no aceptan a los ganadores de la guerra; en aquellos encargados de pacificar la zona; y, finalmente, en los que fueron a la guerra como esclavos y vuelven como hombres libres. Es, por tanto, un cómic de personajes, de historias particulares, tan solo enmarcado en un espacio temporal concreto. Es el Western como contexto.

Tal vez le haga cercano este punto a los spaghetti-westerns de Sergio Leone que tan alegremente se citan en la contraportada ya que, si bien estaban ambientados en el Oeste tradicional, sí había en ellos una voluntad de contar historias que podrían suceder en cualquier lugar y tiempo (no en vano, Quentin Tarantino prepara un remake ambientado en la II Guerra Mundial). Pero, si bien a nivel formal podemos establecer este paralelismo (como veremos más adelante), en absoluto podemos hacerlo a nivel argumental más allá del hecho de dar protagonismo a las personas y no a los lugares o situaciones.

Los spaghetti-westerns eran, aunque a veces muy duros, claramente desenfadados, y rara vez se nos proporcionaba un acercamiento psicológico a los personaje. A este respecto cabe recordar que Clint Eastwood no poseía ni siquiera nombre en la llamada Trilogía de los Dólares (Por un puñado de dólares, La Muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo), y que aunque personajes como el del Coronel Mortimer (genial Lee Van Cleef) o el de Tuco (aún mejor Eli Wallach) sí tenían un pasado, lo más importante de estas aventuras era el ritmo, el tono irónico y el sentido de la aventura. A excepción de Hasta que llegó su hora (con Charles Bronson, y en un tono radicalmente distinto a las anteriores que tal vez lo acerque más a Loveless), eran películas sin grandes pretensiones, si bien este heho no supone un impedimento para que constituyan auténticas obras maestras.

Sin embargo, donde en las obras de Leone había ironía, en Loveless hay cinismo; donde había aventura, aquí hay drama; y donde había personajes esbozados y fuertes, aquí los hay profundos y curtidos. Son matices, muy mediatizados por la necesidad de hacer referencia a personajes que regresan a un pasado que debe ser explicado al lector para poder ser comprendido.

El retorno y el desencanto hacen que, si pudiera compararse este cómic con alguna obra del Western moderno, sea con Sin Perdón, definida como un western crepuscular no tanto por la edad de los protagonistas, sino por el hecho de estar protagonizada por personajes que tal vez no deberían haber sobrevivido, pero que lo hicieron. Esta es, tal vez, la mejor descripción que podría hacerse de los personajes de Loveless.

Ahora bien… ¿es esto original? Más allá de la propuesta inicial, el personaje cambiado por la vida que vuelve a casa es un punto común no ya del western, sino de muchas obras cinematográficas y literarias. El lector más exigente podría decir que Loveless no es argumentalmente innovadora, y le daría la razón. Sólo puedo decir que, subjetivamente, la historia está muy bien contada y que a mi me atrae: ofrece lo que promete, superando incluso las expectativas del lector e innovando mínimamente; y lo hace sin complejos y sin pretensiones.

Azzarello a los guiones

El hecho de que hasta ahora haya comparado Loveless con multitud de obras del Séptimo Arte no es casual. Guionística y formalmente, Loveless es extremadamente cinematográfica. Las viñetas (5-6 por página generalmente y casi siempre delimitadas al estilo clásico) adoptan frecuentemente el formato panorámico, buscándose tanto ese efecto cinematográfico como la voluntad de enmarcar el componente figurativo en un contexto que lo matice, lo engrandezca y le dé valor. En efecto, la inclusión de los personajes en una puesta de sol, entre las calles de una ciudad o rodeados de miembros de su banda de truhanes, aporta un componente épico importante al cómic. Son imágenes que tanto en una película como en un cómic resultan estáticas, plenamente dedicadas a potenciar los rasgos psicológicos del personaje.

Cuando por contra se requiere una viñeta que introduzca una acción, en principio no estática pero que se desarrolla durante un buen tiempo sin apenas variaciones (una cabalgada, un paseo entre el bosque), Azzarello introduce viñetas de media página o más de un tercio. Pocas veces dedica una página entera a una acción, pero cuando lo hace es para sublimar la sensación de epicidad que emplea en las viñetas panorámicas.

Para las acciones puntuales de los personajes en exteriores usa viñetas regulares, de 1/6 de página (fondos naturales apenas esbozados); proporción que pasa a 1/4 de página cuando la acción es interior (por la mayor necesidad de detalle que desea aportar a la escena).

Finalmente, están las viñetas pequeñas, cuadradas y regulares. Vuelve aquí a ser tremendamente cinematográfico, pues las dedica a ofrecernos primeros planos faciales o gestuales en escenas de tensión elevada (antes de un tiroteo, por ejemplo). Alarga así el tiempo (obligándonos a detener la mirada en un mayor número de viñetas) para ofrecer al lector un clímax potente. Tal vez Sergio Leone sea aquí un referente obligado, pues era muy profuso en ese tipo de clímax eternos, muy centrados en primeros planos feístas de los personajes.

El uso del flashback, en su variante más repentina, también es muy usado por Azzarello para informarnos de ese pasado que, como vimos en el apartado anterior, resulta ineludible en la historia. Pero otras veces usa un tipo de flashback muy poco común en el cómic pero relativamente frecuente en el cine: la coexistencia en una misma viñeta del personaje en tiempo presente y del mismo personaje en tiempos pasados, diferenciados cromáticamente (en sepia el segundo). Aparte de un recurso expresivo muy potente, Azzarello lo usa para dotar de contenido viñetas que habitualmente no lo tendrían. Como si se avergonzara de ofrecernos un simple tiroteo durante dos páginas; como si pensara que el lector pasaría rápidamente esas imágenes, Azzarello dota algunas situaciones de este tipo de contenido para obligar nuevamente al lector a detenerse pero, sobre todo, para contrastar aún más la vida pasada y la presente de los personajes: cómo ha cambiado su situación y cómo han madurado. Es, desde luego, un recurso arriesgado, pero Azzarello lo maneja increíblemente bien. Chapeau!

Respecto a la construcción de personajes, no hay maniqueísmo en Loveless. Todos los personajes tienen aristas, todos pueden ser nobles en algunos momentos y tremendamente mezquinos en otros (excepto el protagonista, que parece tener claro a dónde se dirige). El mundo, como en 100 Balas, vuelve a ser una escala de grises, en una perspectiva necesaria para no tomar partido (o precisamente para hacerlo) en unos tiempos convulsos. La filosofía de la obra es la misma que la del personaje principal, y puede resumirse en la siguiente frase, extraída de las primeras páginas del cómic: “Todos tomamos las armas para defender lo que creíamos en nuestro corazón que era justo según la Ley de Dios. Bueno, resultó que era una plaga de mentiras […] Que le den por culo a la Unión, y al Norte, y al Sur, y a los negros, y a los blancos, y a los pieles rojas. Que le den por culo a todos”.

Nuestro antihéroe, Wes Cutter, empieza el cómic con una visión que, a medida que avanza, el lector comprende: entre tanto ideal corrupto y engañoso, entre tanta muerte y desolación, entre tanta ambición disfrazada de moralidad, no puede haber diferencias entre buenos y malos; no puede uno permitirse el lujo hipócrita de servir a un supuesto bien mayor. Sólo existe la voluntad y la capacidad de sobrevivir. Y eso sólo es posible en un bando: el que está integrado por uno mismo y aquellos de quienes se espera fidelidad.

Para expresar este cinismo vital, como en 100 Balas, los personajes vuelven a ser clichés, ¡pero qué clichés tan bien llevados! Azzarello incorpora frases lapidarias cuando hacen falta, mientras deja que los personajes hablen a través de sus acciones, más que a través de sus palabras. Autocitándome: “[…] por su comportamiento duro y despreocupado (casi fatalista), por la experiencia que una vida intensa les aporta y por su forma de actuar y sobrevivir, estos personajes han de ser clichés o no ser.” Pero a pesar de ello, y a diferencia de los personajes de 100 Balas, podemos aquí vislumbrar cómo los personajes han llegado a ese punto tras una peripecia vital que los cambiado. Parafraseando lo que dijo el propio Azarello en una entrevista para CBR, este cómic va acerca de cómo personas inicialmente buenas y decentes se ven obligadas a cruzar la línea para poder sobrevivir; y es ese cambio, que puede afectar a cualquiera de nosotros, el que pretende plasmar. En este sentido, el tipo de flashback que emplea es esencial a nivel conceptual, ya que permite enfrentar, como si fuera un espejo, a los personajes del presente, ya maleados, con los del pasado, aún inocentes.

Fruto directo del carácter psicológico de los personajes es su uso de la violencia. Azzarello no se para en barras y radicaliza totalmente a los personajes en este punto, acercando Loveless a la dureza de las películas de Sam Peckinpah (Grupo Salvaje y Pat Garret y Billy el Niño). Es una violencia cruda, seca, que golpea el estómago como un martillazo, sólo justificada para establecer el retrato moral de los caracteres.

Tal vez, lo único que pueda achacarse al tebeo es que la estructuración narrativa es mucho más compleja de lo que a priori puede esperarse. A Azzarello le gusta la narración compleja y está muy influido por su obra magna, de forma que muchos diálogos sólo cobran sentido en una relectura o centrando mucho la atención. Hay quien puede decir que, para un western, es demasiado complicado e incluso poco apropiado… pero a mi personalmente, me gusta.

Marcelo Frusin a los lápices

En consonancia con el argumento y el diseño de página, el acabado gráfico de los personajes es también netamente cinematográfico. El personaje protagonista viste igual que Clint Eastwood en las películas de Leone, con un poncho que actúa como elemento distintivo (nadie más lo usa en toda la obra). Otros personajes, como Boyd o Ruth, tienen una inspiración actoral difusa, aunque en la figura del coronel Redd esa intuición llega casi a la certeza (en algunas viñetas volvemos a ver a Clint Eastwood sin ningún género de duda, concretamente en el perfil de la viñeta superior de la página 94).

El uso de las sombras y las manchas de tinta negras es aquí predominante y esencial a la hora de marcar la intensidad de algunas escenas pero, sobre todo, al caracterizar a los personajes y envolverlos en un halo de misterio. Tan es así que rara vez se nos permite contemplar los ojos de los personajes, que siempre aparecen entre sombras (por el ala de los sombreros) o con los ojos directamente guiñados. A este respecto, hay muchos puntos en común a nivel facial entre Wes Cutter y V en V de Vendetta: en ocasiones sólo podemos ver una sonrisa, una barba y unos ojos en penumbra.

Por otra parte, la línea que emplea es detallista y entrecortada para los rasgos faciales, rara vez esquemática, y muy profusa a la hora de plasmar volúmenes corporales (de gran verosimilitud anatómica) y ropajes (para los cuales el uso de las manchas de tinta también es esencial). La suma de todos estos factores resulta en un dibujo realista, pero que conserva su dinamismo sin caer en las redes del hiperrealismo.

El trabajo de Frusin establece una simbiosis muy efectiva con los colores que Patricia Mulhivill (también en 100 Balas) aplica: saturados, limpios, casi siempre cálidos y de gran plasticidad, con predominancia de una paleta de colores amplia.

Destaca también un uso integrado, parco y adecuado de las onomatopeyas allí donde son necesarias. Aparecen pocas veces, es cierto, pero son realmente importantes en un comic-western: los balazos, los percutores o los sonidos que quieren destacarse en un mar de silencio deben tener una expresión gráfica si quieren ser significativos.

Conclusión

Es indudablemente pronto para decidirse, aunque el principio no puede ser más prometedor. Buenos personajes, una historia estupenda y un dibujo excelente. Si la serie no se alarga demasiado (en principio está programada para unos 50 números) será una obra notable. En cualquier caso, este tomo se lo recomendaría a todo el mundo, le guste el western o no. El único pero: Temática y formalmente no es muy original.

ADENDA: Tras haber leído los 24 números en los que se ha quedado esta serie (de los cincuenta inicialmente previstos), he de decir que me ha decepcionado bastante… su motor argumental se agota rápidamente, los personajes acaban desdibujados y la impresión inicial varía de forma radical: es una serie para incondicionales del género con limitado interés para el lector generalista. Una pena reconocida por el propio Brian Azzarello en la New York Comic Con de 2008: «Tíos, os he fallado con Loveless. Tenía un defecto de nacimiento y no ha podido sobrevivir; si pudiéramos volver atrás, lo haríamos”.

Páginas recomendadas
  • Artículo de la Wikipedia en inglés y ficha en Comic Book Database, muy útiles para seguir la serie y su publicación.
  • Brian Azzarello hablando de la serie a propósito de su salida en el mercado estadounidense para Comic Book Resources y Newsarama. Tanto una como la otra resultan lecturas muy ilustrativas.
Más números de esta colección
  • Loveless vol. 2: Espeso como la sangre. 168 págs. 11,95 €. Planeta DeAgostini.
  • Loveless vol. 3: Caída de Blackwater. 288 págs. 20,00 €. Planeta DeAgostini. Último número. Reseña.

Última actualización de este artículo: 23 de enero de 2010

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Jackal
Jackal
6 abril, 2007 11:12

Yo me he comprado los dos volumenes en inglés y son impresionantes! Tanto en el dibujo como en el guión.
Por cierto, una reseña impecable.

Parasiempre
Parasiempre
6 abril, 2007 11:43

Es de lo mejorcito que me he leido y comprado ultimamente. Total y absolutamente recomendable.

El hermano Vudu
El hermano Vudu
Lector
6 abril, 2007 20:45

Parece muy recomendable. Tras la reseña probaré a ver. ¿dibuja Frusin todos los numeros de la serie?. ¿que otras obra ha hecho?

EMPi
EMPi
6 abril, 2007 22:05

Me esperaba más, sobre todo en guión. La estructura es simplona y aburrida además de ser oscura. El relato no se vertebra con naturalidad. Es artificiosa y de discurso banal. Flojo…. se esperaba mucho más.

Mark David Chapman
Mark David Chapman
10 abril, 2007 20:29

Yo me lo lei del tirón y me gusto mucho, para cuando más????
EMPi, como no tenía claro a que te referias con «artificiosa», lo he busacdo en interner y
«1. adj. Hecho o elaborado con artificio, arte y habilidad.»

si te esperabas mucho más por que te parece «elaborada con arte»jejejeje.. es koña!!!

http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=artificiosa

Danny
25 octubre, 2007 1:58

jiji