Binky Brown conoce a la Virgen María

 

Edición original: Binky Brown Meets the Holy Virgin Mary USA.
Edición nacional/ España: mayo de 2011.
Guión: Justin Green.
Dibujo: Justin Green.
Formato: Libro cartoné, 72 págs. a color..
Precio: 18€.

Binky Brown conoce a la Virgen María: la gran obra perdida.

Este Binky Brown es una auténtica obra maestra y uno de los clásicos más influyentes de la historia del cómic, como suena. Y va un chico que cree que sus manos, pies y bragueta lanzan rayos lascivos que mancillan imágenes y símbolos religiosos, como suena, también.

Su importancia dentro de la historia de los tebeos no es objeto de debate, sino una verdad aceptada. En el canon que hizo The comics Journal tomando como objeto la historieta americana del S.XX, Binky Brown aparecía por encima de cualquier obra de, entre otros, Will Eisner, Robert Crumb, Milton Canniff, Frank Miller o Alan Moore. El propio Crumb, como Chris Ware o Art Spiegelman, encargado del prólogo de esta edición, reconocen su deuda con Justin Green, el autor.

Binky Brown cambió para siempre la historia del cómic. Hay un antes y un después, quizá el más evidente e importante desde que Winsor McCay descubriera la planificación y la narración visual tal y como la conocemos hoy día. Desde su primera publicación, en mil novecientos setenta y dos, ha abierto un nuevo camino que todavía sigue explorándose, dando lugar a muchas de las obras más importantes de la historieta posterior.
En el epílogo, Justin Green, que ya es un orgulloso abuelito, nos cuenta que, pese a que figurones de la cultura de entonces como Tom Wolfe o Federico Fellini recibieron muy efusivamente su trabajo, él no logró ganarse los garbanzos con esto de dibujar viñetas y ha dedicado la mayor parte de su vida profesional al muy honrado oficio de rotulista. También nos explica que, cuando apareció su obra maestra, fue, quizá, la primera vez que se publicó un libro sobre trastornos obsesivo-compulsivos.

Los originales de Binky Brown conoce a la Virgen María, repitámoslo: uno de los tebeos más importantes e influyentes que se han hecho jamás, estaban en el garaje de un coleccionista privado, un tal Albert Mose y su cuidadora los prestó para realizar esta edición, en la que aparecen todas las correcciones que el autor hizo sobre las láminas, con el papel envejecido y un par de acuarelas que pintó en su momento para ir dando forma al proyecto.

El libro está publicado de forma que da la sensación de ser un objeto extraño y precioso, un tesoro recuperado del olvido para el disfrute de nuevos lectores.

Ahora es nuestro. Como aficionados, tenemos la responsabilidad de recordar esta obra, de mostrarla orgullosos y evitar que un caso como el de Justin Green, un auténtico genio, se repita, por aquello de que no hay nada más triste que el talento malgastado.

Como lectores, a cambio, tenemos la posibilidad de disfrutar de una de las lecturas más divertidas, cachondas y, sin embargo o precisamente por eso, profundas, innovadoras y mágicas que la historieta ha ofrecido nunca. Con ella nos sabemos testigos de la transformación de nuestro medio favorito en algo diferente y mejor.

El titular es éste: «Binky Brown conoce a la Virgen María es la primera novela gráfica autobiográfica de todos los tiempos».

Sin duda habrá quien afirme que, cuando el mundo está preparado para un descubrimiento, éste termina por darse. Puede que sea cierto, que, a lo largo de los setenta, con el cómic underground en pleno apogeo, si no lo hubiese hecho Justin Green, habría sido algún otro poco después; como también, si Albert Einstein no hubiera dado con sus teorías, quizá hubiera sido algún otro el que las hubiese enunciado y eso no resta para que el famoso bigotudo despeinado sea un genio.

Justin Green es el eslabón de la cadena que unió a los llamados «hijos bastardos de Proust», esos escritores como Kerouak, John Fante o Bukowsky que fueron adalides de la contra-cultura americana, con el cómic. Por extraño que parezca ahora que damos por segura su categoría de arte, antes de Binky Brown, a nadie se le había ocurrido que pudiera expresarse conscientemente, no implícitamente dentro de una serie de aventuras o humor mejor o peor pagada dependiendo del contrato, sino como objetivo principal de su trabajo, con eso de los tebeos.

Justin Green estaba atormentado por una neurosis y decidió exponer sus causas, sus síntomas y su liberación construyendo una historia de cuarenta páginas con una presentación un nudo y un desenlace. Utilizó todos los recursos del medio para poder exponer lo que ocurría, no sólo en su entorno, sino también dentro de su cabeza. Asistimos a su educación ultracatólica, al conflicto que encuentra en su infancia, cuando descubre qué es eso del pene y la vagina, y en su adolescencia, cuando despiertan sus instintos naturales mientras le inculcan que el pecado de pensamiento le puede llevar a una eternidad de sufrimiento y le convierte en una mala persona. Vemos el cacao mental que se forma, intentando inútilmente simultanear sus instintos con su voluntad religiosa mal entendida y peor inculcada y cómo, finalmente, se libra de semejante empanada cerebral que a punto está de costarle la cordura.

Cabe suponer que, en el momento de realizarla, su autor ya podía ver el problema que sufrió con cierta distancia, así que hay en su obra un distanciamiento irónico muy recomendable que hace que no sea un tratado sesudo, sino una comedia con momentos de carcajada, que, sin embargo, no eluden el sufrimiento, tonto, irracional, gratuito, que padeció él mismo y padece su alter ego Binky Brown ante nuestras narices en las viñetas. Esa angustia, que le lleva entre otras cosas a darse cabezazos contra la pared, desear haber nacido mujer, sentirse atraído por objetos de goma que mitiguen sus necesidades carnales y, posteriormente, a sufrir por apuntar involuntariamente con sus pies, manos o pene a cualquier lugar de la ciudad en el que haya una iglesia o una imagen religiosa, es el que hizo que, finalmente, se decidiera a contarlo en forma de cómic. Quizá, si no lo hubiera pasado tan mal, no se le habría ocurrido hacerlo; así, al menos, toda esa ansiedad sirvió de algo.

Las suyas son unas bromas morbosas, hoy día siguen resultando políticamente incorrectas y, por tanto, aún más divertidas, aunque tienen algo de obsesivo; el cómic empieza con una famosa imagen en la que el autor aparece atado en una especie de instrumento de tortura medieval, dibujándolo con la boca y confesándonos que está mal de la cabeza. Justin Green cambia el estilo de dibujo, el trazo y la forma de los paneles para contar lo que ocurre, lo que imagina, explicar los sentimientos que le hacen tanto daño, criticar los fundamentos religiosos mediante segmentos satíricos… Siempre con un riquísimo abanico de recursos que sirven a la narración. Así, descubre que la represación visual y el lenguaje de la historieta pueden utilizarse sin más finalidad que la de contar lo que a uno le sucede y cómo le hace sentirse.

Binky Brown animó a otros autores a seguir ese mismo camino que, hasta entonces, les había pasado increíblemente desapercibido. Sin su influencia, directa e indirecta, es posible que no tuviéramos ahora un Mis problemas con las mujeres, American Splendor, Maus, Persépolis, Paracuellos, Epiléptico, Viaje al corazón de la tormenta… Pero también se habría perdido ese ánimo de verosimilitud que anima a autores de otros géneros no confesionales, esa sensación de que esto de las viñetas con dibujitos hay que tomárselo en serio.

Sería injusto juzgarla sólo por eso. Es una obra maestra, no una pieza de museo. Está hecha para disfrutar….

Veamos a Binky asustado por la zurraspas de sus calzoncillos, pensando en cómo debe ser el alma de un pecador, imaginándose que unos malvados acosadores sexuales le atan desnudo con una atractiva compañera de clase; pensando que su papá es malísimo porque no es lo bastante religioso, riámonos de sus pajas mentales y compadezcámosle. Veamos cómo el narrador nos explica que eso de pecar de pensamiento es como cuando intentas ser amable con tu simpática abuelita y una voz por dentro te anima a decirle «te voy a meter un pepino por el culo», cómo nos cuenta la hipocresía intrínseca en enseñar a los niños el libre albedrío mientras se les dice que, de no obedecer, serán malísimos y se pudrirán en el infierno; veamos cómo teme que sus hermanitas se queden embarazadas porque su mamá ha lavado junto a sus calzoncillos las braguitas de ellas; descubramos el misterio que es para él la sexualidad y cómo su mente en formación lo relaciona con el misterio religioso; pensemos con él en las ropa interior de de las monjas que le dan clase, lamentémonos después y riámonos a mandíbula abierta de todos esos malos ratos.

Liberémonos junto a él y sintamos cómo rompió las cadenas que le impedían ser feliz, haciendo saltar en mil pedazos, de pasada, las que constreñían el cómic como medio.

Binky Brown conoce a la virgen María no es sólo una lectura recomendable, sino uno de esos tesoros de los que nadie interesado en la historieta debería privarse.