El Ángelus, Frank Giroud y Josep Homs; Norma Editorial; 120 págs., color, 19’50 €.
Según ha sido editado en España, El Ángelus recopila dos álbumes franceses que narran, en su conjunto, una historia autocontenida perteneciente a la coleccion Secrets. Hace algunos años, opinaba en su blog el escritor y guionista Rafa Marín que todos los narradores tienen una cantidad limitada de relatos distintos que contar, alcanzada la cual pasaban a repetirse irremediablemente. No es extraño pues que, para demorar la llegada de ese fatídico momento, los profesionalizados guionistas del mercado franco-belga del tebeo se vean obligados a idear estrategias que prolonguen su creatividad a la par que les aseguren la fecundidad suficiente como para alimentar sus cuentas y a una industria que necesita mantenerse en permanente actividad. En el caso de Frank Giroud, el guionista que hoy nos ocupa, una de esas estrategias ha consistido en ampararse tras de motivos argumentales sencillos pero de largo recorrido que podían trabajarse en productos relativamente independientes y que, por tanto, eran susceptibles de ser abordados por un plantel amplio de autores. Pudimos verlo en El Decálogo, itinerario en 10 partes a lo largo de distintas épocas en pos de una revisión de los Diez Mandamientos. También en Destinos, particular experimento que exploraba diversos futuros posibles en la vida de una mujer sometida a un dilema ético extremo. Por supuesto, lo mismo sucede con Secrets, serie que reune historias totalmente independientes entre sí cuyo único nexo común es que todas ellas giran alrededor de algún tipo u otro de secreto familiar. Con toda seguridad, ha sido precisamente esa naturaleza autónoma de cada una de sus historias la que ha permitido que hasta España nos lleguen sólo los mejores de esos relatos, en una cuidada selección de nuestras editoriales para asegurar la rentabilidad del producto. Es por eso que pudimos disfrutar hace unos años del secreto del que se ocupó Ruben Pellejero, En carne viva, editado en su día por Astiberri, así como el año pasado tuvimos la fortuna de ver publicado en nuestro país esta magnífica historia ilustrada por Josep Homs que lleva por título El Ángelus.
En el sustrato de esta obra, como en el de toda la serie en general, palpita una pregunta: ¿Por qué se guarda un secreto? Incluso tal vez otra: ¿Existen los secretos… o lo que callamos resuena a voces en nuestros gestos hasta condicionar por completo nuestra vida? Es esta segunda cuestión la que más específicamente dicta el discurrir de El Ángelus, por cuanto esta vez el secreto, tan oculto como es posible a ojos del afectado, rige totalmente su destino. Clovis Chaumel es un gris y anodino visitador médico, menospreciado por todo su entorno, que apenas si puede conversar consigo mismo. Pero todo eso cambiará cuando se enfrente a un cuadro que también alberga un secreto, El Ángelus de Jean-François Millet, obra pictórica repintada parcialmente para ocultar bajo ella una realidad demasiado sórdida. Este detalle, ejerciendo la función de símbolo del subconsciente, funcionará como detonante en la vida del protagonista, permitiéndole desembarazarse de una vida falsa e insustancial que le conducía hacia la muerte para así abrazar su verdadera identidad, una identidad por descubrir que le aguardaba en lo más profundo de su memoria, en mil recuerdos inconexos y esquivos que conforman el puzzle de sus verdaderas raices.
Interesante argumento, sin duda, poderosamente animado por esa brillante ocurrencia argumental de utilizar un «pentimento» (pintura alterada) como McGuffin que empuja la busqueda de Clovis Chaumel y como metáfora de su desenfoque vital. Todo ello, Frank Giroud lo lleva a buen puerto acumulando secreto sobre secreto, sorprendiendo repetidamente al lector, haciéndole partícipe de la conspiración de silencio que asfixia al protagonista y del gozo de éste cuando consigue quebrarla. Pero, sobre todo, si Giroud consigue que esta sea una obra sobresaliente en su ya abultada bibliografía… es porque tiene a su lado a Josep Homs.
[Reseña de En carne viva + Reseña de Destinos ].
Esta misma semana teníamos la inmensa suerte de contar en Zona Negativa con un excelente artículo de Julio C. Iglesias en el que, citando a Alfred Hitchcock, se nos decía que este prestigioso director de cine nunca adaptaba obras maestras porque, en ellas, todas las palabras importaban. Si esto es cierto para la prosa, ¿cuánto más no lo será para el cómic y su mestiza carga de elementos narrativos? ¿Cuánto más importante no será que cada porción iconográfica de una historieta ocupe su sitio y ejerza correctamente su función? ¿Cuán distinto no es que los dibujos luzcan sin error narrativo, muestren lo que se supone deben mostrar y comuniquen lo que a ellos les ha sido asignado comunicar? ¿Cuán distinto no habría sido Watchmen sin Dave Gibbons? ¿Cuán distinto no sería El Ángelus sin Homs? Veamos por qué.
Primeramente, debemos percatarnos de que Homs realiza un trabajo compositivo tan sobrio como dinámico, que busca focalizar la atención del lector en aquello verdaderamente importante sin resultar por ello monótono o aburrido. Su diseño de página resulta extremadamente disciplinado y los callejones horizontales que dividen sus viñetas avanzan siempre rectos y sin interrupciones. Se ve claramente en las dos primeras páginas que aquí les mostramos, pero también en la tercera página, en la que las viñetas cinco a siete encajan perfectamente entre el callejón horizontal superior e inferior. De esta manera, Homs consigue que la mirada del lector se adentre sin distracciones en las viñetas, a menudo llenas de detalles relevantes como luego podremos ver.
Fijémonos, además, en que Homs compensa el riesgo de atonía visual que dicha composición de página podría ocasionar mediante un cuidado diseño de los elementos que conforman el interior de las viñetas. En la fila intermedia de la segunda página, por ejemplo, podemos ver como los globos de texto y los centros de interés de cada encuadre ondulan a lo largo de la tira, de forma que la vista debe desplazarse alternativamente arriba y abajo para seguir lo que sucede. En la tercera página, por contra, es una vertiginosa combinación de planos, contraplanos y diágonales la que evita que nuestra atención visual se relaje, a la vez que transmite adecuadamente el vaivén emocional que le supone al protagonista la visita de la esposa con la que no acabó muy bien la última vez que se vieron.
Sólo una vez se permite Homs alterar esta opción compositiva, cuando Clovis Chaumel visita a su madre, oculta en un balneario, y la obliga a que confiese toda la verdad sobre las circunstancias que rodearon su nacimiento.
Sucede entre dos páginas en las que Homs empequeñece asfixiantemente las viñetas, para mejor representar la situación de acorralamiento en la que se encuentra la madre del protagonista. Así, en esta segunda página podemos ver como Homs inserta dos viñetas con primeros planos dentro de su esquema compositivo habitual, algo inusual en su trabajo para esta obra. Pero es que, además, debemos atender a que toda esta página es una muestra clara del uso de viñetas de fondo continuo, ilustrando así como los protagonistas se desplazan por un escenario total. A buen seguro no es casual que los autores escojan utilizar este recurso precisamente aquí, cuando la madre de Clovis acepta confiarle las piezas fundamentales que permiten recomponer el puzzle de su identidad.
Que no nos pase tampoco inadvertida la viñeta con la que se cierra la escena, tras las lágrimas que han acompañado la confesión, con ese plano general abierto en el que ambos personajes contemplan con serenidad un pajaro que vuela hacia el horizonte, en profundo contraste con esa última viñeta de la primera página en la que el atrezzo de la habitación del balneario (extraño jarrón) rodeaba amenazadoramente a la madre del protagonista.
En la tira intermedia podemos volver a notar el hábil uso de las diagonales que hace Homs para dotar de dinamismo a sus composiciones, pero no es en eso en lo que deseamos centrarnos ahora. A lo largo de todos los ejemplos que hemos ido poniendo, uno habrá podido percatarse de la minuciosidad y el detallismo con el que este dibujante aborda cada una de sus viñetas. De forma natural y nada estridente, sus dibujos aparecen repletos de elementos perfectamente reconocibles y totalmente integrados en el conjunto pero que, también, devienen respetuosamente susceptibles de convertirse en elementos narrativos más o menos significativos. Así sucede con la cafetera que aparece en la última viñeta de la segunda página y que adquiere cierta connotación coital en la página siguiente… pero tal vez no acabe aquí su función (vigilen que la segunda página de las tres que vienen a continuación contiene ¡¡spoiler!!)
Justo después de la escena anterior, en la que la cafetera jugaba cierto papel simbólico, vemos como el protagonista coge una tetera de su carabana y luego, embobado, desayuna mientras rememora la noche transcurrida junto a su amante. La tetera, tal como la representa Homs, guarda no poca familiaridad con la cafetera de la escena anterior y parece ejercer de vínculo iconográfico entre una secuencia y otra. Es entonces cuando llega la mujer de Clovis y éste parece no saber muy bien qué hacer con la tetera: le ofrece te a su mujer y, cuando ésta lo rechaza, lo vierte en una papelera para luego, meditabundo, guardar/aparcar/arrinconar la tetera cuando su mujer ya se ha marchado, dejándole con la responsabilidad de decidir si intentan rehacer su relación. Por supuesto, percatarse del rol metafórico que ejercen estos utensilios, sin subrayados y énfasis que resultarían estridentes y ofensivos para el lector, sólo es posible si el dibujante tiene una caligrafía gráfica tan clara y exquisita como la de Homs.
Podríamos seguir, evidentemente, y no es menor la consideración que debe darse al trabajo de acabado y color que ha hecho Homs para esta historia, pero creo que bastan estos ejemplos para entender hasta qué punto es necesario en un cómic que el dibujante domine plenamente todos o buena parte de los recursos comunicativos que tiene a su disposición para que la historia que se pretende contarnos se cuente realmente. Sin fallos de ortografía. Con todo en su sitio. Y bellamente articulado, preposicionado, adjetivado, armonizado… Homs sin duda lo consigue con creces y eso provoca que El Ángelus no quede en mera fábula ocurrente y se convierta en un relato de entidad significativa. Démosle gracias por ello.
Nota: Debo agradecer aquí tanto al mismo Homs como al compañero Pedro Monje la ayuda que me han prestado para ilustrar el post. ¡¡Gracias mil!!
Toni Boix: Hola Josep. Empecemos por lo obvio: ¿qué te ha llevado a ser dibujante de cómics?
Josep Homs: Supongo que como la mayoría de los que nos dedicamos a esto: afición a los cómics y vocación por el dibujo. Creo que al principio no eres muy consciente de la dificultad que entraña dibujar cómics y te centras en intentar hacer dibujos atractivos pero, una vez has llegado a un nivel más o menos aceptable de dibujo (sin dejar de crecer e intentar mejorar, claro) te das cuenta que esto se te queda corto y dejas un poco de lado la obsesión por el dibujo y te centras en la narración, en contar historias y la manera de hacerlo, eso es hacer cómics.
TB: Parece ser que tienes el honor de ser uno de los dibujantes que publicaron en el último número de la revista Cimoc, hasta cierto punto hecho simbólico que testificaba la muerte de las revistas de cómic en nuestro país. ¿Qué recuerdos tienes de aquella época y cómo vivías esa agridulce situación de “empezar” cuando todo “parece acabar”?
JH: Bueno, cuando empiezas no tienes esa percepción de que todo parece acabar, supongo que los profesionales de aquella época sí la tenían porque habían vivido momentos de bonanza pero para mí todo empezaba y supongo que la inconsciencia y la juventud no me permitían hacer cábalas de ese tipo. Sencillamente no me lo planteaba. Recuerdo que en aquella época ya me ganaba la vida trabajando como ilustrador freelance pero tenía claro que quería dedicarme al cómic, lo único que, como me iban más o menos bien las cosas, no tenía una prisa excesiva y no me importaba hacer incursiones en el mundo del cómic sin esperar grandes retribuciones por ello. Mi participación en el Cimoc Extra 2000 es un claro ejemplo de esto. Fue una especie de concurso. Norma editorial tenía la intención de crear este especial recopilando a jóvenes autores nacionales y para ello pidió a todo el que quisiera que presentara un proyecto de historia corta, dejando abierta la posibilidad de continuarla, porque tenían intención de venderlas al extranjero e incluso convertirals en álbum. Presenté mi historia y tuve la suerte de ser seleccionado.
TB: Y luego, ¿cuáles son los derroteros por los que acabas en el mercado francés?
JH: Eso es de las pocas cosas que tenía claras desde el principio. Quizá por eso no me afectaba demasiado el mal momento que vivía el sector en España, porque mi meta era Francia. Desde siempre he sido lector de cómic franco-belga y veía que eso era lo que quería hacer yo, por tanto sabía que tarde o temprano intentaría la aventura europea. De hecho, antes de El Angelus y de mi etapa americana ya hice alguna aproximación con algún proyecto que quedó a medias.
TB: ¿Qué opinión te merecen las entrevistas con editores que se organizan en el Saló del Còmic de Barcelona y en qué medida crees que ofrecen más posibilidades al autor español que otros espacios?
JH: Creo que siempre es positivo tener la opinión de un editor sobre tu trabajo, hoy en día es sencillo enviar tus proyectos vía mail, pero en muchos casos simplemente no obtienes respuesta con lo que nunca llegas a saber qué es lo que no ha gustado de tu trabajo. Así pues me parece positivo que puedas hablar con el editor cara a cara y recibir una respuesta clara y directa. Ahora bien, también entiendo que en los festivales hay una masificación exagerada de gente que quiere mostrar sus proyectos y que los editores terminan por perder la perspectiva y no pueden dedicar el tiempo que les gustaría a autores con posibilidades. Por tanto veo bien que de alguna manera se haga una selección de los proyectos que realmente tienen un nivel «profesional» y que se direccionen bien hacia la editorial a la que realmente pueda interesar. La gente debe saber que las editoriales tienen su propio sello de identidad y que no encaja igual un proyecto en una que en otra. Es decir, ya en el momento de presentar un book tenemos que ser profesionales, documentarnos de qué publica cada editorial y tener claro a quien va dirigido nuestro proyecto para enfocarnos bien hacia aquella editorial que realmente pueda estar interesada en nuestra historia.
TB: Después de haber transitado por diversos mercados, haber publicado en revistas infantiles y haber pisado territorio americano, ¿dirías que donde mejor encaja tu estilo es en el mercado del álbum francés y contemplas dicho espacio como una estación finalista para ti?
JH: Nunca se sabe, pero en principio es donde me encuentro más a gusto. Como he dicho, es el tipo de producto que yo consumo en mayor medida pero además es un tipo de mercado que se toma su tiempo para que el resultado final sea óptimo y lo más cercano posible a lo que el autor busca. Para mí es importante tener el control absoluto del resultado final y esto en el mercado americano era impensable. Por otro lado prefiero el tipo de historias que se publican en el mercado franco-belga y eso a la hora de dibujar influye mucho para que te involucres 100% en el proyecto.
TB: Concretamente, pareces haber recalado con mucha fuerza en la editorial franco-belga Dupuis. ¿Cómo valoras su forma de trabajar y de tratar con los autores?
JH: Sí, en Francia uno tiene la sensación que cuando un editor confía en ti su mayor interés es que estés lo mejor posible en su editorial para que no cedas a «tentaciones» de la competencia. Éste es el caso de Dupuis, es una de las grandes editoriales comerciales franco-belgas pero siempre ha procurado mantener un trato muy estrecho y familiar con sus autores y eso se agradece mucho y hace el trabajo muy placentero.
TB: Aunque ahora te han encargado la bomba editorial que supone la adaptación al cómic de Millenium, tu primer trabajo significativo para ellos fue El Ángelus. ¿Cómo recibiste la noticia de ese encargo y hasta qué punto conocías ya el trabajo de su guionista, Frank Giroud, y la “serie/colección” Secrets en la que debía enmarcarse tu historia?
JH: Yo había contactado con el editor en Angouleme para proponerle un proyecto personal. Le gustó mi trabajo y en el Saló del cómic de Barcelona me llamó para proponerme un proyecto que tenía en marcha pendiente de encontrar dibujante. Para ser sincero en aquel momento desconocía el trabajo de Frank (aquí no había llegado gran cosa). Pero en seguida busqué información y descubrí que en Francia Frank Giroud es un guionista reputadísimo. Me pareció una compañía inmejorable para entrar en el mercado francés y al leer la sinopsis ya no tuve ningún tipo de duda. Dejé aparcado mi proyecto y me puse a trabajar en El Ángelus. Recuerdo que después de dos años trabajando para el mercado americano haciendo bárbaros y bichos luchando me apetecía mucho trabajar en algo costumbrista, más contenido y que me permitiera disfrutar de aspectos más narrativos y de personajes ricos de en matices.
TB: Siendo tan importante el diseño de espacios y personajes en esta historia, ¿resultó muy laborioso y tuvo que ser muy interactivo el proceso de dar con ellos?
JH: En realidad no fue especialmente difícil, supongo esa es parte de mi aportación al libro. Quiero decir que no es algo que trabajara mucho con Frank, el pueblo donde se desarrolla la historia es ficticio y los personajes tienen mucho que ver con mi forma de dibujar y de entenderlos. Lógicamente Frank fue supervisando todo este proceso de creación pero creo recordar que estuvimos de acuerdo en todo momento. Fue muy sencillo.
TB: Por cierto, ¿que Evelyne Arnaud, la profesora de Artes Plásticas, fuese pelirroja fue algún tipo de homenaje a tu anterior trabajo con Red Sonja?
JH: Jeje, no, no lo creo. Red Sonja fue un trabajo largo e intenso y los plazos de entrega no me permitían elaborar las páginas como me hubiera gustado. Eso me producía una cierta frustración y disgusto con el resultado final que terminó por agotarme. Así que cuando empecé con El Ángelus, digamos que no echaba demasiado de menos a la guerrera de pelo rojo como para homenajearla. De hecho ni lo había pensado hasta ahora. En realidad la decisión de hacerla pelirroja tenía más que ver con un aspecto narrativo. Quería un look que destacara y que contrastase con la imagen gris del protagonista al inicio del libro. De alguna manera es un personaje que sirve de guía al protagonista en su viaje evolutivo de tipo gris y aburrido a personaje colorido y rico en matices así que tenía sentido que Evelyn fuera un personaje con mucho color.
TB: Cuando antes decías que parte del agrado con el que recibiste la oferta de El Angelus se debió a que te permitiría disfrutar de aspectos más narrativos de lo que posibilita el mercado americano, ¿lo comentabas por este tema de los plazos de entrega o porque el tipo de relatos habitual en Estados Unidos ofrece poca variabilidad de resolución narrativa?
JH: Todo influye, el tener más tiempo te permite madurar mejor la historia. Tienes tiempo para leerla tranquilamente, analizar los detalles, hacerte preguntas y finalmente aportar algo de ti en las páginas. Es como si pudieras meterte más a fondo en la piel de los personajes para darles vida y proporcionarles la personalidad adecuada. Es como cocinar a fuego lento. Por otro lado, como ya he dicho, el tipo de historia más intimista también es un factor importante a la hora de profundizar en los personajes. Te permite jugar más con miradas, expresiones y matices de este tipo de una manera más sutil que en el mercado americano, que requiere de una narración más espectacular y dinámica. Pero en definitiva, es una decisión personal, es lo que a mí me gusta y lo que me apetecía hacer en ese momento, tampoco quisiera dar la impresión de que pienso que el mercado europeo es mejor que el americano
TB: Todas y cada una de las viñetas de El Ángelus están trabajadas con gran minuciosidad, algo que parece bastante característico de tu grafismo. ¿Hasta qué punto todos esos detalles que aparecen en el libro estaban indicados en el guión y hasta qué punto son de cosecha propia?
JH: Como he dicho antes creo que tiene mucho que ver con mi forma de entender el dibujo. Me gusta recrear los ambientes para darles el máximo realismo y enriquecer la imagen. Los objetos que decoran una casa, por ejemplo, describen a quien la habita y cuando cuentas una historia es un factor muy importante, al menos para mí. Frank también es bastante minucioso en la parte del guión así que nos complementamos perfectamente.
TB: Gráficamente, para ti, ¿cuáles eran los aspectos esenciales que debían garantizarse en El Ángelus?
JH: En primer lugar la evolución del protagonista, claro, creo que es la parte fundamental de esta historia. En términos más generales me preocupaba mucho la relación entre personajes. Los diálogos de Frank son muy precisos e intencionados y la sutileza en las expresiones y gestos de los protagonistas era muy importante. El reto estaba en conseguir que los personajes transmitieran lo que Frank había escrito y llegaran al lector.
TB: ¿Estás satisfecho con el resultado?
JH: Buf, creo que esta pregunta es difícil de responder. Satisfecho sí, pero siempre ves cosas mejorables. Intento no estancarme y seguir creciendo a cada página, así que cualquier trabajo pasado me resulta difícil de valorar. Narrativamente estoy muy satisfecho, creo que esa es la parte en la que intento aplicarme más y ser más racional. A nivel de dibujo siempre veo cosas que retocaría, pero soy consciente que es algo a lo que debo acostumbrarme. Además entiendo que hay que sacar una lectura positiva de esto ya que significa que sigue habiendo una evolución en lo que hago.
TB: Por tu colaboración en la antología Barcelona TM he podido ver que no siempre realizas un entintado tan limpio y perfilado como en El Ángelus, supongo que dependiendo de si utilizas más pincel o plumilla. ¿En El Ángelus te resultaba conveniente que el entintado interfiriera poco con el trabajo de color?
JH: En realidad tiene que ver con el tipo de proyecto. Lo que hago para Francia es mi trabajo diario y me absorbe mucho tiempo. Me resulta difícil encontrar tiempo o excusas para probar tratamientos distintos y es por eso que me gusta aprovechar estos proyectos de historias cortas para experimentar con la técnica y soltarme un poco más en el resultado ya que los álbumes franceses son historias largas en las que trabajas con un estilo y una pauta definida que hay que mantener de principio a fin si quieres ser más o menos coherente en la estética global. Por eso, como bien dices, tanto el Barcelona ™, como el Revolution Complex como otro colectivo que estamos preparando actualmente se acaban convirtiendo en ejercicios donde busco nuevos caminos y experimento con distintas técnicas y materiales. De todo ello aprendo cosas que puedo filtrar en el trabajo para Francia.
TB: Aunque a continuación nos referiremos a tu manera de abordar formas y volúmenes, antes desearíamos destacar que tu manejo del color produce una luminosidad y unas texturas muy especiales. ¿Qué técnicas utilizas para dar color a tus historias?
JH: Cuando trabajo el color directo suelo trabajar con acuarela o acrílicos, es con lo que me siento más cómodo. En el caso del Ángelus el color es muy importante porque se convierte en un aspecto narrativo. Procuré que el color fuera intensificándose al mismo tiempo que la vida del protagonista iba llenándose de color y por eso también intentó ser más metódico de lo que suelo ser con el color para que se fuera limpiando y volviéndose más nítido de forma progresiva.
TB: Y ya abarcando tu grafismo de una forma más genérica, en él destaca una tendencia a deformar ligeramente la realidad, otorgándole un cierto aire grotesco, algo marciano, tal vez siguiendo la estela de autores como Bernie Wrightson o François Boucq. ¿Estos y otros autores han sido determinantes en la manera que tienes de entender la plasmación de la realidad?
JH: Por supuesto, el estilo de cada uno termina siendo un coctel de infinitas influencias a lo largo de tu carrera. A día de hoy tengo menos claro o soy menos consciente de qué es influencia de tal o qué de cual. Imagino que ya he llegado a un punto en que tengo una manera de hacer más o menos clara y lo que me gusta de otros autores lo absorbo y lo incorporo en mi dibujo llevándolo a mi terreno. Però si tengo que pensar en un autor que me hizo cambiar mi manera de concebir el cómic te diría que ese fue Loisel. Fue el salto hacia el cómic adulto. La búsqueda del pájaro del tiempo me impacto mucho, en aquella época era un crío y leía cómic juvenil como Spirou, Asterix… que son magníficos tebeos ilustrados magistralmente pero con una planificación aparentemente más sencilla. Con Loisel aprendí que se podía jugar mucho más con la cámara, con la profundidad de plano, picados, contrapicados, era una forma de narrar muy espectacular.
TB: Es de dominio público que formas parte del colectivo de autores de cómic que se reúnen semanalmente en Barcelona para participar de lo que llamáis “las comidas frikis”. Imagino que ese será un espacio en el que confrontar vuestros respectivos progresos autorales y, en base a eso, me gustaría preguntarte qué elementos de tu manera de trabajar valoran más tus compañeros.
JH: Uy, eso deberías preguntárselo a ellos, dicho por mí quedaría mal seguro.
Raule al habla: Amigos, ¿ya habéis leído El Angelus? El guión de Frank Giroud es BRILLANTE. Y el dibujo de Josep Homs… bueno, entenderéis al primer vistazo por qué se convirtió en el dibujante español más perseguido por los editores franco belgas. No, que le adjudicaran el arte de la serie Millenium (Dupuis) no fue ninguna casualidad.
Josep Homs: Tío, me vas a sacar los colores.
Raule: Cabronazo, son tus colores los que nos sacan los colores!
TB: Dentro de la propuesta gráfica de El Ángelus, optaste por reproducir los cuadros y algunos elementos naturales de forma coincidente y totalmente antagónica a la realidad de cemento y hormigón. ¿Qué te hizo tomar esa dirección?
JH: No fue algo demasiado meditado, el hecho de estilizar a los personajes dentro de un entorno más realista me resulta interesante y bajo esta premisa me pareció lógico tratar de reproducir los cuadros siendo fiel a la realidad, ya que al final forman parte del entorno y por tanto el tratamiento debe ser el mismo.
TB: Pasando ya a hablar de forma breve del proyecto en el que estás actualmente involucrado, la adaptación al cómic de la saga de novelas Millenium, queda claro que este será un proyecto que te va a comprometer durante varios años. ¿Cuáles son las motivaciones principales con las que crees que podrás contar para llegar a término en esta larga travesía?
JH: Principalmente el hecho de que la editorial tenía claro que quería que lo dibujara yo. Esto quiere decir que he tenido libertad estilística absoluta, si hubiera sido a concurso entre varios seleccionados o hubieran querido dirgir mi estilo hacia algo distinto a lo que hago, no me hubiera sentido con la fuerza para afrontarlo. Esto y el hecho de contar con un guionista, Sylvain Runberg, con el que he congeniado de maravilla y que tiene el mismo punto de vista que yo hace que el trabajo sea muy satisfactorio. Bajo estas condiciones el único secreto es que, aunque sea un producto mainstream, lo planteamos como si fuera un proyecto personal y esto se acaba percibiendo en el resultado final. Lo estoy disfrutando mucho.
TB: Y, por último, tenemos constancia de que el periódico El Mundo te ha concedido el premio al Creador Emergente del Año, un premio que no se circunscribe únicamente al terreno del cómic sino que abarca cualquier disciplina artística. Aunque me dirás que eres la persona menos indicada para hablar de ello, ¿qué circunstancias crees que se han encontrado para que pudiera darse esta feliz situación?
JH: Las circunstancias no te las sabría decir, pero sí es cierto que valoro mucho que hayan pensado en un autor de cómic (sea yo o cualquier otro) por el hecho de equipararlo a cualquier otra disciplina artística. Creo que muchas veces ha habido prejuicios y se ha considerado el cómic como arte menor o para niños. Este tipo de premios demuestra que esto poco a poco va cambiando y que el mercado se va abriendo hacia nuevos lectores que han descubierto que en el mundo del cómic hay distintas historias para todo tipo de público.
TB: Es evidente que el cómic como arte y lenguaje puede ponerse al servicio de historias adultas, ¿pero hasta qué punto crees que el medio está ya en una fase artísticamente madura?
JH: Cada vez más y creo que es un tipo de lenguaje que aun se puede explotar más. Cada soporte tiene sus propios recursos y, como el cine o la literatura, el cómic tiene los suyos. Muchas veces, y me incluyo en esto, tendemos a utilizar una narración «muy cinematográfica» por ejemplo, y eso está muy bien pero también me gusta encontrar cada vez más autores que experimentan y aprovechan este lenguaje exclusivo del cómic.
Archivo Va D BD.
Giroud no me llama mucho (le eché un ojo a El decálogo y psé), pero el dibujo es, sin duda, excepcional.
El Angelus me picó mucho la curiosidad cuando lo vi por primera vez, lo estuve hojeando un poco y me apetecía leerlo, pero el precio me echó para atrás. Ahora me ha picado más el gusanillo, habrá que pillarlo.
Pillé El Angelus hace ya unos cuantos meses a raíz de una reseña (creo que aquí en ZN -incluso diría que en un Va D BD- pero no estoy seguro ahora mismo) y no podría estar más satisfecho. Una gozada de tebeo; de los que apetece releer nada más acabar la última página. Y si bien el guión es bueno, cierto es que el acojonante trabajo de Homs es de altísimo nivel. No conocía a este dibujante pero ya me tiene ganado. Si el dibujante fuese otro, seguramente ni le echaría un ojo a una adaptación de Millenium, pero estando Homs… deseando que se publique.
Homs multiplica la potencia del guión de Giroud y convierte El Ángelus en una lectura muy recomendable. No es sólo que el dibujo esté superbien, sino que el guion crece en sus manos hasta el punto de que la historia se hace envidiablemente redonda… creo que en buena medida por los muchos matices iconográficos y sim´bolicos que él introduce en el relato y que son totalmente significativos.
Casi un año nos has tenido castigados, Toni. Gracias por recuperar la sección.
Jajajaja! Pues la verdad es que ni había contado el tiempo, Buddy. A ver qué me deparan mis circunstancias futuras y qué se puede hacer por aquí.