Lobezno nº 20 y 21

 

Edición original: Marvel Comics – julio-septiembre 2012
Edición España: Panini Comics – enero-febrero 2013
Guión: Jeph Loeb
Dibujo: Simone Bianchi
Entintado: Simone Bianchi
Color: Simone Bianchi
Portada: Simone Bianchi
Precio: 3,25 euros cada número (cómic en grapa de cuarenta y ocho páginas)

 

Cuando hace unos años Jeph Loeb y Simone Bianchi decidieron unir fuerzas para contar una historia de Lobezno el resultado se saldó con unas imágenes espectaculares y un arco argumental de los que generan polémica entre la afición. Evolución –recopilada aquí en un único tomo por Panini- quiso ser la versión que maese Loeb daba del origen de Logan, un asunto sobre el que prácticamente cada autor que se ha encargado directa o indirectamente del personaje ha querido hacer alguna aportación, hasta el punto de hacer buena la idea de Claremont de que el pasado misterioso era uno de los atractivos principales del canadiense. El resultado de tanta aportación desinteresada ha sido un caos donde el cacao mental que sufría Lobezno era la excusa perfecta para que todo pudiera valer o dejar de valor según el caso. No podía fiarse de unos recuerdos contenidos en un cerebro manipulado. Cuando a consecuencia de Dinastía de M Logan recuperó todos sus recuerdos se abrió la veda para que por fin los lectores conocieran qué había de cierto y qué de falso en casi cuarenta años de historias. Una colección nueva albergó un montón de argumentos olvidables que demostraban que cuando no hay nada interesante que decir es mejor que ciertos asuntos queden en el economato. Pasados unos años quedó patente que Lobezno había vivido aventuras como para llenar un par de vidas de extensión tipo matusalén y que cada autor que llegaba a la franquicia quería enriquecer –y viva el eufemismo- la leyenda del mutante.

Jeph Loeb es un viejo conocido de la afición que tanto las ha dado de cal como de arena, aunque últimamente la balanza se ha decantado ostensiblemente hacia el lado de no. Guionista veterano que ha transitado por el cine, la televisión y el cómic, sus experiencias en la escudería mutante se han saldado en una aceptable etapa al frente de X-Force, Cable y X-Man (en los días en los que Scott Lobdell se encargaba de las colecciones de la Patrulla-X, con lo cual el listón estaba bastante bajo) y un par de historias para Lobezno. Esto es solamente una parte de un nutrido currículum que le ha permitido trabajar con personajes tan emblemáticos del género como Superman, Batman, Hulk, Daredevil o Spider-Man, muchas veces de la mano de Tim Sale y muchas veces con notable éxito de crítica y público. Capaz de lo mejor y de lo peor, ha colaborado con dibujantes de la talla de Frank Cho, Arthur Adams o Ed McGuinness para parir colecciones donde las historias eran de una simpleza –cuando no estupidez- sangrante. Dedicado principalmente a la parte audiovisual de Marvel ha estado un poco alejado de los tebeos, pero no por ello había olvidado su promesa de profundizar –es un decir- en las revelaciones planteadas en Evolución.

Por aquello de refrescar un poco las memorias (y ruego me perdonen si alguien pretendía dejar esa parte de sus lecturas en el olvido) Loeb se sacó de la manga a un tal Rómulo, el cual venía a ser la prueba de que una rama de la humanidad había evolucionado a partir de los lobos (vivan los conceptos de evolución manejados por don Jeph) y que como cabeza visible de su especie había manejado de forma más directa o indirecta los destinos de sus congéneres, integrándose dentro de esos últimos personajes como Dientes de Sable, Chico Salvaje, Feroz o, por supuesto, Lobezno. Esta idea ya había sido esbozada en la trilogía-X de Alex Ross y Jim Kruegger, pero aquello era una historia alternativa donde valía todo (y donde todo se utilizó, aunque ésa es otra historia). La idea de que “alguien” había manipulado los pasos de Logan a lo largo de su existencia es más vieja que el andar a pie, y de hecho el Arma-X de Barry Windsor Smith o el Proyecto Shiva de Larry Hama jugaron bastante con esas ideas. ¿Quién estaba detrás del programa que dio a Logan el esqueleto forrado de adamantio? ¿Qué era Lobezno antes de todo eso? El proyecto de Loeb, sin embargo, es mucho más ambicioso: las manipulaciones se remontan a la prehistoria y Logan no ha sido sino un más de los muchos manipulados. Rómulo está detrás de Arma-X; Rómulo rescató y entrenó a Daken, el hijo de Lobezno, para convertirle en el mal bicho que es actualmente; Rómulo usa a Dientes de Sable como un vulgar títere; Rómulo se llama como el fundador de Roma porque a lo mejor va y resulta que es el fundador de Roma. La magnificencia de este nuevo adversario solamente se consigue utilizando las técnicas más burdas. Una de ellas, la de hacer que personajes con más recorrido queden a la altura de la suela de la chola del nuevo, como ya hiciera el ínclito guionista cuando creó al Hulk rojo.

En este nuevo asalto del enfrentamiento entre Lobezno y Rómulo don Jeph decide traer de vuelta a Dientes de Sable, después de haberle visto cómodamente aposentado en el averno. Nada nuevo bajo el sol, pues sabemos de sobra el escaso valor de la muerte en el universo marveliano, pero dejando aparte el hecho de que los retrasos en la salida de esta historia motivaron que Victor Creed apareciera previamente en la serie principal de Lobezno (para hacer de las suyas en una aventura cronológicamente situada después de este arco argumental) hay que añadir además la infumable manera en la que Loeb lo recupera para que siga siendo el eterno golondrino sobaquero de Logan. Es bien conocido que a Dientes de Sable lo han clonado cual grupo musical adolescente noventero, pero aunque solo se disponga de cuatro números para contar una historia al menos habría que ponerle algo de interés, más aún cuando se asume de antemano que una reacción del respetable va a ser la de “puff, ya sabía yo que volvería tarde o temprano”. Para que esto no sea una reiteración de aventuras precedentes Loeb saca de su chistera a otro personaje que está relacionado tanto con Lobezno como con los “lupus sapiens” (don Jeph, en serio, léase algo de Richard Dawkins. O de Stephen Jay Gould): una guapa moza pelirroja (pues para Lobezno no vale aquello de “rubias, morenas, castañas qué más da, todas están divinas” del grupo rock gregoriano Coz) que dice llamarse Remo y, adivina adivinanza ¿qué parentesco tiene con Rómulo? ¡Efectivamente! Es su hermana: tan antigua, manipuladora y misteriosa como su fraterno. Logan se la encuentra como aliada de la que desconfiar porque algo de lo que dice ¿puede ser verdad? algo de lo que evoca ¿podría ser un recuerdo oculto? Rebobinemos un momento: ¿no se supone que Lobi lo recuerda ya todo? Para colmo de males hay que dar otra vuelta de tuerca al pasado del protagonista, no importa lo absurdo, ridículo, inconsistente o inverosímil que pueda resultar:

Llegados a este punto uno tira a la tonga de tebeos olvidables este nuevo timo de la estampita de Loeb, que no hay quien se trague por mucho que venga ilustrado por Simone Bianchi haciendo gala de su churrigueresco estilo. Es muy probable que las revelaciones de este cómic sean obviadas y todo el mundo mire hacia otra parte, como ya sucedió con la explicación de Frank Tieri a la desmemoria de Lobezno, por citar un ejemplo más de historia trascendente sin trascendencia alguna. Sobreexplotado y ubicuo, el mutante de las garras y las patillas peludas lleva tiempo necesitando un guionista que ponga un poco de orden en su colección, en tanto que a Jeph Loeb le deseo la mejor de las suertes con la serie de animación de la Masa (y sus masivos amigos).