Es posible que, al empezar a leer, estés oyendo una fanfarria en tu cabeza. La compuso John Williams en 1978 para la primera película del Hombre de Acero. Tal vez hayas pensado fugazmente “Es un pájaro, es un avión…” como en el musical de Broadway. O te haya bailado en la memoria un trozo de mineral verde que se ha convertido en sinónimo de “Talón de Aquiles” desde su presentación en el show radiofónico. Tal vez, entre ilusionado y escéptico, aguardes el estreno del blockbuster del verano, luego de quemar las pestañas viendo unos trailers prometedores. O evoques una figura roja y azul que, desde su modesto púlpito de papel, volvió ilimitada tu infancia. Algún irónico pensará que, en efecto, un texto como este es un trabajo para…
No sé qué preciso recuerdo despierta en ti. Pero estamos dispuestos a asegurar que no hay nadie a ese lado de la pantalla que no conozca a Superman.
Entre películas, series de televisión, muñecos y cómics hemos aprendido a reconocer la capa roja y la S en el pecho. Nombres como Clark Kent, Lois Lane, Lex Luthor o Daily Planet nos resultan familiares. Por descontado, en una página como esta el grado de exigencia es mayor. Algunos (no muchos) habrán leído historietas de todas las décadas del personaje y podrán citar al menos diez, veinte, treinta nombres -al margen de sus creadores- relacionados con su devenir. Claro que 75 años de publicación constante, con infinidad de apariciones en cualquier medio reproducible, dan para mucho. Es el padre de los superhéroes, el género de moda durante, al menos, la próxima hora, el más influyente y, sin duda, el más estudiado y analizado tanto dentro como fuera del medio. Si hay una mitología del Siglo XX, Superman es su Zeus, su Rey Arturo. Su capacidad de fascinación, como su fuerza física, parece inagotable.
Y, sin embargo, sus comienzos fueron de lo más humildes.
En el siguiente artículo hablaremos largo y tendido, en profundidad y sin ningún tipo de prisas, sobre la historia de Superman y su relación con los cómics, un especial construido desde sus cimientos por dos geniales arquitectos como Javier Agrafojo y Enrique Ríos, con el aporte del fondo documental de Zona Negativa recopilado y resumido por el compañero Jordi T. Pardo. Esperemos este completo artículo, a mayor gloria de El Hombre de Acero, guste a los aficionados del más grande superhéroe de todos los tiempos y, en general, a los aficionados al cómic y al género superheroico. En los próximos días podréis disfrutar de otros especiales en los que trataremos la historia de Superman ligada a otros medios como el cine, la televisión o la animación. Pero, esto empieza ya, ahora mismo, ¡alzamos nuestro vuelo!
En 1933 dos adolescentes residentes en Cleveland (Ohio), el estadounidense Jerry Siegel (1914-1996) y el canadiense Joe Shuster (1914-1992), compartían su afición por el cómic, el cine de aventuras y la naciente industria del pulp, donde se refugiaban nuevos géneros como la Ciencia Ficción, de la que ambos eran apasionados. Con 19 años, decidieron emplear sus energías creando sus propios personajes e historias y publicándolos en un fanzine, llamado, precisamente, Science Fiction. Una de esas aventuras precoces llevaba el profético título El reinado del Superhombre (The reign of the Superman). Este “Superman” poco tenía que ver con el personaje que su nombre evoca hoy. Se trataba de un villano calvo con poderes telepáticos más parecido a Lex Luthor que al futuro Clark Kent.
La experiencia encendió una chispa en la imaginación de ambos jóvenes. Descartada la idea inicial, reescribieron el personaje para convertirlo en un campeón de los oprimidos. El ágil actor Douglas Fairbanks, popular por sus protagonistas en La marca del Zorro (F. Niblo, 1920), Robin de los Bosques (A. Dwan, 1922) o El ladrón de Bagdad (R. Walsh, 1924), prestó su apostura al nuevo héroe, mientras que su tímido alter ego -la doble personalidad fue incorporada rápidamente- recordaría a Harold Lloyd, por quien Shuster sentía afinidad. Siegel lo llamó Clark Kent en homenaje a Clark Gable y Kent Taylor, dos de sus intérpretes favoritos. Su colorida indumentaria heroica, a medio camino entre las mallas del circo y los atuendos futuristas vistos en las portadas de las revistas pulp o en las dominicales de Flash Gordon (Alex Raymond, 1934), fue añadiendo y refinando elementos incluso después de su primera aparición pública, con la intención de que fuera lo más llamativa posible. Aunque en algún momento Siegel se planteó que Clark fuera el hijo del último hombre en la Tierra que viajaba al pasado (nuestro presente), pronto se descartó en favor de referentes mitológicos (Hércules) y, por supuesto, bíblicos (Sansón). Poco a poco, las piezas iban encajando. Gladiador, novela de Philip Wylie aparecida en 1930, sirvió como fuente de inspiración para nutrir a Clark de habilidades sobrehumanas y explicaciones pseudo científicas sobre ellas, así como John Carter de Marte, la creación de Edgar Rice Burroughs (autor también de Tarzan), lo que, a la postre, sugirió su procedencia extraterrestre. Una vez presentado en sociedad, los estudiosos no tardaron en indicar las similitudes biográficas con Moisés e incluso Jesucristo, interpretando como una metáfora las raíces alienígenas.
Este Superman primitivo no era ni un boy scout ni una simpática figura paterna, sino un cruzado feroz contra la injusticia. Siegel y Shuster, ambos judíos, eran hijos de padres inmigrantes y habían sufrido en sus carnes la pobreza y la marginación derivada de la Gran Depresión. Sus textos y sus trazos se alimentaban de la frustración de la vida diaria. En palabras del escritor Mark Waid, devoto del personaje, “Superman no era sólo una fantasía de poder; quizá era la ficción más pura de América, ya que había surgido de la rabia emocional de dos niños que buscaban un vengador personal”.
Mientras mimaban a su criatura, Siegel y Shuster empezaron a colaborar con la futura DC Comics en 1936, creando personajes como Dr. Occult, Slam Bradley, Federal Men, Spy o Radio Squad para el emergente mercado del comic book. Este formato había nacido para reimprimir tiras de prensa de los personajes más populares (Flash Gordon, Popeye), pero su éxito urgía a la creación de producto original. Trataron de vender a su superhombre, infructuosamente. Quienes recibían el material, preparado para tiras de prensa, lo juzgaron crudo e inmaduro. Señalaban otro problema: ¿Quién iba a identificarse con un tipo prácticamente invencible?
En verdad, el estilo de Shuster carecía de toda sofisticación. Nervioso y de línea descuidada, tendente a la caricatura (su modelo era el Wash Tubbs de Roy Crane), tampoco estaba dotado para la iluminación o la perspectiva y mucho menos para el detalle. A su favor diremos que las figuras, aunque toscas, resultan dinámicas. También acierta a retratar a Superman como un tipo de cuidado, lo que no es poco mérito si tenemos en cuenta que es un forzudo que se pasea por ahí con los calzoncillos por fuera. Tal vez el secreto es que lo mueve como si fuera un acróbata, justificando así su atuendo de circo. La mezcla con la visceralidad de los textos de Siegel da un cóctel explosivo, no apto para todos los paladares. Se necesitaba una nueva sensibilidad.
Entonces, en 1938, por una de esas carambolas del destino, M.C. Gaines, del Mc Clure Syndicate, examina en su despacho la propuesta que le ha pasado el editor Sheldon Mayer, cuando el presidente de DC, Harry Donnenfeld, telefonea preguntando por material no publicado para elaborar una nueva revista. A Donnenfeld le hace gracia el pintoresco personaje de Siegel y Shuster y decide dedicarle la portada. Las tiras son remontadas para encajar en el formato escogido. Superman es vendido por $130.
En abril de 1938 (aunque con fecha de portada Junio de 1938), el Action Comics#1 llegó a los kioscos norteamericanos.
Hoy día, cuando la ilusión cibernética nos lleva a cuestionar qué es realidad y qué simulacro, es difícil hacerse a la idea del impacto que supuso en 1938 la aparición de Superman. El lector actual encuentra, además, otro obstáculo a menudo insalvable. Las historias en sí pueden localizarse, pero no hay siquiera un conato de análisis o contextualización que las ponga en valor, de suerte que, aparte de la curiosidad histórica de leer la primera aparición del personaje, o de algunos de sus villanos, como Luthor, se prefiere pasar directamente a los más coloristas años 50. Craso error. No se puede entender lo que significa Superman sin estudiar, al menos, sus tres primeros años. Veamos los motivos.
Desde su primera aparición en Action Comics#1, las letras “Superman” se proyectaban dando volumen al título, tradición que ha llegado intacta hasta nuestros días. La primera página establece los orígenes y habilidades del personaje. Nos lo sabemos, ¿no? Kal-El -el futuro Superman– es el único superviviente del planeta Krypton, que llega a la Tierra en un cohete enviado por su padre Jor-El, es recogido por Jonathan y Martha Kent, quienes lo llaman Clark y lo crían como hijo suyo en Smalville (Kansas), y, al crecer, desarolla una fuerza inaudita, es capaz de volar y ver a través de los objetos y nada puede dañarlo.
Pues no del todo. El planeta y el científico que lanza el niño al espacio son anónimos. Al llegar a la Tierra es recogido por un motorista que lo deja en un orfanato. No asoman los Kent por lado alguno (su primera aparición data de la reedición revisada de este número publicada en Superman#1; lo veremos). Clark crece atendido por médicos y cuidadores, que se asombran de sus hazañas, como levantar sillones por encima de su cabeza. En la juventud descubre los poderes que le caracterizarán en esta primera época: saltar grandes edificios, levantar pesos espectaculares, correr mas rápido que un tren expreso y una piel impenetrable, sólo vulnerable a “un proyectil ardiente”, sea lo que sea eso. A continuación, un par de viñetas de cientifismo pulp trataba de justificar estas maravillas con la socorrida comparación con hormigas y saltamontes, extraída de la citada novela de Wylie. La decisión de usar sus habilidades para el Bien le llega por ciencia infusa (recordemos: no están los Kent). Es curioso como en esta primera página no hay dicotomía entre Clark y Superman (no se dice, por ejemplo, “la fuerza de Superman”, sino “la fuerza de Clark”).
Este primer uniforme, con la S roja inscrita en un triángulo amarillo, capa sin emblema (que aparece y desaparece misteriosamente), mallas muy oscuras, sin las botas rojas -lo que, sorprendentemente, lo emparenta con el diseño para la nueva película Man of Steel (Z. Snyder, 2013)- irá cambiando número a número. Las botas de Superman se regularizan a partir de Action Comics#5, aunque dudan a veces entre el amarillo y su definitivo color rojo. El símbolo en la capa no se normaliza hasta la intervención de Fred Ray y Jack Burnley, contratados por Shuster como asistentes en 1939 para afrontar la cada vez mayor carga de trabajo. Tal vez la inspiración en Douglas Fairbanks explique la fisonomía de este primer Superman, de espaldas anchas, torso amplio, cuello de toro, manos grandes, abdomen plano y brazos y piernas proporcionados, sin las exageraciones anatómicas que generaciones de ilustradores endogámicos han originado (la más evidente: la reducción del tamaño de la cabeza en relación al tronco para sugerir mayor envergadura, rémora que inició Wayne Boring a finales de los 40). También el traje parece, en efecto, unas mallas y no pintado sobre la piel. Estamos en una época previa a que los músculos se marquen hasta en la chaqueta del frac o los pantalones de pinzas.
Clark trabaja como periodista en el Daily Star, futuro Daily Planet, donde conoce a Lois Lane, cronista de sociedad. A estas alturas, el único punto en común entre ellos es este y que ninguno de los dos fuma, a despecho del dominio del vicio en el Hollywood dorado. [Alguna vez parece verse a Clark con una pipa (Action Comics#21), pero en Action Comics#48 desmiente este hábito.] Lois es una mujer independiente, obstinada, con un ramalazo cruel. “Me paso el día escribiendo historias lacrimógenas. No me hagas escribir otra ahora”, contesta a Clark cuando le pregunta por qué no acepta salir con él. Aparte de otros desprecios, en Action Comics#5 le engaña para cubrir una noticia que le habían asignado a él, poniéndole en apuros. Clark es despedido y, además de tener que rescatarla en circunstancias similares a las vistas en Superman I (R. Donner, 1978), debe luego recuperar su puesto. El Daily Star pasa a su denominación definitiva durante la ausencia de ambos como corresponsales en Europa (AC#22 y #23), por lo que se entiende que es la misma empresa que, o bien cambia de marca comercial, o bien es absorbida por un conglomerado más poderoso.
Lois suele cargar con el sambenito -merecido casi siempre- de “damisela en peligro”, “reportera metomentodo” o “novia eterna”. Es, sin embargo, una pieza capital de las aventuras del Hombre de Acero, el personaje más importante de la tira después del propio Superman. Y, como también Clark, no siempre se comporta de la misma forma. Lo primero que debemos señalar es que se trata de una serie de acción; los personajes apenas están esbozados para cumplir con su papel. Por tanto, Lois, pero también Clark, carecen de profundidad psicológica. En un sentido estricto, ni siquiera se les podría llamar personajes, pues no representan a “personas”, sino actitudes éticas o roles profesionales y sociales. Esto es aún más claro en el caso de los oponentes. En Action Comics#1, el corrupto congresista Barrows aglutina las características asociadas a este “tipo” en períodos de escasez: descarada obesidad, sonrisa satisfecha, trajes caros, ademanes de opulencia como las manos sujetándose las solapas de la chaqueta, etc. En su habla no hay rastros de personalidad, sino de su misión: “La Ley será aprobada antes de que se den cuenta de las implicaciones reales. Antes de que puedan tomar medidas reales para remediarlo, nuestro país estará enfrentado a Europa.” A lo que el compinche responde: “¡Genial! Se lo agradeceremos financieramente.” El compinche responde a esos rasgos de tebeo que nadie confundiría jamás con los de un sujeto honrado.
Si bien Superman es descrito como “un portento físico, una maravilla mental”, en esta primera etapa de la serie las proezas físicas serán, con mucho, más destacadas que las intelectuales. En una época en que ni el cine explotaba apenas este exhibicionismo sobrehumano, Siegel y Shuster se recrean con la mayor rotundidad y esmero posibles: la salvación de una condenada a muerte allanando el domicilio del gobernador supone una carrera de obstáculos y “trampas”, un cuchillo se rompe contra la impenetrable piel de Superman durante la zurra a un maltratador, un coche vuela por los aires mientras el Hombre de Acero se sacude de encima a unos gangsters y libera a Lois, etc. Los estímulos cinematográficos planean por toda la tira, no sólo en la narración sino en la iconografía. Tras rescatar a la reportera de ese secuestro con intenciones poco claras, la composición imita maneras del género de terror, con Superman inclinándose sombrío sobre Lois, que retrocede y se lleva las manos a la cara con gesto estupefacto. Repárese en el detalle del tirante que se desliza por el hombro. Esta viñeta ha sido abundantemente reproducida e imitada.
La presentación del héroe consta de 98 viñetas exactas, incluyendo el anuncio final de que Superman aparecerá cada mes en la revista, una imagen icónica del Hombre de Acero rompiendo unas cadenas que será versionada hasta la saciedad, de Neal Adams a Jim Lee. No es que me haya dedicado a contarlas. Hasta tal punto estaba concienciado Shuster de que el comic-book no tenía por qué ser el formato definitivo (el proyecto, como se ha dicho, buscó la aprobación de los Syndicates de prensa) que numeraba cada uno de los paneles, por si luego hubiera que remontarlos. Mantendrá esta práctica durante los dos primeros años de la serie, hasta Action Comics#24 (excepción hecha del #23). El Hombre de Acero no volverá a protagonizar la portada hasta el #7 y no se adueñará de ella definitivamente hasta el #19. Dice la leyenda que cuando los propietarios se dieron cuenta de que vendían más ejemplares si lo mostraban. Sin embargo, esta tesis fue desmontada por el especialista Michael Uslan, quien tuvo acceso a los archivos de DC y a las cifras de venta de la época, observando una aceptación parecida entre el público, con independencia del protagonista de la cubierta. Probablemente, Superman tomara el control de Action Comics coincidiendo con el éxito de su propia cabecera, que, a pesar de empezar con reediciones de Action Comics y de las tiras de prensa, obtuvo ventas muy superiores.
La historia de Action Comics#1 acaba abruptamente, en lo que ahora llamaríamos un cliffhanger, con Superman cayendo al vacío al no alcanzar de un salto el edificio próximo (recordemos que aún no podía volar). El efecto no es premeditado. Deriva de fraccionar las páginas originales y adaptarlas al formato de publicación. Tras resolver esta situación, en Action Comics#2 Lois y Clark dejan la ciudad (no recibirá el nombre de Metrópolis hasta AC#40, por influencia de la película dirigida por Fritz Lang) para cubrir la guerra en San Monte, encargo que ya le habían dado a Clark en el número anterior, pero que, por motivos inexplicables, había decidido dejar aparcado para visitar Washington y acechar al corrupto Barrows. Siegel, en una pirueta sin red, relaciona ambos extremos: resulta que Barrows ha sido sobornado por un tal Emil Norvell, fabricante de armas, que se está achinando vendiendo munición en el citado país. Nada más sencillo para Superman que entrar en la guarida del traficante, superar a sus gorilas armados y sugestionarlo para que lo acompañe con un suave movimiento y estas palabras: “¿Ves que fácilmente doblo esta barra de hierro con las manos? Podría ser tu cuello. Así que, por última vez, ¿vas a venir conmigo?”. Sospecho que a nadie extrañará que el tío líe el petate y se ponga en manos de Superman. Así acabará en San Monte, vestido de soldado, oyendo silbar las balas a su alrededor y jurando no volver a producir nada más fuerte que un petardo. Mientras, Lois ha sido engañada por una Mata Hari que andaba por ahí y queda sentenciada a morir fusilada. Superman llega a tiempo de salvarla y terminar con la guerra secuestrando a los generales responsables y obligándoles a que resuelvan sus diferencias cara a cara.
Llegados a este punto lo esencial es que la tira tiene ya los elementos básicos con que desarrollarse. A partir de aquí, Siegel y Shuster explorarán el nuevo formato, con relatos principalmente autoconclusivos. Estos primeros números exudan un marcado tinte social, con tramas simples y directas donde se denuncia el abuso por parte de los poderosos. Superman no repara en subterfugios y amenazas como las descritas para darle al magnate corrupto o al gangster irredento una dosis de su propia medicina. En Action Comics#3, por ejemplo, un minero inválido por un accidente que se podría haber evitado con las medidas de seguridad adecuadas será el detonante para que Clark decida impartir justicia a su modo: encerrando al propietario (¡y a sus invitados!) en el subterráneo sin acondicionar, hasta que promete enmendarse. Parecidas tácticas desplegará en Action Comics#12, destrozando coches de segunda mano o asustando a los infractores de tráfico para evitar la alta mortandad en accidentes viales (por cierto que la última viñeta anuncia el lanzamiento de un nuevo personaje: un tal Batman en Detective Comics#27); o en Action Comics#16, amenazando de muerte a los propietarios de casinos ilegales para que abandonen la ciudad. El citado Mark Waid, escritor de Superman: Legado, lo describió así: “Fuese quien fuese el de la capa roja, no era un superpoli. Era un superanarquista”.
Quizá el más emblemático ejemplo de esta rabia justiciera -al menos, uno de los más logrados artísticamente- sea Action Comics#10, con fecha de portada Marzo de 1939. En la cubierta, el Último Hijo de Krypton abate un avión de un puñetazo, pero esta imagen no aparece en el interior. La historia se abre con media página que reproduce la cubierta de Superman#1, adaptada al formato apaisado, a menor tamaño y contextualizada con edificios, aunque tampoco tiene demasiado que ver con lo que sigue: una denuncia del maltrato a presos a manos de un sádico alcaide. Son varios los puntos de interés, empezando por la incorporación definitiva de la cuadrícula simétrica de cuatro filas y dos columnas, del agrado del editor Vin Sullivan. La sugerencia de las ocho viñetas por página venía cumpliéndose más o menos desde el primer número, con pocas excepciones, pero los paneles variaban de tamaño y disposición. La férrea cuadrícula de viñetas idénticas en 2×4 asomó por vez primera en Action Comics#7, donde Superman se prestaba a actuar ante el público para salvar el negocio de un honrado empresario del circo amenazado por un gangster, pero no fue hasta este capítulo que adquiriría carta de naturaleza. Se prolongará, entrega tras entrega, hasta la sustitución de Shuster por Jack Burnley en Action Comics#28. Rara vez se rompería la monotonía con una panorámica que uniera dos viñetas, respetando, en todo caso, la simetría de la página.
Como decía, este es un buen ejemplo de lo que ofrecía Superman en esta primera época: cien viñetas distribuidas en trece páginas, la primera de ellas con una portadilla de media página donde se recordaban las habilidades del héroe y una última viñeta donde se instaba a seguir sus peripecias en el siguiente ejemplar. Un inspirado Shuster logra que se “lea” la acción casi sin necesidad de diálogos y textos de apoyo. La influencia cinematográfica es notabilísima. La página 11, por ejemplo, está dedicada íntegramente al rescate de un preso fugado atrapado en arenas movedizas, con un cronometraje ciertamente eficaz. Tengamos en cuenta que se produce años antes de los experimentos de Eisner en este sentido (más de un año antes de la creación de The Spirit). Sin embargo, las carencias de Shuster en fondos y perspectivas, hacen que su narrativa sea más bien televisiva que auténticamente cinematográfica (falta profundidad de campo; los encuadres, aunque eficaces, son meramente descriptivos, predominio de planos medios y primeros planos, etc.)
Los elementos argumentales típicos de este primer estadio se refinan también: Kent finge ser un tipo medroso, pero, al mismo tiempo, demuestra ser un tenaz periodista, que se gana el respeto de su jefe y de sus compañeros. El alcaide es un sádico sin escrúpulos, pero también astuto y ladino, que engaña a sus superiores y amedrenta a sus subordinados. Superman prescinde de las mallas para pasar por un preso común y desenmascarar la injusticia (acude a ellas sin que le vean o para vengarse del alcaide, una vez obtenidas pruebas fotográficas que acaben con su carrera). Hay un punto oscuro: solo vemos a Lois en una viñeta, echando pestes de Clark. La periodista había confesado en Action Comics#9 su interés por Superman (ya se habían amartelado entre viñetas en Action Comics#5: “¡Vaya beso!”, dice él; “¡Un super-beso para un super-hombre!”, dice ella) y habrán de pasar algunos números hasta que Clark insista en su asedio (vuelven a trabajar juntos en Action Comics#22, pero la química de la pareja no empezará a funcionar hasta AC#27, adaptándose a las pautas del serial radiofónico).
Siegel y Shuster descargan al personaje de compromisos tremebundos en episodios de corte más ligero o abiertamente humorístico. Pueden citarse Action Comics#4, donde Clark suplanta a un jugador de fútbol americano (también se hará pasar por boxeador en Superman#2; en esta época era muy aficionado a disfrazarse); o Action Comics#6, donde un tipo finge ser el representante del Hombre de Acero y, curiosamente, no engaña a Lois, más perspicaz aquí que con su compañero de oficina.
El origen de Superman
En la primavera de 1939 Superman obtiene una nueva serie llamada como él mismo. La cabecera homónima empieza con reediciones de material publicado previamente en Action Comics o en las tiras de prensa. Superman#1, por ejemplo, reedita Action Comics#1-4. Se trata de una publicación trimestral de 64 páginas íntegramente dedicada al Hombre de Acero, incluyendo curiosidades como cartas firmadas por Clark Kent (Superman#5), relatos en prosa o artículos sobre los creadores del personaje (Superman#1). Un anuncio en Superman#4 nos muestra seis publicaciones de la editorial en aquella época: Action Comics, donde podíamos encontrar a Superman; Adventure Comics, con The Sandman; Detective Comics, con The Batman; All-American Comics, con Ultra-Man; More Fun Comics, con The Spectre; y Flash Comics, con Flash. Más las secciones habituales de chistes, hechos increíbles, etc.
Sin embargo, la reedición de Action Comics#1 incluida en este primer número está retocada y ampliada: cuenta con 18 páginas frente a las 13 del original, del que elimina una y añade seis. Esta revisión constituye el origen canónico del primer Hombre de Acero, sobre el que se edificarán todas las versiones posteriores. En ella, vemos el planeta Krypton explotando mientras el cohete espacial que lleva al futuro Superman surca el espacio. A su aterrizaje lo encuentra el matrimonio Kent, pero, considerándolo abandonado, lo dejan en un orfanato (tal vez para no descartar la imagen del niño asombrando a sus cuidadores con su fuerza, aunque la viñeta está redibujada). Al poco, los Kent regresan y lo adoptan, para alegría del responsable de la institución. El motorista anónimo de la versión anterior (también presente en las tiras de prensa) ha desaparecido, igual que se esfumará el orfanato en futuras revisiones. En la última viñeta de la primera página, el joven Clark atiende a los consejos de Papá Kent (“Escúchame, Clark. Tienes que esconder esa gran fuerza a los demás o se asustarán de ti.”) y Mamá Kent (“Pero cuando llegue el momento deberás usarla para ayudar a la humanidad.”). Este puede ser el consejo más raro dado nunca por unos padres a su hijo. Y, sin embargo, está en la base de las identidades secretas que proliferan en el género de los superhéroes, a veces sostenidas por justificaciones aún más peregrinas.
El caso es que Clark sigue creciendo y sus poderes con él. Más o menos lo mismo que la vez anterior: saltar edificios, correr más rápido que un tren, levantar grandes pesos (un coche); se añade una escena donde un médico se desespera rompiendo jeringuillas al no poder hacer mella en su piel impenetrable. Y llegamos al final de esta segunda página, cuando, ante la tumba de sus padres -Sí, chicos. Habéis leído bien. ¡Como un Batman cualquiera!-, Clark decide poner sus grandes poderes al servicio de la humanidad vistiendo su colorido atuendo. Esta vez se prescinde de las explicaciones sobre sus habilidades. Ni comparaciones con insectos, ni gravedad ni nada.
Las siguientes cuatro páginas nos ponen en antecedentes del caso presentado en Action Comics#1. Si recordamos, en el citado tebeo Superman llevaba en brazos a una mujer atada y amordazada a la mansión del Gobernador. Se nos dice que es una asesina y que, en su lugar, está a punto de ser ejecutada una mujer inocente. En estas páginas vemos cómo Clark la descubre y la captura. Encuentra la pista al acudir a la prisión para cubrir un artículo e impedir un linchamiento. Este hombre también es inocente y le revela el nombre de la verdadera criminal. La noticia le vale el ingreso en el Daily Star. El resto no varía respecto al Action Comics#1.
Las aventuras de esta época no son tan autocontenidas, ajenas al paso del tiempo o respetuosas con el status quo como suele aducirse. En Action Comics#8, un episodio extraño a nuestra sensibilidad actual, Superman destroza un barrio de los suburbios para obligar al gobierno a reconstruirlo. Pretende acabar así con la pobreza que alienta el crimen y la delincuencia juvenil. Entre tanto, rescata de manos de la policía a varios chicuelos descarriados pillados in fraganti en varios hurtos. Sus intenciones serán todo lo nobles que se quiera, pero, razonablemente, el Comisario Burke expide una orden de busca y captura contra él. Esta será una de las primeras tramas que trascenderá la proeza episódica para generar un cambio de marco. Mientras en Action Comics#1 el gobernador se congratulaba en una reunión de que un personaje de la fuerza y arrojo de Superman estuviera del lado del bien, a partir de este ejemplar Superman será perseguido por las fuerzas del orden. En el siguiente capítulo, Action Comics#9, el detective Reilly, de Chicago (llamado 100% Reilly porque siempre encuentra a su hombre), es encargado de su captura (Obviamente, al final del episodio ha pasado a ser 99% Reilly). Este episodio muestra también la variedad de registros de Siegel, aportando elementos cómicos para el lucimiento de su compañero en personajes caricaturescos como Mortimer Snoop. Esta tirantez con los representantes de la ley, ejemplificada en tipos como el Sargento Casey, siempre dispuesto a dudar de las intenciones del Hombre del Mañana, se mantendrá intermitentemente hasta el cambio de dirección auspiciado por la compañía aprovechando la llamada a filas de Siegel en 1943.
Otras tímidas relaciones de este tipo pueden verse en Action Comics#11, donde se produce la primera aparición de la visión de rayos-X y el superoído, habituales desde entonces en el repertorio del kryptoniano. En este ejemplar, la Maravilla de Metrópolis investiga el suicidio de un accionista que ha sido timado por dos especuladores sin escrúpulos. En el proceso de arruinarlos, se hace con un millón de dólares (¡de 1939!). Pese a ello, no cambia su forma de vida. Sigue trabajando en el Daily Star y combatiendo las injusticias como Superman. En Action Comics#15, un tebeo que encadena situaciones de humor cercanas al slapstick, se desprenderá de él por una buena causa.
También Lex Luthor será presentado en un díptico repartido entre Action Comics#22 y #23. En realidad, su jeta no asoma hasta el capítulo 23, pero es el responsable en la sombra de los sucesos que se inician antes, con un trasunto de invasión de Polonia. Aparece el genio del mal con abundante pelo pelirrojo (detalle que mantendrían en Superman, el film), conspirando en la sombra para llevar la guerra a todas las naciones del mundo. Por lo visto, un error en las tiras de prensa le hizo perder la cabellera. En esta primera época muchos de los antagonistas de Superman son calvos. Como hemos visto, el propio Superman, en su primitiva concepción como villano, empezó de esa guisa.
Pero, sin duda, la aportación más relevante en esta fase temprana es la saga del Ultra Humanita.
El Ultra Humanita es presentado en Action Comics#13, en el curso de una investigación para detener a una banda criminal llamada la Liga de Protección de Taxis. Se trata del primer villano auténtico que pisa la serie: un Mad Doctor calvo y en silla de ruedas con delirios de dominación mundial, que emplea sus ingenios para obtener riqueza y poder, en la órbita del futuro Luthor; muy lejos del gigantesco gorila albino con que renacería en JLA#195-197 (1981), ya en Tierra 2. El Ultra Humanita no duda en matar cruelmente y él mismo parece morir en un accidente de avión provocado por Superman. Pero su cadáver no aparece entre los restos. El inicio de una tradición de malos-Houdini que siempre escapan a la muerte. No tardaremos en saber de él. Concretamente en el siguiente número: Action Comics#14. Investigando un derrumbe sospechoso en el Metro, Superman se topa con la Star Company, una empresa tapadera de la organización criminal del Ultra Humanita, quien trata de matar al Hombre de Acero con aviesas trampas. Superman desarticula la organización, pero no logra atrapar a su cabecilla, quien jura la pronta eliminación del héroe en la última viñeta del número.
El Ultra Humanita reaparece en Action Comics#17, saboteando barcos a troche y moche. Tampoco esta vez es capturado. En Action Comics#19 está detrás de la “plaga púrpura”, una especie de superviruela que diezma la población de la ciudad. Superman lo localiza cuando sus secuaces tratan de eliminar al único investigador capaz de encontrar una cura. El enfrentamiento acaba con la aparente muerte del científico loco. Sin embargo, en Action Comics#20, en un giro inhabitual para la época (y aún ahora) su organización criminal se hace con su cerebro y lo trasplanta en el cuerpo de una joven estrella de Hollywood, Dolores Winters, situación familiar para quienes hayan leído la espléndida La Edad de Oro, de James Robinson y Paul Smith. Superman lo reconoce por el brillo diabólico de sus ojos y debe detenerlo usando nuevas habilidades como el superaliento. Dolores Winters se despedirá de la serie en Action Comics#21, fracasando en su intento de apoderarse de los secretos de la fisión atómica, aunque como sabemos, el Ultra Humanita aún dará que hablar.
La denuncia social mantiene su peso específico: Action Comics#24 alerta de los peligros del juego en un nuevo caso de “falso culpable”; en Action Comics#26 Lois y Clark desenmascaran a un curandero estafador, en una historia dedicada a recaudar fondos contra la parálisis infantil; la pareja resuelve con éxito situaciones de maltrato a niños (Superman#2, Action Comics#27) o de corrupción institucional (Action Comics#37, donde Clark se convierte circunstancialmente en comisario de policía); también hay tiempo para la propaganda bélica enfrentándose a saboteadores y quintacolumnistas (AC#36, #41), además de portadas dedicadas al esfuerzo bélico. Es de reseñar que sólo en dos páginas publicadas en la revista Look en 1943 se implicara Superman en la II Guerra Mundial: en ellas, el Hombre de Acero capturaba a Hitler y a Stalin para que fueran juzgados por crímenes contra la Humanidad.
Los malos con habilidades especiales son cada vez más corrientes. Además de los mencionados Ultra Humanita (que no regresará hasta los años 70 en Superman Family, cuando los comics de la Golden Age se conviertan en Tierra 2) y Luthor (de vuelta en Superman#4, primavera de 1940), se presentan criminales con poderes hipnóticos como Medini (AC#25) o Harold Morton (AC#38), encapuchados como El Arquero (Superman#13) o La Máscara (Action Comics#46, con el interesante Ed Dobrotka), en tramas que parecen de Scooby Doo, se acusa la influencia de Batman con los extravagantes Bromista (AC#51, #57) o Juguetero (AC#64, ya sin el concurso de Siegel) y, por supuesto, otra remesa de científicos locos como Zolar (AC#30), Rompecabezas (AC#49) o Búho Nocturno (AC#53). Mención especial merece El Fantasma (AC#39, con Leo Nowak a los lápices), un ingeniero científico que adquiere poderes por la exposición a la radioactividad, casi 20 años antes de que Stan Lee popularizara esta clase de accidentes. Mr. Mxyztplk no aparecerá hasta 1944, en Superman#30, obra de Jerry Siegel y John Sikela, con la tira cada vez más entregada a elementos fantásticos o paródicos, como las intervenciones de Susie, la sobrina de Lois (AC#59). Antes, sin embargo, debemos retroceder al verano de 1940 y repasar una de las mejores -y más desconocidas- etapas del personaje.
Action Comics#28, con fecha de portada Septiembre de 1940, supone el primer número dibujado íntegramente por Jack Burnley, colaborador habitual de Shuster desde el arranque de las tiras de prensa un año antes, en enero de 1939. Burnley, que había comenzado como ilustrador para la sección de deportes de King Features Syndicate, es recordado sobre todo por ser el primer artista distinto de sus creadores que dibujó con éxito a Superman y a Batman (cubierta de New York World’s Fair 1940, más tarde World’s Finest) y por su gran trabajo en Adventure Comics con el personaje de Starman (Ted Knight), con guiones de Gardner Fox.
Action Comics#1 acababa con la pose clásica de Superman rompiendo las cadenas, como un Sansón de circo. El circo como tal aparecía por primera vez en Action Comics#7. En este, el primer número en manos de Jack Burnley, Lois y Clark vuelven bajo la carpa para investigar a un ladrón forzudo que resulta ser el payaso, descontento por haber perdido antaño el hercúleo rol. Burnley convierte un argumento no especialmente emocionante en unas páginas dignas de leerse y admirarse, aún cuando apenas se separa del patrón Shuster.
En Action Comics#29 nos ofrece la primera Splash-Page inicial de la serie en una portadilla que avanza el contenido. Este recurso ya lo había probado Shuster en Slam Bradley, pero a los editores no les gustaba y lo evitó en Superman. También se observa un trabajo más cuidado en las letras del título, más definidas. Mientras, Siegel se atreve a avanzar en la relación entre Lois y Clark con una nueva cita. Burnley es más aficionado que Shuster a las viñetas panorámicas, de las que obtiene grandes resultados gracias a sus composiciones estudiadas. Su Superman se acerca más al vuelo que al salto, aunque sus poderes siguen sin ser modificados. Los rostros son más definidos, particularmente los de los personajes de nueva creación; embellece los rasgos del elenco clásico, o sea, Lois y Clark, pero sin perder las señas de identidad proporcionadas por su creador gráfico (quien seguía en funciones de supervisor), incluyendo esa dureza característica en el rostro de Superman, sin embargo atemperada, menos ruda y varonil; lo mismo hace con Lois, quien conserva el molde básico de sus facciones, inspiradas en Joanna Carter, la esposa de Siegel, y en la reportera Torchy Blane -una especie de Hildy Johnson (Luna Nueva, 1940)-, pero más armónicas, al uso de Dale Arden (Flash Gondon) o Diana Palmer (The Phantom), con un toque más hollywoodiense, si se quiere. Las figuras se estilizan, manteniendo los patrones esenciales instaurados por Shuster. Burnley es muy superior técnicamente, sus personajes se mueven con más gracia, sus perspectivas sorprenden por su elegancia y la narración se agiliza. Por el contrario, carece de la tensión de Shuster. Tal vez por ello los guiones de Siegel se relajan, abandonan la revancha y la denuncia explícita y se acercan a la investigación y a la comedia. Estos asuntos, lo hemos visto, estaban presentes en la tira, pero con Shuster era un humor crispado, vengativo, y unas indagaciones a fuerza bruta, algo que también se apreciaba en sus otras creaciones con Siegel, como Slam Bradley. Burnley aporta un delicioso toque sofisticado, a lo Historias de Filadelfia (G. Cuckor, 1940) o Al servicio de las damas (G. LaCava, 1936). Fondos más trabajados, expresiones más conseguidas, menos ceñudas, más naturales, lo que favorece a los personajes sin disfraz. El cada vez mayor protagonismo de Lois también la convierte en víctima más a menudo: aquí es atada y amordazada en la mejor tradición Wonder Woman. La trama no es gran cosa. Una investigación sobre pólizas de seguros de ancianas que mueren sospechosamente.
Action Comics#30, con fecha de portada Noviembre de 1940, se abre con una bella imagen inicial de Superman en el aire, casi (salvo la S) como la estampa más reconocible del personaje. Extrañas esferas de energía vaporizan a las personas que se exponen a ellas, dejando solo una sombra tras de sí. Un nuevo archivillano: Zolar, quien controla el clima y el mecanismo de las esferas desintegradoras. ¡No matan a Superman, pero le dejan inconsciente! Reparemos en el detalle de que Lois Lane y Laura Vogel, las dos mujeres de la historia, conducen sus propios vehículos. Nuevas referencias a Flash Gordon y al pulp con las estratonaves. No se sabe si por seguir a su mentor, Burnley también olvida a veces dibujar la S en el pecho de Superman, como en la página 12. Final sorpresa, como el anterior.
Aviso de Spoiler |
Bastantes muertes en este cómic, por cierto.
Action Comics#31 ofrece un nuevo caso misterioso: los habitantes del pueblo de Brentville caen víctimas del sueño en una trama de espías. Llama la atención las malas artes de Clark, quien empieza a portarse deshonestamente con Lois, pinzándole un nervio para desmayarla y que no descubra su identidad secreta. Más interesante es el Action Comics#32, de Enero de 1941, donde comprobamos que a veces la S del pecho sigue inscrita en el triángulo original, pero otras ya se convierte en el famoso pentágono, menos perfecto, sí, pero cerca del diseño definitivo (que Byrne definiría, tantos años después, como dos peces nadando enfrentados). Mientras, el arte de Burnley es cada vez más espléndido. Siegel regresa a las mafias del juego, asunto que repetirá en los primeros años de la tira. Aquí, en enero de 1941, ya tenemos el uso de paneles verticales para dar sensación de caída (piénsese en Gwen Stacy y el Puente de Brooklyn; The Amazing Spider-Man#121), con Superman rescatando a un suicida (menos dramático que el inmortal panel de Gil Kane… ¡pero 30 años antes!) Burnley sigue aprovechando las viñetas panorámicas con excelentes resultados. Siegel sigue extrayendo nuevos poderes a Superman. En este caso, Lois le descubre cambiando a Clark, pero antes un bebedizo le ha arrebatado la memoria y el sentido, dejándola como una autómata. Los médicos dicen que no pueden sacarla de su estupor y recomiendan ingresarla en un asilo. Clark la mira fijamente y arregla su mente con superhipnosis. Además, empiezan las proezas científicas de Clark con la invención del Krypto-Raygun, capaz de tomar fotos, revelarlas y proyectarlas en segundos. Años después contará con su propio laboratorio en la Fortaleza de la Soledad. Otro punto remarcable es la visión menos crítica de los funcionarios públicos, hasta el momento con una larga lista a las espaldas de senadores, policías y alcaldes corruptos. Action Comics#33 insiste en esta nueva confianza en el género humano al declarar Clark que “Se puede tener millones sin perder el corazón”, postura no muy frecuente en la serie hasta el momento. Este ejemplar destaca por unas bellas imágenes acuáticas, como anticipándose a la psicodelia, en el atentado contra Lois y posterior rescate. Clark sigue usando extraños métodos para dejar a Lois inconsciente y que no descubra sus cambios a Superman. Lejos, desde luego, de una moral que hoy consideremos aceptable. Tampoco tiene reparos en interponer una viga en la trayectoria de una bala que, de rebote, acaba matando al villano de un tiro en la cabeza.
En Action Comics#34, último número del gran Jack Burnley, Superman rescata a la heredera de unas minas del siniestro complot urdido por su tío y otro socio para apoderarse de su patrimonio. Siegel aprovecha la facilidad de su colaborador para dibujar mujeres hermosas.
La marcha de Burnley baja el nivel de la tira, cada vez más sometida al arbitrio editorial. Quedan buenas historias y elementos por introducir, como la mítica viñeta de Clark abriéndose la camisa para mostrar el traje debajo (AC#35) o la versión más perdurable del símbolo del pecho con la S inscrita en el pentágono y borrando los bordes de contacto entre las líneas rectas y curvas (AC#41, portada de Fred Ray), pero personajes y situaciones empiezan a adquirir un carácter amable y acomodaticio. Anécdotas, humor y ligereza se enseñorean de la revista: Superman trata de encauzar a una rica heredera en Action Comics#40, desarticula una banda de gangsters que se querían aprovechar de un pobre troglodita descongelado en Action Comics#44 o, en compañía de Lois, aconseja a un precoz jugador de béisbol para que entre en la liga profesional en Action Comics#50. Pese a ello, aún le oiremos decir cosas como “No puedo dejarte morir así cuando te está esperando la silla eléctrica.” (AC#43) o “No me gusta la cara de ese granuja. Quizá debería cambiársela… ¡con mis puños!” (AC#59). Pocos años más tarde, como recordaba Alan Moore, si Superman era grosero con alguien el lector sabía que estaba bajo el influjo de la kryptonita o de alguna villanía por descubrir.
Acabada la II Guerra Mundial, la situación se tornará cada vez más difícil para Siegel y Shuster, molestos por las injerencias editoriales y unas condiciones económicas leoninas. La editorial los despedirá en 1947, aprovechando el conflicto por la autoría de Superboy.
La creación de los dos amigos de Cleveland se ha convertido en uno de los personajes de ficción más reconocidos del mundo. Action Comics#1, al igual que Superman#1, es una de las portadas más homenajeadas de la historia del medio. Pese a ello, este Superman primitivo no ha gozado, en general, de buena prensa. Se le achaca su actitud infantil, fiando en la fuerza y ofreciendo soluciones sencillas a problemas complejos. En verdad, es así. Cuando el superhéroe acaba con un conflicto bélico obligando a que los líderes de ambos bandos en liza se den la mano o cuando alecciona a un empresario minero sobre medidas de seguridad encerrándolo en su propia mina podemos cuestionar tal ingenuidad. A menudo se implica en situaciones curiosas para un superhéroe, como aquella vez que suplanta a un jugador de fútbol americano para dejar en evidencia las malas prácticas de un entrenador. Otras veces resulta incluso aberrante, como cuando se dedica a demoler un barrio de infraviviendas esperando que así el Gobierno se vea obligado a darles casas nuevas, lo que ya de por sí parece cuestionable… ¡Pero es que lo hace para erradicar la delincuencia juvenil, pensando que, gracias a sus esfuerzos, los chavales crecerán en mejores condiciones! No es extraño que la policía decrete su captura, desembocando en el primer número abiertamente humorístico de la serie. En esta primera época la relación del superhéroe con los poderes públicos en general, y la policía en particular, es, como poco, problemática.
Pero, como he tratado de demostrar, esta etapa acumula aciertos indudables que luego otros se han atribuido impunemente. Y no olvido que había mucha gente cimentando la leyenda de Superman: desde los propio colaboradores contratados por Siegel y Shuster hasta el show de radio, los dibujos de los Fleisher o el libro escrito por George Lowther. Sólo digo que en primera línea estaban Jerry Siegel y Joe Shuster haciendo avanzar a su personaje.
Sin embargo, por si aún no les he convencido, voy a escribir, a continuación, una sólo línea:
Superman, el film
¿Se han parado a pensar de dónde salen muchas de esas situaciones tan celebradas? La destrucción de Krypton (tiras de prensa entre 16 y 28 de enero de 1939), la peluca pelirroja de Luthor, guiño a las primeras apariciones del personaje; el propio plan de Luthor con misiles. El dique que cede, el coche atrapado de Lois, el tren que ha de pasar por un puente que se derrumba. La propia relación con Lois, tirante, sin jueguecitos de identidad secreta. El navío en la comisaría (AC#66); el policía que casi muere -muere en la película- en el Metro persiguiendo a la organización criminal (AC#14), etc.
Algún escéptico protestará: señalas lo que te interesa para demostrar tu teoría, porque La Zona Fantasma, Zod, la Fortaleza de la Soledad o la propia kryptonita poco tienen que ver con Siegel y Shuster. Y yo respondo: Así parece… si pensamos que los tipos de Hollywood (en este caso el novelista Mario Puzo y los guionistas David&Leslie Newman, Robert Benton y Tom Mankiewicz) despreciaban el material original. No es así. O no en este caso. Porque, como todo el mundo sabe, los productores proyectaron filmar Superman I y II como una sola película para abaratar costes. De ahí que en la primera parte se introduzcan elementos (casualmente, los citados) que se van a desarrollar en la segunda parte. Y esto es así porque Superman I se inspira en la primera etapa del personaje, mientras que la segunda entra, precisamente, en la era Weisinger. Veámoslo:
El prólogo del Daily Planet (antes de los créditos) es un sentido homenaje a Action Comics#1, incluyendo la contextualización en la Gran Depresión en que unánimemente coincidimos quienes citamos los orígenes del Hombre de Acero (desde Mark Waid a quienes sólo lo conocen de la Wikipedia);
La parte de Krypton y Jor-El nació en las tiras de prensa (Siegel y Shuster habían establecido incluso el consejo de sabios), aunque está enriquecida con apuntes de la era Weisinger (Zod, La Zona Fantasma), para uniformar las versiones y preparar los motivos de la segunda entrega (todo esto, hasta que Clark es recogido por los Kent, bebe de la reformulación del origen en Superman#53, entre otros). Sin embargo, a partir de ser acogido por sus padres adoptivos, recuperamos a Siegel y Shuster, donde Clark (y esto es importante) no ha sido nunca Superboy y se convierte en Superman al morir sus padres y llegar a la edad adulta, como se ha mencionado al analizar Superman#1. Tan es así que la escena del joven Clark adelantando a un tren expreso puede verse tal cual en la citada pág.2 de Superman#1 y en la pag.1 de Action Comics#1, entre otros.
Como ya he apuntado, las situaciones de Siegel y Shuster se encadenan hasta el “viaje en el tiempo”, este sí, característico de la era Weisinger. Las siguientes escenas introducen los elementos típicos de esa época: Lois apunta que Clark nunca está a la vez que Superman (en la segunda parte trata de comprobar su hipótesis, trama característica de los 50); Luthor es entregado a las autoridades, que saludan a Superman como un aliado (cosa que hasta entonces no se ha producido; en la segunda parte ayudará en la reconstrucción de la Casa Blanca, demostrando que ya está plenamente institucionalizado).
Ya en el film de Richard Lester pasa al revés y son los elementos del primitivo Superman los que están en franca minoría (p.ej: el controvertido superbeso del final remite al superhipnotismo de AC#33, publicado en 1941). La homogenización fue tan inteligente que no chirría lo más mínimo, tal vez por la impronta mesiánica, mucho más presente que en el tebeo, y por la gran caracterización del llorado Christopher Reeve.
¿Por qué, entonces, esta etapa es tan poco conocida y apreciada? Quizá porque el conflicto entre los creadores y la compañía propietaria del personaje ha tenido un efecto paradójico: de un lado, Siegel y Shuster son reconocidos y acreditados, pero de otro se les ningunea esparciendo el insidioso rumor de que no eran verdaderos talentos, sino “unos chavales que tuvieron suerte”. O quizá porque la rabia justiciera y la ideología que subyace en las historias primitivas no armoniza con el Superman “amigo de los niños” que monopoliza el merchandising. O quizá porque muchos pretendidos expertos no han leído estos cómics y, si lo han hecho, los han apartado por alguna de las razones anteriores.
Siegel y Shuster poco disfrutaron de la fama planetaria de su personaje. Tras ser despedidos por National Allied Publications, precursora de DC Comics, por interponer una demanda sobre los derechos de Superboy (que ganaron) ambos amigos trabajaron en la tira de prensa Funnyman, que no cosechó el éxito esperado. Shuster publicó ilustraciones picantes (bajo seudónimo) para sobrevivir hasta que sus problemas de visión le apartaron definitivamente del tablero de dibujo. Siegel, por su parte, volvió a escribir para DC en 1959. Con motivo de la filmación de la película Superman DC aprobó la concesión de una pensión vitalicia y la inclusión de sus nombres acompañando al Hombre de Acero.
Sirva este modesto epígrafe de agradecimiento a Jerry Siegel y Joe Shuster, esos chavales que hicieron realidad su sueño y, de rebote, el de millones de niños.
La posguerra cambió la sociedad norteamericana. El esfuerzo bélico había reactivado la economía. La victoria en Alemania y Japón convirtió a EE.UU. en superpotencia, autoproclamándose paladín de la libertad en el mundo. La vuelta de los soldados y la creciente prosperidad aletargó la denuncia social y propició una regresión en los roles de género. Superman ya había iniciado este camino mucho antes, con el cambio de década. La decisión editorial de alejarlo del conflicto bélico, al contrario que otros destacados héroes del momento (El Capitán América, sin ir más lejos, propinaba un derechazo a Hitler en la cubierta de su primer número), le había relegado a la retaguardia, por mucho que publicitara los bonos de guerra en cada número y de vez en cuando (muy de vez en cuando) cayera en la obsesión norteamericana por los espías y saboteadores afincados en su territorio, preludiando La Caza de Brujas del senador McCarthy. A medida que entraban otras manos, el Hombre de Acero se refinaba, en cierta forma. Pero también se volvió más amanerado y previsible, aparcando el furor justiciero de sus orígenes.
Esta pérdida de crudeza, alentada por las altas instancias, se compensó modificando el escenario. El universo original de Superman, haciendo honor a sus raíces pulp, era esencialmente el nuestro. Las reglas eran las mismas y, si se infringían, había que justificarlo, aunque fuera en tópicos endebles como la comparación con los insectos o el cajón de sastre que supone el Mad Doctor. Poco a poco, se volvieron las tornas y Clark pasó a vivir en un mundo de fantasía donde cualquier cosa podía pasar y, con frecuencia, pasaba. Los paralelismos con nuestras vidas y experiencias se convirtieron en tópicos inmutables, cuando no directamente exógenos (es decir: el lector los proyectaba sobre un personaje que, cada vez más, era una cáscara arquetípica), para sentirse participe de la evasión fantástica. Esta ya era una tendencia en los primeros guiones de Siegel, como hemos visto; pero había otras, acaso más importantes (al menos, para su autor). El cambio de marco las elimina y convierte el ingenio, entendido como prueba, (a la manera de un concurso donde, tras la victoria, vuelves a la casilla de salida) en el principal motor de las historias.
El lector de hoy en seguida se dará cuenta del problema. Si el personaje permanece estático y su entorno es sólo modificable durante el tiempo que dura el capítulo sólo hay una forma de mantener el interés de las tramas: la constante introducción de elementos vistosos que, aunque realicen siempre la misma función, atraigan por su novedad. Y es lo que se hizo. Villanos como U-Ban, Kizo y Mala, los tres superhombres de Krypton (Superman#65, julio de 1950), el extraterrestre Brainiac (Action Comics#242, Julio de 1958), el clon imperfecto Bizarro (Superboy#68, 1958), el gigantesco simio Titano (Superman#127, Febrero de 1959), Metallo y su corazón de kryptonita (Action Comics#252, Mayo de 1959), el General Zod (Adventure Comics#283) o la explicación del odio implacable de Luthor hacia el Hombre de Acero mediante lo que ahora llamaríamos “retrocontinuidad” (Adventure Comics#271), así como distintas combinaciones de enemigos para derrotar al Hombre de Acero (por ejemplo: Luthor, Mr. Mxyztplk y el Bromista en Action Comics#151); pero también aliados como Supergirl o Krypto, viejos intereses románticos como Lori Lemaris (Superman#129, estupendo tebeo de Bill Finger y Wayne Boring), conceptos como la Zona Fantasma o la ciudad en miniatura de Kandor, la introducción de la kryptonita (trasplantada del serial radiofónico) y sus múltiples derivaciones, diversos seres mitológicos o mágicos, las famosas historias imaginarias, viajes en el espacio y en el tiempo (lo que permitió conocer mejor los fundamentos del planeta Krypton). Cualquier cosa que pudiera ser imaginada cabía en Superman.
Esta es una de las épocas más míticas del personaje y suele referirse como la era Weisinger. Mort Weisinger (1915-1978) empezó a trabajar en National Periodicals (futura DC) en marzo de 1941. Para entonces el superhombre creado por Siegel y Shuster participaba en la fundacional Action Comics, en Superman y compartía World’s Finest con Batman, aunque sus caminos sólo se cruzaban en las portadas y no en las historietas (los cómics ya habían establecido que compartían un mismo hábitat -por ejemplo, en Superman#20, donde Bruce Wayne y Dick Grayson aparecían en la misma viñeta que el Hombre de Acero- pero habría que esperar al show radiofónico para que arrancase la tradición de aventuras conjuntas). Weisinger venía del mundo de la ciencia ficción que habían admirado Siegel y Shuster. Junto a su amigo Julius Schwarz, había fundado Solar Sales, una agencia de representación literaria que le permitió tratar a respetados escritores del ramo (entonces jóvenes promesas) como Alfred Bester, Edmond Hamilton, Ray Bradbury, Otto Binder, etc. Muchos de ellos colaborarían con él escribiendo o sugiriendo argumentos para Superman y otros personajes de la compañía.
El primer objetivo de Weisinger fue consolidar la popularidad del Hombre de Acero y añadir nuevos personajes disfrazados que explotaran el filón del superhéroe, como Aquaman, Green Arrow o Johnny Quick, que presentará en More Fun Comics#73. En esta fase temprana la compañía empezó a presionar a Siegel y Shuster para que moderasen la violencia de Superman y embellecieran a Lois Lane, a quien los editores no consideraban suficientemente atractiva. Weisinger fue llamado a filas y no regresó hasta 1946. Al año siguiente despidió a los creadores de la gallina de los huevos de oro y empezó a organizar las cosas a su manera.
En 1945 se había presentado Superboy en More Fun Comics#101, de la que pasará a Adventure Comics y finalmente a su propia cabecera en 1949. La compañera platónica del Hombre de Acero se independizará en Superman’s Girlfriend Lois Lane (1958), al igual que había hecho otro miembro famoso del Daily Planet en Superman’s Pal Jimmy Olsen (1954), gracias a la popularidad alcanzada en televisión. Aunque mantenían el mismo tono ligero y fantasioso, había diferencias entre ellas: Superboy no era más que Superman de joven, reubicado en Smallville, donde vivía con sus padres Jonathan y Martha Kent. Lana Lang sustituía a Lois Lane como interés (es un decir) amoroso. Más allá de ello, sus aventuras eran en su mayoría intercambiables con su contrapartida adulta. En su momento nadie advirtió la incongruencia inherente a la jugada, sobre todo en cuanto los personajes presentados en una serie pasaban a la otra incluso “retroactivamente”, como Luthor o Batman.
La colección de la reportera más dicharachera del Daily Planet se basaba principalmente en los esfuerzos de Lois por “cazar” a Superman, bien con el matrimonio, bien desvelando su identidad secreta. El Hombre de Acero se pasaba la mitad del tiempo salvándola de un peligro y la otra mitad entorpeciendo sus investigaciones. Es lo que en la época se entendía como una serie “para chicas”. Hoy día es recordada, sobre todo, por el buen hacer de Kurt Schaffenberger, quien retrataba a una Lois Lane muy hermosa.
Jimmy Olsen, por su lado, es como una Ley de Murphy andante. Allí por donde pasa, todo lo que puede ir mal, va mal. Y eso, en los años 50, podían ser muchas, pero muchas cosas. Tan asumido lo tiene que va con un reloj de señales para avisar de cuando Superman debe sacarle las castañas del fuego. Vamos, el precedente (elevado a la enésima potencia) del Rick Jones de la Marvel. Jack Kirby y el Cuarto Mundo lo rescataron de la ingenua mediocridad que lo hubiera condenado a una nota a pie de página.
Supergirl
Este es un concepto que se baraja muy temprano en la serie, probablemente por la influencia de Mary Marvel y el éxito de Superboy (quien ya se encontró con una chica así denominada, sin ninguna relación con la futura Kara Zor-El, en Superboy#5, fechado en Noviembre-Diciembre de 1949). Las aventuras del joven Clark, además de ser motivo de disputa interminable entre Siegel y Shuster y la editorial, tuvieron un éxito fulminante, y demostraron que el mercado simpatizaba con la idea de expandir la franquicia con más seres superpoderosos derivados del icono principal. El test definitivo se produjo en Superman#123 (agosto de 1958), a cargo de Otto Binder, Dick Sprang y Stan Kaye. Jimmy Olsen frotaba un artefacto mágico y pedía una superchica para su amigo Superman en la historia titulada La muchacha de acero (The girl of steel). Tampoco debemos olvidar que su amigo Batman ya había tropezado con una primera versión de Batwoman en 1956.
Con fecha de portada Mayo de 1959, la auténtica y genuina prima venida de Krypton hizo su aparición en Action Comics#252, obra de Otto Binder y Al Plastino. Es una historia de ocho páginas donde todo parece ir a super-velocidad. Supergirl llega a la tierra en un cohete, Superman la encuentra, ella le cuenta su historia (que incluye como aprendió inglés y fabricó su supertraje), descubren que son primos y él la mete en un orfanato mientras aprende a usar sus poderes. Ya sé: la parte del orfanato jamás se entendió. Kara adoptó el nombre de Linda Lee, continuando con el chiste de la doble L en los personajes de la tira, especialmente los femeninos. Desde entonces, la doncella de acero se convirtió en el arma secreta de su primo y compartió muchas aventuras con él. También vivió sus propias peripecias (de complemento en Action Comics) y fue integrándose en el universo del kryptoniano, lo que significaba visitas a Superboy (¡ejem!), la Legión de Superhéroes y los colegas de Gotham, especialmente Batgirl. Como curiosidad, Binder parece olvidar que, a estas alturas, Superman ya no es el único superviviente del planeta Krypton, como erróneamente insiste varias veces a lo largo del relato.
En Action Comics#285 (1962) Superman la presentó a sus conciudadanos, que la recibieron con entusiasmo. Kara obtendría colección propia, de breve duración. El escritor Marv Wolfman bromeó con que la mejor historia que había protagonizado era, mucho después, la de su propia muerte, en Crisis en Tierras Infinitas. No es del todo una boutade, pues es cierto que sus hazañas solían ser de perfil bajo, como demuestra que apenas contase con enemigos propios de envergadura. Sin embargo, ha participado en muchas de las mejores historias de su primo (por ejemplo: La muerte de Superman en Superman#141, donde tomaba el relevo del Hombre de Acero, asesinado por Luthor) y es parte imprescindible de su leyenda. Tal es así que en 1984 protagonizó su película homónima, por desgracia tan espantosa que todo el mundo ha olvidado que también estaba Jimmy Olsen, expandiendo la franquicia cinematográfica unos 25 años antes que el Nick Furia de Iron Man en la competencia.
La Superchica de Krypton sirvió también a los estudiosos del personaje como “justificación” de la heterosexualidad del héroe, según señala Umberto Eco perspicazmente en su influyente Apocalípticos e Integrados. A este respecto conviene señalar que el Hombre de Acero no prima la compañía de los congéneres de su propio sexo (y menos efebos), como es el caso de Batman o Green Arrow (o el Capitán América de la competencia), desactivando las acusaciones del psiquiatra Fredric Wherthan y su insidioso libro La seducción del inocente. Es triste, sin embargo, relegar a un personaje como este a simple excusa para mentes bien pensantes.
Supergirl fue hija de su tiempo. Una “mujercita” bondadosa, ajena -como Superboy– a la conflictividad de la adolescencia y respetuosa con el patriarcado. Muy diferente sería la Kara de Tierra 2, creada en los ’70, y que adoptaría el nombre de Power Girl. Pero esa, como suele decirse, es otra historia.
La Legión de Super-héroes
Superboy descubrió a su insospechada franquicia del siglo XXX en Adventure Comics#247 (Abril de 1958), con la visita de Saturn Girl, Cosmic Boy y Lightning Lad a la Smallville del siglo XX. Los tres se burlaban de Superboy llamándolo por su identidad secreta antes de descubrirse como viajeros del tiempo de un club de superhéroes que lo había tomado como inspiración. Un inicio modesto para un equipo que llegó a tener más de treinta miembros pululando por ahí, cada uno de un planeta distinto (o casi), y un grupo de sustitutos. Para Otto Binder y Al Plastino era una historia más de sorpresa tras sorpresa que empezaba con unos jovencitos sabiendo la identidad de Clark, seguía con un viaje en el tiempo y varias pruebas para Superboy y acababa con el kryptoniano como socio. El éxito les hizo volver y, casi sin darnos cuenta, habían constituido su propio universo.
La Legión es un grupo paradójico e irreproducible (por mucho que Chris Claremont y Dave Cockrum quisieran homenajearla en la Guardia Imperial Shi’ar de la Patrulla-X). Procede de la rama de la ciencia ficción optimista tipo Star Trek, aunque sus filas están llenas de tragedias. Como dueños y señores del siglo XXX, su escenario era coherente, rico e inspirador. Al no ser exactamente una franquicia, sino un producto derivado, las situaciones eran modificables y sorprendentes, incluyendo el fallecimiento de integrantes cuando aún esto no era una moda. La dependencia de Superboy le traería importantes problemas en los ’80, cuando el personaje fue borrado de la continuidad.
El grupo está radicado en la Tierra, patrocinado por el mecenas R.J. Brande, padre del legionario Camaleón. Todos sus miembros deben de poseer una habilidad propia, distinta a las del resto (pese a lo cual, varios integrantes tienen poderes similares o iguales a Superman: Superboy, Supergirl, Mon-El, Ultra-Boy, etc.). Sus socios pueden volar gracias a un anillo antigravitatorio inventado por Brainiac 5. El villano Darkseid debe mucho de su popularidad actual a que Paul Levitz y Keith Giffen lo recuperaran del olvido en La Saga de la Gran Oscuridad, considerada una de las mejores aventuras del grupo.
Los años 50 popularizaron una curiosa forma de narración: las historias imaginarias (¿acaso no lo son todas?, como diría Alan Moore). Estos relatos cuentan cómo podrían ser las cosas si las cosas no fueran como son. Este recurso supone una velada admisión de esquizofrenia editorial, aceptando no poder hacer cambios para no espantar a los lectores al mismo tiempo que los hacemos “como si no los hubiéramos hecho”. Es indudable que hay gente muy ingeniosa por el mundo. El artificio, en definitiva, permite imaginar situaciones que la necesidad de seguir explotando la gallina de los huevos de oro no consentiría jamás. Especialmente el fin (por cualquier motivo) de la carrera del héroe.
Hay decenas de historias imaginarias. La asombrosa historia de Superman-Rojo y Superman-Azul (Superman#162, 1963), obra de Leo Dorfman, Curt Swan y George Klein, es una de las más populares y completas. Consta de tres partes: Los gemelos titánicos; El rayo anti-maldad; y El fin de la carrera de Superman (la distribución en capítulos también era corriente en la época).
El último hijo de Krypton, el gran héroe de la humanidad, ha fracasado siempre en tres tareas esenciales: desactivar los efectos de la perjudicial kryptonita, devolver su tamaño original a la ciudad de Kandor y acabar con la delincuencia y la maldad en el mundo (Triste es que no le preocupe el hambre; será un reformado Luthor quien erradique la enfermedad con un suero). De modo que el Consejo de Kandor le da un ultimátum: o resuelve estos problemas antes de seis meses o probará suerte en su papel otro de los kryptonianos de la ciudad robada por Brainiac. Consternado, Superman decide recurrir a un aparato de su invención, compuesto por todas las variedades de kryptonita conocidas, fabricado para disparar su cociente intelectual. Supergirl le advierte de los riesgos, pues no ha sido probado antes, pero el Hombre del Mañana está decidido. La máquina, en efecto, multiplica por diez su inteligencia; también propicia una vicisitud inesperada: crea un clon absolutamente idéntico, comprometido asimismo con la noble misión. Ambos se distinguen solo por el color de sus uniformes (de aquí el título). Con sus potentes cerebros aplicados al unísono logran superar todas las dificultades y vivir felices.
El maquiavélico guion de Dorfman está calculado para satisfacer varios aspectos de los mitos de Superman, como la dualidad de afectos Lois/Lana (sin elegir realmente: un Superman para cada una, sin que ninguna proteste) o la capacidad del superhéroe para alterar decisivamente el mundo que le rodea. A este respecto, una observación: si bien la eliminación de la kryptonita o restituir el tamaño original de Kandor no plantea dilemas éticos (aunque, a otros efectos, puedan ser problemáticos), el uso de una máquina de ondas para erradicar la “maldad” de los cerebros humanos, como si de un gigantesco e indoloro método Ludovico se tratara, debería causar lícita alarma en cualquier ente pensante. Ni siquiera vamos a entrar en debates sobre la naturaleza del Bien y del Mal, ni en las consecuencias que tendría en el libre albedrío, radicalmente mermado (sino extinguido) por tal inaudita intromisión. Solo repararemos en que, por muy elevados que sean sus fines e ideales, Superman no está haciendo otra cosa que lo que combatía en Action Comics#52, donde un artefacto de rayos mentales doblegaba la voluntad de la población de Metrópolis y le impedía resistirse a las órdenes dadas por un tirano. El superhombre, inmune a la receta, lo derrocaba. Veinte años después es Superman quien aprieta el botón del invento, tras cerciorarse previamente de que toda partícula de kryptonita ha sido eliminada del cosmos. Escalofriante, ¿verdad? No me extraña que Batman duerma con su anillo de kryptonita. Debe de haber leído esta historia.
Bromas aparte, Dorfman trufa obsesivamente cada esquina del tebeo con referencias a la historia del personaje, desde sus villanos principales (Brainiac, Luthor, Mr. Mxyzptlk) a sus compañeros de trabajo (Lois, Perry, Jimmy), la civilización de Atlantis donde vive Lori Lemaris, sus aliados Supergirl, Krypto y el resto de kryptonianos (por fin libres para iniciar un Nuevo Krypton), la Legión de Superhéroes (que será el nuevo hogar de Kara)… Ni siquiera se resiste a echar una pullita a Fidel Castro y a la carrera armamentística soviética, como quien no quiere la cosa. También se permite ironizar con la calvicie de Luthor (a la vez que pierde su maldad recupera el cabello). La narración es ágil, incluso vivaz, un punto autoconsciente (como esos Supermanes echándose a suertes con quien se va a casar cada uno). No es descabellado aventurar que Moore la tomara como modelo para su aún más ambiciosa (y mejor) ¿Qué le sucedió al Hombre del Mañana?
Los mundos de las historias imaginarias acabarían conformando sus propias dimensiones, susceptibles de volver a ser visitadas, incluso por la continuidad oficial (siguiendo el ejemplo de Tierra 2, concebida para explicar duplicidades de héroes como Flash o Green Lantern y que sirvió también para corregir anacronismos en Superman o Wonder Woman en los 70).
Durante el reinado Weisinger dio sus primeros pasos el hombre que más veces ha dibujado a la Maravilla de Metrópolis y uno de los principales responsables de su imagen más iconográfica: Curt Swan. La primera historia que ilustró del personaje fue Superman#51 (1948). Entonces el canon lo impartía Wayne Boring, contratado por el propio Shuster como ayudante de su estudio en 1941, e independizado más tarde, antes ya de que DC decidiera prescindir de los creadores del superhombre. Otros artistas seguían su estela, como Al Plastino, Dick Sprang o el propio Curt Swan, homogeneizados por las tintas de Stan Kaye. El estilo de Wayne Boring se distanció notablemente de la escuela Shuster (Paul Cassidy, Sam Citrom, Fred Ray, Ed Dobrotka, John Sikela o, el más talentoso de todos, Hardin “Jack” Burnley). A la rudeza, la chulería, la actitud desafiante y el físico de “hombre de acción” (en un sentido “Conan”, para entendernos), Boring opuso una figura paternal, caracterizada por la amabilidad de los gestos y una línea algo rechoncha, con un tronco desproporcionadamente ancho y monolítico, que le hacía parecer envarado y no acechante, como el superhombre primitivo de Shuster. Este nuevo diseño se amoldaba a las historias familiares e imaginativas de este período hasta el punto de que no pueden entenderse las unas sin el otro.
Swan, poco a poco, va liberando su estilo. Su Superman obtiene más definición muscular, sus movimientos resultan más gráciles y dinámicos. Por el contrario, el héroe se ve cada vez más adulto, más cerca de los cuarenta que de los treinta, con aspecto de saludable hombre de familia y no de ágil action hero. Swan será el modelo para los grandes renovadores de la imagen del Hombre de Acero, como Neal Adams, José Luis García López e incluso John Byrne o Jerry Ordway. Su narrativa es clara y fluida, aunque estandarizada. Su sencillez y eficacia para las expresiones sólo tenía un punto débil: dependía demasiado del entintador.
Las historietas de la era Weisinger eran desenfadadas e imaginativas; también un poco ingenuas, por lo que el cambio de mentalidad de mediados de los 60 y principios de los 70 las perjudicó. Reforzaban la idea de un mundo idílico que, sin darse cuenta, se alejó de sus lectores. Esto, en cierta forma, resultaba inevitable. Como observó Umberto Eco, en el ya citado Apocalípticos e Integrados: “El personaje mitológico de los cómics se halla actualmente en esta singular situación: debe ser un arquetipo, la suma y compendio de determinadas aspiraciones colectivas, y por tanto debe inmovilizarse en una fijeza emblemática que lo haga fácilmente reconocible (y es lo que ocurre en la figura de Superman); pero por el hecho de ser comercializado en el ámbito de una producción “novelesca” por un público consumidor de “novelas”, debe estar sometido a un desarrollo que es característico, como hemos indicado, del personaje de novela.”
La tensión subrayada en el análisis de Eco, publicado originalmente en 1965, encaja como un guante con el reinado Weisinger, quien ya dio sus primeros golpes de mano a principios de los cuarenta, limando las asperezas del carácter de “héroe de la clase trabajadora” de Superman, derivándolo primero hacia el humor (con toques de comedia a lo “guerra de sexos”, aspecto recuperado mucho más tarde por la teleserie Lois&Clark, en lo que entonces se vio como una influencia de Luz de luna) y en seguida hacia la farsa y la fantasía más desaforada, combatiendo el éxito del Capitán Marvel en los ‘40, cuando llegó a superarlo brevemente en ventas. Es así como el cruzado social se convierte poco a poco en el bondadoso boy-scout integrado en el sistema, cómplice con la prosperidad de los ’50 que liga la satisfacción individual a la propiedad privada y el american way of life, ahogando cualquier disonancia en el caldo de la diversión desprejuiciada. No es casual que la serie se llene de marcianos y de criminales de opereta, ni que el cada vez más presente Krypton no invite a reflexionar sobre la integración y la identidad. Ni siquiera será el mejor colocado cuando estos asuntos empiecen a salpicar las páginas de los cómics a mediados de los 60.
Los apuntes de Eco sobre el carácter esencialmente iterativo de esta clase de relatos son muy valiosas, al igual que sus conclusiones sobre la función estabilizadora y adormecedora que subyace en sus esquemas narrativos. Sin embargo, pueden inducir a error a quien crea que sólo son aplicables a estas historietas, erróneamente clasificadas como exentas de “continuidad” (y no, no me voy a meter ahora en la polémica: que cada uno la entienda como quiera). La lectura atenta de este material revelará detalles cruzados que cimentan lo que sostengo y que pasan desapercibidos en la aproximación episódica. Eco los obvia porque -aunque de interés para el erudito o el fan- carecen de relevancia al objeto del estudio. A lo que nos interesa, el semiótico no niega que las aventuras hayan pasado (o sea, que se acumulen) sino que, en realidad, no importa porque no tienen un peso específico en la evolución del personaje. No es más que información redundante. ¿Qué más da que Superman y Luthor se hayan enfrentado diez o mil veces? De ahí que extrapole sus conclusiones al resto de superhéroes, porque, sin entrar en detalles o excepciones, la serialización lleva exactamente a lo que indica: que cada suceso sea menos relevante (aún) que el pasado. Y este es un problema que sigue sin ser resuelto (insisto: con carácter general) en la ficción superheroica que Superman inauguró.
Hasta 1978 Superman era, junto a Mickey Mouse, el personaje más popular del tebeo norteamericano. A partir del estreno de la película de Richard Donner, se convirtió en uno de los diez personajes de ficción más reconocidos en todo el mundo.
Desde finales de los 60, con la llegada de artistas como Neal Adams o José Luis García López y la definitiva maduración de Curt Swan, la imagen del kryptoniano se había revisado y modernizado, volviéndose permeable a las nuevas corrientes del mainstream USA gracias a la nueva sensibilidad del editor Julius Schwartz (1915-2004) y a la necesidad de periclitar la agotada fórmula Weisinger. Schwartz había renovado años antes a varios de los héroes clásicos de la compañía, particularmente Flash (con Barry Allen bajo la máscara), lo que se considera el pistoletazo de salida de la Edad de Plata.
Schwartz se movía entre dos fuerzas antagónicas. De un lado, la continuidad con el poderoso legado Weisinger, de quien había sido amigo y colaborador. De otro, los nuevos aires que pedían un Superman menos divino, más apegado a los mortales, dispuesto a aceptar los cambios producidos en los gustos de la masa consumidora, particularmente los chavales atraídos por el enfoque dramático de los tebeos Marvel. La era Schwartz nos regaló un puñado de buenas historias, algunas de las mejores del personaje. El editor, sin embargo, fracasó en acercar a Superman a este nuevo público.
Schwartz cometió un error de enfoque, quizá explicable sabiendo su filiación weisingeriana. El problema de Superman no residía en su grado de “superpoder”, como creyeron -de buena fe- gente como Denny O’Neil o Marv Wolfman. A fin de cuentas, esto es una cuestión subjetiva: ¿mover un planeta está bien, pero no dos? ¿cruzar el mundo en una hora está bien, pero no en un minuto? Evidentemente, era algo que había que abordar, pero más por la arbitrariedad en la adquisición de habilidades (y sí, claro, en la exageración) que por las capacidades en sí mismas.
El quid de la cuestión radicaba en que había que implicar a Clark en su propia vida y, por ende, en la del lector.
“Humanizar” al Hombre de Acero quitándole el superaliento o haciendo que se moviera a la velocidad del sonido en vez de a la velocidad de la luz era una iniciativa destinada al fracaso desde su mismo planteamiento. ¿De qué servía, por ejemplo, reducir a la mitad los poderes de Superman si seguía mirando por encima del hombro a quienes lo rodeaban? ¿De qué servía introducir al magnate Morgan Edge y convertir a Clark en presentador de una cadena de noticias -esto parece, simplemente, un disparate contra su identidad secreta- si el estudio de televisión no significaba para él más que el viejo trastero del Planet? ¿De qué servía cambiar a Lois Lane por Lana Lang si la relación seguía siendo, a todos los efectos, la misma? Había que lograr que las cosas le importasen, verlo en situaciones que el lector pudiera identificar. A fin de cuentas, el Superman de Christopher Reeve es casi un Dios, ¿no? Pero un Dios a quien desgarra la pérdida de Lois o que no tiene reparo en desviar un poco de su tiempo en bajar de un árbol el gato de una niña. No es el Dr. Manhattan inmerso en sus experimentos cuánticos, ajeno a las cuitas humanas, como magistralmente narraron Moore y Gibbons en Watchmen.
En este sentido, la famosa saga conocida como Kryptonita… nunca más (Superman#233-238,240-242), obra de Dennis O’Neil, Curt Swan y Murphy Anderson (con portadas del gran Neal Adams), yerra el tiro. Su (loable) preocupación por hacer comprensibles los márgenes en que se mueve Superman, pensando que así prescinden de su faceta “divina”, chocan de frente con el gran problema: no hay motivación ni interés personal alguno. Sólo nos empuja saber qué poder va a perder en la próxima aventura o cómo se las ingeniará para derrotar a su siguiente enemigo. Exactamente igual que antes. Compárese con la crisis emocional que llevó a Peter Parker a tirar su traje arácnido en el cubo de la basura (The Amazing Spider-Man#50) y veremos que las intenciones de O’Neil se desploman como un castillo de naipes con la más leve brisa.
Leídas hoy, resultan más conmovedoras El milagroso retorno de Jonathan Kent y su continuación El mundo secreto de Jonathan Kent (Action Comics#507-508, Mayo-Junio de 1980), obra de Cary Bates, Curt Swan y Murphy Anderson, donde Clark -gracias a una pirueta cósmica de esas tan queridas en los tebeos- puede volver a pasar unos días con su padre fallecido años ha; o Si Superman no existiera (Action Comics#554), obra de Marv Wolfman y Gil Kane, parábola del impacto de la imaginación en nuestras vidas en forma de homenaje a los creadores de la leyenda, Jerry Siegel y Joe Shuster. O Superman: ¿amigo o enemigo? (Action Comics#551), obra del mismo equipo artístico, donde asistimos a un día en la vida del superhéroe mucho antes de que Busiek hiciera lo mismo en Asto City y fuera más elogiado… ¡En fin! Ya ven por donde voy.
Pocas de las innovaciones de este período han resistido el paso del tiempo. Steve Lombard (importado del Curly de Action Comics#7), Morgan Edge y su imperio multimedia, el romance con Lana, Vartox, Terra-Man… no creo que estén entre los momentos favoritos de nadie. En cambio, de nuevo Wolfman, con el concurso de Gil Kane, remodeló al clásico Brainiac verde en un engendro mecánico sobrecogedor. Hace unos meses DC recuperó estas (y otras) historias de Wolfman y Kane y el compañero Raúl Silvestre, con excelente criterio, nos habló sobre ella en una reseña suya.
Adventures of Superman de Gil Kane (1982-1988) según Raúl Silvestre
En 1997 Gil Kane fue incluido en el Salón de la Fama del Cómic de Will Eisner y en el Salón de la Fama de Jack Kirby. Merecido reconocimiento para un autor que había dado lo mejor de sí mismo al cómic de superhéroes desde la década de los años cuarenta, siendo uno de los abanderados de la Edad de Plata del cómic estadounidense en los años setenta siendo conocido por sus trabajos en Green Lantern, The Amazing Spider-man, Action Comics o Superman.
Para entender la relación e importancia de este autor en la historia de El Hombre de Acero Raúl Silvestre nos pone previamente en antecedentes: «Corría el año 1982, las Crisis en Tierras Infinitas aún no se atisbaban en el horizonte. Superman era un personaje que gozaba de la salud de dos superproducciones cinematográficas estrenadas con éxito y una tercera por llegar. Un icono indiscutible, pero que tampoco disfrutaba de unas ventas tremendas. Vamos, como ahora. Pero con más gusto. Sin dudas morales o cambios de peinado. Sin muertes y resurrecciones absurdas o reboots torpes. Todo lo anterior era válido y la continuidad era respetada sin caer como una losa en la narrativa. El lector habitual de tebeos era niño o adolescente y como tal se le trataba. Había un pozo de ingenuidad, un regusto naíf en las tramas. Y esto a Superman le sentaba de perlas. Porque es un mito arraigado en blancos y negros, en el Bien y el Mal, donde la bondad y lo que debe hacerse son sus consignas de acción».
Esto último sería perfectamente comprendido por un guionista como Marv Wolfman cuyo «aterrizaje en DC Comics no pudo ser más exitoso. No en vano, de su pluma surgió el clásico que es hoy Teen Titans, logrando altísimas ventas y críticas muy favorables» y, en el caso de Superman, este autor fue capaz de entender «la naturaleza del kriptoniano. Pero aún mejor comprendió quién iba a encargarse del dibujo», el gran Gil Kane, resultando todo «en un ejercicio de arqueología y sapiencia deceíta por parte de sus autores». De hecho, continúa Raúl Silvestre en su reseña de estos cómics que podéis leer aquí mismo, la aportación de Gil Kane «suple cualquier carencia argumental, si como tal se puede considerar la sencillez de unos guiones nada enrevesados, tendentes a la ciencia-ficción más disparatada y concebidos para entretener sin grandes aspavientos mentales».
«Las habilidades de Gil Kane para el dibujo fueron prodigiosas», sigue ensalzando Raúl Silvestre el trabajo del dibujante estadounidense, «más que por su capacidad narrativa, que está fuera de toda duda y que incluso nos ofrecía páginas de muy curioso viñeteado, Kane destaca por su capacidad para el espectáculo. Para el espectáculo y la belleza. No en vano, sus splash pages son tremendas, enormes, estirando las posibilidades de la perspectiva casi tanto como Jack Kirby, pero con un trazo más dulce, más redondo. Esto hace que sus secuencias de acción sean antológicas, duras, dinámicas, con golpes que sacan a los personajes de las viñetas, con cuerpos llevados a la extenuación estética, pero con las riendas de la verosimilitud bien agarradas. Y es que su Superman resulta más majestuoso que nunca. Gil Kane conoce cómo potenciar el arriesgado esteticismo del personaje, sacando el mejor partido de su figura hercúlea, haciéndole danzar por las viñetas en posturas de cuidada composición, pero logrando mantenerse siempre dentro de los límites de lo plausible. Así, su capa siempre ondea aprovechando las cinética de los movimientos, sus brazos se congelan en la pose adecuada, como el atleta mejor retratado en plena proeza física, y su rostro resulta icónico, como una mezcla del en aquel momento popularísimo Christopher Reeve y el respeto al trabajo de Curt Swan«.
Marv Wolfman sería también un hombre importante en el reseteo de las aventuras de Superman en los años 80, aunque sus conceptos estuvieran por encima de los resultados.
Al mismo tiempo, cabeceras como Superman Family (que integraba historias de Supergirl, Lois Lane, Jimmy Olsen y demás personajes del universo del kryptoniano… incluyendo a Mr. y Ms. Superman) o DC presents (team-up de Superman con otros superhéroes de la compañía) mantenían viva la llama del Superman “clásico”, con imaginativas historias sobre su vida privada o paseos por cualquier rincón del Universo DC. Estas historias son, por lo general, muy entretenidas. ¿Quién no recuerda a Clark disfrazándose de pájaro gigante para evitar que un loro repita “Clark Kent es Superman”? ¿O a Superman y Batman haciendo piña para combatir a un hombre-lobo kryptoniano?
En definitiva, Schwartz tuvo más éxito en actualizar la fórmula Weisinger, del gusto de los viejos fans, que en atraer nuevos lectores a rebufo del film. La editorial se daba cuenta de ello y decidió adoptar medidas drásticas. Pero, antes, en las postrimerías de su reinado, Schwartz se lo jugó todo a una carta. Y triunfó.
Los relatos más celebrados de este período son, sin duda, los escritos por Alan Moore. En Para el hombre que lo tiene todo (Superman Annual#11), dibujado por Dave Gibbons (el mismo equipo de Watchmen) el escritor británico homenajea esa tradición de historias en que Superman regresaba a su mundo de origen, en particular aquella donde asiste a lo que hubiera pasado si no hubiera llegado a explotar (por ejemplo: Superman#132, donde Batman y Robin acuden a la Fortaleza de la Soledad con un regalo que permitirá al kryptoniano, gracias a una máquina, averiguar cómo se hubiera desarrollado su vida en Krypton. ¿Les suena?) Moore cambia la verosimilitud de la premisa y las implicaciones. Mientras en los relatos que le sirven de modelo la pesquisa siempre lleva a soluciones consoladoras (en el ejemplo citado, se habría convertido también en Superman en su mundo natal), en Para el hombre que lo tiene todo, el héroe debe elegir entre la ilusión (cómoda, pero falsa) y la realidad (dolorosa, pero verdadera) en una disyuntiva que anticipa películas como Matrix (Wachowski, 1999) y que refuerza la concepción heroica del personaje, a la vez que indaga en sus fortalezas y debilidades específicas. La humanización, por tanto, procede de los conceptos de pérdida y sacrificio, con los que cualquier lector está familiarizado, y no de diluir sus habilidades.
Pero, indudablemente, el empeño más ambicioso fue el díptico ¿Qué le sucedió al Hombre del Mañana? (repartido entre Superman#423 y Action Comics#583), acompañado de los dibujantes Curt Swan, George Perez y Kurt Schaffenberger, en lo que supone, al tiempo, despedida y recapitulación del personaje. Esa fue siempre la intención, de ahí que la primera opción de Schwartz fuese Jerry Siegel, quien declinó el ofrecimiento. Moore aborda el relato con idénticas intenciones y referentes (en este caso, la inspiración en la mentada La asombrosa historia de Superman-Rojo y Superman-Azul, entre otras), poniendo en juego su capacidad colosal para el detalle y la sinécdoque.
En un futuro indeterminado Superman ha desaparecido. En el aniversario de su último avistamiento un periodista del Daily Planet decide entrevistar a la antigua reportera Lois Lane, ahora Lois Elliot, para obtener una perspectiva única de aquellos días. Superman había vuelto del espacio y, de pronto, todas las cosas empiezan a ir mal. Bizarro se vuelve un asesino y se suicida. El juguetero se alía con El Bromista y revelan su identidad secreta ante los espectadores de la cadena donde trabaja; habían torturado y asesinado a Pete Ross para descubrirla. El Planet es atacado por un ejército de Metallos y Superman se lleva a sus seres queridos a la Fortaleza de la Soledad para poder protegerlos. Luthor y Brainiac se convierten en una única mente y preparan su asalto reclutando a viejos enemigos del Hombre de Acero. Mientras, Superman y Krypto reciben la visita de la Legión de Superhéroes, incluida Supergirl, que viene a hacerle un regalo en estos tiempos difíciles. Kara ha muerto en esa línea temporal, pero ella no lo sabe y Clark no puede decírselo. La situación se vuelve cada vez más comprometida. La alianza de supervillanos sitia la Fortaleza de la Soledad, por lo que sus compañeros superhéroes no pueden auxiliarle. Jimmy y Lana adquieren superpoderes y salen a combatirlos, pero son asesinados. Krypto muere al degollar al Hombre de Kryptonita. Superman descubre entonces que todo ha sido orquestado por Mr. Mxyzptlk, aburrido de sus bromas, que ahora quiere destruir al Hombre de Acero. Superman usa el proyector que envía a la Zona Fantasma mientras el geniecillo intenta escapar y lo mata. Desolado por haber roto su juramento de jamás quitar una vida, Superman entra en la cámara de la kryptonita dorada y desaparece. Pasan los años. Metrópolis da por muerto a su campeón, pero ¿es así?
Aunque conceptualmente hermosa, en especial para los amantes del Hombre de Acero, lo mejor de la historia -como siempre en Moore– no radica en lo que cuenta, sino en cómo lo cuenta, en los recursos desplegados para hacernos llegar su visión. Por desgracia, el análisis formal excedería, con mucho, las limitaciones de este humilde ensayo. Baste decir que su rigor y profundidad la convierten en una de las obras indispensables del género.
Las primeras colaboraciones del Último Hijo de Krypton con otros compañeros de profesión fueron relativamente tempranas y dentro del paraguas de National Periodicals, antigua DC Comics. En 1940 compartió portada con Batman (#1, luego World Finest) y un año después se acercó a saludar a los miembros de la JSA (All Star Comics#7). Poco a poco fue tropezando con todos los héroes de la casa y, a finales de los 50, ingresó en la Liga de la Justicia de America con el resto de pesos pesados, de Wonder Woman a Linterna Verde, pasando por Flash, Canario Negro, Flecha Verde o Aquaman. A mediados de los 70 obtuvo su propia serie de team-ups, DC Presents, distinta a la que compartía con el Hombre Murciélago desde los años 40. Convengamos en que esto es lo habitual en propiedades de ficción tan endogámicas como los superhéroes, incluso antes de la plaga de los crossovers y la manía del universo compartido como último reclamo comercial para el adicto. No obstante, forzoso es reconocer la implicación de algunos héroes en el desarrollo del kryptoniano, más allá del concurso circunstancial de una aventura concreta.
Superman es uno de los vértices de la trinidad deceíta, junto a Batman y Wonder Woman. Cualquier aficionado sabe que son los únicos personajes que llevan publicándose ininterrumpidamente desde la llamada Edad de Oro de los cómics (los años 40), logro de por sí notable. Los tres representan parámetros en parte idénticos, en parte opuestos y complementarios.
Batman, creado en 1939 por Bob Kane, es el único superhéroe que puede disputarle la supremacía a Superman. Si Superman es el día, Batman es la noche. No crean que de esta comparación tan tópica sale el cruzado de la capa bien librado, porque mientras el Sol inspira vigor y masculinidad, la Luna representa la muerte y la feminidad… lo que tal vez explique muchas de las insidias tradicionalmente asociadas al Hombre Murciélago. En todo caso, podemos afirmar que son distintos y complementarios y que los tiempos recientes le han sentado mejor a Bruce que a Clark. Parte del problema viene de una concepción introducida sibilinamente por Frank Miller en El regreso del Señor de la Noche y de la que desde entonces no se ha podido rescatar al Hombre de Acero: Clark defiende el sistema mientras que Bruce lo infringe para impartir justicia. Se han vuelto las tornas y ahora es Batman quien defiende lo que Superman en sus inicios y viceversa.
Superman y Batman son personajes tan extremos, tan “puros”, que, en cierta forma, son el mismo o, por mejor decir, las dos caras de la misma moneda. Su propia resemblanza los delata. Sus físicos son virtualmente idénticos. Quienes buscan diferenciarlos acuden con frecuencia a semejanzas con actores, pues sus rasgos específicos son incómodamente iguales. Al mismo tiempo, como sostenía el filósofo Tom Morris en el libro Los superhéroes y la filosofía, Superman intenta ser humano, sin serlo, mientras que Batman, siéndolo, intenta trascender su condición. En ese punto medio ambos superhéroes se entienden mejor que el resto de colegas. Con todo, esta exploración es bastante reciente, en términos de un personaje que cumple tres cuartos de siglo. Abarca los últimos 25 o 30 años. Antes de que los superhéroes tuvieran neuras, además de poderes, nadie se preocupaba de eso. Se escogía a Superman o a Batman en función del grado de fantasía que estabas dispuesto a aceptar. ¿Cuántas veces hemos oído cosas como “Batman, en el fondo, es humano” o “Superman me hace soñar con un mundo mejor”? Y, tras capas y capas de historias, esta sigue siendo la diferencia primordial. Se trata de creer en el hombre o en la divinidad.
Wonder Woman, sin embargo, es harina de otro costal. La Mujer Maravilla fue la respuesta en 1941 del psicólogo William Moulton Marston al exceso de testosterona de los cómics de preguerra. Así pues, nació conscientemente como modelo de identificación para las lectoras de tebeos. Pasemos por alto ciertos detalles como las acusaciones de sadomasoquismo o lesbianismo y centrémonos en lo importante: no hay superheroína que se le acerque siquiera en difusión y trascendencia a lo largo de los años. Vale que hay quien la confunde con un clon femenino de Superman, centrándose en coincidencias curiosas como que ambos se enmascaran en su vida civil y hasta coinciden en las gafas. Pero Wonder Woman es un personaje mucho más contradictorio. Educada como guerrera en la Isla Paraíso de las amazonas, a menudo se la considera mensajera de la paz en nuestro mundo. Sus raíces mitológicas tampoco facilitan las cosas, sobre todo porque estos cuentos crueles de dioses y mortales se adaptan mal a la mentalidad burguesa del consumidor masivo, de ahí que sean expurgados y terminen convirtiéndose en tipos con toga salidos de un peplum.
En sus primeros años la relación entre Superman y Wonder Woman carecía de la menor trascendencia. Si sus diálogos los asignáramos, un poner, a Flash y Green Lantern nadie notaría la diferencia. Pero, al igual que Batman, en los últimos 25 o 30 años la cosa ha variado sustancialmente hasta el punto de que no son pocos los autores que la conciben como la pareja natural del Hombre de Acero, no sólo por sus características similares en cuanto a modelos de perfección humana y resistencia sin límites sino por sus orígenes semejantes. Ambos son “desplazados” de su mundo original. Sólo Diana puede entender lo que Clark siente viviendo en un mundo que no es el suyo, porque a ella también le pasa… aunque ella siempre puede volver a Isla Paraíso, siquiera de visita.
De resultas de su popularidad, Superman se ha encontrado con virtualmente cualquier personaje creado antes de 1986, incluidos los de compañías rivales como Hulk, Los 4 Fantásticos, Gen 13 o Savage Dragon, cinematográficos como Alien o Terminator, procedentes del pulp como Tarzan, de los dibujos animados como Bugs Bunny o incluso de los muñecos como He-Man y los Masters del Universo. Sin embargo hay tres que, por su relevancia, detallaremos un poco más.
El primer encuentro entre los emblemas de las dos grandes compañías de cómic USA se produjo en 1978 tras arduas negociaciones entre ambas partes. Superman y Spider-Man se enfrentaban a Lex Luthor y al Doctor Octopus a lo largo y ancho del globo. Ross Andru firmó unas páginas tan brillantes que durante años se usaron las splash-pages donde concentraba los poderes y vicisitudes de los héroes como introducción a los personajes. No vamos a cargar contra las debilidades del guion porque, al final, esto es lo que es: una fiesta de los aficionados.
Siguiendo el modelo anterior, con su mismo guionista (Gerry Conway) pero con la participación del soberbio artista José Luis García López, Superman se reunió con la Mujer Maravilla en un especial ubicado en los tiempos de la II Guerra Mundial. Del esta historia, en concreto, así como de la importancia de un artista como José Luis García-López en la historia del kriptoniano, han hablado anteriormente en Zona Negativa los compañeros Raúl Silvestre y Javier Agrafojo.
Adventures of Superman de José Luis García-López (1976-1981) según Raúl Silvestre y Javier Agrafojo
El caso de José Luis García-López es el paradigma de un autor convertido, como comenta Raúl Silvestre, en «una suerte de deidad en la sombra, reverenciada por gran cantidad de profesionales del gremio, con una pequeña horda de seguidores, pero siempre dentro de unos parámetros de culto minoritario. Y es que las cualidades de García López son innegables. Con un estilo clásico, deudor y a la altura de John Buscema o Joe Kubert, su trazo es tan reconocible como el de los recién citados».
Este fantástico dibujante, nacido en 1948 en España, con unos lápices inspirados por artistas como Alex Raymond, Harold Foster, Milton Caniff o José Luis Salinas, comenzó su carrera trabajando en los años sesenta en las publicaciones de Charlton Comics hasta conseguir dar el salto a DC Comics en el año 1974 de la mano del editor Joe Orlando. En su carrera destacan trabajos de todo tipo para cabeceras como Action Comics, Adventure Comics, All-Star Western, Atari Force, Brave and the Bold, Superman, Wednesday Comics o Weird War Tales.
El dibujo y estilo gráfico de José Luis García-López, como comenta Raúl Silvestre en una reseña dedicada al trabajo de este artista en Adventures of Superman que podéis leer completa aquí mismo, «tiene esa cualidad de los grandes dibujantes de los setenta […] pendientes de la correcta composición de la página, así como de la perfecta ejecución de las formas. Pero García-López, hijo de su tiempo, se permitió ir un paso más allá, adoptando modos nacidos en los sesenta, con perspectivas más forzadas y personajes cuya coreografía de movimientos, aún siendo descrita al milímetro, busca la expresividad a través de ligeros trucos aberrantes. Esta mezcla entre clasicismo de academia y arrebato expresionista velado, da pie a páginas de una belleza innegable, sofocante, donde la minucia en el trabajo recibe la recompensa de viñetas que se pueden admirar por horas».
De esta manera, Adventures os Superman, continua el compañero Raúl Silvestre sirvió a José Luis García-López para «crear una imagen icónica de Superman, que incluso hoy persiste, no solo en la retina del aficionado, sino en el pensamiento visual del planeta. Su hombre de acero, tan estilizado como hercúleo, tan limpio como definido, de intensa mandíbula cuadrada y rizo clavado, se alza en el panteón de representaciones gráficas del personaje como un axioma imposible de rebatir». El resultado daría pie a una serie de «relatos de fantaciencia tremendamente variopintos, donde se entremezclan estereotipos tan naif como alienígenas beligerantes con pinta de duendes paramilitares, con conceptos de ciencia pura y ciencia ficción hard, donde Superman es capaz de transportar planetas enteros a través de agujeros de gusano en mitad del cosmos o donde las dimensiones alternativas en planos vibracionales distintos al nuestro son conceptos asimilados por el lector con la misma ligereza que por los personajes que las padecen. Son por tanto estas, historias que deben ser leídas con sana perspectiva. Mejor no la de la nostalgia, sino entendidas como explosiones imaginativas, que aún ridículas y ciertamente obsoletas, permiten el disfrute por su insólita personalidad y por su descarada subversividad ante parámetros lógico».
Por su parte, entre las historias relacionadas con Superman en las que participó este dibujante de origen español merece especial atención para Javier Agrafojo «Superman vs. Wonder Woman, publicado en All new collectors’ edition C-54 (1978)», la que para nuestro redactor, «es junto al Superman vs. Spider-Man, al Superman vs. Muhammad Ali o al Batman vs. Hulk, un ejemplo excelso de este subtipo de “héroe contra héroe”. Los cuatro ejemplos citados apuestan por el gran formato para hacer justicia a estos “choques de titanes” y acaso es por lo que son recordados: por la espectacularidad de sus páginas, específicamente diseñadas para satisfacer a los seguidores de cada uno de los protagonistas».
En la sinopsis de esta historia guionizada por Gerry Conway encontramos lo siguiente: «Junio de 1942. Tras salvar un portaaviones norteamericano del ataque de unos kamikazes robóticos, Superman es llamado al Departamento de Guerra, donde será informado de la amenaza que se cierne sobre el Proyecto Manhattan (como todo el mundo sabe, responsable de la creación de la bomba atómica). Paralelamente, Wonder Woman (quien, en su identidad civil de Diana Prince, trabaja en el ejército) desarticula una célula terrorista nazi operando frente a la Casa Blanca. Detrás de estos desconcertantes sucesos está una entente germano japonesa dirigida por el Baron Blitzkrieg (palabra alemana que significa “guerra relámpago”), cuyo diabólico plan es cambiar el curso de la guerra gracias al robo de la energía nuclear».
Entrando en detalle en esta obra, reseñada por el compañero Javier Agrafojo aquí mismo, llama la atención ella «el ambiente patriótico que destilan sus páginas […] cuando en los cines se proyectaban películas como El cazador (M. Cimino, 1978) o Apocalypse Now (F.F. Coppola, 1979), pero mimetiza perfectamente la exaltación característica del periodo que reproduce, acercándose más al espíritu de los tebeos de entonces que a la realidad revisada». Porque para entender la situación de una obra como Superman vs. Wonder Woman de Gerry Conway y José Luis García-López en el contexto histórico del comic book de la época hay que tener en cuenta que «en los primeros ’70, series como Green Lantern/Green Arrow dinamitaron el concepto de team-up y, gracias a ello, cabeceras como DC presents o The brave and the bold se hicieron más dinámicas. Sin embargo, el modelo original, aunque cada vez más arrinconado en las publicaciones habituales, demostró de nuevo su éxito en el primer cruce entre las dos grandes compañías, limando egos y contentando a los fans con el Superman vs. Spiderman (1976)».
«El gran José Luis García-López es el encargado de convertir la débil excusa argumental en una pieza memorable», afirma sin tapujos Javier Agrafojo, mientras «para la lucha entre ambos iconos deceítas, Gerry Conway juzga innecesaria introducción alguna, lo que reduce la historia hasta las 72 páginas más cubiertas y, cerrando el círculo, la vuelve aún más similar en forma y espíritu a los originales que homenajea. Sin llegar a crear un nuevo estándar, la fórmula vuelve a funcionar, como demuestra que, desde entonces, la época se aborde de forma similar, dossier de Roosvelt incluido (p.e.: Captain America#255)».
Superman vs. Mohammad Ali es la cima del arte de Neal Adams. Solo por esto ya deberían levantarse y salir corriendo a leerlo. Si necesitan más razones, el compañero Jordi T. Pardo nos lo indicó en su reseña de esta obra publicada en su día con motivo de la última edición conocida del trabajo de Dennis O´Neil y Neal Adams en nuestro país.
Superman Vs. Muhammad Ali (1978) de Denny O´Neil y Neal Adams según Jordi T. Pardo
En los años setenta, «los locos años setenta» según Jordi T. Pardo, tuvimos «una época en la que cualquier lector podía encontrarse con verdaderas extravagancias difícilmente repetibles en el panorama del cómic mainstream estadounidense moderno. Por entonces, era completamente normal encontrar publicaciones protagonizadas por ídolos musicales como Kiss o Alice Cooper, igual que lo sería la llegada de personajes clásicos de la literatura de terror como el Drácula de Bram Stoker a las páginas de los cómics marvelitas mientras en DC Comics el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle vivía nuevas aventuras junto a Batman, su aprendiz más aventajado, y se ponían en marcha los primeros crossovers superheroicos entre editoriales, como el ya mítico Superman vs. The Amazing Spider-man de Gerry Conway y Ross Andru, un precedente a tener en cuenta cuando se habla del Superman Vs. Muhammad Ali de Denny O´Neil y Neal Adams«.
«En aquellos años Muhammad Ali, nacido como Cassius Clay antes de su conversión al Islam, era una leyenda viva del deporte y una figura destacable del show business estadounidense, “el Superman negro”, como así lo llamaría el grupo británico Johnny Wakelin And The Kinshasa Band en la canción que dedicarían al popular boxeador en 1974 y que llevaba por título Black Superman. Por su lado, “el auténtico Superman”, se había convertido en todo un cuarentón, la creación inmortal de Jerry Siegel y Joe Shuster había madurado y estaba a punto de convertirse en todo un icono cinematográfico, volando de las viñetas de los cómics al glamour de Hollywood, todo a consecuencia del inminente estreno de la película dirigida por Richard Donner y protagonizada por el fallecido Christopher Reeve«.
La magia del cómic haría que estos dos personajes acabasen por encontrarse en las páginas del citado Superman Vs. Muhammad Ali de Denny O´Neil y Neal Adams, un proyecto en el que tuvo mucho que ver «una figura como Don King, el famoso y extravagante promotor pugilístico que “tenía el corazón de un estafador y la imaginación de un visionario”, organizador de algunos de los combates más recordados de Muhammad Ali contra rivales de renombre como George Foreman y Joe Frazier. Este peculiar personaje, inspirado por el éxito de ese Superman Vs. The Amazing Spider-man, promocionado como The Battle of the Century y en el que también habían colaborado el mismo Neal Adams y John Romita Sr., había sabido ver la posibilidad de seguir rentabilizando la fama de Muhammad Ali más allá de los cuadriláteros, pues no podía haber mejor reclamo publicitario que la de ver al héroe del pueblo enfrentado a un “verdadero Hombre de Acero».»
En este cómic tenemos una premisa muy simple que nos resume Jordi T. Pardo en su reseña de la obra que podéis leer completa aquí mismo: «Cuando Rat’Lar, el líder de una belicosa raza extraterrestre llamada Scrubb y originaria del planeta Bodace, declara a la humanidad una especie peligrosa y destructiva que debe perecer para salvaguardar la integridad del universo. Pero, para evitar la confrontación bélica Rat’Lar propone a la Tierra que escojan a su campeón para enfrentarse y medir sus fuerzas al invicto guerrero Hun-ya, sólo si este es derrotado en un combate en igualdad de condiciones los Scrubb desistirán de sus intenciones y renunciarán a la guerra. Dos son los únicos pretendientes que aceptan el desafío, el altruista y luchador por la libertades Superman y el ególatra campeón de los pesos pesados Muhammad Ali que están dispuestos a enfrentarse en un combate previo para dilucidar quién de ellos debe batirse para representar a la Tierra y liberarla de su fatídico destino».
Esta obra se ha convertido, contra pronóstico, en un clásico de culto, «un cómic marcado por la acción y por las constantes vueltas de tuerca pero, sobre todo, por la espectacular narrativa gráfica desplegada por uno de los grandes artistas del cómic superheroico estadounidense que resulta todo un uppercut directo a la creatividad. Este aspecto convierte a Superman Vs. Muhammad Ali en todo un clásico, en un cómic referencial, son los lápices de Neal Adams los que consiguen esconder las debilidades argumentales de una historia marcada por una sarta de tópicos recurrentes del género superheroico y convertir el resultado final en un potente gancho visual muy difícil de olvidar».
Y llegó un día en que Superman arrastraba tanta historia tras de sí que ni siquiera sus superpoderes le permitían sobrellevarla. No era un problema exclusivamente suyo. La compañía que lo albergaba, y que había crecido a su sombra (con la ayudita de Batman, Wonder Woman y compañía), había acusado el golpe de la competencia (léase Marvel: Spider-Man, Hulk y demás), creada en la década de los 60, más joven y dinámica para adaptarse a los gustos del público. El Hombre de Acero seguía siendo, con mucho, el más popular de todos, como sus cuatro películas y un spin-off (Supergirl) certifican, pero en 1986 ya hacía años que sus series se habían acomodado fuera del top 10 de ventas. Así que aprovechando una maniobra de mayor calado (se pretendía resetear y dar cohesión a un universo ficcional que llevaba funcionando casi 50 años), Clark Kent y amigos empezaron de cero tras la macrosaga Crisis en Tierras Infinitas, con modificaciones importantes que los acercaran al aficionado a los cómics, cada vez menos el lector ocasional y más el coleccionista propiciado por el “Mercado Directo”. La tarea recayó en un artista consagrado: John Byrne, célebre por sus trabajos en la compañía rival revitalizando la Patrulla-X y Los 4 Fantásticos, entre otros.
Byrne salió airoso del reto. Entregó una notable reinvención del personaje (y su mundo), con abundantes aciertos que perduraron durante años. La potencia de su versión enmascaró también ciertos deslices, a veces no tan insignificantes como parecieron en un primer momento. Pero el saldo fue indiscutiblemente positivo. A día de hoy sigue siendo uno de los mejores trabajos del autor.
Aunque Byrne es célebre en el fandom por amoldarse a la historia previa del personaje, en realidad lo que hace es justo lo contrario: escoge las cuatro cosas que le convencen y las aglutina bajo un propósito claro, una visión, podríamos llamarlo, que suele coincidir con una búsqueda de la “esencia” o el “impulso” creativo original, según él lo entiende. Su estilo era tan popular, sus narraciones tan directas y entretenidas, que hasta los fans más irredentos de la continuidad le perdonaban que ignorase o desdijese extensas etapas o autores. Pero en Superman era un poco diferente. Se prescindía de la continuidad, sí, con todas las posibilidades que eso abría para cohesionar las distintas interpretaciones del mito. Pero también había un nutrido grupo de fans (quizá el mayor del mundo en su categoría) que tenían su propia visión de las andanzas del kryptoniano. Resumiendo: parafrasear la etapa de Lee y Kirby en Los 4 Fantásticos no daba mayores problemas; existe unanimidad sobre quién representó más adecuadamente las aventuras del cuarteto. Sin embargo, en el caso de Superman, ¿cuál elegir? A lo largo de sus casi cinco décadas de existencia no había una visión unívoca del Hombre de Acero; algunas eran incluso antitéticas.
Byrne tiró por la más unánimemente alabada en esas fechas (y aún hoy): el Superman interpretado por Christopher Reeve. El autor creía que “el error que DC ha cometido frecuentemente es hacer que personajes únicos dejen de serlo. En Superman, estoy luchando con uñas y dientes para que él siga siendo único. A veces parecía que los miembros del Consejo Científico habían sido los únicos que murieron en Krypton, y que todos los demás sobrevivieron y llegaron a la Tierra: Supergirl, Krypto, los criminales de la Zona Fantasma, los habitantes de Kandor… ”. En efecto, a fines de los 60 casi parecía que sólo habían muerto Jor-El y Lara, y aún a estos los visitaba con frecuencia en sueños, viajes en el tiempo o historias imaginarias. Así que Byrne dice: fuera todo eso. Empecemos de cero, recuperemos el personaje original.
Solo que tampoco es el personaje original. Cualquier coincidencia con el duro camorrista de Siegel y Shuster es mera coincidencia. Su Lois Lane puede estar más cerca de aquella mordaz reportera de sociedad, pero, a la vez, tan lejos como podía estar una trabajadora en los años 40 de una en los años 80. Nada en la lectura de su miniserie Man of Steel sugiere que Byrne haya leído más que el Action Comics#1 (vale, Lois llega con una exclusiva que Clark ya tiene en imprenta en Action Comics#36, como en el Man of Steel#2, pero temo que es hilar demasiado fino). Y, personalmente, estoy seguro que se empapó de la historia del personaje con auténtica fruición, con la desesperación maníaca de esos fans que quieren reflejar en cada viñeta sus lecturas preferidas. Aunque lo que sale es la versión Byrne de lo que mejoraría del film de Richard Donner.
El autor admite que no pudo usar los diseños del Krypton fílmico por problemas de copyright. Los enmascara convincentemente, incluyendo robots de sus primeras experiencias en el mundo del comic. Vemos a Clark jugando al rugby. ¿Por qué no? A Byrne no debió gustarle ver al joven Clark hecho un pasmarote y se dice: si hago que desarrolle poco a poco sus poderes no tiene por qué ser deshonesto. Como a continuación explica los poderes de Clark y ya nunca más le vemos jugar, así parece… si no caemos en la cuenta de que está narrado en flash-back. Cuando jugaba ese partido que hemos visto ya se sabía invulnerable, veía a través de los objetos e incluso había sobrevolado Smallville. Pero bueno, su padre le enseña el cohete donde le encontraron, toma conciencia de que no es como los demás, que viene de otro planeta y le entra una crisis de identidad. ¿Por qué te complicas la vida, Byrne?
Esta “búsqueda de las raíces” ha sido una de las contribuciones perdurables al mito hasta el punto de que ya hay bastante gente del mundillo que se preocupa por ello. Ya no sirven las escuetas sentencias de antaño de “Haz el bien sin mirar a quien”. Hasta los 80 si, de pronto, te notabas un superpoder parecía lo más natural ponerse un uniforme y salir por la ventana. Al poco ya podías estar saludándote con un colega o machacando a un supervillano. Hoy día, antes que nada, hay que encontrarse a uno mismo. Byrne lo resuelve magníficamente: cuatro páginas, unos recortes de periódico y Clark está de vuelta. Lo que sigue es la versión de Byrne del rescate de Lois y el helicóptero. Y la confección del traje. Esta es, para mí, una de sus mejores aportaciones. Clark y sus padres se ponen a charlar y deciden lo de la capa y las mallas. Es tan sencillo y ridículo a la vez que estoy seguro que algo así es lo que ocurriría si esto de los superhéroes fuera posible. Nada de que el traje te aparezca ya hecho y a lucirlo, como en la peli. Hay que currárselo. Sam Raimi tomó buena nota y puso a Peter Parker a dibujar hasta que encontró el diseño definitivo en Spider-Man (2002). Además, Byrne cierra el número con una de las mejores imágenes de Superman de todos los tiempos. Entintada por Dick Giordano, que no es quien mejor entiende sus lápices, pero que aquí debió de trabajar durante una semana. El diseño del cómic está muy cuidado, con unas portadas características: el famoso símbolo, el título, un personaje a cuerpo entero a la derecha y una secuencia a la izquierda que indica el contenido del cómic.
¿Por qué me entretengo tanto en el análisis del primer número? Porque toda su etapa es exactamente así. Una idea brillante, al lado de un “¿Por qué te complicas la vida, Byrne?” y de pronto una imagen que te deja clavado. Superman vuelve a ser joven y poderoso, con el punto pícaro y sexy del Sr. Reeve. A medida que avanza en la serie le vemos más rígido, en lugar de más suelto, pero siempre a un buen nivel. Probablemente, es su último gran trabajo como dibujante.
En cuanto a los argumentos, conservar a los Kent, fusionando a Superboy con su contrapartida adulta es algo tan brillante que sorprende que a nadie se le hubiera ocurrido con anterioridad. Probablemente tenga relación con los problemas de copyright del joven de acero. Es decir: no empleamos a Superboy, pero sí sus secundarios y entorno. En Man of Steel#6 nos mostró a la mejor Lana Lang desde… Bueno, a la mejor Lana Lang. Lo hizo, además, con mucha inteligencia, para evitar cualquier idea de competencia con Lois antes de que la reportera estuviera asentada como personaje, sabiendo que en las primeras entregas no iba a ser la típica novia del héroe y el lector masculino podría inclinarse por la pelirroja.
Los elementos vigentes de Superboy (recordemos, eliminado de la continuidad como tal) humanizan definitivamente al personaje. En Metropolis es un superhombre o un sagaz reportero, pero al llegar a Smallville se toma un pastel de carne y se levanta por la noche a beber un vaso de leche. Esta estrategia beneficia a la “faceta” Clark de la dualidad, al establecer, asimismo, otra dualidad (tan humana) entre la vida personal y profesional. Es un hallazgo muy inteligente, poco aprovechado en los cómics, al que se le sacó bastante jugo en la serie Lois&Clark, protagonizada por Teri Hatcher y Dean Cain. Si recordamos, al estar con sus padres no tiene que fingir ser alguien que no es (lo que tradicionalmente se asocia con “Clark”), pero tampoco es “Superman”, el héroe. Es algo entremedias, donde reside su autenticidad.
Byrne se apresura a establecer los principales personajes en los roles en que los va a necesitar: Lois, Lana, Perry, Jimmy, Luthor, Batman, etc. Para ello necesita el paso del tiempo. Y aquí acierta de nuevo. Sin ser exhaustivo, sabemos que entre la exclusiva de Superman que le vale el puesto en el Planet y el encuentro con Luthor ha pasado año y medio. Para la mentalidad del lector actual será algo así como un desperdicio de tiempo de aventuras, pero esa sensibilidad para tomarse el tiempo (y la molestia) de presentar las situaciones redunda en beneficio de la miniserie. Gracias a ese espacio “sugerido”, rellenamos los huecos más satisfactoriamente que con la agonía goteante de los datos entre aventuras. Byrne toma especial cuidado en que entendamos los motivos de Lex Luthor. Este aspecto lo retomaré más adelante.
El aspecto más endeble de esta presentación (y posteriormente de la serie) es la escasa entidad de los nuevos villanos, gente como Urraca (y luego Bloodsport, Rampage, un inválido que le roba la mente a Superman, etc.). Otra preocupación del Sr. Byrne tampoco convence: los superpoderes se han visto reducidos, vale, pero orquesta alrededor de ellos un montón de alambicadas suposiciones que lo único que hacen es que caigamos en la cuenta de lo ridículo del planteamiento. Como cuando afirma no estar seguro del peso de un objeto (una pesa) porque se fía de su tamaño, sin caer en la cuenta que establecer ese precedente (es decir, la falta de sensibilidad para con su propia fuerza) es una puerta abierta al desastre. Lo mismo con lo de la barba superdura. Se queda tan ancho diciendo que el pelo de Clark es, como él mismo, prácticamente indestructible y por eso necesita usar su visión calorífica para afeitarse. El problema -del que el propio Byrne se dio cuenta luego en Next Men– es que si estableces esto puede haber heridas serias si alguien te coge del brazo o te tira del pelo. Quizá Clark debiera someterse a una depilación intensiva si no quiere lesionar a los que le rodean.
Pero hubo decisiones que no parecían para tanto y luego dieron más problemas que hechas a propósito para crearlos: me refiero a las posturas sobre Supergirl y la Legión de Superhéroes. Con la segunda, el peor obstáculo, contrariamente a lo que se dice, no fue la desaparición de Superboy: se podría argüir que fue el “nuevo” Clark quien vivió aquellas aventuras. No iba a dar más problemas de continuidad que la Liga de la Justicia, por ejemplo. Lo del universo de bolsillo, excepto el nombre, tampoco era mala idea, como concepto. Pero pasaba que si nunca habían viajado en el tiempo, que todo era un engaño del villano de turno que los dirigía como parte de su plan maestro, entonces te cargabas la Legión. Porque el grupito había reincidido más veces que Los Vengadores y Los 4 Fantásticos juntos. Era como decir, para que nos entendamos, que Batman había corrido las mismas aventuras que recordábamos, excepto que jamás se había enfrentado al Joker. Un despropósito de los gordos. Tan serio fue que la colección ya no levantó cabeza, salvo excepciones puntuales.
Supergirl, por su parte, nunca debió ser borrada de la continuidad. Si no querías que fuera kryptoniana, por aquello de hacer único a Clark, pues te inventas otra procedencia. A efectos prácticos, igual que teníamos ya al Detective Marciano, podías buscar otro planeta. Pero lo del protoplasma fue un error. Si no me creéis a mí, creed a Peter David, que escribió una estupenda serie sobre el personaje… quitándose de encima, en el primer número, esa tontería de excusa. Pero es que el colmo ya fue que, en cambio, mantuvieron a Power Girl. Un sin sentido que originó sus propios dislates.
Pero retomemos a Lex Luthor. Pocos habrá que nieguen que el villano salió ganando con el tratamiento de Byrne. Convertido en magnate sin escrúpulos, una especie de Kingpin pero sin su mala prensa, se planteó como un genio en la sombra. Rehuiría el enfrentamiento directo con el Hombre de Acero pero dejaría en el aire la sospecha de que había sido él. Un enemigo que estaría siempre maquinando destruirte, porque está en su naturaleza, porque no puede tolerar que alguien quede por encima de él. Obsesivo, ególatra, pero poderoso, porque, en cierta forma, con dinero o amenazas, logra que todo el mundo trabaje a su favor. Un enemigo al que nunca se había enfrentado Superman y para el que su gran fuerza no sirve de nada.
La idea procedía de Marv Wolfman. Wolfman había trabajado en el Hombre de Acero antes del reinicio, en una recomendable etapa con Gil Kane, y había estado pensando cómo afrontar esa oportunidad única que se presentaba. El concepto le vino en una reunión con Frank Miller y Steve Gerber y en seguida se la comunicó a Byrne, cuando supo que sería el encargado del relanzamiento. Pero algo pasó por el camino. Porque Luthor se convirtió en parte fundamental de las series de Byrne y Wolfman tuvo que desarrollar otras tramas (como el terrorismo procedente de Qurac) y otros personajes (como la periodista Cat Grant, Gangbuster, el profesor Hamilton o la familia de Perry White). Y en un año estaba fuera de la serie. Se alegaron discrepancias por el rumbo editorial y mi sospecha recae en el tratamiento de Luthor.
El renovado Superman inspira sueños de un mundo mejor y más justo, mientras que el nuevo y taimado Luthor es la sombra de nuestros fracasos diarios y nuestras frustraciones más íntimas. Uno de los relatos más celebrados de este período (y uno de los favoritos de su autor) se encuentra en el complemento de Superman#9 (Septiembre de 1987), cuya historia principal tenía al Joker de visita en Metrópolis. En él no aparece el Hombre de Acero. El protagonista es su némesis, Lex Luthor, quien se entretiene quebrando las vidas de gente sencilla (una camarera, en este caso). Byrne hizo un magnífico trabajo de secuenciación y timing en apenas siete páginas. La vesania del carácter ha sido elogiada. El crítico Miguel G. Saavedra afirmó que “en toda la historia del personaje nadie había conseguido plasmar la maldad y la crueldad de Lex Luthor de una manera tan definitiva”. Y bien puede ser cierto, aunque hayamos de admitir que, en términos de auténtica perversidad, sea bastante ingenua. En mi opinión, funciona a un nivel distinto: revela el punto débil de Superman una vez alejado de los preceptos de Siegel y Shuster.
El primitivo justiciero no habría tenido el menor reparo en coger a Luthor y darle una tunda, destruir su imperio o lo que fuera (véase AC#11, por ejemplo) para proteger a un inocente. El boy scout de hoy, de paseo por las nubes, ignora lo que pasa a pie de calle. El tiempo que quiera puede seguir Luthor con su jueguecito pues, mientras no pretenda conquistar el mundo (o sea: interferir con el Sistema), está completamente a salvo de Superman. Y esto es descorazonador. DC insistiría en este enfoque con otro estupendo tebeo La biografía no autorizada de Lex Luthor, obra de James Hudnall y Eduardo Barreto, que demuestra la impotencia del Hombre de Acero, atado a las leyes del hombre como a unas cadenas de kryptonita.
Y ahora llega mi presunción. Byrne no sabe ser sutil. De la reunión entre Miller, Gerber y Wolfman deduzco que la noción barajada para el nuevo Luthor se acerca a la que Miller utilizó para Kingpin en Daredevil Born Again. Es la que parece plantearse. Un ser maquiavélico que te vuela la casa y deja el traje de superhéroe a la vista para que sepas que ha sido él aunque -hasta ese momento- te tenía contra las cuerdas porque no sabes de dónde vienen los golpes. Pero Luthor es casi lo contrario. Se pasa sus intervenciones presumiendo de lo que va a hacer, porque no va a dejar pruebas y, si las deja, para eso tiene a sus abogados. No es un tipo calculador y paciente, capaz de esperar meses para comprobar una información que le han pasado en un sobre. Es el tipo que cuando le da esa información una computadora la destruye y despide a quien la compró (Superman#2; El secreto revelado). Y así, cuanto más sabemos de él, menos amenazador resulta. Acaba convertido, de nuevo, en un malo de tebeo, aunque haya sustituido las armaduras chillonas por una malvada corporación.
La etapa Byrne, al incluir los números de Action Comics (convertidos en el nuevo DC presents), se hace variada y amena, aunque leída en su conjunto tampoco parece que progrese en una dirección definida. Consta, en su mayoría, de episodios autoconclusivos o en dos partes. Hizo algún remake, como la historia de Lori Lemaris (basada en Superman#129), escribió un prestigio (Los ladrones de la Tierra, con Curt Swan) y también miniseries (como Mundo de Krypton, Mundo de Smalville, etc.). De vez en cuando se suelta con alguna de las suyas, como el capítulo del vídeo erótico con Big Barda con la excusa de una manipulación mental, pero le queda bastante impostado. Más gracia hace que “un beso que parecía que” se daba con Wonder Woman en un sueño hiciera correr ríos de tinta y fundamentara un cruce con la colección de la amazona, entonces en las capaces manos de George Perez.
Los crossovers ya hacían de las suyas. Con Legends se aplicaron y quedó una historia bastante maja, pero de Millenium en adelante no hay por donde cogerlo. Como Byrne es admirador de la Doom Patrol clásica, organizó un encuentro aprovechando a Metallo.
Wolfman, por su parte, no dio en el blanco. Su tratamiento de los secundarios en Adventures of Superman trabajaba a largo plazo, y la prueba es que le sobrevivió, pero sus argumentos eran convencionales y aburridos y, encima, se metió en camisas de once varas con lo de Quark, de implicaciones políticas que siempre estorban. Está claro que no estaba a gusto. Solo hay que comparar cómo trata aquí a Brainiac con lo que hizo con él antes de Crisis. En cambio, el dibujante Jerry Ordway sería uno de los artistas firmemente asociados al discurrir del Hombre de Acero en el pasado siglo.
Byrne se metió en problemas con la reintroducción de Supergirl. Quiso jugar a Alan Moore, pero que Superman rompiera su juramento no sentó aquí tan bien como entonces. Al ser criticado públicamente por la directiva de DC, decidió levantar el vuelo. Le sucedió su amigo Rogern Stern. Es una pena que no trabajaran juntos, porque este guionista le habría venido muy bien a Byrne para dar coherencia y desarrollo a muchas de sus ideas. De hecho, fue lo que hizo al llegar.
El compañero Alejandro Ugartondo nos ofreció su visión en perspectiva, con el paso del tiempo, sobre el trabajo de John Byrne como autor total en la historia y refundación Superman en una reseña reciente de la ofrecemos a continuación un extracto.
Superman de John Byrne (1987) según Alejandro Ugartondo
En John Byrne tenemos una figura clave y vital para comprender la evolución moderna de Superman, este guionista y dibujante estadounidense sería el encargado de reinterpretar al personaje a finales de los años ochenta, después de los acontecientos narrados en 1985 en Crisis en tierras infinitas por Marv Wolfman y George Pérez. El relanzamiento de El Hombre de Acero supuso un nuevo comienzo para este y John Byrne, como nos cuenta Alejandro Ugartondo, intentó dejar claro desde un primer momento que su Superman ya no era ese «ser casi omnipotente en que se había convertido a lo largo de los años a base de acumular poder sino que es un ser muy poderoso pero con sus limitaciones».
«Hay que reconocer que John Byrne es un dibujante de superheroes modélico y su representación de Superman sigue siendo la más icónica y recordada por los lectores. La fuerza que le imprime a la figura de Superman realza el aspecto superheroico del personaje y el dinamismo que muestra en las escenas de acción las hace vibrantes y llenas de tensión”, describe el compañero Alejandro Ugartondo aquí mismo, aunque, según también su criterio, y en perpectiva, «una cosa que llama la atención de los guiones de John Byrne en estas series es su estilo clásico, entendiendo clásico por antiguo en el sentido de que las historias son bastante simples y de un desarrollo prácticamente lineal. Casi todas las historias están cortadas por el mismo patrón: Superman se cruza por casualidad con alguna amenaza, que normalmente está relacionada de algún modo con Lois Lane, y resuelve el problema a base de tortazos o de alguna treta conseguida gracias a alguno de sus superpoderes. Es un tipo de historia demasiado esquemático que no permite crear una trama que articule la serie. Además el desarrollo de personajes que hace John Byrne no es muy elaborado y no aprovecha bien el reparto de secundarios de la serie para explorar a fondo las relaciones entre ellos. Es por este motivo, que 25 años después de su publicación estas historias hayan envejecido un poco mal y que puedan resultar demasiado simples al lector de hoy en día».
Como queriendo contradecir la tesis de Umberto Eco, probablemente sin conocerla, el editor Mike Carlin se propuso trabajar con Superman como nunca antes se había hecho ni (probablemente) se hará: convirtió las cabeceras del kryptoniano en una única serie semanal donde los argumentos pasaban de un creativo a otro y volvían al primero hasta, finalmente, resolverse: y digo bien, porque en aquella época parecía que se resolvían. Es decir: avanzaban. En diez años las biografías del personaje y sus secundarios evolucionaron como no lo habían hecho en los previos 50 años. Sin necesidad de historias imaginarias. Sin perder la coherencia ni el rumbo marcado por la reinvención del personaje a manos de Byrne y Wolfman. Evidentemente, se reincorporaban elementos de la vieja escuela (como distintas kryptonitas), pero se conservaba el tono y la causalidad de lo narrado, sin estridencias.
El nuevo equipo, formado por Roger Stern, Kerry Gammill, Jerry Ordway y, al poco, George Perez y Dan Jurgens, entre otros, cogió el testigo de la última (y polémica) saga de Byrne en la serie y llevó a Superman al espacio para encontrarse a sí mismo y a algún que otro villano aún no introducido en continuidad, como Mongul y su Mundo Guerra, además de desarrollar a la Supergirl/Matrix (que, tras varios intentos, lograría serie propia comandada por un inspirado Peter David). También le tocó arreglar el desaguisado de Wolfman con Brainiac, devolviéndole el rango temible que antaño ostentara. Sin conseguirlo del todo, darían pasos de gigante.
Luthor seguía siendo un elemento recurrente, pero empezó a dar síntomas de desgaste, por lo que empezaron a jugar con él. Desarrolló un cáncer por la radiación de la kryptonita, que llevaba las 24 horas del día en un anillo. La relación con Batman progresó, con Wonder Woman se enfrió y con el resto era prácticamente inexistente, salvo el peaje de los eventos editoriales anuales.
El nuevo equipo se esforzó concienzudamente por recuperar las raíces kryptonianas, empezando por la Fortaleza de la Soledad. La serie se convirtió en un folletín entretenidísimo donde no paraban de salir y entrar gente alrededor del superhéroe. El dibujo había perdido con la marcha de Byrne. Perez no le dedicó el mismo empeño que a su Wonder Woman y las tintas de Breed Breding tampoco ayudaban. El resto cumplía eficazmente, pero son tebeos que se leen ávidamente sin que las ilustraciones llamen la atención.
Síntoma de que las cosas estaban cambiando, Superman se embarcó en un viaje por el tiempo, donde volvería a encontrarse con la Legión de Superhéroes, al poco de revelar a Lois su verdadera identidad (Action Comics#662), como parte de un plan estudiado cuidadosamente para llevarlo en una dirección… que se truncó por causas ajenas al SuperSquad. En el futuro tendríamos una boda y una muerte. Pero no necesariamente por ese orden.
1992, año de la muerte de Superman (1993 si atendemos a fecha de portada). Tal como hemos comentado anteriormente, las colecciones de Superman de aquella época estaban interrelacionadas entre ellas de tal manera que a efectos prácticos se estaba publicando una única colección de cadencia casi semanal. Sin embargo, las diferencias entre un título y otro eran variadas y evidentes. Para descubrir la configuración de estas cabeceras nos debemos remontar a un año antes, pues en julio de 1991 salió a la venta el primer ejemplar de la cuarta serie regular del Hombre de Acero, Superman The Man of Steel, la cual no solo permitió que se vendiesen casi una cincuentena de cuadernos al año, sino que también evidenció las diferencias entre títulos.
La cabecera más puntera y, por tanto, la que más atención recibía por parte de DC Comics (y de los lectores, las ventas nunca fueron a la par entre las cuatro series) era Superman (a secas). En julio de 1991, ésta estaba escrita y dibujada por varias personas, pero a partir del mes siguiente el título perteneció casi en su totalidad a Dan Jurgens, quien acostumbraba a estar acompañado de Brett Breeding. Este último se ocupaba de los acabados y así Jurgens podía visitar de tanto en tanto alguna de las otras colecciones del Último Hijo de Krypton u ocuparse de algún evento importante… En 1991, Jurgens era la cabeza más visible del Super Squad, pero tras la Muerte de Superman, el artista se convirtió en el referente indiscutible de la época. Cualquier imagen utilizada en otros medios o en merchandising solía estar firmada por Jurgens, un efecto que ahora mismo se repite con la figura de Jim Lee, al que podemos ver en bandejas, relojes, camisetas, etc.
La recién llegada era Superman: The Man of Steel y contaba con Louise Simonson a los guiones y Jon Bogdanove a los lápices. Era la menos comercial de las cuatro, a pesar de tener una numeración mucho más accesible. Ya hablaremos de ello más adelante, pero esta época se centró en la parte más humana del Hombre de Acero y en las relaciones personales entre los personajes. Simonson incluso fue más lejos y metió Superman: The Man of Steel dentro del ámbito de la denuncia social. Por ejemplo, en su primer ejemplar, Superman salva un gato de un árbol y se lo da a su propietario, un niño huérfano (y de color) que vive en un orfanato. Este pequeño se llama Keith y lo volveremos a ver una y otra vez porque cumple la función de aleccionar sobre un problema que incumbe a nuestra sociedad.
El título más clásico siempre ha sido Action Comics, y en aquellos años estuvo escrito por Roger Stern, quién se acompañó de un elenco de dibujantes entre los que destacaba gente como Jackson Guice o Bob McLeod. Por su parte, The Adventures of Superman estaba escrita por Jerry Ordway y dibujada por Tom Grummett. Tanto una como la otra no tenían un carácter diferenciador tan claro como Superman: The Man of Steel y parecían seguir las pautas de la que por entonces era la reina: Superman. Por este motivo – y algún otro más-, a pesar de que el sistema creativo era igualitario y en él participaban todos los miembros del Super Squad a través de varias reuniones a lo largo del año, casi siempre se relaciona el Hombre de Acero de los años 90 a Dan Jurgens.
Dicho esto, expliquemos cuál fue el camino a La Muerte de Superman. Ya os aviso que el final os va a sorprender… Todo se inició unos meses antes, cuando Superman se prometió a Lois Lane y le reveló su identidad secreta. En 1991, la feliz pareja tenía sus más y sus menos y en el núm. 59 de Superman (septiembre, 1991) estuvieron hablando muy seriamente sobre sus problemas. Incluso surgió la palabra ruptura… Sin embargo, una maravillosa cita hizo que Lois estuviese más segura que nunca de su amor por el Hombre de Acero. ¿Veis la conexión con la muerte? ¿No? Pues la tiene, pero es imposible de ver.
Los meses se sucedieron y las colecciones continuaron con su tónica. Cada una se centraba en 3 ó 4 subtramas que las dotaba de continuidad y las diferenciaba de las otras. A veces incluían aventuras independientes que cualquier lector podía saltarse y otras veces introducían a Superman en una saga más o menos importante para aumentar las ventas de las cabeceras. En noviembre de 1991 (siempre según fechas de portadas) utilizaron este recurso con Blackout, una saga de 5 números en la que el Hombre de Acero pierde la memoria y casi se casa con la nativa de una isla tropical (una de esas con dinosaurios). Evidentemente, Lois detiene la boda. Nota: boda es una palabra relacionada con la muerte de cierto personaje…
Aunque nos hemos saltado un hecho vital para entender al Superman de la época… En Action Comics #670 (octubre, 1991) volvió Lex Luthor. Bueno, no, su hijo.. Un tal Lex Luthor II. Bah, que no, que volvió Lex Luthor porque metió su cerebro en un cuerpo clonado – y evidentemente mejorado – y se hizo pasar por su descendiente para autoheredarse. Y esto tendrá unas repercusiones terribles… Ciudadanos de Metrópolis, preparad las palas, que igual tenéis que cavar vuestras propias tumbas… Pero no adelantemos acontecimientos.
1992 se inició con una nueva cita de Lois Lane y Clark Kent en Superman: The Man of Steel #7. El romanticismo campaba a sus anchas… y nosotros no nos dábamos cuenta de lo que eso iba a significar. Después llegaron varios ejemplares centrados en la navidad (sí, regalos, citas y cenas familiares) y ya en Action Comics #674 se inició la saga del año (de la primera mitad del año, más bien), titulada Panic en the Sky. Durante dos meses, las series del Super Squad nos narraron el enésimo ataque de Brainiac, y esta vez vino acompañado por una Supergirl controlada mentalmente. Casi todos los héroes del planeta se unieron para detener la invasión. Lo más relevante de esta saga es que es el perfecto ejemplo de un sistema que pasará factura a Superman en el futuro, y es que Panic in the Sky es una saga puramente comercial. Las subtramas se detuvieron momentáneamente y lo único que presenciamos fueron interminables batallas. Y eso es algo negativo para los tebeos de Superman de la época porque los nuevos lectores no tuvieron oportunidad de ver la verdadera grandeza de los tebeos del Super Squad. Claro que si tienes menos de diez años seguramente te interesa más ver juntos a Batman, Superman y Nightwing que leer sobre los problemas amorosos de Jimmy Olsen, los amagos de cierre del Daily Planet o la última pelea entre Lois y su padre…
Action Comics #677 (mayo, 1992) nos mostró a Supergirl enamorada de Lex Luthor (es que el clon era una copia MUY mejorada) y se inició una disputa que se mantendría hasta que se estrenase la colección de la Chica de Acero. Como era de esperar, Superman no aprobaba la relación (no, no se fiaba de Lex y eso que la copia era MUY MUY mejorada y tenía melena… Clark siempre ha sido un desconfiado). Afortunadamente, en Action Comics #678 (junio, 1992), nosotros descubrimos la verdad sobre Luthor. Los personajes de cómic aún tardarían muchos episodios en descubrir la charada.
Otra característica de la época es que Superman acostumbraba a aparecer de tanto en tanto con personajes de moda de la época. Es fácil adivinar quién reinaba los comentarios de los fans simplemente mirando quién era el afortunado en compartir una aventura con el Último Hijo de Krypton. Por ejemplo, en Superman #68 (junio, 1992), Deathstroke y Superman se vieron las caras en una historia que continuó en la cabecera del mercenario. Superman: The Man of Steel #14 y Superman #70, ambos de agosto, contaron con la presencia de Robin en una historieta llena de vampiros. Tanto Deathstroke como Tim Drake eran los sabores del momento.
La siguiente gran saga fue The Blaze/Satanus War. Abarcó 5 cuadernos entre agosto y septiembre de 1992 y nos explicó el descenso a los infiernos de Superman. Una entidad llamada Kismet lo trajo de vuelta a la Tierra… Y justamente a ese ser lo veremos más adelante, cuando Superman haya… ¡muerto! ¿se estaba preparando ya la verdadera gran saga del año? Efectivamente. Los tebeos que continuaron fueron de relleno, pero en algún caso llegaron a ser más destacables que los anteriores… Por ejemplo, Superman: The Man of Steel #16 y Superman #72 se volvieron a cruzar pero esta vez fue para denunciar la violencia de género. Citemos el interior: «La estaba pegando y ella lo defendió. Tiene miedo, por supuesto. A veces, cuando una mujer deja a un marido maltratador, él la ataca con violencia letal. Pero Andrea tiene miedo de más que la reacción de Gary. Podría haberla llevado a un refugio… al menos sé de uno que aceptan niños… pero, ¿después qué? ¿Encontrará un lugar en el que vivir? ¿Ganará suficiente para mantener a sus hijos? Sin una dirección ni siquiera puede acceder a las prestaciones sociales. Y así ella se queda con él, y puede morir. Ella no dejará que Superman la ayude, pero quizás esta vez Clark Kent puede tener éxito donde Superman falló«. Este diálogo interior de Simonson nos muestra por dónde iban los tiros y la grandeza de esta era. No creo que se vuelva a publicar un tebeo así en muchísimo tiempo. No os digo cómo acaba, pero la experiencia que vive Clark lo puede cambiar más que el enésimo ataque de Luthor.
Tras este interludio de denuncia social, ha llegado el momento de explicar el asunto de la muerte. Los tebeos del Hombre de Acero de 1991 y 1992 nos muestran a un hombre enamorado, que hace planes de futuro con su prometida. Cada vez vemos que la pareja funciona mejor y más harmónicamente… Y eso es así porque querían casarlos a finales de año y explicar una historia en la que el Universo DC tendría que sobrevivir sin la presencia de Superman (ei, que el chico también se merece una luna de miel). Todo estaba preparado para el gran acontecimiento, pero… los planes se truncaron cuando se estrenó la serie de televisión Lois y Clark, las nuevas aventuras de Superman. ¿Por qué? Porque ésta iba a tratar también el tema de la boda y los chicos de los cómics tuvieron que detener sus planes. No podían casarlo antes porque eso sería negativo para la serie de televisión. De manera que tenían una plan que acababa con Superman casado y una saga en la que se exploraba el mundo sin el Hombre de Acero. ¿Qué podían hacer? ¿Echar por tierra todo lo que habían planeado? Alguien dijo en broma que podían matarlo… Y esa broma le costó la vida a Superman.
Superman murió, y nada volvió a ser lo mismo. Es curioso porque cuando saltó la noticia todo el mundo se conmocionó, los fans de Clark lloraron su muerte, la gente se amontonó en las tiendas de cómics para comprar el ejemplar en el que Superman sucumbía ante Doomsday. Hasta las televisiones y los periódicos se hacían eco de la noticia. Estábamos ante algo grande. Y 20 años después podemos decir sin ningún tipo de duda de que no éramos conscientes de cuán grande era ese algo. Era inmenso. Superman no solo murió, cambió el mundo o, al menos, la industria del cómic.
Razonemos esa afirmación por partes. La muerte de Superman es el equivalente contemporáneo a la caja de Pandora. Superman murió, y todos los héroes le emularon, de manera que los años 90 se convirtieron en un tétrico campo de batalla en el que la muerte y los grandes acontecimientos estaban a la vuelta de la esquina. No te podías llamar héroe si no habías mordido el polvo. Y eso supuso un desgaste de la industria del cómic que casi acaba con el noveno arte (en EE.UU.). Los grandes eventos, las portadas alternativas, la llegada de Image, etc. Todos esos elementos – muchos de los cuales están intrínsecamente ligados con La muerte de Superman supusieron la aparición de personas que no compraban cómics para leerlos sino para hacer negocio con ellos, de manera que los tebeos aumentaron de ventas, pero de una manera ficticia. Se creó una burbuja comiquera. Aunque tampoco podemos culpar únicamente a Superman. Como ya he comentado, los chicos de Image y otros «éxitos» de la época también tiene su parte de culpa.
Sin embargo, La muerte de Superman no fue negativa. Superman murió, pero resucitó y trajo consigo a personajes y acontecimientos que marcaron al Universo DC hasta Flashpoint. La mitología del Hombre de Acero se vio afectada de una manera muy positiva por la vuelta del Hombre de Acero.¿Quién se iba a imaginar que 3 de los 4 falsos supermanes iban a dar tanto juego? Y lo mejor de todo es que trajo una nueva era de grandeza para las colecciones del Hombre de Acero porque el Super Squad supo aprovechar al máximo la situación. No solo eso, siguió manteniendo el buen trabajo de antaño con todas las subtramas y elementos que convertían a Superman en el personaje más humano de DC Comics… ¿por qué casi nadie se acuerda de eso? Ya lo descubriremos más adelante.
Ahora hablemos de La muerte de Superman propiamente dicha. La saga se inició en Superman: The Man of Steel #18 (que fue el prólogo) y finalizó en Superman #75. Fueron 8 cuadernos que acapararon todas las series del Último hijo de Krypton (y como extra, también el #69 de Justice League of America, que por aquel entonces estaba guionizada y dibujada por Dan Jurgens). Y… ¿qué es lo que vimos? Un ser extremadamente poderoso aparece en la Tierra, la Liga de la Justicia intenta detenerlo pero no lo consigue. Superman y su enigmático enemigo, Doomsday, luchan hasta que los dos mueren. A medida que avanza la historia, la lucha se hace más encarnizada, las subtramas se pierden… Todo se centra en una batalla que incluso utiliza un recurso inusual. Superman #75 solo incluye páginas de una viñeta. Su antecesor, de dos. El antecesor del antecesor, de tres… En definitiva, La muerte de Superman es un producto que consigue su propósito de una manera muy acertada. Es emotivo y atrayente, pero, no nos engañemos, no es más que una encarnizada lucha.
Aquí tenéis una reseña de este cómic:
La Muerte de Superman de Dan Jurgens (1992) según Sergio Robla
Para hablar de La Muerte de Superman recurrimos a un completo artículo realizado por Sergio Robla que podéis leer completo aquí mismo. Este nos cuenta como «en el relanzamiento del personaje tras Crisis en Tierras Infinitas, John Byrne escribió su Superman: El Hombre de Acero desarrollando el romance por primera vez en la historia dejando fuera de la ecuación a Superman. […] El concepto gustó a todos y en él quiso basar Warner Bros la serie de televisión Lois & Clark: Las Nuevas Aventuras de Superman […]». Por lo tanto, «en 1992 los planes inmediatos para los títulos del Hombre de Acero pasaban por la esperadísima boda de Clark y Lois para da un empujón a los argumentos y atraer nuevos lectores, sin embargo… La compañía quiso coordinar la boda televisiva con la de los cómics, pero dado que la serie de televisión aún no había comenzado a emitirse, los guionistas y el editor Mike Carlin se vieron obligados a postergar el acontecimiento hasta nuevo aviso. De repente se encontraban con un hueco que cubrir en su planificación, y la pregunta mil veces antes formulada en las reuniones editoriales, y tantas veces tomada como broma, volvió a oirse en labios de Jerry Ordway«.
«¿Por qué no lo matamos?»
Sobre la muerte en cuestión Sergio Robla comenta como «para acabar con Superman se optó por un enemigo cuya victoria no supusiera una derrota moral para el héroe. Es por ello que el culpable no fue un villano clásico, ni siquiera su opuesto natural, Lex Luthor, sino Juicio Final, creado para la ocasión. Juicio Final se presenta como un auténtico anti-Superman, inteligente como un animal salvaje, una imparable fuerza de la naturaleza que solamente quiere matar y con la que no se puede razonar».
«La portada de Superman v2 #75 se convirtió en un icono, y se publicó un ejemplar del ficticio Daily Planet con la noticia de la muerte de Superman, con todo el contenido de un periódico. […] Compusieron la típica muerte de héroe, con el protagonista sacrificando su vida por los demás. Sólo que esta vez no era un personaje cualquiera. Esta vez era Superman.»
«Entonces… ¿cuál era el sentido de matar a Superman?»
Esta pregunta también nos la responde Sergio Robla al hablar de la situación del personaje y sus publicaciones a principios de los años noventa: «Las series eran de una calidad medianamente buena, pero las ventas no acompañaban, y era porque el personaje estaba cayendo en el olvido para el gran público. Como ya es habitual en DC, hicieron limpieza antes de traer los muebles nuevos, presentaron la antítesis antes de llegar a la síntesis. En la familia Batman intentaron una jugada parecida con La Caída del Murciélago, pero llegar a ese extremo les hizo perder lectores más que otra cosa. En el caso de Superman los guionistas fueron hábiles dotando de interés las series mensuales a pesar de no tener al Hombre de Acero presente en sus páginas. En el momento en que decidió matar a Superman, DC decidió hacer Historia. No sabían cuál sería el resultado final, pero no había más: era una de esas cosas que sólo se puede hacer una vez en la vida».
Lo realmente bueno empieza en el funeral. Esa es la historia que realmente querían contar, la de cómo el mundo se enfrenta a un mundo sin Superman. De manera que el Funeral abarcó ocho cuadernos de las cabeceras del Hombre de Acero y en ellos vimos retratados a todos los secundarios. Supimos qué pensaban realmente sobre Clark, y los vimos sufrir. Seguramente muchos sufrimos junto a alguno de ellos. Fue un contraste muy grande respecto a la anterior saga y seguramente espantó a los nuevos lectores porque mucho de lo que allí sucedía no se podía apreciar o entender si no te había leído los tebeos de Superman al menos desde el estreno de Superman: The Man of Steel. Por lo que respecta al nivel de emotividad, Superman #77 llegó al límite. Jonathan Kent, el padre de Clark, sufrió un infarto. Parecía que Superman no iba a ser el único en «disfrutar» de su propio funeral. Tranquilos, que solo fue un susto. En el siguiente capítulo, correspondiente a Adventures of Superman #500 (junio, 1993), Jonathan viaja al reino de los muertos y rescata el alma su hijo con un poco de ayuda de Kismet. Así abre las puertas a una inminente resurrección que hará que corran ríos de tinta… ¡y de sangre! Y es que ese mismo cuaderno sirvió como presentación para 4 héroes que supuestamente eran Superman resurrecto…
Adventures of Superman #500 supuso el pistoletazo de salida para una saga que titularon El reinado de los superhombres. Veamos colección por colección qué acaeció:
– Action Comics #687, escrito por Roger Stern y dibujado por Jackson Guice y Denis Rodier, nos muestra la aparición de un Superman físicamente idéntico al anterior. Tal como se lo presenta en la edición de Zinco: «él afirma ser El Último Hijo de Krypton y, en efecto, su naturaleza parece más kryptoniana que humana. Frío y distante en la superfície, este Superman guarda muchas emociones en su interior. Y no duda en imponer su propio sentido de la justicia, ¡aunque ello signifique tener que cobrarse vidas humanas!«. Estamos ante el retorno de alguien, pero no del Hombre de Acero. El Superman kryptoniano era en realidad El Erradicador, un aparato que Superman recuperó años ha en su periplo espacial y que le provocó graves problemas cuando lo trajo a la Tierra. Curiosamente, en su debut parecía el canditato a Superman más lógico porque apareció como si fuese un ser de energía y vimos cómo se metía dentro del cuerpo de Superman. Para saber algo más de este ser/aparato haremos el extracto de una ficha publicada en el núm. 34 del Coleccionable Superman de Planeta DeAgostini y escrita por Enrique Rios:
Estos incidentes fueron los primeros indicativos del poder de este invento. No obstante, no lo vimos en todo su esplendor hasta la saga del Hombre de Krypton, en la que trató de transformar La Tierra en Krypton, empezando por su último superviviente: Superman. Evidentemente, nuestro héroe venció al final de la historia, dando con una solución aparentemente definitiva. Sin embargo, lo que realmente consiguió fue posponer el problema.
El Erradicador volvió a las páginas del hombre de acero en la historia que sirvió de presentación a su cuarta colección:
Superman The Man of Steel núm. 1 (julio 1991) y que continuó en los números de aquel mes del resto de sus series. Esta historia se puede considerar una secuela directa de la saga del Hombre de Krypton y explica el retorno del aparato, pero con una nueva forma humanoide compuesta de energía. Las metas del Erradicador volvían a ser las mismas, aunque esta vez apuntó más alto e intentó transformar El Sol en una estrella roja similar a la que bañaba de luz a Krypton. Superman detuvo sus planes con ayuda del Prof. Hamilton y, otra vez, el Erradicador desapareció de una manera aparentemente definitiva.Su siguiente retorno se dio en una de las sagas más recordadas de los años noventa: La muerte de Superman
«.
– Superman: The Man of Steel #22, con guion de Louise Simonson y dibujos de Jon Bogdanove, presentó a un Superman negro vestido en una armadura de acero y armado con un martillo gigante. Cito la edición de Zinco de nuevo: «John Henry Irons, alias ‘Iron John’, era un experto en armamento que había trabajado para el gobierno hasta que descubrió la tragedia de la guerra. Sepultado durante el dramático combate de Superman y Juicio Final, debería haber muerto… pero no lo hizo. John Henry siente que ha sido ‘inspirado’ por el espíritu del Hombre de Acero. ¿Podría ser así?«. Evidentemente, no era Superman sino Acero, así que aprovecho la ocasión para citar un artículo escrito por mí mismo y publicado en el núm. 14 de la edición de Planeta DeAgostini de 52 para que tengáis una breve ficha de John Henry:
La importancia de Acero en el universo DC es incalculable. Es un reputado inventor que ha creado multitud de objetos imprescindibles tanto para Superman como para la Liga de la Justicia, grupo del cual fue miembro durante un tiempo. Murió en la saga
Nuestros mundos en guerra, pero fue resucitado inmediatamente por Darkseid para que pudiese hacerse cargo de una armadura, la Protectora entrópica, que sería clave en la resolución de la guerra. Se retiró a consecuencia de los daños sufridos por ésta y le sucedió Natasha Irons, su sobrina y aprendiz.Acero siempre ha sido un personaje muy popular. Disfrutó de serie propia desde febrero de 1994 hasta su cierre en el núm. 52 (julio 1998), con guiones de Louise Simonson, co-creadora del personaje junto a Jon Bogdanove, y, posteriormente, de Christopher Priest. Además, disfrutó de una película de imagen real en 1997 protagonizada por el conocido jugador de baloncesto, Shaquille O’Neal
«.
– Superman #78, escrito y dibujado por Dan Jurgens con acabados de Bret Breeding, es la reaparición de un personaje, un ser monstruoso que en la edición de Zinco describieron así: «reconstruido con partes metálicas que cubren la mitad de su cuerpo, el Superman Ciborg guarda todos los recuerdos de Clark Kent ¡y su código genético coincide con el del Hombre de Acero! Él se proclama a sí mismo un Superman equipado para el futuro y sus hechos corroboran tal aseveración«. lo parece pero no es Superman, es alguien con quien el Hombre de Acero se encontró en el pasado y que ahora vuelve para vengarse. Hagamos una pequeña ficha de él:
Tras su retorno, se ha convertido en un supervillano recurrente, tanto en las cabeceras del Hombre de Acero como las de Green Lantern. Es lógico, su origen espacial hace que sea ideal para historietas espaciales y, además, Green Lantern sí tiene que vengarse por algo…
– Adventures of Superman #501, con escritos de Karl Kesel e ilustraciones de Tom Grummett, es otro clásico instantáneo en el que se presenta a un joven con poderes muy similares a los del Hombre de Acero: «él es un adolescente superpoderoso, aparentemente un clon fugado del Proyecto Cadmus. A sus dieciséis años, el joven Superman parece determinado a hacerse una reputación como el nuevo héroe de Metrópolis. Sin embargo, para ello tendrá que aprender antes a controlar sus nuevos poderes… y superar sus problemas de amnesia«.
Aps, y murió, en Crisis infinita. La muerte le sentó bien porque antes de ella estaba retraído y apartado del mundo (se veía a sí mismo un peligro). Pero tras resucitar, Superboy creció como personaje. Incluso disfrutó de una muy interesante andadura a cargo de Jeff Lemire, pero claro… con Flashpoint ha vuelto a empezar…
Ya tenemos a los 4 Supermanes. ¿Qué pasó después? Durante tres meses, cada uno de estos pretendientes a Superman protagonizaron las colecciones del Hombre de Acero y vivieron sus propias aventuras. A veces se intentaba convencer a la gente de que tal Superhombre era el verdadero, en otras ocasiones eso era imposible (Que no, Superboy, que no cuela). Sin embargo, pronto se descubrió el pastel. En Superman #80. El Superman Ciborg muestra su verdadera naturaleza y… ¡Destruye Coast City! Como lo leéis. Destruye Coast City, matando a millones de personas de una sola tacada. Eso supondrá un punto de inflexión en los mitos de Green Lantern, pues Hal Jordan intentará reconstruir la ciudad a costa de la eliminación del resto del cuerpo de Green Lanterns. Y ese es precisamente el inicio de una saga que continúa hoy en día. Si Superman no hubiese muerto, Hal Jordan no habría enloquecido, Kyle Rayner no existiría, Hal Jordan no se habría convertido en Parallax ni habría muerto salvando el mundo… Así que quizás la franquicia de los Linterna Verde no existiría tal como la conocemos. Claro que nunca sabremos qué habría sucedido. Quizás Green Lantern hubiese caído en ventas hasta desaparer… o quizás tendríamos 18 colecciones de los Lanterns en vez de 4 ó 5.
El verdadero regreso de Superman se dio en el #690 de Action Comics. Fueron solo unas viñetas, pero pudimos comprobar que Clark seguía vivo y que se dirigía a la batalla vestido con un traje de batalla kryproniano. ¿Por qué? Porque había perdido los poderes… La muerte no le había sentado muy bien. Y eso da pie a una fórmula creativa que se perpetuará durante años… Y es que a partir de La muerte de Superman, todas las sagas siguen un esquema de causa-efecto, o lo que es lo mismo, una saga o acontecimiento importante siempre dará pie a otro. Por ejemplo, si Superman ha perdido los poderes, los recuperará pero eso causará que se convierta en un monstruo deforme que dará pie a una nueva saga. Las historietas derivadas a veces servían de cierre y otras veces no. Por eso siempre nos tenemos que remontar al pasado cuando hablamos de los tebeos de los 90. Es muy difícil encontrar un punto de inflexión claro.
Pues bien, Superman volvió con el pelo largo y con pistolas (era los 90), se enfrentó a Mongul y al Superman Ciborg y entre todos los vencieron. De manera que el núm. 505 de Adventures of Superman es el primer ejemplar de la vuelta a la normalidad. Y Lois y Superman lo celebran por todo lo alto con un tórrido beso en el cielo. Ese mismo mes, Clark regresa con una historia más o menos creíble… Así que volvemos al mismo sistema narrativo de antes, pero con una pequeña diferencia: ahora los pretendientes a Superman también son secundarios. De repente, el Hombre de Acero ha ampliado su galería con 3 héroes que podrían llegar a hacerle sombra.
Por cierto, que con tanta destrucción de Coast City se me ha olvidado deciros cómo resucitó Superman. En Action Comics #687, el ser de energía – que es el Erradicador – no se metió en el cuerpo de Clark sino que lo llevó a la Fortaleza de la Soledad y lo metió dentro de una cámara regenerativa. El cuerpo se curó (se podría decir que Superman no había muerto físicamente) y efectivamente Jonathan Kent vivió esa aventura en el reino de los muertos en la que salvó el alma de Clark. Así que con un cuerpo y un alma se obtiene una resurrección.
Continuemos con el culebrón. tras unos episodios más o menos tranquilos en los que aparecieron enemigos poco importantes, el equipo creativo sufrió cambios en el dibujo. Grummett fue sustituido por varios artistas (pero no se fue muy lejos, fue a parar a la colección de Superboy), e Immonen firmó algunos ejemplares de Superman. Aunque es una aparición eventual, es importante dada la solera del artista y porque posteriormente se ocupará de los lápices de Adventures of Superman, además de la macrosaga La noche final y muchas más cosas que vendrían luego. Marzo de 1994 supuso la reaparición de Bizarro en una saga que juntó de nuevo las 4 cabeceras. Y al mes siguiente se inició dos aventuras, una en la que la recuperación de los poderes de Superman lo habían convertido en un monstruo… y otra en la que Luthor estaba al borde la muerte por culpa de una enfermedad degenerativa que sólo afectaba a los clones, lo cual nos lleva a…
Action Comics #700 (junio, 1994). Un ejemplar tan especial merece una celebración por todo lo alto y el listón era casi inalcanzable tras matar a Superman, así que decidieron sorprender a todos destruyendo Metropolis. ¿Cómo? Lex Luthor estaba al borde de la muerte y no podía aceptar que había perdido su eterna batalla contra el Hombre de Acero, así que decidió que no moriría solo: se llevaría su ciudad con él. La voló. Fin de la historia. Más o menos… Metropolis sí fue destruida, pero Luthor no murió, fue encarcelado. La situación era tan complicada que para reconstruir Metrópolis recurrieron a la magia en una historia que posiblemente sea la más insatisfactoria de aquella época.
Vayamos a un punto más positivo. Crisis en tierras infinitas supuso un reinicio para el Universo DC, pero fue un relanzamiento a medias que dejó en el tintero varios agujeros que en algún momento debían resolverse. Con el paso del tiempo, esas incongruencias fueron a más, de manera que en DC Comics se les ocurrió que era el momento de hacer algo para solucionarlo. Contactaron con Dan Jurgens y le dieron su propia gran saga, que se fue a llamar Hora Zero. En septiembre de 1994, Hora Cero nos presentó a la plana mayor del Universo DC enfrentándose a villanos temporales y, sobre todo, a Parallax, quien quería rehacer el universo para que Coast City volviese a existir. Los héroes vencieron, pero el Universo sufrió ligeras modificaciones.
La saga en sí es entretenida y sin pretensiones, pero recibió ciertas críticas porque no solucionó el problema de las incongruencias (más bien fue al revés). Sin embargo, los cruces con Hora Cero nos ofrecieron historias ciertamente interesantes. Por ejemplo, en Superman The Man of Steel #37, el Hombre de Acero se encontró con diversas versiones de Batman… y Bogdanove desplegó todos sus recursos artísticos emulando el estilo de dibujo de gente tan dispar como Neal Adams o Frank Miller. De hecho, mucha gente empezó a tomar en serio a Bogdanoe tras ese ejemplar, pues este artista tiene un estilo de dibujo muy personal pero algo brusco y poco elegante, en definitiva, nada comercial. Ese cuaderno supuso un discurso artístico que solo puede hacer un grande, así que las discusiones sobre el estilo de Bogdanove quedaron finiquitadas.
En el resto de cruces, entre otras cosas, revisitamos Krypton y conocimos a Alpha Centurión, un héroe alternativo que después volvería para colaborar con nuestro kryptoniano preferido. Aich, no, con Clark. Krypto y Centurión no son íntimos.
En octubre de 1994, DC sacó números 0 de todas sus colecciones, para explicar los nuevos orígenes de los héroes, pero el de Superman no había sufrido modificaciones, así que optaron por hablar del pasado de Clark y, de paso, presentaron a un nuevo enemigo: Conducto. Éste sera la némesis de Clark en la próxima gran saga: La muerte de Clark Kent… Pero para saber qué sucede nos debemos esperar unos meses, mientras tanto volvimos a la sucesión de historias más o menos interesantes entre las que destaca el enigma de… ¿el cadáver de Superman? Sí, se encontró otro cadáver del Último HIjo de Krypton y la investigación mantuvo la intriga hasta que se descubrió el causante de todo… ¡Brainiac!
Ahora sí, hablemos de La muerte de Clark Kent. Se inicio conmemorando Superman #100 y trata de algo que en algún momento tenía que suceder: Conducto descubre que Clark y Superman son la misma persona y decide matar a sus amigos uno a uno o, al menos, lo intenta. Para salvar a su familia, Clark decide que tanto él como sus padres han de pasar por muertos. Al final todo se soluciona y esta vez sí se vuelve al status quo.
Julio de 1995 marca un nuevo ciclo en las aventuras de Superman, pero lo hace siguiendo la tónica habitual, con historias con marcado carácter de culebrón y aventuras entretenidas y sin pretensiones. Sin embargo, hay un cambio muy importante y es que se estrena una quinta colección titulada Man of Tomorrow. ¿No eran suficiente 4? Pues no, porque 4 por 12 hacen 48 y eso significa que hay 4 semanas que se quedan sin su ración regular de Superman. De ahí que se publicase una quinta cabecera que debía aparecer únicamente 4 veces al año. Su debut estuvo escrito por Roger Stern y dibujado por Tom Grummett y Brett Breeding, y presentó el retorno de Lex Luthor, pero ahora con un nuevo cuerpo (y ya van 3). El cómo se descubrirá más adelante. Otro hecho importante de este ejemplar es que hace aparición Erica Alexandra del Portenza, más conocida como La Condesa, y es una aristócrata que prácticamente ha comprado LexCorp.
La cuestión es que todo lo que se puede decir de los tebeos de los siguientes años ya se ha dicho. Se trata de una etapa muy continuista. Lo mejor será ir saltando de saga a saga para que sepáis qué fue lo más relevante sucedido en los últimos años del Super Squad:
– Noviembre de 1995 a enero de 1996: el juicio de Superman. Esta saga comprende Superman The Man of Steel #50, #51 y #52 Superman #106, #107 y #108, Adventures of Superman #529, #530 y #531, Man of Tomorrow #3 y Action Comics #716 y #717. Una raza alienígena secuestra a Superman para someterle a Juicio porque lo consideran responsable de la destrucción de Krypton. Al menos eso decían al principio, después se descubrió que los kryptonianos murieron porque no podían escapar del planeta sin morir (algo que ya se sabía desde la primera aparición del Erradicador) y ese defecto genético, por llamarlo de alguna manera, lo creó un antecesor de Clark. De ahí que lo juzguen, porque esa raza considera que los pecados pasan de generación a generación. Clark no se queda conforme cuando lo declaran culpable, y sus amigos vienen a rescatarlo. Curiosamente, a mitad de esta saga aparecieron los cruces con Underworld, una historia – esta vez propia del Universo DC – en la que Neron concedía deseos a los villanos a cambio de sus almas y algunos favores. Es justamente así cómo Luthor recobró la salud.
– Action Comics #720 (abril, 1996): febrero fue un mes de team-ups. Marzo presentó historias cortas y sin importancia, pero abril marcó un cambio de tendencia cuando Lois Lane mandó a paseo a Superman. Lois es una mujer autosuficiente que no se ve como la novia sumisa del héroe, no quiere que sea él quien lleve la voz cantante y tampoco acepta que la abandone a cada momento. Necesita más atención, así que simplemente corta con Clark. Y esto traerá más que cola, no solo porque será el eje central de la colecciones de Superman de los siguientes meses, sino porque es el paso previo al enlace, pero no como pensamos. Ah, y hablando de bodas… En Man of Tomorrow #3 (julio, 1996), Lex y La Condesa se casan. Evidentemente es un engaño de Lex para recuperar su empresa, pero aún tardaremos unos números en descubrirlo.
– Superman #115 (septiembre, 1996): Las desavenencias se acrecientan. Lois marcha de la ciudad porque pide el puesto de corresponsal extranjera. Con Lois fuera del mapa, las cabeceras de Superman se vuelven más superheroicas que nunca, en muchas ocasiones prescindibles. Coincide que Dan Jurgens relanza los Jóvenes Titanes y tampoco emplea todas sus energías en el Hombre de Acero. Lo interesante llega más tarde.
– Noviembre de 1996: los cuadernos de aquel mes (Superman #117, Adventures of Superman #540, Action Comics #727 y The Man of Steel #62) forman parte de la gran saga del año: La noche final. Aquella épica historia fue ideada por Karl Kesel y dibujada por Stuart Immonen (otro ejemplo de pluriempleo que afecta a una cabecera regular del Hombre de Acero) y se convirtió en un gran éxito al narrar una situación inusual: el mundo se sume en la oscuridad cuando un enemigo espacial se dispone a devorar el Sol. Los héroes hacen todo lo posible para detenerlo, pero solo el sacrificio de Parallax salva la situación. Un mundo sin Sol es particularmente pernicioso para Superman, quien toma sus poderes del astro. Los cruces de las colecciones del Super Squad no llegan al nivel de calidad de la historia central, pero cumplen su cometido. Y, lo más importante… marcan a Superman para los años venideros porque… Pierde sus poderes. Y sí, eso tiene unas repercusiones que no supimos ver.
– Diciembre de 1996: el mes de la boda, pero… un momento. ¿Lois y Clark no habían cortado y Lois se había ido del país? Efectivamente. Con la boda repetimos el mismo problema que con la muerte de Superman. Mientras la serie de televisión exploraba la cercanía del enlace, los chicos de los cómics hicieron lo contrario y separaron a los enamorados. Eso implicó que cuando llegó el momento de que Lois y Clark se uniesen para siempre en la pequeña pantalla, en DC Comics se encontraban en pijama. Tuvieron que arreglar la boda de un día para otro… Así que en Superman #118, Lois vive una aventura que le abre los ojos y decide que ha llegado el momento de casarse con SU Hombre de Acero (y mientras, Clark estaba tonteando con Lori Lemaris). El siguiente ejemplar corresponde al especial de la boda, llamado Superman The Wedding Album, y posiblemente nos encontramos ante uno de los enlaces más precipitados de todos los tiempos. En menos de 100 páginas, Lois y Clark deben hacer las paces, mandar a paseo a Lori, preparar la ceremonia y casarse…ante sus amigos y la gente de DC Comics, quienes también aparecen en las viñetas de la boda. Evidentemente, las cabeceras del mes nos explican la accidentada luna de miel.
– Enero de 1997. Tras una boda express, una vuelta a la normalidad aún más rápida. Superman #119, Adventures of Superman #542 Action Comics #729 y The Man of Steel #64 se unieron baja una saga que se dio a conocer como Power Struggle. Era una cuestión de tiempo, Superman perdió los poderes en La noche final, pues bien tendría que recuperarlos. Clark se somete a todo tipo de experimentos, sin resultado alguno, hasta que los Nuevos Dioses lo envían al Sol. ¿Resultado? Todo vuelve a la normalidad. Bueno, eso pensábamos…
– Tras una etapa tranquila con episodios bastante entretenidos y acertados (por cierto, no lo hemos mencionado anteriormente, pero David Michelinie es el guionista de Action Comics desde hace unos meses), llegó abril y presenciamos un cambio radical en los poderes de Superman ya que la resolución de Power Struggle tendría consecuencias… Pero antes de hablar de las consecuencias es el momento de citar una serie que se estrenó por aquella época: la de Supergirl. Os lo resumimos rápidamente aprovechando el extracto de un artículo mío aparecido en el núm. 15 de Superman/Batman.
Peter David fusionó el engendro de Byrne con Linda Danvers, una aficionada al ocultismo con un pasado muy oscuro por el que debería pagar Supergirl. Esa dualidad permitió a Peter David introducir temas tan complejos como la religión y la homosexualidad a la vez que amenizó al lector con luchas superheroicas. En definitiva, creó una serie adulta pero entretenida, que fue cancelada en su mejor momento, convirtiendo Supergirl en una serie de culto. Sus fans pedían su vuelta, pero en DC prefirieron probar con nuevas chicas de acero que no acababan de cuajar. Hasta que llegó Jeph Loeb y volvió a la base original pre-crisis
«.
– Superman #123 (mayo, 1997): tras los crecientes problemas con sus poderes, Superman se ha convertido en una amenaza. Sin embargo, el profesor Hamilton encuentra la solución en forma de traje de contención. Así empieza una nueva era para el Hombre de Acero (ahora eléctrico), gracias al cambio más sustancial de los últimos años: nuevos poderes, nuevos colores de piel, nuevo traje, nuevo todo. Eso sí, a pesar del cambio, las aventuras siguieron la misma tónica de antaño: la famosa mezcla entre culebrón y superhéroes. El resto del año fue interesante, pero los autores exploraron la situación y no se enzarzaron en grandes sagas. El cambio más relevante quizá sea que Immonen pasó a ocuparse de los guiones y dibujos de Action Comics, mientras Kesel se encargaba de Adventures.
– 1998 prácticamente se estrenó con el nacimiento de Lena, la hija de Lex Luthor, en Superman #131. La madre, La Condesa, ya había cumplido con su cometido y no tardaría en desaparecer. Mientras tanto, Superman continuaba su periplo eléctrico hasta que las cosas se complicaron en el especial Superman Red/Superman Blue (febrero, 1998). Unos 9 meses después del gran cambio, los chicos del Super Squad dieron una vuelta de tuerca a los mitos del Hombre de Acero y lo dividieron en dos, un Superman eléctrico azul y otro rojo. Y todo porque el Superman Ciborg lo metió en una máquina para desintegrarlo y consiguió el efecto contrario… Evidentemente, la premia era interesante y dio bastante juego. Al menos nos encontramos con situaciones y aventuras muy diferentes de las habituales (y los chistes sobre Lois y los tríos estaban a la orden del día). Sin embargo, esto no podía durar eternamente, y el final llegó en dos pasos. Primero en forma de macrosaga que se repartió en los siguientes ejemplares de abril y mayo: The Man of Steel #78 y #79, Aquaman #43, Challengers of the Unknown #15, Superman #134 y #135, Supergirl #20, The Teen Titans #19, Adventures of Superman #557, Steel #50, Action Comics #744. La historia se dio a conocer como Behold! The Millennium Giants! y supuso la aparición de tres gigantes dispuestos a destruir el mundo. Y poco más, Behold! The Millennium Giants! es la típica saga tipo Panic in the Sky: muchos invitados, mucho peligro pero poco contenido. Y el segundo final llegó con…
– Superman Forever (junio, 1998): tras un año eléctrico, Superman volvió a ser el mismo de siempre como consecuencia de la forma en que venció a los Millennium Giants. Tal como dice Superman «no estoy seguro de cómo ha sucedido«. Así que no busquemos explicaciones, Superman regresa a su traje, a su vida, y perdemos la vis cómica de los últimos meses. Sin embargo, no perdemos el interés por el personales. Los tebeos de junio, julio y agosto (Superman #135 a #137, Adventures of Superman 3558 a #560, Action Comics #745 a #747 y The Man of Steel #80 a #82) exploran versiones alternativas de Superman e incluso parte de su historia… Y todo esto porque alguien está jugando con la realidad. Se trata una etapa nostálgica en la que Bogdanove vuelve a hacer uso de sus recusos y nos regala alguna que otra maravilla, y los demás le van a la zaga… Desgraciadamente, esta etapa finaliza en octubre con la típica batalla Superman-villano de turno.
– En octubre salió a la venta el especial Superman: Save the Planet!. Como podéis suponer, Planet hace referencia al periódico y no al planeta.En esta historia, Luthor es el propietario del diario y ejecuta su maldad cerrándolo. En los siguientes meses, los chicos del Planet harán de todo para que renazca mientras Superman se obsesiona cada vez más con su labor. Llega a tales extremos que intenta salva a la Tierra en su totalidad, y como la gente no se lo agradece apropiadamente, al final acaba haciendo cosas muy raras. Por ejemplo, en marzo de 1999 sale a la venta el especial Supermen of America en el que Superman funda su propio grupo. En The Man of Steel #87 (marzo, 1999), Superboy, Supergirl y Acero dan la espalda a Superman, ergo en Superman #143, el Hombre de Acero crea una armada de robots. La confrontación Superman contra el mundo se complica cada vez más, hasta que llega su conclusión en… Superman King of the World (junio, 1999). El título lo dice todo, Superman se erige Rey del Mundo. Al final se descubre que hay un malo detrás de todo esto. Plas, plas, problema solucionado. Se evidencia que el Super Squad ha visto mejores tiempos…
– De junio a noviembre de 1999 se publican los últimos ejemplares del Super Squad. Algunos son entretenidos, otros son olvidables. Sea como sea, no sucede nada especialmente reseñable excepto que Superman #150 es el último de Dan Jurgens…y The Man of Tomorrow #15, fue el último de la quinta cabecera. Se acaba una época que ha dado grandes momentos y alegrías a los seguidores del Hombre de ACero, y desgraciadamente los autores no se despiden por la puerta grande.
1999, el mundo se estaba preparando para el inminente colapso por el efecto 2000, y mientras tanto, Superman se preparaba para una nueva era por culpa del tradicional descenso en las ventas que había supuesto la última etapa del Super Squad de los 90. La gente ya estaba un poco cansada del antiguo sistema… Sin embargo, lo que por aquel entonces parecía una buena idea (cambiar los equipos creativos), con el tiempo se tornó en una equivocación. ¿En qué me baso para decir esto? Cuando el Super Squad se marchó, tanto Batman como Superman eran dos franquicias punteras, con 4 ó 5 colecciones regulares y alguna derivada (2 en el caso de Superman, alguna más en el caso del Caballero Oscuro, pero eso también se explica porque la familia de Bruce es más amplia). Antes de Flashpoint, Batman mantuvo constantemente el número de colecciones, e incluso las incrementó, pero Superman las fue perdiendo hasta llegar a la mínima expresión; un hecho que también se ha mantenido tras el relanzamiento del nUDC, pero que este mes se está corrigiendo con la nueva serie de Snyder.
¿Cuáles son los factores que hacen que Batman mantenga su popularidad y Superman no? Si tuviésemos que buscar a un único culpable, yo apuntaría a la accesibilidad. Desde Crisis en tierras infinitas hasta la despedida del Super Squad, las colecciones del Hombre de Acero explicaron una historia que continuaba semana a semana, de una cabecera a otra, era difícil meterse de repente porque las tramas y substramas siempre estaban abiertas, pero una vez entendías el culebrón, las cabeceras ofrecían diversión a raudales. Con la entrada del nuevo «Super Squad» se produjo el efecto nostalgia, que consiste en que algunos de los autores allí implicados (y podemos apuntar directamente al más importante de todos ellos) eran enamorados del Hombre de Acero de otras eras y decidieron recuperar elementos de antaño. El problema es que cada vez que se incorporaba algo, se daba una patada a la historia de Superman, de manera que se llegó a un punto en el que era imposible saber cuál era el verdadero origen del Último Hijo de Krypton. Y la publicación de dos maxiseries narrando el origen, poco distanciadas en el tiempo, no hizo más que incrementar el problema.
Aquí tenéis la reseña de una de estas maxiseries:
Superman: Legado de Mark Waid y Leinil Francis Yu (2003) según David Fernández y Marcos Martín
«La mayor dificultad, inherente al paso del tiempo», como comenta David Fernández en relación a un personaje tan longevo como El Hombre de Acero, «radica precisamente en mantener un vínculo lo suficientemente estrecho entre el lector y el personaje como para alcanzar un significativo grado de empatía e identificación». En el caso de Superman hablamos de un personaje creado hace casi setenta años, en el Action Comics #1 (1938) por Joe Shuster y Jerry Siegel, con todo lo que eso conlleva, por lo tanto, cada cierto tiempo parece vital para DC Comics volver a contarnos sus orígenes y acercar al kriptoniano a las sensibilidades de la época. «Tal vez en base a esta idea», argumenta nuevamente nuestro compañero, «DC Comics decidió hacer algo al respecto, concediéndole a Mark Waid la oportunidad de guionizar una miniserie que enraizase con la continuidad del “Hombre de Acero”, enfocando el origen de Superman desde una óptica más cercana a los cánones contemporáneos, siendo el objetivo último lograr una digna actualización del mito».
Esta historia se llamaría Superman: Legado, reseñada por nuestros redactores David Fernández y Marcos Martín aquí y aquí, un relato para el cual Mark Waid contaría con los lápices del filipino Leinil Fracis Yu, y cuya sinopsis es la siguiente: “Finalizados sus estudios universitarios, Clark Kent decide embarcarse en un peregrinaje alrededor del mundo, con objeto de lograr encontrarse a sí mismo y adquirir la experiencia y el rodaje suficientes como para terminar ejerciendo la profesión de periodista. Durante una etapa de este viaje, Kobe Asuru, líder de una tribu oprimida del África Occidental, quien terminará por influenciar enormemente al joven de Smallville. Tras esta experiencia, Clark decide tomar dos decisiones que cambiarán radicalmente su vida, y la de aquellos que le rodean: trasladarse a Metrópolis, y hacer uso de sus asombrosos poderes en beneficio del bien común”.
En este caso, como en cualquier otra obra de este tipo, «la imagen preconcebida existente en relación a este personaje es un tremendo lastre con el que cargar […] de modo que más que revolucionar la génesis, el concepto y la mitología que rodea al Kryptoniano, Mark Waid parece limitarse a aportar determinados matices sobre su origen y evolución […]». Por su parte, para Marcos Martín el interés de Superman: Legado, como explica en su reseña de esta misma obra publicada hace tan sólo unos días, radica «en cómo se cuenta quién es Superman, el por qué de sus motivaciones mientras asistimos al viaje interior del mayor superhéroe de todos los tiempos». En este punto, la interpretación de nuestro habitual redactor de actualidad, supone entender la historia de Superman: Legado como «una de la búsqueda del yo, en la que Kal-El/Clark no sólo lucha contra sus enemigos sino también contra sí mismo, y esto es casi literal, por encontrar su lugar en este mundo. El héroe siempre es un elemento subversivo en la sociedad por la que combate y siempre hay quien se interpone en su camino para hacérselo más difícil. La singularidad de Superman es que es un kryptoniano adoptado por la civilización terrestre y por tanto su rechazo comienza desde su llegada a la Tierra ¿Por qué ocultan los Kent su verdadero origen? Por miedo a que sea un niño rechazado por la sociedad o perseguido por su gobierno. Los sucesos posteriores así lo confirman, sobre todo cuando se producen las primeras apariciones públicas de Superman. La tarea del héroe, por tanto, es superar este trance y salir triunfante, tal como ocurre. Superman derrota a los falsos kryptonianos y a Luthor para finalmente descubrir su verdadero yo y quién le dio la vida, pero nunca sin olvidar quién le hizo como hombre. Cuando el individuo se conoce a sí mismo y tiene clara su meta, no hay obstáculo que se le interponga».
Para el madrileño David Férnandez, por otro lado, «Superman: Legado es, pese a las numerosas concesiones realizadas pensando en los lectores noveles (circunstancia consustancial a la naturaleza del proyecto), una lectura entretenida y amena, que disfrutada de forma individualizada, y sin entrar en agotadoras disquisiciones acerca de la contravención de décadas de continuidad, representa una interesante vuelta de turca a los primeros días de Clark Kent como Superman. Sin embargo, como actualización y puesta al día del mito, mucho me temo que resulta más certera la colección All Star Superman, de Grant Morrison y Frank Quitely […]».
Sobre el relanzamiento de 1999. También fue bastante extraño. Grandes autores como Grant Morrison presentaron sus propuestas, pero DC Comics optó por contratar a guionistas de menos peso – supongo que para mantener un control más férreo sobre el personaje – y Superman pasó a estar formado por un nuevo Super Squad que, en realidad, no era tal. Las colecciones llegaron a un punto extraño porque no estaban tan relacionadas como antes, pero tampoco tenían una personalidad que las diferenciase tanto las unas de las otras como las de Batman. Aunque tampoco faltaron los cruces entre colecciones, sobre todo al inicio. Digamos que al empezar se intentó mantener el espíritu del Super Squad, pero éste se fue perdiendo con el tiempo.
Ahora veamos cuál era el Super Squad que no fue tal… Las colecciones en diciembre de 1999 estuvieron capitaneadas por Superman, escrita por Jeph Loeb y dibujada por Mike McKone. Loeb se convertirá en el principal arquitecto del Hombre de Acero de la época y será el responsable de la recuperación de personajes tan importantes como Krypto, Supergirl y tantos otros. Su cabecera será la que haga las propuestas más interesantes… y comerciales. Hay que avisar que éste no es el Loeb de Superman para todas las estaciones. Es el Loeb palomitero. Lo más imporatnte de su debut (Superman #151) es el retorno del Daily Planet y la llegada del hijo de Mongul, quien entrenará a Superman – al estilo Piccolo de Dragon Ball – para prepararlo para la inminente llegada de un enemigo capaz de destruir el planeta.
Adventures os Superman #573 está firmado por el único superviviente del Super Squad: Stuart Immonen. En los guiones le acompaña Mark Millar, pero esta situación durará poco ya que los sustituirá un nuevo guionista a partir del #579: J. M. DeMatteis. En los dibujos se sucederán los cambios, pero el #573 inicial está firmado por Steve Eppting. Y justo en este debut vemos… más de lo mismo. No se aporta mucha información respecto a Superman #151.
The Man of Steel es seguramente la más perjudicada de todas, no porque los sustitutos no merezcan la pena (Mark Schultz a los guiones y Doug Mahnke a los lápices) sino porque la labor de Simonson y Bogdanove era la que otorgaba de más humanismo al serial en cómic del Hombre de Acero. Tras su marcha, tuvimos que decir adiós a todas esas subtramas que quizas no fuesen ni comerciales ni del gusto de todo el mundo, pero sí ponían a esas colecciones en otro nivel. El debut de Schultz es una historia típica superheroica, pero al final se descubre que Acero ahora forma parte del cuerpo de policías de Metropolis.
Finalmente, Action Comics #760 está firmado por Joe Kelly y Germán García. El baile de dibujantes también será la norma, pero Kelly nos ofrecerá aventuras insustanciales y algo más entretenidas que las de las otras cabeceras… No siempre, claro.
Antes se me olvidó decir que el hecho de que se perdiese paulatinamente la conexión entre series facilitó la caída en ventas de algunas de ellas, pues antes el lector prácticamente estaba obligado a comprar las 4, y ahora podía elegir cuál seguir. El pez pequeño no iba a sobrevivir mucho en el mar de ventas.
Y ahora, como en apartados anteriores, hagamos un recorrido por los diferentes acontecimientos que marcaron esta época:
– Action Comics #761 (enero, 2000): primera incongruencia (ya en el segundo mes). Esta historia dio bastante de que hablar en su día ya que Superman y Wonder Woman acabaron combatiendo con los dioses nórdicos en una batalla que duró 100 años. Cuando volvieron a la Tierra, había pasado un tiempo ínfimo en comparación. ¿Resultado? Clark y Lois llevan menos de un año casados pero Kent ya ha pasado un siglo entero junto a Wonder Woman – con quién tuvo escarceos en el pasado y los tendrá en la etapa post Flashpoint – y vuelve como si no hubiese sucedido nada. 100 años después hasta Superman se comportaría de alguna manera diferente, y más si los ha compartido con Wonder Woman.
– Superman #153 (febrero, 2000): El hombre de Acero y Mongul hijo se enfrentan a Imperiex, quien desea destruir la Tierra y en el futuro será pieza clave de Nuestros mundos en guerra.
– Superman Y2K (febrero, 2000) y Superman #154, Adventures os Superman #576, The Man of Steel #98 y Action Comics #763 (febrero, 2000): coincidiendo con la llegada del año 2000 (recordemos que las fechas que pongo son las de portada, pero los cómics salen dos meses antes), Superman vivió su particular efecto 2000 con la llegada de un nuevo y remozado Brainiac. Este es uno de los puntos álgidos de las colecciones, pues lo que se presentó era ciertamente interesante. Brainiac intentó sustituir Metropolis por una ciudad creada por él, y los vecinos de Clark Kent finalmente obtuvieron una ciudad reconstruida con tecnología futurística, de manera que los años que siguen, Metropolis fue literalmente la Ciudad del Mañana. Con eso se cambiaron los edificios y el estilo de las aventuras de Superman de una manera entretenida y respetuosa con el pasado. Y también vimos hasta dónde podía llegar la maldad de Luthor, pues éste intercambió su hija Lena por el control de la ciudad.
– The Man of Steel #100 (mayo, 2000): Metropolis no fue la única en actualizarse. Superman consiguió una nueva Fortaleza de la Soledad, esta vez con forma de bola y un interior mucho más grande que el exterior.
– Junio y julio de 2000 trajeron el primer gran cruce desde Y2K. Primero se juntaron Adventures os Superman #579, The Man of Steel #101 y Action Comics #766 en na aventura titulada The search for Lois en la que Superman buscaba por todas partes a su mujer, secuestrada, y sufría un envenamiento por kryptonita. Después, en Superman #158, Adventures os Superman #580, The Man of Steel #102 y Action Comics #767, vimos cómo el Hombre de Acero luchaba contra la muerte en Critical Condition. Y, aunque parezca increíble, Superman no murió. Por supuesto, dada la condición de Clark, lo que vimos fue una sucesión de héroes invitados…
– Septiembre y octubre de 2000 volvió a juntar todas las colecciones en una saga que también cuenta como un punto álgido de la nueva etapa: Emperador Joker. En Superman #160, Adventures os Superman #582, The Man of Steel #104, Action Comics #769 y Emperor Joker #1, descubrimos un Universo DC bizarro y extraño en el que nada es como lo recordamos. ¿El motivo? El Joker se hizo con los poderes de Mr. Mxyzptlk y cambió el universo a su antojo. Dado el buen humor de este personaje, las aventuras que nos encontramos eran tan estrafalarias como divertidas. Al mes siguiente, en Superman #161, Adventures os Superman #583, The Man of Steel #105, Action Comics #770, todo volvió a la normalidad, aunque algunos personajes creados expresamente para la saga también acabarían en el Universo DC tradicional.
– Superman #164 (enero, 2001) acabó con una página en la que se descubría que Lex Luthor había ganado las elecciones presidenciales. Después, en Superman: Lex 2000 se analizó el nuevo status quo del personaje. Otra vez nos encontramos con una buena idea que daría mucho de sí. Era raro ver a Lex presidiendo después de haber intentado destruir Metropolis, pero tiene toda la lógica del mundo dado el carácter manipulador del personaje. Por supuesto, Superman no se erigió como presidente del club de fans de Lex Luthor y se pasó unos cuantos meses intentado echarlo de la presidencia.
– Superman #166 (marzo, 2001): tras una buena idea, viene una mala. En este ejemplar, Jor-El «visita» a Clark y le dice que todo lo que conoce sobre Krypton es falso. Y así se inicia la recuperación del Krypton pre-crisis.
– Action Comics #775 (marzo, 2001): posiblemente la historia más recordada – y mejor valorada – de Joe Kelly. De hecho, está tan bien valorada que llegó a tener su propia versión animada en Superman vs. The Elite. Este ejemplar nos narra la creación de un grupo que lucha contra terroristas y otras amenazas de una manera cruel y violenta. Así que volvemos al eterno dilema sobre si se ha de matar o no a los criminales. Ya sabemos de qué lado está Superman.
– Superman #167, Adventures os Superman #589, The Man of Steel #111, Action Comics #776 (abril, 2001): una saga titulada Return to Krypton. ¿Hace falta decir más? Sí, al final no sabremos qué Krypton es el verdadero, pero tenemos a Krypto (el perro) de vuelta.
– Superman #170 (julio, 2001): Superman y Mongul se pelean, Krypto salva a Lois Lane de Mongul y… ¿cuál es su recompensa? Superman lo abandona. Peor aún, lo abandona en la Fortaleza de la Soledad dejándolo al cuidado de sus robots. Es decir, lo deja en un sitio que ha sido destruido en más de una ocasión y al cuidado de robots que tienen la tendencia de volverse locos y matar a todo el mundo. ¿Hace falta decir que estamos ante otra incongruencia? El retorno de Krypto parecía buena idea en un principio, pero tras comprobar que daba más problemas que otra cosa, optaron por deshacerse de él en una historia que justifica ese abandono de la misma manera que un «padre» justifica dejar al perro en el bosque al irse de vacaciones. La lectura puede parecer entretenida, pero la moraleja de la historia es nefasta y pone en muy mal lugar a todos los implicados.
– De agosto a octubre de 2001, todas las cabeceras del Hombre de Acero se convirtieron en la base de una saga titulada «Our Worlds at War» que se propagó por todo el Universo DC. Hubo especiales temáticos, cruces en otras colecciones, etc. Sobre todo nos encontramos con muchas batallas y enemigos espaciales. La saga en sí fue un poco caótica pero gozó de bastante popularidad, en especial en los cruces ya que el resto de personajes se encontraron en unas situaciones ciertamente inusuales. En el caso de Superman… No tanto… Todo es un poco más de lo mismo. Lo mejor de todo, sin duda alguna, es el papel de Luthor. Durante unos episodios se convierte en un verdadero héroe y casi consigue que nos olvidemos de su malvada personalidad. Incluso recupera a su hija…
Con la llegada del 2002 sucedió un hecho inusual, y es que las portadas perdieron la doble numeración que había llevado hasta ahora… (Las cabeceras llevaban la numeración tradicional de la serie, pero en la portada se incluía un símbolo de Superman en el que se indicaba una segunda numeración que marcaba el año y el número de episodio según ese año). La desaparición era toda una declaración de intenciones que quería decir lo siguiente: no más interconexión entre series.
Por supuesto, dada la relevancia del hecho, era el momento ideal para un relanzamiento. Pero no hubo tal. Superman #177 seguía con Loeb (ahora con lápices de Ed McGuinness), Adventures of Superman cotinuaba con Joe Casey (quién se había hecho con el poder de la colección unos meses atrás) y ahora lápices de Derec Aucoin. En Action Comics #786 nos volvemos a encontrar a Joe Kelly (ahora con Pascual Ferry), de manera que el único cambio importante se da en The Man of Steel, que pasa a estar escrita por un tal Geoff Johns (con lápices de Todd Nauck). Ya lo hemos dicho antes, y lo repito, a partir de ahora – y como nunca antes – cada colección debe luchar por sí misma. Al haber menos cruces, hay menos hechos relevantes y proliferan las historias reflexivas.
Volvamos a enumerar los hechos más importantes.
– Adventures of Superman #600 (marzo, 2002): especial aniversario que no ofrece una historia interesante pero poco más.
– Superman #178(marzo, 2002): Loeb tiene otra buena idea y hace que Lex Luthor descubra la verdadera identidad de Superman.
– Superman #183: Clark Kent es despedido del Planet.
– Septiembre 2002: primer cruce de esta era. En Superman #184, Adventures os Superman #602, The Man of Steel #128 y Action Comics #793, revisitamos la saga Return to Krypton con Return to Krypton II. Lo que se dijo de la primera se puede repetir de la segunda, así que hablemos de otro hecho importante. Jeph Loeb ya no escribe Superman, su sustituto es Geoff Johns. Y Schultz vuelve a The Man of Steel.
– Noviembre y diciembre de 2002 reunieron las 4 series en la saga que titularon Ending Battle. Las cosas se ponen muy difíciles para Superman e incluso se enfrenta a la muerte «ficticia» de Lois, pero al final de todo vence otra vez e incluso consigue un pequeño regalo: alguien borra de la memoria de Luthor la identidad de Superman.
Marzo de 2003 marcó otro punto de inflexión con la publicación del #134 de The Man of Steel. Superman pasó a tener solo 3 series regulares… Eso dio pie a un semi relanzamiento, ese mismo mes, con la publicación de Superman the 10 c adventure, un episodio firmado por Steven T. Seagle y dibujado por Scott McDaniel, que nos presenta un «nuevo» enfoque para las aventuras del Hombre de Acero ideado por los chicos que pasarán a ocuparse de Superman a partir del #190. El resto de series mantienen a Kelly y Casey y el habitual baile de dibujantes.
Este relanzamiento en sí no deja de ser curioso porque se sustituye a los autores más comerciales del Hombre de Acero – Loeb y Johns – por alquien que demostró su maestría principalmente en series Vertigo. Adiós a la comercialidad… ¿hola a la calidad? Pues ya sabemos cómo son estas cosas, Superman no es Sandman: Mystery Theatre. Seagle escribe al mismo nivel de Kelly y Casey, con lo que obtenemos una etapa incluso más convencional que la anterior. No hay grandes momentos ni fuegos de artificio. Además, se da una vuelta de tuerca a todo el asunto de Supergirl añadiendo otra. (Como éramos pocos, partió la abuela).
De hecho, esta etapa dio tan malos resultados que el Hombre de Acero tuvo un nuevo relanzamiento (y esta vez en toda regla) en menos de un año. Pero antes de eso, se publicó una cuarta colección completamente independiente de la que os hablaré ahora… ¿Es la cuarta cabecera de Clark Kent? No, es la 3 y 1/2, porque hablo de Superman/Batman…
Jeph Loeb y Ed McGuineess volvieron a la mitología kryptoniana con el #1 de Superman/Batman en octubre de 2003. En aquel primer arco, Luthor perdió la presidencia de los Estados Unidos al ser finalmente desenmascarado. A partir de ese momento, dijimos adiós para siempre al Luthor inteligente y maquiavélico y vimos a una copia defectuosa de sí mismo obsesionada con vestirse en trajes de batallas.
Superman/Batman se compone de números unitarios y sagas, al principio bastante relevantes y luego no tanto. Os enumero los de Loeb:
– #7, Protegé: núm. unitario por Loeb y Jae Lee. Team-up de Superboy y Robin.
– #8 a #13, Supergirl from Krypton: Loeb recupera a la Supergirl de toda la vida con dibujos del malogrado Michael Turner. Es una saga muy importante ya que la leyenda de la nueva Supergirl empieza aquí.
– #14 a #18, Absolute Power: con dibujos de Carlos Pacheco, el Universo DC ha sido modificado y ahora Superman y Batman son los reyes del mundo.
– #19, The Girl of Steel: con dibujos de Ian Churchill, sirve de presentación para la nueva serie de Kara.
– #20 a #25, With a Vengeance!: McGuinnes vuelve para la última saga de Loeb.
– #26: es un especial en el que se homenajea a Sam Loeb, el hijo de Jeph que murió muy joven por culpa de una enfermedad terminal. La historia principal está escrita por Sam y dibujada por los mejores artistas del medio; y también hay una historia secundaria escrita por el padre y dibujada por Tim Sale que también homenajea a Sam.
A partir de aquí, varios guionistas tomaron las riendas pero sus aventuras no tienen la importancia de las de Loeb, ya que no afectaban al status quo. Simplemente era historias generalmente buenas y entretenidas. Los sucesores de Loeb fueron: Mark Verheiden (#27 a #36), Alan Burnett (#37 a #42), Dan Abnett y Andy Lanning (#43, #58 y #59), Michael Green (#44 a #57 y #60 a #63). Joe Casey (#64 y #68 a #71), Scott Kolins (#66 y #67), Paul Levitz (#72 a #75), Judd Winick (#76), Josh Williamson (#77), Joe Kelley (#78), Chris Roberson (#79 y #80), Cullen Bunn (#81 a 84) y Joshua Hale Fialkov (#85 a #87). También se publicaron 5 anuales.
Después del fiasco Seagle, en DC Comics decidieron relanzar al Hombre de Acero ofreciendo de una vez y por todas, colecciones independientes que sí tenían personalidad propia e iban cada una por su cuenta. Recurrieron a grandes autores, pero antes, en marzo de 2004, las tres cabeceras que continuaban en pie se unieron para narrar una historia escrita por Dan Abnett y Andy Lanning y dibujada por Karl Kerschl que suponía la introducción de Majestic en el Universo DC. Los dos meses siguientes, Michael Turner y Joe Kelly tomaron las riendas de los guiones – y Talent Cadwell, los lápices – para narrar una historia autoconclusiva en 6 partes. Gracias a esto, dieron algo de margen para que los nuevos autores se hiciesen con sus colecciones. El nuevo relanzamiento fue el que sigue:
– Action Comics #814 a #825: escrito por Chuck Austen y dibujado por Ivan Reis. Por aquel entonces, Austen era el hombre de moda pero era tan amado como odiado. Todo el mundo parecía que lo criticaba, pero a la hora de la verdad las ventas le acompañaban. No es raro que lo eligiesen para escribir la cabecera más clásica de Superman. Sus detractores podían criticarle, pero en esta ocasión estuvo a la altura de las circunstancias y nos trajo de Gog de Kingdom Come, entre muchas otras cosas. A partir de un descanso de tres números, Reis se mantuvo a los lápices en toda la andadura. Austen no llegó al final y dejó el #824 y #825 a cargo de J. D. Finn.
– Adventures of Superman #627 a #638: en aquella época habían varios arquitectos en el Universo DC y Greg Rucka era uno de ellos (se encargaría de esta cabecera, la de Wonder Woman y de cuadernos de las grandes sagas de entonces). Adventures of Superman era su serie y Matthew Clark fue su acompañante en casi toda la andadura. Renato Guedes lo sustituyó en los dos últimos episodios. La etapa de Rucka se caracterizó por ser la más humana de las tres y su punto culminante es la presentación de una Lois moribunda tras recibir una bala en el estómago.
– Superman #204 a #215: y llegamos a la joya de la corona. Jeph Loeb y Jim Lee habían convertido Batman en la serie del momento con si famosa saga Silencio. Los chicos de DC Comics decidieron repetir la jugada juntando a Brian Azzarello y Jim Lee y… No lo lograron del todo. Azzarello es famoso por sus series de autor en Vertigo. Lee lo es por sus espectaculares dibujos de carácter comercial. Juntar comercialidad y seriedad en un mismo cuaderno puede resultar en cualquier cosa… Y en este caso no sabría describir lo que leímos. Sea como sea, la serie vendió (y mucho).
Este primer relanzamiento fue un éxito, aunque se volvió a evidenciar la distancia en las ventas de las series, algo que se haría incluso más evidente en lo que sigue, y es que volvieron a repetir la misma jugada, pero con otros autores, a mediados del 2005. En junio, Judd Winick e Ian Churchill se encargaron de todas las cabeceras del Hombre de Acero en una saga que juntó a Superman con el Capitán Marvel. Después, relanzamiento al canto:
– Superman #217 a #225: tras un periplo escrito por Azzarello y Lee, los sustitutos fueron Mark Verheiden y Ed Benes. Hay que reconocer que aquellos episodios fueron divertidos, sobre todo porque estaban enmarcados dentro de todos los cruces con las sagas que llevaban a Crisis infinita, pero… reconozcámoslo, Verheiden no es Azzarello (ni siquiera en sus malos momentos).
– Action Comics #827 a #835: La etapa más controvertida. Gail Simone escribe, John Byrne dibuja. Ella despunta y ya es una reputada guionista, él está en uno de sus peores momentos (pero se recuperará). Fueron unos episodios divertidos pero con movidas que ahora mismo es mejor olvidar. Por supuesto, lo dicho en Superman se aplica aquí también: ¡¡¡Crisis infinita!!!
– Adventures of Superman #640 a #649: Greg Rucka fue el único superviviente del anterior relanzamiento, y ahora está acompañado por Karl Kerschl. Evidentemente, volvemos a tener Crisis infinita por ahí, pero… sucedió algo inaudito que causaría conmoción. El #649 fue el último número de esta cabeceras de Superman, así que por mucho relanzamiento, las ventas habían bajado tanto que una colección histórica mordió el polvo.
No hay dos sin tres, y en el caso de Superman no hay dos sin 825. Tras estos dos relanzamientos oficiales vino un tercero causado por toda la movida de Crisis Infinita, y es que en esta saga se dejó que entre un tebeo y otro se hiciese un salto de un año. En el caso de Superman, su excusa fue un año de inactividad al perder los poderes (vaya, eso que nunca le pasa). La cuestión es que esta iniciativa, que se dio a llamar One Year Later, fracasó porque creó un punto ideal para empezar a leer los tebeos… ¡o para dejarlos para siempre! Tras unas subidas de ventas iniciales, la mayoría de las cabeceras pasaron a vender menos que antes. Y Superman, con su casi recién cancelada tercera serie, necesitaba un incremento en sus ventas como las rosas necesitan agua.
El relanzamiento en sí fue incluso más raro, porque Kurt Busiek y Geoff Johns escribieron al alimón una historia de 8 partes, que evidentemente se alternaba entre Superman y Action Comics, que estuvo dibujada por Peter Woods y tomó como título Up, Up, and Away!. Y otra cosa bizarra (de esas que ahuyentan a los compradores). Superman continuó con el número 650. Un momento, ¿el anterior no era el #225? Así es, pero en DC dieron la numeración de Adventures a Superman, que a efectos prácticos es lo mismo que cancelar Superman y cambiar el título de Adventures. Por supuesto, en Up, Up, and Away! descubrimos cómo el Hombre de Acero recobra sus poderes.
Los tres meses siguientes, Kurt Busiek se hizo con ambas cabeceras (Aunque en Action estuvo acompañado por Fabian Nicieza). En Superman el dibujante fue Carlos Pacheco y en Action continuó Woods.
Ya en diciembre, Johns volvió a Superman, pero junto a Richard Donner y Adam Kubert. En aquella clásica historia de 5 episodios (Action Comics #844 a #846 y #851, y Annual #11) titulada Last Son Clark y Lois adoptaban al hijo de Ursa y el General Zod, con la consiguiente desavenencia con los padres adoptivos.
La pauta Busiek-Johns se alargó unos meses. Solo eran dos colecciones, pero ofrecían material mucho más interesante del que se había publicado en años. Eso – y una nueva política editorial de publicar colecciones tipo Leyendas de Batman en todas las franquicias – propició la aparición de una nueva cabecera titulada Superman Confidential en enero de 2007. El resultado no fue el esperado, y la serie se canceló tras 14 números. Y eso que se inició con un arco de 5 capítulos escrito por Darwyn Cooke y dibujado por Tim Sale.
Volvamos a las colecciones regulares… Gary Frank se unió a Johns en Action Comics #858 (diciembre, 2007) y ambos reimaginaron la Legión de Superhéroes. Por su parte, Busiek experimentó cierto baile de artistas, hasta que finalmente fue sustituido por James Robinson (con lápices de Renato Guedes) a partir del #677. Y aquí empieza lo que se podría llamar un nuevo relanzamiento o, al menos, se asientan las bases para ello. La cuestión es que Johns reinventó Brainiac, y a consecuencia del enésimo ataque del alienígena, el Último Hijo de Krypton ganó 100.000 compañeros kryptonianos que camparon durante meses a sus anchas por la Tierra. Es más, Jonathan Kent falleció en el #870 de Action Comics…
En diciembre de 2008 se publicó un especial titulado Superman: New Krypton en el que se dio el pistoletazo de salida a una saga que abarcaría las dos cabeceras del Hombre de Acero más la de Supergirl y que se prolongó hasta julio de 2010. Incluso se recuperó la doble numeración, porque las colecciones volvían a estar entrelazadas, como antaño. Y se trataron muchos temas… Los kryptonianos formaron su propio planeta en el Sistema Solar, Supergirl pudo visitar a sus padres biológicos, se estudió una posible guerra entre Nuevo Krypton y la Tierra… En definitiva, se volvió a la técnica de culebrón, pero desde una perspectiva más kryptoniana que humana. ¿Cómo acabó todo? Con el regreso del status quo. Pista: murió muuuucha gente, todo ello en la miniserie titulada War of the Supermen.
Después de una etapa tan intensa, hubo un nuevo relanzamiento o cambio de equipos creativos. Ejem. A partir de Superman #700 (agosto, 2010) J. Michael Straczynski inició una saga que inicialmente iba a ser de 12 números – y que ni siquiera finalizó por sí solo – que se llamó Grounded. ¿El agumento? Superman se va a dar una vuelta caminando. Action Comics pasó a manos de Paul Cornell, quién sí nos ofreció episodios más amenos, sobre todo gracias a su enfoque centrado en Lex Luthor, el villano por antonomasia del Hombre de Acero.
En octubre de 2011, con Superman #714 y Action Comics #904, vivimos el fin de una era. Ambas colecciones se cancelaron para volver al mes siguiente en un nuevo… ¡Sí! ¡Relanzamiento!
La historia ya la conocemos todos. Flashpoint cambió todo el Universo DC, entonces todas las colecciones empezaron desde su número 1. Superman volvió a tener dos, Action Comics y Superman. Una estuvo capitaneada por Grant Morrison y la otra por George Pérez, pero Pérez la abandonó y empezó un baile de dibujantes y guionistas que recién ahora parece haberse estabilizado. Y aunque ninguna ha funcionado como debería, en DC están relanzando al personaje y ya le han dado 3 colecciones más, una escrita por Scott Snyder – el guionista de moda -, una nueva Superman/Batman... Y ayer mismo se conoció la inminente publicación de Superman/Wonder Woman.
Aquí tenéis un par de reseñas de las nuevas series del Hombre de Acero.
Action Comics de Grant Morrison (2012) según Raúl Silvestre
«Como parte del borrón y cuenta nueva que suponen estos nuevos 52», comenta Raúl Silvestre a propósito del relanzamiento de la línea editorial de DC Comics en 2011, «retomar Action Comics desde el número uno, sacrilegio para unos, necesidad vital para otros, fue la primera noticia de que esto iba en serio. No en vano se estaban atreviendo a renumerar la cabecera más longeva de la casa, con cerca de un millar de números a su espalda. Y este nuevo comienzo, publicitado a través de unas primeras imágenes temerarias de tan particulares, confirmó la intención de crear un nuevo canon».
Y el responsable de esta hazaña no sería otro que el escocés Grant Morrison, el cual había maravillado, unos años antes, a propios y extraño, con su All Star Superman al lado de su compañero Frank Quitely, y por tanto, la apuesta, fue recibida «con dosis pares de desconfianza y regocijo». En este caso, Grant Morrison, en colaboración con artistas como Rags Morales, Gene Ha, Brent Eric Anderson o Andy Kubert, propondría una vuelta de tuerca: «como si de una reinvención de las aventuras de Superboy se tratase, el escocés sitúa al oriundo de Smalville, recién llegado a Metropolis, con aspecto de geek ojeroso y ansioso, vestido con un carácter peleón y contestatario, digno de la típica reacción intelectual de izquierdas de chavales humildes. No en vano, es hijo de granjeros. Y esto se extrapola en principio como el caldo de cultivo de la personalidad del nuevo, joven e inexperto Superman».
«Por sorprendente que parezca», continua Raúl Silvestre en su reseña de este título que podéis leer completa aquí mismo, «lo mejor es que en estos primeros números, la propuesta del escritor escocés funciona» pero, por desgracia, «la historia que sigue a los primeros números no hace sino echar por tierra lo anterior. La sencillez expositiva del comienzo se borra de golpe y plumazo con una aparición difícil de seguir de la Legión de Superhéroes, así como la presentación de sopetón de nuevos villanos. La sensación después del segundo arco argumental es la de estar leyendo el capítulo cincuenta y tantos de una saga de la que no hemos visto los capítulos previos. De la concreción de un nuevo comienzo a una algarabía argumental evocadora del pasado multi-universal del superman pre-Crisis».
Superman Unchained de Scott Snyder y Jim Lee (2013) según Iván Rivas
El Superman Unchained de Scott Snyder y Jim Lee pretende ser la nueva y mas reciente interpretación del mítico superhéroe, una de las que se antojan como serie estrella de DC Comics para los próximos meses, estrenada en compaginación con el regreso del kriptoniano a las salas de cine con El Hombre de Acero de Zack Snyder y Christopher Nolan. Para nuestro estupendo redactor de actualidad Iván Rivas, en sus primeras impresiones de esta obra que podéis leer aquí mismo, el resultado no ha sido muy reseñable empezando por el trabajo de un Scott Snyder que nos planteá el primer número de esta nueva serie «como si fuese cualquier otro. Bien podría ser el Action Comics #568 o el Superman #245… aquí no hay nada que sorprenda a un lector que, no os quepa duda, será el lector de siempre. De hecho, el propio guionista parece aceptar el hecho de que nadie que vea Man of Steel va a comprar su cómic, porque no hace ningún esfuerzo por captar la atención de un neófito o de alguien poco versado en la historia de Superman […] con un guión que no ofrece nada nuevo y que se imbrica demasiado en el Nuevo Universo DC […]».
Respecto al trabajo del dibujante Jim Lee, el compañero Iván Rivas, se toma su tiempo para reflexionar: «Creo que él [Jim Lee] y sus colaboradores habituales (Scott Williams de entintador y Alex Sinclair de colorista) son capaces de ofrecer experiencias visuales satisfactorias. Su Silencio junto a Jeph Loeb estará lleno de agujeros de guión del tamaño del Gran Cañon, pero allí el dibujante exprimió al máximo sus virtudes. Tampoco Brian Azzarello estuvo muy inspirado en la saga Por el mañana, pero otra vez Jim Lee hizo un buen trabajo. Hablando siempre dentro de sus propias limitaciones, claro, que tiene también muchas. Sin embargo, es ver aquel primer número con Brian Azzarello (Superman #204, junio 2004) y compararlo con éste para comprobar que algo se ha perdido en el camino».
En conjunto, Superman Unchained de Scott Snyder y Jim Lee, concluyé su valoración Iván Rivas, «ni sorprende ni emociona».
Entre tanto cómic también hemos visto grandes series, números unitarios y sagas protagonizadas por Supermanes alternativos. Os podríamos enumerar todas ellas, pero casi que vamos a optar por copiaros y enlazaros las reseñas de este tipo de producto que se ha hecho en ZN. A medida que se hagan más las iremos añadiendo aquí.
Superman: Para todas las Estaciones de Jeph Loeb y Tim Sale (1998) según David Fernández
El equipo creativo formado por Jeph Loeb y Tim Sale se consagraría en los años noventa como uno de los más exitosos del cómic americano contemporáneo con obras como Batman: El Largo Halloween, Batman: Victoria Oscura, Daredevil: Yellow, Spider-man: Blue y Superman: Para todas las estaciones.
De esta última, «la enésima reformulación de los inicios de este personaje», David Fernández, autor de la reseña de esta obra que podéis encontrar aquí mismo, nos facilita la sinopsis de la obra: “Termina la primavera. Y con ella se van la adolescencia y los días de Instituto de Clark Kent. Con la llegada del verano, el joven Kent debe abandonar Smallville para afrontar los múltiples e importantes cambios que se avecinan en su vida. Cambios que le llevarán a Metrópolis en busca de su propio futuro. Su propia naturaleza. Su Destino”.
Para David Fernández en este Superman: Para todas las Estaciones merece la pena destacar las maneras utilizas por Jeph Loeb para impregnar de una gran «emotividad una historia en la que, como viene siendo habitual en sus colaboraciones con Tim Sale, priman los sentimientos y el tratamiento de temas universales como la familia, los amigos, las relaciones sentimentales, el miedo a lo desconocido, o la añoranza del hogar y los seres queridos, sobre las escenas de acción, mero pretexto para indagar en el carácter, mentalidad y motivaciones de los personajes».
«Para lograr componer un retrato convincente del héroe y de la persona que se esconde tras la capa, Jeph Loeb opta por dividir la obra en cuatro partes, correspondientes a las cuatro estaciones que dan título al cómic. Cuatro estaciones en cada una de las cuales un narrador distinto (Jonathan Kent, Lois Lane, Lex Luthor y Lana Lang) toma la palabra para profundizar en el lado humano y superheróico del mito, desde una pluralidad de perspectivas clave a la hora de dotar de mayor profundidad al conjunto de la obra.»
La reseña del compañero David Fernández también nos habla de las influencias y el apartado gráfico de la obra: «Los propios autores afirmaron ser conscientes de que, para lograr plasmar la grandeza del personaje y los contrastes de paisajes y estaciones en las que se desarrolla la acción, debía recurrir a splash-pages donde reflejar los paisajes naturales de Smallville o el skyline de Metropolis. Dicho y hecho: Sale toma reconocidas influencias de Norman Rockwell como punto de partida estético a la hora de mostrarnos la Norteamérica más rústica y tradicional, en contraposición a la inmensidad de la gran ciudad. Un trabajo sensacional, secundado por un Bjarne Hansen, especialmente inspirado a la hora de seleccionar la gama cromática más adecuada para cada pasaje de la obra».
«En definitiva, una perfecta conjunción de talentos que suman esfuerzos para llevar a buen término un cómic muy recomendable, en el que se viene a confirmar una vez más que es el hombre, y no los poderes, los que hacen al héroe».
Superman: Hijo Rojo de Mark Millar y Dave Johnson (2003) según Jordi T. Pardo
En la tradición elseworld de DC Comics se publicó a principios de este siglo una de las mejores obras que ha regalo este interesante concepto, la fábula de ciencia ficcción distópica y superheroica Superman: Hijo Rojo de Mark Millar y Dave Johnson, en la que sus autores nos presentan «una vuelta de tuerca respecto al mítico superhéroe pues, al contrario de otras veces, en este cómic Superman no defiende el status quo estadounidense y su salvaje idealismo capitalista, su american way of life que tanto parece preocupar a Mark Millar, sino que se presenta como el abanderado y valedor del comunismo de la hoy desaparecida Unión Soviética».
En la reseña de esta obra realizada por Jordi T. Pardo, la cual podéis leer completa aquí mismo, nos explica lo siguiente: «Superman: Hijo Rojo se sitúa en los años cincuenta, en la época de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, un marco histórico que se esta convirtiendo en algo recurrente en el género superheroico, tanto en el mundo del cómic como atestigua el ya clásico y pionero responsable de este tópico, el Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, como en lo referente a las adaptaciones cinematográficas, siendo este el caso de la reciente X-Men: Primera Generación de Matthew Vaughn. El guionista escocés Mark Millar, “el maestro de las ideas simples y obvias”, como él mismo asegura que le tiene en consideración el editor marvelita Dan Buckley, sabe aprovecharse en Superman: Hijo Rojo de algunos “pequeños huecos” e ideas abandonadas y apenas esbozadas por el conocido mago de Northampton en la mencionada Watchmen para reutilizarlas en el beneficio del relato que aquí nos propone».
Respecto al trabajo en Superman: Hijo Rojo de este siempre polémico autor podemos afirmar que este acaba por resultar en «su obra más redonda hasta la fecha, ofreciéndonos su mejor cara como guionista, con una trama llena de conceptos e ideas que maneja con cierta soltura, a pesar de en el fondo no ser más que un popurrí de influencias que el guionista expolia de diversos lugares, y que se aleja sobremanera del efectismo y el “salvajismo comercial” de otras propuestas suyas más recientes como Kick-Ass, Némesis o Wanted». Por otro lado, «el revisionismo histórico y la citada novela de ciencia ficción distópica se entremezclan en Superman: Hijo Rojo, como en los esquemas habituales de este tipo de obras, en la línea de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o la más desconocida, pero antecesora a estas, Nosotros de Yevgeni Zamiatin, es clave la figura del disidente que acaba descubriendo y luchando contra las injusticias del estado totalitario».
«En el apartado gráfico, el dibujo de Dave Johnson y Killiam Plunkett cumple con lo esperado, un trazo simple pero lo suficientemente agradable y detallado como para no entorpecer la historia desarrollada por Mark Millar que intenta retrotraernos en cadauna de las partes del cómic al momento histórico que representan. Cabe destacar, en este aspecto, las portadas originales y alternativas del cómic que recuerdan, intencionadamente, a las campañas propagandísticas de la Segunda Guerra Mundial y la posterior etapa de Guerra Fría y también la lograda labor de adaptación simbólica de los reconocibles personajes que pueblan las páginas de Superman: Hijo Rojo. Completando el conjunto, las tintas de Andrew Robinson y Walden Wong y el color de Paul Mounts acaban por configurar un estilo estéticamente sobrio y mesurado que resulta en “un cómic kafkiano y propio de Max Fleischer”, como lo describe el escritor y productor cinematográfico Tom DeSanto […]»
Es un pájaro… de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen (2004) según Víctor Aguilera y David Fernández
“Steven, guionista de cómics freelance, recibe el encargo soñado por todo profesional del medio: guionizar la colección de Superman, personaje icónico por excelencia. Pero lo que debería ser motivo de alegría no tarda en provocarle auténticos quebraderos de cabeza debido tanto a su dificultad para compaginar la vida personal y laboral, como a su incapacidad de asumir un traumático suceso acontecido durante su infancia”.
Esta es la sinopsis de Es un pájaro… de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen, un cómic atípico en la historia de Superman puesto que no se trata de un relato superheroico al uso, ni siquiera pertenece al género ni se puede decir que El Hombre de Acero sea el protagonista del mismo, como comentaba en 2004 Víctor Aguilera en una antigua reseña suya para Zona Negativa que podéis leer aquí mismo, al terminar esta obra «la sensación más inmediata es de incapacidad de clasificación de lo que se acaba de leer dentro de alguna categoría “mainstream”. Es una historia amarga, sí, terriblemente personal, y todo lo humana que es posible. Además, el hermoso trazo de Teddy Kristiansen acompaña a la historia de forma que es imposible imaginársela de otra manera». De lo que trata de hablarnos esta atípica obra de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen es del mismo mito, el que representan «los valores y las virtudes del personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster y la forma en la que pueden (y deben) aplicarse a la vida de cualquiera […] conocer al fin lo que se esconde detrás del uniforme rojo, azul y amarillo».
Por su parte, el veterano David Férnandez, en otro artículo que encontraréis aquí mismo, nos pone en antecedentes sobre los autores responsables de la obra, «Steven T. Seagle comenzó su trayectoria profesional escribiendo diversas novelas gráficas para editoriales independientes, entre las que destacan: la miniserie Kafka, con la que saboreó las mieles del éxito obteniendo su primera nominación a los Premios Eisner. […] Una vez llamada la atención de las grandes editoriales, no tardó en embarcarse en proyectos de mayor entidad, como Justice League Quarterly o Primal Force para DC Comics, o una de sus obras más conocida, acreedora de varias nominaciones a los Premios Eisner, guionizada junto a Matt Wagner: Sandman Mistery Theatre». También lo hemos podido ver en series como House of Secrets, precisamente junto a Teddy Kristiansen, Uncanny X-Men, Alpha Flight, Oni Double Feature, Crusades y Fachada. Mientras, el danés Terry Kristiansen, tras debutar como ilustrador en diversas publicaciones danesas asumiría con «naturalidad su papel de “rara avis” del mercado editorial americano, participando en proyectos enmarcados dentro del género de misterio, terror y suspense, que tan bien encajan con su sórdido y tenebroso estilo. Entre sus trabajos más relevantes destacan House of Secrets, House of Secrets: Façade, Sandman Midnight Theatre, The Dreaming o Superman: Metropolis».
En relación a la presente Es un pájaro… David Férnandez nos sigue describiendo a la perfección la obra de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen: «el brillante guión de Steven T. Seagle alterna la narración en primera y tercera persona, de modo que nos hace partícipes y confidentes de sus pensamientos más íntimos, y testigos del peculiar proceso de creación de esta novela gráfica. Teniendo en cuenta que el propio guionista ha reconocido que los sucesos narrados en este cómic son semibiográficos, cada cual decidirá hasta qué punto lleva su complicidad con el curioso planteamiento argumental, pero más allá de su veridicidad, la valía de Es un Pájaro… reside en la empatía que despierta al lector, la capacidad de narrar una historia atípica desde todos sus puntos de vista, con un halo de autenticidad y por momentos crudeza, sobrecogedores. Steven T. Seagle desnuda su alma para revelarnos sus miedos más profundos, al tiempo que nos regala pequeñas historias cortas (teóricamente apuntes tomados por el guionista para su proyecto) acerca de todo lo que rodea al personaje ficticio cuyas riendas tiene que tomar: el simbolismo inherente a su vestimenta, su identidad secreta, la huída de su planeta natal, su juventud en Smallville, sus poderes, sus debilidades, así como indagaciones acerca del significado de cuestiones existenciales y valores superiores de nuestra sociedad, como la justicia, el coraje, el poder, la soledad o el sentimiento de alienación».
Y respecto al apartado gráfico: «En cuanto al trabajo realizado por Teddy Kristiansen, decir que enriquece una obra ya de por sí sobresaliente, valiéndose de una multiplicidad de técnicas, recursos y estilos que ayudan a conformar este deslumbrante crisol. Todo ello haciendo gala de un trazo mayoritariamente tan lineal y esquemático como conmovedoramente expresivo, enriquecido por un coloreado que en su variabilidad ayuda en la tarea de diferenciar tiempo, espacio y voces, garantizando de este modo la fluidez de la narración. Muy alejado estilística y conceptuelamente del cómic mainstream, hace de la originalidad y el rupturismo un medio, y no un fín, para llevar a buen término esta gran obra».
Superman: Identidad Secreta de Kurt Busiek y Stuart Immonen (2004) según David Fernández
“Cuando el 8 de septiembre de 1975 David y Laura Kent tuvieron a su primer y único hijo en un pequeño pueblo de Kansas, no dudaron ni un instante qué nombre ponerle. La respuesta era obvia: se llamaría Clark. Clark Kent. Por desgracia para Clark, sus compañeros de instituto no comparten el peculiar sentido del humor de los Kent, de forma que el joven es objeto de continuas bromas de dudoso buen gusto, alusivas a la coincidencia de su nombre y apellidos con el del famoso personaje de ficción: Superman. Pero…¿y si un buen día adquiriera los poderes del Hombre de Acero?.”
Esta es la sinopsis de Superman: Identidad Secreta de Kurt Busiek y Stuart Immonen, un elseworld convertido en un clásico de culto, el cual sirve para poner de relieve la iconicidad del mito de Superman con una historia que se desmarca de cualquier relato previo del personaje para demostrarnos su fuerza y poder referencial. Respecto al trabajo de Kurt Busiek en esta obra David Fernández nos habla de las virtudes y aciertos plamados por el guionista al optar por introduir en ella «elementos propios del género superheróico como mero pretexto para indagar en otros temas, en esta ocasión la evolución vital de un Clark Kent que nada tiene que ver con el que conocemos. A lo largo de 208 páginas, el guionista nos sumerge en un coherente y creíble viaje por la adolescencia, madurez y vejez de un personaje marcado por un descubrimiento fortuito que cambiará el resto de su existencia. Para ello, y de forma muy hábil, Kurt Busiek combina el elemento fantástico de la historia con lugares comunes: situaciones que de una forma u otra hemos vivido o muy probablemente viviremos a lo largo de nuestras vidas (adolescencia, inadaptación, experiencias laborales, relaciones sentimentales, …), logrando de esta forma, y desde el primer momento, una inmediata identificación del lector con el protagonista.»
«Y todo ello lo consigue gracias al halo de realismo que desprenden unos personajes perfectamente construidos, cuyos sueños, miedos, temores, ilusiones y ambiciones son expuestos natural y progresivamente. De forma fluida, convincente y verosímil, y huyendo de todo artificio para tratar la historia desde un tono adulto, el cuidado guión de Busiek hace que este cómic sea una obra apta y recomendable tanto para lectores ajenos al medio, como para los recién iniciados, o los ya veteranos.»
En relación al trabajo del dibujante estadounidense Stuart Immonen en Superman: Identidad Secreta David Fernández, en sus reflexiones expresadas en una reseña que podéis encontrar aquí mismo, elogia su trabajo considerándolo en última instancia el «responsable del tránsito de este cómic de muy bueno a obra maestra. Por medio de su trazo fino, limpio, elegante, tremendamente expresivo, y realista, y aplicando un coloreado digital sobre sus lápices, hace que el lector asista desde una posición privilegiada a todo un derroche de talento. El resultado es preciso, precioso, impresionante. Inmejorable. Con una sutileza y mesura envidiables, logra plasmar a la perfección los sentimientos, las emociones y los cambios físicos de los protagonistas. Por no hablar de los variados escenarios en los que se desarrolla la acción: los maizales de Kansas, las luces de Manhattan, o la órbita terrestre son representadas en espectaculares (y justificadas) splash pages que dejan boquiabierto al más veterano lector. Estamos, sin lugar a dudas ante uno de los mayores talentos de la industria del cómic contemporáneo».
All Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely (2006) según Luis Javier Capote Pérez, Alberto Morán y David Fernández
«Durante una exploración en las inmediaciones de cromosfera solar, la nave Ray Bradbury atraviesa series dificultades. Tripulada por el Dr. Leo Quintum y un grupo de colaboradores de la organización científica P.R.O.Y.E.C.T.O., no solo sufre daños en sus escudos antigravedad, sino que también alberga en su interior a una “bomba suicida con forma humana modificada genéticamente”, fruto de los maquiavélicos planes de Lex Luthor. Efectivamente, éste parece un trabajo para Superman…»
De esta manera comienza una de las últimas grandes historias jamás contadas de Superman, All Star Superman del alabado equipo creativo formado por Grant Morrison y Frank Quitely, una obra cuyo título, como explica David Fernández en su reseña de la obra aquí mismo, resulta «un guiño a la colección clásica All Star Comics, que desde la década de los 40 sirvió como plataforma a través de la cual presentar a personajes tan ilustres como los integrantes de la Sociedad de la Justicia o la mismísima Wonder Woman».
El compañero Alberto Morán, en su artículo sobre esta misma obra que podéis leer completo aquí mismo, nos explica algo más sobre esta línea de cómics la cual «surgió como una iniciativa por parte de DC de juntar a artistas de primer nivel en series protagonizadas por los personajes más populares de la compañía en historias desligadas de la continuidad, de modo que pudiesen reescribir la trayectoria del personaje y desarrollar sus propios argumentos sin preocuparse por las aventuras mensuales del mismo». Por su lado, nuestro reseñista matinal Luis Javier Capote Pérez, en otra reseña más reseña a la que podéis acceder directamente desde aquí, completa esta información valorando los resultados de la propuesta: «La línea All Star ha sido una de las premisas más atractivas que ha presentado el cómic estadounidense en los últimos años. Personajes de primera línea que presentaban lo que debían ser los caracteres definitorios del arquetipo de la mano de autores de primera línea. Los dos primeros proyectos, centrados en Superman y Batman, resultaron ser los últimos. De ellos el segundo, ejecutado por Frank Miller y Jim Lee, resultó ser una pasada de rosca digna de las idas de perola con las que el responsable de Ronin, Honor o El retorno del señor de la noche nos deleita (ejem) últimamente. Sin embargo el primero, […] sirvió para que Grant Morrison y Frank Quitely hicieran disfrutar incluso a quienes no eran seguidores de Superman».
El Superman de Frank Quitely, en todo su esplendor
Respecto a la historia de la relación creativa y profesional entre los escoceses Grant Morrison y Frank Quitely, nuevamente David Fernández, nos pone en antecedentes y nos hace un repaso a sus colaboraciones previas a su trabajo en All Star Superman: «Su primera obra en común llegaría en 1996, con un Grant Morrison que, tras la “oleada británica” que invadió el cómic americano, parecía plenamente asentado en la industria, tal y como lo atestiguaba el éxito y/o las críticas positivas cosechadas por Animal Man o Arkham Asylum: Un lugar sensato en una tierra sensata. Por aquel entonces, Frank Quitely –cuyo verdadero nombre es Vincent Deigham– tenía a sus espaldas un bagaje profesional de apenas seis años, durante los cuales apuntó buenas maneras a través de The Greens, publicada en la cabecera escocesa Electric Soup, o las series Shimura y Missionary Man, realizadas para la mítica cabecera británica Judge Dredd Magazine. En este contexto, surgió la oportunidad de que ambos unieran talentos y esfuerzos en un atípico spin-off de Doom Patrol titulado Flex Mentallo. Un brutal ejercicio metatextual que narra de forma complementaria la angustia suicida de un joven y las peripecias de un personaje de ficción creado por él mismo, implicando al lector hasta convertir la obra en un estudio en toda regla acerca de las relaciones y las fronteras entre realidad y ficción».
«Ya en el año 2000 su relación creativa se consolidó con dos nuevas colaboraciones: JLA: Tierra 2 y Los Invisibles.»
«En junio de 2001 los escoceses se reunirían de nuevo para revolucionar la franquicia mutante a través de la colección New X-Men. Los “Hijos del Átomo” nunca habían lucido de esta forma, no solo por los guiones de Grant Morrison, sino también por el particularísimo estilo de Frank Quitely, que suscitó no pocas polémicas entre defensores y detractores. Un debate fútil que debería cesar con la lectura de esa pequeña joya titulada Silencio: Rescate Psíquico en marcha (New X-Men vol.2 #121 en su edición original, que con el pretexto del “mes mudo” en todas las colecciones Marvel, puso de manifiesto la incontestable habilidad narrativa de este dibujante. O el New X-Men #118, en este caso dibujado por Ethan Van Sciver, que pasará a la Historia por contener hasta 18 presencias subliminales de la palabra SEX.»
«Tras relatar la que bien podría haber sido “la última historia de La Patrulla-X”, en 2004 ambos autores desarrollaron un proyecto de creación propia publicado por el sello Vertigo. Bajo el título We3, Grant Morrison y Frank Quitely nos acercaron la historia de Bandido, Pirata y Chapucero: un perro, un conejo y un gato convertidos en víctimas de un programa de desarrollo cibernético impulsado por las Fuerzas Aéreas norteamericanas.»
«Con la maquinaría perfectamente engrasada y convertidos en uno de los equipos creativos más respetados del medio, llegaría su gran obra común, que hoy analizamos: All Star Superman.»
El Hombre de Acero: si no existiera, habría que crearlo
En cuanto a las opiniones de esta obra, como ya ha expresado la crítica especializada y la mayoría de aficionados, nuestros tres redactores, con mayor o menor efusión, reconocen en All Star Superman una obra maestra, una historia que Luis Javier Capote Pérez interpreta como el relato de «un semidiós contemporáneo que afronta su versión de los trabajos hercúleos como preludio de un final que bien podría suponer tanto la muerte como la eternidad. Aquí encontramos elementos que evocan el trabajo de Grant Morrison al frente de la Liga de la Justicia y la historia ambientada en un futuro distante. Todo se aprovecha, hasta las disparatadas aventuras de Jimmy Olsen o la fatuidad del Lex Luthor interpretado por el gran Gene Hackman. Todo pasa por el tamiz interpretativo de las ilustraciones de un Frank Quitely en estado de gracia que vuelve a encandilar logrando algo que no está a la altura de todo el mundo: convencernos de que Clark Kent y Superman pueden pasar por individuos diferentes, más allá de las gafas y el peinado».
Por su parte, a Alberto Morán le faltan adjetivos para describir el trabajo de Grant Morrison y Frank Quitely en esta obra: «Inteligente, evocadora, impactante, atrevida, profesional, creativa, cualquier calificativo se queda corto para definir una obra que sobresale en todo aspecto concebible. Trabajos como éste le recuerdan a uno por qué los superhéroes son capaces de fascinar y de inspirar, y ponen de manifiesto las posibilidades del género y del cómic como medio. La historia definitiva del superhéroe definitivo ya está aquí. […] Es impactante, es sorprendente, y deja una profunda sensación de asombro y expectación ante lo que va a suceder a partir de ahora».
Mientras, para el compañero David Fernández, «una de las grandes virtudes de All Star Superman es devolver al lector –o al menos a este lector– sensaciones experimentadas tiempo atrás, cuando la suspensión de la incredulidad, más que un ejercicio consciente de complicidad, era un acto reflejo inherente al gozoso ritual de leer tebeos. Magia en forma de viñetas… sense of wonder, que dirían los americanos…». El resultado: «una historia atemporal, clásica y moderna al mismo tiempo, en la que brillan con luz propia rasgos distintivos de la Edad de Plata, durante la cual se publicaron las más disparatadas, bizarras y divertidas aventuras».
Superman: Tierra Uno de J.M. Straczynski y Shane Davis (2011-2012) según Jordi T. Pardo y Raúl Silvestre
El guonista J.M. Straczynski, nos cuenta Jordi T. Pardo, desembarcó en DC Comics en 2009 «para hacerse cargo de las series de Superman y Wonder Woman, con polémicas y “sacrílegas” etapas que incluyen el cambio de perspectiva o vestimenta de estos personajes, y encargándose de ser uno de los abanderados de la nueva línea de novelas gráficas Tierra Uno, una serie de historias fuera de continuidad que presentarían, una vez más, una nueva visión y actualización de los personajes más emblemáticos de la editorial estadounidense. De esta manera, mientras Geoff Johns y Gary Frank pasaban a encargarse de Batman: Tierra Uno, J.M. Straczynski lo haría de Superman: Tierra Uno junto al dibujante Shane Davis«.
«Justo después de anunciarse el proyecto J.M. Straczynski declaraba que el origen y la génesis de Superman era “probablemente una de las historias más contadas y re-contadas del cómic” por lo que resulta difícil aportar algo nuevo mientras tienes “cuidado para preservar lo que ya está establecido”. Por lo tanto, siguiendo lo comentado por Jordi T. Pardo en su reseña de Superman: Tierra Uno a la que podéis acercaros aquí mismo, este reconoce en ella «una historia poco novedosa y falta de originalidad que poco o nada puede aportar a los aficionados de toda la vida ya que no se aparta lo suficiente de los clichés clásicos del origen del personaje como para llegar a sorprender. No obstante, es de reconocer que no es este el público al que se dirige este cómic, ya que Superman: Tierra Uno esta destinado a captar el interés de nuevos y potenciales lectores ajenos a las décadas de historias y relatos del personaje y que buscan “una sensibilidad (más) moderna” en la obra y, por ello, como bien dice J.M. Straczynski, el proyecto debe ser interpretado como si este icono hubiese sido creado por primera vez en los tiempos presentes».
El éxito de este cómic fue extraordinario y hasta cierto punto inesperado, algo en lo que incide Raúl Slvestre al hablar de la continuación de la serie con su segundo volumen aquí mismo, recordando como el primero fue «editado en un momento de flaco bajón para las ventas del kriptoniano, Earth One supuso una llamada de atención para la popularidad del personaje, que demostró estar a la altura de lo que se espera de él a nivel económico. La consigna era sencilla, al modo de la línea Ultimate marvelita, Earth One vendría a ser un remozamiento de los mitos de la casa desde una perspectiva moderna y algo más realista para ampliar el espectro de lectores».
En relación al trabajo de J.M. Straczynski nuestro compañero reconoce que este «procura aportar cierta novedad desde esa perspectiva más humana del personaje, donde tiene más peso lo que éste siente y cómo se desenvuelve con los demás, que el mero espectáculo artificial del uso de los poderes y las batallas con el enemigo». Por su parte, sobre el apartado gráfico de Shane Davis, nuestro redactor Raúl Silvestre lo tiene muy claro cuando comenta que el dibujante «pone empeño, mima las páginas incluso. Pero aún está lejos de ser un buen narrador. Sus viñetas se acartonan con personajes en poses estáticas. Las facciones son retratadas de manera que no logran desprender emoción alguna. Las secuencias de acción son torpes por esa falta de elasticidad en las posturas y por extrañas elecciones de composición».
En definitiva, no esta de más rescatar el aviso realizado por Jordi T. Pardo sobre esta obra: «Superman: Tierra Uno es “un hombre de acero para una nueva generación”, abstenerse de acercarse a él incondicionales furibundos del personaje y detractores de facto del polémico guionista y escritor estadounidense porque sólo verán confirmados sus peores y más catastróficos temores».
Todos nuestros artículos y reseñas del Especial Superman 75º Aniversario
Abrumador trabajo. Enhorabuena. Me lo leeré con calma este fin de semana, pero artículos como este merecerían tener además un formato físico (con otra docena, sale un libro de lo más majo.
Enhorabuena again.
¡Incredibol chicos, incrédibol! Increíble trabajo de documentación y síntesis en un post de toda la trayectoria de Superman. Me va a venir de perlas, ya que el Supes es una asignatura pendiente para mí (vergüencita de mí). Me lo voy a leer apoquito a poco y fagocitando toda la info 😀
¡Gracias ZN!!
Fantástico trabajo. Enhorabuena.
Fantástico artículo, de esos que hacen afición y un trabajo cojonudo, de esos que hace que yo siga entrando en esta página porque vale mucho la pena. Enhorabuena.
Lo he leído en «diagonal», pero esta bien guardado a la espera de leerlo con calma y atención.
Así a bote pronto, sólo dos cosas que bien se pueden resumir en tres; creo que la valoración general es que el SUPERMAN de los cómics no ha tenido historias a la altura (en calidad) de su valor iconográfico de forma general, que ALAN MOORE escribiendo cuatro historias de SUPERMAN ha hecho mucho más por el mito que gente mediocre como CARY BATES y que el hecho de que sea nombrada la novela gráfica de SUPERMAN AÑO UNO como una historia bien hecha o siquiera relevante supongo que es por un error, ya que el artículo no puede ser perfecto.
Esto es IMPRESIONANTE, Señores. Magnífico trabajo. Mejor que el grueso de trabajos publicados al respecto. Esto debería estar en papel con lomo y cartonés.
Enhorabuena, muy bien hilado todo. Me he dejado la parte pre-Byrne para otro momento. Una gozada.
Jodeeeer, vaya currazo!!! Enhorabuena por el artículo. Es para degustarlo poquito a poco.
ZN, artículos más grandes que la vida
I M P R E S I O N A N T E trabajo, sublime. Creo que no existe ningun blog de ningún medio «friki» (vease videojuegos, libros de ciencia ficción o cómics) que haga unos ensayos tan completos y analíticos como haceis vosotros de los propios cómics. Lo iré leyendo poco a poco entre hoy y mañana, pero como han dicho por arriba esto es merecedor de ser impreso en papel. Si entregaran esto en las salas de cine, el personaje subiría como la epsuma en lo que a las viñetas se refiere.
Increíble artículo, de verdad, INCREIBLE.
Lo he leído «en diagonal» y saltando algunos párrafos, pero es algo que merece la pena leerse con mucha calma.
Yo también creo que es un artículo que merece estar en formato de papel y con encuadernación de tapa dura… yo lo compraría seguro.
Si juntamos este artículo con el monográfico dedicado a Grant Morrison y el de Alan Moore -¿para cuando la 2ª parte?- y otros publicados anteriormente, os aseguro que os saldría un libro cojonudo.
TREMEBUNDO(genial palabro)repaso por la trayectoria del personaje que os acabáis de marcar,lo he leído en hora y pico porque no me gusta dejar las cosas a mediasXD.Seguro que con esto ayudaís a alguien a responder alguna pregunta del concurso de ECC y todo.
Nunca me ha llamado mucho el personaje(de él he leído All-Star,Identidad Secreta y poco mas),pero siempre viene bien un análisis a fondo del comúnmente considerado «primer superheroe»(que por lo visto ha sufrido tantos o mas cambios que Batman durante su trayectoria).Muchas gracias
Mis más sinceras felicitaciones a los autores.
Sobre todo al que se acuerda del GRAN y desconocido por estos lares Cary Bates que hizo un excelente trabajo en Superman, aunque su obra maestra sea Flash.
Aún no he terminado de leer el artículo pero tiene buena pinta. Es que he recordado un par de dudas referentes al «protosuperman» (calvo, malvado, telepático) que quizás sepan resolver los macrofreaks del lugar: ¿se ha reeditado alguna vez, en algún sitio? Porque siempre se lo menciona al hablar de los orígenes de Superman, pero aparte de la portada no he visto nunca nada. Quizás es que no se conserva ninguna copia. Y otra duda: ¿pertenece a National Comics/DC? Lo digo porque siempre me ha parecido algo raro que a nadie se le hubiese ocurrido recuperarlo, sea como guiño, sea como archienemigo (el protosuperman de una prototierra paralela. En blanco y negro).
Aquí te lo puedes bajar en pdf.
http://archive.org/details/ReignOfTheSuperman
Lo enlazo porque me imagino que será de dominísísimo público.
Sobre lo de recuperar a ese primer Superman, recordemos las fotos de Nicholas Cage con la cabeza rapada en aquel proyecto fallido de Superman. A saber lo que tendría Tim Burton en la cabeza.
En dos palabras: JO-DER ¿en serio no cobran ustedes por estas cosas?
By the way: la peluca de Luthor en la peli de Superman no es ningún guiño a nada. Es que Hackman se negaba a salir calvo (y es más: Donner tuvo que jugársela para que no saliese, además, con bigotón).
Dicho lo cual: muy fan de la teoría de las dos primeras pelis aquí expuesta. Nunca lo había pensado (a pesar de hacérseme obvias las diferencias tonales, y el uso de distintos elementos característicos), pero la verdad es que lo veo claro, claro.
Gran artículo, tíos. Como mazo-fan de Superman me lo voy a ir poniendo en favoritos.
Un trabajo así debería estar remunerado sí ó sí. Solo por curiosidad, cuando la gente de ZN hacéis un trabajo como este; ¿cuánto tiempo os lleva?. Porque reunir toda esa información, ordenarla y luego redactarla debe ser un trabajo titánico.
Gracias a todos por los comentarios!!!
@Elocoyo: «y el de Alan Moore -¿para cuando la 2ª parte?» Pues tenía que salir hoy pero no podía tener preparada mi parte del especial Superman y el especial Moore la misma semana. Así que si todo va bien, la semana que viene.
@Sputnik: Te puedo responder a lo de las reediciones, pero necesito saber el núm. original del tebeo al que te refieres. Ahora me pillas con problemas técnicos y he perdido cierta información que me impide dar la respuesta completa. :'(
@Inhumano: Pues depende mucho del artículo, los hay largos que llevan una tarde, y los hay que llevan varias tardes. Este es de los segundos. Por ahora no hay largo que se hagan en 5 minutos, pero seguimos probando a ver si encontramos el artículo ideal. Lo de reunir la info y ordenarla tb depende. En este caso, al menos mi parte, fue tan sencillo como sacar los tebeos de las estanterías. Ya estaban ordenados. Me habría dado más problema hablar del protosuperman.
1. Tremendo trabajo, ya que van hasta los orígenes del personaje, algo que siempre se deja de lado.
2. Falta la adaptación en nuestro idioma. Los primeros acercamientos de Muchnick en Argentina, la consolidación por Ediciones recreativas, luego Novaro, el auge y la caída de Vid y el relanzamiento por parte de Televisa y sus variantes en España con Zinco, Norma, Ecc, Planeta, etc.
3. La dura competencia que le supuso en los 40 el Capitán Marvel, ahora Shazam y las luchas legales entre compañías que terminaron con Fawcett.
4. La continua erosión en ventas, desde el 2004 un número de Supes no llega al primer lugar en EU.
5. La identificación de Superman con la ideología estadunidense «imperialista» ¿No acaso sus creadores hicieron que Supes ganara la segunda guerra? Y de allí su pérdida progresiva de impacto fuera de EU.
Pero lo anterior no desmerece este gran esfuerzo, que puede dar lugar a un libro cuando se analice al Superman vanguardista en radio, tv y películas de mucho presupuesto.
AR-TI-CU-LA-ZO
Me habéis dejado sin palabras.
«Te puedo responder a lo de las reediciones, pero necesito saber el núm. original del tebeo al que te refieres. Ahora me pillas con problemas técnicos y he perdido cierta información que me impide dar la respuesta completa. :’(»
Me refería al Reign of the Superman, el tebeo del alien calvo dotado de poderes mentales. Ocioso ha dejado un link, cosa que agradezco, pero mi duda venía más por saber si eso forma parte del fondo de DC o no es de nadie o de quién es.
Y por cierto, unha chorradita que (creo) no aparece en el artículo es que, entre el Reign of Superman y el tío de azul publicado por National Comics, hubo una versión intermedia de Superman de 1934, en la que Superman combatía el crimen sin su traje, y que nunca llegó a ser publicada. Ya el logo era casi-casi lo que acabaría siendo el definitivo:
http://www.supermanartists.comics.org/superart/SUPERMAN1933.jpg
¡Gran Kripton! A ver de dónde saco yo tiempo para leerme todo esto con detalle.
En cualquier caso, no sois ecuánimes: cuando se estrenó Iron Man 3 no hicisteis un despliegue articulístico similar… ¡y aún diréis que no tiene sagas y etapas güenas, güenas para poder esplayarse!
Es lo malo de estos artículos. Son tan sensacionales que dejan a la excelencia de los otros en paños menores. Que lujo de página, de verdad.
A-CO-JO-NAN-TE!!
Es prácticamente una tesis doctoral sobre Superman.
Gracias a todos por los comentarios!!!
@Sputnik: vale, yo me había quedado con lo de alien calvo con poderes mentales y hay alguno que otro por ahí perdido…
No sé quién tiene los derechos porque dada la antigüedad, me parece que ya incluso deberían ser propiedad de todo el mundo. Pero Fantagraphics sí la reimprimió en una de sus antolologías hace muchos años, Nemo si no recuerdo mal.
y gracias por el apunte. Aquí podéis apuntar todo lo que queráis, porque ciertamente hemos tenido que hacer un gran trabajo de síntesis y nos hemos dejado cosas en el tintero… Yo, por ejemplo, dada la época que me tocó tratar, me habría explayado más en las subtramas y en las series satélites, pero entonces el artículo no sería largo, sería eterno.
Me entró la curiosidad y probé: un copiapega rápido en Word me devolvió un texto de 99 páginas.
Variará en función del espacio que se reserve a las imágenes (relativamente pocas), el tipo de letra, interlineado y alguna cosa mas, pero para hacerse una idea vale. Acojona ¿eh?
«dada la antigüedad, me parece que ya incluso deberían ser propiedad de todo el mundo.»
Yep. Pero como hay más de una licencia por ahí que debería ser de dominio público pero no lo es (¿no le ocurre al propio Superman? Me suena que sí pero ahora ya no estoy seguro), pues preguntaba.
Fantagraphics, ¿eh? Dios, esos frikis editan de todo. A ver si es encontrable. ¡Gracias!
Y por si no había quedado ya claro: el artículo es la leche. He leído cosas similares en libros especializados, lo cual creo que ya dice bastante de la calidad del mismo.
Tremendo artículo, imposible detenerse a comentar todos los detalles. Sobretodo me ha gustado el análisis hasta la muerte de Superman. En los tiempos modernos tengo que decir que se convierte un poco en una sinópsis de las tramas más destacadas, pero también es cierto que poco más se puede destacar del Superman moderno.
Nunca he sido un gran fan del personaje en el papel (bueno, como de ningún personaje de DC en solitario) pero me lancé a coleccionarlo a raíz del relanzamiento con Jim Lee, que en España se publicó en tomos mensuales con las 4 colecciones, al estilo de Spiderman, y lo dejé con «Un año después». Y la verdad es que aquella época está bastante chula. Más que lo de Jim Lee recuerdo sobretodo los dibujos de Ivan Reis y los enfrentamientos con Mangog.
«Era como decir, para que nos entendamos, que Batman había corrido las mismas aventuras que recordábamos, excepto que jamás se había enfrentado al Joker. Un despropósito de los gordos.»
¿O como decir que Spiderman había corrido las aventuras que recordamos excepto que nunca se ha casado con MJ?
Enhorabuena por este genial artículo. Me he quedado sin palabras.
ACOJONANTE!!!!!
De verdad, tíos, sois la puta hostia. Menudo pedazo de artículo. De los que dejan en nada cualquier elogio que se le pueda hacer. Estaba en el curro (esta semana toca de tarde) y, por tanto, entré sólo por curiosidad… ¡ni por esas, joder! Acabé tan enganchado que dediqué todos los momentos libres a ir leyéndolo. ¡Y aún así me llevó toda la puta tarde! Y no hace tanto que he acabado de leerlo. Como digo, una pasada.
Si esto fuese uno de los artículos de la sección de Agrafojo, seguramente ahora estaría diciendo algo tal que «Cabronazo, ahora tengo la necesidad de leer esto por tu culpa»… Y el caso es que algo de eso hay.
Yo nunca he sido muy fan del personaje, fuera de etapas o historias concretas. Pero, tras leer este ensayo (coño; es que cuánto más lo pienso, más corta se le queda la palabra artículo), me han entrado unas ganas locas de leer el Superman de Siegel y Shuster. O esas historias como la del Superman rojo y azul, o el que usaba una máquina para lavar el cerebro de la gente a nivel planetario…
Por lo demás, y ya a título personal; leer este peacho tocho ha sido alucinante por dos cosas.
Primera; este mes me he pasado, con mucho, del presupuesto habitual para tebeos. En parte, por cosas que he encontrado de segunda mano. Entre ellas (y acabé de leerla el domingo noche) el Superman vs. Mohammed Alí.
Segunda; la verdad es que casi ni lo recordaba, pero me leí la etapa que venía tras la Muerte de Superman. En las grapas de la época. De hecho, si no recuerdo mal, empecé algo antes por culpa de Bogdanove; al cual seguía la pista por entonces porque me había gustado en Operación Exterminio. Aunque, la verdad, en Superman superó con creces su trabajo en los mutantes. ¿Qué ha sido de este hombre, por cierto?
Lo dicho; que sois la leche. Enhorabuena, de verdad.
Y gracias.
«“Era como decir, para que nos entendamos, que Batman había corrido las mismas aventuras que recordábamos, excepto que jamás se había enfrentado al Joker. Un despropósito de los gordos.”
¿O como decir que Spiderman había corrido las aventuras que recordamos excepto que nunca se ha casado con MJ?»
Tocino y velocidad.
MJ y Peter vivieron juntos y fueron pareja toooooodo el tiempo que que en la anterior continuidad estuvieron casados.
Lo pone en los tebeos.
No es coña.
Bueno, en primer lugar enhorabuena por el articulazo, convenientemente guardado ya. Daros las gracias un millón de veces no sería suficiente para valorar un trabajo tan bestial.
Yo al final también me lo he leído entero, y me han interesado sobre todo las dos primeras partes. Ese tránsito del superhéroe primigenio de origen pulp a la visión más amable y pro-sistémica siempre me ha interesado mucho, siendo como decís fiel reflejo de la evolución de la propia sociedad estadounidense. La verdad es que de Siegel y Shuster sólo he leído el primer Action Comics… Pero me ha sorprendido agradablemente comprobar que el padre de todos fue el modelo de ese tránsito.
Y es que por mucho que se empeñe Alan Moore el concepto de superhéroe, en su versión más pura que es la original, sólo podía haber nacido en EE.UU. La idea de un hombre solitario que se enfrenta a la injusticia aún por encima de la ley (que a menudo está corrupta y traiciona los propios ideales sobre los que se erigió) sólo es posible en una sociedad en el que tradicionalmente el estado central es débil y normalmente se encuentra muy lejos de la realidad local. Y en el que además los problemas los resuelven individuos (no comunidades) dotados de un coraje y una fuerza de voluntad que los distinguen de los demás (la ideología del héroe emprendedor tan cara en la cultura USA). Los superhéroes beben claramente de la mitología western y después son hijos directos del pulp. La Sombra, el Zorro y en cierto sentido el propio Conan son más ese tipo de héroe, el súper hombre nietzscheano enfrentado a la masa borrica y hasta a la propia ley para hacer cumplir la justicia.
En Europa en cambio el prototipo de héroe moderno era más bien un tipo que se pone de parte de la ley, el orden y el gobierno: los Tres Mosqueteros, Sherlock Holmes… No es de extrañar que en «La Liga de los Hombres Extraordinarios» Moore haga que sus protagonistas se pongan a las órdenes de la Corona Británica.
Fue a partir de la II Guerra Mundial y ese «remar todos en la misma dirección» que los superhéroes empezaron a trabajar para el gobierno. Pero si lo pensamos bien es una de las suspensiones de la incredulidad más grandes que nos tragamos los lectores de superhéroes: el que tipos que se deciden a aplicar la ley por su cuenta luego cooperen sin más conflictos con las autoridades. Esto sí que lo supo ver y explorar apropiadamente Moore en Watchmen.
Desde entonces los supers siempre están entre los dos polos, a veces más cerca de la ilegalidad e incluso en contra de la opinión pública, otras más cerca de la ley, el orden y la adoración de las masas. Marvel fue la primera en explotar la contradicción, aunque luego DC la ha ido siguiendo.
Por otro lado, discrepo de que fuese «La Muerte de Superman» la que abrió las nefastas tendencias noventeras. Si acaso las llevó al paroxismo (y también me parece discutible), pero me gustaría recordaros que el comic más vendido de todos los tiempos sigue siendo X-Men 1, con sus cuatro portadas dibujadas por Lee y que se lanzó en 1991, dos años antes de «La Muerte…» (que por cierto, en su día enganchó pero vista con el paso de los años es más bien mala).
En fin, gracias una vez más. Cada día soy más fan de Superman, pero con artículos como este es imposible no serlo.
Me quito el cráneo… vaya artículo más largo y completo… no sé si habrá batido algún récord en ZN, pero sin duda estará en el top del ranking de artículos más extensos.
Necesitaré unas cuantas horas para leerlo tranquilamente… Secundo la propuesta de preparar otro librito, al estilo del dedicado al Marvel Now, partiendo de este exhaustivo repaso a la cronología de Superman en el cómic (se le añade lo que habéis preparado sobre adaptaciones en otros medios del personaje y sale un tomo de lo más completo).
Y puestos a sugerir, quedaría un libro fabuloso si recopilarais todos los artículos y reseñas que habéis publicado durante los últimos años en ZN sobre Vertigo. Compra asegurada, oiga.
Felicitaciones a Raúl y los demás colaboradores por el nivel que ZN ha alcanzado.
Buff, peazo artículos estáis sacando, me los guardo todos para el finde y hacerme usuario en Superman nivel Experto.
Y sumo mi voto a la propuesta del libro de Superman… Contad con mi dinero! 😉
Genial, maravilloso, alucinante, increíble, insólito, apabullante…mi más sincera ENHORABUENA por esta magnífico artículo. He tardado tres días en leerlo pero he disfrutado muchísimo.
Me uno a la petición de que saquéis algo tipo Marvel Now en papel recopilando algunos de vuestros artículos porque es compra segura.
Varias cosas:
1. Creo que la presentación de Brainiac post Crisis en Tierras Infinitias es guión de Byrne, no de Wolfman; lo que pasa es que seguía dibujando Ordway.
2. La etapa posterior a Byrne, la primera del Supersquad puede que sea una de las mejores de Superman: los personajes secundarios se hacen tridimensionales (Jimmy, Perry..), Superman evoluciona como humano con miedos, dudas, inseguridades…La saga del Exilio fue muy entretenida.
3. Aunque han sido muy criticadas tanto la etapa postmuerte de Superman como El reinado de los Superhombres a mi me gustó mucho: misterio, sorpresas, secundarios que se desarrollaron, personajes nuevos que hoy siguen y son ahora esenciales en la historia de Superman (Superboy clon, Acero, Superman Cyborg).
4. En cuanto al tema de los orígenes el mejor el de Byrne: simple, efectivo, directo y majestuoso. El de Jhons está bien pero ya era muy enrevesado y contado para frikis mientras que el Byrne es muy accesible a todo lector nuevo. Y sin lugar a dudas, el mejor Luthor el de Byrne/Wolfman…parece que no te gusta mucho pero esta versión sí que daba miedo sin necesidad de trajes ridículos. Después vendría el de Luthor presidente (Marvel no se cortó ni un pelo en reciclarlo para su Norman Osborn; solo le faltó la presidencia)
En fin, ahora me toca el de Superman en film y series.
MIL GRACIAS POR ESTOS MARAVILLOSOS ARTÍCULOS.
Gracias a todos (again) por los comentarios!!!!
@Ocioso: Por eso mismo nunca uso word para escribir los artículos largos. Ojos que no ven…
@Retranqueiro: me alegro de que hayan más seguidores de Bogdanove por el mundo. Siempre he pensado que estaba infravalorado. Tras el cierre de The Man Of Steel no se ha prodigado mucho en cómic… Dibujó Superman/Aliens 2 en el 2002 y algún especial o historia suelta por aquí y por allá. Sé que además ha participado en algunas películas pero la información que dispongo de ese aspecto está incompleta.
@Lemmytico: «Por otro lado, discrepo de que fuese ‘La Muerte de Superman’ la que abrió las nefastas tendencias noventeras» seguramente no está bien explicado en el artículo porque es un tema más que complicado que da para otro artículo igual de largo que el de hoy, pero… Evidentemente La Muerte de Superman no abrió las puertas a todas las nefastas consecuencias noventeras, pero sí a una de ellas que fue clave: la proliferación de muertes. Y también sirvió para llamar la atención de los especuladores. Muchos de ellos se enteraron de la existencia de este mercado a raíz de la noticia de la muerte que vieron desde la tv de su casa. X-Men #1 ciertamente vendió más que La Muerte, pero no tuvo ese efecto eco. Tras La Muerte, todo el mundo murió. Tras X-Men #1 solo proliferaron los clones de Jim Lee. Se puede discutir largo y tendido sobre qué es más importante, pero a la larga acabamos hablando de las historias de los personajes y en segundo plano de los dibujantes que participaron. Claro que lo mío es una opinión completamente subjetiva e igual me equivoco 😉
@alienigena100: Efectivamente, la presentación fue en Man of Steel #2 con guion y dibujo de Byrne, pero lo que se comenta en el artículo es que la idea fue de Wolfman. No olvidemos que tras Crisis se potenció el trabajo en equipo y las ideas no tenían por qué ser desarrolladas por los que la tuvieron. En el resto de punto estamos completamente de acuerdo.
Bueno, me repito otra vez: muchas gracias por los comentarios y las felicitaciones!