¡Bienvenidos a la primera entrega oficial de Universo Webómic! Hoy, vuestros simpáticos sospechosos habituales, Enrique Ríos y Jordi T. Pardo, volvemos a la carga con lo que pretendemos sea una de las secciones más importantes de Zona Negativa, no por tamaño (porque igual vivís en el Polo Norte y no os habéis enterado, pero la marca de tamaño la alcanzamos la semana pasada al superar el límite de capacidad de wordpress en este «pequeño» artículo), pero sí de pluralidad y contenidos. Esta nueva sección funcionará como una suerte de magazine de variedades o revista online en la que cabe de todo: artículos, reseñas, columnas de opinión, entrevistas y alguna que otra sorpresa. Nuestra intención es poder darle una cobertura más completa al mundo del cómic en internet y en las redes sociales, tratar temas relacionados con el mismo y conocer todo tipo de obras. Pero lo más importante de todo es que en esta nueva sección queremos darle la voz a los autores. Nos interesa mucho que Universo Webcómic sea un proyecto colaborativo en el que nos hagamos eco de cuantas más opiniones, mejor, porque el tebeo digital es algo que se puede entender de mil maneras diferentes y, por lo tanto, no tiene sentido que nos quedemos encorsetados en la nuestra propia. Y es por esto mismo que la entrega cero de la sección, de la que os hablaremos dentro de muy poco, se integró en Mundo Independiente. Lo que estábamos preparando era algo tan diferente que ni siquiera tenía sentido hacer un Universo Webcómic #0.
Sobre los contenidos, nada más mirar nuestro índice veréis que hemos estructurado la sección en tres partes. En la primera, convenientemente titulada «El webcómic: Los autores hablan» recogemos unas cuantas – y muy interesantes – opiniones sobre qué es el webcomic efectuadas por una selección de autores patrios. En la segunda, Moowiloo Woomiloo. Un punto de vista editorial del webcómic intentamos acercaros la realidad editorial a través del análisis de una reciente obra de este país. Y ya en la tercera, El webcómic y cómic digital fuera de España nos centraremos en Estados Unidos (país que visitaremos en varias entregas), para reseñaros una obra pionera en el webcomic y para explicaros cómo funciona el tebeo digital en DC Comics (con reseña incluída).
Como véis, los contenidos son muy variados. Nuestra idea es que aquí tenga cabida todo tipo de lectores, desde el más comercial al más hipster. O sea que igual no os interese Universo Webcómic en su totalidad, pero seguro que alguno de los artículos os llama la atención.
Y llegados a este punto, debemos hacer tres agradecimientos públicos. El primero va dirigido a José R. Flores, la cabeza pensante detrás de ¡Vaya Juventud!, pues hace unas semanas dedicó una de sus tiras a esta, vuestra sección. El segundo pertenece a todos los autores que han participado en el debut de Universo Webcómic y el tercero es para Mario Chaparro, diseñador gráfico e ilustrador profesional que nos ha regalado la cabecera oficicial de Universo Webcómic:
1. El webcómic: Los autores hablan
-Columna Hijos de los cómics de Xavier Àgueda
-Otras opiniones sobre el webcómic
2. Moowiloo Woomiloo. Un punto de vista editorial del webcómic
-Reseña de Moowiloo Woomiloo de Néstor F. y Molg H.
-Entrevista a Alberto García (el Tío Berni)
3. El webcómic y el tebeo digital por el mundo
-DC Comics y los «digital first»
-Reseña de Injustice: God Among Us de Tom Taylor, Alex Gimenez y otros
-Reseña de Penny Arcade de Jerry Holkins y Mike Krahulik
El mes pasado, en nuestra presentación en Mundo Independiente, intentamos realizar una aproximación previa al webcómic, buscando clasificar distintos tipos de formatos en los que este se podría presentar, con la única intención de proporcionar un texto divulgativo para aquellos lectores aún reacios a leer en la pantalla de un ordenador, el móvil u otro tipo de dispositivos. Hoy pasamos página para vislumbrar los primeros contenidos de Universo Webcómic, buscando una visión más amplia para una realidad cada vez más presente a nuestro alrededor y, por lo tanto, merecedora de un tratamiento igual al que le daríamos a cualquier otro tema o conjunto de obras relacionadas con el cómic. Porque, para nosotros, lo único que diferencia a estos de otras opciones simplemente es el medio en el que se expresan y, por ende, las posibilidades y características propias del mismo. Hoy intentaremos hacer un breve recorrido por el universo del webcómic, para ello nuestra primera parada será recabar la opinión de algunos autores del mercado patrio, la mayoría viejos conocidos nuestros de antiguas colaboraciones, intentando conocer sus impresiones, definiciones y posturas en este tema y construir un pequeño mosaico de lo que se cuece en internet.
Para iniciar este viaje nos pusimos en contacto con Xavier Àgueda, un clásico de nuestro país al que conoceréis de sus tiras cómicas en El Listo, habiendo participado también en revistas como TMEO o Monográfico y publicado un libro tan entretenido y chanante como El Gran Libro de la Cinefilia. Le propusimos a Xavier Àgueda escribir una columna partiendo de la siempre polémica pregunta «¿Qué es un webcómic?», una cuestión que luego trasladaríamos a otros autores y compañeros suyos para poder contrastar sus visiones. La cuestión no era entrar propiamente en el juego de encontrar una definición canónica al webcómic, sino buscar un prisma más personal, ver como los diferentes autores entienden este mismo concepto, cómo lo viven y, por ende, cómo lo siente e interpretan. Podemos adelantar, como era de esperar, que hemos hallado muchas similitudes, aunque también pequeñas e interesantes particularidades o llamativos matices. Pero no nos entretengamos más, pasemos a leer a Xavier Àgueda, que se mostró encantado de colaborar en este experimento nuestro, y al que le agradecemos su gran aportación en el estreno oficial de Universo Webcómic, con una columna que él mismo ha decidido presentar bajo el acertado y apropiado título de Hijos de los cómics.
Xavier Àgueda (Barcelona, 1979), es ingeniero de formación, profesor de profesión y dibujante de cómics para pasar el rato. Las aventuras de su «alter ego» El Listo han aparecido en varias revistas, fanzines y sitios de internet, incluyendo el TMEO, La Directa, Noticias de Navarra, El Estafador, Monográfico, El Escéptico, Cadena Ser y 20 minutos. También ha escrito un libro de cachondeo cinéfilo, titulado El gran libro de la cinefilia, un álbum recopilatorio de los cómics de El Listo, y algunos libros de texto de Tecnología para la ESO. También podéis contactar con él mediante su dirección de facebook de El Listo y su cuenta de twitter @listocomics
Llevo ya algunos años dibujando viñetitas y poniéndolas en internet. Algunas han salido también en revistas y fanzines, pero la cantidad de lectores que las habrán leído en papel es modesta en comparación con la de lectores que llegan a ellas gracias a la magia de la red de redes.
Un día oí hablar de webcómics y di por sentado que lo que yo hacía era eso. No me calenté mucho la cabeza porque la palabra webcómic tenía toda la pinta de estar formada por dos palabras que creía conocer, y me arriesgué a inferir que un webcómic era un cómic que estaba online.
Pero escribo “webcómic” en el procesador de textos y el corrector ortográfico todavía me lo subraya en rojo, así como dando a entender que la palabra no existe, lo cual podría ser un buen motivo para dejar de usarla si no fuese por la legendaria prudencia de la RAE y por el hecho de que vale la pena sentarse en un sofá cómodo si hay que esperar a que los académicos de la lengua tengan en cuenta cosas que se hayan originado después de que España perdiese las colonias.
Cuando empiezas a aficionarte a algo, lo que sea, igual piensas que las definiciones son lo de menos, pero con el tiempo ves que gran parte de las debates sobre cualquier tema terminan en discusiones sobre semántica y si no hay definiciones consensuadas los argumentos se atascan tontamente como un niño gordo en un columpio. Con lo de los tebeos, cuando llevaba ya un tiempo leyéndolos y dibujándolos, hasta me aficioné a leer de vez en cuando textos teóricos sobre el medio y os voy a confesar que a estas alturas ya ni siquiera estoy seguro de que sean cómics lo que hago cuando creo estar haciendo cómics.
Para la palabra cómic, la RAE sí que tiene definición, dice que es una serie o secuencia de viñetas con desarrollo narrativo.
Algunos estudiosos afirman que, por consiguiente, las viñetas de humor gráfico no son cómics, son otra cosa. Entiendo que si aceptan las viñetas de humor gráfico como cómics les resulta un poco complicado explicar por qué no es un cómic cualquier cuadro o ilustración. Sin embargo, no se lo digáis a nadie pero dentro de mi cabeza las viñetas de humor gráfico sí son cómics. ¿Por qué? Porque a mí primero se me ocurren chistes y decido luego el número de dibujitos y cómo organizarlos, y a veces para expresar una coña necesito toda una página y a veces me basta con una tira de tres viñetas o con una viñeta suelta, y sé que según cómo lo ponga el diálogo tendrá un ritmo u otro y el chiste tendrá más o menos fuerza… pero el método de trabajo, la intención comunicativa y la actitud con la que espero que se lea el resultado son prácticamente idénticos, independientemente del número de viñetas. Es más, a veces cuando uso tres viñetas lo que hago es dibujar sólo una y copiar y pegar los monigotes en las otras. La frontera conceptual que separa un chiste en una viñeta de un chiste en tres viñetas se me antoja mucho más fina que la que separa un chiste en tres viñetas de un chiste en seis viñetas o una novela gráfica de 200 páginas.
Vamos, que quizá una secuencia de n viñetas en la que n=1 ya no es una secuencia de viñetas por la misma razón que el sexo en grupo no suele considerarse sexo en grupo cuando el grupo es de una o dos personas, pero cuando dibujo viñetas sueltas yo sigo teniendo la impresión de estar dibujando cómics cortos.
Como mi principal medio de distribución es mi propia página web, puedo usar cada día un formato diferente y no tengo los quebraderos de cabeza que tendrían los maquetadores de periódicos si un dibujante de tiras cómicas entregase de vez en cuando «viñetas de humor gráfico» en lugar de «tiras cómicas». Quizá arrastramos mapas conceptuales de cuando todos los cómics iban en papel y había que atenerse estrictamente a unos formatos predeterminados. Eso ya pasó. Ahora hay quién habla incluso de lienzos infinitos, pero exageran un poco, suelen referirse a lienzos muy grandes.
Por otro lado, también es interesante que la RAE considere que los cómics deben tener un “desarrollo narrativo”. Eso deja fuera del saco los cómics en los que no sucede nada y también unos cuantos experimentos formales con argumentos abstractos, algunos de autores tan respetados como Art Spiegelman o Robert Crumb, ojo.
En su libro Understanding comics, el gurú y dibujante Scott McCloud daba otra definición de lo que es un cómic que no me atrevería a decir si es mejor o peor que la de la RAE. Según McCloud los cómics son ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada con el propósito de transmitir información u obtener una respuesta estética del lector.
Como la RAE, también da a entender que con una viñeta suelta no vale, hay que yuxtaponer varias, pero en lugar de lo del desarrollo narrativo pone lo de transmitir información o obtener una respuesta estética, que podría significar cualquier cosa, y, encima, con lo de las “otras imágenes” abre la puerta a objetos como los collages y las fotonovelas.
Lo de los collages y las fotonovelas igual cuela, pero no son pocos los estudiosos que creen que la definición de McCloud es demasiado amplia porque también incluye un montón de trastos viejos como la Columna Trajana o el Tapiz de Bayeux, que tú te los miras y quizá sí que parecen tebeos pero no son exactamente como los tebeos que un librero querría tener en sus estanterías.
Ahí se plantó el prestigioso historiador marxista David Kunzle y dijo que para que algo fuese un cómic tenía que cumplir unas determinadas condiciones entre las que estaba la de aparecer en un medio de masas impreso. Ahora os puede parecer una burrada, pero en su defensa hay que alegar que corrían los años setenta, una trepidante década que fue fabulosa en muchos aspectos pero que carecía de internet.
A muchos comicófilos les gusta el rollo de Kunzle porque les permite saber mucho de cómics sin tener que calentarse la cabeza con pintorescos tapices normandos y columnas romanas. Según esta escuela de pensamiento, los cómics nacen en los periódicos y cualquier cosa anterior que parezca un cómic no lo es. Los grabados de William Hogarth no son cómics. Las caricaturas de Honoré Daumier no son cómics. Hogarth y Daumier, si acaso son algo, son ancestros, los padres o los abuelos del noveno arte.
Y la simpática consecuencia a la que nos lleva esto es que el estatus de los webcómics como cómics también se tambalea.
Si la Columna Trajana no es un cómic, quizá tampoco lo son los webcómics. Pero, como algo deben ser y se parecen un montón a los cómics, me ha dado por verlos como hijos de los cómics.
Unos hijos en general muy respetuosos con el legado de la familia, pero que van bastante a su bola, libres, sin ataduras, pobres como ratas. La mayoría ni saben que sus yayos están en el Louvre y la National Gallery. Y, como los hijos biológicos, algunos son capaces de grandes logros, pero la mayoría son balas perdidas, más de uno los considera inmaduros, y raramente les dejan jugar con los mayores.
Estamos en la segunda década del siglo XXI y en muchos eventos, concursos y libros sobre tebeos, los webcómics todavía no tienen cabida. Quizá no debería sorprendernos que los amigos de los padres no se enteren de lo que hacen los hijos, pero se me hace raro leer libros chulos y documentados sobre el panorama comiquero actual y que la mayoría de ellos incluyan un total de cero menciones a los cómics publicados en internet. Es como si fuese verdad que no existen o que se trata de algo que no tiene ninguna relación con los tebeos tradicionales.
Tres motivos se me ocurren para explicar este silencio:
El primero es que la mayoría de comicófilos con tribuna se han hecho mayores y andan un poco desconectados de lo que hace la chavalería. Cuando hablan de un revolucionario cambio de paradigma en el sistema de distribución de tebeos suelen referirse a cuando el underground californiano de la época hippie desafió al establishment vendiendo tebeos en las tiendas de pipas de marihuana porque en los quioscos mainstream no los querían.
El segundo es que los webcómics no dan pasta, y es comprensible que la industria recele de aquellos que ofrecen gratis algo que se parece bastante a lo que ellos ofrecen a cambio de dinero. Aunque, algunos webcomiqueros sí que han logrado sacarse unos duros, la mayoría parecen webcomiquear por amor al arte. Ni la palabra amor ni la palabra arte están ya de moda, pero la verdad es que crear por crear, sin angustias mercantiles, da una sensación de absoluta libertad muy gustosa. Y, por otro lado, desde el punto de vista del autor, poner cómics online no será una práctica muy lucrativa, pero tampoco es que sea muy lucrativo dibujar cómics para el circuito editorial convencional.
El tercero es que el valor de los webcómics como producto cultural también es microscópico. Muchos aficionados a los cómics todavía andan acomplejados por el hecho de que los tebeos se consideren un arte menor en comparación con la literatura, y no pueden evitar mirar por encima del hombro algo que perciben como todavía más indigno. No es sólo que no haya ningún webcómic a la altura de Crimen y castigo o La divina comedia, es que ni siquiera hay online un Persépolis, un Maus, un Watchmen o un Arrugas.
Es más, yo he oído a gente en apariencia sensata argumentar que nada bueno puede publicarse en forma de webcómic o de libro autoeditado, porque si fuese bueno de verdad los editores se habrían interesado por ello. A mí me parece un poco aventurado confiar tanto en el proceso de selección editorial, pero seré el primero en admitir que los cómics que no son webcómics suelen tener muy cuidado el aspecto gráfico.
Puede tener algo que ver con los procesos de selección y difusión de los tebeos. Los cómics tradicionales primero deben seducir al editor para que los edite y distribuya, luego deben seducir al librero para que los haga un sitio en su tienda, y luego también deben seducir al lector para que pague por ellos. Los cómics digitales, en cambio, son seleccionados a posteriori: son los propios lectores satisfechos los que los difunden.
Algunos de nosotros también hemos recomendado, prestado y regalado cómics en papel a nuestros seres queridos, claro que sí, pero con las viñetas online es infinitamente más fácil, y no debería sorprender a nadie que algo gratis e incorpóreo se distribuya mejor y llegue a más gente que algo físico que vale dinero y que encima te ocupa sitio en las estanterías.
Las cifras de ventas de los tebeos en papel y las estadísticas de visitas a las páginas web no suelen ser públicas, y eso dificulta el proceso de hacer comparaciones serias, pero a modo de ejemplo molón os puedo chivar algunas cantidades referentes a El Estafador. Unas 11.000 personas lo reciben cada miércoles por correo electrónico, 10.000 lo siguen vía Facebook, y 4.000 lo visitan cada semana en elestafador.com. A mí me habrán contado varias veces porque lo recibo por correo electrónico y también lo sigo por las redes sociales, pero, aún así, son unos números muy fardones. No se acercan a las tiradas de los tebeos de antes de que se inventase la tele, pero apostaría a que superan las de muchas novelas gráficas contemporáneas.
Que yo sepa no hay definiciones célebres de lo que es un webcómic a las que pueda acudir como antes acudía a definiciones célebres de lo que es un cómic. No me suena que haya todavía ninguna autoridad consagrada al estudio de la webcomicografía (un indicio de ello es que me hayan invitado a mí a escribir este artículo) pero, de todas formas, sí que he hablado del tema con amigotes que también ponen garabatos online y conozco unos cuantos intentos de hacer una definición un poco más restrictiva que lo de “un webcómic debe ser un cómic que está online”.
Por ejemplo hay quién argumenta que sólo son webcómics los cómics que se publican directamente en internet, excluyendo todos los que se han publicado primero o simultáneamente en formato tradicional (lo que, snif, echaría fuera del saco las tiras de los periódicos). O que sólo son webcómics las obras firmadas por uno o dos autores (lo que, snif, echaría fuera del saco los webcómics colectivos). O que un webcómic debe de tener continuidad de manera que el contenido de su web se amplie más o menos regularmente con nuevas viñetas (lo que, snif, echaría fuera del saco los tebeos que se suben online de sopetón). O que lo interesante de los webcómics es la interacción con los lectores (lo que, snif, echaría fuera del saco los webcómics cuyos autores pasan de tener habilitados los comentarios y no se asoman por las redes sociales). Etcétera. Y luego hay quién usa las expresiones e-cómic o cómic electrónico como sinónimo de webcómic, pero también hay quién considera que un e-cómic es diferente, que es un cómic normal pensado para leerse en papel que luego se ha guardado en PDF o en algún otro formato de esos para leerse en soportes electrónicos. Y no veáis ya lo complicado que debe ser entrar en las pantanosas áreas que separan cómics, tebeos y novelas gráficas y en las intersecciones que de estos tres conceptos pueden darse con la tenue frontera entre lo impreso y lo digital.
Dentro de mi cabeza, sin embargo, todos estos matices son bastante inconsecuentes, y los webcómics siguen siendo cómics (me pasa lo mismo que con los cómics y el humor gráfico). No tengo una opinión clara sobre columnas trajanas, pero me cuesta mucho ver cómics y webcómics como entidades separadas, más que nada porque lo que me dio la idea de empezar a subir mis viñetas a la red fue Dilbert.com, que no era otra cosa que la versión online de la popular tira de prensa de Scott Adams.
Cuando salió mi primer álbum recopilando cosas que había publicado ya en mi web me entusiasmé mucho y lo releí un par de veces y, aunque el tacto del papel era estupendo, la esencia del asunto me pareció más o menos la misma, los diálogos eran iguales, los dibujos eran iguales, los chistes eran idénticos. La remuneración económica fue bienvenida, pero no llegaba a las cinco cifras y no consideré prudente dejar mi “trabajo de día”.
Mi profecía es que la palabra webcómic caerá en desuso de forma paralela a como irán cayendo en desuso los cómics en papel. Pronto la inmensa mayoría de viñetas se leerán en soportes digitales y procederemos por comodidad a llamarles cómics a secas. Me lleva a pensar esto el hecho de que cuando mi señora me dice que ha leído una noticia en El País ya doy por sentado que la ha leído en elpais.com, ni se me pasa por la cabeza que haya cometido la locura de salir a la calle con el sol que hace, andar hasta el quiosco y darle unas monedas al quiosquero a cambio de un montón de papelotes con las noticias del día anterior.
Pero por si no hubiese suficiente temeridad en lo de tratar de adivinar el futuro en plan Sandro Rey, ahora voy a hacer otra cosa muy controvertida que es hablar bien de las matemáticas.
Ya es un cliché decir que los cómics se han hecho adultos, pero hoy en día todavía se encuentran pocos cómics en los que las matemáticas no aparezcan como una tortura absurda y sin sentido, y sin embargo las matemáticas molan, entre otras cosas porque primero construyen las definiciones de las cosas y luego, sobre esas definiciones, construyen un cuerpo de conocimiento de una solidez exquisita, y se ahorran así follones como este de tratar de etiquetar a posteriori cosas que ya existen y que seguramente, les pongas el nombre que les pongas, seguirán a lo suyo, sin inmutarse.
De la inmensa mayoría de palabras que usamos en el devenir de nuestras vidas no sabemos tampoco la definición exacta ni falta que nos hace, porque en nuestros cerebros se han almacenado ejemplos que sirven como paradigmas de categorías que ya nos permiten apañarnos en la mayoría de situaciones. Es por ello que, en lugar de profundizar en el debate sobre qué es qué y por qué lo qué, os dejaré con unos ejemplos de cosas que yo diría que son webcómics o, si no lo son, lo parecen: Un respeto a las canas, Everybody!, Sinergia sin control, L’impepinable, Crónicas PSN, El Heptágono de las bermudas, El Sistema D13, Perry Bible Fellowship, Caniculadas, JRMora, Xkcd, Querida suegra, Hansi Reloaded, Astaroth y Bernadette, El Vosque, Super Lavandería, La luna solitaria, Worst of Oman Janaan, Como los sapos ciegos, Nothing can stop Runninmen, Cyanide and Happiness, El artista y la musa, Cargols, Aquí huele a cerrado, The Wormworld Saga, Caleorn, Conejo Frustrado, Interneteo y aparatuquis, Un millón de monos con máquinas de escribir, Nariz Puntiaguda, No hay papel, Orgullo y pundonor, Htz, El joven Lovecraft, Enchantae, Polar, Oseano, Odiolitos, Paranatural, Sexy Losers, A veces pasa, Gargots, La cripta del horror innombrable, Abstruse goose, Saturday morning breakfast cereal, Bunsen, Caballo Negro, La intrascendencia de Crespito, Garfield minus Garfield, ¿Dónde está el guionista?, Kawaii Not, First world problems, Art 88/46, Runtime Cómics, Soy una mierda de sumiso, ¡Eh, tío!, Magenta y los patentados, Vago Lobo en Hamelin, The funny pages, The private eye, Andrea Down, Los 4 elementos, Miau, La legión del espacio, El niño que amaba la crema de espárragos, En clase no se dibuja, Piratas, Vaya juventud, Con dos tacones, Por arte de Birly & Birloke, Pedro y Lobo, Nico & Co, Descataloga2, O vídeo o tele, Body World.
Por lo tanto, como hemos acabado de leer, para Xavier Àgueda la situación es clara, el webcómic viene a ser una plataforma de exposición del cómic, una que acabará sustituyendo al formato físico tradicional por la simple inercia del progreso y el alcance de las nuevas tecnologías. ¿Pero esta es la visión que tienen y comparten todos los autores del medio? ¿Es una impresión generalizada, una realidad ya contrastada o cabrían algunos matices? ¿Qué es para otros autores un webcómic? Hemos preguntado esto mismo a un grupo de autores nacionales, con distintos perfiles, visiones y objetivos y, por tanto, opiniones propias sobre el medio y lo que en él buscan. Y ellos se han mostrado dispuestos a ofrecernos sus definiciones sobre el webcómic y su personal interpretación del mismo.
De esta manera, Carlos Rioja, autor de El artista y la musa, «la enrevesada historia de un dibujante perezoso y un torbellino con forma de chica» nos comentaba que para él «un webcómic es básicamente dos cosas: libertad y comunidad. Libertad porque puedes contar prácticamente lo que quieras. Comunidad porque da igual lo raro que sea tu trabajo, habrá alguien que simpatice con él y, con suerte, compartiréis cosas y lo pasaréis bien».
El términos parecidos parece expresarse José R. Flores, más conocido simplemente como Flores, autor que lleva desde el año 2009 contando las desventuras de su álter ego virtual y su compañero Sebas en ¡Vaya Juventud!, entendiendo el webcómic como «una plataforma la cual muestra el trabajo de muchos compañeros de otra forma muy diferente que en papel, donde se puede opinar directamente, aprender, mejorar y sobre todo reír con todos».
En estas dos primeras aportaciones ya encontramos tres elementos a tener en cuenta y que se aprecían en las sentidas definiciones de Carlos Rioja y José R. Flores: primero, la libertad de este medio; segundo, su capacidad para llegar fácilmente al lector en oposición a las trabas del formato físico; y tercero, ese «sentido de comunidad» heredero del fanzine y que también permite un contacto más estrecho entre el autor y sus lectores debido a la accesibilidad ofrecida por internet y las nuevas tecnologías.
En el caso de Miquel Casals, dibujante, guionista y realizador, creador de 20pocos y Con dos tacones, obra nominada en un par de ocasiones al Mejor Cómic Online en el Expocómic de Madrid, habla del webcómic como «la tira cómica que se publica a través de internet. El cómic, en esta plataforma, cuenta con la distribución mundial más potente y barata posible, el internet. Además de disponer de un feedbak autor/lector completamente directo».
Esta capacidad de «distribución mundial» citada por Miquel Casals parece algo compartido por Issac Murgadella, dibujante, ilustrador, diseñador, ¿Fisioterapeuta? y autor de Nariz Puntiaguda, cuando habla del webcómic como «un expositor mundial donde gritar «Hey, esto es mío. ¿Os gusta?». Es potencialidad en experimentación para crear y leer nuevas formas de contar las historias. Es un consumo y difusión de cómics sin tantos filtros y barreras (para bien y para mal) que te hace recibir un extraordinario abanico de obras. Es cojonudo».
Por su parte, el creador de Conejo Frustrado, Mike Bonales, vuelve a recalcar la capacidad de difusión y acercamiento con el lector ofrecida por el webcómic aclarando que para él este «no sólo es un cómic que se publica en internet. Es un cómic que se publica al instante, con una respuesta de tus lectores inmediata y con capacidad para que lo lean miles de personas al momento. Te permite darte a conocer y quizás (sólo quizás) a ganarte la vida con ello».
El consagrado Victor Santos, guionista y dibujante ya con un largo currículum en el que destacan títulos como Los Reyes Elfos, Ezequiel Himes: Zombie Hunter, Rashomon o su cómic online Polar, no tiene una postura muy distinta, en su opinión «el webcomic es un puente de comunicación entre el autor y el lector incluso más directo que el comic tradicional, en el que el público asiste al crecimiento de la historia con una inmediatez nunca vista en ningún otro medio visual. Una manera de crear historias basado en la ausencia de límites físicos y en las posibilidades de interacción absoluta.»
También Joan Tretze, responsable de la tira cómica semanal El Sistema D13 se apuntó al reto, proponiendo como definición de webcómic la de un «cómic creado e ideado para ser publicado en un medio web» aunque puntualiza que su idea con ello sería «dejar fuera algunos cómics digitales que no son más que escaneos de tebeos publicados en papel o tebeos que en su concepción su objetivo exclusivo es su publicación en papel (aunque luego acaben en internet)». En este punto, encontramos un interesante punto de vista, porque para Joan Tretze no todo cómic que podamos encontrar en internet sería según esto un webcómic porque, el problema, según él mismo explica, viene de la misma definición ya que esta «tiene los dos componentes de la palabra en cuestión Web y Cómic» y, por ello, se atreve a proponernos una segunda versión «menos ilustrativa pero más canónica con lo que debe ser una definición» en la que el webcómic quedaría catalogado como un «tebeo creado e ideado para ser publicado en internet».
Por último, pero no menos importante, Andrés Palomino, creador de Las Crónicas PSN, responsable junto a Àlex Roca de ¿Dónde está el guionista?, traductor oficial del webcómic Cripta (del Horror) Innombrable de François Launet, y guionista de televisión y monologuista, se explaya en su descripción del webcómic cuyo concepto considera «tiene más que ver con la distribución que con el formato en sí: es un cómic que se distribuye a través de una web, blog o plataforma de publicación, permitiendo navegar por sus páginas o viñetas de una u otra forma, habitualmente de cronológica». También hay que tener cuenta, según comenta Andrés Palomino, la naturaleza digital del medio y sus infinitas formas de expresión: «animación, sonidos, interactividad, tapiz infinito…» No obstante, reconoce el autor, «la mayoría de webcómics que conozco se limitan a adaptar un formato clásico de cómic a la distribución para web: comic strip, humor gráfico de una viñeta, álbumes maquetados con formato página tradicional y publicados serializadamente online…».
«En cualquier caso, para mí la gran diferencia entre el cómic en papel y el webcómic», continúa Andrés Palomino coincidiendo aquí con la mayoría de sus compañeros, resulta ser «el público potencial, la facilidad, libertad e inmediatez de la distribución, y la posibilidad de recibir un feedback constante e inmediato de los lectores sobre tu obra. Todos estos factores hacen posibles cómics como Las Crónicas PSN, que seguramente nunca habrían llegado a publicarse en papel y que gracias a internet han evolucionado y han logrado hacerse con un público. El webcómic no sólo permite a autores noveles darse a conocer, también ofrece la posibilidad de ampliar el público lector de cómics tradicional, salirse del círculo vicioso de lectores de cómic de toda la vida, y llegar a un público masivo usuario de las redes sociales y ávido de contenidos nuevos. Lo revolucionario del webcómic es su capacidad de llegar a mucha gente, muy rápido. ¡Valorémoslo y sepamos aprovecharlo para abrir el mercado del cómic a nuevos lectores!»
En resumen, nuestro grupo de autores, en términos generales, concuerdan en las características propias del medio en la que se expresa el webcómic, dotando a este de unas posibilidades, técnicas, artísticas y también experimentales únicas. Por otro lado, el webcómic supone para ellos una oportunidad de poder llegar más fácilmente al lector, en función de una difusión más sencilla de sus trabajos, más económica y sin necesidad de intermediarios, y con la particularidad de un contacto más estrecho y fructífero con sus seguidores y otros autores. En definitiva, un universo lleno de oportunidades y libertad, accesible para cualquier autor y propuesta frente al más limitado y arcaico sistema de publicación tradicional. ¿Pero cómo ven el webcómic las editoriales de nuestro país? Intentaremos echar un sesgado vistazo a este punto en el próximo apartado después de aprovechar antes la oportunidad para agradecer a todos los participantes su buena predisposición y sus ganas de colaborar en Universo Webcómic.
Ya hemos visto algunas de las opiniones de los autores de nuestro país sobre el webcómic y el medio en sí mismo pero, esto sólo es una perspectiva, hay otros aspectos y puntos de vista a tratar en este gran universo. ¿Cómo ve la industria tradicional el cómic en las redes? ¿Ha conseguido llegar a comprenderlo y entender sus posibilidades y beneficios o sigue viéndolo como un enemigo o una amenaza a combatir? ¿Han cambiado la mentalidad editorial en los últimos años? Suponemos que muchos editores tendrán sus propias opiniones, no encontraríamos un consenso en esto, como tampoco hay una total unanimidad entre los autores, pero sí hemos querido, no obstante, aportar al menos un punto de vista editorial. La idea era encontrar una obra publicada en la red pero que también hubiese saltado al papel, para poder hablar con los responsables de su publicación en este formato, sobre sus intenciones, su visión del webcómic y las particularidades de adaptar una obra de este tipo en una edición física.
Para conseguir esto, en Universo Webcómic decidimos llamar a la puerta de Entrecomics Comics, la joven editorial en la que en su corta andadura han visto la luz obras como Alter y Walter de Pep Brocal, Azul y Pálido de Pablo Ríos, Pudridero de Johnny Ryan, o el título que hoy nos ocupa, Moowiloo Woomiloo de Néstor Fernández y Molg Hernández. En las oficinas de Entrecomics Comics, Alberto García, al que todos conocéis mejor como el tío Berni, articulista, divulgador, teórico y, ahora también, editor de cómics, nos atendió estupendamente y se mostró totalmente abierto a concedernos una entrevista para hablar de Moowiloo Woomiloo y sus opiniones e impresiones sobre el universo del webcómic. Para entrar en materia y situarnos, primeramente, recuperaremos una antigua reseña escrita por Jordi T. Pardo sobre esta obra para Zona Negativa con motivo de la publicación de Moowiloo Woomiloo y, posteriormente, podréis leer la entrevista realizada a un atento y simpático Alberto García.
Guión: Néstor F. & Molg H.
Dibujo: Néstor F. & Molg H.
Formato virtual: Moowiloo & Woomiloo
Formato físico: Tomo rústica con solapas de 80 páginas
Editorial: Entrecomics Comics
Precio: 14,00 €
Preview de Moowiloo Woomiloo
El primer lanzamiento de la nueva editorial Entrecomics Comics resultó ser la adaptación en formato libro del webcómic (o webcómics) Moowiloo Woomiloo; una criatura a la cuál sus autores, el catalán Néstor Fernández y el madrileño Molg Hernández, les gusta definir como «una novela gráfica online» cuyas principales características son su cruel y despiadado humor negro y sus gags recurrentes respecto a la industria y el mundo del cómic a la que satiriza sin ningún tipo de tapujos ni remordimientos. El planteamiento original de Moowiloo Woomiloo se basaba en la división de tramas e historias, Néstor Fernández y Molg Hernández, forjados en el mundo del fanzine y habiendo colaborado en revistas como Argh!, Adobo o ¡Caramba!, plantean tiras cómicas independientes en las que trabajan por separado pero que tienen nexos en común al ofrecernos perspectivas y puntos de vista diferentes sobre un mismo personaje, situación o gag. Mención aparte para su cambiante y esquizofrénica propuesta gráfica a medio camino entre el cómic underground, los manuales de instrucciones y los coloridos sketches animados de Muchachada Nui. Ahora tenemos la opción de conocerlos en este nuevo formato, «porque el papel nunca pasa de moda», con un prólogo gráfico a la edición a cargo de Paco Alcázar, un epílogo en la misma línea de Nacho García y material extra para echar más leña al fuego y satisfacer las perversiones de las mentes más enfermizas.
Críticos, editores, aficionados, autores…nada ni nadie, cosa, animal o ente, está a salvo de las garras de Moowiloo Woomiloo. El cinismo, la sátira, la ironía, el humor negro y lo políticamente incorrecto suponen la materia prima de la que toma forma la esencia de esta peculiar obra de Néstor Fernández y Molg Hernández. Moowiloo Woomiloo lanza y vomita toda su bilis en una melodramática y absurda mirada a la sordidez de lo cotidiano utilizando el contexto de la industria del cómic y la novela gráfica, así como el de otros campos artísticos, como aparente y simple excusa, como reconoce Néstor Fernández, «para contar una serie de historias delirantes». Obviamente, este no será un plato del gusto de todo el mundo, ni pretende serlo, pues estamos ante una de esos productos que no dejan indiferente y cuyo sentido del humor, muy dado al surrealismo, a lo escatológico y a las neuras y la depravación de sus responsables, dentro de un planteamiento normalmente costumbrista, es el propio de una generación criada bajo la influencia de Padre de Familia y South Park. Moowiloo Woomiloo es un proyecto pensado para explotar razonablemente algunas de las posibilidades que ofrece el entorno web por lo que su paso al papel, inevitablemente y como es lógico pensar, le hace perder esa interactividad propia del medio pero no se convierte tampoco en una traslación traumática debido a la sencillez de su puesta en escena y su idea de base que permiten que la adaptación a este nuevo formato de la obra original de Néstor Fernández y Molg Hernández siga funcionando y resulte incluso natural en virtud de la meritoria edición llevada a cabo por Entrecomics Comics.
Moowiloo Woomiloo es la obra con la cuál Harvey Pekar o Robert Crumb se echarían unas risas; uno de esos trabajos con un tipo de humor catalogado, como mínimo y quedándonos cortos posiblemente, de mal gusto, pero cuyo morbo y estética acaban atrayendo nuestra atención y haciéndonos claudicar ante él. El apartado gráfico desplegado por sus autores es complejo de comentar por su facilidad para reformularse en cada nueva página, según la intención o el contexto de la historia lo requiera o la predilección concreta de sus creadores, recordando en lo personal a autores tan dispares y con tan poco en común como el mismo Paco Alcazar, Charles Burns o Liniers y asumiendo aparentemente estilos que intentan evocar en ciertas ocasiones el de otros artistas del mundo del cómic y la novela gráfica. No obstante, pese a lo caótico que podría parecer todo esto, Néstor Fernández y Molg Hernández logran concretar una atípica y curiosa simbiosis y coherencia interna en su propuesta, con un cromatismo y colorido embaucador, por lo que su presentación acaba resultando uno de los grandes atractivos de Moowiloo Woomiloo y una de sus mayores virtudes ya que no dejan acomodarse y aburrirse al posible lector que quede salpicado con su mala baba. Esto, unido a la sensación de incomodidad generada por todo placer culpable que se precie de serlo, hacen del Moowiloo Woomiloo de Néstor Fernández y Molg Hernández un cómic/webcómic/novela gráfica con una identidad muy marcada y destinada a un tipo de público muy concreto capaz de reírse sin complejos ni tapujos de la desgracia ajena y del patetismo, egoísmo, miseria y crueldad humana. ¡Estáis avisados!
ZN.- Ha pasado casi un año y medio del inicio de la andadura de vuestro proyecto editorial en Entrecomics Comics. ¿Cuál es vuestro balance de este tiempo? ¿Habéis cubierto vuestros principales objetivos?
Alberto García.- El balance es bueno, porque hemos publicado cosas que nos gustaban mucho y hemos encontrado un público al que también le han gustado. Por otra parte, hemos aprendido un poco –solo un poco– de qué va esta cosa de editar, y eso nos a permitir publicar mejor, ajustar precios y tiradas, etc. En este tiempo solo hemos publicado 6 cómic, pero nos entregado en cuerpo y alma a cada uno de ellos.
Los objetivos más genéricos sí que están cubiertos. Es decir, hemos comprobado que podíamos publicar y que éramos capaces de desarrollar un proyecto desde cero, de llegar desde el propio concepto hasta el libro acabado. Y, como decía al principio, además hemos comprobado que después ese libro acabado interesaba a la gente. En aspectos más concretos desde luego que no hemos cubierto nuestros objetivos. Hay demasiados tebeos que nos gustaría editar, hay que expandir la distribución, hay que idear nuevas maneras de hacer promoción… Es una carrera sin fin, porque cada tebeo pide cosas distintas. El gran reto es hacer llegar un cómic a un público que, aunque todavía no lo sabe, lo va a disfrutar.
ZN.- El primer lanzamiento editorial de Entrecomics Comics resultó ser la adaptación del webcómic Moowiloo Woomiloo de Néstor Fernández y Molg Hernández. ¿Cómo llegasteis a la conclusión que queríais publicar esta obra? ¿Cómo fue el acercamiento a los autores?
Alberto García.- La decisión fue casi instantánea, un flechazo. Eso sí, antes de contactar con los autores, nos lo pensamos, echamos números, nos releímos las páginas un montón de veces… y llegamos a la conclusión de que no nos habíamos equivocado, era algo que queríamos publicar. Nosotros ya teníamos un proyecto en marcha, Azul y pálido de Pablo Ríos, pero todavía necesitaba varios meses para estar completado. Queríamos empezar a publicar ya y en ese preciso instante Néstor F. y Molg H. anunciaron que finalizaban su webcómic. Pura serendipia. Ya conocíamos su trabajo, de hecho los habíamos entrevistado en Entrecomics al hilo de su Moowiloo Woomiloo, así que el contacto fue bastante sencillo y natural. Con el tiempo nos alegró comprobar que no nos habíamos equivocado en ningún aspecto, porque además de hacer grandes tebeos, Néstor y Molg son bellísimas personas y los queremos con locura.
ZN.- ¿Se podría decir que Moowiloo Woomiloo era vuestra declaración de intenciones respecto a lo que queríais ofrecer al posible lector de Entrecomics Comics?
Alberto García.- Pues sí, porque de alguna forma era un tebeo muy clásico (“chistes” de una página) pero por otra era muy moderno (estructura especular, formato curioso como webcómic, humor salvaje). Siempre nos fastidiaba un poco que la gente nos identificase con –permíteme que lo diga así, para ahorrar tiempo– autobiografía y “novela gráfica de enfermedades”. Porque nos encantan muchos tebeos que entran dentro de esas categorías, pero ni de lejos son lo único que nos interesa. La idea era mostrar que había amplitud de miras y que se podían publicar buenos tebeos de autores jóvenes españoles que se salen de las coordenadas de lo que la gente considera que está en boga ahora mismo. Al mismo tiempo que publicábamos un cómic que nos encantaba, estábamos escribiendo un pequeño editorial, marcando una línea.
ZN.- El papel nunca pasa de moda. Eso afirmáis en la descripción editorial de vuestra edición de Moowiloo Woomiloo. ¿Creéis que esto sigue siendo cierto? ¿Hay verdaderamente una batalla abierta entre la publicación tradicional y la realidad actual del webcómic y cómic online o realmente esto ya carece de importancia a estas alturas?
Alberto García.- Lo de “el papel nunca pasa de moda” es una coña marinera, claro, y ha salido de las cabezas de Molg y Néstor. Es un poco como el del chiste del que está cayendo desde el sexto piso y va diciendo, “de momento todo va bien, de momento todo va bien”. No es que pensemos que el papel va a desaparecer, ni mucho menos, pero parece muy obvio que todo lo que sea material impreso (literatura, cómics, prensa) está perdiendo terreno frente las pantallas digitales de teléfonos, tabletas y ordenadores. El cómic es, posiblemente, donde más tardará en notarse el efecto, porque el elemento plástico es muy importante y el papel aún ofrece una experiencia que merece la pena ser experimentada en ese formato. Pero, de todas formas, la gente cada vez lee menos, en términos generales. Las horas que antes se empleaban en leer un cómic o un libro ya no se emplean en leer un cómic o un libro en formato digital, sino en encontrar distintos entretenimientos en internet, sean redes sociales, webs de gifs o noticias WTF? De hecho, a día de hoy, yo diría que el cómic en papel y el webcómic se retroalimentan, son buenos el uno para el otro. El peligro son los vídeos de gatitos.
ZN.- En perspectiva, con vuestra experiencia en este tiempo, a la hora de plantear la edición de Moowiloo Woomiloo, teniendo en cuenta su condición previa de webcómic, ¿marca ello alguna diferencia respecto a otro tipo de obra? ¿Vuestro acercamiento a Moowiloo Woomiloo fue muy diferente al que posteriormente habéis tenido que realizar con otro tipo de obras de vuestro catálogo?
Alberto García.- Solo en parte, porque, como la mayoría de webcómics, Moowiloo Woomiloo era básicamente un cómic tradicional volcado en internet, con las peculiaridades de que era en formato apaisado (lo cual es bastante habitual en el mundo del cómic) y que planteaba una lectura online caótica y dependiente del azar. Evidentemente, esto último se perdió al ordenar el tebeo para su publicación en papel, pero creo que incluso ganó enteros y es más disfrutable en formato libro, donde puedes encontrar una progresión y establecer relaciones entre los personajes de las distintas historias de una forma mucho más natural. Así pues, no hubo muchas diferencias respecto a otras obras. Eso sí, quisimos mantener un poquito del feeling del webcómic, incluyendo algunos chistes ad hoc en las páginas anteriores y posteriores al cómic en sí, dando al tebeo un formato grande apaisado y papel brillante, para intentar emular un poco la pantalla de un ordenador. Por lo demás, las diferencias en cuanto a diseño y producción con otros títulos han sido mínimas.
ZN.- En el caso de Moowiloo Woomiloo tenemos una obra marcada por el humor negro, políticamente incorrecta y centrada, aunque no exclusivamente, en las miserias del mundo del cómic. ¿Creéis que la edición en papel de la obra y el webcómic van dirigidos al mismo público? ¿Vuestra intención estaba más enfocada a ofrecer un extra al lector habitual de Moowiloo Woomiloo o en dar a conocer la obra a otro tipo de público?
Alberto García.- Como casi siempre que se lleva un webcómic al papel, la esperanza es contar con el público que ya seguía el cómic a través de internet y además sumar nuevos lectores, gente a la que no le agrada la lectura en la pantalla o que por el motivo que sea está más atenta a las ediciones en papel que a los webcómics. O sea, que nuestra edición iba dirigida a la vez al público del webcómic y a todo un nuevo público de miles y miles, –¡millones, quizá!– de lectores que sabíamos a ciencia cierta que podían disfrutar horrores de Moowiloo Woomiloo. Sí, definitivamente la idea era alcanzar un nuevo publico.
ZN.- En el caso de Moowiloo Woomiloo, tenemos un webcómic atípico que se caracteriza por su humor pero también por un planteamiento «tipo espejo» con diferentes historias entrelazadas. ¿Supuso esto un problema a la hora de planificar la correspondiente edición en papel? ¿Teníais, o tenían una idea clara sus autores, de cómo trasladar y adaptar Moowiloo Woomiloo al papel conservando toda su esencia?
Alberto García.- No lo teníamos nada claro y nos provocó más de un quebradero de cabeza. Bueno, no tanto como eso, pero sí que dimos muchas vueltas al hecho de cómo presentar las historias en papel. Por una parte, colocar las historias “especulares” en caras opuestas de una misma hoja se parecía más a hacer clic con el ratón y saltar la historia hermana, pero finalmente nos parecía que no funcionaba. Decidimos colocar las historias dobles en páginas enfrentadas, y ahí sí que nos funcionaba mejor la cosa. Molg y Néstor estuvieron todo el tiempo encima de nosotros, dándonos su opinión, y al final coincidimos todos en que era mejor así. Ordenar las historias fue algo más complicado, pero creo que al final todos quedamos satisfechos. Por supuesto, no se puede decir que trasladásemos al papel toda la esencia del webcómic, porque originalmente era anárquico y azaroso (pinchabas en cuadraditos de colores que no sabías a qué historia te llevarían), mientras que la edición en papel es ordenada por definición. Pero salvando eso, creo que podemos dar por superada la prueba.
ZN.- Después de un buen número de obras publicadas suponemos que habréis tenido tiempo de sacar vuestras conclusiones respecto a esta primera edición de Entrecomics Comics. ¿Cómo valoráis la experiencia con Moowiloo Woomiloo? ¿El que la obra ya estuviese disponible gratuitamente en internet como suele ser el caso de muchos webcómics supuso para vosotros un hándicap o una oportunidad?
Alberto García.- La experiencia fue fantástica a todos los niveles. Como le pasa a cualquier padre, es imposible elegir entre los distintos libros que hemos editado, pero Moowiloo Woomiloo ocupa un lugar especial en nuestros corazoncitos por ser el primero. Y porque, además, sabemos que no nos equivocamos al elegirlo. Creo que la existencia previa del tebeo en internet fue una ayuda. De hecho, lo primero que nos preguntaron Néstor y Molg cuando hablamos de publicarlo fue si queríamos que eliminasen las páginas de internet, y no dudamos ni un segundo en decir que no, que estaban bien ahí. Eliminarlas sería como hacer que tus libros no estén en las bibliotecas. Quien tiene un gran interés, comprará el libro. Quien no tiene tanto interés o no se lo puede permitir, tiene una biblioteca, física o virtual, donde leerlo. Y quien se lo encuentre por casualidad en la red, puede acabar comprándolo o recomendándolo. Pero, sobre todo, conociéndolo y disfrutándolo, que al final es lo que cuenta y lo que nos importa.
ZN.- En la adaptación de webcómics al papel suele primar muchas veces la autoedición aunque cada vez más las editoriales españolas se interesan por la publicación de lo que se cuece en internet. ¿Cuales diríais que son las cuestiones previas a tener en cuenta a la hora de valorar la adaptación de un webcómic a otro formato? ¿Hay una manera ideal para editar y trasladar un webcómic al papel?
Alberto García.- La cuestión previa principal es la que se aplica a cualquier tebeo: ¿es bueno, merece la pena el esfuerzo en trabajo, tiempo y dinero para convertir esto en un libro? Es más (y esto ya es una cuestión de ética), ¿estoy saturando el mercado con una obra que va a quitar espacio a otra obra mejor? ¿Lo que estoy ofreciendo es digno, me atrevo a decir a un no lector de cómic que esta es la calidad que puede esperar de los tebeos? Si las respuestas son: sí, no, sí, entonces adelante. Por lo demás, está claro que a mayor número de seguidores online, mayor probabilidad hay de que el tebeo en papel se venda bien, y además es muy posible que su autor disponga de buenas herramientas de marketing viral. Por supuesto, hay que tener en cuenta no desnaturalizar el cómic. Quiero decir, si un cómic está realmente pensado para internet (con elementos interactivos, con uso narrativo del scroll, etc.), tal vez no sea buena idea trasladarlo al papel. O sí, pero puede requerir mucho trabajo de adaptación. Por lo demás, no creo que haya formas ideales de adaptar el formato, sino formas ideales para cada caso concreto. Igual que con otro cómic cualquiera que no haya sido publicado online pero que pida un tamaño, una encuadernación y un diseño concretos.
ZN.- Para terminar, desde vuestro punto de vista editorial, y también como lectores, ¿pensáis que las editoriales valoran y son conscientes hoy en día del potencial de las obras publicadas en internet? ¿creéis que ha habido un cambio de mentalidad respecto a ello en los últimos años?
Alberto García.- Sí, no me cabe ninguna duda. Sin pensar demasiado me vienen a la cabeza muchas editoriales que han editado cómics que nacieron en la web: ¡Caramba!, Apa Apa, Diábolo, EDT, Sins Entido, Astiberri… Creo que las editoriales son muy conscientes de que, además de revisar concienzudamente los catálogos de editoriales extranjeras, además de tener el ojo puesto en fanzines y todo tipo de publicaciones, tienen que estar muy atentos a lo que se cuece en la red. De hecho casi podría decirse que los webcómics son el fanzine de nuestros tiempos, si no fuera porque me da la sensación de que también hay un resurgir del fanzine en papel. El único problema con los webcómics es que, al ser publicaciones de coste cero, hay una sobreabundancia de webcómics y hacer una criba es muy trabajoso. Pero está claro que en los últimos años las editoriales se han puesto las pilas en este asunto. No sé si es un cambio de mentalidad o que simplemente van sucediendo a su ritmo. Tal vez ha hecho falta una masa crítica suficiente de buenos webcómics para que los editores hayan empezado a prestar atención.
Ya os habréis fijado que en Universo Webcómic nos vamos a centrar mucho en la escena española. Sin embargo, aquí tiene cabida todo tipo de webcómics y tebeos digitales, de manera que también vamos a traspasar fronteras para hablaros de obras de allende los mares, o de los países vecinos más cercanos. Por supuesto, nos hemos dado mucho margen y la configuración de Universo Webcómic puede ir variando, o sea que no os sorprendáis si algún día nos centramos más en lo de fuera que en lo de dentro. Sea como fuere, ahora mismo nuestra intención es ir hablando de temas y obras concretos y no tanto de países, si bien estos temas y títulos tendrán la característica común de no provenir de España. Por eso iniciamos nuestra seccion con algo que de quedó pendiente en la introducción de Mundo Independiente de esta, vuestra sección. Y lo dejamos fuera a posta porque creimos que merecía su propio apartado dentro de esta primera entrega. Por supuesto, hablo de la apuesta de DC Comics por sus Digital First. En siguientes números de Universo Webcómic os hablaremos de webcómics originarios de todas partes del mundo, aunque nuestro alcance dependerá de la barrera idiomática. Entre nosotros dos solo hablamos cinco idiomas y entendemos siete, lo cual nos limita a decenas de países y unos pocos miles de millones de personas. No podemos abarcar todo el globo. Aun así, haremos un esfuerzo para tocar las máximas teclas posibles.
El mes pasado, en Mundo Independiente presenta… ¡Universo Webcómic! os ofrecimos una primera aproximación al webcomic y cómic digital basándonos en los diferentes formatos en los que estas obras se presentan según la manera de consumirlos. De entre todos, destacan dos, nuestro polémico archivo de escaneado (muy asentado en el cómic digital que se lee después de su publicación en papel) y el tipo apaisado. Recordemos lo que dijimos de éste último: «es un ejemplo de “evolución” del concepto comic book, aplicado y adaptado para su visualización en pantallas y tabletas. De toda la vida, nosotros leemos el papel en formato vertical, pero las pantallas fijas (sobre todo desde que se popularizaron las panorámicas) se leen en un formato horizontal. Si queremos publicar en internet, o que nuestro tebeo sea accesible desde más de una plataforma, debemos pensar en girar la página o, lo que es lo mismo, si queremos que nuestro tebeo se publique en papel, dibujaremos con una hoja vertical. Si queremos difundir nuestra obra por internet, es mejor que dibujemos en horizontal. Las horizontales permiten que una persona pueda ver una hoja por pantalla, con las verticales suele quedar cortada la parte de abajo. También tenemos que darnos cuenta de que no existen unas medidas estándar preestablecidas, pero que es mejor hacer un tebeo apaisado y con pocas viñetas (porque ese se puede leer en un móvil) en vez de una composición de página extravagante que nos obligue a visionar nuestros dibujos en gran tamaño«.
DC Comics es una editorial inteligente y vende sus tebeos tanto en formato papel como en formato digital e incluso lo hace el mismo día desde hace unos años. Sin embargo, a nosotros no nos interesa la translación a pantalla de un tebeo en papel, sino lo inverso, la famosa línea Digital First de DC. Y es que en esta empresa han decidido vender algunos de sus tebeos en formato digital para luego reimprimirlos en cuadernos de grapas y/o tpbs. ¿Con qué problema se encuentran? Si publican primero en digital deben tener en cuenta que los productos que van dirigidos a una pantalla – ya sea una televisión de grandes dimensiones, un monitor de ordenador o una tableta – tienen unas necesidades diferentes que sus compañeros de papel. En estos casos, es mejor optar por la solución apaisada ya que todo lo que dijimos sobre ella es aplicable. Es justo por este motivo que los chicos de DC optaron por hacer que sus tebeos Digital First fuesen en dicho formato. Pero, ¿qué pasa luego con la reedición? Ahí está la genialidad de la idea. ¿Qué sucede si cogéis una página de papel (en vertical) y la cortáis por la mitad? Obtenéis dos páginas de tamaño menor pero en formato apaisado. Y eso es lo que hacen en DC, cortan las hojas de sus cómics en dos de manera que en Digital First vemos media hoja, y en la versión impresa leemos una. Y llegados a este punto, entra la sabiduría del dibujante. Este experimento realmente funciona cuando los artistas son conscientes de este hecho y tratan las dos mitades de una manera independiente pero interconectable. Las splash pages deberían estar prohibidas en los Digital First, porque cada vez que alguien mete una, los lectores de tableta y/o móvil tiemblan. Suerte que al menos no se les ocurre hacer páginas dobles.
Para acabar de matizar la línea Digital First, DC Comics la diferencia del resto de sus tebeos de una manera bastante sutil e interesante. El primer tebeo publicado en esta línea fue un título relacionado con el juego de ordenador Batman: Arkham City. ¿Por qué? Porque el público al que va dirigido este tipo de productos no es el habitual lector de toda la vida sino los que están enganchados a productos del Universo DC de otros medios. Por eso, Batman: Arkham Unhinged fue un gran golpe de efecto. Ofrecía historias nuevas de un juego de ordenador, a sus usuarios, en prácticamente la misma plataforma en la que consumían su juego. Lo mejor de todo, dado el formato apaisado, se vendían 20 ó 22 páginas (que a efectos prácticos son 10 ó 11) por solo 0,99$. Un precio muy competitivo en el mercado norteamericano para este tipo de productos. Lo mejor para DC, las ventas iniciales en grapa fueron espectaculares para un producto de este estilo, ergo, DC Comics vio un filón y empezó a sacar todo tipo de series de héroes DC pero relacionadas con otros medios, desde series de televisión a juegos de ordenador pasando por merchandising.
Tras la alegría inicial llegaron las malas ventas y la línea se está rediseñando una y otra vez. Las series se abren y cancelan, pero lo cierto es que en casi todas ellas el nivel de calidad es bastante elevado. Los Digital First no son un producto menospreciable, y eso que conceptualmente parecen tebeos de consumo rápido. Sea como fuere, entre ellos nos encontramos auténticas joyas que os iremos reseñando en esta y siguiente entregas. Hoy hemos optado por la sorpresa de la temporada, el Injustice Gods Among Us – basado en el homónimo juego – pero la verdadera obra maestra es Batman: Arkham City End Game. Por ahora, nosotros continuamos con la reseña. En futuras entregas de Universo Webcómic os facilitaremos un listado completo de todos los Digital First con las pertinentes recomendaciones.
Guión: Tom Taylor
Dibujo: Alex Gimenez, Jheremy Raapack, Mike S. Miller y otros
Formato virtual: Injustice Gods Among Us
Formato físico: Grapa, 32 págs. a color.
Editorial: ECC Ediciones
Precio: 2,50 €
Trailer de Injustice: God Among Us
Injustice: God Among Us es la prueba fehaciente de que los prejuicios, aún cargados con toda la lógica del mundo, no funcionan. Analicemos la situación. Este tebeo es la adaptación de un juego de lucha en el que todos pelean contra todos. No importa si llevas un villano o un héroe, como jugador repartirás hostias a diestro y siniestro. Y ya está. Hay una historia detrás, pero… ¿a quién le importa? En los juegos de lucha lo que realmente vale la pena es descubrir ese fantástico combo llenos de efectos especiales que, con un poco de suerte, te permitirá arrancar la cabeza de tu contrincante con espina dorsal incluida (ups, estoy citando otro título). Así que, ¿qué valor puede tener una adaptación en viñetas de un juego de lucha? Ya sea digital o en papel, los tebeos no tienen combos.
Ahora en un tono más serio. En este género, las historias de los luchadores pueden ser un valor añadido pero no siempre son necesarias. De hecho, estamos tan acostumbrados a que no exista ningún nexo de unión entre las batallas que ni siquiera valoramos el esfuerzo de los realizadores cuando realmente intentan que haya algo detrás de los combos, pero entonces llega un título como Injustice: God Among Us con sus productos derivados y nos hace cambiar de idea. Y es que el cómic en sí es la historia del Universo DC que todo el mundo pide a gritos, pero que los guionistas de DC son incapaces de llevar a cabo (porque seguramente sería la última aventura DC que leyésemos). ¿Por qué? Para que en el juego todos los personajes luchen entre sí, es obvio que ha sucedido algo en su mundo, algo muy malo. A ver, mejor centrémonos en Superman. Pensad en algo catastrófico que pueda alterar su vida. Y ahora otra cosa. Y ahora otra. Pues en Injustice: God Among Us le sucede todo eso y seguramente más. La historia empieza con tres grandes acontecimientos que ponen del revés el mundo del Hombre de Acero, y eso inicia una serie de hechos que llevarán a dividir los héroes en dos facciones, con la consecuente guerra.
Es difícil resumir Injustice: God Among Us porque es una narración plagada de golpes de efectos y giros sorprendentes y no quiero desvelar absolutamente nada de lo que sucede en las páginas de esta cabecera. Allí lo inesperado está a la vuelta de la esquina, y generalmente cada 10 páginas en grapa ó 20 en digital, sucede algo que nos deja con la boca abierta. Porque en este tebeo lo que se busca es sorprender el lector mientras se va tejiendo un marco de odio y desconfianza que justificará que nosotros podamos coger los mandos de la consola y apalizar a Wonder Woman cuando controlamos a Batman. Y lo mejor de todo es que el espectáculo al que asistimos en Injustice: God Among Us no va reñido ni con la calidad ni con la profundidad. Quien quiera leer entre líneas encontrará más de una crítica al gobierno estadounidense y a su política exterior. Los personajes están convenientemente desarrollados e incluso los secundarios se tratan con el respeto que se merecen. Las puñaladas verbales de Alfred son simplemente impagables. Por supuesto, en los 36 ejemplares (en formato digital) que componen esta primera saga (la colección fue cancelada para volver con un anual y un segundo arco posteriormente) tienen sus altos y sus bajos. Los primeros números son de una sorpresa tras otra. A partir de cierto punto, la narración se centra más en el desarrollo de las facciones, pero sin dejarnos de sorprender a la que pensamos que las aguas se han calmado. Y ya en el final llegan las consecuencias. Lo que hacen nuestros héroes más queridos puede llegar a hacernos soltar alguna lágrima…
En definitiva, no es de extrañar que Tom Taylor vaya escalando posiciones dentro de DC Comics. Injustice: God Among Us se convirtió en un éxito de ventas, en sus dos formatos, pero es que además es un éxito merecido. No es fácil encontrar un tebeo comercial que te ofrezca tantas dosis de muertes y que además tenga algo en su interior.
Guión: Jerry Holkins
Dibujo: Mike Krahulik
Formato virtual:
Formato físico: Rústica, 168 págs. a color.
Editorial: Dark Horse Comics
Precio: 12,95 $
Previa de Penny Arcade
¡No os fiéis de las citas que inician las reseñas! En esta ocasión, está extraída del primer volumen en papel de Penny Arcade, pero lo que dice ahí es algo exagerado. Nosotros en realidad hemos elegido esta obra por ser pionera en los sistemas de explotación de las tiras cómicas. De hecho, Penny Arcade es uno de los tebeos más exitosos de internet. Cuenta con millones de lectores (tres y medio según datos de 2010) que visitan sus tres tiras semanales, las cuales salen publicadas en lunes, miércoles y viernes. Y lo mejor de todo es que los creadores, Jerry Holkins y Mike Krahulik, han conseguido vivir muy holgadamente de su trabajo.
La primera tira de Penny Arcade data de 1998, y estaba ubicada en una página de internet. En aquella época el mundo era muy diferente al de ahora. La tecnología daba pasos de gigante, pero aún no había llegado al nivel actual. Los juegos de ordenador, por ejemplo, aún sorprendían con sus mejoras de gráficos y tenían una jugabilidad que se ha ido perdiendo con el tiempo. Es en este contexto en el que Holkins y Krahulik decidieron satirizar el mundo en el que vivían y, más concretamente, las aficiones que les apasionaban (los juegos de ordenador) en una tira cómica protagonizada por sus respectivos alter egos. Y hay que reconocer que sus primeras entregas estaban muy conseguidas, a nivel historia. El apartado gráfico era muy primitivo, pero eso es algo habitual en este tipo de productos, ya que los personajes tardan años en llegar a su figura icónica. Y si no os lo creéis, revisad las recientes reediciones de Garfield o Peanuts. Parece mentira que estos personajes fuesen tan feos en sus inicios.
Con el paso del tiempo, Penny Arcade fue creciendo en popularidad y se convirtió en un fenómeno. Esto se explica porque los autores supieron conectar con una parte de la sociedad, la que se podía sentir identificada con sus historias. Además, tenían muy poca competencia y era fácil acaparar el grueso de un mercado que recién se estaba formando. Si Penny Arcade hubiese nacido hoy, con tiras a cada cuál más impresionante, otro gallo les habría cantado. Pero el porqué os lo descubriré luego. Ahora es el momento de comentar que Penny Arcade se trasladó rápidamente a su propio dominio de internet y empezó a experimentar con otros medios de explotación. Nunca dejó de lado las viñetas digitales, pero también probó suerte en el papel, en los juegos de ordenador, podcasts y muchas más cosas. Sus autores hasta protagonizaron un reality show en el que podíamos ver su día a día…
Y esto nos lleva a nuestros días. Actualmente, Penny Arcade ha evolucionado mucho. No es extraño, que han pasado 15 años desde la aparición de este título… El nivel gráfico es muchísimo mejor que el de los inicios. ¡Ahora sí da gusto mirar las tiras de Penny Arcade! Sin embargo, los chistes y la ocurrencias no hacen mucha gracia. Los autores se han quedado estancados en los éxitos del pasado y, lo que es peor, viven en un mundo en que nos es muy lejano. El éxito de sus primeras tiras radicaba precisamente en eso, en que nosotros nos podíamos sentir identificados con ellas, pues es fácil entender a un jugador. Ahora que son estrellas mediáticas, es obvio que ya no viven a nuestro nivel. Usan recursos del pasado, pero sus tiras no se adecúan a los nuevos cambios de mentalidad. Aunque también hay que reconocer que las tiras son muy subjetivas y pueden apasionar o no según quién las lea. Por eso, aunque a mí no me haya entusiasmado, os recomiendo que echéis un vistazo a Penny Arcade y opinéis por vosotros mismos. Lo mejor de este tipo de obras es que necesitamos muy pocos minutos para hacernos una idea de lo que estamos leyendo.
En esta pequeña sección de Universo Webcómic a modo de bonus track, nos encargaremos cada mes de rastrear, mencionar y hablar brevemente de algunas otras obras que nos parezcan interesantes de destacar por algún motivo u otro, sean de cualquier tipo y condición, y con la única característica común de poderlas encontrar y disfrutarlas completamente en internet. En algunos casos, las recuperaremos en el futuro, para hablar más detenidamente sobre ellas, pero por el momento, este nos resulta una buena manera de poder introducir otros títulos en la ecuación e intentar dar un mayor alcance a nuestra propuesta.
Miau de José Fonollosa. ¿Si juntamos las posibilidades del webcómic y los gatos no tendremos en nuestras manos una de las armas más poderosas jamás creadas? Eso debió pensar José Fonollosa, autor de Billy Bob: Buscando piedras con las que tropezar, Te quise como solo se quiere a los cabrones o Sex o no sex, porque desde el año 2009 lleva proyectando este webcómic dedicado a estos adorables felinos en su blog, habiendo también publicado varios recopilatorios en Diabolo Ediciones de la serie: Miau, Más Miau o Guía Gatuna. Especialmente recomendado para gatos propietarios de humanos, ¿o era al revés?
Onironautas de Sara Randt. El webcómic de Sara Randt resulta una propuesta atípica, una obra eminentemente experimental, con una gran fuerza visual, sirviéndose del dibujo y el cromatismo como un recurso narrativo y expresivo capaz de generar verdaderas respuestas oníricas en el lector. Por el momento, en Onironautas podemos encontrar completa la historia corta 365 gotas de muerte, tratando con grandes dosis de alegoría un tema tan serio como el cáncer y la muerte, y la recién comenzada La sonrisa de Wallace, un nuevo cambio de registro y relato al que habrá que seguir atentos. Para los amantes del arte.
JL8 de Yale Stewart. Las historias basadas en personajes populares de cómic son bastantes habituales en internet y en los webcómics que podemos encontrar por la red. Entre todas ellas, una de las propuestas más conocidas y seguidas de los últimos años ha sido la realizada en su tumblr por el autor Yale Stewart conocida como JL8, utilizando los personajes de DC Comics para devolverlos a la escuela elemental y regalarnos unas simpáticas y entrañables tiras cómicas capaces de llegar al corazón de los aficionados más puristas de Batman, Superman y compañía. Recomendado para los tiernos corazones deceítas.
Pues moowiloo-woomiloo me ha interesado, habrá que echarle un vistazo, aunque sea por morbo.
Respecto a los Digital First de DC, leo habitualmente los de Adventures de Superman, que suelen ser one shots o pequeñas minisagas de dos o tres números de distintos autores y que suelen tener una calidad más que aceptable, hay números realmente buenos… desde luego, con una media más alta que los cómic en papel del kriptoniano de un tiempo a esta parte. Y el Injustice, que la verdad ha sido una sorpresa. El dibujo no es muy allá, o no me lo pareció al menos incialmente, pero la historia es tremendamente adictiva, con continuas sorpresas y golpes de efecto, y bastante coherente, teniendo en cuenta que como decís en la reseña parte de la sinopsis de un videojuego. No es lo que llamaría un gran cómic, ni mucho menos, pero es un “otrosmundos” muy divertido (y muy salvaje y gore). De hecho no me extrañaría si el éxito de ese universo DC en el que todo va mal, pero rematadamente mal, con esa versión psicótica de Superman, fuera inspiración de Forever Evil.
Con estos artículos que se escriben últimamente en ZN uno necesita más horas del día para poder leerlo todo. Pero por fin he podido.
Y que bien, muy interesante todo esto. Mi problema con los webcómics siempre han sido 2, bueno no, 3:
1. Saber localizarlos y encontrar material que realmente me guste.
2. La periodicidad, puedo leer algo que me guste, pero si está inacabado muy probablemente me acabaré olvidando de ello. Además me he difícil conectar con las tiras cómicas y siempre busco historias más al uso como las que leemos en papel.
3. Bastante tiempo paso ya en el PC.
De todas formas, con los dos primeros problemas me vais a ayudar aquí, así que espero que el tercero no sea un problema. Para ello, os agradecería que cuando hablarais de un webcómic nos expliquéis cual es su formato. ¿Son tiras autoconclusivas? ¿Tiras con continuidad? ¿Podéis leer a día de hoy alguna historia con principio y fin? Etc.
Por lo demás, muchas gracias!
PD: ¿el tío Berni siendo entrevistado en ZN? ¿Eso no podría causar algún tipo de conflicto en el continuo espacio-tiempo?
Para mi el principal problema de los comics digitales es, sinceramente, el precio.
Me compro mis comics, los tengo en las estanterías y me llena de joya…ahí están majestuosos, los tomos marcando lomo, y las grapitas en sus free-acid…el olorcillo ese que hace la habitación…aahh, ni las rosas en una mañana de primavera…luego cuando me apetece los releo, se los presto a algún colega (de esos que te los devuelven), e incluso si algún día me harto (algo que de momento ha pasado muy poco) incluso puedo revenderlos…
Todo esto, me parece que el comic digital no lo ofrece, así que me parece que el precio debería ser mucho, pero mucho más reducido de lo que suele ser habitual en la actualidad para que me parezca un producto atractivo en su relación calidad precio.