Battling Boy

¿Quieres que tus retinas bailen al ritmo de una danza del todo particular? ¿Eres de los que pides algo distinto al tebeo de aventuras? ¿Quieres sentir que el cómic puede evolucionar para dar obras visualmente más complejas y atractivas? Battling Boy de Paul Pope es todo esto y más.

El Señor Pope arrambló en el mundo del tebeo como un elefante en una cacharrería, llamando la atención con un estilo que ya desde un principio se antojó del todo particular. De esta manera , el autor se convirtió en una isla en medio del mar del noveno arte. Su estilo, más europeísta que americano, destaca a través de sus influencias, reconocidas por el mismo autor, los trabajos de genios como Tardi o Pratt. Sus diseños remiten a conceptos poco manejados en el tebeo mainstream, saltando desde el Arte Pop –debido a la composición de página, profundidad de campo y al color- hasta la moda sixties y el rock ´n´roll –sus personajes están diseñados bajo la lupa de alguien adicto a las revistas de moda y con tendencia a asimilar conceptos textiles de los setenta-. De hecho, Pope es uno de los mejores diseñadores de ropa del tebeo actual: los pliegues de sus jeans asoman realistas dentro de su trazo expresionista, las chaquetas, camisas y complementos campan por las páginas con la frescura de quien entiende las texturas y las formas de lo que visten los personajes, algo a años luz de los dibujantes más convencionales, que parecen pintar la ropa sobre el cuerpo desnudo de sus personajes. La capacidad del autor neoyorquino para asimilar conceptos clásicos y pasarlos por su tamiz característico es asombrosa. Y única. Su trazo es una mezcla inaudita entre los citados Jacques Tardi y Hugo Pratt, por la soltura de sus figuras, por las perspectivas que maneja y por cómo las mueve por el cuadro. Pero, de nuevo, cierto ritmo se apodera de sus pinceles, convirtiendo a Tardi o Pratt, maestros del movimiento, en señoras estáticas, ya que ese espasmo, ese caudal cinético transforma el dibujo de Pope en un arrebato dinámico, donde, y aquí sí, las figuras respiran realidad, no por veracidad o calco fotográfico, sino porque parecen vivas dentro de su universo, parece que se mueven, todo el rato, dentro de los límites de la viñeta, viñeta que están a punto de romper. Esto provoca que las planchas de acción de Pope dejen patidifuso. Y más en una obra como esta, aventura pura, diversión pura, donde el protagonista, un joven dios llegado a la Tierra con ansias de demostrar su valía como protector de los mortales, permite constantes escenas de batalla, donde los brazos en puño se proyectan fuera de la página, los monstruos salpican de baba los lomos del tebeo o los rayos y truenos casi parten el papel a la mitad.

¿He dicho ya que Battling Boy es un placer para la vista? La influencia europea no se detiene en la frescura de sus figuras o en el diseño de las mismas. La caracterización del entorno, tan cargado de personalidad como sus protagonistas, es otra de las virtudes de Pope. Absorbiendo el gusto de maestros como el ubicuo Moebius o el poco aplaudido Daniel Torres, sus ciudades, preñadas y boyantes en detalles, se alejan del canon superheróico neoyorquino, para crear un híbrido entre Oporto y cualquier pequeño pueblo francés, con casas bajas de tejados a dos aguas, antenas abarrotando el paisaje y cables y farolas a punto de agotar las fachadas. Sumadle diseños nórdicos para sus dioses llegados a la Tierra, algo de arte tolteca para la guarida del héroe y un evidente regusto dieselpunk para los diseños de armas y máquinas de combate y tenemos un cómic único, particular de veras, que ladra desde la estantería, ufano por su arrebatadora personalidad. Y el tebeo mainstream necesita esto a rabiar. El mundo del cómic norteamericano necesita a Paul Pope como agua de mayo.

Si Obras como 100 % o Heavy Liquid son sus categorizaciones sobre el cyber punk y el hard boiled desde una perspectiva lisérgica, conceptos que comparte con Batman Año Cien o One Trick Rip Off, Battling Boy es la visión particular de Pope del tebeo superheróico más brillante. Conceptos resobados ya como panteones de dioses que cuidan de multiversos de tierras paralelas o campeones contra el crimen son desarrollados por el autor con la fuerza arrolladora de su propia personalidad. El mismo Battling Boy no deja de ser un trasunto de cualquier sidekick, pendiente de demostrar a su mentor su capacidad para estar a la altura, para superarle incluso. Haggard West, por otra parte, representa al vigilante tecnificado, obsesionado con eliminar el crimen en una ciudad a la que ha jurado proteger. Y a través de su hija, Aurora, deambulamos de nuevo por el drama que supone recoger el manto del héroe difunto. Nada nuevo bajo el sol, pero tan nuevo a nuestros ojos gracias a la visión de un Pope desatado, dando lo mejor de su carrera.

La única pega que se le puede poner a este tebeo es el tamaño reducido de la edición de First Second. Las páginas de Pope se merecen no ya un tamaño comic-book, sino las medidas de un álbum europeo. Esperemos que la futura edición española sepa corregir este error.