Edición original: may./jun. 1993; Vertigo (DC Comics).
Edición España: dic. 2008; Planeta DeAgostini.
Guión: Grant Morrison.
Dibujo: Steve Yeowell.
Entintado: Steve Yeowell.
Portadas: Steve Yeowell.
Color: Tatjana Wood.
Rotulista: John E. Workman Jr..
Precio: 7,95 € (Rústica, 80 págs.)
Estamos en 1993. Grant Morrison hace ya tiempo que llegó a DC Comics procedente de las siempre fértiles páginas de 2000 AD y Dr. Who Magazine. Atrás quedan Batman: Arkham Asylum, su etapa en Animal Man o la revisitación de Kid Eternity, y su último número en la Doom Patrol se acaba de publicar sólo un mes antes. Así que, como el guionista está absolutamente desocupado en un período de barbecho, decide probar con la que será su primera miniserie nacida al amparo del sello Vertigo, una Sebastian O que sale al mercado entre mayo y julio del citado año, y que prácticamente sirve de ensayo para Los Invisibles, cuyo largo recorrido comenzaría apenas dieciséis meses después. Editando se encuentra Art Young, el hombre que –al igual que pasó con la casi totalidad de miniseries Vertigo de la primera época– tendría que haberse ocupado de editar las aventuras de Sebastian en el sello Touchmark Comics de la Disney pero que ante su colapso decidió llevarse el material de vuelta a DC. A los lápices, un también británico Steve Yeowell que había coincidido con Morrison en 2000 AD y que estaba destinado a convertirse en uno de los colaboradores recurrentes del escocés.
Los tres números en cuestión, considerados como una producción menor en la trayectoria de Morrison, causaron cierto impacto en el momento de su publicación, como cabría suponer tratándose de un cómic en el que el protagonista es bisexual (u homosexual, no queda del todo claro), mata a sangre fría y no hay un solo personaje que no sea depravado. Sin embargo, sus ventas fueron modestas (aunque buenas, teniendo en cuenta el lema «para lectores adultos») y sus críticas irregulares, de forma que no ha sido hasta 2004 –con Morrison ya totalmente encumbrado– cuando en Estados Unidos se decidieron a sacar un integral recopilando la miniserie.
Ahora, de la mano de Planeta DeAgostini, nos llega en diciembre de 2008 al fin este tomo un poco parco en contenido adicional (sólo portadas originales) pero cuya reproducción y traducción (incluso la del complejo prólogo) son irreprochables. Tiempo, pues, de que le echemos un buen vistazo.
Sebastian Alfred O’Leary es un asesino, hedonista, iconoclasta, esteta, bisexual, altivo y decadente producto de su época. Pero las cosas no pintan bien para nuestro protagonista en esta ucrónica Inglaterra victoriana de connotaciones retrofuturistas. Arrestado junto a todo su club de amigos depravados por crímenes contra la moral, se verá obligado a fugarse para encontrar a la única persona que podía haberlos traicionado: su antiguo y mefistofélico amigo Lord Theo Lavender, quien tiene el firme propósito de llevar su utópica visión de un mundo totalmente artificial hasta las últimas consecuencias.
Las primeras palabras que he escogido de Morrison a propósito de su criatura, sirven como toda una declaración de intenciones; y es que, en efecto, Sebastian O nace con la pretensión de quitarle al escritor su particular sambenito de sesudo: «La obra esta basada en la idea de lo que pasaría si mezclásemos a Oscar Wilde con Jungla de Cristal. Se ambienta en un mundo victoriano y retrofuturista y trata sobre este dandy victoriano que es también un artista del escapismo y un criminal. Está llena de acción, trenes chocando y material de ese tipo. Además, era algo que tenía ganas de hacer, porque la gente ha desarrollado ciertas ideas preconcebidas acerca de lo que escribo. Ahora, he sido etiquetado como ‘El hombre raro de los cómics’, y quería hacer un par de proyectos que mostraran a la gente que también puedo escribir material basado en la acción».
Sí, material de acción, pero con sus puntos comunes predilectos. De nuevo Morrison al aparato: «Escribí Sebastian O porque estaba leyendo un montón de material de autores decadentes y de gente como Oscar Wilde o Baudelaire. Pensé que sería divertido coger un personaje a lo Oscar Wilde y ponerlo en un era victoriana y futurista con ordenadores. Los autores decadentes estaban obsesionados con lo artificial y les disgustaba la bucólica y repulsiva naturaleza, de forma que pensé que en cierta manera se relacionaban con las ideas de la realidad virtual que estaban empezando a aparecer cuando iba a escribir el cómic. Vi la realidad virtual como el sueño decadente hecho realidad; un mundo donde todo sería artificial, sintético y perfectamente hermoso». En definitiva, y usando otras palabras que hacen referencia a la polémica que atañe a Los Invisibles y a cierta trilogía de la Warner: «¡¡También es como Matrix!!».
Violencia, decadencia y perversión
Y atención a las frases que dedica a los homosexuales molestos con ésta y otras muchas de sus creaciones gays: «Joden, pero esperaba esa clase de estupidez. La prensa homosexual sólo muestra interés cuando puede airear cosas que les hacen parecer víctimas. Demasiados de estos así llamados portavoces de los así llamados grupos minoritarios están simplemente obsesionados con la idea de promover un clima de miedo y sospecha, centrándose en ese aspecto de ‘ellos y nosotros’ de sus vidas. Simplemente tratan de reforzar la idea de ellos mismos como miembros apestados de la sociedad porque así consiguen una mayor cohesión en el grupo minoritario y porque de esta forma se incrementa el poder de los autoproclamados líderes de estos grupos. La persecución está por tanto intrínsecamente unida a su imagen, lo que lleva a las grandiosas ideas de que los miembros del grupo son de alguna manera tan jodidamente importantes e influyentes que deben de ser objetivos de alguna enorme conspiración contra su estilo de vida».
Terminamos la sección sacando a colación las antiguas ambiciones de Morrison sobre una eventual segunda parte: «Prometo que cuando haga una segunda parte pondremos mucho más sexo y libertinaje. Había una subtrama de hecho en la que estaba envuelta la corrupción de la hija de Lord Theo, que se suprimió completamente, y que probablemente sea rescatada cuando Steve y yo nos unamos para una nueva miniserie. Realmente nos quedamos muy sorprendidos, y la gente de marketing en DC no se lo podía creer… estaban todo el rato diciendo ¿cómo es posible que un cómic sobre un marica victoriano haya vendido tan bien?».
Los dos motivos conceptuales presentes en Sebastian O son claramente identificables por cuanto atañen a los correspondientes géneros en los que la obra podría adscribirse: Decadentismo y Ciencia ficción. De ellos no puede decirse que se desarrollen consistentemente ninguno de los dos, pero en lo que afecta a la trama y al discurrir argumental, sí observamos que el primero predomina claramente sobre el segundo. Y es que, en efecto, la filosofía de Wilde, Baudelaire o Rimbaud planea con fuerza sobre un tebeo que, sin embargo, se queda en el artificio esteta y afectado de la forma de vida de los autores a quienes reverencia sin llegar a plasmar (o a actualizar) su pensamiento.
Así, en este sentido Morrison se niega a sí mismo cualquier matiz de consistencia, olvidando que no hay nada más superficial que citar inoportunamente sin saber muy el porqué. Ahora bien, referencias y lecturas detrás de Sebastian O no puede decirse que no haya: desde la relación entre el protagonista y Lord Theo, deudora de la relación de Dorian con Lord Henry en El retrato de Dorian Gray –o incluso de la que tuvo el propio Oscar Wilde con Lord Alfred Douglas–, hasta la miríada de satanistas, obras de título provocativo y autores decadentes que pueblan tanto el tebeo como su introducción (la mayor parte de ellos reales o de inspiración histórica). Ejemplos: Ali ibn Hazred (nombre muy parecido al del ficcional autor del Necronomicón), el Hellfire Club, el Club du Paradis Artificiel (nacido del ensayo de Baudelaire), los ya famosos Hashshashin, y un largo etcétera. De hecho, incluso la misma trama argumental está indudablemente adaptada de la novela del francés Joris-Karl Huysmans A contrapelo (À rebours), considerada como el culmen del Decadentismo.
Sebastian y Lord Theo… ¿Dorian y Lord Henry?
¿Wilde y Lord Alfred quizás?
En lo que a la ciencia ficción compete, hay que hacer notar que más bien estamos ante una ucronía victoriana retrofuturista que ante un tebeo steampunk, así como que prácticamente esta línea narrativa se usa «por necesidad»; más por llevar el Decadentismo al absoluto que por sumergirse realmente en un mundo propio e inventado. Y por tanto, como no hay mayor justificación que la expuesta para introducir inusitadas revoluciones tecnológicas en el XIX, tampoco la creación de Morrison se detiene en exponerlas (o usarlas) en exceso. Casi podría afirmarse que lo que muchos toman como el género y el estilo predominante en Sebastian O, no es más que un encubierto macguffin.
¿Para qué es usado? Pues por las citas de Morrison que anteceden a esta sección, ya os lo podéis suponer: la gestación de un mundo artificial basado en la computación donde todo es predecible, controlable, bello y perfecto. Donde los hombres –o tal vez debería decir «un hombre»– pueden jugar a ser Dios reescribiendo y controlando a esa naturaleza que tan a menudo se nos antoja fruto del azar o de un diseño deficiente. De nuevo, un punto de partida interesantísimo pero que tanto por su superficialidad como por haber sido mucho mejor tratado antes y después de la publicación de Sebastian O –entre otros, por el mismo Morrison– se queda en prácticamente nada. El resto, simplemente prescindibles pasajes de peleas, acción no demasiado fortalecida por Yeowell y un conjunto de frases lapidarias más forzadas que ingeniosas. No hay más.
Un mundo libertino y perfecto
El aspecto técnico de Sebastian O tiene muy poco digno de comentarse, puesto que es absolutamente funcional y arquetípico de los cómics de finales de los ochenta y principios de los noventa. Así, tenemos una composición de página anodina, basada en viñetas panorámicas o cuadrangulares de tamaño pequeño y mediano a razón de 4-6 por página, con a su vez el espacio interviñeta blanco siempre conservado (si exceptuamos algunas superposiciones aquí y allá). El dibujo de Yeowell, por su parte, se forma a través de unas proporciones realistas y un tratamiento de las facciones basado en el trazo irregular, entrecortado y de grosor medio para volúmenes y rasgos principales, introduciéndose además por parte del autor unas líneas finas destinadas a potenciar las expresiones que a veces viran al hatching.
Diseño de página funcional
Asimismo, el entintado cumple funciones meramente lumínicas; la paleta cromática se basa en colores planos y resulta quizás excesivamente pobre; y, por último, las portadas –que recaen también en Yeowell– son más que otra cosa splash pages con nula capacidad conceptual y pobres virtudes compositivas. En pocas (menos aún) palabras: apartado gráfico simplón y a todas luces olvidable.
No hace mucho, la página ADLO! recordaba una entrevista a D. Jaime Rodríguez realizada en Universo DC y en la que el antiguo Director Editorial de Planeta DeAgostini dedicaba estas palabras a Sebastian O: «Es bastante horrible y creo que en la web me la ha pedido una persona. No es ni de lejos lo mejor de Morrison. De hecho, tiene todos sus defectos. Todo lo que puedas encontrar de malo en otras obras suyas está aquí reunido. Con esto no quiero decir que todos los tebeos de Morrison tengan esos defectos, sino que los que vas detectando aquí y allá se juntan en esta obra. Además, el dibujo tampoco era excepcional».
¿Llevaba razón? En parte sí, y en parte no. Personalmente, creo que a este cómic le pasa exactamente lo mismo que a su protagonista; esto es, que es hijo de su tiempo. En la fecha de creación de este tebeo Morrison apenas se había sumergido en la exploración metaficcional, referencial y posmoderna de un mundo creado artificialmente para el control de sus habitantes. Lo que nos queda por tanto es un producto primerizo de alguien que aún no había templado lo que quería decir y cómo quería decirlo, y que aún confundía la brillantez de una buena premisa argumental con la solidez que debe mostrarse en su desarrollo; la densidad de manejar unos referentes adecuados, con la pedantería de usarlos a destiempo y sin justificación. De hecho, tan es así que cuando el propio Morrison define la trilogía que le dedicó a esta obsesión, cita invariablemente a Flex Mentallo, Los Invisibles y El Asco, dejando fuera a esta Sebastian O que más parece un estudio preliminar para aquéllas que otra cosa.
¿Merece por tanto la pena? Para mí, fanático del Morrison de los noventa, sí. Pero no por su lectura, sino por lo interesante de ver la evolución del guionista desde un punto histórico y casi arqueológico. Pero alguien que se acerque buscando la maestría de su trilogía cumbre debería abstenerse: saldrá profundamente decepcionado ante un espejismo de buenos deseos; algo que sólo suele suceder cuando, como en este caso, se termina editando por el principio.
Como viene siendo habitual, ahí van el artículo de la Wikipedia en inglés sobre la serie y su ficha en Comic Book Database, acceso a las portadas incluido. Además, web oficial de Grant Morrison y página en la Wikipedia anglosajona sobre Steve Yeowell.
Arqueología internetera. Varias entrevistas (algunas de la época) en las que el autor habla sobre la obra: una, otra, otra, otra y otra. Ufff. Además, no os perdáis el especial Grant Morrison, al detalle escrito por Enrique Ríos para esta misma web. Una completa biografía que os dejamos aquí: Parte I y Parte II.
Reseñas en Zona Negativa de Animal Man, Doom Patrol, Kid Eternity, El misterio religioso, Los Invisibles, Mata a tu novio, Flex Mentallo, El Asco, Seaguy, We3, Vimanarama y Joe el Bárbaro.
Aviso para navegantes: La semana que viene, si todo va bien, la sección se trasladará de forma extraordinaria al jueves a las 8:00 para ofreceros una entrevista con el dibujante regular de Scalped, RM Guéra.
La razón para hacerlo así es doble: por una parte, darle más cancha entre semana a ese documento (espero que sea de vuestro agrado), y por otra, cederle a Juanjo Palacios mi horario para un contenido realmente I-M-P-R-E-S-I-O-N-A-N-T-E. Casi que diría que su obra maestra como redactor. ¡Un saludo a todos y buen puente!
Yo creo que Sebastian O es más bien un ejercicio de gamberrismo para entretenimiento del propio Morrison, donde se vislumbran cuales son los temas que le obsesionan y que luego desarrollará con más profundidad, como la existencia del mundo artificial tipo Matrix donde la supuesta libertad es la mejor forma de control, la presencia del demiurgo como ser que domina esa pseudorealidad, y la necesidad de romper con todo lo establecido (valores sexuales, éticos, morales, forma de vida, etc) para lograr la propia identidad y libertad…
Pero bueno, es que a mi el hedonismo siempre me ha parecido una filosofía de lo más interesante, así que este tipo de historias siempre me resultan curiosas 🙂
Hmmmm puede ser, sí… pero en el caso de que así fuera, la obra sería –para mí– aún más fallida, porque no veo especialmente irreverente o divertido ese gamberrismo tan grueso y exagerado. En la producción posterior que trata este tema Morrison también introduce grandes dosis de gamberrismo y espíritu iconoclasta, pero mucho mejor llevados y justificados; aquí sin embargo parece que se ha propuesto escandalizar a unas cuantas viejas (tal vez porque la provocación se desfasa mientras que el espíritu crítico no).
Sobre esos puntos comunes que le obsesionan, efectivamente son muy interesantes y es muy complejo aislarse de ellos. Pero respóndeme a una cosa: imagina por un momento que no hubieses leído El Asco o Los Invisibles ¿serías capaz de inferirlos a partir de Sebastian O y contentarte exclusivamente con el tratamiento que en ella se les da?
Y respecto al hedonismo jejejjeejejj espero que te refieras al cirenaico, si no serías muy aburrido :p (conste que a mí me resulta curioso, pero se me queda corta como filosofía de vida… me acabaría aburriendo… y por lo que te conozco, te pasaría lo mismo). A propósito… ¿has visto Californication?
Um, yo aun la tengo pendiente, a lo mejor hoy me da el punto y la compro para asi tener algo de que hablar XD
Hablando (de nuevo) de las obras cumbes de Morrison… ¿se sabe cuándo saldrá por aquí el Vol. 1 de los Invisibles?, y ya que me he lanzado, ¿y El Asco? Si váis a contestar «en 2009», mejor no contestar, gracias 😛
P.D.: Sebastian O caerá. Seguro.
Pues entonces, mejor no contestar XD
Pero es que parte del entretenimiento de Morrison creo que es, precisamente, provocar y escandalizar más que ser ingenioso o divertido en el propio comic, ¿no te parece? Es que le pega al Morrison de la época.
Y hombre, está claro que los puntos que le obsesionan son más claros habiendo leido lo que dices, aunque parte de ellos ya pueden verse en Animal Man e incluso en la Doom Patrol…
En cuanto al hedonismo… si, claro, el cirenaico 😛 He visto episodios, pero no la he seguido completa, a pesar de que me llamaba la atención
Mmmmmm… sí, es que me he expresado mal. Quería decir que prefiero al Morrison combativo, antes que al irreverente; al que me hace pensar, y no al que intenta (sin éxito) escandalizarme de forma tosca. Me he equivocado con lo de «divertido»… la diversión no tiene nada que ver.
Animal Man, Doom Patrol… sí, de acuerdo. Pero lo que quería decir es que Sebastian O no se sostiene por sí sola, sino sólo como eco de lo que le precede o lo que le sucede.
Y lo de Californication… si te lanzas, sólo la primera temporada (muy buena en su enfoque del hedonismo). La segunda, a mi gusto, es una prolongación sin sentido que está destrozando la anterior (como Ender o Dune ;))
Si en realidad estoy totalmente de acuerdo contigo. A mi obras como Sebastian O me interesan en tanto en cuanto conozco el resto de la obra del autor, sino es cierto que quedan muy vacias en si mismas (también podría deberse a la duración de las mismas, que sólo permite esbozar ciertos conceptos)
Ok, me lo apunto para Reyes 😉
La compraré este viernes porque me gustaba mucho el Morrison de esa época. A parte por el valor histórico de ser de lo primero publicado por el sello.
Además, contine elementos que me gustan mucho, como la época victoriana, el steampunk y un protagonista incomodamente homosexual. Esto último no se ve mucho en un comic USA, ni siquiera en Vértigo.
JOSE, aún no he leído el largo post (y como «S. O» descansa en mi mesilla de tebeos, y tengo la costumbre de no leer críticas de algo que ya he comprado, aún no leeré este post por ahora), pero no me resisto a puntualizar el título. Es casi una cuestión de estilo, pues desde tu primer párrafo ya queda en entredicho. ¿Primerizo? ¿En 1993?¿Hablamos del mismo Morrison? Porque Grant Morrison, en 1993, ya era considerado uno de los guionistas estrella del «desembarco británico en USA», el segundo más importante tras Moore, o al nivel de Gaiman, si queremos. Recuerdo perfectamente lo publicitado por parte de Zinco de cada nueva obra del escocés, fuera Arkham Asylum, Animal Man, Doom Patrol o lo que fuera…
Vale, estamos, posiblementa, ante el único de su quinta que se mantuvo en primera línea mainstrean, tanto desde Vértigo, como en el universo DC o Marvel, con una obra rica y extensa. Pero carai, primerizo en el 93, no, ni de coña 😉
Jjejejejeje… Octavio no me juzgues mal por un título descontextualizado. A poco que hayas leído siquiera el resumen de portada ya sabrás que el artículo empieza así (no digo nada sobre la obra, así que no hay menoscabo de tu «virginidad» intelectual a la hora de acercarte al tebeo): «Estamos en 1993. Grant Morrison hace ya tiempo que llegó a DC Comics procedente de las siempre fértiles páginas de 2000 AD y Dr. Who Magazine. Atrás quedan Batman: Arkham Asylum, su etapa en Animal Man o la revisitación de Kid Eternity, y su último número en la Doom Patrol se acaba de publicar sólo un mes antes. Así que, como el guionista está absolutamente desocupado en un período de barbecho, decide probar con la que será su primera miniserie nacida al amparo del sello Vertigo, una Sebastian O».
Primerizo, como digo más adelante en el artículo, es un adjetivo que viene matizado por ser ésta la primera obra de Morrison netamente concebida para Vertigo y también la primera en la que comienza a desarrollar directa, manifiestamente, y erigiéndolo en protagonista conceptual, ese tema recurrente suyo de la realidad artificial como mecanismo de control frente al que es necesaria una actitud combativa. Un tema que aquí adolece en su exposición de ciertas carencias propias de un guionista primerizo (pero primerizo con respecto a esa etapa no con respecto a su carrera). ¿Ahora sí?
bien, bien 🙂
Jjejejej, aclarado pues.