Edición original: Jew Gangster (Vertigo, 2005).
Edición nacional/ España: Gánster judío (Planeta, 2007).
Guión y Dibujo: Joe Kubert.
Color: B/N.
Formato: Tomo rústica 144 págs.
Precio: 9’95€.
Joe Kubert (1926-2012) es uno de los grandes dibujantes norteamericanos de todos los tiempos. De padres judíos, emigrantes polacos, empezó a publicar con poco más de 11 años. Tras los lógicos titubeos iniciales –más lógicos aún en su caso- recabó en DC Comics. Hawkman, el Sargento Rock y el As enemigo deben mucho de su popularidad universal a su trazo ágil. Pocos saben que en 1952 publicó el primer tebeo en 3D con Super Ratón, del que llegaron a venderse 1’2 millones de copias. También dejó su impronta en los tebeos de Tarzan, a la sombra de los genios Foster y Hoggarth en las tiras de prensa, y en creaciones propias como Tor, un salvaje a medio camino entre Conan y el citado Rey de los Monos. De su magisterio da fe la Joe Kubert school of cartoon and graphic art, una de las más prestigiosas academias del ramo, de la que salieron artistas como Timothy Truman, Rick Veitch, Stephen Bissette o Rags Morales. La saga familiar continúa con sus dos hijos Adam y Andy, deudores de las aptitudes de su padre, sin llegar a su estatura artística.
Kubert poseía un talento inmeso, colosal, de quien parece que respira dibujando, de quien diríase que no malgasta una línea. Como otros gigantes (estoy pensando en John Buscema) su pericia, casi obscena, le permitía, a veces, escatimar en fondos, sacrificar el detalle al trazo expresionista, no por sencillez meditada (como el ínclito Alex Toth, quien rara vez se permite un descuido) sino por economía y -¿a qué negarlo?- una cierta urgencia que podría confundirse con molicie.
Podría calificarse Gánster Judío, el relato de un muchacho en el paupérrimo Brooklyn de la depresión estadounidense, como obra de madurez, atendiendo a la fecha de publicación (2005), pero no sería del todo cierto. Pertenece más bien a esa etapa en la vida de un artista en que ya no le queda nada por demostrar, en que ya ha pasado el tiempo de los galones, de las audacias, de la búsqueda de la propia voz y empieza a contarse las historias a sí mismo, como repitiéndose los temas más queridos, soñados o, simplemente, recordados, con un ápice de blandura, con un tiento de amargura y melancolía. Tan familiarizado con la entrega mensual, con las 20 páginas donde había que desarrollar una trama y dejar al lector con ganas de regresar el mes siguiente, Kubert prueba aquí otros lances. En Gánster Judío alienta una voluntad eisneriana (del Eisner de Contrato con Dios, no el de The Spirit), de quien sin duda admiraba su investigación en el cuento adulto, con pretensión de literatura (aun cuando estuviera tan influido por el cine), que es lo que le valió la etiqueta de “creador de la novela gráfica”. Y ese camino quiere Kubert transitar sin -¡ay!- conseguirlo del todo. Gánster Judío bebe de esa libertad de temas, de ese desprejuicio de “el cómic es un medio tan bueno como cualquier otro para contar una historia”. Mas no ha conseguido emular la potencia técnica del maestro, su teatralidad majestuosa, y la propuesta queda como una entretenida película de criminales de medio pelo, pongamos Una historia del Bronx antes que El Padrino. Poco se complica la vida. Resulta evidente que secuencia dividiendo la plancha en dos mitades. La cuadrícula más habitual es el 2×2, en la que no es fácil evitar la monotonía. Se observará que insiste en el mismo recurso: plano general, plano medio o americano, primer (o primerísimo) plano. Cuando modifica la composición, mantiene sin embargo la mencionada división de la plancha, de suerte que las viñetas de la parte superior pueden multiplicarse (o simplificarse) pero no invadir la parte inferior. Si exceptuamos las splash-page (inicial, final y de presentación de los capítulos) sólo la página 77, con un panel vertical a toda página seguido de ocho pequeños cuadros, altera este diagrama.
Donde Kubert no puede evitar brillar es en el apartado gráfico. Sin dejar de notar que dista de ser su mejor trabajo como ilustrador, la narración se sustenta casi exclusivamente en la belleza plástica; el argumento guarda pocas sorpresas y avanza a ritmo convencional. La historia la hemos visto/ leído un centenar de veces. Nos atrapa la superposición “marca de la casa” entre dos tipos de acabado, incluso en la misma viñeta, con personas y objetos delimitados con precisión cohabitando con rayas como al descuido, quebradas como en un esbozo. Kubert en estado puro. La sequedad y eficacia dramática del dibujo contrasta con un guion al que le falta acidez y mala baba, que cae sin sonrojo en todos los tópicos, sin dejarse ninguno. Esta sensación de deja vu nos acompaña fielmente hasta el sonrojante final, que traiciona cualquier (escasa) pretensión de autenticidad previa.
Gánster Judío fue publicado por Planeta en 2007 en un tomito de 144 páginas imitando en formato y presentación una novela pulp corriente, de las que antaño conquistaron quioscos y bibliotecas.
No lo he leído. He estado a punto de pillarlo no sé cuantas veces pero, al final, siempre me he echado para atrás. El tamaño no me ayudaba a decidirme, desde luego, pero es que siempre he tenido la sensación de que este era un tebeo parecido a Abraham Stone. Que tampoco es que me entusiasmara, precisamente.
Eso sí; Joe Kubert era un dibujante como la copa de un pino.