ZN Cine – Crítica de El poder del dinero de Robert Luketic

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Dirección: Robert Luketic
Guión: Jason Dean Hall, Barry L. Levy, Joseph Finder (novela)
Música: Junkie XL
Fotografía: Scott Anderson
Reparto: Liam Hemsworth, Amber Heard, Harrison Ford, Gary Oldman, Embeth Davidtz, Josh Holloway, Richard Dreyfuss, Julian McMahon, Lucas Till, Angela Sarafyan
Duración: ciento seis minutos
Productora: Relativity Media / Gaumont / Demarest Films / EMJAG Productions
País: Estados Unidos / Francia
Valoración:

 

Una de las constantes que plantea la creación de relatos de ficción es la dificultad para conseguir que el resultado final presente una trama cerrada. Siempre puede colarse algún agujero, alguna inconsistencia de ésas que luego dan para toda suerte de teorías e hipótesis por parte de la respetable audiencia. Si la parroquia se toma la molestia de explicar los cabos sueltos de la historia contada, sus responsables se pueden dar por satisfechos. Sin embargo, hay casos, demasiados, en los que la obra es una manta afectada por la polilla y la feligresía termina la lectura del libro o el visionado de la película con la sensación de que les han tomado el pelo. El poder del dinero es un ejemplo bastante bueno de esta segunda tendencia.

La película comienza planteando una serie de premisas muy interesantes. Adam Cassidy (Liam Hemsworth) es un joven veinteañero que ve que los sueños que tenía al entrar en una compañía especializada en tecnología puntera se van diluyendo conforme cumple años. Su generación, sobradamente preparada y llamada a merendarse el mundo, está atascada en los escalones más bajos de la empresa. Sueldos bajos, horarios y calendarios inexistentes y unas ambiciones que, por irrealizadas, empiezan a amargar la vida de Cassidy. Un padre con enfisema pulmonar (Richard Dreyfuss) se suma a un escenario descorazonador para contarnos que el protagonista es una pieza insignificante dentro del esquema de una empresa que no se toma la molestia de informarle de la reducción de su cobertura sanitaria. Adam es el coordinador de un equipo de personas de edad, aspiraciones y frustraciones parecidas y el exceso de orgullo de aquél sellará el destino de éstas, cuando se atreve a cuestionar la política del dueño de la entidad, Nicholas Wyatt (Gary Oldman). Wyatt reconoce en el joven a una versión actual de sí mismo, pero responde poniéndole a él y a los suyos de patitas en la calle. Un desliz provocado por una noche de juerga colocará a Cassidy en manos de su antiguo jefe, el cual le propondrá un trato que no podrá rechazar: implicarse en una trama de espionaje industrial. Adam será el peón en una añeja partida de ajedrez que enfrenta a Nicholas con su antiguo mentor y rival en el sector tecnológico, Jock Goddard (Harrison Ford). Una reflexión sobre el aciago destino de las nuevas generaciones, una imagen deprimente del mundo laboral y una negación de la relación de causa y efecto entre esfuerzo y resultado. Todo ello enmarcado en una trama general sobre los avances tecnológicos en el mundo de la comunicación, con apuntes interesantes sobre el control inherente a la tenencia de teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores portátiles y demás cacharros. Esa posible vigilancia modelo “gran hermano” justificaría el título original, Paranoia (que aquí se ha traducido por uno menos revelador). El problema es que todo esto se pierde en un desarrollo simplón, infantil y salchichero que aprovecha poco o nada el contenido de los temas propuestos.

Las amarguras de Cassidy y sus amigos dejan paso al relato de la rivalidad entre Goddard y Wyatt, la cual evoca directamente los nombres e historias de personajes como Steve Jobs, Steve Wozniak o Bill Gates, o de compañías como Apple y Microsoft. Al mismo tiempo introduce una nueva reflexión sobre el secreto del éxito en estas lides: ¿qué tiene más valor? ¿el talento para crear o la habilidad para hacer una creación comercial? Wyatt se presenta como la mente brillante en tanto que Goddard parece ser el empresario. Uno considera que el otro se dedicó a exprimirle y el otro piensa que sin su tutela el uno no habría logrado hacer explotar su talento. La rivalidad empresarial se superpone a una enemistad personal que arrastrará a Adam a un torbellino de acontecimientos que no puede controlar. Se ha convertido en un espía y el destino de los espías suele ser poco halagüeño. Hasta ahora todo va bien, pero conforme se desarrolla la trama ésta empieza a perder complejidad para introducir un romance digno de cualquier título de Jennifer Aniston, Katherine Heighl o la que ocupe actualmente el trono de la comedia intrascendente. El plan de infiltración diseñado por los subalternos de Wyatt (una psicóloga impersonada por Embeth Davidtz y un matón interpretado por Julian MacMahon) es bastante burdo, pero su ejecución, a cargo del propio Cassidy, bien podría haber sido firmada por el agente secreto Anacleto. Los objetivos últimos de la labor de espionaje nunca terminan de estar del todo claros.

La peor parte se desarrolla al final, cuando hay que intentar dar un final feliz a una historia que, en principio, no debería tenerlo. Planes al estilo del Equipo A y un desenlace mal explicado que tiene que dejar claro que “el crimen no paga”, pero no explica qué crímenes se han cometido.

Es una auténtica pena que nombres como los de Harrison Ford, Gary Oldman o Richard Dreyfuss se vean en el reparto de subproductos como éste. Dreyfuss es un gran actor, Oldman es otro gran actor y Ford… bueno, es un actor bastante decente. Los tres cumplen con las tareas asignadas, aunque éstas no presenten especial dificultad. Lo mismo puede decirse Davidtz y de MacMahon (aunque este último haría bien en preguntarse por qué en las salas de cine se le identifica como “el tío de los rayos de las películas de Los Cuatro Fantásticos”). Por lo que respecta a la pareja protagonista, hacía tiempo que no veía unos intérpretes tan rematadamente malos. Amber Heard no tiene mucho que rascar en su papel de interés romántico y motivo de remordimiento del protagonista, pero Liam Hemsworth es un auténtico cacho de tocón de pino que solamente aporta su apostura para un papel que le queda demasiado grande.

En resumidas cuentas, buenas premisas y un desarrollo penoso para una cinta olvidable. Queda la duda de saber si la novela original tiene los mismos problemas que esta derivación cinematográfica, pero sinceramente, pocas ganas me han quedado de averiguarlo.

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Mr. X
Mr. X
Lector
18 marzo, 2014 8:14

¡Pobre Liam! Sin Miley, este chico anda más perdido…

Juan Luis Daza
Autor
18 marzo, 2014 10:55

Pues no me llamaba mucho la atención a pesar del gran reparto, pero ahora ya si que la descarto de la lista de espera.

¡Muy buen trabajo Luis Javier!

x-ternon
Lector
18 marzo, 2014 19:01

La verdad es que tiene pinta de estar tan prefabricada que huele a película que no la has terminado de ver y ya la estás olvidando. «Primero buscamos el reparto y luego ya vemos que hacemos con ello»