El extraño juicio a Roy Ely y otros cómics de ciencia ficción

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Edición original/ España: El extraño juicio a Roy Ely y otros cómics de ciencia ficción (Toutain, 1984).
Guión: Emilio Balcarce, Carlos Trillo, Ricardo Barreiro, Jean Genever, Alfredo J. Grassi.
Dibujo: Juan Giménez.
Color: B/N.
Formato: Tomo rústica 80 págs.
Precio: 550 ptas.

 

Todo artista pasa por un momento decisivo en que debe encontrar su propia voz. Como lector es emocionante presenciar ese salto entre el autor que navega con la brújula de influencias mejores a aquel que se convierte a sí mismo en un modelo a imitar, red para futuros talentos que consoliden y perpetúen sus hallazgos. A veces la maduración sucede entre bambalinas, aguardando la retrospectiva que la revele. Otras irrumpe como un fogonazo exultante, deslumbrando a quien se halle en sus alrededores. A principios de la década de 1980 El extraño juicio a Roy Ely puso a Juan Giménez en el mapa. Fue una de esas historias de las que todo el mundo hablaba, una de esas historias que “había que leer”. Sigue siéndolo, después de 30 años. Toutain la usó como punta de lanza de un tomo que recopilase esos trabajos dispersos en revistas donde Giménez eclosionaba de joven promesa a audaz maestro.

El extraño juicio a Roy Ely

Escrito por Emilio Balcarce, el relato estrella de la antología bebe de fuentes clásicas de la ciencia ficción, siendo las más evidentes las revistas de la EC y sus herederas naturales en Gran Bretaña (tipo 2000 AD), que a su vez adaptaban los magazines pulp donde debutaron en los 40 y 50 todos los grandes del género, de Bradbury a Asimov pasando por Bester o Poul Anderson: un tipo de ficción de tradición en Argentina, donde a la suspicacia tecnológica y el final sorpresa se añade crítica social y una preocupación por el hombre no sólo como especie sino como individuo. En concreto, el texto de Balcarce homenajea explícitamente al cuento de Harlan Ellison No tengo boca y debo gritar; tampoco podemos pasar por alto Johnny cogió su fusil, el film antibélico de Dalton Trumbo de gran impacto aquellos días, cuya premisa resulta, en definitiva, curiosamente similar.

Guion implacable, milimétricamente concebido y distribuido en diez páginas engañosamente simples alrededor de un proceso judicial, la escritura mantiene una deliberada ambigüedad respecto a los bandos en litigio, el señor Roy Ely del título y la corporación Univao; no así la imagen. Roy Ely, caracterizado como un vividor egoísta, se nos aparece más humano y comprensible que el grimoso abogado de la acusación, el untuoso jerifalte de Univao o la Corte mecánica de magistrados. Los androides reflejan la función para la que han sido creados con un símbolo específico en la máscara de sus caras: una cruz para los médicos, una balanza en equilibrio para los jueces, etc. El relato mantiene su dolorosa vigencia, incluso el tiempo la ha reforzado y la caricatura de la codicia empresarial, capaz -por un precio- de extraer hasta lo indecible del ser humano encuentra en nuestros días nuevas e insospechadas resonancias.

Las situaciones ideadas por Balcarce inspiran a Juan Giménez algunas de sus páginas más brillantes e influyentes: aquí está la semilla de la brutalidad de los metabarones, por ejemplo, o de la alternancia de planchas detalladas al extremo frente a ocasionales viñetas de líneas estilizadas en figuras de apariencia hueca, como un efecto de sobreexposición lumínica. De notable variedad compositiva, en solo diez páginas vemos alardes de todo tipo: panorámicas, primeros planos dramátizados, picados, elementos que escapan de sus marcos, zooms, plano-contraplano, etc.

En la introducción (del mismo Balcarce) se informa de una adaptación televisiva en curso (en 1984) desconocida por mí.

Inolvidable imagen de esta obra maestra en diez páginas
Inolvidable imagen de esta obra maestra en diez páginas

Otros cómics de ciencia ficción

El volumen se completa con otras seis historietas de interés menor aunque apreciables. En ‘2 castigos para el cobarde’ encontramos una de las escasas colaboraciones entre Giménez y Carlos Trillo, firmantes pocos años más tarde de la obra maestra Basura. Se trata de un cuentecillo primerizo de aventuras espaciales donde aflora uno de los temas recurrentes del genial escritor: la futilidad del heroísmo. Elaborado sobre la base del resultón golpe final, queda lejos tanto del relato anterior como de las joyas de ambos, sea juntos o por separados.

‘Decisión’, escrita por Alfredo J. Grassi, da vueltas sobre la psicosis de la destrucción nuclear mutua en términos similares -aunque más pesimistas- a los planteados en Juegos de guerra (Badham, 1983). Las estaciones espaciales circulares anuncian la influencia de 2001 una odisea del espacio (Kubrick, 1968). Tal vez la más floja de la selección, Giménez apenas está un paso por encima del amateurismo y la trama carece tanto de matices como del adecuado ritmo imperioso de la cuenta atrás.

En el díptico ‘WAR III’ nos encontramos con el escritor Ricardo Barreiro, uno de los colaboradores habituales de Gimenez (por ejemplo: Ciudad). En la onda del Rogue Trooper británico, suponen una suerte de Hazañas Bélicas futuras donde el absurdo de la guerra cobra un sentido más negro de lo habitual, con ese tono fútil de Los desnudos y los muertos de Norman Mailer. Un paisaje desolado sugiere el típico porvenir indeterminado de esperanzas enterradas y humanidad al borde de la extinción.

‘Sí, jefe’, escrito por Jean Genever, regresa al relato apocalíptico con final sorpresa. Funciona como aventura bélica, si bien se echa en falta una mayor penetración psicológica. Más afortunada es ‘Silver’, nueva colaboración con Barreiro, que cierra el volumen con un nuevo despliegue de horrores de guerra futura, atemperados con un sentido homenaje al western.

En resumen, El extraño juicio a Roy Ely y otras historias de ciencia ficción, publicado por Toutain en 1984, entusiasma por la maravilla imperecedera que abre al álbum y por la posibilidad de ver crecer ante nuestros ojos a una fuerza de la naturaleza como Juan Giménez.

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