CONSTANTINE (EEUU 2005, Aventuras – Terror, 121 Minutos)
Dirección: Francis Lawrence
Guión: Kevin Brodbin, Frank A. Cappello
Reparto: Keanu Reeves, Rachel Weisz, Peter Stormare, Djimon Hounsou, Shie LaBeouf, Max Baker, Tilda Swinton, José Zúñiga.
Música: Klaus Badelt, Brian Tyler
Valoración: 6/10
Resumen: John Constantine es un investigador paranormal con la habilidad de distinguir la verdadera forma de los demonios y ángeles que viven entre los humanos.
Crítica: Muy diversa ha sido la naturaleza de los defensores de la luz: religiosos de ferviente fe, cazadores sin escrúpulos captados por una causa justa, seres del averno que optan abandonar el bando demoníaco para proteger a la humanidad que los rechaza… Del mismo modo han combatido a las tinieblas con armas de diferente procedencia pero de semejante efectividad. Imposibles artefactos medievales, amuletos de todo tipo o simplemente el odio por lo infernal han sido útiles a la hora de derrotar a los enemigos de la luz.
Sin embargo, y a pesar de la evidente falta de similitud tanto en aspecto como en métodos entre los que forman las legiones celestiales, todos ellos han tenido un punto en común: su enemigo supremo. Como una pesadilla recurrente, cada uno de estos soldados de la rectitud ha tenido que demostrar de cara al público que era capaz, por sí solo, de plantar cara y derrotar no ya a un demonio común y corriente, sino al líder de tan deplorable horda. La aparición del señor absoluto de las tinieblas como némesis del protagonista ha sido un mantra insalvable repetido hasta el aburrimiento.
Desde el punto de partida, que no es otro que el casi bizarro cómic de Hellblazer, Constantine se ha sabido mover entre el tópico del género y la ácida visión que sus diversos autores han querido dar del mismo. En la película, Constantine pierde inevitablemente grandes dosis de esa mala leche, pero conserva, al menos en la gran primera parte del metraje, esa intención renovadora y de marcado tinte individualista. Tras un impactante comienzo se nos empieza a dejar bien claro que este tal Constantine no es un plañidero escondido tras una falsa apariencia de hombre duro, sino un gurú de un trabajo que no le atrae demasiado y que entiende como una condena.
Al mismo tiempo se nos demuestra que el proyecto se ha concebido para entretener, y que por tanto se hará lo posible para endulzar la trama con el mayor espectáculo posible. La dirección se esfuerza acertadamente en llenar la pantalla de escenarios infernales, ralentís de cámara y tomas imposibles mientras presenta con premura los personajes y narra con precisión su problemática. La primera hora es, sin necesidad de exagerar, una demostración de buen hacer, que consigue atrapar al público en una cuidada trama apoyada además por una lograda propuesta visual.
Sin embargo, y esto empieza a ser habitual en muchas películas orientadas al entretenimiento, tras ese periodo de tranquilo viaje, el espectador empieza a percibir que ha abandonado el camino seguro para intentar atravesar un desvencijado puente de cuerdas que amenaza con ceder con cada nuevo paso. Ante ese peligro palpable de caer irremisiblemente en el abismo del tópico, el público empieza a ver al Constantine de Reeves peligrosamente parecido a Neo, a una Rachel Weisz que no conquista igual que en las primeras escenas, a las apariciones de ángeles y demonios con nombre propio como algo ridículo, a la identidad del enemigo final como una obviedad y al modernísimo estilo del director como un medio exagerado y repetitivo de suplir las carencias de esta última parte.
Pero a pesar de este amargo regusto final, el resultado global no es malo y alcanza momentos que sin calificar como brillantes bien valen el apelativo más ambiguo, pero igualmente valioso, de interesantes. Constantine supera con creces a muchas adaptaciones de cómics más conocidos que podrían haber sacado mayor partido en pantalla sin estar limitados, como es el caso de Hellblazer, por su malsana visión de conceptos icónicos que, por desgracia, no tiene cabida en el cine comercial. Esperemos que la secuela que se prepara parta con la intención de superar a su predecesora y de tratar de huir del insaciable demonio de la monotonía.
O.K.: Que no caiga en un inapropiado romanticismo.
K.O.: La parte final se desploma.