DIAL H: El Fin

 

Edición original: Dial H for Hero núms. 11 a 15 USA, Justice League núm. 23.3 USA
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: China Miéville
Dibujo: Alberto Ponticelli, Annie Wu, Brendan McCarthy, Carla Berrocal, Carmen Carnero, David Lapham, Emi Lenox, Frazer Irving, Jeff Lemire, Jock, Kelsey Wroten, Liam Sharp, Marley Zarcone, Mateus Santolouco, Michelle Farran, Riccardo Burchielli, Sloane Leong, Tula Lotay, Zak Smith
Entintado: Dan Green
Color: Richard y Tanya Horie, Allen Passalaqua
Formato: Rústica, 160 págs. A color.
Precio: 14,95 euros

 

Leer Dial H es demencial.

Demencial como algo positivo y negativo al mismo tiempo.

Tal vez Dial H sea la serie más difícilmente recomendable de todas cuantas vieron la luz con el Nuevo Universo DC.

Su temática cambiante y extraordinariamente dinámica, su frenesí constante y una historia compleja hasta el hartazgo, hacen a la serie demasiado hermética hacia sí misma. ¿Pero quién está detrás de esta serie inclasificable?

China Miéville, escritor, ganador de dos Locus y un Hugo, político con inclinaciones de izquierdas y profesor universitario con claras influencias, reconocidas por el mismo, como M. John Harrison, Michael Moorcock, Thomas M. Disch, y J.G. Ballard, así como H. P. Lovecraft. Su trabajo destila la esencia de las revistas pulp de los años 20. Todo un collage de influencias que perfilan a este escritor como el ideal para una serie donde todo cambia y fluctúa a cada página, avanzando a través de una historia compleja que no deja indiferente a nadie.

Como ya comentamos anteriormente en la reseña del número anterior, esta nueva incursión en el universo particular de los diales se aleja enormemente de las anteriores. Si bien la esencia se mantiene, el concepto se expande extraordinariamente con la aparición de otros diales con capacidades distintas al ya conocido Dial H.

La nueva serie, que ahora termina con este número, es atrevida y fresca dentro de los lanzamientos iniciales del Nuevo Universo DC. Su planteamiento se aleja de tratamientos convencionales y se apoya en conceptos que muchas veces resultan bizarros por definición.

Y aquí, en el último número de esta colección, es donde lo demencial alcanza una nueva cota.

Resumir que vamos a encontrarnos en este cómic es algo complicado. La trama desfila hacia el enfrentamiento final entre el operador perdido en el mundo de los diales, el descubrimiento de que los diales están defectuosos y la batalla de Ciempiés contra Nelson por hacerse con el control de un Dial.

La sucesión de ideas es tan frenética que cuesta seguir el hilo conductor de la historia. Se sabe en todo momento hacia dónde vamos, pero cuesta intuir como vamos a llegar hasta ese final que augura la destrucción del universo. Los diales son mucho más que meros conductores de identidades, son portales y se siembra la posibilidad de que al usarlos estos roben los poderes de otro superhéroe.

Pero nada de lo dicho es negativo.

Una serie valiente y arriesgada como Dial H necesita de una historia llena de recovecos. Cualquier otra forma de encarar esta colección hubiera sido un error. Puede que las ventas no fueran las esperadas, pero su valor como algo diferente es innegable y su mera existencia resulta un soplo de aire fresco en medio de una atmósfera más que contaminada.

Esta serie ha sufrido del conocido efecto navaja ya que los lectores hastiados de series con planteamientos estándar reclaman nuevas formas de hacer las cosas, otro lenguaje tanto escrito como visual… y cuando ese cómic aparece le damos la espalda. El doble filo de la navaja que termina con cómics de excelente factura, novedosos y rompedores, con críticas positivas, cancelados por las bajas ventas que no son capaces de generar.

Dial H no es una serie para todos. Es una serie para unos pocos. No es un producto de masas ni pretende serlo, tal y como demuestra el número final de la serie que nos lleva al 23.3 de la Liga de la Justicia, donde el Ciempiés sigue persiguiendo el Dial E para su uso personal. En este número China y un dibujante por página, saltan de un personaje a otro con tal fiereza que uno no termina de saber que ha pasado al terminar de leer el número. A primera vista puede resultar un experimento tosco, fuera del tono, sin mucho sentido en la globalidad de la serie, pero una vez superada esa primera impresión se percibe como simplemente el empujón final que nos da Miéville para adentrarnos en la locura que implica buscar y poseer un Dial.

Lo que si que enamora, se mire por donde se mire, son las portadas del maestro entre maestros Brian Bolland. Una delicia que merece ser contemplada una y otra vez, por su perfección y su imaginación para atraer al lector con imágenes que no dejan a nadie indiferente.

Nueva, fresca, diferente, hermética, distinta, loca, genial, incomprendida, frenética, espesa, dura, compleja, interesante, tediosa e incluso aburrida… así es Dial H y así debe ser.