Edición original: La Fille du professeur (Dupuis, 1997).
Edición nacional/ España: La hija del profesor (Astiberri, 2003).
Guión: Joann Sfar.
Dibujo y Color: Emmanuel Guibert.
Formato: Álbum cartoné 64 págs.
Precio: 15€.
A estas alturas, de Joann Sfar sabemos, como poco, dos cosas: que es un tipo increíblemente prolífico y que la calidad media de su producción es envidiable. Más cosas sabemos, en realidad. De su gusto por el pulp, probado fehacientemente en obras como Vampir (y su continuación, L’Amour) o El profesor Bell, por ejemplo. O su ascendencia judía, que le marca a fuego en su eficacísimo sentido del humor. Emmanuel Guibert, en cambio, es casi un desconocido para esta página. Sólo el compañero Toni Boix, hace ya algún tiempo, reseñó El Capitán Escarlata y Las olivas negras, sendas colaboraciones con David B y el mismo Sfar, respectivamente. Sin embargo, sus trabajos más celebrados, aquellos que le han granjeado fama y premios, como El fotógrafo (con Didier Lefèvre) o La guerra de Alan (como autor completo) no han obtenido su justa repercusión. En 1997 La hija del profesor supuso el encuentro de estos dos colosos en una historieta de 60 páginas que se alzó con el Premio Alph’Art al mejor álbum del Salón Internacional del Cómic de Angoulême en 1998 y el Premio Goscinny de ese mismo año.
Con una rejilla de tres filas y dos columnas, seis viñetas por plancha, con la excepción de dos splash-pages (el picado de la pág.17 y el juicio de la pág.41) y dos alteraciones, manteniendo las proporciones, en la página 23 (con la unión del equivalente a las últimas cuatro viñetas en una sola donde vemos la «caza de momias») y en la hoja final (con la última fila cosida en una única y significativa imagen), Sfar y Guibert narran, con ritmo impecable y candor irresistible de fábula, el romance entre el redivido faraón Imhotep IV, momificado y todo, y la hija del afamado profesor Bowel, de nombre de pila Liliane, en el finisecular Londres victoriano.
Cuento sin moraleja, como no sea en las segundas oportunidades en el amor, flota sobre sus páginas una contagiosa vitalidad, una amabilidad tierna que alimenta la sonrisa, aun cuando no se omitan algunas truculencias y asesinatos. Ya conmovedor, ya trepidante, el cuento erige su propio sentido, donde un cuerpo disecado durante más de treinta siglos es capaz de moverse, hablar y amar como si tal cosa, sin que la incredulidad lastre el relato. La sociedad retratada no cae en la perplejidad ante la fantasía desatada por Sfar y Guibert y el susodicho faraón egipcio puede acudir a los tribunales y declarar en favor de su amada, amén de otras proezas muy fuera del alcance de un fiambre.
La conjunción de estos dos implacables talentos da como resultado un libro que no podrían haber firmado ninguno de los dos en solitario. A Guibert le habría faltado el punto de locura, el desparrame controlado que solo alguien como Sfar (o David B) es capaz de imprimir. Sfar, por su lado, contagia a sus lápices sus arrolladores sinsentidos como blasones de libertad y júbilo incontestables. No habría sabido dotar a Liliane y a Imhotep de la cinética naturalista, con esos espacios bien dosificados (si bien escuetos en detalles), que aporta Guibert.
Las bazas de Sfar se explican pronto, en un sueño, por si fuera necesario para quienes ignoren el mito de la momia, reivindicado también por Francis Ford Coppola en aquellas fechas para el rey de los vampiros: la búsqueda del amor reencarnado, aunque sea solo en su resemblanza, como si no importara la mujer real, solo su rostro. No es, por tanto, el caso de Carter y Shayera Hall, protagonistas de la serie Hawkman, recuperándose (y perdiéndose) a lo largo de los siglos, sino una oferta menos trágica que aúna las segundas oportunidades con el poder redentor de la pasión.
La hija del profesor se ubica en la capital inglesa, lo que permite a sus autores, franceses como es sabido, sus coñas a costa de su Majestad la Reina o del expolio británico de reliquias extranjeras. Las mencionadas querencias por el pulp y las leyendas llevan a Sfar a combinar sin sonrojo ecos de el holandés errante con la farsa judicial y el folletín de huidas de presidio en un entorno de ensueño donde en los parques suena Mozart y en los cafés se bebe té, donde una joven se puede enamorar sin remisión de un cadáver amojamado que deambula por las calles sin hacer desviar la vista de los transeúntes. Todo ello gracias a la magia poderosa de Joann Sfar y Emmanuel Guibert.
Entiendo que nadie comenta porque nadie ha leído el tebeo…
Échenle un ojo, que merece mucho la pena (y así me animaré a escribir sobre otras obras de Guibert). 😉
Entiende usted bien, caballero…
Que lee usted unas cosas muuu raras… -(léase esta última frase con gafas de pasta empañadas, sobrepeso y camiseta de espiderman de las que vendía vértice)-
Eso sí, Sfar es un crack.
Mientras las rarezas sean como esta, me apunto. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. 🙂
«Entiendo que nadie comenta porque nadie ha leído el tebeo…»
XDDD
En parte, sí. Y en parte (una ínfima parte), para que no me tientes, cabronazo. Que vas a ser mi ruina. Ayer me llegó el Memorias de un 38. Y ya he pedido S.O.S. Felicidad.
A mí ya sabes que todo lo que sean marcianadas me encanta. Ahora mismo me estoy leyendo Elephantmen y Wasteland, flipando como un enano. Mu yanqui estoy yo últimamente…
Y en cuanto a trabajos duros… me están «sugiriendo amablemente» que prepare la cena…
-«‘¡YA VOY YA VOY LEÑE!!!»
‘S.O.S. Felicidad’ es un tebeazo, de más actualidad ahora, si cabe, que el día de su concepción. Una magnífica compra, Retranqueiro. Espero tus impresiones, cuando lo leas, que ya sabes que siempre es un placer verte por aquí.
Retranqueiro, con «S.O.S. Felicidad» vas a flipar, fijo.
Joder que despacio escribo
Agente Sadness: ‘Wasteland’ era la serie esa de historias cortas que publicó DC hace la tira, en los tiempos pre-Vertigo, y que aquí apenas nos llegó la muestra?
No, no, el Wasteland que digo yo es de Oni Press, un rollo en plan post-apocalíptico, con una estética que parece sacada de un video-clip de Fields of the Nephilim. Coño, hasta algunos capítulos comienzan con estractos de canciones de éstos o de los Sisters…
Mira, aquí te hablan un poquiño de ello:
http://www.onipress.com/series/wasteland
Ya os contaré qué tal.
Joder, pues sí que tiene estética Fields y Sisters. Y supongo que el título es por la canción de The Mission. Pues le echaré un vistazo. Para La Hija del profesor tendré que esperar, que sabe usted señor Agrafojo que Sfar me pirra, pero no doy a basto.
Sr Sergio Aguirre:
¡ALABADO SEA PAZUZU!!
Otro lector de tebeos que escucha a los Nephilim… si hasta me he emocionado, copón. Pues si gusta usted de música siniestrilla y tebeos, échele un ojo a esto:
http://www.comicbookresources.com/?page=preview&id=23790
Si no lo conoce, al menos le aseguro que se va a echar unas risas.
Lo había visto de pasada, Agente Sadness, pero lo que he visto en el enlace me ha llamado mucho la atención. La verdad es que no soy muy de Black Metal (valga la redundancia) y lo mas parecido que conservo son el Puritanical Euphoric Misanthropia, el Vempire y el Principle of evil made flesh. De intersección con el metal tiro mas a Type O Negative, Paradise Lost, Moonspell, My Dying Bride… lo habitual, supongo. Con todo, como digo, tiene buena pinta esto de Oni Press.
Ala, dos recomendaciones de cosas que se me habían escapado y que parece que me vayan a gustar mucho, muchas gracias 🙂
Nah, si yo sólo pongo black metal para chinchar a los vecinos cuando se emocionan con los Camela o similares, y aún así, lo justo, Celtic Frost, Mayhem y Darkthrone… Pero el comic en cuestión me pareció una magnífica parodia sobre el asunto para cualquiera mínimamente familiarizado.
He. Mira, otra de siniestrillos y tebeos:
http://laluzdejesus.com/henry-glenn-forever-ever/
Para fans y detractores de Danzig. Con éste me descojoné.
Yo de Danzig soy fan de su música (y fíjate, donde mas me gustó fue en Samhain) y detractor de su persona. Pero lo que nunca he podido juzgar ha sido su faceta en los cómics con Verotik Press ¿Alguna idea o recomendación?
Aquí me has pillado. Al Glenn Danzig músico le conozco de sobra -(y coincido contigo en que Samhain fue su mejor momento)- , pero me temo que no he «disfrutado» de nada de su faceta comiquera. Ya tengo excusa para buscarme unos cbr’s…
Yo aprendí a decir «Black Metal Noruego» en casa del Agente Sadness. Sigo sin distinguir muy bien lo que significa, pero suena exótico como «la pesca del salmón en Yemen» o «la cría del berberecho salvaje». Ideal para darse postín en una charla frente a unas birras.
Para ‘La hija del profesor’, mejor escuchar Mozart. 😉
Tú en mi casa aprendiste a beber cerveza a tres manos y que existía un señor llamado Shostakovich, sinvergüenza…
Mira tú quien habla de darse postín…