Es curioso, pero en la presente entrada vamos a reseñar dos títulos escritos por el mismo guionista, el canadiense Ryan Ferrier, aparecidos en el mercado norteamericano esta misma semana a cargo de dos editoriales distintas. La cosa tiene un poco de trampa, y es que aunque efectivamente es la primera vez que los lectores tienen ocasión de abrir las páginas de Curb Stomp, el caso no es exactamente igual con D4VE. Ésta última apareció ya hace casi un año, pero únicamente en formato digital a través de Monkeybrain, el sello texano creado por Chris Roberson para ofrecer principalmente comics online. Dado el relativo éxito que tuvo la obra, la editorial IDW se puso en contacto con los autores para proponerles publicarla en formato físico bajo sus auspicios. Las negociaciones llegaron a buen puerto, y desde del miércoles pasado podemos encontrar el primer número de D4VE con una nueva portada de Fiona Staples (la artista del Saga de Brian K. Vaughan) en las estanterías de los puntos de venta especializados. Dado que en su día no pudimos hacernos eco de esta obra, este relanzamiento nos ha parecido una buena oportunidad para hacerle justicia a D4VE y por fin reseñar su primera entrega.
Edición original: Curb Stomp #1 (de 4) USA (BOOM! Studios).
Guión: Ryan Ferrier.
Dibujo: Devaki Neogi.
Color: Neil Lalonde.
Formato: Grapa.
Precio: 3,99 $.
Valoración:
Curb Stomp es un curioso cómic que inevitablemente nos evoca a películas como la mítica The Warriors de finales de los 70 o incluso a las dos partes de Kill Bill dirigidas por Quentin Tarantino. Así, al igual que el personaje de Uma Thurman perteneció en el pasado a una banda femenina de criminales (que tal vez ya fuese insinuada por su personaje de Mia Wallace en Pulp Fiction cuando habla del episodio piloto de una serie de TV que nunca llegó a emitirse), las protagonistas de esta miniserie de cuatro números son peligrosas mujeres con coloristas sobrenombres como Machete Betty, Violet Volt, Daisy Chain, Derby Girl y Bloody Mary. Juntas forman The Fever, una banda callejera que domina el territorio de Old Beach, uno de los distritos de una indeterminada ciudad estadounidense.
The Fever tiene en The Wrath -otra pandilla de criminales callejeros, estos varones, que quiere ampliar su territorio a costa del de las protagonistas- a sus eternos y jurados rivales. La paz tensa y tácita regida por las leyes no escritas de la calle entre ambas bandas quedará en peligro cuando King Charles, el líder de The Wraith, se reúna con el alcalde. Junto con éste y con el jefe de Bayside Five, la tercera banda predominante en la ciudad, pactaran en secreto un reparto de las actividades criminales de poca monta en la urbe que haga que éstas sigan siendo lucrativas pero que se mantengan dentro de unos límites que no las conviertan en un problema político. Y para ello The Fever deben desaparecer. King Charles ya ha encontrado una excusa para poder llevar a la banda femenina a una situación sin más salida que una guerra abierta con la que espera erradicar para siempre sus rivales.
Bajo una portada de Tula Lotay (la artista del Supreme: The Blue Rose de Warren Ellis) nos encontramos con una historia muy entretenida aunque sin mucha ambición que tiene el aliciente, para aquellos a los que nos gusta, de exudar Punk Rock por los cuatro costados. El dibujo de Devaki Neogi nos evoca a un Mike Allred feista, aunque está lejos del nivel del artista de Madman y está despojado de esa atmósfera fantástica con la que éste impregna cada viñeta que realiza. Tampoco podía ser de otro modo, dada la callejera temática de la miniserie, pero lo cierto es que la notable y psicodélica (casi lisérgica) aplicación de color de Neil Lalonde nos devuelve parte de esa fantasía, y sube la valoración del aparato gráfico final un par de escalones. Una lectura muy agradable, y un divertimento que uno no puede evitar preguntarse qué tal quedaría adaptado al cine por ejemplo por Robert Rodriguez.
Edición original: D4VE #1 (de 5) USA (IDW Publishing).
Guión: Ryan Ferrier.
Dibujo: Valentin Ramon.
Color: Valentín Ramón.
Formato: Grapa.
Precio: 3, 99 $.
Valoración: .
En un indeterminado futuro, la humanidad ha sido exterminada. Los robots, los esclavos que construimos para hacer nuestra vida más cómoda, finalmente se rebelaron y acabaron con todos nosotros para pasar a ser la forma de ¿vida? predominante en nuestro planeta. Casi inmediatamente, una especie alienígena cometió el error de creer que esta revolución había dejado a La Tierra débil y lista para ser conquistada. Pero los robots demostraron ser fieros combatientes dispuestos a defender su recién ganada libertad y acabaron también con todo representante vivo de quienes vinieron a conquistarles. Para asegurarse de que algo así nunca volviese a suceder, los artificiales habitantes de La Tierra iniciaron una titánica guerra preventiva que terminó saldándose con el exterminio absoluto de toda forma de vida orgánica en la galaxia.
D4VE es un héroe de esa contienda que vive retirado dedicándose a un trabajo de contable que detesta y que no es capaz de desempeñar bien. Los robots, tras alcanzar su paz duradera, generaron una sociedad prácticamente igual a la nuestra, tan decadente como el modelo que siguieron: empleos, familia, vacaciones, televisión, viaje a Disneylandia… todo tan vacío, artificial, histriónico, y carente de sentido como las costumbres del mundo que nos rodea. A D4VE le cuesta horrores encajar en esta vida y no para de soñar con sus hazañas pasadas. Está pasando por el equivalente humano de la crisis de la mediana edad, y vive en un estado de depresión leve de fondo que a veces le lleva a perder el control e irse con los amigotes de fiesta de forma irresponsable para con su jefe y su esposa. Ni siquiera el hijo que hace poco ésta y él encargaron le llena de ningún modo.
Pero parece que a pesar de lo comúnmente pensado, todavía hay formas de vida orgánica en el universo dispuestas a dar guerra…
Estamos ante una obra que, mediante un enfoque muy ligero y divertido, aparte de las aventuras que podamos ver en futuras entregas nos ofrece en este primer número una interesante y feroz visión satírica de nuestra sociedad, representada en la que los robots han construido. Doblemente irónico es que la hayan estructurado calcándola de la nuestra, aquella de la que querían liberarse y que lamentablemente han acabado por imitar, probablemente más por inercia que por planificación. Es difícil también no pensar en la figura de D4VE como en la del veterano de guerra que vuelve a casa y tiene problemas de adaptación, tan habitual en la sociedad Estadounidense y que por ende -además de compartirla- es también ya figura parte del imaginerío colectivo de casi todo el mundo occidental.
Pero con su simpático patetismo también parece que sea simplemente alguien con quien el lector -un público objetivo que la evidencia nos dice que en este mercado cada vez va estando más entrado en años- pueda sentirse identificado, alguien que comparta esa práctica de recordar la brillante juventud mientras se trata de evadir de las penurias de la gris realidad, un poco como ya pasase en el Starlight de Mark Millar.
Aparte de esta inteligente aproximación, D4VE goza de otro aliciente más en el apartado gráfico del artista español afincado en Londres Valentín Ramón. Si sus lápices, con la omnipresencia de personajes robóticos pueden tal vez parecernos algo estáticos, el notable uso del color que despliega hace que pasemos por alto este detalle y podamos gozar de un aspecto visual final francamente impresionante.
Este redactor no tuvo oportunidad en su día de seguir D4VE en formato digital. Ahora, dada esta nueva oportunidad, no piensa perderse ni una de las cuatro entregas restantes y recomienda francamente a quien pueda leer esta humilde crítica que se haga un favor y siga la misma medida.
Pues tienen muy buena pinta las dos.Y además son series cortitas (otro aliciente para mí) que quedarían muy bien en un tomito. A ver si alguna editorial se atreve a traerlas a España.
Gracias por comentar. Pues tienes toda la razón, siendo miniseries cortitas, estaría muy bien que alguna editorial se interesase por ellas y sacase unos simpáticos, modestos y supongo que no muy arriesgados tomos en castellano recopilándolas.