Global Frequency

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Edición original: Global Frequency #1-12; Wildstorm Comics.
Edición España: mayo de 2009; Norma editorial.
Guión: Warren Ellis.
Dibujo: Glenn Fabry, Simon Bisley, David Lloyd, Steve Dillon, Lee Bermejo, Roy Allan Martinez, Chris Sprouse, Tomm Coker, Jason Pearson, Gene Ha, Jon J. Muth, Garry Leach.
Entintado: Karl Story, Liam Sharp.
Color: David Baron, Art Lyon.
Formato: tomo recopilatorio de 296 págs., encuadernado en cartoné.
Precio: 25,00 €.

Retomamos la sección de reseñas sabatinas con la firme intención de dotarla de periodicidad semanal, centrándonos esta vez en uno de los títulos que brillan con luz propia dentro de la nutrida bibliografía del inclasificable Warren Ellis. Capaz de lo mejor y de lo peor, si algo no se le puede reprochar al guionista natural de Essex es caer en el convencionalismo, de ahí que pese a la significativa irregularidad apreciable en muchos de sus trabajos, sea frecuente el recurso a argumentos repletos de ideas y conceptos sumamente atractivos, pero no siempre abordados con el mismo grado de inspiración.

Como podrán intuir algunos lectores, en esta ocasión nos estamos refiriendo a Global Frequency, serie limitada de 12 números cuya primera entrega vio la luz en diciembre de 2002, bajo el cobijo del sello Wildstorm Comics. Tras su publicación mensual en grapa de 24 páginas, llegarían dos tomos titulados Planet Ablaze y Detonation Radio, que recopilarían la serie de forma íntegra. Los lectores españoles apenas tuvimos que esperar un par de meses desde su finalización para disfrutar de la edición de Planeta DeAgostini Cómics, que desde enero de 2004 dio salida a esta serie con cadencia mensual.

Transcurridos casi cinco años desde entonces, el pasado mes de mayo Norma Editorial recuperó esta obra en un atractivo formato, pretexto perfecto para dedicarle las líneas que siguen a continuación…

Argumento

Global frequency es una organización de inteligencia realmente atípica: por sus objetivos, por sus integrantes, por su estructura… Dirigidos por la enigmática Miranda Zero y guiados desde la sombra por una joven hacker conocida como Aleph, 1001 agentes desperdigados por todo el mundo intervienen cuando situaciones críticas así lo requieren. Situaciones que además de resultar extremadamente delicadas, desafían las más básicas nociones de la lógica: hombres convertidos en armas esotérico-biológicas, cyborgs, virus alienígenas, sectas, extraños avistamientos, terroristas…


Portadas de las cuatro primeras entregas de Global Frequency, obra de Brian Wood

Localizables en todo momento a través de teléfonos móviles conectados a una recóndita central de operaciones, el millar de agentes que integran la organización presentan perfiles atípicos, sumamente heterogéneos. Pero tienen en común ostentar un acusado dominio de determinadas habilidades –bien sean intelectuales o puramente físicas– que posibilitan que la “frecuencia global” disponga de una amplia variedad de opciones para tratar de solventar los desconcertantes problemas a los que se enfrentan. Trascendida la categoría de leyenda urbana, admirada por el común de los ciudadanos y reconocida tácitamente por instituciones y gobiernos que en ocasiones se ven obligados a recurrir a sus servicios, esta red de agentes está permanentemente en el punto de mira debido a la valiosa información que maneja, que de ser publicitada, provocaría consecuencias de un alcance incalculable…

Análisis conceptual y comparativo

A la hora de prestar la atención debida a los elementos que hacen de Global Frequency una propuesta tan atractiva como atípica, parece obligado referirse, aunque de forma sucinta, al “Manifiesto del Viejo Bastardo”. El texto en cuestión, redactado por la versión más canalla y desenfadada de Warren Ellis, aludía de forma directa y explícita a los que el autor considera como grandes males de la industria norteamericana, que impiden el avance del mundo del tebeo hacia una dirección más razonable y un crecimiento hacia la “edad adulta” del medio. Evidentemente, hay mucho de chanza en las palabras del guionista británico, mucha provocación y voluntad de causar revuelo –como de hecho, así sucedió– y fomentar la autocrítica en una industria demasiado autocomplaciente e inmovilista. Pero también dice verdades como puños. Aunque Ellis ha incurrido en más de una ocasión en los errores que él mismo enumera, no es menos cierto que durante los últimos años, este peculiar guionista se ha confirmado como un tipo beligerante e inconformista, ansioso por saltarse los convencionalismos del mercado americano en cuanto tiene la más mínima oportunidad.

Además de pregonar a los cuatro vientos su animadversión por el género superheroico, dejar clara su postura acerca de la “continuidad” y subrayar la necesidad de definir el público potencialmente destinatario de cada obra, reivindica la bondad de historias autoconclusivas en contraposición a la prolongación ad infinitum de las aventuras protagonizadas por personajes con décadas de historias a sus espaldas. Este último es un punto especialmente significativo, pues de un análisis superficial se puede desprender fácilmente que el rasgo más destacado de Global Frequency es precisamente su estructura: articulada como una serie limitada de doce entregas, rehúye deliberadamente de la narración descompresiva para proporcionar al lector una única historia cuyo nudo y desenlace discurre en un único número. Doce formas de salvar al mundo, cada una de ellas descrita en veinticuatro páginas. Esta estructura deriva en un ritmo muy especial, definido por del siguiente modo: “Cuando estaba desarrollando Global Frequency, combiné el montaje propio de vídeos musicales y películas de acción contemporáneas, con la transición de escenas característica de la escena del cómic americano primerizo, tratando de crear una sensación de urgencia y avalancha de información.”.

Para poder cumplir la promesa autoimpuesta, se limita de forma drástica la galería de personajes recurrentes –reducida a Miranda Zero y Aleph–, haciendo uso de una amplísima gama de personajes puramente episódicos. Esta circunstancia no solo encuentra justificación argumental en la premisa básica de la que parte la serie –recordemos: 1.001 agentes integrantes de una organización de inteligencia clandestina, que no se conocen entre sí–, sino que puesta e relación con las amenazas a las que se enfrentan, posibilita incurrir en diferentes géneros, por los que el guionista siente especial predilección. Y de este modo, llegamos al punto en el que resulta pertinente echar un vistazo a trabajos pretéritos de este autor…


Portadas de Dark Blue, Desolation Jones, Mek y Planetary

Lo cierto es que Global Frequency es una obra sumamente representativa de las inquietudes y temas recurrentes apreciables en la bibliografía de Ellis, con especial reincidencia en una profunda preocupación acerca de cómo los avances científicos y tecnológicos afectan a las relaciones sociales. No solo siendo capaz de plantear futuros distópicos –y ucronías, como en Ministerio del Espacio–, descritos con todo lujo de detalles inquietantemente plausibles –Transmetropolitan–, sino también de indagar en el modo en que hombres y máquinas interactúanMek, Tokyo Storm Warning, Iron Man: Extremis–, hasta llevar un paso más allá a la propia raza humana. Esto no es más que la plasmación más recurrente de la ciencia-ficción, que Ellis reduce a dos categorías: “Por lo que a mí respecta, la ciencia-ficción está específicamente diseñada para ser usada como una herramienta con la que examinar el mundo contemporáneo. Realmente, solo hay dos tipos de ciencia-ficción; el de Mary Shelley, donde se analizan las implicaciones éticas de una nueva idea; y el de HG Wells, donde nuestra condición presente es examinada empleando avances que facilitan un distanciamiento del punto de vista. Como escritor de ciencia-ficción oscilo entre estos dos tipos, pero tiendo a aproximarme más a Wells.”.

Tampoco rehuye Ellis la aproximación a otros géneros clásicos, como el negro / policíaco: tales son los casos de Down, donde una agente de policía infiltrada en una red de narcotraficantes acapara todo el protagonismo; Fell, centrada en las vicisitudes de un detective de homicidios condenado a ejercer su profesión en un inhóspito ambiente; o Dark Blue, donde un conflictivo agente de policía llamado Frank Christchurch trata de dar caza a un sanguinario asesino en serie, al tiempo que intenta comprender las extrañas alucinaciones que padece.

Otro tema abordado de forma recurrente es el comportamiento de personajes ordinarios en situaciones extraordinarias, deteniéndose en la ruptura de la cotidaneidad propiciada por situaciones inesperadas, que someten al induviduo a una presión y tensión extrema. Tal es el caso de Blackgas, historia unitaria publicada originalmente por Avatar Press centrada en el modo en que un misterioso gas afecta al comportamiento de los habitantes de una pequeña isla de la Costa Este norteamericana. O de la propia Global Frequency, donde meros ciudadanos pasan a tienen la oportunidad de utilizar sus habilidades para salvar el mundo. Pero esta premisa tiene su contrapartida en las incursiones de Ellis dentro del género superheroico, es decir, el análisis del comportamiento de personajes extraordinarios en situaciones extraordinarias. En unas ocasiones de forma convencional –Ultimate Fantastic Four, Excalibur, Astonishing X-Men–, en otras de un modo claramente desinhibido o paródico –en la recomendable The Authority y en la excelente Nextwave, respectivamente– el británico entra en el juego propuesto por las grandes editoriales, aunque casi siempre aportando un peculiar punto de vista.

Centrándonos en obras como Desolation Jones o Transmetropolitan, podemos comprobar la preocupación de Ellis por el poder de la información. Algo también apreciable en aquellos títulos en los que el guionista natural de Essex da rienda suelta a su vertiente más conspiranóica, señalando a quienes ostentan posiciones de poder como enemigos en potencia, como así sucede en Ocean o Red.

Tampoco podemos dejar de hacer referencia a la violencia que impregna buena parte de los tebeos guionizados por este autor. Una violencia casi omnipresente, explícita, cruda, cruel, casi depravada, perversa, perturbadora en las páginas de Strange Kiss o Dark Blue, por citar tan solo dos ejemplos.

Por supuesto, Planetary merece una mención muy especial. Baste destacar que en esta obra plantea una orgía referencial centrada en la cultura popular: el mundo del cómic, el cine, la literatura, series de televisión, leyendas urbanas… Y la enésima referencia a la existencia de dos capas de realidad: una reservada para aquellos individuos con conocimiento de la verdadera Historia de nuestro mundo, otra al alcance del común de los mortales. Una brillante plasmación del imaginario colectivo, redondeada con una trama adictiva. Pero para un análisis más detallado de este tebeo, recomiendo revisitar los artículos que tuve ocasión de realizar en compañía de José Torralba (I y II).

Todos los elementos comentados son apreciables, en mayor o menor medida, en las páginas de Global Frequency, no solo convertida en un ejemplo paradigmático de las filias temáticas de un autor inclasificable, sino también en la más pura demostración empírica de la viabilidad de su polémico manifiesto.

El eclecticismo como valor añadido

Subrayábamos en líneas precedentes que Global Frequency es una propuesta cuanto menos atípica, contracorriente, principalmente en cuanto a la estructura narrativa se refiere. Acentuando aún más si cabe el carácter autoconclusivo de cada una de las entregas de esta serie, Warren Ellis se decanta por presentar un premeditado y significativo rupturismo gráfico, materializado en la elección de un dibujante diferente para cada uno de los doce números de la colección. Como integrantes de este variado elenco, nos encontramos con autores acreedores de niveles de popularidad oscilantes: desde los consagrados David Lloyd, Simon Bisley o Steve Dillon, hasta los casi desconocidos Roy Allan Martínez o Jon J. Muth, pasando por historietistas como Gene Ha o Lee Bermejo, cuyos nombres ya sonaban con fuerza por aquel entonces. Pero si por algo destaca esta extraña combinación es por su eclecticismo: revisando las páginas de Global Frequency, o las de cualquier obra presente en la bibliografía de estos dibujantes, fácilmente podemos comprobar que la inmensa mayoría pertenecen a escuelas dispares, casi antitéticas.


De izquierda a derecha, páginas de Dillon, Muth, Lloyd, Bisley y Coker
(haced click sobre las imágenes para agrandarlas)

Así, en las páginas de este tomo recopilatorio nos encontramos con una amplia variedad de tendencias gráficas, resultando especialmente curioso el hecho de que ninguna de ellas parece fuera de lugar. En el particular universo de ficción de esta serie tienen igual cabida trazos hiperdetatillistas y esquemáticos, lo realista y lo caricaturesco, lo convencional y lo experimental… Y la razón de que estilos tan diferentes convivan armónicamente podríamos encontrarla por una parte, en el hecho de que tan solo hay dos personajes presentes en todas las historias –Miranda Zero y Aleph–, ambos de rasgos muy marcados que posibilitan una rápida identificación por parte del lector, independientemente de quién empuñe el lápiz. Por otra parte, la variedad de las historias planteadas –en todas predomina la acción, pero enfocada de modo que se potencien diferentes elementos: terror, suspense, acción puramente física, ciencia-ficción, etc.– permite que cada dibujante se pueda centrar en su respectivo punto fuerte, evidenciando como únicas coincidencias el hecho de compartir como colorista a un camaleónico David Baron que se ajusta perfectamente a las peculiaridades de cada dibujante; y la vocación de hacer uso de una composición de viñeta marcadamente cinematográfica, que propicia una narración no solo fluida, sino en la mayor parte de los casos, trepidante.


Portadas de los números 5 a 8 de Global Frequency

Sin pretensión de contradecir lo comentado con anterioridad, cabe señalar que de entre el eclecticismo imperante, sobresale el trabajo realizado por Lee Bermejo, Tomm Coker y Gene Ha, autores que por guardar ciertas similitudes, marcan una línea realista que sienta especialmente bien a una colección de estas características. Y puestos a ensalzar la labor desempeñada en el apartado gráfico, resulta ineludible la mención a Brian Wood, quien antes de consagrarse como un excelente guionista –DMZ, Northlanders–, deslumbró en su faceta de portadista. Encargado de las doce cubiertas de Global Frequency, se decanta por el fotomontaje, haciendo gala de una elegancia y de una capacidad de sintetizar información e impactar al lector, fuera de toda duda.

Bien es cierto que por sí solas, las historias urdidas por Warren Ellis eran lo suficientemente atractivas como para que el lector deseara la publicación de más entregas, pero no es menos cierto que uno de los aspectos más disfrutables de seguir de forma mensual esta colección fue la curiosidad suscitada por tener conocimiento del modo en que autores de primer nivel dejarían su sello en esta «frecuencia global”.

Historia de una adaptación televisiva frustrada

Por la estructura marcadamente episódica y autoconclusiva de Global Frequency, de su lectura se desprende una fuerte sensación de que bien podría adaptarse al formato televisivo. Y lo cierto es que, como muchos lectores sabrán, a punto estuvo de materializarse esta posibilidad. Sin ir más lejos, la primavera de 2005 estaba destinada a acoger el estreno de una serie de televisión basada en la creación de Warren Ellis. Con el canal de Warner Brothers como plataforma de emisión y contando con la participación de profesionales curtidos en producciones de éxito –Urgencias, Nip/Tuck, Alias, Buffy, Cazavampiros, Angel, El Ala Oeste de la Casa Blanca, etc.– llegó incluso a grabarse un episodio piloto y a plantearse una oferta para el rodaje de trece episodios. Al frente del proyecto, desempeñando tareas de productor ejecutivo, estaba John Rogers, guionista de El Núcleo, Catwoman o Transformers, y creador de la más reciente serie televisiva Leverage.

Como integrantes del reparto, destacaban los nombres de Michelle Forbes –con papeles destacados en series como Star Trek: La próxima generación, 24, Battlestar Galactica, Prison Break, In Treatment o True Blood– y Aimee García –curtida en personajes episódicos para las no menos conocidas CSI: Miami, Bones o Supernatural–, interpretando los papeles de Miranda Zero y Aleph, respectivamente. Es decir, los dos únicos personajes presentes en las doces entregas de la miniserie original.



Sin embargo, de la visión del episodio piloto se puede deducir que Sean Flynn y la Dra. Katrina Finch –interpretados por Josh Hopkins y Jenni Baird– se convertirían en coprotagonistas de la historia. A este respecto, John Rogers se encarga de aclarar que no tenían la intención de abandonar la estructura de “múltiples estrellas invitadas” apreciable en el cómic, pero sí alterarla ligeramente “para dotar de cierta apariencia de continuidad a la audiencia, necesitaba algunos personajes cuyo punto de vista acompañara al espectador, pero no podía recurrir a Miranda, porque nunca sabes que está pasando por su cabeza. De hecho, parte del arco de cinco temporadas se centraba en no tener la certeza de sabes hasta dónde estaba dispuesta a llegar Miranda.”. Así pues, todo parecía indicar a que finalmente los cambios introducidos en la serie derivarían en la privación de una de las características más destacables del referente original.

Sea como fuere, nunca tendremos la oportunidad de saber hasta qué punto se respetaría el trabajo de Ellis en sucesivos episodios, puesto que el proyecto fue cancelado antes incluso de que el episodio piloto dirigido por Nelson McCormick fuera emitido, aparentemente debido a una serie de cambios en la cúpula directiva del canal de televisión. Quizás si el proyecto se hubiera desarrollado apenas un par de años más tarde, ya en pleno boom de las series televisivas norteamericanas, habría corrido mejor suerte. Pero difícilmente podremos constatar esta teoría, salvo que algún avispado productor, animado por el éxito de descargas cosechado en Internet por el episodio piloto, se anime a darle una segunda oportunidad…

Valoración personal

Lo reconozco abiertamente: pese a la irregular calidad de sus trabajos, raro es el tebeo de Warren Ellis en el que no aprecie alguna idea o reflexión que considere digna de elogio, encontrándose desde hace años entre mis predilecciones personales. En el caso que hoy nos ocupa, considero que Global Frequency merece un puesto de honor entre las obras más destacadas de este autor, junto a Planetary, Transmetropolitan, The Authority y Nextwave; todas muy diferentes entre sí, todas representativas de la versatilidad y talento de su creador.

La argumentación de esta opinión radicaría en dos aspectos sobre los que ha versado buena parte del presente artículo: por un lado, la reivindicación de un modo de hacer tebeos casi en extinción, por contradecir la malsana costumbre de estructurar los arcos argumentales de todas las colecciones de modo que puedan ser posteriormente recopilados en un tomo. Ellis demuestra gran habilidad al aprovechar a la perfección los recursos que le proporciona el medio para plantear historias breves, con un sentido del ritmo encomiable, que aunque no dejen una huella imborrable en el lector, garantiza diversión y entretenimiento. Pese a que esta estructura se atisbaba parcialmente en la brillante Planetary, a diferencia de la serie protagonizada por los “arqueólogos de lo imposible”, Global Frequency no presenta una trama subyacente, camuflada tras entregas autoconclusivas. Y aunque resulta inevitable sentir curiosidad por las motivaciones de Miranda Zero y el pasado y futuro de esta organización, es precisamente esta vocación de centrarse en historias aisladas la que confiere a esta colección un encanto tan especial.


Portadas de Global Frequency #9 a 12

Por otra parte, destaca la posibilidad de disfrutar del talento de dibujantes tan diferentes, al servicio de historias en las que el recurso a géneros variados deriva en una enriquecedora descontextualización, que en última instancia proporciona una amplísima libertad a los autores. Todo cabe y nada sobra, y a buen seguro que muchos lectores celebran que así sea, por tener la oportunidad de disfrutar de esta pequeña antología, en ocasiones excesiva y descabellada, en otras, cautivadora y divertidísima. Pero en todo momento, reflejo del buen hacer de un interesantísimo y variopinto elenco de dibujantes. Ojalá que en un futuro no demasiado lejano más historietistas tengan la oportunidad de “conectarse a la frecuencia global”.

En cuanto a la edición por cuenta de Norma Editorial, es de justicia reconocer que es prácticamente perfecta: encuadernado en tapa dura, recopilación de todas las portadas en el lugar que le corresponde –esto es, antes del número en cuestión… ¿realmente es tan complicado?–, inclusión del “Manifiesto del Viejo Bastardo”, papel de calidad y un precio razonable, habida cuenta del número de páginas y la calidad de la edición. En esta ocasión, chapeau para la editorial… ya llegarán los tirones de oreja cuando reseñemos la –en mi opinión– sobrevalorada The Umbrella Academy

En definitiva, una lectura recomendable y entretenida, que aunque probablemente se disfruta más en su formato original, se ha recuperado en una edición que no admite tacha alguna, proporcionando una nueva oportunidad a rezagados e indecisos.

Enlaces de interés

Un saludo y hasta la semana que viene! (eso espero)

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donniedarko
donniedarko
12 septiembre, 2009 12:25

Hola!
Ya se que no tiene nada que ver,..pero,..el nuevo de Ghost Rider de Jason Aaron que va a publicar Panini este mes,..es 1 tomo sólo con la etapa de éste gran guionista,..o son varios??
Gracias.

José Torralba
12 septiembre, 2009 12:30

Oh David… qué delicia poder volver a leerte los sábados por la mañana mientras desayuno. Un artículo excelente sin duda. La semana que viene espero más 🙂

John Space
John Space
12 septiembre, 2009 14:12

Pero, ?está completa, finalizada, acabada y demás sinónimos? Se trata de Ellis, ya sabéis.

donniedarko
donniedarko
12 septiembre, 2009 14:18

Es recomendable la etapa de Jason Aaron en Ghost Rider??
Qué opinión te merece??
Pensándolo bien,hay que priorizar novedades,y no sé si valdrá realmente la pena.
 
He llegado a leer por ahí que es un cruce entre Ennis y Alan Moore.
 
Bastante frikie,digo,…..
 
Gracias y espero vuestra respuesta.

donniedarko
donniedarko
12 septiembre, 2009 15:02

No olvides la miniserie The Other Side,…deslumbrante!
Como serie limitada,está visto que el tío es un hacha.En series abiertas(sin incluir Scalped,que es de lo mejorcito actualmente),ya se verá lo que es capaza de hacer con esos personajes.
Saludos.

Pablo Gutiérrez
12 septiembre, 2009 17:52

Pedazo de cómic GB. Me encantó. Conspiranoia de la buena.

Lo mejor de la serie de TV era la elección de Michelle Forbes como Miranda Zero.

nachof
nachof
Lector
12 septiembre, 2009 22:55

¿Tenéis idea de hacer una (o dos) reseña de las 2 recientes publicaciones de Ellis por parte de Glenat: Black Summer y Doktor Sleepless?

¿Podéis dar información sobre el caso de Fell? Norma publicó un tomo recopilatorio, pero tengo entendido que en grapa se publicó un número más, pero no sé si se hay más números ya publicados o previstos. Me pareción una serie estupenda, desgarradora, con muy poca (o nula) compasión.

Muchas gracias por vuestras reseñas, David y José.

Saludos.

CRIS
CRIS
13 septiembre, 2009 0:16

Buenas noches David. Buen trabajo.  Con Global Frequency siempre he ido a remolque: pillé empezada la serie en Planeta y decidí esperar al tomo, cosa que nunca sucedió y perdí la esperanza (me olvidé rápidamente, todo hay que decirlo). Ahora, desde que salió en Norma ya pesar de la excelencia de su edición, al ser una obra antigua, que Ellis no sea santo de mi devoción, el precio de 25 eurazos, y el exceso de novedades  ( en su momento) y series regulares que sigo han conseguido que aún no figure en mis estanterías. Pero todo se andará. Y más tras leer tu reseña.  Otra cosa David. No tengo muy claro en que consiste la sección Tierra de Nadie, me da la impresión de que tratas de destacar comics importantes, o novedades destacables, que andan al margen de los grandes universos comiqueros conocidos. Si es así te pediría que un día de estos comentaras «Angel Caído»  de Peter David. Serie que empecé a comprar en Norma, continué a veces con más interés otras con menos, pero que lleva ya meses sin editarse. No voy a decir que sea una obra maestra, pero sí una colección mas que digna (al menos la etapa de David López) y merecedora de cierta atención. Un saludo.

Mt
Mt
13 septiembre, 2009 18:37

Apostillas lingüísticas: «sendos» no es sinónimo de «dos». No al menos en todas los usos. Creo que ya van dos veces que utilizáis la palabra, y en sendas ocasiones lo hacéis incorrectamente.
Encantado de ayudar en lo posible a mejorar esta magnífica página.

Mt
Mt
13 septiembre, 2009 18:38

Mt
Mt
13 septiembre, 2009 18:39

En efecto. Incluso en mi texto estaría mal usado. Habría que usar «ambas».

Mt
Mt
13 septiembre, 2009 18:39

Sí, es cierto. Me aburro.

Tachuela
Tachuela
13 septiembre, 2009 18:45

¡Anda! Pues ahora por fin entiendo eso de que Pantuflo diese «sendos» vales para la bicicleta a Zipi y Zape.

anderle
anderle
Lector
13 septiembre, 2009 23:17

aupa!,

al final tenéis pensado publicar un zn top de ellis? a mí me parece un top bastante interesante… saludos!

El hermano vudú
El hermano vudú
Lector
15 septiembre, 2009 23:48

Felicitaciones por la reseña.
Me parece una obra no tan buena de Ellis como otras. Sin embargo tiene momentos muy buenos.
Cuando lees las obras de Ellis repite una serie de conceptos una y otra vez con pequeños matices. Me da a veces sensacion de ya leido, pero aunque menos me sigue gustando.
one question ¿esta el manifiesto del viejo bastardo disponible en la web en español?
Un abrazo