Edición original: Marvel Comics – agosto 1992
Edición España: Comics Forum – noviembre 1993
Guión: Roy Thomas, Gerry Conway
Dibujo: Michael Bair
Entintado: Mark Beachum, Mark Texeira, Michael Bair
Color: Bob Sharen
Portada: Michael Bair
Precio: 675 pesetas (tomo en formato prestigio de 64 páginas)
Stan Lee y Jack Kirby constituyen, para el común de la parroquia, el dúo de padres fundadores de la casa de las ideas. Por obra y gracia de un acuerdo contractual, la mención del difunto rey acompaña a la del ubicuo factor de cameos cinematográficos en aquellas obras relacionadas con personajes y franquicias surgidas de su colaboración. Nadie puede cuestionar la justicia de una medida que, en todo caso, ha llegado tardíamente, pero cabe preguntarse si este movimiento no debería hacerse extensivo a otras personalidades. En este punto, el primer nombre que viene a mi mente es el de Steve Ditko. Su participación en los cimientos de la Marvel contemporánea no fue tan extensa como la de Kirby, pero dejó en la empresa dos personajes que no necesitan presentación: Spider-Man y el Doctor Extraño.
El trepamuros y el maestro de las artes místicas han tenido, dentro de la viñeta, una relación constante, pese a las obvias diferencias de sus respectivos ambientes. El entorno urbano en el que se columpia Spidey tiene poco que ver con las misteriosas dimensiones por las que Extraño pasea su forma astral. Sin embargo, ambos han consagrado su existencia a una misión superior: la corrección de errores del pasado por medio de los dones con los que han sido dotados. La variedad de escenarios en los que se movían uno y otro es buena muestra del talento de un dibujante cuyo estilo no ha sido excesivamente valorado (y considerado en ocasiones como “feísta”) pero no permitían anticipar un encuentro entre dos personajes tan alejados. Sin embargo, su origen común y la consideración de las creaciones marvelianas como parte de un único mundo acabó convirtiendo el conocimiento mutuo en el primero de una serie de aventuras en las que uno recababa la ayuda del otro o se aprestaba a echarle una mano porque pasaba por allí. Una de las excusas recurrentes para una historia de estas características acabaría por convertirse en adversario recurrente del improvisado dúo:
Xandu es presentado como un hechicero rival de Extraño que pugna con él por la posesión de uno de sus artefactos de poder místico,
Gerry Conway se encontraba en ese momento apurando los últimos estertores de su segunda etapa en Marvel. Su participación en la casa de las ideas será recordada perpetuamente por su papel en la muerte de Gwen Stacy. Roy Thomas había prodigado su talento en los sesenta y setenta en las principales colecciones de la casa, pero también en otras de segunda fila. El Doctor Extraño había sido uno de tantos personajes que habían recibido sus atenciones, hasta el punto de ser, junto a su esposa Dann Thomas, responsable literario de la última serie regular de entonces dedicada al hechicero. Dos veteranos con muchas horas de vuelo a cuestas que se reencontraban con dos personajes esenciales en la estructura editorial de Marvel. El resultado sería una muestra de buen oficio que, no obstante, discurría (y discurre) por unos cauces demasiado conocidos.
La historia contenida en el tomo recoge a modo de prólogo una recopilación de los enfrentamientos entre los héroes y su pertinaz adversario. Xandú es, a estas alturas, un poco más humano (pese a su “stroheimniano” aspecto): su obsesión por la vara de Watoomb viene más o menos justificada por el deseo de recuperar a su amor perdido.
El inicio de la aventura propiamente dicha presenta la socorrida postal neoyorquina en la que Spider-Man se balancea y recuerda una vez más sus dos pérdidas más dolorosas: su tío Ben Parker y su pareja Gwen Stacy. El sentimiento de culpa que es su motor supone también, en estas ocasiones, un metafórico cilicio con el que Peter se fustiga, reafirmando su determinación a ser responsable de forma proporcional a la extensión de su poder. Una bella joven decide poner fin a su vida, pero el lanzarredes lo impide. El aspecto familiar de la mujer lleva al rescatador a identificarla: es Melinda Morrison pero ¿no estaba muerta? La aparición de unos seres de aspecto demoníaco es indicio patente de que la magia está envuelta en este asunto y allí donde aparece la hechicería, el Doctor Extraño no está muy lejos. Juntos tendrán que deshacer la madeja de un misterio que, nuevamente, les llevará a encontrarse con Xandu y a pugnar por la posesión de la vara de Watoomb. Como puede comprobarse, un relato que no hubiera desentonado en un formato más popular, como el debido a Marvel Team Up o a cualquier especial anual. Los escritores llevan a cabo un trabajo correcto pero indistinguible de la media y a la larga, olvidable.
En el apartado gráfico hay que destacar la presencia de un dibujante cuyo nombre fue bastante habitual en esos años.
En conclusión, Camino de muerte polvorienta es un tomo que presenta una historia aceptable de dos personajes cargados de historia, contada y elaborada según los cánones tradicionales de la casa de las ideas. Como curiosidad final, hay que indicar que no hubo que esperar hasta 2001 para que Xandu volviera a hacer de las suyas para recuperar a Melinda. Roy Thomas les recuperaría en Defensores Secretos y Spider-Man y el Doctor Extraño volverían a cruzarse en su camino. Siempre hay y habrá oportunidad de una nueva intentona en nombre de un obsesivo amor.