A menudo se suscita a lo largo y ancho de la tebeosfera el eterno dilema de qué es crítica, qué es teoría, qué es objetividad, qué es subjetividad, y en qué consiste la fundamentación o el gusto. Con ánimo de aclarar un poco el tema, voy a intentar proporcionar definiciones y argumentos para conseguir en los comentarios un debate edificante que, tal vez, nos permita llegar a un hipotético consenso.
Bajo mi punto de vista, la labor principal del teórico es edificar un corpus de conocimiento. Esto es, objetivo (perteneciente o relativo al objeto en sí mismo), exhaustivo, general, descriptivo, analítico y no valorativo. Su labor es aséptica, y tiene por objetivo asentar herramientas descriptivas y analíticas. Para el teórico, pues, el gusto no es una opción, sino una distorsión de su trabajo.
En nuestro medio el lector se encontrará con que hay pocos teóricos puros consolidados. Scott McCloud (y sus obras Entender el cómic y Hacer cómics) tal vez sea el más reseñable, aunque también hay que dejar hueco para Daniele Barbieri y Los Lenguajes del cómic y, secundariamente, para Will Eisner. Y digo secundariamente porque aunque las bondades de El cómic y el arte secuencial y La narración gráfica están fuera de toda duda, tienen más de exploración de los propios recursos y de apuntes técnicos ilustrativos a partir de ejemplos que de obras universales y polivalentes.
Por su parte, la labor del crítico posee dos vertientes claras y distinguibles indisociables de la manifiesta voluntad comunicativa inherente a sus acciones: la analítico-descriptiva y la valorativa. En la primera es donde pone en práctica su conocimiento real del medio, en tanto en cuanto debe usar las herramientas que la teoría pone a su disposición para hacer constar cómo es su objeto de estudio. Pero al contrario que el teórico, su labor no se orienta a la edificación de un corpus de conocimientos, sino a una singularidad. O en otras palabras: la labor analítico-descriptiva del crítico se caracteriza por la concreción; y también, ni que decir tiene, por la objetividad y el rigor. El crítico, cuando describe, expone lo que es, y lo hace conforme a una terminología adecuada, correcta y específica para con su materia.
En este sentido vemos cómo para el crítico de cómics es indispensable estar bien formado. La autodidáctica le proporcionará, qué duda cabe, un bagaje necesario e imprescindible –y más en un medio que, como hemos dicho, tiene poca consolidación a nivel teórico– pero a nivel terminológico y de identificación de recursos le será igualmente imprescindible la lectura de las obras antes citadas complementadas, a ser posible, con conocimientos de fotografía, cine, anatomía, dibujo, pintura y literatura. Sólo así podrá señalar referentes, describir encuadres, definir estilos, catalogar autores, identificar escuelas, nombrar recursos, establecer tipos de línea, encuadrar cerrados y un largo etcétera. Sin formación, el crítico sólo poseerá intuición, le sobrarán ideas y le faltarán palabras.
Pero es en la segunda de las vertientes donde el crítico incorpora el elemento que lo distingue por antonomasia: la subjetividad (lo perteneciente o relativo al propio modo de pensar o sentir). Es aquí donde el crítico distingue lo que le gusta de lo que no; lo cual será extrapolable a lo que es bello y lo que no –un convencionalismo histórico, social y puntual– en función del grado en el que su criterio se adapte al paradigma estético imperante. Toda esta descripción de la labor crítica nos permite hacer una serie de inferencias:
- La conexión del crítico con el destinatario final de su labor (el consumidor del objeto cultural en cuestión) depende del valor que otorgue dicho destinatario a las vertientes analítico-descriptivas y valorativas del primero. La primera determinará la capacidad ilustrativa, mientras que la segunda evidenciará la afinidad entre los criterios que manejan crítico y destinatario.
Ejemplificar este postulado es sencillo: un lector valora en la crítica de un tebeo las curiosidades, descripciones y datos acerca de aspectos tales como el argumento, la gestación, los referentes y los subtextos por sí mismos y por la medida en que son fiables y lo ilustran. No se está ni de acuerdo ni en desacuerdo cuando se trata de datos. Sin embargo, sí se puede estar de acuerdo o no con la valoración que se haga de un tebeo. - La vertiente analítico-descriptiva del crítico le permite fundamentar y argumentar sus gustos; es decir, expresar por qué le gusta lo que le gusta. Lo que no le permite es decir –excepto cuando se identifiquen deficiencias técnicas en el objeto de análisis– lo que es bueno y lo que no lo es. Esta inferencia es equivalente a decir que el crítico puede argumentar sus gustos pero no puede objetivarlos. Y aún podría decirse más: la argumentación es una parte vital de la crítica, ya que tan importante es el juicio del crítico como el porqué de ese mismo juicio. La argumentación está en el núcleo del poder formativo de una crítica.
Este postulado también puede ilustrarse con facilidad: el crítico es un individuo y como tal sólo puede decir lo que le gusta, no lo que es bueno (eso lo fija el paradigma estético imperante). Y eso es válido excepto cuando se evidencian carencias importantes. Por ejemplo, si hablamos de un dibujante realista y figurativo, una incoherencia anatómica revelará sus carencias formativas. Lo mismo puede aplicarse a la narración, a la prosa, etc. Respecto a la argumentación, también es algo evidente: un lector determinado verá con ojos distintos a un crítico que diga de un tebeo de Grant Morrison (por ejemplo) que no le gusta por incomprensible y a otro que diga que no le gusta por argumentos más desarrollados. - A mayor exhaustividad de la labor analítico-descriptiva, más elementos se proporcionarán al lector para formarse una opinión propia previa al consumo de la obra. Sin embargo, esta exhaustividad no tiene por qué influir en la bondad de la labor crítica. Pueden hacerse críticas magníficas pero sucintas, basadas en la solidez de argumentaciones cortas y en la lírica de una buena valoración. Y de hecho, una buena valoración (por argumentada) permite hacer crecer el criterio del lector aún cuando sea opuesta a su parecer.
Para hablar acerca de este punto, nada mejor que acudir a dos estilos totalmente opuestos de entender la redacción de artículos sobre cómics: Alberto García Marcos de Entrecómics, José Antonio Serrano en Guía del cómic o David Fernández, en esta misma web, suelen desarrollar mucho sus apartados analítico-descriptivos, lo cual permite al lector formarse una idea fiable acerca de qué van a encontrar en determinado tebeo. Por contra, Álvaro Pons en La Cárcel de Papel o Toni Boix, también en esta misma web, suelen hacer reseñas más cortas pero argumentadas y expuestas de forma sobresaliente, de tal forma que el lector obtiene una pieza valorativa inestimable en poco tiempo. Las necesidades de cada lector deciden pues qué necesita y qué quiere sacrificar: contenido o agilidad. Aunque yo digo ¿por qué elegir cuando puedes leerlos a todos? - A mayor exhaustividad de la labor analítico-descriptiva, mayor será la independencia del contenido con respecto a la labor valorativa. Una crítica que prime el análisis y la descripción será útil y valiosa para un mayor número de destinatarios, mientras que una que prime la valoración, la opinión y la subjetividad dependerá enteramente de la coincidencia que haya entre el crítico y su destinatario. O dicho de otra forma: mientras que los datos siempre son valiosos en sí mismos, la opinión sólo lo será en la medida que sirva de guía al destinatario.
Volviendo al ejemplo anterior, las críticas con predominancia analítico-descriptivas proporcionan una información que resultará útil a cualquier lector interesado en determinado tebeo. Por contra, las que poseen predominancia valorativa sólo serán útiles en la medida en que sirvan de guía y orientación. Si en una serie de casos de ensayo-error no demuestran esa utilidad, el lector, sencillamente, dejará de echar cuenta a sus autores, si bien puede deleitarse de contraponer con ellos sus ideas. Por este motivo, entre otros, importa poco que un crítico altere sus textos en función de circunstancias poco honrosas (animadversión, compensación, etc.) ya que si su opinión deja de ser guía para un determinado lector, éste dejará de atender al crítico en cuestión. - Es frecuente la argucia consistente en creer que se satisface la vertiente analítico-descriptiva de la labor crítica aplicando sucesivamente juicios valorativos a cada una de las partes analizables de una obra objeto de estudio. En general, este recurso suele asociarse a ausencia de conocimientos y vocabulario técnico, o bien a prisas en la ejecución.
En este caso es elegante no dar ejemplos (más que nada porque todos, alguna que otra vez, hemos incurrido en este pecadillo venial). Pero baste con decir que si alguien dice que en un tebeo la composición de página es imaginativa, la narración sublime, el dibujo magistral y el guión arrebatador… simplemente está diciendo que el cómic en cuestión le ha parecido muy bueno (le ha gustado mucho). Y nada más (que no es poco). - La capacidad crítica es independiente de la remuneración obtenida por ejercitarla. Profesionalidad (cualidad de ejercer una actividad con relevante capacidad y aplicación) y profesionalismo (cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes como medio de lucro) no están necesariamente ligados.
Poco más hay que decir. Podría objetarse, claro está, que esto lo digo porque yo me creo profesional en mis escritos sobre cómics pero no estoy remunerado. Y yo podría objetar que basta con leer lo que muchas veces medios profesionalizados hacen con noticias relacionadas con nuestro medio –el caso de Marvel/Disney y DC/Warner lo tenemos reciente– para determinar que salvo honrosas excepciones no actúan para nada guiados por la profesionalidad. - La opinión y el gusto se asociarán siempre al conocimiento de aquello a lo que esa opinión o gusto hacen referencia. Lo contrario sería prejuzgar, y no hay nada más contrario a la Teoría del Arte y a la mentalidad científica que actuar sin cabal conocimiento.
Como es el caso de muchos ignorantes que desprecian el cómic sin haberse molestado en leer las cinco o seis obras que se citan siempre que se quiere demostrar que el cómic es un medio artístico con todas sus letras. Creo que no hacen falta enlaces.
Finalmente, sería conveniente dedicar un breve comentario a los sistemas de puntuación que suelen acompañar a no pocas críticas. En principio, no hay nada negativo en usarlos siempre y cuando se acepte que no son más que una escala valorativa y subjetiva, propia e intransferible –tanto en concepción y uso– de su creador.
Sin embargo, dado que la labor crítica posee voluntad comunicativa, estos sistemas de puntuación no deben ser ajenos a cuestiones como la coherencia, la consistencia interna y la sistematización. Establecer un sistema de puntuación no deja de consistir en la conversión artificial del gusto en una magnitud variable discreta con fines conclusivos y, no lo olvidemos, esencialmente comparativos, dentro de un sistema lógico que no puede ni debe adaptarse a las circunstancias de cada momento. Si se desea ser flexible, lo mejor es confiar en que las propias palabras basten para expresar el juicio valorativo y obviar sistemas y escalas de puntuación.
Y lamento decir que esto es algo que vemos muy a menudo en muchas webs, ésta la primera. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con dos cómics con una valoración parecida y, sin embargo, tremendamente inapropiada –por la equivalencia que establecen– a la luz del canon imperante? ¿No suponen un reduccionismo que resta a la crítica su argumentación? ¿En serio dan 5 o 10 estrellas para abarcar toda la infinita variabilidad cualitativa de nuestros tebeos? Yo creo que no, y por eso nunca las pongo. Aunque, he de admitirlo, esto es una opción totalmente personal.
Pues la verdad tal como es, Jose, nada menos. El imperio del gusto no vale más allá de tus colegas, para el crítico el gusto está en la elección a partir de ahí viene otra cosa, que es basicamente ayudar a comprender. Citando a mi pope personal y el mejor historiador/crítico de cine que haya dado este país, Carlos Aguilar: «…la crítica ideal debe ser informativa y formativa. Lo primero facilitando los datos fundamentales para que el lector conozca el contexto que ha permitido realizar la obra y lo segundo, comentando subjetivamente las cuestiones estéticas de forma que el lector enriquezca su juicio con la opinión del especialista», «…el crítico precisa pues….no poca lucidez psicológica, conocimiento de causa, sentido artístico y soltura literaria. Y algo de modestia, claro. Se trata de opinar con base no de avasallar con petulancia». Esto es el catecismo.
Lo mejor es formarse un criterio propio, tener plena consciencia de lo que te gusta y así practicamente siempre acertarás con lo que compras.
En mi opinión una crítica hacia una obra sólo hay que entenderla como «la opinión de otro» y leerla sencillamente por pasar el tiempo, nunca nunca nunca nunca nunca buscando entre sus palabras si una obra merece la pena o no, si es buena o no. De hecho lo mejor es nada más leer esa crítica, formatear de tu cerebro toda la información que hayas recibido y pasar POR COMPLETO de lo que te digan.
Además ultimamente veo demasiado «crítico de baratillo» en la red. Gente que en vez de disfrutar se pasan el tiempo poniendo a parir obras en sus blogs o renegando de que hoy día no se hacen buenos comics o que todo está ya contado.
Prefiero leer y disfrutar, hablar de lo que me gusta que perder el tiempo haciendo de protector de la economía ajena destrozando obras para que quien sea no la compre.
Una valoración absolutamente reduccionista Tildoras, el criterio propio siempre se forma por confrontación con el ajeno, no por generación espontanea y si el ajeno es un elemento bien dispuesto y riguroso mejor para ti, el crítico aguza el gusto y el olfato, es un tamiz necesario y muy valioso que, por desgracia últimamente solo parece merecer desprecio condescendiente. Lo repito, gusto no es criterio.
Hombre, teóricos puros sí que hay. El problema es que en castellano prácticamente no hay nada publicado (aunque recientemente hemos tenido el excelente libro de Rubén Varillas), pero ahí está la obra de Jan Baetens, Harry Morgan, Thierry Groensteen, Vivianne Alary, Bart Beatty, Paul Gravett, Pascal Lefevre, Ana Merino, Antonio Altarriba o Roger Sabin, entre otros muchos, a lo que hay que añadir las revistas teóricas sobre el medio.
El problema surge cuando ese crítico ideal que describes, Torralba, es menospreciado y/o incomprendido por el público al que ayuda. ?No crees?
O por los autores, se me olvidó añadir.
Don Álvaro, discúlpeme. He pecado de simplista, he despachado rápidamente a los teóricos para centrarme en los críticos y he reducido la lista a los tres nombres más conocidos y rastreables para ejemplificar (que no para enumerar; enumerar no era mi objetivo aquí) los trabajos teóricos de los cuales disponemos. Lo mismo me ha pasado si se fija con las webs… he citado pocas, y todas muy conocidas.
Y por cierto, en castellano sí hay unos cuantos publicados. Por ampliar en comentarios las lecturas (muy) básicas que propongo en el cuerpo, diré que casi todos los números que he leído de El Wendigo son excelentes (¡ya los encontré, Toni!) pero son complicados de encontrar. Los textos de Román Gubern (con o sin Luis Gasca) son de un interés variable y hay grandes hallazgos en ellos, al igual que ocurre con los de Javier Coma. Pero los verdaderamente interesantes (El lenguaje de los cómics y El discurso del cómic los señalaría como destacados) son nuevamente difíciles de encontrar, y los más recientes (caso del Diccionario de onomatopeyas del cómic) son ilustrativos pero se encargan de aspectos muy concretos de la historieta. Mención especial merece el delicioso Cómo se hace un cómic de Jan y María Dolors Alibés o el memorable Para hacer historietas de Juan Acevedo. Lamentablemente, casi todos los he tenido que leer gracias a respaldos digitales.
También muy difícil de encontrar es el pionero e imprescindible La técnica del cómic (publicado inicialmente en fascículos para quioscos creo), de Josep María Beà. Y aprovecho a Beà para introducir a toda la legión de teóricos de corte historiográfico o biográfico, o especializados en un autor u estilo. Desde el propio Beà al incombustible Toni Guiral, pasando por los aún no leídos –aunque conocidos para el que suscribe– Merino y Altarriba que me cita usted. Por no hablar de López Socasay, Rafael Marín, Terenci Moix, Agustín Oliver, José Miguel Pallarés y un larguísimo etcétera. Sobre obra no traducida… ¡ay! ahí me pilla usted en horas bajas. De Thierry Groensteen, Harry Morgan y Pascal Lefevre he leído cosas por supuesto, pero del resto aún no. Usted que tiene muchos más años que yo en esto (y en general jejeje) podría dedicarle un buen texto en La Cárcel al tema un día de estos.
En todo caso, la mayor parte de los enfoques semióticos y eminentemente técnicos que me he echado a la cara –unos cuantos– o son extremadamente específicos como para ofrecer un panorama holístico del tema o son algo exiguos en sus propuestas. Tal vez hiciera falta un grupo interdisciplinar para abordar el tipo de texto sobre cómic que me gustaría leer; ése que daría cuerpo y respaldo a la teoría sobre la historieta y que me temo que no existe (o que no conozco).
PD. ¿Qué tal está el texto de Varillas? Desde el Salón intento que alguien me cuente qué tal está y cómo estructura su discurso pero nadie lo reseña o lo comenta. Sólo vi un extracto en Es muy de cómic.
Zape, efectivamente Carlos Aguilar es un monstruo y esas citas un catecismo. Fundamental es su Guía del cine, que ocupa un lugar destacado en mi biblioteca cinematográfica y que uso a menudo los fines de semana… la abro, me leo unas cuantas páginas, y busco alguna película que vea interesante al azar.
Tildoras… además de lo dicho por zape, un crítico no sólo «hace de protector de la economía ajena destrozando obras para que quien sea no la compre», a veces también hace de protector de la economía global ensalzando obras para que quien sea se anime a consumirlas o de paladín de esa joya del ayer sepultada y eclipsada por la novedad de la semana.
John Space, esa situación es triste desde luego… aunque no sé si hablas por un caso particular o de forma general y no concreta.
Aguilar es un fiera y encima un tipo insobornable, La Guía es como «la palabra», es el mejor libro sobre/de cine jamás escrito en Español (y en lo otro, pues casi también) no solo una base de datos asombrosa sino un repaso crítico, personal y apasionado del cine de todos los tiempos (parada especial en el popular y de género, es decir el ninguneado por la «intelligentsia») donde las filias y fobias del autor salen a la luz alegremente sin menoscabo de la credibilidad o empañamiento del juicio. El mérito de esas pildorillas críticas es tremendo, brevedad sincrética y acero florentino todo en uno. Pero su producción a parte de este monumento es fantabulosa (ahora edita dos libros uno sobre Eastwood y otro reivindicando la figura del gran artesano español Eugenio Martín), muy recomendados su estudio sobre Leone y «La espada mágica» un volumen magnífico sobre el cine de fantasía legendaria. En fin, un erudito pero no un palizas.
Cambiando el tercio, como puedes ver el desprecio al crítico está a la orden del día, es un elemento indispensable de la cadena cultural pero se le toma por un parásito, pero la gran culpa no la tienen/tenemos los indocumentados de internet sino el comodón de periodico y gacetilla vendido al inglés que ha terminado por confundir/fundir la nota de prensa, la reseña y el esputo «opinatorio». La crítica necesita analisis y por ello cierto reposo, la crítica se rumia no se engulle.
Pues llevas razón como siempre, zape. La crítica es reflexiva o no lo es. Lo precipitado se desfasa o nace directamente sin valor. Y respecto a La Guía, es toda una guía para el amante del cine y para el aspirante a crítico. De hecho ensayé un breve aunque fallido remedo (estoy verde, verde todavía) cuando hice la guía de miniseries para la línea Vertigo que hay por ahí.
Y respecto al resto de la bibliografía de Aguilar, precisamente iba a rematar el último comentario diciendo que La Guía es tan mastodóntica y abrumadora que si en algo ha perjudicado a Don Carlos es en el eclipse que ha podido suponer para el resto de sus obras. Pero al final lo quité por injusto… cualquier que haya La Guía ha buscado más obras de su autor. Seguro. Y si no, que empiecen por La espada mágica… delicioso a más no poder.
No hay juntaletras de periódico que no haya fusilado vilmente alguna de sus píldoras. Eso sin hablarde sus múltiples y desvaídos epígonos, plagiarios travestidos todos ellos. Y es que tiene mucho mérito tamto por el trabajo de recopilación e investigación ingente como por el estilo agudo y esencial en la redacción, doy fe de que es muy dificil, cada palabra cuenta. En fin dejemos el panegérico que todavía no se ha muerto el hombre.
Lo que ocurre es que el público ha terminado por confundir al crítico con el opinador, Boyero es el ejemplo más pernicioso, el es un columnista (malo, con ese estilo faltón que tanto triunfa), escribe sobre cine como podría hacerlo de motos, pero no le pidas nada más allá de lugares comunes y apelaciones a la víscera sentimental. La crítica es un género en si mismo que debe ser útil por definición, el autor de un texto crítico debe centrar sus habilidades en aquello que critica (en esto ya entra la soltura literaria de cada cual), no en colocarse a si mismo como objeto central, en ese caso se convierte en el autor hablando del ego del autor, lo que puede tener interés como ejercicio estilístico/confesional, pero nula utilidad práctica, que es lo que se trata. Eso si, entre el mamotreto enciclopédico y el taller de escritura creativa hay mucho espacio, por desgracia parece imponerse esta corriente «opinatoria», un “me gusta/ no me gusta” con muy poca capacidad de penetración o de reflexión, sin mucha enjundia y bastante banalidad. El crítico debe ayudar a discernir, a formar el gusto, a refinarlo separando el grano de la paja, esbillando un material ingente, para dejarle al consumidor, tanto un panorama claro en el que escoger, como unas armas con las que defenderse de los bodrios y de la pedantería con ínfulas. Bueno, si has tenido las tragaderas de leer todo este panfleto te estás ganando el cielo en vida. Un saludo y un gusto.
El caso de Boyero es paradigmático del tipo que se leyó El derby de Kentucky es decadente y depravado, malentendió el periodismo a lo gonzo y ahora lo intenta aplicar al periodismo cultural mezclado con dosis calculadas de impostado enfant terrible y de barato Quevedo de gacetilla. Una lata… Lástima que mucha gente confunda ser desacomplejado con ser agresivo y maleducado. Y lo peor es que no se aprende absolutamente nada leyéndolo: ni afina el criterio ni me es útil en el proceso selectivo. Pero dejémoslo ya porque si no Almodóvar nos va a poner un monumento.
Por lo demás, me leo lo que escribes porque me gusta así que no es ningún mal trago forzado por la educación, Adrián (lo del texto raro era por haber escrito el texto en un documento de Word antes de pasarlo al cajetín de comentarios, creo).
Cieeerto!, que decía aquel fugaz presidente del Madrid, copié, copié. Y si Almodovar es muy amigo del señor Boyero (que no es Hunter S. Thompson, no) aunque aquí supongo más una colisión de egos en expansión gargantuesca. Almodovar no es que tolere muy bien la crítica (de ningún tipo), ni que la conciba más allá de la lisonja mansa. Desde luego el nivel de camarilla en el mundo de la crítica de periódicos/estrenos español es como poco, alarmante y eso pues perjudica tanto al espectador como al crítico riguroso al que meten en el mismo saco sin comerlo no beberlo. Ah! y te devuelvo el guiño, caza «Fingers» y sobre todo «La carta del Kremlin» (Ed Brubaker daría su brazo dercho por haberla escrito) si puedes.
¡Ya estaban apuntadas! Gracias a Google Reader mi escritorio me avisa cada vez que actualizas. Invento formidable éste. Seguramente mañana me ponga a ello… porque ahora ya me toca irme a dormir un poco, que si no cambio el horario de cara al lunes. ¡Un placer (como siempre)!
Si anda, si, que ya no tenemos edad de trasnochar tanto (como me pirra ver pelis de madrugada ahora estoy con «La presa desnuda» a mayor gloria de Cornel Wilde y no muy allá). Recoge todo bien y cierra el chiringuito. Otro placer.
Hombre, en el caso de obras teóricas, yo creo que hay que diferenciar. No son lo mismo las obras de vocación historicista (casi todas las que se han publicado en España) que las de análisis en profundidad, ese corpus teórico que reclamas, que han sido las menos (y yo dejaría de lado las de Scott McCloud, Eisner o Beà, interesantes para quien se quiere dedicar a la historieta o como aproximaciones divulgativas, pero sin el respaldo de investigación teórica que toda obra académica precisa, de hecho, la obra de McCloud es un ejemplo, con un uso inexacto de la terminología teórica). Yo creo que, sin llegar a la profundidad de otras artes, ya comienza a darse un corpus teórico importante, sobre todo en dos campos, el histórico (y en España ahí tenemos al gran Guiral, sentando cátedra o la imponente labor de Antonio Martín o Manuel Barrero) y el analístico (incluyendo aquí las concepciones semióticas, lingüisticas, narratológicas, etc). Y ese corpus hoy se logra mediante los artículos en revistas científicas, de las que ya hay un buen puñado. Cada vez vemos más especiales de revistas especializadas en comunicación, filología, semiología, etc, dedicados a la historieta y cómo los artículos que tratan el 9º arte entran con total normalidad. Hay que dejar un poco de lado la necesidad de panoramas generalistas, que desde una aproximación científica no tienen demasiado sentido, para reivindicar más aproximaciones transversales desde diferentes disciplinas.
Si Boyero tien éxito es por que su opinión coincide con la del público que la lee. La opinión, por que, como decís, no gasta de crítica reflexiva. No creo que sea algo pernicioso desde el momento en que los dos interlocutores, el crítico y el lector, sepan a lo que juegan. Y en el caso de Boyero y sus lectores creo que es así.
Por eso decía que la mayor parte de los enfoques semióticos y eminentemente técnicos que me he echado a la cara –unos cuantos– o son extremadamente específicos como para ofrecer un panorama holístico del tema o son algo exiguos en sus propuestas. Yo las aproximaciones de McCloud, Beà y secundariamente Eisner las considero como lo que son: una forma necesaria aunque insuficiente de introducirse al corpus teórico de los cómics. Pero por más críticas que reciban, siempre las consideraré… con sus defectos, sus virtudes y sus errores, suponen textos accesibles, divulgadores, que para el recién llegado son una auténtica balsa de salvación. Permiten mantenerse a flote hasta llegar a textos más rigurosos y dan no pocas herramientas para poder empezar a hablar de cómics pese a sus inexactitudes terminológicas. El único error sería tenerlos como única y definitiva referencia.
Y respecto a la formación de ese corpus a través de revistas científicas, me va a permitir disentir. Las revistas especializadas son las únicas que, hoy por hoy, aseguran el avance de cualquier corpus teórico como únicas expositoras válidas y fiables de proyectos de investigación. Eso sí, para que sean realmente científicas necesitan ser muy rigurosas, establecer la famosa revisión por pares y todo lo demás que usted sabrá muchísimo mejor que yo.
Pero en todo caso como digo permiten avanzar el corpus preexistente, pero no son efectivas a la hora de empezar a formarse. Si alguien quiere aprender los misterios de la Bioquímica, lo primero que tendrá que hacer es leer y estudiar unos buenos Principios de Bioquímica (los de Lehninger, por ejemplo), si alguien quiere aprender Historia del Arte, Gombrich podría ser un buen comienzo, y si alguien quiere aprender técnicas artísticas pictóricas, pues podría empezar por Ralph Mayer.
Luego ya vendrán las revistas científicas, que actualizarán, ampliarán, renovarán y harán avanzar los conocimientos. Pero para suponer la base formativa de cualquier parcela teórica, son excesivamente específicas. Construir un corpus teórico a partir de ellas sería tarea imposible… como empezar la casa por el tejado.
Y sobre el enfoque transversal (¡Don Álvaro no nombre la soga en casa del ahorcado!) diré lo que dije hace mucho tiempo: es interesante cuando el corpus de una disciplina está asentado… en un medio como el cómic cuyos cimientos teóricos aún tiemblan supone un suicidio de la identidad. Lo transversal lo fagocitaría y acabaríamos hablando de cómics con terminología externa; algo por otro lado inevitable ante ciertos aspectos como puedan ser los encuadres –por ejemplo– pero que debemos negar radicalmente (o así lo pienso yo) cuando se traten los aspectos que sean propios, definitorios e intrasferibles del medio.
Sí estoy de acuerdo, empero, en que hace falta un enfoque interdisciplinar, pero con estructura claramente piramidal en lo que a sistema de trabajo se refiere.
Aún recuerdo cuando Boyero explicó por qué soltaba palabrotas e insultos en sus críticas: «trato de enriquecer el texto». Muérete de envidia, Galdós.
Y yo también reivindico a Aguilar; es difícil encontrar a críticos que no sigan la corriente y digan en voz alta que no les gusta el cine de Spielberg.
Si John pero no tiene el menor empacho en decir que Minority Report le parece una obra maestra, eso es lo grande de Aguilar, su caracter insobornable.
Me lo has quitado de la boca… cito el final: «la mejor película de Steven Spielberg hasta la fecha y, con diferencia, una de las cimas de la ciencia-ficción en el cine contemporáneo». He ahí donde entra una de las frases que digo en el artículo: la labor analítico-descriptiva del crítico se caracteriza por la concreción. Más de un crítico anatematiza a un autor cuando ve una de sus obras (o unas cuantas) y cree que alabar tan siquiera una de ellas supone una contradicción para su discurso. Aguilar no confunde el tocino con la velocidad y es perfectamente capaz de alabar las bondades de un filme aún cuando la mayor parte de las cintas del realizador implicado le hayan parecido decepcionantes. En este sentido yo no lo calificaría de insobornable (al menos no en este ejemplo) sino de desprejuiciado (tan importante o más que lo primero).
Ambas, Jose, ambas cosas, por eso este ahombre tiene mi respeto absoluto y mi total admiración, no le gustan ( incluso aborrece) de muchos autores que a mi me encanta, Kubrick, Tarantino (aunque no tiene miramientos en loar la injustamente denostada Jackie Brown) o incluso Cronenberg o Gilliam (del que considera «Los heroes del tiempo» una obra maestra, y con razón), pero esto no hace que yo no lo siga por no darme la razón en todo, sino que al contrario lo lea con mayor interes, contraponiendo mi propia experiencia a la suya. Así es como se forma el criterio y ya me parece que damos vueltas sobre lo mismo.
Por otra parte coincido contigo en que la crítica de cómic está en estado embrionario (la crítica no tanto la teoría) y que esa transversalidad quizás no sea beneficiosa por el peligro de la fagocitación, principalmente porque sigue latente un complejo de inferioridad vergonzante que el lector tiene interiorizado y aquí se vio con los calientes debates sobre Watchmen, tal parecía que el cine venía a dar por fin categoría, que se esperaba esa adptación que dignificaría el medio y permitiría salir de la cueva con orgullo. Una estupidez campanuda y tritísima, vamos.
Pues que cosas, cuando me decido a subir un blog de crítica, y digo crítica, publican este articulo. Es bastante bueno, acertado y un manual también. Me agrado leerlo y espero seguir encontrando más textos de este tipo en la Zona. Felicitaciones José.
Pues muchísimas gracias, Ziggy… además un buen nombre para el blog ¡el crítico ignorante! Muchísima suerte con él. Si lo haces la mitad de bien que en apocalípticos y comiqueros me quedaré contento. De momento, ¡a seguirlo se se ha dicho! 😉
PD. Si ves el extracto en la home de Zona verás que la imagen es la de Anton Ego ¡más casualidad aún!
Maaaaaaaadre mía… llego tarde, y con poco o nada que aportar después de lo que se ha dicho. Me quito el sombrero ante semejante reflexión, y ante los tres espadas que se han juntado en el debate, señor Torralba, señor Zape y «profe» Pons. Qué pocas veces se atreve alguien a esgrimir la mitad objetivable de la labor del crítico, y se amparan en el gusto personal, reduciendo a la nada la utilidad de la crítica…
Al hilo del tema, y ruego me permita una pequeña «telepromoción», hace poco he estrenado sección de cine español en la recién resucitada revista Maverick, ahora on-line. El último artículo habla justamente sobre la crítica, y fue algo más que inspirado por el señor Boyero. Y hoy o mañana me estrenaré en la crítica propiamente dicha con REC2… a ver qué tal se da. Huelga decir, José y todos los demás, que me encantaría veros por allí (para comentar se exige registro, pero es rápido y no cuesta nada).
¡Coño! juan-man, estabas desaparecido en combate. Me acuerdo de haber comprado un par de veces esta revista en el año de la polka. Tiene buen aspecto y os deseo la mejor suerte, trataré de dejarme caer. Que me alinees entre semejante dupla me ha puesto en estado de levitación, agradecido.
¡Sí que estabas desaparecido, sí! Y se te ha echado en falta en el debate… seguro que hubieras aportado muy buenas ideas. Yo estoy como zape… recuerdo haber comprado hace eones –pero eones de verdad– esa revista. De momento ya te has llevado un comentario de un servidor, para que no se diga, aunque juraría que se me ha cortado por largo.
¡Ah! Y no le eches cuenta a zape, siempre tan modesto… merece los galones mucho más que yo. Te recomiendo fervientemente que te pases por su blog –también de nueva creación– porque día sí, día también, saca de la última estantería perdida de la más completa videoteca de género una pequeña joyita olvidada. Verlo hablar de cine es deprimente y estimulante a la vez: se da uno cuenta de que no sabe casi nada de cine para rápidamente percatarse de que está en el sitio adecuado para aprender. Toda una cura de humildad.
Bueno, bueno…no se merecen. Valdone dice que en el fútbol por cada dos veces que se dice belleza hay que decir una cojones. Así yo me rebajo el pavo con un puntín de autoironía para no ponerme «valleinclanescamente» estupendo. Por cierto y me registro, pero no figuro y del modo no pude comentar nada…
Valdone, no se quién es, Valdano, si un argentino muy endomingado de verbo suelto.
El blog de zape ya me lo apunté en cuanto vi que su nombre ahora viene con link, para mirarlo con calma en cuanto tenga un ratillo… la verdad es que estos días apenas he tenido tiempo de nada, pero espero que ya se estabilice la cosa, y dar por finalizada mi desaparición temporal del ciberespacio.
La verdad es que suscribo lo de la cura de humildad, es lo mejor que puedo decir de debates como este.