La infancia es una isla.
No se parece a nada que vaya a venir después ni, evidentemente, a nada de lo que haya venido antes. Nuestro «yo» infantil no es una proyección hacía el pasado, ni una versión inexperta de nuestro «yo» actual. El niño que fuimos ya no existe. Ha desaparecido. No es de extrañar que se hable de la infancia como un paraíso perdido.
Se me va a permitir saltarme el «libro de estilo» de Zona Negativa para hablar con las tripas de un cómic que es mi paraíso perdido, probablemente el tebeo más importante de mi vida. Seguramente lo sea también de muchos lectores, pero aunque no sea así, estoy convencido de que mi experiencia puede extrapolarse a cualquiera que sea la historia que a ti, lector, te ha hecho ser como eres.
Los lentos veranos de mi infancia transcurrieron en un pequeño pueblo de Asturias: Calleras, concejo de Tineo. La casonas asturianas suelen tener, encaramadas sobre los tejados, como una casa sobre la propia casa, un almacén de grano que los asturianos llaman panera. El espacio que queda entre el tejado y la parte baja de la panera recibe el nombre de caramanchón.
El caramanchón de la casona en la que vivían mis abuelos tenía apenas la altura necesaria para que un niño pudiera ponerse de pie, y me encantaba escaparme con mis tebeos de Marvel a aquel espacio intermedio, a aquel lugar en el mundo pero fuera del mundo. a aquel lugar blando, que diría Neil Gaiman.
Aquel día subí las escaleras de piedra que llevaban hasta el firmamento con el número 6 de la Biblioteca Marvel de Thor entre las manos. La portada mostraba una espectacular ilustración de Jack Kirby en la que Thor golpeaba su martillo contra la bola de demolición de El Hombre Absorbente. Las ondas de choque sacudían el mundo de las viñetas, lo partían por la mitad y llegaban hasta mi pequeño caramanchón.
En algún otro artículo escribí que la colección de Thor nació «de una pretensión tan típicamente new-age como era «hacer un comic de Dios». Un comentario deliciosamente post-irónico y temerariamente estúpido, pero cierto.
Envalentonado por el éxito de sus últimas creaciones, Stan Lee se propuso hacer un tebeo protagonizado por Jesucristo. Disuadido de semejante empeño por mentes mas sensatas y menos geniales, Stan «The Man» Lee se puso a buscar una manera de trasladar al mundo de las viñetas sus inquietudes teológicas (por llamarlas de alguna manera).
Tenía muy claras dos cosas. La primera. El protagonista no podía ser Hércules. Tenía que encontrar algún héroe un poco mas, digamos, exótico. La segunda. El dibujante debía ser, sí o sí, Jack «The King» Kirby, el William Blake de los comics americanos.
De este modo, El Hombre y El Rey se pusieron manos a la obra. Y fracasaron.
Los primeros episodios no terminaban de arrancar. El concepto original era tan poderoso, estaba tan fuera de onda, orbitaba a tantos miles de años luz de cualquier cosa que se hubiera visto hasta entonces (incluidos los ya de por si potentisimos conceptos con los que se jugaba en la Marvel primigenia, con la posible excepción de Los 4 Fantásticos) que Lee y Kirby se vieron superados momentáneamente por su creación, y Larry Lieber y Don Heck se hicieron cargo del personaje, unos autores tremendamente mediocres en comparación.
Asgard y todos sus habitantes parecían abocados a la desaparición. Pero Stan Lee no se resignaba.
Convenció a Jack Kirby de que volviera a la colección. El genio del puro imperecedero aceptó, pero con una serie de condiciones. Tal y como él lo veía, el principal problema de Thor es que no se diferenciaba en nada del resto de superheroes. Para que Asgard pudiera vivir, debían crear su propia mitología. Lee le dijo que no tenían ni idea de mitología. Me gusta imaginar a Jack respondiendo algo así como «ya se nos ocurrirá algo».
El resto es historia. Sin saberlo, Lee y Kirby habían abierto el camino para la fantasía en el cómic.
Se suele considerar que el primer número (la primera aparición de El Hombre Absorbente) que contenía aquel pequeño tomo de Biblioteca Marvel es el principio de la magnificencia de Lee y Kirby en la colección de Thor. Puede ser cierto, puede no serlo, pero en cualquier caso es la primera entrega de una extensa saga en la que dos titanes cambiaron el cómic para siempre (una vez más).
El Poderoso Thor mezclaba la mitología, las leyendas artúricas (presentes en el origen de Thor y en el simbolismo de su martillo, pero también en el grafismo de un Kirby que llevaba hasta el limite las lecciones aprendidas de Hal Foster en El Príncipe Valiente), la ciencia ficción mas disparatada y la pseudo-ciencia de libros como ¿Carros del espacio? o Aku-Aku.
No me puedo resistir a incorporar a este texto un párrafo del espectacular análisis en tres partes acerca del Thor de Lee y Kirby que realizaron en la web En todo el colodrillo:
Para aclarar todo lo relativo a la realidad mitológica del superhéroe, en un ejercicio de retrocontinuidad tan fortuito como acertadísimo, en el The Mighty Thor #159 (1968) los dos autores desvelaron que Donald Blake nunca existió, sino que era la frágil apariencia con la que Odín desterró a su orgulloso hijo a Midgard (la Tierra) con el objetivo de que aprendiese a comportarse con humildad y a temperar sus rudas maneras, borrándole cualquier recuerdo de su naturaleza real: estudiaría la carrera de medicina, cojo de una pierna, para comprender el dolor y el valor del esfuerzo. De pronto Thor entraba de este modo en el esquema heróico de Joseph Campbell (descrito en el libro “El héroe de las mil caras”, 1949), del héroe que cae en desgracia y que debe purificarse, sufrir una catársis, para volver al hogar. Regresamos de nuevo a la esencia de los relatos mitológicos con el mismo libro que ha sido una gran influencia para autores como Jack Kirby, George Lucas o Frank Miller.
Si queréis leer el artículo completo, podéis encontrar las tres partes aquí:
https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-1-de-3.html
https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-2-de-3.html
https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-y-3_18.html
Es imposible enumerar todos los conceptos que vibraban entre aquellas páginas, pero una breve lista quizá pueda hacer entender al lector como Lee y Kirby sacudieron las mentes de miles de niños, tanto en los años 60, como en aquellos primeros años del s. XXI (y esperemos, por nuestro bien, que también lo hagan en las décadas que están por venir).
En la colección de Thor hicieron su aparición: Loki, Mr. Hyde (y Cobra), El Hombre Absorbente, El Destructor, el origen de Galactus, Ego el planeta viviente (en este punto, mi mente infantil se vio superada y tuvo que dejar de leer), Mangog, Ulik, El Alto Evolucionador y, finalmente, el Ragnarok. Intercalados entre todos ellos, los Relatos de Asgard, donde se daban cita (de forma real o metafórica) los dioses nórdicos y los dioses griegos, los Tres Mosqueteros, las Eddas, Isaac Asimoc, El Mago de Oz y el Antiguo Testamento.
Por motivos de sobra conocidos y que no vienen al caso, Kirby acabó dejando Marvel. Por aquella época (finales de los años 60), Stan Lee había dejado la mayor parte de sus series en manos de otros guionistas, y solo continuaba al frente de tres: Spiderman, Los 4 Fantásticos, y, por supuesto, Thor.
Los números de Stan Lee y John Buscema al frente de la colección han quedado ensombrecidos (lógicamente) por el legado de Kirby, pero es justo señalar que sus números tuvieron una calidad similar (en algunos momentos superior) a la de la étapa inmediatamente anterior.
Buscema era en cierto la antítesis gráfica de Kirby. Mientras el segundo tendía a la exageración y a la hipérbole anatómica y plástica, Buscema buscaba el naturalismo (extremo, todo hay que decirlo) en sus composiciones.
Lee dio rienda suelta a la épica, a la aventura, a conceptos más grandes que la vida, pero sin olvidarse del humor y de los pequeños seres humanos que vivían a pie de calle. En Thor y Silver Sulfer (curiosamente en ambos casos junto a Buscema) Stan Lee se convirtió en el Shakespeare de los comics.
Mi «yo» infantil disfrutó (mejor dicho, se extasió) con el Thor de Lee, Kirby y Buscema. Los números de Jurgens y Romita Jr. le pegaron como un ladrillo en la cabeza. Thor se convirtió en su personaje favorito junto a Spiderman y Conan.
Y después el niño creció, desapareció y nadie sabe a donde ha ido, pero quiero creer que una pequeña parte de él sigue vivo. A veces todavía le noto revolverse cuándo las ideas que aprendió de aquel tipo que le hablaba (literalmente) desde las páginas de un cómic chocan frontalmente con la realidad del mundo moderno.
No estoy hablando de terrorismo, hambre en tercer mundo o la naturaleza del mal (temas, por otro lado, explorados por Stan Lee en sus comics), si no que mi critica se circunscribe a una realidad mucho más concreta, de la que Lee es una victima más. Veréis, en el mundo del cómic el ego es el enemigo.
Un mundo que es relativamente pequeño. Parafraseando a Don Draper, «si hablas mal de alguien en un mundo pequeño, lo haces más pequeño». Eso, por supuesto, no impide que muchos autores contemporáneos quieran aprovechar el impulso de la ola de la «novela gráfica» para alcanzar sus quince minutos de fama. Puesto que no hay nada más jugoso que una buena polémica, no existe mejor objetivo que alguien que ya no puede defenderse.
Stan Lee ha sufrido todo tipo de ataques por parte de profesionales de la industria. Recorrían todo el espectro, e iban desde un simple «en realidad, era Jack Kirby quién escribía los guiones» hasta los epítetos de «ladrón», «estafador», y cosas peores.
Este tipo de comentarios, por parte de un aficionado, evidenciarían un desconocimiento total de la historia del cómic y sus modos de producción, de la manera en la que confluyen los equipos creativos, del papel que juegan el guión, el dibujo y la narrativa en la construcción de la historia, de las responsabilidades de un editor; pero no podemos ser tan ingenuos como para pensar que un profesional de primera línea desconozca estos conceptos.
No nos dejemos engañar.
Stan Lee fue, pura y simplemente, uno de los mejores guionistas, editores y publicistas de la historia del cómic. Sus historias han alimentado la imaginación, los sueños y los valores de miles de niños a lo largo y ancho del tiempo y el espacio.
Como dijo Tom King en la despedida que le dedicó al enterarse de su reciente muerte: «Quiso escribir la gran novela americana. Lo consiguió».
Fantástico y emotivo texto. Stan realizó auténticas virguerías filosóficas, en tiempos en que eso era impensable en los cómics, en colecciones tan distintas como Thor, Estela Plateada, los 4 Fantásticos y Spider-Man. Su legado es universal.
Os agradezco el comentario sobre mi artículo, pero os corrijo en varias cosas:
– Mi blog se llama «En todo el colodrillo», no «cocodrilo».
– Creo que habría sido un detalle elegante haber incluído un enlace a alguno de sus partes, aunque contradigan la intención de este artículo: 1) https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-1-de-3.html 2) https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-2-de-3.html y 3) https://entodoelcolodrillo.blogspot.com/2011/05/el-thor-de-jack-kirby-y-3_18.html
– Personalmente, no creo que ese párrafo en concreto que se me cita diga algo interesante. Pero eso es más una opinión personal. La referencia a Campbell es una obviedad, un libro al que se recurre demasiado para construir historias.
– Creo que hubiese sido interesante incluir citas y bibliografía a este artículo. Por ejemplo, no niego que esta conversación sea real: «Tal y como él lo veía, el principal problema de Thor es que no se diferenciaba en nada del resto de superheroes. Para que Asgard pudiera vivir, debían crear su propia mitología.» Sin embargo, creo que no habría costado nada incluir la entrevista o el artículo de donde sale.
– El comentario final sobre la participación de Stan Lee en los guiones me parece nada argumentado. «Este tipo de comentarios, por parte de un aficionado, evidenciarían un desconocimiento total de la historia del cómic y sus modos de producción». De acuerdo, entonces corrijamos este desconocimiento, expliquemos esos modos de producción. Cualquiera puede encontrar las entrevistas en las que John Romita y Wally Wood se lamentan de que Stan Lee no les daba guiones y tenían que desarrollarlo todo en solitario. Esto unido a los enfados de Ditko y al cabreo de Kirby no significa que Stan Lee no colaborase en estos cómics, pero sí que tenían motivos para no considerar a Stan Lee el guionista. Por tanto, ¿qué hacía Stan Lee? ¿No hay hueco en este artículo para explicarlo?
Es cierto que es muy posible que Lee no hubiera llegado a nada sin Kirby, Ditko y compañía, pero también más que posible que hubiera pasado lo mismo a la inversa. Es cierto que Kirby tuvo su propia obra como autor completo, pero creo que la cumbre de su trabajo la realizó junto a Stan Lee. Personalmente hace poco me estuve leyendo sus Eternos y se me hizo bastante cuesta arriba.
No quiero hacer de menos al rey de los cómics, cuya aportación al noveno arte es incalculable, lo que digo es que no es cuestión de quien hizo más o quien hizo menos, el tándem Lee-Kirby era imbatible.
Precisamente este Thor recogido en el primer tochaco ómnibus de panini también me lo he leído hace poco y sin duda tiene un nivel espectacular.
Por cierto esa imagen de Thor y Estela siempre me ha encantado. La posición de Thor hace parecer que le va a calzar una hostia que le va a mandar fuera de la galaxia.
Totalmente de acuerdo con lo que expones en tu segundo párrafo. De eso iba el artículo, precisamente. Hacer de menos a una de las partes involucradas en un cómic responde con frecuencia a intereses mezquinos. Si no se invierte un poco en cultura e historia del cómic, dentro de poco comenzaremos a escuchar que Moore, Gaiman, Charlier y otros no eran más que asalariados al servicio de los verdaderos artistas.
Desde Zona Negativa apostamos por la cultura real del cómic :]
Un saludo y gracias por el comentario.