Un thriller con mucha reivindicación
«Estabas voluntariamente en su casa, ¿no?
Todo el mundo creerá que eres una viciosilla»
El nombre de Orson Welles es conocido por toda persona afín al cine, y en general a la cultura, por ser una de las personalidades más carismáticas y llamativas del pasado siglo en el apartado cinematográfico. Su primera película, Ciudadano Kane, dio la vuelta a todo el mundo, y es considerada por muchos una de las cimas del séptimos arte. Sin embargo Welles ya fue noticia antes de convertirse en uno de los referentes en el sector del celuloide. Éste, junto a la compañía Mercury Theatre, donde coincidiría con Joseph Cotten y otros actores que también aparecerían posteriormente en las primeras películas del Chico de oro de la radio, tras interpretar varias obras teatrales, participarían en un programa de radio semanal lo que dio lugar, en 1938, al primer gran éxito de Orson. La adaptación radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells en el día de Halloween. Aquel programa fue tan realista en su interpretación, narrando la historia como si de boletines noticiaros se tratasen, que mucha gente que la cogía empezada creyó durante más o menos tiempo que se trataba de un suceso real. Esto es el telón de fondo sobre el que se construye esta obra, pero antes de entrar en detalles, conozcamos a los autores.
Laurent Galandon, nació el 16 de marzo de 1970 en Issy-les-Moulineaux, limítrofe con París. Estamos ante un guionista francés que ha trabajado sobre todo para el sello Bamboo desde que en 2006 se publicó la serie L’Envolée sauvage, concluida en 2016. El autor ha seguido trabajando con enorme intensidad durante esa década, aportando obras como, Gémélos (2006-2008 y sigue en curso), L’Enfant maudit (2009 – 2012), Quand souffle le vent (2009) o Shahidas (2009 – 2011). También, para la colección Gran Angular de Bamboo, publicaría Inocentes culpables en dos volúmenes, El vuelo (2011) y La traición (2012), con dibujos de Anlor. Para la misma colección, volvió a escribir otra historia en dos volúmenes, La Parole du muet, con Frédéric Blier en el apartado visual, publicada en 2016-2017.
Jean-Denis Pendanx, nació en 1966 en la ciudad de Dax, Francia. Después de un año preparatorio en la escuela Estienne en París, obtuvo un BTS (certificado técnico superior) en artes aplicadas en la escuela secundaria Jolimont en Toulouse, luego siguió cursos en la escuela de artes decorativas en París. Vive en Burdeos donde se dedica tanto al cómic, a las ilustraciones para libros para niños o para revistas, así como a organizar y àrticipar en exposiciones y eventos en torno a la profesión de dibujante. En 1991 publica su primer álbum junto a Doug Headline, Diavolo le solennel, editado por Glénat. En 1993 apareció el primer volumen de Labyrinthes, con Dieter y Serge Le Tendre. En 2002, adaptó Les Corruptibles con su autor, Alain Brezault. En 2006, firmó con Christophe Dabitch Abdallahi, y en 2013 Tsunami con guion de Stéphane Piatzszek, ambas para la editorial Futuropolis.
Cuando la falta de espacio hace estragos
La obra adapta la novela homónima del periodista venido a cronista y a novelista en último término William Borroughs. Tras el programa radiado por Orson Welles y su compañía Mercury Theatre, de la novela La guerra de los mundos de H. G. Wells, aparece un niño con una bala alojada muy cerca del corazón. A partir de ahí, el periodista, en ese momento retirado, William Borroughs, contratado por la CBS (a red de emisoras Columbia Broadcasting System, cadena responsable del programa), deberá ir casi en forma de detective privado a investigar los sucesos para poder discernir si el suceso se dio debido al programa o fue ajeno al mismo.
Esta es una historia de intriga, un thriller sin demasiadas pretensiones que nos traslada a la América profunda, al pequeño pueblo de Heathcote, cerca de la ciudad de Gorvers Mill, del año 1938, y que pone en relieve muchas de las causas por las que hoy en día se sigue luchando. Podremos ver la evidencia del racismo sistémico (que no está especialmente caricaturizado o llevado al extremo), la discriminación de género que en esa época se llevaba a cabo sin ningún impedimento, o las expectativas del varón joven en un mundo tan constreñido.
Sin ninguna duda, lo más interesante de la obra lo encontramos en la representación que se hace respecto del periodismo, en esa época especialmente relevante en cuanto a la información o desinformación del ciudadano medio. Se hace mucho hincapié en las restricciones éticas que debe acarrear el periodismo, en la función social que el cuarto poder debe desempeñar. De su lectura podemos sacar símiles y analogías muy reconocibles con nuestra época actual. Pese a vivir en situaciones donde la información se recibe de manera muy diferente, los ideales sobre los que se deben sustentar se intuyen similares, aunque por momentos en la historia se infantilice el discurso.
La trama pseudo-detectivesca se percibe bastante impostada, y su consecución, pese a tener un giro de guion interesante, no logra que empaticemos. Esto es debido a la introducción de elementos que aparecen sin haber sido tratados previamente, o de manera tan tangencial que no inspiran más que una leve sorpresa. También encontramos que todo sucede en poco espacio, lo que hace que las situaciones se ahoguen y que el ritmo no sea el adecuado. La historia en sí misma no es especialmente relevante, pues parece más una excusa para hablar sobre las diferentes causas que actualmente copan los informativos y las tertulias (racismo, feminismo, clasismo, nacionalismo y de más ismos), haciendo una analogía poco disimulada con las mismas; que una historia que hable sobre los sucesos que desembocaron por el programa de Welles. Algo que no tendría nada de reprochable, si no fuera porque juega a engañar en la descripción inicial de la obra.
En cuanto a su apartado gráfico Pendanx hace un trabajo muy acertado, con una paleta de colores pastel que nos introducen en los años 30 de manera muy sosegada, aunque quizás excesivamente amable. El trazo grueso que por momentos logra caricaturizar a los personajes, alcanza su mayor esplendor en las expresiones faciales, muy cuidadas, con las que enfatiza las pretensiones tanto externas como internas de los personajes. Los fondos, muchas veces difuminados en indescriptibles formas que se fusionan con los agradables colores, tienen puntuales momentos descriptivos en los que no se escatima en detalle, y que merecen un detenido vistazo. Un trabajo que no se sale de la norma, que no innova en narración o en lo visual, pero con el que el lector podrá sentirse cómodo.
La edición de Ponent Mon es muy acertada, con una página gruesa y agradable, y con un par de páginas finales en las que vemos a Orson Welles dirigiendo la obra en la CBS, acompañada de un pequeño texto explicativo, que quizás hubiese sido más oportuno poner al principio.
En conclusión, es una obra que no destaca en ningún apartado concreto pero que en general se lee de manera amena y con soltura. Un trabajo que saca a relucir las diferentes sensibilidades que actualmente afloran, en un contexto social en el que se evidenciaban, pero que como thriller sufre las carencias que acarrea la falta de espacio. Pues citando al aludido pero ausente Orson Welles «Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude».
Lo mejor
• La manera de representar el papel del periodismo comparándolo con el actual, sin entrar en demasiadas obviedades.
• La fuerza expresiva en los rostros de los personajes.
Lo peor
• La falta de espacio que conlleva a una trama atropellada y que obliga a tener un ritmo que no acaba de estar en concordancia con el que la historia requiere.
Guión - 7
Dibujo - 7.5
Interés - 7
7.2
Fake
A fake story termina por ser una historia que como thriller no es acertado pero como reivindicación sí lo es. En concreto se destacan las reflexiones sobre el periodismo, con mucha incidencia en el racismo y el género, enmarcado en los años 30, pero con claras alusiones a la actualidad.