Ab Irato. La Naturaleza de la Bestia

 

Edición nacional / España: Ab Irato. La Naturaleza de la Bestia, 2013, EDT; recopila una serie publicada originalmente entre los números 33 y 38 de la revista Totem en el año 1989 y recopilada en álbum en 1993.
Guión: Enrique Sánchez Abulí.
Dibujo y tinta: Jordi Bernet.
Formato: Álbum de 64 páginas en blanco y negro editadas en cartoné.
Precio: 12 €.

 

Hay un placer especial en regresar a los caminos que marcan Abulí y Bernet. Ambos, dos titanes del tebeo, creadores de Luca Torelli, Torpedo 1936, uno de los personajes más importantes del tebeo nacional, podrían dedicarse a descansar para siempre pues solo con semejante punto en sus currículum vítae merecen el cielo del cómic. Sobrados, además. Y si no, echad un ojo a esta reseña.

Abulí y Bernet, Bernet y Abulí, otro dúo poderoso, otra pareja que parece un matrimonio, probablemente no siempre feliz. Pero si existió para ambos una época de felicidad, estos fueron los ochenta, donde dieron a luz los más lozanos de sus retoños. Retoños, claro, que nosotros los lectores hemos maleducado y de los que hemos coreado sus hazañas. Multitud de historias cortas forman parte de esta manada de vástagos de la pareja en cuestión, muchos de ellos recopilados en el célebre Historias Negras primero por Glenat y luego por Panini como parte de su compendio Serie Negra Integral, de reciente salida en su línea Evolution. Dentro de este tocho despunta otra historia, una más larga, publicada originalmente por capítulos en la extinta revista Totem, Ab Irato, que fue luego renombrada como La Naturaleza de la Bestia y publicada también como álbum por EDT poco antes de fenecer. Ahora lo encuentras saldado a un precio muy majo.

Pues bien, este Ab Irato es buen ejemplo de la obra en común de la pareja. Encontramos aquí el gusto por el género negro, con todo lo que eso conlleva: que si femmes fatales que te sacarán los ojos, que si ricos advenedizos que moverán cielo y tierra para llevar a cabo sus planes malvados, que si rudos antihéroes que caerán en la trampa, además, claro está, de una loa constante al sarcasmo y la ironía. La Naturaleza de la Bestia narra el romance desafortunado -¿hay alguno que no lo sea?- entre la mujer de un ricachón y un boxeador de mala muerte. Ella, un zorrón de mucho cuidado –y no os llevéis las manos a la cabeza, pues así mismo esta cincelada-, se enamora, a su manera se entiende, de un apuesto leñador, un púgil venido a menos que vive en las tierras cercanas a las de su decrépito marido. La chispa del deseo se enciende en cuanto se ven y ella se aprovechará de la estupidez del hombre para disponer el asesinato de su incauto esposo, quien se huele, claro, las malas artes de con quien comparte techo. Y hasta aquí te cuento.

Con semejante premisa, los autores no dejan títere con cabeza. Nadie se libra de su escarnio. Ni las clases bajas, ni las altas, ni el supuesto héroe, ni la mala mujer. Todos, asesinos, policías y hasta el triste niño subnormal que vive con el boxeador, serán objeto de la cáustica visión del mundo de Abulí y Bernet. Como es habitual en su obra, claro. Y encontramos así también los juegos de palabras, las burlas del destino y una crueldad que presentan habitual en su descripción del mundo, donde no hay nadie bueno. Y si lo hay, mal sino le espera, por no haber sido listo.

El sexo como motor de las tramas es uno de los rasgos comunes de la obra de los creadores de Luca Torelli. Este Ab Irato es buena prueba de ello. De modo que ambos, a través de las situaciones que provoca Abulí, pero siendo a su vez consciente este del don para dibujar la anatomía femenina –y masculina, ojo- del ilustrador catalán, potencian el erotismo de la historia. Cualquier excusa es buena para poner en imágenes la voluptuosidad de sus personajes femeninos y cualquier oportunidad de demostrarlo gráficamente es aprovechada para solaz del lector, que, no nos engañemos, disfruta de estos chispazos eróticos como uno más de los reclamos de la obra de la pareja. Pero es que en el universo de Abulí y Bernet las hormonas corren desbocadas. Sus páginas están cargadas de un sensualidad salvaje, como si el papel hubiera sido rociado de feromonas en la imprenta y le hubieran crecido gónadas. Curvas de pecado, miembros que se intuyen enhiestos y mucho sudor representan una de las constelaciones del firmamento autoral de ambos creadores. Y nosotros no nos quejamos.

Pero, gracias a dios o al diablo, Bernet no es solo un dibujante de pechos. Su capacidad narrativa no solo está fuera de toda duda, sino que su trazo es digno de las mejores proezas, cargado como viene de una personalidad arrolladora. Es imposible no reconocer su firma en todos y cada uno de sus dibujos. Ya sea por la mancha prudente, por la finura de sus líneas, la profusión de detalles, eso sí, sin apabullar, y la elasticidad de sus personajes, hay algo en el dibujo de Bernet que lo convierte en uno de los grandes. Con un pie en el academicismo y otro en cierta soltura rebelde. Una mezcla salvaje entre Pratt y Foster. Y más lejos no se puede llegar, de veras, pues estamos comparándolo con dos dioses del tebeo.

Abulí no se queda atrás, aunque sus quehaceres son más los de un artesano del entretenimiento. Abulí es un escritor pulp y orgulloso de serlo. No juega a la solemnidad ni trata de sentar cátedra, pero basta que no lo intente, basta que aparente ser humilde para tratar temas de cierta profundidad con la soltura de un tipo ilustrado. De modo que no solo entretiene, sino que da que pensar. Mientras tanto, disfruta con la greguería y el retruécano, la burla, la chanza, el piropo y el insulto, jugando con el lenguaje demostrando siempre una particularidad tan reconocible como el lápiz de su compañero de batallas.

Siempre es una alegría recuperar la obra de estos ases del tebeo nacional. ¡Haceos con el recopilatorio de Panini!