Análisis de los Teen Titans durante TheNew52

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Los Titanes, o Jóvenes Titanes (Teen Titans), es una de las cabeceras clásicas de DC Comics. Durante mucho tiempo, en una DC Comics pre-Crisis en Tierras Infinitas, la serie fue un oasis de calidad y comercialidad en un gran océano de series Marvel. Gracias a aquella etapa realizada por Marv Wolfman y George Pérez, la alineación clásica de los Titanes (Robin, Cyborg, Starfire, Raven, Beast Boy, Donna Troy…) es aún a día de hoy la más recordada por parte de los aficionados del grupo. Curiosa o casualmente, cuando este grupo y esta serie mejor han funcionado es cuando el universo DC más ha lucido. La época Wolfman/Perez abrió el camino a una nueva forma de contar historias dentro de la editorial y esa historia se ha repetido no hace mucho. La época dorada de DC Comics en el presente siglo es aquella que comprende desde el Identity Crisis de Brad Meltzer hasta el último número de 52. Sin embargo, los cimientos para esta etapa gloriosa comandada por Geoff Johns, Greg Rucka, Gail Simone, Grant Morrison y compañía se pusieron un poco antes con una obra de la calidad más baja posible: Titans/Young Justice: Graduation Day. Esta miniserie de tres números a cargo de Judd Winick y Ale Garza supuso una ruptura en forma y fondo con lo ofrecido hasta el momento, olvidando las aventuras livianas y ligeras de Peter David y abrazando al grim & gritty que dominaría la editorial durante la siguiente década, empezando todo ello con la muerte de Donna Troy y la disolución de los Titanes y de Young Justice. Graduation Day sería el detonante de una sucesión de tramas argumentales que se hilarían durante los próximos años (Índigo, Superboy, Donna Troy…) en Teen Titans, The Outsiders o Infinite Crisis.

Las causas de la fallida etapa previa de Devin Grayson son difíciles de explicar (porque a priori contenía todos los motivos para triunfar, aunque acabó pasando desapercibida), pero se compensa con la sencillez de justificar el éxito de la inmediatamente posterior etapa de Geoff Johns (2003). Un back-to-the-basics, un relevo generacional marca de la casa y una alineación formada por los Titanes clásicos, base imprescindible para convertir a la serie en un producto funcional. Robin, Kid Flash, Wonder-Girl, Superboy, Cyborg, Starfire y Beast Boy, esperando al final del primer año para la inclusión esperada y necesaria de Raven. Por motivos legales, Johns no pudo usar a Static (el personaje de Milestone creado por Dwayne McDuffie), lo que sirvió para asemejar más aún su alineación a la de la etapa gloriosa de Wolfman y Perez. Ese parecía ser el ingrediente secreto de la fórmula del éxito para el título: la alineación clásica. Ese mismo año debutaba en Cartoon Network la serie de animación infantil Teen Titans, donde unos pequeños Robin, Starfire, Beast Boy, Raven y Cyborg iniciarían un lustro de seducción continua a los más pequeños (¡y pequeñas!) de la casa, agotando el merchandising de carpetas, mochilas, estuches y pijamas basados en los Teen Titans. Una cantera de impresionables lectores que, si las cosas no se torcían, iban a adorar a los Titanes de por vida.


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Este volumen de Teen Titans alcanzaría las cien entregas, con casi la mitad de ellas guionizadas por Geoff Johns con un éxito de crítica y ventas espectacular, además de un legado importante en forma de aportaciones creativas a la franquicia (desde la revelación de que Luthor es la parte humana del clon Superboy o los creaciones de Miss Martian y Kid Devil). La inercia a la que sometió Johns a la serie hizo que su ausencia no se notara durante los primeros meses, antes de que la silla de guionista empezase a cambiar casi a la misma velocidad que la alineación del grupo. Sean McKeever, Felicia Henderson, Judd Winick (en una serie paralela de corto recorrido y mucha oscuridad) y JT Krul fueron los guionistas de una cabecera en las muertes (Tempest, uno de los Gemelos, Kid Devil…), las bipolaridades (Jerico, Destructora…) y los crossovers estaban a la orden del día. Mientras que por allí desfilaban Aquagirl, Blue Beetle, Static Shock o una tal Solsticio, la salida de Donna Troy y Cyborg en dirección a la Liga de la Justicia o el ascenso de Dick Grayson a Batman (obviaremos esta vez lo que perpetraron con Arsenal por el bien de nuestra salud mental) fueron algunos de los sucesos más importantes que le ocurrieron a una franquicia que concluía en su entrega cien. ¿Lo próximo? Un reboot.

Titanes Desunidos

Al estilo de Vengadores Reuníos, los Titanes también tienen su propio grito de batalla: Titanes Unidos. Curiosamente, no es un lema que haya calado muy hondo en las mentes pensantes de DC Comics (que por momentos parecía llena de monos con corbata). El fracaso creativo y comercial de las últimas etapas era evidente y todo parecería indicar que la editorial habría tomado nota de cómo solucionar la tendencia a la baja de la franquicia. La única forma de acercarse al éxito es contar con todos los Titanes en una misma alineación y serie. De hecho, ellos mismos estaban generando dos productos de éxito durante esos meses bajo esa fórmula. La serie de animación juvenil Young Justice era un verdadero disfrute televisivo y la serie infantil Tiny Titans de Art Baltazar y Franco, carismática y divertida, había ganado el Premio Eisner a mejor serie infantil en dos ocasiones (2009 y 2011). Pero los editores DC (entiéndase Dan Didio, Jim Lee y Bob Harras) tenían otras ideas para los Titanes, algo que quedaría demostrado en el enésimo reboot editorial, el conocido como los Nuevos 52.

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De entrada, una de las características básicas de este relanzamiento masivo ajeno a toda continuidad anterior era que todos los personajes tenían que ser, porque sí, más jóvenes y estar en los primeros días de sus carreras como superhéroes. Esto, además de invalidar que Batman hubiera pasado por tanto Robin en tan poco tiempo, deslegitimaba por completo el concepto de jóvenes héroes. Sin embargo, este no iba a ser el mayor hándicap de la serie. Este sería la dispersión editorial de los personajes. De entrada, ni Raven ni Donna Troy existían en este nuevo universo DC, algo que se solucionaría de aquella manera uno y cuatro años después respectivamente. A su lado, las también ausencias de Miss Martian o Ravager apenas irritaban a los aficionados. En cuanto al resto de Titanes, la ausencia más notable fue la de Cyborg, quien sería elegido por Geoff Johns como séptimo hombre de la Liga de la Justicia, en lugar de un Detective Marciano condenado al ostracismo. Otros dos de los Titanes más ilustres, Arsenal y Starfire, fueron a parar a las páginas de una nueva cabecera, Red Hood & The Outlaws. Allí, la interpretación que de Starfire hicieron Scott Lobdell y Kenneth Rocafort provocó más un infarto múltiple a todas las jovencitas que habían crecido con la Kory de los Teen Titans de Cartoon Network. Otros Titanes de peso durante los últimos años como Static Shock o Blue Beetle tampoco estaban disponibles, ya que tendrían la oportunidad de brillar en sus propias nuevas series (bastante poco tiempo en el caso del primero) en pleno los Nuevos 52.

Así pues, en lo que respecta al nuevo volumen de los Titanes, el equipo estaba formado por un Red Robin con alas que (en teoría, con todas las comillas y post-retro-continuidades posibles) nunca había sido Robin, un Superboy recién clonado, un Kid Flash llegado del futuro y una Wonder Girl con mucha mala leche como miembros más reconocibles, sumados a una nueva encarnación de Solsticio y dos personajes creados para la ocasión: Skitter (una chica afro-americana con poderes insectoides) y Búnker (un joven mejicano gay que puede crear campos de fuerza). Como un avispado lector podrá comprobar, ni un solo miembro de cualquier encarnación pre-Geoff Johns, algo que se solventaría al final del primer año con la aparición de Raven. Sus enemigos serían N.O.W.H.E.R.E., una maligna organización internacional creada para la ocasión que trata de capturar y utilizar a adolescentes metahumanos.

Esa serie estaría escrita por Scott Lobdell (¿qué decíamos de las panderetas?), quien también gozaba del apoyo editorial para escribir la mencionada Red Hood & The Outlaws. Scott Lobdell (Uncanny X-Men, Alpha Flight), amigo personal del todopoderoso Editor en Jefe Bob Harras, se cobraba así los favores prestados en su día intentando emular el éxito y la diversidad de su Generación-X. A su lado, Brett Booth, el enésimo clon de Jim Lee/Marc Silvestri que aguantaría en el título antes de pasar a ilustrar la serie de Nightwing o, poco después, intentar sustituir a Francis Manapul en la cabecera de Flash. Lobdell, en cambio, sí que aguantaría hasta el final del volumen, treinta números después.

Titanes al estilo Lobdell

En cuadro como estaba Scott Lobell en cuanto a la disponibilidad de personajes para su recién estrenada etapa en Teen Titans, no es de extrañar que el veterano guionista decantase sus esfuerzos a una presentación de personajes al más puro y clásico estilo en el comienzo de su etapa. No sólo tenía que presentar los nuevos personajes creados para la ocasión, Bunker y Skitter, sino también traer a colación a los personajes ya existentes previamente al reinicio de la editorial pues por mandato editorial tenían que estar disponibles y ser accesibles para nuevas audiencias. También se decidió por la creación de un villano casi omnipotente y omnipresente, una organización llamada N.O.W.H.E.R.E. dedicada a dar caza a adolescentes con poderes. ¿Y qué mejor manera que la de relacionar al villano con los héroes desde el primer momento?

Comienza así la aventura con un Red Robin activo en el mundo blogger (algo con lo que Scott Lobdell parece estar cómodo pues un par de años después sacaría a Clark Kent del Daily Planet para hacerle bloguero) que es perseguido por N.O.W.H.E.R.E. por estar a favor de estos jóvenes superhéroes que están saliendo a lo largo y ancho del planeta. A una Wonder Girl que es ayudada por el mismo Red Robin a escapar de la organización, a Kid Flash que es capturado por la misma y obligado a escapar de la prisión ayudando por el camino a Solsticio o a Bunker quien se ve obligado a migrar de su país natal, México, a Estados Unidos. Personajes, como se puede observar, de distintas razas y géneros y que responden a una diversidad cultural que se va haciendo un hueco importante en los cómics. Si no se creara un superhéroe blanco masculino más no pasaría nada, señala el propio Lobdell.

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Como nexo de unión de todos estos personajes, perseguidos y representantes de minorías cada vez menos minoritarias, valga la redundancia, Red Robin se alza como el líder del grupo. Una especie de padre adoptivo que no ve el grupo como una opción más de salvar el mundo sino más bien de salvarse el pellejo. Un personaje que, a juicio del guionista es un personaje fascinante porque, a diferencia de Dick, Jason o Damian, nunca se ha visto a sí mismo con una trayectoria que le lleve finalmente a ser Batman. El personaje sin duda más desligado del universo del Hombre Murciélago y que lleva un camino independiente a pesar de su pasado como pupilo de Bruce Wayne. Si es Red Robin hasta los 20 y ahí decide ir a la universidad y hacerse cirujano cardiovascular, ¿Sería eso una locura? El mundo siempre va a necesitar buenos cirujanos al igual que superhéroes, señala su guionista.

Este primer arco de presentación de los personajes finaliza con una poco creíble incorporación al equipo de Superboy, presentado al inicio de la aventura como un clon al servicio de N.O.W.H.E.R.E. utilizado con el único fin de dar caza a los Titanes pero que finalmente se da cuenta, tras dejar al equipo K.O. (del que se recuperan fácilmente en un par de páginas), de que está obrando mal. Y es precisamente en esta presentación colectiva del grupo donde da buena cuenta el guionista de la analogía establecida entre los Teen Titans y los mutantes de Marvel (a quienes dedicara gran parte de su carrera durante los años noventa), estableciéndolos como un grupo de fugitivos pertenecientes a una minoría (adolescentes con poderes). Por mucho que el guionista haya negado con rotundidad esa analogía, no deja de ser evidente su existencia.

Comenta Lobdell que él no es como Jonathan Hickman que como en FF tiene una visión global de los 60 números que va a escribir sino que él escribe el primer número, luego el segundo y así sucesivamente, intentando encajar las piezas. Una forma tan lícita de trabajar como la otra, sin duda, pero que hace más previsible las historias que puedas contar, máxime si se lleva como guionista de cómics más de 20 años. Teen Titans adolece de tener pocas sorpresas en este aspecto y, efectivamente, tras la presentación de los personajes en un primer bloque, lo que toca y cae de cajón es crear relaciones entre los mismos. En este punto, en el número #6 de Teen Titans comienzan a darse pinceladas en esta dirección. La primera y más evidente es la revelación de que Bunker es un personaje abiertamente gay, pues él mismo lo dice sin mayor preocupación a la mínima sospecha de Power Girl de un intento de ligoteo. Y lo que hubiera podido ser una revelación interesante perdió todo su sentido cuando dicha condición sexual se había anunciado a bombo y platillo con antelación por el departamento de marketing (en los mismos meses en los que Alan Scott también era anunciado como gay, prometido muerto incluido). A este aspecto, y profundizando en esa diversidad de razas y géneros mencionada, el dibujante Brett Booth señalaba que queríamos mostrar a un personaje interesante cuya homosexualidad sea parte de él, no algo escondido. Nadie lo puede negar, desde luego, pero que mejor forma que darle normalidad que no anunciarlo a los cuatro vientos, nota de prensa y entrevista mediante.

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Otro de los problemas de escribir número tras número es la falta de coherencia. Una de ellas es el personaje de Superboy, que es la mayor esperanza de N.O.W.H.E.R.E. para capturar a los Titanes pero que tiene tendencia a estar secuestrado (en este momento obviaremos el momentazo en el que Red Robin le propina una patada voladora que lo tumba, algo que carece de todo el sentido si nos ponemos quisquillosos). En el séptimo número de la colección el grupo protagonista tiene que ingeniárselas para rescatarlo de las manos de la malvada organización, momento en el cual Kid Flash ya luce con orgullo un nuevo traje que le permite no reducir sus moléculas a la velocidad de la luz y cuya agonía protagonizaría gran parte del número anterior. Un personaje que, por cierto, le iría dando juego al guionista para mostrar su origen, ligeramente distinto del que el personaje de Bart Allen pre- los Nuevos 52.

El rescate de Superboy, como no, es todo un éxito pero al salir de las instalaciones de N.O.W.H.E.R.E. donde estaba secuestrado, una nueva amenaza les espera: los Ravagers. Pero antes de profundizar en estos personajes, que aparecerían en el universo DC tras el reinicio por primera vez en las páginas de Teen Titans, cabe pararse un poco en algunos problemas editoriales y de narrativa que condenaron a una colección que sin haber llegado a su primer año de vida ya evidenciaba bajones altos tanto en su calidad como en sus ventas, con casi 30.000 copias menos vendidas entre su primer número y el octavo. Por un lado, los problemas editoriales que lastraron el reinicio de DC en 2011 comenzaban a verse por doquier: había crossovers por todas partes. Parecía que, en una brillante idea de los editores, más que hacer buenas series era recomendable hacer que las series se cruzaran, aunque fuera por tonterías, para así hacer ventas cruzadas. Para muestra un botón: en el séptimo número de la colección se muestra a Wonder Girl habiendo vencido en un combate a una Ravager y, en la misma viñeta, nos acompaña un texto que dicta así: Observa el Superboy #8 para ver la pelea entre Wonder Girl y Ravager – Battling Boobie. ¿En serio tengo que comprarme un número #8 de una colección que ni sigo ni me interesa para ver un combate? ¿En qué piensan los editores y el guionista? Esta es sin duda una de las principales críticas hacia Lobdell por parte del fandom: ser el perrito faldero de los editores. El problema se agrandaría más a partir del número #8 donde comenzaría un cruce con la serie Superboy, también de Scott Lobdell, y con Legion Lost que duraría dos meses y que concluiría con el típico aftermath esta vez en forma de nueva serie: Ravagers. Triple ración de dinero para seguir la historia.

Por otro lado, la serie viene con algunos problemas de guión incorporados: una de las cosas que Lobdell menciona de su forma de escribir es la de hacerlo número a número y pensar en el cliffhanger. El problema de todo esto es que el cliffhanger es, en ocasiones, forzado y repetido hasta la extenuación. Y así, nos vemos en el número #8 de la colección con 3 últimas páginas (en los números #1, #2 y #7) muy parecidas: la aparición de un personaje que, tras un monólogo en el que se presenta, acaba diciendo su nombre. Seguro que a muchos lectores les sonará, es un recurso que se ha usado mucho en el cómic desde su creación. Pero donde este sentido tenía sentido en los años 60 o 70, donde los cómics gozaban de historias menos elaboradas y más rápidas y frenéticas, hoy, donde los fans piden historias más elaboradas, no tiene tanto sentido. Y por supuesto que cabe esta forma de hacer las cosas, pero hacer de ello tu forma de hacer cómics es, cuanto menos, poco llamativa y original.

Llegados al número #8, comenzaría lo que podría decirse como la conclusión al primer gran arco de los Teen Titans, descubriéndose que N.O.W.H.E.R.E. y su lider Harvest eran mucho más de lo que aparentaban. Red Robin y su equipo son secuestrados (sí, de nuevo) por una Ravager que se hace llamar Omen y que puede controlar la percepción de la realidad de las personas. Y así, todo lo que parecía un éxito del equipo cuando creían haber escapado de las instalaciones, era en realidad una ilusión ya que todos ellos siguen secuestrados a la espera de descubrir los malvados planes que Harvest y los suyos tienen preparados para ellos. Esos planes son hacer participar a jóvenes dotados de poderes metahumanos de todo el mundo (donde se incluyen a los Legionarios extraviados de Legion Lost y a los propios Titanes) en una especie de Juegos del Hambre llamado The Culling. Los supervivientes de tal macabro juego terminarán convertidos en un cuerpo de élite de N.O.W.H.E.R.E. al servicio de sus intereses denominado Ravagers. De esta premisa nacería la serie Ravagers, a manos de Howard Mackie y Ian Churchill. De esta serie, de la que no destaca prácticamente nada ya que apenas duró un año en el mercado, contaba entre sus filas con un miembro especial: Beast Boy, un clásico miembro de las filas de los Teen Titans desde la ya mítica y añorada etapa de Marv Wolfman y George Pérez. La curiosidad es que ahora Beast Boy ya no lucía piel verde sino roja. ¿Explicaciones al respecto? Ninguna. Y mientras, el fandom parecía poseído por los también rojos anillos de Atrocitus y los Red Lantern Corps…

Esta nueva serie intentaba ampliar el corner de adolescentes que Scott Lobdell al frente de Teen Titans y Superboy y Tom DeFalco en Legion Lost creían haber creado en el universo DC, con permiso de Blue Beetle y una ya cancelada Static Shock. Un espectro del universo DC que de haber sido bien aprovechado podía haber dado lugar a una buena cantera de personajes para la editorial pero que en manos de viejos amigos como los que lo tenían entre manos (con ayuda del director de orquesta y viejo amigo de todos ellos Bob Harras) acabó desembocando en lo esperado: todas las series canceladas excepto Teen Titans, que se mantendría en las estanterías reduciendo sus ventas considerablemente mes a mes hasta su conclusión en el número 30.


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La serie volvería a su cauce original a partir del número #10, con un Scott Lobdell pletórico en su búsqueda de viejas ideas y llevando a nuestros protagonistas con unos nuevos trajes creados por la villana Omen (una oda del dibujante Brett Booth a Tron, no puede ser descrito de otra manera) a una isla llamada, en un alarde de originalidad, la Isla Misteriosa. Una isla en medio de la nada poblada por extrañas criaturas muy similares a los dinosaurios, ¿A alguien le suena este concepto? La cuestión es que aquí vemos la despedida de un miembro del equipo que había aparecido en los primeros equipos y que sólo los más avispados del lugar habían percatado su presencia: Danny La Calle. Este personaje, es un concepto extraño creado por el único guionista capaz de crear algo así: Grant Morrison. Aparecido por primera vez en las páginas de su Patrulla Condenada, Danny La Calle es, precisamente, una calle que es capaz de transportarse a cualquier lugar del mundo y ayuda a las personas que transiten por ella a ser un poquito más felices. Red Robin había contactado con ella para ayudar a Kid Flash en un primer momento y desde entonces no la habíamos vuelto a ver hasta el crossover The Culling. Finalmente, en esta Isla Misteriosa tiene la oportunidad de ayudarles por última vez transportándolos hasta New York a pesar de estar hecha pedazos, literalmente, por los enfrentamientos en la Colonia de N.O.W.H.E.R.E.

Si nos ponemos en la cabeza de un nuevo lector que comienza en DC tras el reinicio, resulta que nos encontraríamos ante el primer año de los Jóvenes Titanes y aún no sabríamos el origen de prácticamente ninguno de los personajes. Sí, ya los conocemos, pero, ¿Por qué Wonder Girl se llama así y lleva un lazo y una armadura pero dice que no tiene nada que ver con Wonder Woman? ¿Por qué Kid Flash se llama igual que Barry Allen y tiene sus mismos poderes? Si bien el guionista había ido dejando alguna que otra pista, lo cierto es que aún tenía un buen terreno por explorar en este aspecto. Sin embargo, es aquí donde el frenetismo autoimpuesto por Scott Lobdell comienza a resquebrajar una serie que, aunque caótica, parecía ligeramente controlada por el guionista.

En primer lugar choca el bombardeo de conceptos Marvel que el guionista intenta implementar en la serie. Más allá de la Isla Misteriosa, el intento de que Kid Flash sea una mezcla entre Peter Parker y Miguel O’Hara choca hasta extremos extenuantes y si contamos el número de chascarrillos que el personaje lleva haciendo desde la primera viñeta del primer número es sonrojante. Tampoco es muy halagadora la historia en la que el guionista se mete a partir del número #11 para contar la historia secreta detrás de Wonder Girl, que pasa de repente a llevar una armadura, atacar a sus compañeros y a querer llamarse, efectivamente, Wonder Girl. Con el inciso del número #0, donde el guionista se ve obligado a narrar por enésima vez el origen de Tim Drake como Robin, la serie Teen Titans, la historia del origen de Wonder Girl se alargaría hasta el número #14 y daría como resultado que, a diferencia de la encarnación del personaje previa al reinicio de los llamados los Nuevos 52, sus poderes provenían de una armadura del demonio Trigon. Además se descubriría como hija de Lennox, el hermano de Wonder Woman y, por lo tanto, como nieta de Zeus.

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Un receso en la serie sería el cruce con Death of The Family. El crossover de la familia Batman encabezado por Scott Snyder en la cabecera principal de Batman y que narraría la llegada del equipo de Teen Titans a Gotham para rescatar a Tim Drake de las manos del Joker. Aquí, el guionista intentaría de nuevo un cruce entre sus series y juntaría ésta con Red Hood and the Outlaws. El final del lamentable cruce supondría la salida de Brett Booth de la serie para la llegada de otro descendiente artístico de Jim Lee: Eddy Barrows. Llegaba así el final del toque de este artista discípulo del propio Editor Jefe de DC Comics y que había impuesto a la serie un toque noventero que, junto a Scott Lobdell, podría haber sido perfectamente una serie salida del sello Wildstorm en los años de su creación. Mucha testosterona, personajes excesivamente musculados (a pesar de ser adolescentes) y mujeres en exceso desarrolladas y con toques de ese machismo inherente que hace a todas las mujeres excesivamente curvas y expuestas. El diseño de los personajes, responsabilidad de este artista, estuvieron condicionados también por el guionista, como las alas del personaje Red Robin quien, en palabras del propio Booth, llegó a parecerse en una fase temprana de su concepción al propio Hawkman y no queríamos eso. Y es que decisiones discutibles y poco originales se tomaron a montones, como la del intento de retomar el Superboy de chupa de cuero y camiseta de tirantes sin sentido argumental alguno. Eddy Barrows dibujante más solvente y actualizado, aunque de la misma escuela, llegaría a partir del número #17 para intentar traer orden a la colección tras tanto crossover y origen. Y no sería hasta el #19 en el que comenzaría de verdad un nuevo arco argumental pues el #17 lidiaría con la salida del crossover Death of the Family y el #18 estaría dedicado al recuerdo del actual Robin, Damian Wayne, en la colección Batman Inc. llevada a cabo por el escocés Grant Morrison.

Trigon ocuparía la plaza de villano en el siguiente arco argumental, siendo sin embargo unos viejos conocidos Raven y Beast Boy (este último liberado tras la cancelación de Ravagers en su número #12) los verdaderos protagonistas en este punto, pues se empezaría a especular con su unión al grupo. Y así, Lobdell recae en uno de los dilemas del inicio de este reinicio editorial de DC Comics. ¿Cómo volver a presentar personajes que ya existían antes del reinicio y que habían sido reinventados? En el caso de Raven, Scott Lobdell tenía ciertamente el camino allanado ya que el personaje había sido presentado previamente en las páginas de Phantom Stranger. El propio guionista define a la perfección el cambio del personaje: Todos sabemos cómo es la historia de Raven previa al reinicio. Cómo había sido criada en otra dimensión para ser protegida de su padre, Trigon. Sin embargo, cuando fue traída de nuevo en Phatom Stanger, había sido criada en la Tierra y había tenido que estar escapando constantemente de su padre. Cuando finalmente Phantom Stranger la traiciona y la entrega a Trigon, ésta se pasa una eternidad aprendiendo a su lado, esclavizando mundos y estando en contacto con el lado oscuro. Así, la aproximación del guionista a este personaje iría más en relación con los Teen Titans rehabilitándola más que protegiéndola de su padre.

Y a pesar de lo interesante de la premisa, el argumento terminaría siendo un pequeño refrito de lo ya contado con Superboy. Tras el enfrentamiento obligado entre Raven y los Teen Titans, ésta finalmente debe hacer el esperable team-up con el equipo para enfrentarse no sólo a Trigon, sino al resto de sus hijos. También andaría por ahí Beast Boy rojo quien, tras ser utilizado por Raven como arma contra los Teen Titans, acabaría uniéndose a este eventual grupo de superhéroes que hacía tiempo habían dejado de ser fugitivos para unirse en pos de salvar la humanidad. La batalla finalizaría con los Teen Titans victoriosos y con la intervención de Amanda Waller para borrar el recuerdo de todos los transeúntes de Nueva York de tal espectáculo.

Finalizado así el arco de Trigon y teniendo que dejar la serie un mes para dedicársela al mes de los villanos que daría para dos one-shots sobre Trigon y Deathstroke, Lobdell acogería a partir del número #23 la historia de Kid Flash, de cuyo origen se habían ido dando pistas durante toda esta etapa mediante visiones del propio personaje o una misteriosa agente de policía de Nueva York proveniente del futuro. Tyler Kirkham cogería el testigo en los lápices tras la marcha de Barrows y un par de dibujantes invitados y sería el encargado de estar en la serie hasta su cancelación, aportando una visión más cercana al perfil de adolescentes del grupo de la que Brett Booth se alejaba millones de kilómetros, aunque lejos de la calidad de Eddy Barrows.

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Una de las cosas más positivas que se pueden sacar de esta etapa de Scott Lobdell es la sensación de que las relaciones entre los personajes crecen conforme a las aventuras que viven sin notarse excesivamente artificiales, algo que Chris Claremont llevó hasta límites de la maestría con su Patrulla-X a lo largo de las décadas de los 70 y 80. Sin ser comparable (por duración de las etapas y por calidad), la verdad es que a los Teen Titans se les nota un grupo unido que ha desarrollado un sentido de la camaradería del que puedes formar parte. También surgirían relaciones sentimentales como la de Wonder Girl con Superboy (en clara alusión a sus mayores) o la de Kid Flash con Solsticio. Éstas se verán a prueba en el arco argumental último y crepuscular de la etapa Lobdell, donde el guionista se decide a abordar el origen del joven Bart Allen y llevar a los titanes a su punto más oscuro.

Y es precisamente esa camaradería la que llevaría al grupo a ayudar a su miembro Kid Flash en el siglo 30, de donde procede y donde es un revolucionario acusado de ir contra el sistema (en resumidas cuentas). Una historia de viajes en el tiempo y paradojas temporales complicada empieza aquí, estableciendo finalmente que Bart Allen no es el nieto de Barry Allen como era previamente al reinicio ni, además, sus poderes proceden de la Speed Force. Así, al llegar al presente y ver que sus poderes son muy parecidos a los de Flash, Bar Torr decide usar el nombre de Bart Allen en su honor. Surrealista. Es en esta historia además donde vemos las primeras fricciones, como la de el propio Kid Flash con Solsticio, incapaz ésta de que su pareja acepte unos crímenes que realmente no ha cometido aún ya que al viajar al pasado dos líneas temporales se habían dispuesto. Este pequeño túnel de hormigas que el guionista intenta desplegar en estos últimos números queda justificado en sus propias palabras, el Nuevo universo DC está para editar la continuidad y hacer las cosas más simple. Pero ahora estamos aquí contando estas historias enormes, épicas, de viajes en el tiempo… Creo que una cosa que los cómics hacen realmente bien es la de crear estos mundos y estas paradojas temporales épicas y esta especie de caos (en el sentido más divertido de la palabra), y es algo que no ves realmente en otro tipo de medios. (…) Es algo que debemos abrazar y estar orgullosos de ello.

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Orgullosos o no la cuestión es que si bien algunos fans pasaron por alto el cambio en el origen de Raven o el maquillaje innecesario a Beast Boy, lo de Kid Flash agotó la paciencia de muchos, que acusaron al guionista de dar el puntazo definitivo a un grupo de superhéroes que estaba herido de muerte desde hacía tiempo. Cierto aquello o no, la historia acabaría yéndose por unos derroteros cuanto menos interesantes con Solstice y Kid Flash prisioneros (una vez más, si) en el futuro en el planeta de Takron-Galtos, un país salvaje donde ambos deberán sobrevivir juntos bajo la promesa de Bar Torr de que Juntos, domaremos este planeta. Quien nos lo iba a decir al principio pero resulta que Scott Lobdell, dentro de sus cábalas, nos acabaría contando la historia de amor definitiva. Así, tres años después, concluía la estancia de Lobdell en la serie. Un Silmarillión deceita difícil de olvidar.

Teen Titans: Earth One

Pero no todo es Scott Lobdell en la torre de los Titanes. Afortunadamente, en un momento de lucidez, DC Comics también permitió a Jeff Lemire encargarse del grupo adolescente. Sin embargo, este encuentro no iba a ser en la continuidad oficial actual, sino en la línea de novelas gráficas Tierra Uno. Tras un par de entregas dedicadas a Batman y a Superman y con la Wonder Woman de Grant Morrison y Yanick Paquette de inminente estreno (sin mencionar las ya anunciadas de Flash, por JMS, y de Aquaman, por Francis Manapul), esta línea también cedió su protagonismo a los Titanes, de la mano del mencionado Lemire y con dibujos de Terry y Rachel Dodson.

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Crecido con los Titanes de Wolfman y Perez (y los X-Men de Claremont y Byrne, como quedará claro en sus futuros Extarordinary X-Men), Jeff Lemire no dudó en aceptar la oportunidad de guionizar a los Titanes. Aunque, como marca la idiosincrasia de la línea Tierra Uno, el acercamiento es mucho más realista y urbano. Libre de sidekicks (nada de Robins, Wonder Gilrs y compañía), el elenco protagonista está conformado por Cyborg, Changeling, Starfire, Raven y Jericho y ambientando en el instituto de un pequeño pueblo norteamericano (marca de la casa de Jeff Lemire en muchas de sus obras: Superboy, Essex County, Sweet Tooth…). Sin ser una obra ambiciosa o puramente superheroica (el grupo ni siquiera queda constituido al final… si es que se le puede llamar grupo), Lemire si consigue conjugar costumbrismo y un gran homenaje a Marv Wolfman en pocas páginas que, por momentos, se parecen más a la versión Smallville de los Titanes. Quienes quieran trajes coloridos, grandes efectos especiales o refritos de historias pasadas, no deben buscar aquí. Lo que si encontrarán es carisma, el drama habitual entre los protagonistas y mucho respeto en el acercamiento, además de un dibujo que redime los anteriores trabajos menos trabajados de Terry Dodson. De momento, no hay anunciada una secuela a la novela gráfica y el fichaje de Lemire en exclusiva por Marvel dificulta la continuación. Pero la esperanza es lo último que se pierde…

Will Pfeifer toma las riendas

Cuatro meses después de la cancelación de la etapa Lobdell, DC apostaría de nuevo por los Teen Titans con un nuevo equipo creativo: el formado por el guionista Will Pfeifer y el dibujante Kenneth Rocafort. Con el éxito (en crítica, fundamentalmente) de Batgirl como telón de fondo, en DC Comics sabían que hacían falta más series de ese estilo urbano-adolescente, con las nuevas tecnologías y Twitter e Instagram de fondo. Teen Titans era, desde luego, la candidata perfecta a unirse a esta pequeña moda y así, esta nueva etapa comenzaba con los nombres de los autores en portada en clave Twitter (con una @ delante) y el título en clave hashtag (con la famosa almohadilla). Sin embargo, toda esa modernidad aplicada en las letras de la portada no sólo no se veía correspondida en el interior, pecando la serie de dar un paso atrás y caer en muchos de los vicios en los que Scott Lobdell había caído, sino que la propia portada establecía per se un machismo repugnante que este tipo de series modernas tratan de evitar a toda costa.

Los pechos de Wonder Girl en portada eran grandes, enormes, completamente desproporcionadas a su cuerpo e infinitamente más grandes que las que los dibujantes anteriores le habían imprimido. Además, estaban en el perfecto centro de la portada. La polémica tardó poco en saltar (y más tratándose de los USA y sus curiosos debates de moralidad). Will Pfeifer, lejos de rectificar, saldría en defensa del dibujante alegando que la gente habla y critica los cómics todo el rato, pero nuestro trabajo está ahí. Mal comienzo para lo que debía ser una nueva aproximación a los Teen Titans.


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Más allá de la portada, no se veía tampoco ninguna renovación del equipo. Era tal cual el que había dejado Scott Lobdell, incluso sin Skitter, la cual se había descubierto como hija de Amanda Waller y acababa bajo su protección. Así, Wonder Girl, Red Robin, Raven, Bunker y Beast Boy (esta vez verde…), volvían a ser el equipo de nuevo. El villano volvía a ser también una megacorporación que rondaría al equipo. Si bien esta vez no les perseguía directamente como N.O.W.H.E.R.E., S.T.A.R. Labs estaría en la órbita del equipo, tejiendo planes malignos y tentándolos para subvencionarlos y hacerles formar parte de sus planes. Un refrito que poco parecía prometer.

Comentaba Pfeifer que su intención era dar a su etapa un enfoque más realista en el sentido de como los Teen Titans serían vistos en nuestro mundo. En los primeros arcos se aborda como la fama y sus consecuencias son tratadas por los medios y de cómo conviven en un mundo lleno de móviles y todo el mundo tuiteando sus opiniones. Así, los Teen Titans estarán sumergidos en una burbuja de fama y veremos cómo los superhéroes actúan en torno a ella. Y cierto es que se nota una renovación. El carácter urbano aplicado por Brenden Fletcher y Cameron Stewart se ve aquí en un porcentaje más bajo, pero se ve. Los Teen Titans dejan de dar tumbos por el mundo y son jóvenes urbanitas que leen las redes sociales, que gozan de una fama intrínseca por el hecho de ser superhéroes y que no saben del todo bien como encajar esa fama. Pfeifer aprovecha también para traer un humor real a la serie. Lejos de los chascarrillos de Kid Flash a los que Lobdell nos había acostumbrado, vemos ahora como se desarrolla un grupo de fans de Wonder Girl que visten como ellas y atacan con bates a los malhechores o un grupo de música que hace un tributo a Raven, otorgando a ambas situaciones verdadera importancia dentro de la trama y diferentes derroteros dramáticos.

A ese carácter urbano y adolescente ayuda, sin lugar a dudas Kenneth Rocafort. Rompiendo el clasicismo del trío de dibujantes anterior, que llevaban la serie a una audiencia más veterana, Kenneth es un autor de trazo imperfecto, lleno de viñetas de todas las formas inimaginables y que acostumbra a llevar consigo al colorista Dan Brown, que le aporta también una dosis de carácter indie muy necesaria para plasmar las ideas de Pfeifer. Lejos quedan ya los personajes cuadrados de Booth y, exceptuando la política de la portada del primer número, los personajes lucen mucho más adolescentes que nunca. ¡Incluso Beast Boy vuelve a ser ese personaje divertido y enternecedor que adopta todo tipo de formas!

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Las buenas intenciones del guionista se ven lastradas, en ocasiones, por una serie de fallos. El primero es la mencionada amenaza. Es poco original que, después de 30 números con N.O.W.H.E.R.E. detrás, la trama se torne de nuevo hacía una corporación. Sí, es diferente, pero volvemos otra vez a ese enemigo invisible que tiene algo en contra de los Teen Titans. Y aunque el bueno de Pfeifer lo arregle con la aparición del clásico Manchester Black, esa suerte de Constantine maligno con pelo rosa creado por Joe Kelly en los años 90, y un giro de las tramas, no se puede dejar de tener la sensación de que una amenaza diferente que pudiera mezclarse con la trama de la fama del grupo y sus fans hubiera sido más divertida y original. En relación con este aspecto también cabe mencionar es el abuso que hace el guionista de los discursos en público de los villanos. Un recurso que, juntándolo con lo poco original de la amenaza, se vuelve muy en su contra. Y no todo es malo aquí pues Manchester Black se mantiene muy unido al grupo en una posición, como era de esperar, con intenciones muy ocultas que descolocará tanto al grupo como a los lectores. Su duelo intelectual con Red Robin es algo que el guionista ha explotado desde el primer momento y seguirá haciendo en futuros números. Además, se nota que el storytelling tiene pequeños defectos aquí y allá que le hacen perder la cadencia y el ritmo: cortes bruscos en los arcos (que no llegan a cuatro números), excesiva cantidad de villanos e intereses cruzados que no llegan a ser del todo explicados, etc.

Sin embargo, lejos de estos fallos, es seguro que, quien sea fanático de los Teen Titans, encuentre en esta presente etapa de Will Pfeifer una etapa disfrutable y cierta dosis de nostalgia. La aparición de la nueva Power Girl, una chica negra que viene a añadir más pluralidad al conjunto si cabe, es una posición de partida muy interesante cara a lo que se avecina, con Superboy de nuevo en el horizonte y con el grupo en una posición de fama urbana en Nueva York. Sin duda, Pfeifer ha cogido el tono a la serie y, como dictan sus propias palabras: Son jóvenes, son felices y ahora, están en la cima del mundo. Sin embargo, todos sabemos que esta situación idílica en la que Beast Boy es invitado a programas en la televisión americano no va a durar para siempre. Superboy hará acto de aparición y pedirá desesperadamente ayuda (…) y no todo el mundo tomará la decisión correcta. El punto de partida es correcto. El camino está marcado. No era fácil librarse de la herencia recibida y Pfeifer lo ha intentado con buen hacer y paciencia, la que a buen seguro le sobra a los sufridos fans de los Titanes. 

Futuro peliagudo, al estilo Beast Boy

Durante el evento Convergence, los Titanes han tenido en forma de dos miniserises su propia dosis de nostalgia ochentera (Convergence: New Teen Titans) y noventera (Convergence: Titans) de la mano de Marv Wolfman y Fabian Nicieza respectivamente, interrumpiendo por dos meses el curso de los Titanes de Will Pfeifer. La conclusión de ese suplicio semanal que supuso Convergence marca a su vez el punto y final del branding New 52, motivando un relanzamiento en masa de la mitad de la línea editorial de DC Comics siguiendo la filosofía que pusieron de moda Harley Quinn, Grayson y Batgirl (como analizábamos en artículos de meses pasados). Sin embargo, aunque Starfire y Cyborg cuentan con sus primeras series regulares dentro de este paraguas creativo, la cabecera regular de los Titanes ha sido ajena a tanto cambio.

Quizás para compensar este estancamiento creativo y pequeña marginalidad editorial de los otrora importantes Titanes, desde DC han decidido compensar a los aficionados con una nueva serie de los Titanes (con los miembros de la era Wolfman/Pérez) como un spin-off de Convergence y ambientado en esa continuidad (si es que eso es posible, dado que ahí confluían un multiverso de continuidades…), porque recordemos que en la DC actual la etapa de los ochenta está fuera de continuidad. Titulada Titans Hunt. Una pseudo-historia jamás contada que reunirá al elenco clásico con personajes como Lilith, Halcón y Paloma. A la venta el próximo mes de octubre, estará guionizada por Dan Abnett (Guardians of the Galaxy, Nova) y dibujada por Paolo Siqueira, por lo cual el nivel de calidad está garantizado. Así pues, durante los próximos meses los aficionados a los Titanes tendrán doble ración de Titanes, aunque siempre les quedará la duda de si no sería mejor duplicar la calidad y no la cantidad… Hasta entonces… ¡Titanes Unidos!

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Jack Knight
Jack Knight
Lector
25 marzo, 2016 13:10

Yo no diría que la etapa de Devin Grayson fue fallida. Al menos no creativamente (ni idea de si vendió más o menos). Reunió de nuevo a los Titanes de Wolfman y Pérez (que eran ya Titanes, nada de Teen a esas alturas) y dio una etapa digna heredera de los mejores tiempos del grupo. Fue como juntar a los amigos del instituto años mas tarde, estando ya en la universidad.

Otra cosa es que no vendiese, pero creo que Devin Grayson ha sido la única, junto Geoff Johns, que ha sabido entender y hacer funcionar al grupo en los últimos 25 años, desde que Wolfman dejase la serie a principios de los 90.

flashpoint
flashpoint
Lector
25 marzo, 2016 16:54

La etapa de Grayson falló por culpa de DC que nunca promocionó de la manera que correspondía. Es una gran etapa incluso en algunos momentos superó a Johns en propuestas y originalidad, porque las dos son grandes etapas.
Por eso cuando leí la de Lobdell me quería morir. Es terrible.

Pikachito
Pikachito
Lector
25 marzo, 2016 18:39

Otro hilo DC, a ver si hablais mas de otras cosas, por favor.

Raúl Peribáñez
Raúl Peribáñez
Lector
26 marzo, 2016 16:29

La etapa de Devin Grayson estuvo muy bien. Historias de 1 ó 2 números, no había que leer nada más, gran tratamiento de las relaciones personales, algunos giros inesperados… A todo esto, por ahí estaban Mark Buckingham, Phil Jiménez (portadista), Paul Pelletier… Debo decir que los siguientes episodios, que ya eran de Jay Faerber y Tom Peyer tampoco estaban mal, aunque en su momento les cayeron palos.

Stan Lee 2099
Stan Lee 2099
Lector
18 abril, 2016 13:52

¿Alguien sabe si ECC va a publicar los Titanes de Pfeifer?
He buscado en su pagina cosas de los personajes y la serie de Lodbell esta editada de forma incompleta y bastante irregular.