Aníbal Cinco. Edición Integral

 

Edición original: Anibal Cinq Intégrale, 2015, Humanoïdes Associés.
Edición nacional / España: Aníbal Cinco. Edición Integral, octubre 2016, Norma Editorial.
Guión: Alejandro Jodorowsky.
Dibujo, tinta y color: George Bess.
Formato: 128 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 24 €.

 

Aníbal Cinco es una gozada. Tiene lo mejor de la space opera, pinceladas de comedia, erotismo del zafio y erotismo del elegante, alienígenas, robots, esclavas sexuales, aventura descerebrada y mucho estruendo. ¿Qué lo separa de otras BDs de similar aspecto? Será la casi siempre magnética personalidad de Alejandro Jodorowsky, será el trazo magnífico de George Bess…
En tanto en cuanto al carisma del psicomago, pues claro, es inevitable que tan marcada naturaleza se cuele por sus páginas. Si existe un guionista arrebatado en el mundo del tebeo europeo, desde luego ese puesto se lo disputarían Moebius y Jodorowsky, cada uno tan lejos y tan cerca a la vez. Cómo habrán sido las conversaciones entre ambos, darían seguro para un par de libros. Que pudieran ser seguidos por el común de los mortales ya es otra cosa. Peor al lío, Jodorowsky es un género en sí mismo. O entras en su juego o lo desprecias. Es lo mismo que pasa con artistas radicales como David Lynch, que no son para todos los paladares. Aún así, resulta que Aníbal Cinco es una de sus obras menos sesudas y más fáciles de digerir. No esperes aquí divagaciones sobre la psicomagia o viajes psicotrópicos al fondo del alma humana. Jodorowsky quiere divertirse. Y de paso que tú te diviertas también. De modo que despliega su armamento de asueto. ¿Cómo? Con lo dicho allá arriba: lo más enloquecido de la space opera. Con la imaginación desinhibida y por montera, el chileno no deja títere con cabeza respecto a catar clichés del género, pasándolos siempre claro, por su particular filtro. Ya de entrada el protagonista es toda una declaración de intenciones. Es un cyborg superpoderoso, sí. Se parece al hijo que Schwarzenegger hubiera tenido con el Ranx de Liberatore, vaya. Pero sus intenciones no están cerca de las del héroe al uso. Aníbal es más un mercenario, casi un esclavo, que recibe sus encargos convencido siempre por la promesa de un emolumento posterior. Si este tiene las curvas de Marilyn Monroe, tanto mejor. Ahí es donde saltan los resortes eróticos, convirtiendo a su protagonista en una suerte de sátiro que se mueve casi exclusivamente por impulsos sexuales. Y es que imaginad una Barbarella hipertrofiada de cortas entendederas y gatillo fácil –cualquiera de sus gatillos, ya me entendéis…- y os haréis una imagen de este Aníbal Cinco, el paladín robótico de la Organización de Defensa Europea frente a las amenazas de los facinerosos miembros de Interterror. Estos arquetipos bondianos le hacen a Jodorowsky navegar por las aguas de la parodia fácil, pero, sorprendentemente, el gag funciona. Entonces hay risa y con la risa viene la complicidad, tan necesaria para dejarse llevar y divertirse.

Pero no todo es risa y sexo. Jodorowsky juega también con las máscaras, con los cambios de naturaleza y género, mentando un futuro donde los márgenes de la personalidad no están cerrados a un solo cuerpo, a una sola vida. Cada nueva transmutación de Aníbal, que para según qué misión debe convertirse en algo distinto, le fuerza a manejar códigos de conducta ajenos. Esto, de todas formas, no es más que una excusa para situaciones extravagantes, no esperes que nuestro protagonista se ponga intensito divagando sobre el sentido de la vida. Este detalle es una chispa de comedia más para Jodorowsky, quien bien sabe que la realidad es aquello que uno moldea desde dentro hacia afuera. En otras obras vuelve sobre esto de una manera más incisiva. Aquí estamos a lo que estamos, para la aventura y el sudor de los cuerpos en lucha. En todo tipo de luchas…

En cuanto al dibujo, saltan a la vista las capacidades de George Bess para dejarnos boquiabiertos. Tanto narrativa como estéticamente el artista es sobresaliente, creando páginas sinuosas, llenas de curvas, orgánicas o no, que no hacen sino que la lectura sea casi tan agradable como los polvos que echa aquí y allá nuestro musculoso protagonista. De lo mejor de la BD, trazo ligero pero cargado, preciocista sin ser cansino, Bess crea mundos con la facilidad de quien se calienta la cena en el microondas. Un disfrute para los sentidos.