Animal Man, vol. 1: La Caza

 

Edición original: Animal Man 1-6.
Edición nacional/ España: Animal Man núm. 01.
Guión: Jeff Lemire.
Dibujo: John Paul Leon, Steve Pugh, Travel Foreman.
Entintado: Jeff Huet, Steve Pugh.
Color: Lovern Kindzierski.
Formato: Rústica, 144 págs. 4 tintas.
Precio: 13,95€.

Buddy Baker, retirado de sus hazañas como héroe y tras protagonizar una película de corte independiente sobre las diatribas de vestir mallas, se enfrenta a su mayor reto al tratar de detener a La Putrefacción, una entidad enfermiza y cruel que no se anda con chiquitas para acabar con el Rojo, una suerte de red vital que conecta todo ser animal. Mientras tanto, el protagonista deberá lidiar con la aparición de unos inquietantes poderes en la figura de su hija de cuatro años. Hasta aquí nada muy sugerente, ¿verdad? Pues gracias al buen hacer de sus autores, estamos hablando de uno de los títulos más atractivos del nuevo universo DC.

Animal Man vuelve con serie propia y lo hace mirando al pasado. Pero, ¿cómo? ¿Acaso esto no era un reboot? Pues sí, pero llegó a el ínclito Jeff Lemire a los mandos de la nueva versión de las andanzas de Buddy Baker y de golpe y porrazo, volvemos a los noventa. El ubicuo Lemire, ni corto ni perezoso, ha decidido seguir la senda de Jamie Delano, y nos trae de vuelta el espíritu del Animal Man más memorable. Si como lector sólo has tenido interés en dicha etapa -o en la de Grant Morrison-, no has leído ni un número más del personaje o ni tan siquiera eres capaz de recordar su participación en la saga 52, no te preocupes, la nueva trama bebe en tono y estilo de la citada. Y de qué manera.

El horror, la carne y el desasosiego son protagonistas. Si se acercase a sus páginas, el antiguo Cronenberg estaría contento de su pupilo putativo, aunque el preclaro director haya declarado recientemente que detesta las pelis de gente en mallas. Así que mucho me temo que no busque entretenerse con nada que salga de la factoría madre de los tipejos en calzones. En fin, él se lo pierde.

Así, parafraseando a Kurtz, “El horror… El horror…”, pues es el género de lo sobrecogedor y la hemoglobina el que vuelve a reinar en las aventuras del héroe de los poderes animales. En efecto, aquí el término superheroico se usa ya que estamos en el universo DC y su protagonista tiene poderes metahumanos. Pero su comportamiento, si bien heroico, es más cercano al del protagonista de una peli de terror, padeciendo, más que triunfando, por culpa de aquello que lo acosa. Y aquello que lo –nos- atemoriza no es otra cosa que algo que está logrando enfermar al Rojo, esa red vital creada por Delano, que conecta a todos los animales, deudor del Verde de la Cosa del Pantano de Alan Moore. Lo que en el de Northampton era para lo vegetal, aquí lo es para lo animal, pero envuelto en un papel de regalo digno de los delirios más sangrientos de Clive Barker. Como no podía ser de otra forma, es aquí donde Lemire prende los fuegos artificiales -no es fortuito, conoce las capacidades de su dibujante- y te tira a la cara razones para que compres este tebeo. Y desde luego, dota de una personalidad total al título, más cercana a lo mejor de Vertigo y en las antípodas de la norma en esta nueva continuidad que vehicula al universo DC.

Pero el horror funciona en el tebeo no sólo desde una perspectiva visual. La naturaleza indie –por llamarlo de alguna manera- del guionista viene que ni pintada para caracterizar a los personajes a través de un soplo cercano y humano, más adulto y desarrollado. Gracias a esta característica, que conjuga con acierto a través de unos diálogos cuidados, Lemire consigue el milagro: los personajes te importan, no quieres que les pase nada a Buddy o a su mujer y mucho menos a su hija. De modo que cuando los villanos aparecen, el miedo, la sensación de amenaza, surte efecto. No sólo por lo desagradable de los diseños o por lo cruel de las situaciones, si no, subrayo, porque en tan sólo unas pocas escenas, el guionista sabe crear una realidad familiar que no quieres que padezca de ninguna manera. ¡Chapeau señor Lemire! Qué pena que en su otro título de estos Nuevos 52 (Frankenstein, Agent of S.H.A.D.E.) no haya podido hilar como lo ha hecho aquí, porque si no tendríamos una buena dupla de diversión desde el lado más tenebroso del universo DC. Hubieran sido las dos caras de la moneda del terror: la perspectiva más pavorosa y la más jovial. En fin, el mundo no es perfecto.

Y como todo no puede ser bueno (¡válgame Dios pensar así, que estamos en crisis!), es en el apartado del dibujo donde saltan las alarmas. Si bien como diseñador de pesadillas orgánicas e ilustrador de páginas de evidente (y mórbida) belleza, Travel Foreman logra vendernos el tebeo desde un punto de vista visual, su capacidad como narrador peca de cierta torpeza: el dibujante se pierde en expresiones que no logra cuajar y viñetas de dudosa eficacia narrativa. Además, sí, las portadas son magníficas, pero la composición dentro y fuera de las viñetas fluctúa entre páginas de cierto ritmo y otras escenas de cojera notable. Ejemplos: todas aquellos momentos íntimos, de interior o de conversación, resultan algo torpes, incluso exagerados en perspectivas injustificadas. Justo lo contrario cuando el terror hace acto de presencia, donde el lápiz del norteamericano parece que vuela a gusto, creando escenas memorables. ¿Son estos, defectos fortuitos? ¿Busca Foreman incomodarnos para amenizarnos constantemente con el tono más desagradable de la obra? Si es así, desde luego lo consigue. Pero a veces no de la forma deseada.

En definitiva, este Animal de Man de Lemire y Foreman –al menos estos seis primeros números antes del desembarco de Steve Pugh- son un faro cuyo luz destaca entre estos New 52.

Si tenías dudas, dale una oportunidad. Yo ya estoy esperando el siguiente tomo.