Una mente asediada por sus ideas
Viajar a la mente de Grant Morrison debe de ser como adentrarse en un parque de atracciones demencial. Paseos fugaces en montañas rusas llenas de loopings y frenéticas caídas, norias que giran en forma de espiral y pasajes del terror a través de interminables galerías de espejos que proyectan las más intrincadas formas de la realidad. El escocés es un autor especial, con un toque personal inconfundible que a menudo suele ir acompañado por vorágines metafísicas y pesadillas psicodélicas que retuercen al lector hasta dejarlo exhausto. Y sobre todo: es una figura legendaria. Su impronta en el mundo del cómic es tan profunda como el océano y su legado, una lista tan larga que nos dio en esta santa casa como para dedicarle todo un mes a su producción. No es extraño, por tanto, que cualquier trabajo suyo que nos llegue a España sea motivo de celebración, incluso los más ocultos.
Es el caso de uno de los estrenos de este pasado mes por parte de Norma Editorial. Es habitual encontrarnos los títulos del escocés dentro de ECC, dada su gran vinculación a DC, pero Morrison es uno de esos autores que no para de moverse de aquí para allá y dejar la marca de su pluma en distintos lugares, lo que permite de vez en cuando a otras editoriales hacerse con sus trabajos. La editorial barcelonesa ya nos trajo hace unos años Nameless, su inquietante pesadilla cósmica junto a Chris Burnharm publicada por Image, y ahora repite con una obra de la que probablemente pocos hubiéramos oído hablar: Aniquilador. Esta serie limitada de seis números fue publicada originalmente en el año 2015 por Legendary Comics, un nombre que quizás no nos recuerde demasiados trabajos importantes hasta que recordamos a su empresa madre: el mítico estudio Legendary Pictures, culpable de trabajos como la filmografía de Christopher Nolan, el Monsterverse de Godzilla y Kong o de la inminente Dune. Desde que la compañía fundara su propia editorial en 2010, principalmente se han enfocado en desarrollar productos relacionados con sus licencias cinematográficas, pero también nos han ido dejando aquí y allá pequeñas obras originales como la que aquí nos ocupa. Un título que cuenta además con el arte de Frazer Irving, artista británico con una larga carrera sobre sus hombros para las grandes editoriales, dentro de la cual se encuentran distintas colaboraciones con el propio Morrison en Batman y Robin.
Aniquilador nos sumerge en un relato a dos tiempos. Max Nomax es un reaccionario, un artista, un criminal convicto enviado por el dios Adap a una prisión de máxima seguridad llamada Dis que orbita alrededor de Aniquilador, el mayor agujero negro del universo. Nomax aprovecha su encarcelamiento para hacerse con el control de Dis y crear la obra de arte definitiva, pero en los rincones de la estación espacial hallará una terrible oscuridad que acaba de despertar. Esta es la historia que está escribiendo Ray Spass, un guionista de Hollywood cuyo brillo está a punto de apagarse. Su fama se consume entre fiestas, drogas y ritos ocultistas, y su última oportunidad es que triunfe su nuevo proyecto. Para lo que no estaba preparado es para ser diagnosticado con un tumor cerebral y, sobre todo, para encontrarse de pronto con la aparición de un misterioso hombre que dice ser Max Nomax, su personaje, y que reclama su ayuda para evitar la destrucción del universo.
Enrevesado, ¿verdad? Desde luego, Aniquilador tiene todos los ingredientes de ese Morrison que retuerce las ideas y recorre laberintos que resultan complicados de seguir, porque si bien la capa más superficial de la obra es una mera historia de acción, las capas con las que cuenta Aniquilador son múltiples. El relato se divide en dos afluentes entre la historia de Ray y la que este mismo escribe sobre Max, un juego de narrativas que resulta muy estimulante ante la constante incertidumbre que nos produce el relato espacial, ya que nos movemos siempre ante la duda de si estamos ante un suceso real o la mera imaginación de un Ray enfermo. Es también la principal barrera de entrada para los lectores, porque el relato de Nomax, lejos de ser ligero y accesorio, consta de una complejidad y una elaboración de su universo que resulta en ocasiones algo inabarcable. Morrison no se limita a darnos esa supuesta historia de terror, “cruce entre El Resplandor y Alien” como dice Ray, a la hora de armar la trama de Nomax, sino que presenta multitud de elementos, personajes y conceptos complejos que resultan más difíciles de seguir al estar intercalados con la trama terrenal de Ray. Es, como podréis imaginar, una lectura que densa y exigente, una de esas historias morrisonianas que probablemente ya sepáis si os gustará en función de vuestra afinidad con otras obras previas del escocés.
Esta complejidad sin embargo no se debe únicamente a su densidad de detalles. Morrison no se limita a contar una historia de acción y suspense compleja, sino que a la vez que escribe eso se va sumergiendo más en cuestiones metafísicas y filosóficas sobre el bien, el mal y la propia naturaleza de nuestra existencia. Todo ello gira alrededor de Max Nomax, una especie de fusión entre diversos personajes clásicos: Drácula, El fantasma de la ópera y sobre todo, Mefistófeles. Morrison trata de concentrar en Nomax a todos los villanos posibles, y lo hace buscando servir a un fin muy concreto de la trama cuya revelación sería entrar ya en spoilers.
Por supuesto, este es ese tipo de obra que depende mucho de su conclusión para su valoración, y desde mi punto de vista podemos hablar de unos resultados de distinta calidad entre su idea y su ejecución. Lo que plantea Morrison como explicación y resolución de la obra me resulta conceptualmente muy potente y atractivo. Sin embargo, el clímax argumental que nos conduce a ello y los personajes que lo manifiestan se me quedan algo insípidos. Me seduce por completo la idea que el autor plantea, pero para el cierre del tomo da la sensación de que está tan sumido en sus reflexiones que ha quitado el foco de los personajes, que pasan a desdibujarse un poco y a comportarse de manera algo artificial. Es como si Morrison olvidara el corazón de sus personajes y los convirtiera en meros recipientes de sus disertaciones: siguen resultando muy interesantes, pero hace que se pierda la inmersión en la trama. Tampoco ayuda que básicamente todos los personajes sean tremendamente antipáticos, pero es algo que en cierto modo la historia necesita para llegar adonde quiere.
En el apartado artístico por otro lado se le pueden poner pocos peros a la obra. Frazer Irving se ocupa tanto del dibujo como del color para realizar una labor encomiable que le otorga a Aniquilador exactamente la presencia que necesita. El artista británico combina el realismo con brotes de psicodelia y fantasía que componen una mezcla llena de magnetismo. Su trazo prescinde en muchas ocasiones del entintado y se sostiene sobre el coloreado digital, un color vibrante en el que el autor, que se prodiga en tonos poco saturados, aporta detalle a sus diseños y mantiene un aura futurista en toda la obra. El estilo de Irving es perfecto para escenas espaciales y para escenas de horror surrealista, y en ambos casos da en el clavo en este trabajo.
Aniquilador es puro Morrison. Una obra que, sobre una premisa original y disparatada, va superponiendo una capa sobre otra hasta engarzar una epopeya cósmica metafísica aupada por un trabajo artístico soberbio por parte de Frazer Irving. Es una obra densa que requiere de una lectura algo exigente en ocasiones, y su premisa inicial va mutando hasta convertirse en algo mucho más filosófico e interesante, aunque en detrimento de su emotividad. Es, en esencia, una obra muy Morrison. ¿Es eso bueno? Probablemente sí.
Lo mejor
• El arte de Irving está a un nivel altísimo.
• La premisa impacta y fascina.
• Las reflexiones finales que plantea la obra son apasionantes…
Lo peor
• …pero según se sumerge en ellas, olvida el peso de los personajes.
• Es una lectura densa, si no eres fan de Morrison es probable que no te enganche.
Guion - 7.8
Dibujo - 8.8
Interés - 7.5
8
Psicotrópica
Aniquilador es una obra original e intrigante, pero densa y exigente, con las señas de identidad más conocidas de Grant Morrison y un arte excepcional de Frazer Irving.
Más o menos cuando salió lo baje, lo empece y ahi quedó tengo que volver. Gracias x la reseña.