Cuando se ha de encarar el hablar de una serie en la que el personaje protagonista es uno de tus personajes favoritos, todo parece indicar que las palabras fluirán de forma fácil y sencilla. Y así ha sido hasta llegar a este punto en el que la serie embarranca por completo en su sexto (y parte del séptimo) tomo, haciendo que las esperanzas depositadas en ella se desvanezcan fugazmente para luego retornar a la senda del buen hacer. Senda que tiene aún que cerrar su primer arco argumental para poder decir a ciencia cierta que Aquaman regresa a su estatus de serie recomendable dentro de las series DC de Renacimiento.
Así que toca arañar palabras, realizar prospección literaria y arrancar párrafos donde poder dar forma a una reseña donde es de obligada necesidad hablar del sabor agridulce que conlleva la lectura de estos tres números de Aquaman.
Cuando Abnett encara la serie de Aquaman de Renacimiento no duda en poner frente al monarca de Atlantis el reto de buscar la paz entre la superficie y la ciudad sumergida. Construye un escenario geopolítico interesante, cargado de tramas diplomáticas, con relaciones políticas de alto nivel. Esta propuesta, atractiva y necesaria para el entorno de Aquaman, pronto da paso a una trama, ya vislumbrada en el tomo anterior, en la que se deja, parcialmente, atrás la propuesta y Abnett se centra en dar a nuestro héroe un enemigo más convencional dentro del estándar del género superheroico. Este cambio sigue funcionando, no tan bien como hasta ahora, pues lo que Abnett propone no encaja del todo con el personaje y se ven las costuras a una historia que no es sino una excusa poco elaborada con la que llevar al personaje a su siguiente arco argumental.
La serie de Aquaman debería ser capaz de adentrarse sin tapujos, sin miedos y de forma clara en lo que implica que su protagonista sea un monarca de una nación estado. Lidiar con su situación como líder-héroe de la superficie y la responsabilidad que eso conlleva, deberían ser los pilares básicos sobre los que ir cimentando cada historia. Abnett no acaba de tomarle el pulso al tema político y prefiere huir a la desesperada a la menor excusa. Aquaman debería tomar de ejemplo el enorme trabajo de Coates en Pantera Negra, cuyas similitudes son más que evidentes.
Abnett pone a Aquaman de cara al mundo de la superficie que lo aclama con un salvador tras los acontecimientos ocurridos en el anterior tomo. La ONU invita a Arthur a dirigirse al mundo como soberano de Atlantis y la superficie por fin parece deshacerse de los prejuicios hacia los atlantes. Tan buena es la relación con el gobierno de los Estados Unidos que piden ayuda a Aquaman para investigar que desencadena unas severas mutaciones que degeneran en mortíferos asesinos submarinos. Ambas ramas sirven para que en Atlantis su pueblo se sienta desprotegido por su monarca que parece estar mejor con los pobladores de la superficie. Tan grande es el malestar de los atlantes que pronto surgen conatos de insurrección que derivan en el derrocamiento de su rey.
Con este argumento encima de la mesa vamos de lo convencional y procedimental a un nuevo estatus que de nuevo hace que la serie de Aquaman resulte interesante de leer. Abnett parece que ha encontrado el equilibrio entre política y acción (aunque aún debe mejorar notablemente en lo primero), sacando a Arthur de su situación de rey de Atlantis, permitiéndole explorar al personaje desde una nueva perspectiva. Un cambio a mejor que Abnett aplica en el momento exacto, ya que de haber seguido el rumbo del tomo 6 y parte del siete, la serie hubiera acabado por hundirse del todo.
Pero no todo el mérito de este cambio de rumbo se le puede atribuir a Abnett.
De manera muy adecuada la serie recibe con los brazos abiertos a Stjepan Sejic, que le da un cambio visual absoluto a la parte gráfica de la colección, haciéndose ya cargo de los primeros números en los que se produce este viraje argumental. Su estilo, con cierto aire BD, aunque sus influencias directas vienen de Marc Silvestri y Michael Turner, se ajusta a la perfección con el personaje que se regenera visualmente para deleite de los lectores. Su dibujo, elegante, fluido, dinámico y detallado (a primera vista) se ajusta bien a las necesidades de la serie de plasmar los fondos marinos y a sus habitantes. Sejic dibuja muy bien y aplica una serie de texturas que, lejos de quedar artificiales, aportan valor visual y estético al conjunto.
En este punto Abnett se centra en Aquaman tanto como en Mera, que busca desesperadamente lograr entrar de nuevo en Atlantis, aislada del exterior por un poderoso conjuro mágico. Tenemos acción, pero también tenemos momentos para la reflexión y momentos para descubrir secretos de Atlantis hasta ahora desconocidos. El guionista por fin se atreve a entrar en Atlantis y empezar a desarrollar más el enorme potencial que esconce la ciudad y sus gentes. El binomio tierra seca / tierra inundada ya no daba más de si en manos de Abnett y se agradece que haya cambiado de dirección en el momento justo y adecuado.
Por lo tanto, estamos frente a un gran bajón de la calidad media de la serie en la primera mitad de las historias contenidas en estos tres tomos, para luego retornar a la senda de una serie de calidad en la que poder reencontrarse con el personaje de nuevo. El peaje por pagar no es excesivo, pues la serie nunca acaba de embarrancar del todo, pero si se sume en un tedio del que hay que saber salir con paciencia hasta llegar a este renacer en el que parece intuirse una nueva forma de ver a Aquaman.
Guion - 6
Dibujo - 8
Interés - 7
7
Irregular.
Abnett no acaba de encontrarse cómodo con las tramas políticas a las que hace frente de forma muy superficial.
Sí que la vuelta al eterno Atlantis vs Resto del Mundo resulta algo repetitivo, la cabra tira al monte (o el caballito a la sima), pero parece estar abriendo un escenario Lovecraftiano la mar de interesante (el último número junto a Kelly Jones es una maravilla). Veremos si la peli no se lleva por delante todo este constructo sobre el hombre pez
Después de tener a una Mera muy diluida en cuanto a personalidad por fin vuelve a aparecer esa Mera con una personalidad fuerte que tan bien guionizó Johns
La crítica es acertada, pero he de confesarte, Gustavo, que a mi sí me ha entretenido el anterior arco.
No obstante, el giro de los acontecimientos, la incorporación de conceptos como la Novena Flota (marginados vs. élites) o los monjes mágicos de la escuela donde entrenó… ¡Tempest!, la reaparición de una Mera mejor escrita y la inclusión de una bellamente dibujada Dolphin; han conseguido que Aquaman siga siendo mi primera lectura cada vez que se publica. La única pega que le pondría hoy por hoy a esta serie es la falta de un dibujante estable. ¡Ojalá que Stjepan Sejic se quedara una buena temporada!, porque el baile de dibujantes de esta serie es del todo menos bonito (sobre todo cuando de uno a otro varían tanto los uniformes, la tecnología o la misma arquitectura de Atlantis).
Personalmente creo que la serie necesitaba un cambio ya que Abnett no acaba de ser capaz de exprimir bien las tramas políticas en las que quería tener inmerso al personaje. Es lo que dices, entretenida, si, pero sin trascendencia real. Creo que con todo lo que esta añadiendo a la mitología del personaje actualmente la serie se ha revitalizado y regresa a un punto en el que si es relevante leerla.
Y además con Sejic la cosa es que artísticamente es una delicia visual. 🙂