Aquí hay un autorazo.
«La primera vez es la mejor. ¡Abre bien los ojos!»
El Kintsugi es una técnica japonesa para reparar objetos rotos en la que en lugar de esconder y tratar de disimular las cicatrices se les otorga más valor y visibilidad recubriéndolas con oro o plata. Leyendo Aquí hay avería, el nuevo trabajo de Lorenzo Montatore (Madrid, 1983), seudónimo de Javier Lorenzo García, que acaba de editar con primor ECC, nos queda la sensación que él hace algo similar con sus propias experiencias convirtiendo en viñetas llenas de brillo que dejan constancia de sus cicatrices vitales. A lo largo de su trayectoria ha alternado las historias cortas, de las que ECC recopilo una buena parte en el precioso volumen Obras Incompletas 2015-2022, con otras de mayor extensión como ¡Cuidado que te asesinas! (La Cúpula, 2018), California Rocket Fuel (Sugoi Ediciones, 2019), Queridos difuntos (Sapristi, 2020) o La mentira por delante (Astiberri, 2021). En estas obras de largo aliento es cuando su fascinante mundo creativo encuentra mucho más espacio para desarrollarse, así que la aparición de su nuevo trabajo se convierte en otra ocasión perfecta para redescubrir a un autor que en cada nuevo trabajo va quemando etapas de una trayectoria que le está llevando a consolidarse como un valor seguro para quienes buscamos cómics diferentes, estimulantes y originales, en lugar de optar siempre por tebeos industriales llenos de fórmulas regurgitadas mil veces y manidos clichés repetitivos ad infinitum. Como sucede en todos sus trabajos, adentrarse en esta nueva obra se convierte en una puerta abierta a un surrealista universo repleto de las referencias más variopintas y extrañas, pero con unas historias que nos remiten a la realidad en las que se puede apreciar todo lo que pone de sí mismo en cada una de sus obras.
Aquí hay avería nos cuenta la historia de Viti, un pintor de éxito, al que su adicción a la abismina, una droga altamente adictiva y muy destructiva que se consume por vía ocular haciendo que los ojos se tiñan de color amarillo, le conduce a la autodestrucción en un camino repleto de penurias, una palabra que además sirve para titular cada uno de los veinte capítulos en los que se divide la obra. Aunque no es la primera vez que Montatore trata el tema de la drogadicción, ya que también estaba presente en ¡Cuidado que te asesinas!, el enfoque en esta ocasión es ligeramente diferente, ya que nos nuestra tanto el infierno interior que vive el personaje como el exterior, que le lleva a transitar por los mismos caminos que otros adictos llenos de oscuridad, miseria y sordidez. Pese los abundantes elementos surrealistas marca de la casa que jalonan esa trayectoria de autodestrucción, el retrato de esa caída es de una verosimilitud brutal llena de un realismo que contrasta con el dibujo caricaturesco repleto de color y líneas limpias habitual del autor madrileño. Un estilo que le ha convertido en uno de los grandes herederos gráficos de la escuela Bruguera, aunque con una necesaria modernización en los temas que trata. Pese a lo que en un principio podía parecer que ese contraste seria disruptivo, la realidad es que funciona perfectamente sin que se pierda nada del mensaje que Montatore quiere transmitir. Aunque más que un mensaje, la obra nos ofrece un testimonio que en ningún momento busca ser ni didáctico ni moralista, y mucho menos trata de juzgar al protagonista, simplemente se trata del relato de unos sucesos en los que los instantes del subidón del primer momento del consumo de la droga se contraponen con el patetismo, el desconcierto y el ansia de los momentos de bajón. Los juicios quedan para el lector que quiera hacerlos.
En muchas de las situaciones que vive Viti se puede ver la manera que Montatore tiene de entender el valor del humor a la hora de crear una historia. Aunque se trata de un humor marcadamente surrealista sirve para poner distancia con las partes más dramáticas y duras de la trama transformándola en una historia tragicómica, algo que en cierta manera multiplica la potencia del mensaje que quiere transmitir y lo acerca a una realidad en la que la línea que separa la tragedia de la comedia acostumbra a estar muy difuminada llena de momentos amargos y dulces.
Ese reflejo tan realista de la decadencia interna y externa que producen la adiciones se contrapone con el mundo donde transcurre la vida de Viti. Un imaginario tremendamente personal que ya nos es familiar de anteriores trabajos de Montatore en el que se dan cita parajes sacados de videojuegos de plataformas junto con personajes creados con solo unos pocos trazos, pero que, además de rezumar personalidad, son un prodigio tanto a la hora de transmitir emociones como movimiento. Entre ellos no podía falta la aparición de Boskov, como siempre encargado de mostramos las partes más turbias de la sociedad, en esta ocasión, es uno de los responsables del tráfico de la abismina. Un submundo retratado de forma magistral es las primeras páginas del cómic.
Por las páginas de Aquí hay avería se cuelan homenajes a dibujantes como Max, Ibáñez, Olaf Ladousse, Monteys, Antonio Hitos, Blanca Lacasa, Mattioli, Jim Woodring… Unos referentes que no son únicamente una clara prueba de la admiración que Montatore siente por ellos, también son la constatación de que estamos ante el cómic que más bebe de otros cómics en la carrera del madrileño. En otros trabajos previos quedaba clara constancia su amor por escritores como Umbral, Mihura o Valle-Inclán, las coplas, los videojuegos, etc.., pero, aunque esos referentes comiqueros también estaban presentes en esos trabajos, lo que lo convierte a este en su cómic más consciente de ser un cómic es el mayor y mejor uso que Montatore hace de las herramientas narrativas propias del medio. Entre las que destacan el uso de una paleta limitada de colores vivos en la que destaca el amarillo que le permite crear una atmósfera especial tanto en los viajes de Viti provocados por las drogas como en sus amargos despertares o la cuidada planificación de la página en la que predomina una composición de tres tiras que le permite jugar con las constantes repeticiones de imágenes para poder enfatizar el mensaje de cada escena como sucede en las escenas en las que nos muestra el insomnio del protagonista. Unas secuencias en las que Montatore deja que sean las imágenes las que nos cuenten una historia en la que cada palabra y frase están perfectamente medidas. Aunque, sin duda, la mejor secuencia de todo el cómic es la que lo cierra en que nos queda la sensación de que el protagonista y el autor se entremezclan y nos deja claro que estamos ante una caída en el abismo, en la que a diferencia de lo que suele ser habitual en este tipo de historias, no hay espacio para la redención.
En Aquí hay avería, Viti como un moderno y lisérgico Don Quijote tiene que luchar contra sus fantasmas, unos reales y otros productos del consumo de abismina, íntimamente ligados y que irremediablemente sellan un destino marcado por la adición. Un destino lleno de ensoñaciones amarillas que generan penurias negras que se combinan en una obra que, mirando al pasado del medio, se proyecta hacia un futuro que se presenta esplendoroso para Lorenzo Montatore.
Lo mejor
• Es puro cómic.
• Lo bien que refleja las consecuencias de las adicciones, sin necesidad de juzgar a sus personajes ni llenar la obra de un mensaje moralista.
• El sentido del humor que siempre está presente en sus obras.
Lo peor
• El precio es bastante elevado, aunque el cómic merece cada uno de los euros que vale.
Guión - 9.5
Dibujo - 8
Interés - 9.5
9
Penurias.
Lorenzo Montatore realiza un trabajo extraordinario en que, además de abordar las adicciones con su particular prisma, da la mejor muestra de su manera de entender los cómics.
Gran reseña para uno de los cómics del año. Humor amarillo.