Este mes vamos a recuperar una historia de nuestro querido Aquaman, quien el próximo noviembre de este 2021 cumplirá 80 años. Esta es una de tantas aventuras entretenidas que el rey de Atlantis nos ha dejado como parte de su gran legado. Y será una forma de poner el foco en una historieta que partía con una gran idea, pero con una ejecución un tanto apresurada. Lo que no quita para que la lectura sea entretenida.
Hablamos de Aquaman #56, titulado The Creature That Devoured Detroit!, que fue uno de los últimos números de la primera serie titulada Aquaman, aunque durante seis años fue el último. Expliquemos esto. Aquaman Vol. 1 tuvo una vida de 63 números publicados entre febrero de 1962 y agosto de 1978. Pero, en abril de 1971 salió a la venta este número y para ver el #57 hubo que esperar hasta septiembre de 1977. La serie quedó congelada durante este periodo. Se recuperó la numeración original, al igual que se hizo con otras cabeceras clásicas, como All-Star Comics, pero al mismo tiempo que ésta, el oscuro episodio conocido como la DC Implosion se lo llevó por delante definitivamente. Y hubo que esperar ocho años hasta la siguiente serie de Aquaman, aquella mini de cuatro números de Neal Pozner y Craig Hamilton, título del que algún día hablaremos largo y tendido.
Durante el tiempo que duró esta primera serie de Arthur Curry, el personaje no apareció en Adventure Comcics, cabecera en la que fue un superhéroe fijo entre 1946 y 1961. Un año después de la cancelación de su serie, volvió a protagonizar aventuras en dicho título junto a otros héroes de DC. Para saber más acerca del recorrido editorial del personaje, recomiendo encarecidamente echarle un ojo al magno artículo de Gustavo Higuero. En este gran trabajo, mi compañero cita los motivos que llevaron a la cancelación:
«El equipo creativo conocido como SAG (Skeates-Aparo-Giordano) tan solo duraría tres años. Esta cifra puede parecer una eternidad, pero si recordamos que Aquaman se publicaba de forma bimestral, realmente tan solo firmaron 17 números (…) conviene contextualizar las razones detrás de la cancelación, porque no eran ni mucho menos causa de una falta de ventas, sino a una batalla de egos y/o poder dentro de la editorial. Al comienzo de ese año, Giordano decidió abandonar las labores de editor en DC, dado que no consideraba que el perfil de las series que le asignaban estaba a su altura. (…) Pese a haber abandonado DC como parte de su plantilla, Giordano le había cogido cariño a Aquaman y quería seguir editando la serie en calidad de “editor freelance”. Sin embargo, como declararía años más tarde Skeates, “Carmine Infantino había tenido problemas personales con Dick un par de años antes, relacionados con la portada de Aquaman #43 USA. Es una portada que dibujó Infantino aprovechando que Giordano estaba de vacaciones y lo hizo rompiendo una de las “normas para las portadas” de Dick, que impedía que las portadas fueran una viñeta del interior pero enfatizada”, narraba Skeates. “Infantino pensó que si ya era bastante problemático tratar con Giordano cuando formaba parte de la redacción, hacerlo como editor freelance sería una locura aún peor”. Así que, aunque las ventas no eran malas, canceló la serie».
Uno de tantos entresijos, de los que a veces ocurren en las oficinas de las editoriales, que afectan a los lectores de manera directa. Como fue este caso, pues perdimos la cabecera de uno de los pilares de la Justice League of America. En cuya colección sí había estado presente desde el principio y siguió apareciendo en todos estos años que duró su serie y el parón de la misma. Sin más dilación, pasemos a ver qué ocurría en aquel número #56. Por la curiosidad de saber qué tipo de aventura fue aquella última de Aquaman antes de echar el cierre temporal, nos introducimos en las páginas de este número.
Aquaman #56
Con guion de Steve Skeates, dibujo de Jim Aparo y con el editor Dick Giordano, que también era entintador de la serie, esta aventura contaba con una portada extraordinaria de Nick Cardy, que llamaba realmente la atención. Teníamos un monstruo gigante que parece que emerge del agua erigiéndose sobre la ciudad de Detroit y, por supuesto, a nuestro Aquaman haciéndole frente. Es una de esas portadas de gran impacto que prometen un enfrentamiento entre la criatura y el héroe. Sin embargo, para sorpresa del lector, no es lo que encontramos en el interior.
Personalmente, fue la propia imagen de la portada lo que llamó mi atención. ¿Aquaman contra un monstruo gigante? ¡Lo compro! Aunque el argumento no se centre realmente una batalla entre un coloso y el rey de los siete mares, la historia que se cuenta es realmente interesante. Sucede que un crecimiento sobrenatural de unas algas está asolando las aguas del lago St. Clair de Detroit. Esas misteriosas plantas subacuáticas han crecido tanto que podrían empezar a invadir las calles y cubrirlas por completo. Se desconoce el motivo oficialmente, pero las televisiones de todo el país interrumpen con esta alerta, que está llevando a los vecinos de la ciudad a una situación de emergencia tras el aviso de una inminente evacuación.
Allí se traslada Aquaman, preocupado por la amenaza, ya que podría acabar afectando el fondo marino del planeta y por ende, también a Atlantis. Nada más llegar, un policía le pone en contexto. Resulta que hay un satélite, casi desconocido para las autoridades, que está emitiendo una potente luz en la ciudad, lo cual podría haber provocado el crecimiento de las algas. Acude a encontrarse con un amigo, un científico que conoce de hace años y que podría ayudarle a investigar esas plantas. Resulta que el satélite es obra de sus laboratorios. Lo usan para controlar la actividad criminal de la ciudad, que está bajando en cifras récord por todos los barrios. Paralelamente, un nuevo justiciero llamado The Crusader, a quien Aquaman considera excesivamente violento, está colaborando con ellos para acabar con los delincuentes.
Aquí se produce el conflicto entre Aquaman y su amigo. Pues resulta que la potente luz de vigilancia del satélite está creando el caos en otra dirección. La criminalidad está bajando, pero están subiendo las algas que se van a comer toda la ciudad si no se detienen. Y el científico no quiere apagarlo, porque está enfocado en cumplir su misión de ayuda a la policía, para acabar con la delincuencia. Y por ningún motivo va a parar ahora. Las plantas no son su problema. Ese debe resolverlo Aquaman, pero sin entorpecer su trabajo.
Tenemos hasta este punto una historia con el contenido suficiente para poder contar una gran aventura. Un peligro de la naturaleza causado por la ambición cegada de un científico brillante. Y un justiciero peligroso. Elementos que hacían que Aquaman luciera en la superficie tanto como bajo el agua. Pues le vemos hablar con la policía, investigar en un laboratorio y salvar a una niña para después ayudar a evacuar un parque a orillas del lago. Pero gastaban 15 de las 20 páginas del cómic en todo el planteamiento. Para los ritmos de publicación de hoy, en que prácticamente no existen las historias autococlusivas en un solo número de la serie regular, no hubiera supuesto ningún problema. Un primer número para asentar ideas y en el siguiente comienza el desarrollo. Pero eso no funcionaba tanto en 1971, cuando las continuidades no eran tan estrictas como las de ahora.
En las tres últimas páginas se precipitan los acontecimientos. El científico, que era el Crusader (y anteriormente habíamos sabido que tenía un problema de visión, de ahí la necesidad de alumbrar más la ciudad), aparece muerto por una caída accidental mientras saltaba de azotea en azotea, sin perseguir a nadie, solo desplazándose. Al enterarse, Aquaman va al laboratorio, pelea con todo el que se le pone por delante y desde allí hace explotar el maldito satélite. No sabemos qué pasa después ni como elimina las algas. Deja una elipsis abierta, dando a entender que el lector sabrá adivinar que la amenaza se reducirá hasta el final tras eliminar el problema causante.
Una solución que queda bastante floja. Y es una pena, porque la historia había tomado un cariz bastante oscuro e interesante. Y el dibujo de Jim Aparo era genial. Con ese toque serio, expresiones robustas, bastante detalle, una narración de estética noir, aunque no llega a verse nunca el satélite hasta el momento de la explosión y apenas vemos las algas en el momento en que una niña queda atrapada. Da la impresión al leerlo, o quiero pensar, que tenían una idea para desarrollar en otro número pero la cancelación lo impidió.
De todas formas, este es un buen ejemplo para saber que el personaje de Aquaman podía adaptarse a tramas de corte dramático y callejero, con villanos científicos sin estridencias, con un trasfondo corrompido por la ambición. Fuera del agua, lejos de los mundos marítimos y legendarios, casi místicos, de la Atlántida, el rey también tenía cabida. Se podían plantear grandes historias con el personaje. Aunque, tristemente, también sea éste un ejemplo de que, a veces, la ejecución se perdía por el camino, motivo tal vez por el cual no ha trascendido como uno de los títulos relevantes de DC, aclamados por la crítica y el público como sí ha llegado en los últimos tiempos.
Por cierto, si alguien está interesado en hacerse con un original de este ejemplar, puede hacerlo aquí.
Muy interesante, desconocía todas estas discusiones entre editores. Se podría haber escrito un arco bastante curioso con esto.
Los 70 no fueron fáciles para Aquaman, pero afortunadamente en Adventure Comics, Skeates y luego Michelinie siguieron mostrando su talento, dando un elemento tan importante en la historia del personaje como lo fue «La Muerte de un Príncipe». Y como todos, el gran lavado de cara de Aquaman llegó con Peter David, teniendo él, aún así, muy en cuenta lo sucedido en esta época setentera.
Esto son cosas que habría que valorar más. ¡Gracias por rebuscar en los cajones más desconocidos y polvorientos de la historia de DC!
*Y como todos sabemos,…
Muchas gracias por leerlo y me alegro mucho de que lo harías disfrutado. Siempre es gratificante buscar entre los archivos de la gran historia de DC. Un abrazo!
Etapa totalmente desconocida para mí. Y qué gran artículo y trabajo. Enhorabuena
Lo divertido de este Aquaman #56 es que sí que «tuvo continuacion» en… el último número de Sub-Mariner #72 (Sep/1974), escrito también por Steve Skeates. La acción de este inusual crossover entre compañías comienza justo dónde se quedó en la serie de Aquaman en 1971, con un anónimo guante pulsando un botón de destrucción desde un satélite, y con la resultante explosión mandando una forma de vida extraterrestre directo a la Tierra, y a partir de aquí comienza la acción, en un precioso número dibujado por Dan Adkins y Vince Colletta (podeis encontrarlo en Biblioteca Marvel: Namor, número 15). El argumento, evidentemente es reciclado del que tenía preparado Skeates para la serie de Aquaman, y que debido a la cancelación de la serie nunca se pudo publicar en DC, pero sí en Marvel! 🙂
Había leído sobre este tema, pero no he tenido acceso al número en cuestión. Es muy tierno que Skeates quisiera continuar con su idea. Al fin y al cabo los dos son reyes atlantes. Es una de esas historias simpáticas que ocurren entre editoriales.