¿Qué es mejor? Una película checoslovaca del 51, que muestra durante dos horas a un hombre muriendo en un iceberg, cargada de metáforas y segundas lecturas? ¿O un film americano, mediático y exitoso, que te hace pasar dos horas de actividad cerebral nula, pero de hiperactividad visual incesante?
Caminando como casi siempre por los extremos (mea culpa) surgía hace dos semanas esta controvertida pregunta. Dicha contraposición trataba de resaltar por una parte, la concepción de la perfección “artística” de los seguidores del cine cultural, y por otra la del público cuyas preferencias se centran en el mero divertimiento. Pero, ¿son tan extremas las ideologías del espectador? ¿Definen estas los productos que el público ve? ¿Qué lo determina, si no?
Hablemos primero del público más casual (cásual, que se dice ahora). Más que decantarse por alguna de las dos facciones, este tipo de público (el más numeroso, por otra parte) elige en base de otros patrones regidos más, digamos, por valores sociales. Obviando el puro azar en la elección, el cine se ha convertido (hace tiempo) en un acto social. En numerosas ocasiones grupos de personas sustituyen su centro habitual de reunión por una sala de cine. Aclaración: esta es la razón por la que este sufrido autor se refiere al cine, y no a otros géneros como el cómic o el libro. Ya que aunque a veces ocurre que 5 personas se reúnan alrededor de un cómic, o se pasen las hojas de un libro entre dos (poco prático, pero muy romántico esto, inténtenlo en casa :)), no es lo más habitual.
Regresamos: ¿Qué guía entonces a estos grupos de cinéfilos ocasionales a la hora de elegir? Normalmente, el impulso mediático de la película. Las visitas a la taquilla por este tipo de espectador son escasas, y la elección ante la cartelera habitualmente está ligada ya no por el entretenimiento vs. el arte, sino a la fama previa del filme. Cuando un producto se convierte en un fenómeno mediático, y sea por impulso publicitario o éxito de crítica, normalmente puede estar seguro de contar con la asistencia de estos infieles. De aquí se ven como lógicas consecuencias el éxito recaudatorio de producciones menores (pero de enorme valor cinematográfico), como Brokeback Mountain o Million Dollar Baby, en principio destinadas a un público minoritario y muy concreto.
Sin embargo, entre el público habitual, la separación que tratamos hoy se convierten un elemento crítico a la hora de elegir. Lo que cada espectador espera encontrar, DESEA encontrar, ante la pantalla es el elemento fundamental que motiva una u otra decisión. Y aunque ya estoy intentando dejar atrás (por el momento) el debate sobre la crítica, esta concepción particular también incide en ocasiones de manera determinante en el juicio del crítico.
Comencemos analizando el bando del “entretenimiento” con un breve inciso. El concepto del entretenimiento se ha devaluado de manera aterradora en los últimos años. Este tipo de cine ha existido siempre, y ha dejado algunas de las obras más representativas y recordadas de la historia. Pero en las últimas décadas la decadencia en los géneros relacionados a este concepto, se ha hecho evidente. Repasemos obras como Indiana Jones (ejemplo sempiterno de esta vertiente). A diferencia del cine de entretenimiento actual, este tipo de filmes tenía una estructura narrativa característica (y cuando menos adecuada), un ritmo EMOCIONAL incesante, que lograba atar al espectador a la butaca, personajes legendarios, diálogos cargados de ironía y escenas míticas. Hoy en día, pocos o ninguno de estos valores son aceptados como canon en las obras modernas, que o bien son bastardas revisiones de éxitos pasados, o bien vuelcan todo su ingenio en un par de momentos puntuales que sólo sirven para justificar un atractivo trailer.
Ante tal perspectiva, la palabra clave que justifique la enorme afluencia de público al que atraen estos productos, es EVASIÓN. El espectador es el espectador más sus circunstancias, y en estos tiempos aciagos que vivimos normalmente no son todo lo favorables que desearíamos. El espectador busca pues una desconexión con el mundo real. Unos minutos de paz en los que poder alejarse de la problemática existencial, desconectando el cerebro y disfrutando de una serie de escenas (a menudo con semejante valor cinematográfico al de los habituales videos de caídas y golpes que triunfan en televisión) no necesariamente unidas por un guión o una trama. Desde este punto de vista, es sencillo solidarizarse con los seguidores del cine actual de acción, o de la comedia contemporánea, y comprender al mismo tiempo el por qué de la dudosa calidad de sus estrenos.
En el otro extremo se encuentran los dogmáticos de lo artístico. Normalmente se trata de un grupo minoritario de seguidores de un tipo de obras y de una selección de autores muy concreta. Aquí, el mensaje (meta del arte, por otra parte) y su expresión priman sobre cualquier otro elemento, sacrificando en ocasiones elementos considerados simples accesorios, como la fotografía, la música… en pro de lo que se quiere hacer sentir al espectador. Dicho de otro modo, cualquier elemento más allá del mensaje, es un simple adorno preferiblemente prescindible. Cualquier distracción despoja de la merecida atención al arte intrínseco. Evidentemente, y sin entrar en valoraciones, dichos dogmatismos hacen de estas obras un terreno agreste para la mayoría del público, de aquí, consecuentemente, la naturaleza minoritaria de esta vertiente, condenada habitualmente a pasar inadvertida para los consumidores del variado menú de la cartelera.
¿Cuál es entonces la verdadera naturaleza del cine, el cómic, la literatura…? ¿Es arte o entretenimiento? ¿Cultura o diversión? Enfoquemos la relación entre el autor y su público como una eterna historia de amor. La atracción sólo surge en determinadas ocasiones, y se hace necesario, por tanto, un proceso de cortejo por parte del creador. La verdadera naturaleza del cine (y por supuesto, también de otros artes) es en mi opinión, la traslación de un mensaje, de una expresión, de una idea o de unas inquietudes. Es un medio, un instrumento, un soporte para hacer llegar a otras personas las vicisitudes interiores del alma propia. Pero, siguiendo con nuestra historia de amor, cuando no surge la atracción, es necesario seducir al público. Lograr que se identifique con el mensaje. Conseguir que se enamore de lo que tratamos de expresar. De este modo, la historia narrada, la diversión ligada a ella, se convierten en un método para atrapar al receptor, para conseguir que se identifique y que SIENTA, y que al mismo tiempo vea justificada su inversión de tiempo y dinero pasando unos momentos agradables, que perduran con el telón ya echado en forma de reflexión interna sobre el mensaje enviado. Se trata, pues, de hacer del entretenimiento una forma de crear arte, y de la creación del arte, un entretenimiento.
La próxima semana, un tema de actualidad: Adaptación vs. Traslación.
Enhorabuena una vez más por el artículo Pablo. Llevandome lo que planteas al mundo del comic, es como elegir un blockbuster como puede ser Ultimates o los proximos WildC.A.T.s de Morrison y Jim Lee contra un pedazo de obra como es Maus.
Estoy convencido de que las ventas de un Ultimates superará en mucho a una obra como Maus, ¿Cual es mejor? Maus sin lugar a dudas, ¿Cual prefiere la gente? Ultimates por tratarse de una lectura agil.
En el cine pasa exactamente lo mismo, acudimos en masa a ver películas como World Trade Center o Poseidon en vez de películas donde requiera un mayor esfuerzo seguir la trama.
Vuelvo a estar en desacuerdo 🙂
Vamos a ver: partimos de un hecho claro y es que cine, cómic y música son formas de arte que consumo masivo, que tienen que lidiar siempre entre la consideración como arte y como producto de consumo. La primera tiene extrañas motivaciones, mientras que la segunda que pase mucha gente po taquilla.
Pero creo que en este caso yo defendería que una postura salomónica como la que propones no es correcta, ya que a mi entender, se deben dar todas las opciones: arte, consumo y arte/consumo. Lo que Moix definía como «el arte para el consumo».
Porque me temo que en el análisis de los que tú llamas dogmáticos del arte, te quedas en una sola opción, la de aquellos que se quedan con el mensaje, cuando por ejemplo, en cine, precisamente los que defienden el cine como arte son aquellos que han defendido posturas más radicalmente formales. Por ejemplo, el cine de Angelopoulos es un cine basado en lo formal, en la búsqueda de nuevos caminos formales, no en un mensaje, que es bastante universal.
Personalmente creo que son necesarias todas las formas y extremos, porque se retroalimentan. La dualidad arte/consumo obliga a que las obras art´siticas necesitan una financiación, y eso se busca a través de obras que puedan ser disfrutadas por mucho público, por muchísimo. Estos blockbusters son los que financian el aspecto industrial, mientras que las formas más radicalmente artísticas son las que abren nuevos caminos formales, dejando claro que su alcance es muy minoritario, pero que retroalimentan a los blockbusters. Casi todos los avances formales en cine y cómic han venido de las exeriencias más minoritarias. Pongamos un ejemplo de cómic: La mazmorra no existiría sin las locuras OuBaPo de Menu y Trondheim en L’Association.
Eso lleva a una tercera parte: el arte/consumo que es el que tú planteas. Por desgracia, estas formas son conservdaoras, y la industria no va a hacer pruebas, sino que adaptará lo ya existente que ya ha probado su éxito. Es evidente que se pueden dar ejemplos, sobre todo en el cine de los años 30, 40 y 50 donde se mezcla a la perfección arte y entretenimiento, pero recordemos también que en muchos casos, lo que hoy consideramos arte/consumo en su día fue un fracaso (el ejemplo más claro es Ciudadano Kane). Pero en esas épocas también existían experimentadores radicales, que fueron la inspiración de grandes autores como el propio Welles o Ford.
Al final, me temo que esta dicotomía no se puede eliminar, forma parte de la propia esencia del arte de consumo. Y lo peor, me temo que es necesaria para evitar el anquilosamiento y favorecer que la industria exista. Una especie de monstruo de dos caras que se alimentan mutuamente y que nunca podran existir el uno sin el otro.
“En el cine pasa exactamente lo mismo, acudimos en masa a ver películas como World Trade Center o Poseidon en vez de películas donde requiera un mayor esfuerzo seguir la trama.”
Uf, visto así, parece que el esfuerzo a invertir en seguir “la trama” es directamente proporcional al nivel artístico de la película. Y, en mi opinión, nada más lejos de la realidad. Hay, como señala Álvaro, muchas variables por las que apreciar la cualidad artística de una película. Y la complejidad tramática no es una de ellas, puesto que existen películas en las que es necesario un esfuerzo considerable para seguir una trama porque ésta no está bien hilada. En mi opinión, el esfuerzo para seguir una película hay que aplicarlo en muchos aspectos que pueden pasar desapercibidos a los fanáticos del “mensaje”. Por ejemplo, cualidades artísticas no le faltan a obras como El laberinto del fauno, por citar una reciente, o el Batman de Tim Burton, por citar un blockbuster aparentemente “fácil de seguir”. Y sin embargo, películas pretendidamente sesudas y muy artísticas (el cine español tiene todo un catálogo de ellas, puesto que parece que tenemos complejo de “cine cojonudo e incomprendido”) se hallan tan vacías de contenido como de forma, y sólo un tema “serio”, o “social”, parece que justifica su arte. Valga como ejemplo una que cité la pasada semana en un comentario al post sobre “enfermedades de la crítica”: “Juana la Loca”. Que como es histórica, y encima de un director reputado, ya tiene que ser buena, ya es arte, ya es intocable.
En fin, que me voy del tema: creo que es importante valorar todos los aspectos formales de un filme (o de un cómic, o de un libro), y no sólo su trama. Así, creo que se pueden llegar a apreciar las virtudes y defectos de las obras sin tener que posicionarse en uno de dos bandos, y ver que Los Ultimates no están exentos de cualidades, ni Maus (una maravilla) de defectos.
Los hay que cuando buscan la parte más arida del arte y que tiene una aceptación más minoritaria no solo buscan la parte «intelectual», ya que en ocasiones tienen lugar diferencias entre estos y los que consideran que la parte visual también lleva buena parte del peso artístico de una obra y que el primer grupo por ejemplo podría obviar obviar con mayor facilidad. Pero finalmente tan ajenos al que busca el consumo terminan siendo los que leen un comic «dificil» como aquellos que buscan por ejemplo una representación visual que llega al nivel de la ilustración. Por supuesto quedarse con ambas partes me parece mejor.
Y puede que esto sea un poco polémico, pero la diferencia entre arte y consumo también tiene su parte en la «democratización» del arte, antes grandes genios creaban protegidos por ricos, ya que eran los que lo apreciaban, y por ejemplo en el teatro (ejemplo facil pues estaba cerca de toda la sociedad) no todas las obras eran bien recibidas. Con esto quiero decir que por supuesto que ahora todo el mundo tiene una educación de nivel, ya que esta también se ha democratizado, y evidentemente esta gente puede decidir entre artístico y de consumo y entender ambas partes, pero como en todo en la vida y como nos ocurría en las clases de literatura había quien era capaz de entender una obra de por sí, y otros que neceistaban reiteradas explicaciones y aprendizaje por falta de lectura y de afición.
Las diferencias culturales entre la gente existen, hay quien lee y quien no, y no todo el mundo puede decir que es por cuestión de gustos, es posible que con unos habitos y educación distintos las circunstancias de cada persona puedan variar, no creo que sea algo elitista, creo que es una realidad. No todo está en la emoción y la evasión, también lo está en la facilidad y la accesibilidad. Siempre encontraremos que a una persona no le ha gustado una película por que si investigamos resulta que no la ha entendido, y no capta las referencias culturales por poner un ejemplo, pese a que haya otros que toman la decisión a sabiendas.
Y bueno, las obras de consumo no tienen el monopolio de la emoción y la evasión, obras aridas, complejas y no de consumo también, y viceversa todo puede fusionarse.
Arte vs Entretenimiento…
Ok… Pregunta…¿Qué es el arte?.
A parte del chiste de morirse de frío…
Es un chisme. Una cosa. Un ente.
La bicha, en definitiva.
Creo que WWfan ha puesto el dedo en la llaga al preguntar ¿Qué es Arte? A menudo se nos venden recursos formales y estéticos como artísticos sin que lleven aparejados un mensaje adecuado. Decía Ayn Rand que hay tres grados posibles de arte: traducir una abstracción (tema o tesis) vieja (conocida) con los medios de la vieja ficción (es decir, repitiendo esquemas una y otra vez); traducir una vieja abstracción por medios nuevos y originales (el buen cine) o crear una abstracción nueva y original y traducirla por medios nuevos y originales. A menudo se nos venden esos medios como arte, cuando en realidad sólo son eso: medios, que si son desprovistos de contenido se quedan en una mera estética (véase gafapastismo en el primer artículo de esta serie (;))
Pero si WWfan metió el dedo en la llaga en el campo de arte, otra pregunta que habríamos de hacernos es ¿qué es entretenimiento? Pero, ¡ay! el entretenimiento es una experiencia, al contrario que el arte (que es una abstracción), y como tal depende de cada persona en particular. Saco esto a relucir porque a un determinado espectador puede entretenerle, y mucho, el cine de tuneo de coches (tipo A Todo Gas), pero a otro tipo de espectador no. Y viceversa: a alguien puede parecerle aburrida Casino y otro no. Mi conclusión es que en el entretenimiento, una experiencia totalmente subjetiva, no se puede generalizar, y que está condicionado por las necesidades culturales, sociales, imaginativas, etc. de cada uno.
¿A qué viene esto? Pues a que el arte puede entretener. Y a que puede que necesites una mínima dosis artística para ser entretenido en los productos que consumes y que, ese nivel de dosis artística varíe en función de un momento o de otro. Si necesitas o no cualidades artísticas en los productos que consumes es asunto tuyo, de la preparación e inquietudes culturales que poseas. No en vano, lo contrario de arte es bodrio (?) y lo contrario de entretenimiento es aburrimiento. No puede establecerse, bajo estos parámetros, una dicotomía efectiva.
En resumen: el arte es arte, independientemente de quién lo mire, porque la obra artística es por si misma. Mientras que el entretenimiento depende de cada cual. La verdaderá cuestión, en la que no entraré es si el arte debe ser entretenido, y en caso afirmativo a quién le tiene que resultar entretenido (y la relación de todo ello con el gafapastismo).
Otra cosa es el nivel de interdependencia industrial que tengan el cine minoritario y el cine de consumo masivo. Creo que Álvaro ha estado perfecto ahí: se necesitan el uno al otro. Uno financia y el otro fija y da esplendor 😀
Perdón; cuando he citado a ayn rand, rand se refería a tres posibilidades de producto de consumo intelectual, no a arte… de hecho desdeñaba la vieja abstracción contada de forma vieja (lo consideraba decadente y arcaico).
Esto está tan interesante como siempre. Por mi parte hoy sólo tomo apuntes.
Vamos a ver, si es más fácil de lo que parece.
El arte no se puede definir porque definirlo significa ponerle límites a la imaginación…
A partir de ahí…
Otra cosa es que hay gente empeñada en no saber diferenciar la abismal distancia que hay entre arte y obra maestra.
Y sobre si el arte puede entretener… Casi ningún arte sirve para las necesidades básicas de la supervivencia… así que…
Raul, xq consideras superior un comic como Maus a los ultimates de millar?? Xq trata un tema «IMPORTANTE»?? Son dos obras completamente diferentes y que no pueden ser comparadas. Cada una en su género es igual de buena.
A mí es que nunca me ha gustado la utilización del término «entretenimiento» con este sentido, ya que, aunque sea inconscientemente, da a entender que las obras que no son «de entretenimiento» no son entretenidas. A mí me entretienen obras que no son de «entretenimiento» y hay obras de «entretenimiento» que me parecen cualquier cosa excepto entretenidas.